Mostrando entradas con la etiqueta Gustavo Spinetta. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gustavo Spinetta. Mostrar todas las entradas

viernes, 20 de julio de 2018

SPINETTA EN EL MAREMOTO (Entrevista revista Roll, abril 1977)


A principios de 1977, la efímera revista Roll se dio el lujo de entrevistar a Luis Alberto Spinetta. En ese momento, el Flaco venía de terminar su etapa de Invisible y se aprontaba a iniciar (o ahondar) su etapa más jazzera con la Banda Spinetta, que en ese mismo año editaría su gran álbum A 18´del sol.

Sin dudas, una charla imperdible en la que Spinetta da cuenta de un gran momento de su carrera musical y de su vida, que lo encontraba estrenándose como padre, además de animarse a ponerle (por primera vez) su apellido a un proyecto musical.

SPINETTA EN EL MAREMOTO

A lo largo de un extenso y vertiginoso reportaje de dos horas, Luis Alberto Spinetta habló minuciosamente sobre el eclipse total de Invisible, sus motivos, el saldo que le dejó el grupo, y las características y proyección de su nueva agrupación. Describió la apertura y la libertad ilimitada que significa para él esta nueva experiencia, y, debido a que responde por completo a su visión de la música –sin obstáculos-, se encuentra dispuesto a firmar el intento con su nombre. Sólidamente afirmado, Spinetta emerge, una vez más, con la expectativa de innovar sobre lo recientemente realizado e incorporar ritmos y desarrollar su estilo poético. No obstante el hecho de que el grupo Spinetta (sic) no tiene prefijado meticulosamente su futuro, Luis Alberto advierte en él el germen de una agrupación que desea estabilizar para expresar sensiblemente su constelación armónica, para cuya constelación deja el paso libre al encuentro humano de sus integrantes:

En el último recital de Invisible, el 10 de diciembre del año pasado en el Luna Park, sobrevoló, entre las melodías insondablemente profundas, una desconcertante abulia, una somnolienta exposición de acordes, una música famélica como un árbol petrificado. La vitalidad que había identificado a Invisible se había esfumado. En las aceras que circundan el estadio se conocía la noticia de la separación. Luego vino un periodo de oscuridad que alcanzó a los ex integrantes de la formación. Sin embargo, las miradas se dirigían a Luis Alberto Spinetta, como motor y veta creativa sobre el que se cimentó el trabajo de Invisible. Spinetta es ahora el camino de Spinetta.


ENTREVISTA> ¿Qué saldo te dejó Invisible como músico, compositor y ser humano?
Como músico me dejó algunas experiencias interesantes en cuanto a la armonización para trío, y el hecho de poder desarrollar alguna temática que habitualmente no se puede hacer en trío. Por ejemplo, “Durazno Sangrando” es una prueba cabal de una pieza musical que debería trabajarse con  más instrumentos, pero se llegó a un resultado totalmente diferente en cuanto a instrumentación. En el terreno del cuarteto, me dejó la experiencia, aunque sea por cuatro meses, de haber podido pasar a un aspecto rítmico. Como músico, las experiencias serían muy arduas para explicar. Como compositor, la primera etapa de Invisible me dejó el grato recuerdo de haber trabajado en forma realmente comunitaria donde, sobre la base de un esbozo, se trabajó aportando en forma pareja. Después eso se cortó, porque la evolución nos llevó a no poder detenernos, quizá como hubiese sido necesario, para seguir trabajando en ese nivel.
Compositivamente, fue una etapa que me permitió estabilizar mi mundo poético y musical, ya embarcado en una cosa más definida. Quizás Invisible sea el pasaje ideal entre lo que había hecho y lo que hago ahora. Como ser humano me dejó buenas experiencias. En tanto que las malas que pude haber recogido con Invisible quizás no se hayan dado, por estar en un conjunto especial o con músicos especiales, sino porque a veces uno vive un momento malo, y las malas experiencias no son por los demás sino por uno mismo. Las experiencias negativas que viví con Invisible no me interesan, salvo las que me dejaron enseñanzas. Al principio con Tommy (Gubitsch) las cosas humanamente marchaban a un nivel impresionante, y la comunicación entre los cuatro integrantes se hizo muy clara, muy contundente. Pero me dio la impresión de que eso no evolucionó. Tengo la leve sensación de que Pomo, Machi y yo teníamos una misma meta, y Tommy tenía otra. Cuando se integra un músico a un conjunto que hacía tres años que estaba tallando significa incorporar un elemento absolutamente positivo como lo fue Tommy. El problema está en que, por una razón de edad, de tiempo del conjunto, de acostumbramiento a las personalidades y demás cosas, esa relación no prosperó. Nada más. No estoy haciendo responsable a Tommy de la escisión de Invisible.

¿No hubo, en consecuencia, una integración humana coherente con la música que se estaba haciendo?
No. Y, por otra parte, Invisible ya arrastraba problemas de índole humana provocados no en sí por el núcleo del conjunto, sino por gente que estuvo alrededor.

¿Qué razones motivaron la creación de este nuevo grupo?
Más que ser un grupo de la índole de Invisible, Pescado Rabioso, Almendra, considero que ésta es la primera vez que encaro la experiencia de poder desarrollar mi música con otros músicos sin el esquema normal de participación grupal. En cierta forma, cada integrante puede hacer lo que quiere, pero tengo una responsabilidad mayor que la que tuve siempre. Es una banda que acompaña a Spinetta.

¿Hacia dónde se dirige ahora tu línea compositiva?
No es que vaya a continuar una línea musical dada, porque todo lo que he hecho este tiempo es mi música, con diferentes agrupaciones. Lo que no voy a hacer es depender del gusto o de la voluntad musical de los que hacen música conmigo. Los músicos con que estoy tocando están totalmente de acuerdo con que las condiciones creativas las impongo yo, que es diferente de lo que es un grupo. No es que me haya separado de Invisible porque considero que tengo que ir a otra etapa, sino que he abandonado la etapa de los conjuntos para desarrollar mi música, mi poesía y todas mis pasiones creativas sin límites. Quizás ésta sea la primera etapa mía real en la que me lanzo a hacer música con todos mis defectos y todas mis virtudes. Vos me estás haciendo preguntas que se relacionan muy directamente con toda la experiencia que estoy viviendo, y me gustaría contestarlas de una manera más clara, pero no puedo en este momento, no me sale porque estoy precisamente en ese maremoto.


¿En qué se basa la interrelación humana trascendente que se está dando con Diego Rapoport, tu tecladista?
Para mí un grupo musical es un grupo humano, donde no solo se comparte el ensayo o el momento de tocar sino las reuniones y momentos fuera de la música para conocerse. Sin embargo, ahora que planteo a un músico talentoso como Diego que responda, si es que él quiere, a ciertas y determinadas cláusulas para tocar conmigo, se da una relación que hasta el momento es macanudísima y, prácticamente, estoy compartiendo más con él que durante tres años con los integrantes de Invisible. Quizás mucha gente va a pensar que esta experiencia se va a transformar en una especie de Gestapo donde yo soy Hitler. Pero no. Porque sé que los errores que cometa los voy a cometer bajo mi entera responsabilidad; no tengo ese problema de que todos sigan como corderitos lo que yo pienso.

¿Cuáles son los cambios producidos en tu poesía y tu música en este momento?
Voy a seguir escribiendo el tipo de letras de los últimos tiempos, pero ya he desarrollado una nueva temática, nuevos inventos. Todavía voy a estar más poético, con más contenido, con más expresión, con más polenta, con más tibieza. Son cosas que hice para mí, para mi momento íntimo, y ahora puedo hacerlas para todos. Sé que soy un guerrero romántico. En cuanto a la música, probablemente, aquellos que escuchen a la banda de Spinetta sentirán que es un poco más cuadrado lo que hacemos. Pero no es un problema de cuadratura o interpretación de los compases, sino es que mi hermano (Gustavo) tiene un tempo diferente de Pomo. Es muy regular, a mí personalmente es lo que más me gusta, que toque ajustado. Esa es de por sí una característica nueva: sumo ajuste. Además, estamos trabajando sobre improvisaciones sobre varios tonos, para poder delinear melodías más amplias, y sobre algunos ritmos de bossa nova y tango. Para sintetizar: en esta etapa estoy más cerca del corazón. Me siento más confiado en mi propio corazón, más libre espiritualmente. Por otra parte, en este momento, mi hijo, la gente que quiero, son mis influencias, y no Chick Corea, porque no lo conozco. Mi música es mi única influencia. La escala de valores la pongo yo.

Alguien que lea estas declaraciones puede pensar que sos ególatra. ¿Qué le dirías?
No podría no ser ególatra. Pero sé que la egolatría en mí tiene un lugar perfectamente adecuado. No supera mi inteligencia ni interrumpe mi proceso creativo. Por lo tanto, lo de ególatra habría que estudiarlo con comillas porque el ególatra es un tipo que se idiotiza de tanto quererse a sí mismo. Yo no soy ególatra ni dejo de serlo, yo qué sé. Me considero a mí mismo como un creador y por lo tanto estoy entregado a crear. Y la gente que piensa que soy un tarado, que lo siga pensando. A mí no me altera el pulso.

Entrevista por Javier Cófreces

Publicada en Revista Roll, número 3, abril de 1977.



miércoles, 16 de agosto de 2017

VOLVIENDO A CASA, entrevista a Gustavo Spinetta



La casa de la familia Spinetta ha cambiado bastante en los últimos 45 años. Luego de sucesivas remodelaciones, pocos vestigios quedan de cómo era en la época en que Almendra ensayaba ahí. Sin embargo, es la misma casa que alumbró los sueños de los integrantes de aquella histórica banda y que hoy alumbra los de Amel, el grupo formado por Gustavo Spinetta, junto a su sobrino Gonzalo Pallas.

En Amel, Gustavo encontró su lugar en el mundo, el grupo que siempre quiso tener. Sin embargo, durante toda su vida ha realizado muchas otras actividades además de tocar la batería. Pintura, dibujo, esculturas en cerámica, diseño… Una vida libre dedicada al arte, en su mejor expresión. Para conocer un poco esta historia personal, fui hasta esa mítica casa, situada en la calle Arribeños, pleno barrio de Belgrano, en donde compartimos una larga charla, acompañada por un té.

Fue una tardecita de miércoles, no hace mucho tiempo. Alrededor nuestro se encontraban varias de sus esculturas en cerámica, incluyendo una realizada para la portada del primer disco de Amel. En ese marco, durante más de dos horas, Gustavo nos relató varios de los acontecimientos más importantes de su vida. Desde los primeros años, su apasionamiento súbito por la batería, sus idas y vuelta con la música, su paso como percusionista de IKV, hasta llegar a este proyecto actual de Amel, una banda con espíritu y vocación cancionera, como las de antes, en pleno y sostenido crecimiento. Por supuesto, no podía faltar en esta entrevista la figura omnipresente de su hermano Luis Alberto, del que recordó varias anécdotas en común –como, por ejemplo, la grabación de Artaud, el mítico álbum en el que Gustavo participó como músico invitado en las canciones “Cementerio Club” y “Bajan”-, además de muchos otros momentos llenos de emoción y sentimiento.

Por eso, así como quien no quiere la cosa, nos salió esta entrevista, que, sin dudas, es una de las más emotivas que hayamos publicado en Intersticio.

Para disfrutar: Gustavo Spinetta, en primera persona…

BUSCO MI DESTINO 

Leí que en tus inicios empezaste con el bajo en vez de la batería. ¿Cómo fue eso? 
Es que me encantaba su sonido. Por eso, Luis, sabiendo de mi preferencia por el instrumento, mientras escuchábamos algún tema, me cantaba la parte del bajo en el oído. Luego, cuando cumplí 15 años, me llevó a recorrer las casas de música del Centro, para que elija un bajo para tocar, que él me lo regalaba. Así fue que elegimos un bajo Faim, que a mí me gustaba mucho por el diseño muy moderno que tenía. Por supuesto, en esta casa, durante esos años, ensayaron Almendra, Pescado, hasta Invisible. Por eso acá siempre estaban armados todos los equipos y me acuerdo de que una vez había, creo, una batería Ludwig. Un día estábamos solos con Luis, no había nadie en la casa y podíamos hacer tanto ruido como se nos diera la gana. Él agarró el bajo y yo me senté en la batería, y nos pusimos a tocar, a zapar un blues; y vi que me salía… 

Nunca, hasta ese momento, habías estado tocando una batería… 
No, no. Sin embargo, durante la época de Almendra yo había hecho de plomo del grupo, armándole la batería a Rodolfo (García), y no le sacaba los ojos de encima, viéndolo tocar, porque para mí el batero era como el guía musical del grupo, como si a partir de ahí se desarrollaba todo, pero no tenía incorporada la idea de tocar batería. Recién, a partir de esa zapada con Luis, me di cuenta de que quería tocar la batería. Después estudié un año y medio con (León) Jacobson, que era primer percusionista del (Teatro) Colón. Él me enseñó a leer bien los rudimentos del baterista, todo lo que se podía hacer con el tambor. Después desarrollé mi técnica con el Podenski, un libro mítico, bien marchoso, pero que tenía todo lo que había que saber. Sin embargo, nunca fui de meterme mucho a estudiar la técnica porque siempre le di más importancia a la parte intuitiva. 

¿Cuáles son tus bateristas preferidos? 
Ringo Starr, Charlie Watts, John BonhamBonham era lo máximo para mí porque en ese tiempo estaba muy copado con el rock pesado de Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath. Luego, cuando empecé a escuchar jazz rock, me enganché mucho con la Mahavishnu Orquestra y me volví loco con Billy Cobham, no podía creer lo que tocaba ese tipo. A partir de ahí me empiezo a interesar por la fusión y los bateros de jazz, me copaba mucho con el virtuosismo de esos grandes músicos… 

¿Qué te gustan más, los bateros exhibicionistas u otros como Ringo, con un estilo más simple pero preciso? 
Qué sé yo, no sé. Esa es la dicotomía eterna. Creo que puedo disfrutar de todo. Obviamente que le doy más bolilla a un tipo que se mete en la composición, que no brilla por sí mismo, pero que hace que el resto brille. Sin embargo, a ese otro tipo de batero, más exhibicionista, tampoco no lo puedo soslayar, por supuesto. Me viene a la mente Verdinelli, él es capaz de tocar cosas re pesadas con los Kuryaki y, a la vez, tocar con Luis Salinas y con mi hermano las cosas más sutiles que te puedas imaginar… Bueno, él, para mí, vale más que miles de bateristas, porque está siempre metido ahí, brindando algo justo a lo que le pide la música. 

LA MÚSICA QUE AMAMOS 

¿Cómo se dio tu participación en Artaud
Creo que se debió al entusiasmo de mis primeros tiempos tocando la batería. Además, Luis estaba desarmando la banda y vio en mí un posible batero para todos esos temas nuevos que estaba componiendo. Por otro lado, yo toco dos temas bastantes sencillos ahí. Luis sabía que a mí me gustaba mucho el blues, porque estaba siempre escuchando muchos discos de blues, y era como que eso yo lo tenía bastante incorporado. También había otras músicas muy sencillas como las Neil Young, su disco Harvest a mí me rompió la cabeza, en lo compositivo, y a Luis también le pegaba mucho esa onda. Por ejemplo, a mi intervención en “Bajan” yo la asoció directamente con ese disco de Neil Young. Me gustaban las baterías que aparecían ahí porque eran bastantes sintéticas en lo conceptual y, a la vez, muy potentes. Por otro lado, en esa época Luis estaba viviendo otra vez acá, después de haber vivido solo un tiempo. Él ya estaba de novio con Patricia –la futura madre de sus hijos-, vivíamos todos juntos acá, y al mismo tiempo estaba componiendo Artaud, viste. Estaba en un proceso creativo increíble, donde todo quedaba a flor de piel… (piensa, se emociona) Fue todo muy natural. Ensayábamos acá en nuestra casa, antes de ir a tocar, y nos íbamos caminando a grabar al estudio Phonalex, porque estaba acá cerca, en el Bajo Belgrano. En sí, el clima era de intimidad, porque lo que se estaba gestando era una cosa muy íntima. Creo que por eso él me convoca para tocar esos temas, porque esa carga afectiva era muy fuerte y muy importante… 


¿Qué sentís por haber participado en el disco que es considerado como el mejor de la historia del rock argentino? 
Básicamente, orgullo. Yo no sé si en ese tiempo le daba el valor que le doy ahora, ¿no? Por supuesto que le daba valor, pero, al mismo tiempo, tenía también otras cosas en la mente. Tampoco era consciente de que lo que estábamos haciendo iba a trascender de esa manera. De lo que ya estaba seguro era de lo mucho que me gustaba la música que hacía Luis. Siempre supe valorarlo y me encantaba lo que hacía. De hecho, la música que más me gusta es esa, no hay otra, viste. Además, siento mucho orgullo porque en esa época yo recién empezaba y estaba al lado de monstruos, tipos que ya eran recontra consagrados. Por eso no era que yo creía que era lo más grande del mundo, todo lo contrario, yo estaba dando una cosa re humilde y me sentía como un pollito dentro de esa situación. Lo demás era impensado… 


Después de eso fue como que tuviste un par de idas y vueltas con la música, ¿no? 
No sé bien debido a qué, pero hay que remontar el hecho de ser el hermano de alguien muy famoso, porque todos están esperando que hagas algo igual o mejor. Esa es gente muy fanática que lo primero que hace es criticarte. Siempre fue duro lidiar con eso a esa edad y, por otro lado, tampoco utilice todos esos medios para poder trascender, viste. De cualquier forma, toqué en montones de grupos, tuve vaivenes, momentos en los que me fui y no toqué más, etc. Por otra parte, siempre estuve muy vinculado al arte, haciendo dibujos, pinturas; luego me dediqué a la cerámica. Siempre estuve rodeado de gente que hacía arte.

ARTE ANCESTRAL Y MÁGICO 

Entre tus trabajos también están los que hiciste para Luis. Por ejemplo, la tapa de Téster de Violencia. 
La de Téster es un collage. La idea fue de Luis, él estaba con toda esa cosa de los filósofos franceses –como Foucault-, en donde aparecen los extremos del ser humano, de un lado y del otro. Desde el extremo de llevar la experiencia humana a lo más aberrante hasta el otro extremo, en donde está el que se dice más justo, el que aplica la ley y que, en realidad, está siendo tan bestia como el primero. La idea era un poco eso: mostrar toda esa violencia implícita que tenemos en nuestra vida cotidiana. Por eso aparecía desde un bonzo, un tipo inmolándose, hasta imágenes de la Masacre de Ezeiza cuando volvió Perón; había boxeadores peleando, un tipo atragantándose con comida, etc… 

¿Fue hecha toda con recortes? 
Todo recortes. Algunos materiales los conseguía Luis. Por ejemplo, me pasó un par de libros de medicina, de donde saqué un par de recortes de dibujos. Pero, la mayoría salió de donde se me ocurrió a mí, a partir de tener la premisa, seleccionando imágenes para armar el collage. Yo sabía que en la tapa iba a tener una foto en el medio, entonces el collage se desplegaba alrededor, además de abarcar toda la contratapa. Antes de ese trabajo también había hecho un dibujo para la contratapa de Desatormentándonos, de Pescado Rabioso. En Pescado Dos también hay un dibujo mío y un par de dibujos de amigos míos. 

¿En qué te inspirabas para hacer esos trabajos? 
Por supuesto, la música siempre estaba de por medio, era encerrarse a tirar líneas y colores. La música era la fuente de inspiración permanente. Yo creo que también está vinculado un poco a la locura, a estados visionarios de la mente, no sé cómo llamarlos… Cosas que te aparecen en sueños. Siempre fui amante de lo dadaísta y lo surrealista. Leíamos a los poetas malditos y a toda esta sarta de anarquistas que eran los surrealistas, que despotricaban contra todo el mundo y rompían todos los esquemas. 

Un poco de esa locura que nombrás, surrealismo o psicodelia, me recuerda al disco Spinettalandia… 
Ah, sí. Bueno, eso fue una cosa muy hippie. Yo estuve, una o dos veces, en el estudio cuando Luis grabó eso, y éramos como una tribu. Estaba él con un montón de amigos y éramos todos muy hippies. Incluso, en alguno de esos coros, como los de “Vamos al Bosque”, está mi voz metida, porque nos agarró a todos y nos puso a cantar. Después siempre colaboré con él, por ejemplo en la realización de videos clips, como los de “La Montaña”, “Seguir viviendo sin tu amor”, y demás… 

¿Cómo fue incursionar en el mundo de la cerámica?
La descubrí de grande y me permitió poner mucho de lo mío y desarrollar toda una estética, una onda. En sí, la cosa escultórica me gustó siempre, aunque nunca la había practicado. Sin embargo, muchos de los dibujos que yo hago tratan de representar las cosas en el espacio. Por las líneas que uso y demás, es como que tengo una fijación con el 3D, digamos. Entonces, fue como que con la cerámica lo pude empezar a poder plantear eso. Además, tanto la arcilla como la cerámica, son técnicas del fuego, algo ancestral que está en la base de la civilización, de la humanidad. Implica tener un conocimiento de muchas cosas porque si no no te sale una mierda. El resultado lo ves recién cuando abrís la puerta del horno y te puede pasar que salga algo maravilloso o directamente algo que hay que tirar.

En los 80, entre tantos proyectos, también pusiste un boliche, ¿no?
Sí, eso fue en asociación con mi amigo (el artista under y músico) Geniol, un tipo muy creativo, loco y extravagante, que cantaba y desarrollaba unos personajes geniales, casi teatrales. Con él, junto a una banda en la que yo estaba tocando, armamos un proyecto muy loco que se llamó Geniol y Sus Aspirinetas. Luego, a Geniol, quien había alquilado una casa para poner una peluquería, se le ocurrió también la idea de poner un boliche. Es decir, un lugar que de día era peluquería y de noche -los fines de semana- se convertía en boliche. Y fue así, el boliche funcionaba los viernes, sábados y domingos, y ni tenía cartel en la puerta, ni nada. Toda la convocatoria se daba gracias del boca en boca. Incluso, mi hermano Luis venía siempre, porque vivía cerca de ahí, y zapábamos, porque en el lugar también había instrumentos para tocar. Era medio un boliche clandestino, en una época muy pesada. Imaginate, principios del 82… Mi cuñada le había puesto “Umbral” de nombre por la canción de Spinetta Jade, y se llenaba de gente… Una cosa de locos, realmente, porque estábamos en Olivos, a pocas cuadras de la Quinta Presidencial, con los milicos en el gobierno, Galtieri de presidente… En fin, una locura. No duró mucho esa experiencia, tan solo un par de meses, pero estuvo muy bien. Es un muy lindo recuerdo…

¿Qué recordás de los años que colaboraste con Illya Kuryaki?
Todos recuerdos buenísimos. Dante y Ema son una máquina de sacar ideas, dos genios llenos de talento. Además la pasábamos bárbaro, tocamos con unos músicos geniales y viajamos por todos lados. Por ejemplo, recuerdo mucho la experiencia de tocar en el Unplugged de MTV, algo que disfrutamos un montón… Siempre me acuerdo del momento cuando vino Dante a preguntarme si me interesaba hacer la percusión para ellos. Justo yo estaba en Mar del Plata, porque siempre me iba allá todos los veranos a la casa de unos amigos que eran artesanos. En esa casa yo laburaba, colaboraba haciendo bijou para ellos. Así que, ahí estaba, en la playa, hasta que un día aparecieron Dante con Samalea, y se me plantaron al lado para preguntarme si quería colaborar con ellos. Yo no tenía intenciones de tocar, y menos hacer percusión, porque como nunca lo había hecho, tenía que aprender de cero. Pero hasta mis amigos me convencieron que lo hiciera, y aunque fue un desafío muy grande para mí, terminé haciéndolo y fue muy lindo. Así, durante muchos años fue una gran experiencia el tocar con ellos. 

ETERNA CANCIÓN DE SUS DÍAS 

¿Cómo viviste la experiencia de tocar en el concierto tributo a Luis de Las Bandas Eternas? 
Eso fue realmente increíble. Estabas en el camarín de Vélez y veías a todos los monstruos del rock de acá. Además, el clima que había era único. Se vivía una cosa muy especial, no había “divismos” ni nada de eso, se vivía una gran comunión entre todos los músicos participantes, con todo el mundo extasiado. Me acuerdo que cuando me tocó salir a tocar, no pensé nada, porque el clima era tan lindo que no me dio ni para preocuparme, en realidad. Yo me sentía en el cielo, viste. Cuando me puse a tocar la bata, el primer tema fue “Bajan” y ya estaba Cerati arriba del escenario. Imaginate, de un lado del escenario lo tenía a Cerati y del otro lo tenía a Luis. Mirara para donde mirara, yo sentía que estaba en la gloria. Fue un momento mágico de mucha felicidad. Por otro lado, no fue nada fácil porque a Luis le costó un esfuerzo tremendo hacerlo, fue un proceso muy agotador con ensayos interminables. A veces me venía a buscar y yo me veía todo el ensayo. Eran ensayos de 10 horas, una cosa de locos, con Luis siempre en piloto automático, tocando con todos, como un “master” en un estado zen, bancándose todo lo que venía. Ahora, visto a través del tiempo, ese proyecto parece una despedida. Muchas de las últimas cosas que hizo Luis parecen eso. Incluso en algunas composiciones –como, por ejemplo, el tema “Canción de amor para Olga”- hay una temática sobre la muerte en sí. Como que Luis intuía algo con respecto a eso… 


¿Vos crees eso ahora? 
Parece que se hubiera despedido… (se emociona) Pero él no quería eso ni en pedo. Luis tenía un problema en el pulmón y lo sabía, pero no de esa gravedad. Se cuidaba bastante, no lo suficiente, pero desde que nos enteramos hasta que él se muere pasaron ocho meses, y fíjate que si te ponés a leer en internet, la expectativa de vida que te dan en tipos de problemas como el que él tenía son justo ocho meses. Una cosa espantosa. Aparte siempre me vi muriendo yo antes, ¿entendés? Nunca pensé que a él le podría pasar algo y yo lo iba a ver… (se emociona) Por eso siempre digo que suerte que tengo a Amel en este momento, porque tengo toda la fuerza puesta ahí… 

VOLVER A LAS FUENTES 

¿Cómo surge Amel? ¿Cómo encaraste este proyecto desde su inicio? 
En principio, yo no quería hacer nada, no tenía ningún proyecto más que despuntar el vicio de tocar la batería en mi casa. Estaba muy dedicado a mis trabajos en cerámica, presentando piezas, todo el tiempo, en Salón Nacional, en el Paláis de Glace, concursando. Con la cerámica gané varios premios y menciones, lo que pasa es que la música nunca la dejás del todo, tampoco. Lo que ocurrió fue que, durante una época que reformamos mi casa, yo me fui con mis viejos a vivir a la casa de mi hermana Ana María, comencé a darme cuenta cómo mi sobrino Gonzalo (Pallas) había empezado a tocar una guitarra que era de mi viejo, sacando las tablaturas de Internet, y a demostrar condiciones en el instrumento. Además, mi hermano Luis también lo incentivó mucho a Gonzalo, pasándole los tonos correctos de sus temas, porque a veces las tablaturas de Internet no tienen los tonos correctos, y también le empezó a dar guitarras, le dio equipos. Bueno, cuando yo vuelvo a vivir a mi casa, comenzamos a tocar juntos con Gonzalo, a zapar; pero la verdad es que no había un espíritu de formar un proyecto. Fue a él a quien se le ocurrió formar una banda, traer a tocar a un par de amigos, compañeros del Belgrano Uno, el colegio al que él iba. Ahí recién nace el proyecto. Así, fue la cosa, ¿no? Amel surge de esa idea de Gonzalo, él le puso el nombre a la banda y juntó a los integrantes, y yo me terminé adaptando a este proyecto. Finalmente, el grupo quedó formado por Francisco Zunana, primer guitarrista; Pablo Castagneris, en el bajo; Gonzalo y yo. Así fue como se inició esta nueva etapa mía, hace cinco años. Luego, entre las composiciones de Gonzalo –que eran la mayoría-, fueron apareciendo otras composiciones de los chicos, y así fuimos armando los temas. 

¿El nombre de la banda de dónde salió? 
Amel era el nombre de un gato persa que tenía Gonzalo en su niñez. Era un gato muy hermoso, muy peludo, de color anaranjado, era como una miel. Por eso siempre yo asocio esto con el nombre Amel, que suena muy dulce. Por otro lado, Amel parece como una reconstrucción de Almendra. Tienen muchas letras en común en los nombres, como pura casualidad… 

¿Cómo es salir a tocar en un grupo nuevo en la actualidad? 
Empezamos bien de abajo. Por suerte, lo teníamos a Luis, que nos dio mucho apoyo, nos ofreció su estudio (La Diosa Salvaje) para poder grabar y después nos conectó con Tweety González. Con Tweety como productor grabamos muy rápido tres temas, que fueron como una suerte de demo. Bueno, luego de grabar la totalidad de nuestros temas en otro estudio, como para ver con que material contábamos, ya con el material muy afiatado, volvimos a la Diosa a grabar el disco, otra vez con Tweety en la producción, y con Mariano López de técnico. Ahí, grabamos las bases de los trece temas del disco en dos días. Los overdubbing los hicimos en el estudio El Pie, y ahí el proyecto de la grabación se prolongó un poco más. Lo nuestro en sí siempre contó con el apoyo desinteresado de mucha gente amiga a la que le gustaba nuestro proyecto, por eso, este disco en parte fue financiado por nosotros, y en parte no; ya que lo pudimos hacer gracias a la buena onda de esta gente. Aunque eso hace que tengas que amoldar tus tiempos a los tiempos de los demás, lo que hizo que se alargará bastante el proceso de edición. Tardamos casi dos años en editar el disco, luego de haberlo grabado. Hasta ahora, fueron cinco años de historia de la banda, en donde estuvimos tocando mucho, en varios lugares, en forma independiente, y ahora contamos con la producción de gente amiga, como Juanjo Cármona, que se ha interesado en nuestro proyecto, y en ese sentido está bárbaro contar con un road manager que nos ordena un poco la organización de nuestros shows. Igual, todavía sigue siendo un proyecto muy a pulmón, en donde seguimos cargando nuestros propios equipos y todo, con la ayuda de nuestros amigos. La verdad es que estoy chocho con Amel, es la banda que siempre quise tener. Los pibes son súper talentosos y me encanta la música que producen y de la forma en que se conectan. Además, les gusta la música que yo escuchaba cuando tenía la edad de ellos, viste… 

Como una banda de antes, pero ahora… 
Algo así. Es increíble cómo nos encontramos, que nos llevemos tan bien y no tengamos que discutir nada acerca del estilo de música que nos gusta hacer. 

¿Cómo ves al rock actual? 
Está muy raro el panorama, incluso es una época rara para tener una banda. Comercialmente, son momentos difíciles porque está cambiando todo, esto te lo dicen cualquiera de los tipos que están en el negocio, los productores, managers, etc. Pero a la vez, en este país estamos pasando por una situación muy especial, gracias a este peronismo que estamos viviendo, todas esas libertades que nosotros queríamos ganar en los 70 –y que en la mayor parte del mundo se hicieron realidad-, recién las estamos obteniendo ahora. Yo doy gracias a eso, porque los derechos individuales, los derechos de la gente nunca se habían respetado acá. Era una sociedad muy facha la argentina, y recién ahora se empieza a poner en relieve la base de una democracia, que son las libertades individuales, sin eso no existe la democracia. Pienso que quizás esta comunión que tenemos con mis compañeros de banda, en Amel, tiene que ver con eso también, porque se pusieron otra vez en el tapete estos valores. En base a este contexto, creo que se empieza a vivir una situación muy especial, y más sabiendo de la importancia que tuvo siempre el rock. Por otro lado, cambia todo, pero a la vez, no, porque la gente sigue yendo a ver shows, a escuchar a las bandas, y está lleno de bandas y cada vez hay más. Siempre fue un semillero el rock argentino, y ahora está pasando un poco eso. Incluso, nosotros venimos tocando con varios grupos que son del palo, gente muy joven, y parece que hubiera un reverdecer de todo ese viejo rock. Hay unas bandas muy buenas. Por ejemplo, están los pibes de una banda que se llama Cronopios, y no por nada esos pibes toman para llamar a su banda ese nombre vinculado a la obra de Cortázar y a toda esa movida de los 60 y 70. Yo espero que todo esto que está surgiendo sea una alborada de algo nuevo y que no se convierta en un refrito… 

¿Qué música escuchás actualmente? 
Escucho de todo. Hay tipos que me parten la cabeza como Jeff Beck, que toda la vida me gustó lo que hizo y aún hoy sigue activo y creando. (Lisandro) Aristimuño me parece un tipo muy valioso. Un artista al que escucho mucho es a George Harrison, todo el tiempo, tanto sus laburos solistas como lo que hizo en los Beatles. Él fue un genio, un tipo espectacular. También, John McLaughlin, un tipo que me sigue partiendo la cabeza… 

Para terminar, entre las miles de cosas que viviste junto a Luis, ¿tenés alguna anécdota que siempre recordás? 
Como vos dijiste hay miles, no hay una en particular. Me acuerdo como algo muy lindo, y que por ahí me olvidé de contártelo antes. Cuando éramos muy chicos, Luis se ponía a cantar con un escobillón –ese era “el micrófono”-, y justo mi abuela le había regalado la plata para que se comprara una guitarra. Bueno, él se había comprado una guitarra criolla, a la que le había puesto un poco de pintura y cuerdas de acero, porque él quería tener un guitarrón, viste. En fin, lo que me acuerdo siempre es de una vez, estando juntos en este lugar de la casa, que antes había sido de mi abuela y cuando ella se fue pasó a ser nuestro. Entonces, claro, con nosotros, todo esto se convirtió en un quilombo en dos minutos, ¿no? Luis con su guitarrón y su micrófono escobillón cantando “I Love Her”, ese tema de los Beatles que parece un bolero, y mientras tanto yo tirado en el piso de madera, agarrando un diccionario Larousse inglés-castellano pesadísimo, acompañándolo, como emulando esa percusión de bongo que está en esa canción. Esa fue la primera vez que hicimos un tema, juntos, y también la primera vez que yo toqué percusión. Él tendría 13 años y yo 9… Siempre me gusta contarlo, porque fue casi un anticipo de lo que pasó después…

(Esta entrevista fue realizada en noviembre de 2012. Desde entonces, Amel ha editado dos álbumes: Amel, en 2012 y  2853, en 2015)

Emiliano Acevedo


lunes, 22 de diciembre de 2014

SPINETTA Y LAS BANDAS ETERNAS, CINCO AÑOS DESPUÉS...


El viernes 4 de diciembre de 2009, fue una noche única e inolvidable que quedó para siempre grabada a fuego en el recuerdo de todos los fans de Luis Alberto Spinetta. Ese día en la cancha de Vélez, con la realización del Concierto de Las Bandas Eternas, se celebró la vida y obra del Flaco. Sin dudas, tanto para el público como para los músicos participantes, aquella fue una velada plagada de emociones, y uno de los mejores shows de la historia del rock argentino.


En mi camino de melómano que juega, en serio, a ser periodista, tuve la oportunidad de entrevistar a varios de los músicos que acompañaron a Luis en ese maravilloso concierto. Hoy, cinco años más tarde, en esta nota les propongo recordar, desde sus propios testimonios, ese momento mítico de la escena rockera que ellos supieron conseguir.

La planificación de este monumental show comienza gracias a una iniciativa del productor Pablo Mangone, quien le acercó la idea a Spinetta. Mangone fue el gestor del evento, y quien llevó adelante este proyecto junto al Flaco y su manager. Gustavo, hermano del Flaco y baterista de Amel, me confirmó que: “a Luis el proyecto le gustó de entrada porque (Mangone) también es músico, él es un guitarrista. Además, si bien Pablo es un empresario, con esto nunca puso por delante el interés económico. Estaba más que claro que iba mucho más allá de eso. Y Mangone es un tipo muy valioso. Él organizó este show por el arte, no por el negocio. Sin dudas, Luis lo hizo contando con esa base.” 

En sí, la propuesta que le presentó Mangone a Luis Alberto fue la realización de un show multitudinario en el que estuvieran todos (o casi todos) los músicos que tocaron con él. Un concierto en donde, partiendo desde el presente, se revisaran todas las bandas que fueron emblemáticas en su carrera. Un show que también le sirvió al Flaco para hacer un balance de toda su vida artística, 40 años de carrera, casi 60 de vida, y, de paso, “terminar con todos los balances, porque estaba más que claro que iba a ser imposible superar a este concierto-celebración tan inmenso”, como dijo en una entrevista radial el prestigioso periodista Alfredo Rosso, uno de los tantos asistentes a ese inolvidable show.

Por otra parte, este recital también iba a ser muy especial porque Spinetta volvía a interpretar un repertorio extenso de canciones que hacía muchos años no tocaba. Es bien sabido que a Luis Alberto no le gustaba demasiado revisar su historia. Debido a esto, por más que en sus recitales él pusiera siempre algún que otro tema histórico, siempre priorizó su presente artístico. Influenciado por las lecturas de los libros del Carlos Castaneda, autor Las enseñanzas de Don Juan, aconsejaba “borrar la historia personal”. Además, es bien conocida su frase “aunque me fuercen yo nunca voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor…”, que cantó en la soberbia “Cantata de los puentes amarillos”, uno de los temas más impactantes de Artaud, su recordado álbum de 1973,  acreditado a Pescado Rabioso aunque en realidad fuera un trabajo solista. Sin embargo, más allá de estos principios (o quizás, debido precisamente a ellos) el concierto de las Bandas Eternas fue para Spinetta una muy buena manera de redondear su vida musical, además de una buena oportunidad de darle las gracias a todos esos músicos que lo habían acompañado a lo largo de su trayectoria.

Según Rosso: “(Spinetta) Siempre fue un tipo que tuvo una gran convicción acerca de lo que quería hacer con su arte, nunca hizo concesiones. Grabó lo que quiso grabar, siempre, con el tipo de arte de tapa que le quiso dar a sus discos. Trabajó con los músicos que quiso trabajar, y nunca hizo un disco igual al anterior, para complacer ningún tipo de expectativa que se tuviera sobre él. Seguramente, debe ser la síntesis del artista integro.” Justamente, la noche de Las Bandas Eternas iba a ser otra muestra acabada de la grandeza de este artista sin parangón. Ya que se bancó todo el concierto, de principio a fin, cantando y tocando como los dioses durante bastante más de 5 horas. Una maratón tremenda, en la que el Flaco dejó toda su alma de diamante, brindando lo mejor de sí a una audiencia que terminó exhausta, pero pletórica de emoción y felicidad.

Por supuesto, la realización de semejante evento también supuso largas jornadas de ensayos y preparativos. Según Gustavo Spinetta, no fue nada fácil porque a Luis le costó un esfuerzo tremendo hacerlo. Fue un proceso muy agotador con ensayos interminables. A veces me pasaba a buscar y yo me terminaba viendo todo el ensayo. Eran ensayos de 10 horas, una cosa de locos, con Luis siempre en piloto automático, tocando con todos los músicos. Como un “master” en un estado zen, bancándose todo lo que venía.” Otro que me contó cómo recordaba aquellas increíbles jornadas previas al recital fue Pomo, el baterista de Invisible: “Me acuerdo que estuvimos ensayando 1 o 2 veces por semana, durante un mes y medio, para tocar en ese show. Igual, él se repartía para ensayar, al mismo tiempo, con todas las demás bandas que lo acompañaron. No sé cómo hizo…”

Los ensayos tuvieron lugar en una sala enorme, en donde se armaron los sets de las diferentes bandas participantes, uno al lado del otro: “Estaban todas las bandas armadas en círculo. Yo ya soy un tipo grande, pero ver todas esas bandas me emocionaba como cuando era pibe. Ver a Almendra, Pescado Rabioso, Invisible… Qué sé yo. Por eso, yo me quedaba todo lo que podía en los ensayos. Hacía mi parte, cuando ensayábamos los temas de los Socios, y luego me quedaba escuchando a esas bandas históricas. Luis ensayaba todo el día, pasaba de una banda a otra”, me comentó Marcelo Torres, ex bajista de Spinetta y los Socios del Desierto.  

Sin dudas, la magia imperecedera esparcida en toda la obra del Flaco hacía efecto en el ánimo de los músicos participantes. Tanto en la previa, o durante los ensayos, así como en la prueba de sonido en Vélez, se adivinaba en el aire que nadie se iba a olvidar jamás de este show. Según Lito Epumer, ex guitarrista de la última formación de Spinetta Jade: Yo, como tocaba solamente en un tema (junto a Invisible), fui recién la última semana, pero ellos ya venían ensayando desde hacía dos meses. También, la prueba de sonido fue una cosa de locos. Probamos sonido el día anterior y el mismo día del show. Mientras lo estaba viendo pensaba que era un concierto que iba a pasar a la historia, sin dudas. Lo sabíamos todos los músicos que estuvimos ahí. Pero no tuvo nada que ver con lo que pasó después. Ahora estoy convencido que fue el concierto más emocionante que vi en la Argentina, lejos.”

Gustavo Spinetta recuerda: “Eso fue realmente increíble. Estabas en el camarín de Vélez y veías a todos los monstruos del rock de acá, estaban todos. Además, el clima que había era súper especial. Eso es algo que yo no volví a ver nunca más. Se vivía una cosa muy especial. No había “divismos” ni nada de eso, se vivía una gran comunión entre todos los músicos participantes, con todo el mundo extasiado.” Una apreciación con la que coincide Marcelo Torres: “Ese concierto fue una celebración, y era un sentimiento reciproco. Cuando me llamaron yo me sentí muy feliz, porque me sentí reconocido. Pienso que la mayoría de los músicos que tocamos ese día debe sentir lo mismo. Por otra parte, el show tuvo un nivel técnico impresionante. Además, nadie reclamó nada, porque se trató a todo el mundo con mucho respeto. Bueno, por eso salió tan bien todo, ¿no?”

El primer tema del concierto fue “Mi elemento”, que Luis interpretó junto a su banda estable (Nerina Nicotra, bajo; Claudio Cardone, teclados; Sergio Verdinelli, batería; Guillermo Vadalá, guitarra). Así dio comienzo esta recorrida que incluyó además de temas propios, sobrevuelos por otros autores del rock argentino tanto influyentes en su obra como influidos por ella, mediante la interpretación de canciones como “Las cosas tienen movimiento” (Fito Páez), “Mariposas de madera” (Miguel Abuelo), “El rey lloró” (un tema original de Los Gatos, compuesto por Litto Nebbia), “¿A dónde está la libertad?” (Pappo), “Té para tres” (de Soda Stereo, por Gustavo Cerati), “Necesito un amor” (grabada por Manal, compuesta por Javier Martínez), y “Filosofía barata y zapatos de goma” (Charly García).

Si bien todo el show mantuvo un alto nivel de calidad y emotividad, sin dudas, varios de los momentos más significativos se vivieron cuando el Flaco hizo dueto con algunos de sus ex colaboradores, como el recordado Diego Rapoport  (teclados en “Ella también” y “No te busques ya en el umbral”), o junto a Leo Sujatovich, Juan del Barrio y el Mono Fontana, los otros tecladistas de Spinetta Jade. Por supuesto, nadie podrá olvidar los duetos junto a músicos de la talla de Fito Páez (en la mencionada “Las cosas tienen movimiento”), Juanse (“¿A dónde está la libertad?”), o Charly García, en la emocionadísima versión del recordado “Rezo por vos”, ese clásico inmortal co-compuesto por García y Spinetta para su frustrado proyecto a dúo de 1985.

Sin embargo –y teniendo en cuenta el revés de la vida sucedido poco tiempo después- si hubo un momento especialmente emotivo dentro del concierto de las Bandas Eternas, ese fue cuando se juntaron en un mismo escenario Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati para interpretar “Té para tres” y “Bajan”. Gustavo Spinetta, quien fue el encargado de tocar la batería en “Bajan” y “Cementerio Club”, me contó: “Me acuerdo que cuando me tocó salir a tocar, no pensé en nada. Porque el clima era tan lindo que no me dio ni para preocuparme, en realidad. Yo me sentía en el cielo, ¿viste? Cuando me puse a tocar la bata, el primer tema fue “Bajan” y ya estaba Cerati arriba del escenario. Imaginate, de un lado del escenario lo tenía a Cerati y del otro lo tenía a Luis. Mirara para donde mirara, yo sentía que estaba en la gloria.” Por supuesto, cuando terminó ese set de dos temas, Cerati se fundió en un abrazo del alma con Luis. Una imagen, cuyo recuerdo ahora, seguramente, hace lagrimear a más de uno, entre los que, obviamente, me incluyo.

Otro de los sueños más grandes del fan spinettiano promedio se cumplió ese viernes mágico cuando se juntó Invisible para tocar impecablemente los temazos “Durazno sangrando”, “Jugo de Lúcuma”, “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”, “Niño condenado”, y “Amor de primavera”. Sí, no era una alucinación colectiva. Spinetta – Machi – Pomo, uno de los tríos más power de la historia del rock argentino, estaban otra vez volando la cabeza de propios y ajenos.  Dice Lito Epumer: “(A mí) Me quedó muy grabado el momento en que yo tenía que salir a tocar en ´Amor de primavera´, el último tema que hizo Invisible, porque cuando ellos estaban tocando ´Durazno Sangrando´, uno podía ver a todos estos músicos tan grosos del rock argentino, mirando la canción desde el costado del escenario y llorando. Todos, ¿eh? Cerati, Fito, Charly, el Negro García Lopez, Black Amaya, David Lebon… Todos llorando, desbordados con la emoción de ese instante.”

Otro regreso muy esperado fue el de Pescado Rabioso, 36 años después de su separación, con Spinetta, Black Amaya (batería), David Lebón (guitarra y voz),  Carlos Cutaia (teclados), más la participación de Guillermo Vadalá (bajo), en calidad de invitado; y del legendario Osvaldo Bocón Frascino (guitarra en “Me gusta ese tajo”). Sin dudas, uno de los segmentos del show más intensamente rockero, con un repertorio que incluyó “Poseído del alba”, “Hola dulce viento”, “Serpiente viaja por la sal”, “Credulidad”, “Despiértate nena”, y “Post crucifixión”.  Según Black Amaya, al que se le nota la adrenalina al contarlo: “Me la pase todo el tiempo muy emocionado y excitado, estaba a full con mi cabeza, ya que se estaba por cumplir mi otro sueño: volver al escenario, y, nada menos que en Vélez, con Pescado Rabioso, junto a mis queridos amigos. Fue impresionante, tal como lo habíamos soñado. El grupo sonó súper bien, y lo más maravilloso y tierno que me pasó con esto fue la repercusión que tuvo entre el público joven, los pibes que me mandaron un montón de mails – a los que yo trataba de contestar, a todos lo que podía-, aparte de los fans veteranos, y todos ellos muy emocionados con cómo había sido el show. Esa noche fue una gran fiesta para celebrar la carrera del Flaco, donde demostró porque era el único que llevaba la bandera del rock nacional.”

Luego de Pescado, llegó el turno de Almendra, el mítico grupo iniciático en donde Spinetta empezó a desandar su historia personal en la música rock, junto a Edelmiro Molinari, Emilio del Güercio, y Rodolfo García. Este fue el primer reencuentro de estos monstruos, luego de casi 29 años.  Otro sueño realizado, este set incluyó clásicos como “Color humano”, “Fermín”, “A estos hombres tristes”, y “Hermano Perro”. Por supuesto, el cierre fue con “Muchacha ojos de papel”, una de las canciones más significativas del rock argentino, y un tema que muchas veces Luis se negó a volver a tocar. Seguramente, será muy difícil olvidar cuando Spinetta empuñó una guitarra acústica, mientras el resto de sus compañeros lo rodeaban en semicírculo para cantarle –ya todos presentían que por última vez- a esa muchacha voz de gorrión, a la que alguna vez le robaron un color… Rodolfo García aún no tiene palabras para explicar lo que sintió esa noche: “Si tuviera que mencionar una, diría Emoción. Me costó varios días ´bajar de ese viaje´. Sin dudas, un homenaje muy merecido para el Flaco y su obra. Y de paso, para todo el rock argentino y quienes lo generaron.”

Pero eso no fue todo, ya que en la coda del concierto el Flaco interpretó “8 de Octubre”, con Ricardo Mollo de invitado, un tema que daba testimonio de la tragedia de los pibes del Colegio Ecos, una causa en la que Spinetta se había puesto al frente, como una de las caras más visibles, con el lema “conduciendo a conciencia”.  Así, luego de un par de temas más que incluyeron “Seguir viviendo sin tu amor” y “Yo quiero ver un tren”, el concierto finalizó con “No te alejes tanto de mí”, uno de los pocos hits radiales que se permitió tener el Flaco a lo largo de su carrera.

Frank Ojstersek, bajista de Spinetta Jade desde el ´80 al ´83, no tocó en el concierto de las Bandas Eternas, pero igual estuvo presente entre el público, disfrutando de este espectáculo de principio a fin. Por supuesto fue nombrado por el Flaco, junto al resto de los músicos que alguna vez lo acompañaron y que no participaron del show. Y él asegura: “Yo le agradezco muchísimo que me haya nombrado, junto a los otros músicos que no participamos del concierto. Es más, después que pasó el show, una vez nos encontramos y Spinetta me explicó porque no había estado yo en el concierto. Sin dudas, él era un tipo muy considerado hacía las otras personas, y por eso me lo quiso explicar, aunque yo ni le había preguntado nada al respecto. Él me dijo que Jade era imposible de armar. Es entendible. Pensá que habían pasado tantos músicos por el grupo que ¿con que formación hubiese tocado? Se tocaron un par de temas de la etapa de Jade, pero estaba claro que era imposible hacer una síntesis que diera cuenta de todas las distintas formaciones que tuvo el grupo. Si hubiese sido por Luis, él hubiese organizado un show en el que hubiesen estado todos los músicos que lo acompañaron. Sin embargo, en un comienzo, este proyecto era una cosa aún más restringida. Al principio, la idea, creo que fue armar solamente los grupos básicos. Si se hubiese implementado esto, el concierto hubiese durado dos horas y media. Pero luego todo se fue ampliando, paulatinamente. Imagínate que el show terminó durando, aproximadamente, cinco horas y veinte…”

Y así fue, e, increíblemente, pasó. El sueño había terminado, pero viviría por siempre en la memoria popular. Lo que estaba más que claro era que no habría otro show de las Bandas Eternas, fue una burbuja única en el tiempo, que alumbró esa fría noche de diciembre de 2009. Con respecto a esto, Gustavo Spinetta me contó, que, más allá de cualquier especulación, “si Luis aceptó la propuesta de Mangone de hacer ese show, fue porque estaba claro que era ese Vélez, y chau. Fueron conscientes de esa idea y no se hizo ningún show más de Las Bandas Eternas, a pesar de que le llovían las propuestas millonarias luego del éxito de este concierto”

Sin embargo, fue inevitable que poco tiempo después, y más luego de la muerte de Luis, en febrero de 2012, este concierto de las Bandas Eternas haya quedado en la mente de muchas personas casi como la despedida del Flaco, más que una celebración de su carrera y vida. Como si el músico, desde una sensibilidad intuitiva, lo hubiese organizado porque sabía que no le quedaba mucho tiempo más. Apreciación que, que no obstante, desmiente su hermano Gustavo: “Yo sé que ahora, visto a través del tiempo, ese proyecto parece una despedida. Pero es que muchas de las últimas cosas que hizo Luis parecen eso. Incluso en algunas composiciones –como, por ejemplo, el tema ´Canción de amor para Olga´, de su disco Un Mañana- hay una temática sobre la muerte en sí. Como que Luis intuía algo con respecto a eso… Por eso parece que se hubiera despedido… (Se emociona) Pero él no quería eso ni en pedo. Luis tenía un problema en el pulmón, y lo sabía, pero no era de esa gravedad aún”

A pesar de la tristeza por la ausencia del Flaco, quedará para siempre, en el corazón de todos los que tuvieron la fortuna de asistir a este concierto histórico, una emoción inenarrable. Por suerte, para el resto, hubo una caja (editada por primera vez en 2010) que incluye tres DVD y tres CD, con los 50 temas tocados esa noche, más un libro de fotos, que retratan a los 40 músicos que pisaron el escenario, y que se agotó al poco tiempo. Afortunadamente, en 2012 se relanzó, incluyendo una edición completamente rediseñada por el propio artista antes de su muerte. Esta reedición contiene un libro de fotos y los tres CD con más de cinco horas del concierto.

Sin duda leer lo que pasó esa noche no se asemeja en nada a la experiencia vivida, pero valga esta retrospectiva como homenaje a esas bandas que por surgidas de la escena nacional nos dan la pauta, más allá de cualquier nostalgia, de lo necesaria que es su pervivencia e inmortalidad.

Innegablemente, el universo spinetteano siempre será, porque “mañana es mejor”, una galaxia inmensa de inspiración para los viajes musicales de varias generaciones de hacedores y amantes del rock argentino pasado, presente y futuro.


Emiliano Acevedo