A
principios de 1977, la efímera revista Roll
se dio el lujo de entrevistar a Luis
Alberto Spinetta. En ese momento, el Flaco venía de terminar su etapa de Invisible y se aprontaba a iniciar (o
ahondar) su etapa más jazzera con la Banda
Spinetta, que en ese mismo año editaría su gran álbum A 18´del sol.
Sin
dudas, una charla imperdible en la que Spinetta da cuenta de un gran momento de
su carrera musical y de su vida, que lo encontraba estrenándose como padre,
además de animarse a ponerle (por primera vez) su apellido a un proyecto
musical.
SPINETTA EN EL MAREMOTO
A lo largo de un extenso y vertiginoso
reportaje de dos horas, Luis Alberto Spinetta habló minuciosamente sobre el
eclipse total de Invisible, sus motivos, el saldo que le dejó el grupo, y las
características y proyección de su nueva agrupación. Describió la apertura y la
libertad ilimitada que significa para él esta nueva experiencia, y, debido a
que responde por completo a su visión de la música –sin obstáculos-, se
encuentra dispuesto a firmar el intento con su nombre. Sólidamente afirmado,
Spinetta emerge, una vez más, con la expectativa de innovar sobre lo
recientemente realizado e incorporar ritmos y desarrollar su estilo poético. No
obstante el hecho de que el grupo Spinetta (sic) no tiene prefijado meticulosamente su
futuro, Luis Alberto advierte en él el germen de una agrupación que desea
estabilizar para expresar sensiblemente su constelación armónica, para cuya
constelación deja el paso libre al encuentro humano de sus integrantes:
En el último recital de Invisible, el
10 de diciembre del año pasado en el Luna Park, sobrevoló, entre las melodías
insondablemente profundas, una desconcertante abulia, una somnolienta exposición
de acordes, una música famélica como un árbol petrificado. La vitalidad que
había identificado a Invisible se había esfumado. En las aceras que circundan
el estadio se conocía la noticia de la separación. Luego vino un periodo de
oscuridad que alcanzó a los ex integrantes de la formación. Sin embargo, las
miradas se dirigían a Luis Alberto Spinetta, como motor y veta creativa sobre
el que se cimentó el trabajo de Invisible. Spinetta es ahora el camino de
Spinetta.
ENTREVISTA> ¿Qué saldo te dejó Invisible como músico, compositor y ser humano?
Como
músico me dejó algunas experiencias interesantes en cuanto a la armonización para
trío, y el hecho de poder desarrollar alguna temática que habitualmente no se
puede hacer en trío. Por ejemplo, “Durazno Sangrando” es una prueba cabal de
una pieza musical que debería trabajarse conmás instrumentos, pero se llegó a un resultado totalmente diferente en
cuanto a instrumentación. En el terreno del cuarteto, me dejó la experiencia,
aunque sea por cuatro meses, de haber podido pasar a un aspecto rítmico. Como músico,
las experiencias serían muy arduas para explicar. Como compositor, la primera
etapa de Invisible me dejó el grato recuerdo de haber trabajado en forma
realmente comunitaria donde, sobre la base de un esbozo, se trabajó aportando
en forma pareja. Después eso se cortó, porque la evolución nos llevó a no poder
detenernos, quizá como hubiese sido necesario, para seguir trabajando en ese
nivel.
Compositivamente,
fue una etapa que me permitió estabilizar mi mundo poético y musical, ya
embarcado en una cosa más definida. Quizás Invisible sea el pasaje ideal entre
lo que había hecho y lo que hago ahora. Como ser humano me dejó buenas
experiencias. En tanto que las malas que pude haber recogido con Invisible quizás
no se hayan dado, por estar en un conjunto especial o con músicos especiales,
sino porque a veces uno vive un momento malo, y las malas experiencias no son
por los demás sino por uno mismo. Las experiencias negativas que viví con
Invisible no me interesan, salvo las que me dejaron enseñanzas. Al principio
con Tommy (Gubitsch) las cosas humanamente marchaban a un nivel impresionante, y la comunicación
entre los cuatro integrantes se hizo muy clara, muy contundente. Pero me dio la
impresión de que eso no evolucionó. Tengo la leve sensación de que Pomo, Machi
y yo teníamos una misma meta, y Tommy tenía otra. Cuando se integra un músico a
un conjunto que hacía tres años que estaba tallando significa incorporar un
elemento absolutamente positivo como lo fue Tommy. El problema está en que, por
una razón de edad, de tiempo del conjunto, de acostumbramiento a las
personalidades y demás cosas, esa relación no prosperó. Nada más. No estoy
haciendo responsable a Tommy de la escisión de Invisible.
¿No
hubo, en consecuencia, una integración humana coherente con la música que se
estaba haciendo?
No.
Y, por otra parte, Invisible ya arrastraba problemas de índole humana
provocados no en sí por el núcleo del conjunto, sino por gente que estuvo
alrededor.
¿Qué
razones motivaron la creación de este nuevo grupo?
Más
que ser un grupo de la índole de Invisible, Pescado Rabioso, Almendra,
considero que ésta es la primera vez que encaro la experiencia de poder
desarrollar mi música con otros músicos sin el esquema normal de participación grupal.
En cierta forma, cada integrante puede hacer lo que quiere, pero tengo una
responsabilidad mayor que la que tuve siempre. Es una banda que acompaña a
Spinetta.
¿Hacia
dónde se dirige ahora tu línea compositiva?
No
es que vaya a continuar una línea musical dada, porque todo lo que he hecho
este tiempo es mi música, con diferentes agrupaciones. Lo que no voy a hacer es
depender del gusto o de la voluntad musical de los que hacen música conmigo. Los
músicos con que estoy tocando están totalmente de acuerdo con que las
condiciones creativas las impongo yo, que es diferente de lo que es un grupo.
No es que me haya separado de Invisible porque considero que tengo que ir a
otra etapa, sino que he abandonado la etapa de los conjuntos para desarrollar
mi música, mi poesía y todas mis pasiones creativas sin límites. Quizás ésta
sea la primera etapa mía real en la que me lanzo a hacer música con todos mis
defectos y todas mis virtudes. Vos me estás haciendo preguntas que se
relacionan muy directamente con toda la experiencia que estoy viviendo, y me
gustaría contestarlas de una manera más clara, pero no puedo en este momento,
no me sale porque estoy precisamente en ese maremoto.
¿En
qué se basa la interrelación humana trascendente que se está dando con Diego
Rapoport, tu tecladista?
Para
mí un grupo musical es un grupo humano, donde no solo se comparte el ensayo o
el momento de tocar sino las reuniones y momentos fuera de la música para
conocerse. Sin embargo, ahora que planteo a un músico talentoso como Diego que
responda, si es que él quiere, a ciertas y determinadas cláusulas para tocar
conmigo, se da una relación que hasta el momento es macanudísima y, prácticamente,
estoy compartiendo más con él que durante tres años con los integrantes de
Invisible. Quizás mucha gente va a pensar que esta experiencia se va a
transformar en una especie de Gestapo donde yo soy Hitler. Pero no. Porque sé
que los errores que cometa los voy a cometer bajo mi entera responsabilidad; no
tengo ese problema de que todos sigan como corderitos lo que yo pienso.
¿Cuáles
son los cambios producidos en tu poesía y tu música en este momento?
Voy
a seguir escribiendo el tipo de letras de los últimos tiempos, pero ya he
desarrollado una nueva temática, nuevos inventos. Todavía voy a estar más poético,
con más contenido, con más expresión, con más polenta, con más tibieza. Son cosas
que hice para mí, para mi momento íntimo, y ahora puedo hacerlas para todos. Sé
que soy un guerrero romántico. En cuanto a la música, probablemente, aquellos
que escuchen a la banda de Spinetta sentirán que es un poco más cuadrado lo que
hacemos. Pero no es un problema de cuadratura o interpretación de los compases,
sino es que mi hermano (Gustavo) tiene un tempo diferente de Pomo. Es muy
regular, a mí personalmente es lo que más me gusta, que toque ajustado. Esa es
de por sí una característica nueva: sumo ajuste. Además, estamos trabajando
sobre improvisaciones sobre varios tonos, para poder delinear melodías más
amplias, y sobre algunos ritmos de bossa nova y tango. Para sintetizar: en esta
etapa estoy más cerca del corazón. Me siento más confiado en mi propio corazón,
más libre espiritualmente. Por otra parte, en este momento, mi hijo, la gente
que quiero, son mis influencias, y no Chick Corea, porque no lo conozco. Mi música
es mi única influencia. La escala de valores la pongo yo.
Alguien
que lea estas declaraciones puede pensar que sos ególatra. ¿Qué le dirías?
No
podría no ser ególatra. Pero sé que la egolatría en mí tiene un lugar
perfectamente adecuado. No supera mi inteligencia ni interrumpe mi proceso
creativo. Por lo tanto, lo de ególatra habría que estudiarlo con comillas
porque el ególatra es un tipo que se idiotiza de tanto quererse a sí mismo. Yo no
soy ególatra ni dejo de serlo, yo qué sé. Me considero a mí mismo como un
creador y por lo tanto estoy entregado a crear. Y la gente que piensa que soy
un tarado, que lo siga pensando. A mí no me altera el pulso.
Entrevista por Javier Cófreces
Publicada en Revista Roll, número 3, abril de 1977.
La casa de la familia Spinetta ha cambiado
bastante en los últimos 45 años. Luego de sucesivas remodelaciones, pocos
vestigios quedan de cómo era en la época en que Almendra ensayaba ahí.
Sin embargo, es la misma casa que alumbró los sueños de los integrantes de
aquella histórica banda y que hoy alumbra los de Amel, el grupo formado
por Gustavo Spinetta, junto a su sobrino Gonzalo Pallas.
En Amel, Gustavo
encontró su lugar en el mundo, el grupo que siempre quiso tener. Sin
embargo, durante toda su vida ha realizado muchas otras actividades además de
tocar la batería. Pintura, dibujo, esculturas en cerámica, diseño… Una vida
libre dedicada al arte, en su mejor expresión. Para conocer un poco esta
historia personal, fui hasta esa mítica casa, situada en la calle Arribeños,
pleno barrio de Belgrano, en donde compartimos una larga charla, acompañada por
un té.
Fue una tardecita de miércoles, no hace mucho
tiempo. Alrededor nuestro se encontraban varias de sus esculturas en cerámica,
incluyendo una realizada para la portada del primer disco de Amel. En
ese marco, durante más de dos horas, Gustavo nos relató varios de los
acontecimientos más importantes de su vida. Desde los primeros años, su
apasionamiento súbito por la batería, sus idas y vuelta con la música, su paso
como percusionista de IKV, hasta llegar a este proyecto actual de Amel,
una banda con espíritu y vocación cancionera, como las de antes, en pleno y
sostenido crecimiento. Por supuesto, no podía faltar en esta entrevista la
figura omnipresente de su hermano Luis Alberto, del que recordó varias anécdotas en común
–como, por ejemplo, la grabación de Artaud, el mítico álbum en el que Gustavo
participó como músico invitado en las canciones “Cementerio Club” y
“Bajan”-, además de muchos otros momentos llenos de emoción y sentimiento.
Por eso, así como quien no quiere la cosa, nos
salió esta entrevista, que, sin dudas, es una de las más emotivas que hayamos
publicado en Intersticio.
Para disfrutar: Gustavo Spinetta, en primera
persona…
BUSCO MI DESTINO
Leí que en tus inicios empezaste con el bajo en vez
de la batería. ¿Cómo fue eso?
Es que me encantaba su sonido. Por eso, Luis,
sabiendo de mi preferencia por el instrumento, mientras escuchábamos algún
tema, me cantaba la parte del bajo en el oído. Luego, cuando cumplí 15 años, me
llevó a recorrer las casas de música del Centro, para que elija un bajo para
tocar, que él me lo regalaba. Así fue que elegimos un bajo Faim, que a mí me
gustaba mucho por el diseño muy moderno que tenía. Por supuesto, en esta casa,
durante esos años, ensayaron Almendra, Pescado, hasta Invisible. Por eso acá
siempre estaban armados todos los equipos y me acuerdo de que una vez había,
creo, una batería Ludwig. Un día estábamos solos con Luis, no había
nadie en la casa y podíamos hacer tanto ruido como se nos diera la gana. Él
agarró el bajo y yo me senté en la batería, y nos pusimos a tocar, a zapar un blues;
y vi que me salía…
Nunca, hasta ese momento, habías estado tocando una
batería…
No, no. Sin embargo, durante la época de Almendra
yo había hecho de plomo del grupo, armándole la batería a Rodolfo (García), y no le sacaba los ojos de
encima, viéndolo tocar, porque para mí el batero era como el guía musical del
grupo, como si a partir de ahí se desarrollaba todo, pero no tenía incorporada
la idea de tocar batería. Recién, a partir de esa zapada con Luis, me di
cuenta de que quería tocar la batería. Después estudié un año y medio con (León)
Jacobson, que era primer percusionista del (Teatro) Colón. Él me enseñó
a leer bien los rudimentos del baterista, todo lo que se podía hacer con el
tambor. Después desarrollé mi técnica con el Podenski, un libro mítico, bien
marchoso, pero que tenía todo lo que había que saber. Sin embargo, nunca fui de
meterme mucho a estudiar la técnica porque siempre le di más importancia a la
parte intuitiva.
¿Cuáles son tus bateristas preferidos?
Ringo
Starr, Charlie Watts, John Bonham… Bonham era lo máximo para mí porque en ese tiempo estaba muy copado con el rock
pesado de Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath.
Luego, cuando empecé a escuchar jazz rock, me enganché mucho con la Mahavishnu
Orquestra y me volví loco con Billy Cobham, no podía creer lo que
tocaba ese tipo. A partir de ahí me empiezo a interesar por la fusión y los
bateros de jazz, me copaba mucho con el virtuosismo de esos grandes
músicos…
¿Qué te gustan más, los bateros exhibicionistas u
otros como Ringo, con un estilo más simple pero preciso?
Qué sé yo, no sé. Esa es la dicotomía eterna. Creo
que puedo disfrutar de todo. Obviamente que le doy más bolilla a un tipo que se
mete en la composición, que no brilla por sí mismo, pero que hace que el resto
brille. Sin embargo, a ese otro tipo de batero, más exhibicionista, tampoco no
lo puedo soslayar, por supuesto. Me viene a la mente Verdinelli, él es
capaz de tocar cosas re pesadas con los Kuryaki y, a la vez, tocar con Luis
Salinas y con mi hermano las cosas más sutiles que te puedas imaginar…
Bueno, él, para mí, vale más que miles de bateristas, porque está siempre
metido ahí, brindando algo justo a lo que le pide la música.
LA MÚSICA QUE AMAMOS
¿Cómo se dio tu participación en Artaud?
Creo que se debió al entusiasmo de mis primeros
tiempos tocando la batería. Además, Luis estaba desarmando la banda y
vio en mí un posible batero para todos esos temas nuevos que estaba
componiendo. Por otro lado, yo toco dos temas bastantes sencillos ahí. Luis sabía
que a mí me gustaba mucho el blues, porque estaba siempre escuchando
muchos discos de blues, y era como que eso yo lo tenía bastante
incorporado. También había otras músicas muy sencillas como las Neil Young, su disco Harvest
a mí me rompió la cabeza, en lo compositivo, y a Luis también le
pegaba mucho esa onda. Por ejemplo, a mi intervención en “Bajan” yo la asoció
directamente con ese disco de Neil Young. Me gustaban las baterías que
aparecían ahí porque eran bastantes sintéticas en lo conceptual y, a la vez,
muy potentes. Por otro lado, en esa época Luis estaba viviendo otra vez
acá, después de haber vivido solo un tiempo. Él ya estaba de novio con Patricia
–la futura madre de sus hijos-, vivíamos todos juntos acá, y al mismo
tiempo estaba componiendo Artaud, viste. Estaba en un proceso creativo
increíble, donde todo quedaba a flor de piel… (piensa, se emociona) Fue todo
muy natural. Ensayábamos acá en nuestra casa, antes de ir a tocar, y nos íbamos
caminando a grabar al estudio Phonalex, porque estaba acá cerca, en el Bajo Belgrano.
En sí, el clima era de intimidad, porque lo que se estaba gestando era una cosa
muy íntima. Creo que por eso él me convoca para tocar esos temas, porque esa
carga afectiva era muy fuerte y muy importante…
¿Qué sentís por haber participado en el disco que
es considerado como el mejor de la historia del rock argentino?
Básicamente, orgullo. Yo no sé si en ese tiempo le
daba el valor que le doy ahora, ¿no? Por supuesto que le daba valor, pero, al
mismo tiempo, tenía también otras cosas en la mente. Tampoco era consciente de
que lo que estábamos haciendo iba a trascender de esa manera. De lo que ya
estaba seguro era de lo mucho que me gustaba la música que hacía Luis.
Siempre supe valorarlo y me encantaba lo que hacía. De hecho, la música que más
me gusta es esa, no hay otra, viste. Además, siento mucho orgullo porque en esa
época yo recién empezaba y estaba al lado de monstruos, tipos que ya eran
recontra consagrados. Por eso no era que yo creía que era lo más grande del
mundo, todo lo contrario, yo estaba dando una cosa re humilde y me sentía como
un pollito dentro de esa situación. Lo demás era impensado…
Después de eso fue como que tuviste un par de idas
y vueltas con la música, ¿no?
No sé bien debido a qué, pero hay que remontar el
hecho de ser el hermano de alguien muy famoso, porque todos están esperando que
hagas algo igual o mejor. Esa es gente muy fanática que lo primero que hace es
criticarte. Siempre fue duro lidiar con eso a esa edad y, por otro lado,
tampoco utilice todos esos medios para poder trascender, viste. De cualquier
forma, toqué en montones de grupos, tuve vaivenes, momentos en los que me fui y
no toqué más, etc. Por otra parte, siempre estuve muy vinculado al arte,
haciendo dibujos, pinturas; luego me dediqué a la cerámica. Siempre estuve
rodeado de gente que hacía arte.
ARTE ANCESTRAL Y MÁGICO
Entre tus trabajos también están los que hiciste
para Luis. Por ejemplo, la tapa de Téster de Violencia.
La de Téster es un collage. La idea
fue de Luis, él estaba con toda esa cosa de los filósofos franceses –como
Foucault-, en donde aparecen los extremos del ser humano, de un lado y del
otro. Desde el extremo de llevar la experiencia humana a lo más aberrante hasta
el otro extremo, en donde está el que se dice más justo, el que aplica la ley y
que, en realidad, está siendo tan bestia como el primero. La idea era un poco
eso: mostrar toda esa violencia implícita que tenemos en nuestra vida
cotidiana. Por eso aparecía desde un bonzo, un tipo inmolándose, hasta imágenes
de la Masacre de Ezeiza cuando volvió Perón; había boxeadores peleando, un tipo
atragantándose con comida, etc…
¿Fue hecha toda con recortes?
Todo recortes. Algunos materiales los conseguía Luis.
Por ejemplo, me pasó un par de libros de medicina, de donde saqué un par de
recortes de dibujos. Pero, la mayoría salió de donde se me ocurrió a mí, a
partir de tener la premisa, seleccionando imágenes para armar el collage. Yo
sabía que en la tapa iba a tener una foto en el medio, entonces el collage se
desplegaba alrededor, además de abarcar toda la contratapa. Antes de ese
trabajo también había hecho un dibujo para la contratapa de Desatormentándonos,
de Pescado Rabioso. En Pescado Dos también hay un dibujo
mío y un par de dibujos de amigos míos.
¿En qué te inspirabas para hacer esos
trabajos?
Por supuesto, la música siempre estaba de por medio,
era encerrarse a tirar líneas y colores. La música era la fuente de inspiración
permanente. Yo creo que también está vinculado un poco a la locura, a estados
visionarios de la mente, no sé cómo llamarlos… Cosas que te aparecen en sueños.
Siempre fui amante de lo dadaísta y lo surrealista. Leíamos a los poetas
malditos y a toda esta sarta de anarquistas que eran los surrealistas, que
despotricaban contra todo el mundo y rompían todos los esquemas.
Un poco de esa locura que nombrás, surrealismo o
psicodelia, me recuerda al disco Spinettalandia…
Ah, sí. Bueno, eso fue una cosa muy hippie. Yo
estuve, una o dos veces, en el estudio cuando Luis grabó eso, y éramos
como una tribu. Estaba él con un montón de amigos y éramos todos muy hippies.
Incluso, en alguno de esos coros, como los de “Vamos al Bosque”, está mi voz
metida, porque nos agarró a todos y nos puso a cantar. Después siempre colaboré
con él, por ejemplo en la realización de videos clips, como los de “La
Montaña”, “Seguir viviendo sin tu amor”, y demás…
¿Cómo fue incursionar en el mundo de la
cerámica?
La descubrí de grande y me permitió poner mucho de
lo mío y desarrollar toda una estética, una onda. En sí, la cosa escultórica me
gustó siempre, aunque nunca la había practicado. Sin embargo, muchos de los
dibujos que yo hago tratan de representar las cosas en el espacio. Por las
líneas que uso y demás, es como que tengo una fijación con el 3D, digamos.
Entonces, fue como que con la cerámica lo pude empezar a poder plantear eso.
Además, tanto la arcilla como la cerámica, son técnicas del fuego, algo
ancestral que está en la base de la civilización, de la humanidad. Implica
tener un conocimiento de muchas cosas porque si no no te sale una mierda. El
resultado lo ves recién cuando abrís la puerta del horno y te puede pasar que
salga algo maravilloso o directamente algo que hay que tirar.
En los 80, entre tantos proyectos, también pusiste un boliche, ¿no?
Sí, eso fue en asociación con mi amigo (el artista under y músico) Geniol,
un tipo muy creativo, loco y extravagante, que cantaba y desarrollaba unos
personajes geniales, casi teatrales. Con él, junto a una banda en la que yo
estaba tocando, armamos un proyecto muy loco que se llamó Geniol y Sus
Aspirinetas. Luego, a Geniol, quien había alquilado una casa para
poner una peluquería, se le ocurrió también la idea de poner un boliche. Es
decir, un lugar que de día era peluquería y de noche -los fines de semana- se
convertía en boliche. Y fue así, el boliche funcionaba los viernes, sábados y
domingos, y ni tenía cartel en la puerta, ni nada. Toda la convocatoria se daba
gracias del boca en boca. Incluso, mi hermano Luis venía siempre, porque
vivía cerca de ahí, y zapábamos, porque en el lugar también había instrumentos
para tocar. Era medio un boliche clandestino, en una época muy pesada.
Imaginate, principios del 82… Mi cuñada le había puesto “Umbral” de nombre por
la canción de Spinetta Jade, y se llenaba de gente… Una cosa de locos,
realmente, porque estábamos en Olivos, a pocas cuadras de la Quinta
Presidencial, con los milicos en el gobierno, Galtieri de presidente… En fin,
una locura. No duró mucho esa experiencia, tan solo un par de meses, pero
estuvo muy bien. Es un muy lindo recuerdo…
¿Qué recordás de los años que colaboraste con Illya Kuryaki?
Todos recuerdos buenísimos. Dante y Ema son
una máquina de sacar ideas, dos genios llenos de talento. Además la pasábamos
bárbaro, tocamos con unos músicos geniales y viajamos por todos lados. Por
ejemplo, recuerdo mucho la experiencia de tocar en el Unplugged de MTV,
algo que disfrutamos un montón… Siempre me acuerdo del momento cuando vino Dante
a preguntarme si me interesaba hacer la percusión para ellos. Justo yo
estaba en Mar del Plata, porque siempre me iba allá todos los veranos a la casa
de unos amigos que eran artesanos. En esa casa yo laburaba, colaboraba haciendo
bijou para ellos. Así que, ahí estaba, en la playa, hasta que un día aparecieron
Dante con Samalea, y se me plantaron al lado para preguntarme si
quería colaborar con ellos. Yo no tenía intenciones de tocar, y menos hacer
percusión, porque como nunca lo había hecho, tenía que aprender de cero. Pero
hasta mis amigos me convencieron que lo hiciera, y aunque fue un desafío muy
grande para mí, terminé haciéndolo y fue muy lindo. Así, durante muchos años
fue una gran experiencia el tocar con ellos.
ETERNA CANCIÓN DE SUS DÍAS
¿Cómo viviste la experiencia de tocar en el
concierto tributo a Luis de Las Bandas Eternas?
Eso fue realmente increíble. Estabas en el camarín
de Vélez y veías a todos los monstruos del rock de acá. Además, el clima
que había era único. Se vivía una cosa muy especial, no había “divismos” ni
nada de eso, se vivía una gran comunión entre todos los músicos participantes,
con todo el mundo extasiado. Me acuerdo que cuando me tocó salir a tocar, no
pensé nada, porque el clima era tan lindo que no me dio ni para preocuparme, en
realidad. Yo me sentía en el cielo, viste. Cuando me puse a tocar la bata, el
primer tema fue “Bajan” y ya estaba Cerati arriba del escenario.
Imaginate, de un lado del escenario lo tenía a Cerati y del otro lo
tenía a Luis. Mirara para donde mirara, yo sentía que estaba en la
gloria. Fue un momento mágico de mucha felicidad. Por otro lado, no fue nada
fácil porque a Luis le costó un esfuerzo tremendo hacerlo, fue un
proceso muy agotador con ensayos interminables. A veces me venía a buscar y yo
me veía todo el ensayo. Eran ensayos de 10 horas, una cosa de locos, con Luis
siempre en piloto automático, tocando con todos, como un “master” en un
estado zen, bancándose todo lo que venía. Ahora, visto a través del tiempo, ese
proyecto parece una despedida. Muchas de las últimas cosas que hizo Luis parecen
eso. Incluso en algunas composiciones –como, por ejemplo, el tema “Canción de
amor para Olga”- hay una temática sobre la muerte en sí. Como que Luis intuía
algo con respecto a eso…
¿Vos crees eso ahora?
Parece que se hubiera despedido… (se emociona) Pero
él no quería eso ni en pedo. Luis tenía un problema en el pulmón y lo sabía,
pero no de esa gravedad. Se cuidaba bastante, no lo suficiente, pero desde que
nos enteramos hasta que él se muere pasaron ocho meses, y fíjate que si te
ponés a leer en internet, la expectativa de vida que te dan en tipos de
problemas como el que él tenía son justo ocho meses. Una cosa espantosa. Aparte
siempre me vi muriendo yo antes, ¿entendés? Nunca pensé que a él le podría
pasar algo y yo lo iba a ver… (se emociona) Por eso siempre digo que suerte que
tengo a Amel en este momento, porque tengo toda la fuerza puesta
ahí…
VOLVER A LAS FUENTES
¿Cómo surge Amel? ¿Cómo encaraste este proyecto
desde su inicio?
En principio, yo no quería hacer nada, no tenía
ningún proyecto más que despuntar el vicio de tocar la batería en mi casa.
Estaba muy dedicado a mis trabajos en cerámica, presentando piezas, todo el
tiempo, en Salón Nacional, en el Paláis de Glace, concursando. Con la cerámica
gané varios premios y menciones, lo que pasa es que la música nunca la dejás
del todo, tampoco. Lo que ocurrió fue que, durante una época que reformamos mi
casa, yo me fui con mis viejos a vivir a la casa de mi hermana Ana María,
comencé a darme cuenta cómo mi sobrino Gonzalo (Pallas) había
empezado a tocar una guitarra que era de mi viejo, sacando las tablaturas de
Internet, y a demostrar condiciones en el instrumento. Además, mi hermano Luis
también lo incentivó mucho a Gonzalo, pasándole los tonos correctos
de sus temas, porque a veces las tablaturas de Internet no tienen los tonos
correctos, y también le empezó a dar guitarras, le dio equipos. Bueno, cuando
yo vuelvo a vivir a mi casa, comenzamos a tocar juntos con Gonzalo, a
zapar; pero la verdad es que no había un espíritu de formar un proyecto. Fue a
él a quien se le ocurrió formar una banda, traer a tocar a un par de amigos,
compañeros del Belgrano Uno, el colegio al que él iba. Ahí recién nace el
proyecto. Así, fue la cosa, ¿no? Amel surge de esa idea de Gonzalo,
él le puso el nombre a la banda y juntó a los integrantes, y yo me terminé
adaptando a este proyecto. Finalmente, el grupo quedó formado por Francisco
Zunana, primer guitarrista; Pablo Castagneris, en el bajo; Gonzalo
y yo. Así fue como se inició esta nueva etapa mía, hace cinco años. Luego,
entre las composiciones de Gonzalo –que eran la mayoría-, fueron
apareciendo otras composiciones de los chicos, y así fuimos armando los
temas.
¿El nombre de la banda de dónde salió?
Amel era el nombre de un gato persa que tenía Gonzalo en su niñez. Era
un gato muy hermoso, muy peludo, de color anaranjado, era como una miel. Por
eso siempre yo asocio esto con el nombre Amel, que suena muy dulce. Por
otro lado, Amel parece como una reconstrucción de Almendra.
Tienen muchas letras en común en los nombres, como pura casualidad…
¿Cómo es salir a tocar en un grupo nuevo en la
actualidad?
Empezamos bien de abajo. Por suerte, lo teníamos a Luis,
que nos dio mucho apoyo, nos ofreció su estudio (La Diosa Salvaje) para poder
grabar y después nos conectó con Tweety González. Con Tweety como
productor grabamos muy rápido tres temas, que fueron como una suerte de demo.
Bueno, luego de grabar la totalidad de nuestros temas en otro estudio, como
para ver con que material contábamos, ya con el material muy afiatado, volvimos
a la Diosa a grabar el disco, otra vez con Tweety en la producción, y
con Mariano López de técnico. Ahí, grabamos las bases de los trece temas del
disco en dos días. Los overdubbing los hicimos en el estudio El Pie, y ahí el
proyecto de la grabación se prolongó un poco más. Lo nuestro en sí siempre
contó con el apoyo desinteresado de mucha gente amiga a la que le gustaba
nuestro proyecto, por eso, este disco en parte fue financiado por nosotros, y
en parte no; ya que lo pudimos hacer gracias a la buena onda de esta gente.
Aunque eso hace que tengas que amoldar tus tiempos a los tiempos de los demás,
lo que hizo que se alargará bastante el proceso de edición. Tardamos casi dos
años en editar el disco, luego de haberlo grabado. Hasta ahora, fueron cinco años
de historia de la banda, en donde estuvimos tocando mucho, en varios lugares,
en forma independiente, y ahora contamos con la producción de gente amiga, como
Juanjo Cármona, que se ha interesado en nuestro proyecto, y en ese
sentido está bárbaro contar con un road manager que nos ordena un poco la
organización de nuestros shows. Igual, todavía sigue siendo un proyecto muy a
pulmón, en donde seguimos cargando nuestros propios equipos y todo, con la
ayuda de nuestros amigos. La verdad es que estoy chocho con Amel, es la
banda que siempre quise tener. Los pibes son súper talentosos y me encanta la
música que producen y de la forma en que se conectan. Además, les gusta la
música que yo escuchaba cuando tenía la edad de ellos, viste…
Como una banda de antes, pero ahora…
Algo así. Es increíble cómo nos encontramos, que
nos llevemos tan bien y no tengamos que discutir nada acerca del estilo de
música que nos gusta hacer.
¿Cómo ves al rock actual?
Está muy raro el panorama, incluso es una época
rara para tener una banda. Comercialmente, son momentos difíciles porque está
cambiando todo, esto te lo dicen cualquiera de los tipos que están en el
negocio, los productores, managers, etc. Pero a la vez, en este país estamos
pasando por una situación muy especial, gracias a este peronismo que estamos
viviendo, todas esas libertades que nosotros queríamos ganar en los 70 –y que
en la mayor parte del mundo se hicieron realidad-, recién las estamos
obteniendo ahora. Yo doy gracias a eso, porque los derechos individuales, los
derechos de la gente nunca se habían respetado acá. Era una sociedad muy facha
la argentina, y recién ahora se empieza a poner en relieve la base de una
democracia, que son las libertades individuales, sin eso no existe la democracia.
Pienso que quizás esta comunión que tenemos con mis compañeros de banda, en Amel,
tiene que ver con eso también, porque se pusieron otra vez en el tapete estos
valores. En base a este contexto, creo que se empieza a vivir una situación muy
especial, y más sabiendo de la importancia que tuvo siempre el rock. Por
otro lado, cambia todo, pero a la vez, no, porque la gente sigue yendo a ver
shows, a escuchar a las bandas, y está lleno de bandas y cada vez hay más.
Siempre fue un semillero el rock argentino, y ahora está pasando un poco
eso. Incluso, nosotros venimos tocando con varios grupos que son del palo,
gente muy joven, y parece que hubiera un reverdecer de todo ese viejo rock.
Hay unas bandas muy buenas. Por ejemplo, están los pibes de una banda que se
llama Cronopios, y no por nada esos pibes toman para llamar a su banda
ese nombre vinculado a la obra de Cortázar y a toda esa movida de los 60 y 70. Yo espero que todo esto que está surgiendo sea una alborada de algo
nuevo y que no se convierta en un refrito…
¿Qué música escuchás actualmente?
Escucho de todo. Hay tipos que me parten la cabeza
como Jeff Beck, que toda la
vida me gustó lo que hizo y aún hoy sigue activo y creando. (Lisandro) Aristimuño me parece un
tipo muy valioso. Un artista al que escucho mucho es a George Harrison, todo
el tiempo, tanto sus laburos solistas como lo que hizo en los Beatles.
Él fue un genio, un tipo espectacular. También, John McLaughlin, un tipo
que me sigue partiendo la cabeza…
Para terminar, entre las miles de cosas que viviste
junto a Luis, ¿tenés alguna anécdota que siempre recordás?
Como vos dijiste hay miles, no hay una en
particular. Me acuerdo como algo muy lindo, y que por ahí me olvidé de
contártelo antes. Cuando éramos muy chicos, Luis se ponía a cantar con
un escobillón –ese era “el micrófono”-, y justo mi abuela le había regalado la
plata para que se comprara una guitarra. Bueno, él se había comprado una
guitarra criolla, a la que le había puesto un poco de pintura y cuerdas de
acero, porque él quería tener un guitarrón, viste. En fin, lo que me acuerdo
siempre es de una vez, estando juntos en este lugar de la casa, que antes había
sido de mi abuela y cuando ella se fue pasó a ser nuestro. Entonces, claro, con
nosotros, todo esto se convirtió en un quilombo en dos minutos, ¿no? Luis
con su guitarrón y su micrófono escobillón cantando “I Love Her”, ese tema de
los Beatles que parece un bolero, y mientras tanto yo tirado en el piso
de madera, agarrando un diccionario Larousse inglés-castellano pesadísimo,
acompañándolo, como emulando esa percusión de bongo que está en esa canción.
Esa fue la primera vez que hicimos un tema, juntos, y también la primera vez
que yo toqué percusión. Él tendría 13 años y yo 9… Siempre me gusta contarlo,
porque fue casi un anticipo de lo que pasó después…
(Esta entrevista fue realizada en noviembre de 2012. Desde entonces, Amel ha editado dos álbumes: Amel, en 2012 y 2853, en 2015)
El viernes 4 de diciembre de 2009, fue una noche
única e inolvidable que quedó para siempre grabada a fuego en el recuerdo de
todos los fans de Luis Alberto Spinetta. Ese día en la cancha de Vélez, con la
realización del Concierto de Las Bandas Eternas, se celebró la vida y obra del
Flaco. Sin dudas, tanto para el público como para los músicos participantes,
aquella fue una velada plagada de emociones, y uno de los mejores shows de la
historia del rock argentino.
En mi camino de melómano que juega, en serio, a ser
periodista, tuve la oportunidad de entrevistar a varios de los músicos que
acompañaron a Luis en ese maravilloso concierto. Hoy, cinco años más tarde, en esta
nota les propongo recordar, desde sus propios testimonios, ese momento mítico
de la escena rockera que ellos supieron conseguir.
La planificación de este monumental show comienza gracias
a una iniciativa del productor Pablo Mangone, quien le acercó la idea a
Spinetta. Mangone fue el gestor del evento, y quien llevó adelante este proyecto
junto al Flaco y su manager. Gustavo, hermano del Flaco y baterista de Amel, me confirmó que: “a Luis el proyecto le gustó de entrada porque
(Mangone) también es músico, él es un guitarrista. Además, si bien Pablo es un
empresario, con esto nunca puso por delante el interés económico. Estaba más
que claro que iba mucho más allá de eso. Y Mangone es un tipo muy valioso. Él organizó
este show por el arte, no por el negocio. Sin dudas, Luis lo hizo contando con
esa base.”
En sí, la propuesta que le presentó Mangone a Luis
Alberto fue la realización de un show multitudinario en el que estuvieran todos
(o casi todos) los músicos que tocaron con él. Un concierto en donde, partiendo
desde el presente, se revisaran todas las bandas que fueron emblemáticas en su
carrera. Un show que también le sirvió al Flaco para hacer un balance de toda
su vida artística, 40 años de carrera, casi 60 de vida, y, de paso, “terminar con todos los balances, porque
estaba más que claro que iba a ser imposible superar a este concierto-celebración
tan inmenso”, como dijo en una entrevista radial el prestigioso periodista
Alfredo Rosso, uno de los tantos asistentes a ese inolvidable show.
Por otra parte, este recital también iba a ser muy
especial porque Spinetta volvía a interpretar un repertorio extenso de
canciones que hacía muchos años no tocaba. Es bien sabido que a Luis Alberto no
le gustaba demasiado revisar su historia. Debido a esto, por más que en sus
recitales él pusiera siempre algún que otro tema histórico, siempre priorizó su
presente artístico. Influenciado por las lecturas de los libros del Carlos
Castaneda, autor Las enseñanzas de Don Juan, aconsejaba “borrar la historia personal”. Además, es bien conocida
su frase “aunque me fuercen yo nunca voy
a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor…”, que cantó
en la soberbia “Cantata de los puentes amarillos”, uno de los temas más
impactantes de Artaud, su recordado
álbum de 1973, acreditado a Pescado
Rabioso aunque en realidad fuera un trabajo solista. Sin embargo, más allá de
estos principios (o quizás, debido precisamente a ellos) el concierto de las
Bandas Eternas fue para Spinetta una muy buena manera de redondear su vida
musical, además de una buena oportunidad de darle las gracias a todos esos
músicos que lo habían acompañado a lo largo de su trayectoria.
Según Rosso: “(Spinetta)
Siempre fue un tipo que tuvo una gran convicción acerca de lo que quería hacer
con su arte, nunca hizo concesiones. Grabó lo que quiso grabar, siempre, con el
tipo de arte de tapa que le quiso dar a sus discos. Trabajó con los músicos que
quiso trabajar, y nunca hizo un disco igual al anterior, para complacer ningún
tipo de expectativa que se tuviera sobre él. Seguramente, debe ser la síntesis
del artista integro.” Justamente, la noche de Las Bandas Eternas iba a ser
otra muestra acabada de la grandeza de este artista sin parangón. Ya que se
bancó todo el concierto, de principio a fin, cantando y tocando como los dioses
durante bastante más de 5 horas. Una maratón tremenda, en la que el Flaco dejó
toda su alma de diamante, brindando lo mejor de sí a una audiencia que terminó
exhausta, pero pletórica de emoción y felicidad.
Por supuesto, la
realización de semejante evento también supuso largas jornadas de ensayos y preparativos.
Según Gustavo Spinetta, “no fue nada fácil porque a Luisle costó un esfuerzo
tremendo hacerlo. Fue un proceso muy agotador con ensayos interminables. A
veces me pasaba a buscar y yo me terminaba viendo todo el ensayo. Eran ensayos
de 10 horas, una cosa de locos, con Luissiempre en piloto automático, tocando con todos los músicos. Como un
“master” en un estado zen, bancándose todo lo que venía.” Otro
que me contó cómo recordaba aquellas increíbles jornadas previas al recital fue
Pomo, el baterista de Invisible: “Me
acuerdo que estuvimos ensayando 1 o 2 veces por semana, durante un mes y medio,
para tocar en ese show. Igual, él se repartía para ensayar, al mismo tiempo,
con todas las demás bandas que lo acompañaron. No sé cómo hizo…”
Los ensayos tuvieron
lugar en una sala enorme, en donde se armaron los sets de las diferentes bandas
participantes, uno al lado del otro: “Estaban
todas las bandas armadas en círculo. Yo ya soy un tipo grande, pero ver todas
esas bandas me emocionaba como cuando era pibe. Ver a Almendra, Pescado
Rabioso, Invisible… Qué sé yo. Por eso, yo me quedaba todo lo que podía en los
ensayos. Hacía mi parte, cuando ensayábamos los temas de los Socios, y luego me
quedaba escuchando a esas bandas históricas. Luis ensayaba todo el día, pasaba
de una banda a otra”, me comentó Marcelo Torres, ex bajista de Spinetta y
los Socios del Desierto.
Sin dudas, la magia imperecedera esparcida en toda
la obra del Flaco hacía efecto en el ánimo de los músicos participantes. Tanto
en la previa, o durante los ensayos, así como en la prueba de sonido en Vélez, se
adivinaba en el aire que nadie se iba a olvidar jamás de este show. Según Lito
Epumer, ex guitarrista de la última formación de Spinetta Jade: “Yo, como tocaba solamente en un tema (junto a
Invisible), fui recién la última semana, pero ellos ya venían ensayando desde
hacía dos meses. También, la prueba de sonido fue una cosa de locos. Probamos
sonido el día anterior y el mismo día del show. Mientras lo estaba viendo
pensaba que era un concierto que iba a pasar a la historia, sin dudas. Lo
sabíamos todos los músicos que estuvimos ahí. Pero no tuvo nada que ver con lo
que pasó después. Ahora estoy convencido que fue el concierto más emocionante
que vi en la Argentina, lejos.”
Gustavo Spinetta recuerda: “Eso fue realmente increíble. Estabas en el camarín de Vélez y veías a
todos los monstruos del rock de
acá, estaban todos. Además, el clima que había era súper especial. Eso es algo
que yo no volví a ver nunca más. Se vivía una cosa muy especial. No había
“divismos” ni nada de eso, se vivía una gran comunión entre todos los músicos
participantes, con todo el mundo extasiado.” Una apreciación con la que
coincide Marcelo Torres: “Ese concierto
fue una celebración, y era un sentimiento reciproco. Cuando me llamaron yo me sentí
muy feliz, porque me sentí reconocido. Pienso que la mayoría de los músicos que
tocamos ese día debe sentir lo mismo. Por otra parte, el show tuvo un nivel
técnico impresionante. Además, nadie reclamó nada, porque se trató a todo el
mundo con mucho respeto. Bueno, por eso salió tan bien todo, ¿no?”
El primer tema del concierto fue “Mi elemento”, que
Luis interpretó junto a su banda estable (Nerina Nicotra, bajo; Claudio Cardone,
teclados; Sergio Verdinelli, batería; Guillermo Vadalá, guitarra). Así dio
comienzo esta recorrida que incluyó además de temas propios, sobrevuelos por otros
autores del rock argentino tanto influyentes en su obra como influidos por ella,
mediante la interpretación de canciones como “Las cosas tienen movimiento”
(Fito Páez), “Mariposas de madera” (Miguel Abuelo), “El rey lloró” (un tema
original de Los Gatos, compuesto por Litto Nebbia), “¿A dónde está la libertad?”
(Pappo), “Té para tres” (de Soda Stereo, por Gustavo Cerati), “Necesito un
amor” (grabada por Manal, compuesta por Javier Martínez), y “Filosofía barata y
zapatos de goma” (Charly García).
Si bien todo el show mantuvo un alto nivel de
calidad y emotividad, sin dudas, varios de los momentos más significativos se
vivieron cuando el Flaco hizo dueto con algunos de sus ex colaboradores, como
el recordado Diego Rapoport(teclados en
“Ella también” y “No te busques ya en el umbral”), o junto a Leo Sujatovich,
Juan del Barrio y el Mono Fontana, los otros tecladistas de Spinetta Jade. Por
supuesto, nadie podrá olvidar los duetos junto a músicos de la talla de Fito Páez
(en la mencionada “Las cosas tienen movimiento”), Juanse (“¿A dónde está la
libertad?”), o Charly García, en la emocionadísima versión del recordado “Rezo
por vos”, ese clásico inmortal co-compuesto por García y Spinetta para su
frustrado proyecto a dúo de 1985.
Sin embargo –y teniendo en cuenta el revés de la
vida sucedido poco tiempo después- si hubo un momento especialmente emotivo
dentro del concierto de las Bandas Eternas, ese fue cuando se juntaron en un
mismo escenario Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati para interpretar “Té
para tres” y “Bajan”. Gustavo Spinetta, quien fue el encargado de tocar la
batería en “Bajan” y “Cementerio Club”, me contó: “Me acuerdo que cuando me tocó salir a tocar, no pensé en nada. Porque
el clima era tan lindo que no me dio ni para preocuparme, en realidad. Yo me
sentía en el cielo, ¿viste? Cuando me puse a tocar la bata, el primer tema fue
“Bajan” y ya estaba Ceratiarriba del escenario. Imaginate, de un lado
del escenario lo tenía a Cerati y del otro lo tenía a Luis.
Mirara para donde mirara, yo sentía que estaba en la gloria.” Por supuesto,
cuando terminó ese set de dos temas, Cerati se fundió en un abrazo del alma con
Luis. Una imagen, cuyo recuerdo ahora, seguramente, hace lagrimear a más de
uno, entre los que, obviamente, me incluyo.
Otro de los sueños más grandes del fan spinettiano
promedio se cumplió ese viernes mágico cuando se juntó Invisible para tocar
impecablemente los temazos “Durazno sangrando”, “Jugo de Lúcuma”, “Lo que nos
ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”, “Niño condenado”, y “Amor
de primavera”. Sí, no era una alucinación colectiva. Spinetta – Machi – Pomo,
uno de los tríos más power de la historia del rock argentino, estaban otra vez
volando la cabeza de propios y ajenos.Dice Lito Epumer: “(A mí) Me quedó
muy grabado el momento en que yo tenía que salir a tocar en ´Amor de
primavera´, el último tema que hizo Invisible, porque cuando ellos estaban
tocando ´Durazno Sangrando´, uno podía ver a todos estos músicos tan grosos del
rock argentino, mirando la canción desde el costado del escenario y llorando.
Todos, ¿eh? Cerati, Fito, Charly, el Negro García Lopez, Black Amaya, David
Lebon… Todos llorando, desbordados con la emoción de ese instante.”
Otro regreso muy esperado fue el de Pescado
Rabioso, 36 años después de su separación, con Spinetta, Black Amaya (batería),
David Lebón (guitarra y voz),Carlos
Cutaia (teclados), más la participación de Guillermo Vadalá (bajo), en calidad
de invitado; y del legendario Osvaldo Bocón
Frascino (guitarra en “Me gusta ese tajo”). Sin dudas, uno de los segmentos del
show más intensamente rockero, con un repertorio que incluyó “Poseído del alba”,
“Hola dulce viento”, “Serpiente viaja por la sal”, “Credulidad”, “Despiértate
nena”, y “Post crucifixión”.Según Black
Amaya, al que se le nota la adrenalina al contarlo: “Me la pase todo el tiempo muy emocionado y excitado, estaba a full con
mi cabeza, ya que se estaba por cumplir mi otro sueño: volver al escenario, y,
nada menos que en Vélez, con Pescado Rabioso, junto a mis queridos
amigos. Fue impresionante, tal como lo habíamos soñado. El grupo sonó súper
bien, y lo más maravilloso y tierno que me pasó con esto fue la repercusión que
tuvo entre el público joven, los pibes que me mandaron un montón de mails – a
los que yo trataba de contestar, a todos lo que podía-, aparte de los fans
veteranos, y todos ellos muy emocionados con cómo había sido el show. Esa noche
fue una gran fiesta para celebrar la carrera del Flaco, donde demostró
porque era el único que llevaba la bandera del rock nacional.”
Luego de Pescado, llegó el turno de Almendra, el mítico
grupo iniciático en donde Spinetta empezó a desandar su historia personal en la
música rock, junto a Edelmiro Molinari, Emilio del Güercio, y Rodolfo García.
Este fue el primer reencuentro de estos monstruos, luego de casi 29 años. Otro sueño realizado, este set incluyó
clásicos como “Color humano”, “Fermín”, “A estos hombres tristes”, y “Hermano
Perro”. Por supuesto, el cierre fue con “Muchacha ojos de papel”, una de las
canciones más significativas del rock argentino, y un tema que muchas veces
Luis se negó a volver a tocar. Seguramente, será muy difícil olvidar cuando
Spinetta empuñó una guitarra acústica, mientras el resto de sus compañeros lo
rodeaban en semicírculo para cantarle –ya todos presentían que por última vez-
a esa muchacha voz de gorrión, a la que alguna vez le robaron un color… Rodolfo
García aún no tiene palabras para explicar lo que sintió esa noche: “Si tuviera que mencionar una, diría Emoción.
Me costó varios días ´bajar de ese
viaje´. Sin dudas, un homenaje muy merecido para el Flacoy su
obra. Y de paso, para todo el rock
argentino y quienes lo generaron.”
Pero eso no fue todo, ya que en la coda del
concierto el Flaco interpretó “8 de Octubre”, con Ricardo
Mollo de invitado, un tema que daba testimonio de la tragedia de los pibes del
Colegio Ecos, una causa en la que Spinetta se había puesto al frente, como una
de las caras más visibles, con el lema “conduciendo a conciencia”.Así, luego de un par de temas más que
incluyeron “Seguir viviendo sin tu amor” y “Yo quiero ver un tren”, el
concierto finalizó con “No te alejes tanto de mí”, uno de los pocos hits
radiales que se permitió tener el Flaco a lo largo de su carrera.
Frank Ojstersek, bajista de Spinetta Jade desde el
´80 al ´83, no tocó en el concierto de las Bandas Eternas, pero igual estuvo
presente entre el público, disfrutando de este espectáculo de principio a fin.
Por supuesto fue nombrado por el Flaco, junto al resto de los músicos que
alguna vez lo acompañaron y que no participaron del show. Y él asegura: “Yo le agradezco muchísimo que me haya
nombrado, junto a los otros músicos que no participamos del concierto. Es más,
después que pasó el show, una vez nos encontramos y Spinetta me explicó porque
no había estado yo en el concierto. Sin dudas, él era un tipo muy considerado
hacía las otras personas, y por eso me lo quiso explicar, aunque yo ni le había
preguntado nada al respecto. Él me dijo que Jade era imposible de armar. Es
entendible. Pensá que habían pasado tantos músicos por el grupo que ¿con que
formación hubiese tocado? Se tocaron un par de temas de la etapa de Jade, pero
estaba claro que era imposible hacer una síntesis que diera cuenta de todas las
distintas formaciones que tuvo el grupo. Si hubiese sido por Luis, él hubiese
organizado un show en el que hubiesen estado todos los músicos que lo
acompañaron. Sin embargo, en un comienzo, este proyecto era una cosa aún más
restringida. Al principio, la idea, creo que fue armar solamente los grupos
básicos. Si se hubiese implementado esto, el concierto hubiese durado dos horas
y media. Pero luego todo se fue ampliando, paulatinamente. Imagínate que el
show terminó durando, aproximadamente, cinco horas y veinte…”
Y así fue, e, increíblemente, pasó. El sueño había
terminado, pero viviría por siempre en la memoria popular. Lo que estaba más
que claro era que no habría otro show de las Bandas Eternas, fue una burbuja única
en el tiempo, que alumbró esa fría noche de diciembre de 2009. Con respecto a
esto, Gustavo Spinetta me contó, que, más allá de cualquier especulación, “si Luis aceptó la propuesta de Mangone de hacer ese show,
fue porque estaba claro que era ese Vélez, y chau. Fueron conscientes de esa
idea y no se hizo ningún show más de Las Bandas Eternas, a pesar de que le
llovían las propuestas millonarias luego del éxito de este concierto”
Sin embargo, fue inevitable que poco tiempo
después, y más luego de la muerte de Luis, en febrero de 2012, este concierto
de las Bandas Eternas haya quedado en la mente de muchas personas casi como la
despedida del Flaco, más que una celebración de su carrera y vida. Como si el
músico, desde una sensibilidad intuitiva, lo hubiese organizado porque sabía
que no le quedaba mucho tiempo más. Apreciación que, que no obstante, desmiente
su hermano Gustavo: “Yo sé que ahora,
visto a través del tiempo, ese proyecto parece una despedida. Pero es que
muchas de las últimas cosas que hizo Luis parecen eso. Incluso en
algunas composiciones –como, por ejemplo, el tema ´Canción de amor para Olga´,
de su disco Un Mañana- hay una temática sobre la muerte en sí. Como que Luisintuía algo con respecto a eso… Por eso parece que se hubiera
despedido… (Se emociona) Pero él no quería eso ni en pedo. Luis tenía un
problema en el pulmón, y lo sabía, pero no era de esa gravedad aún”
A pesar de la tristeza por la ausencia del Flaco, quedará
para siempre, en el corazón de todos los que tuvieron la fortuna de asistir a
este concierto histórico, una emoción inenarrable. Por suerte, para el resto,
hubo una caja (editada por primera vez en 2010) que incluye tres DVD y tres CD,
con los 50 temas tocados esa noche, más un libro de fotos, que retratan a los 40
músicos que pisaron el escenario, y que se agotó al poco tiempo.
Afortunadamente, en 2012 se relanzó, incluyendo una edición completamente
rediseñada por el propio artista antes de su muerte. Esta reedición contiene un
libro de fotos y los tres CD con más de cinco horas del concierto.
Sin duda leer lo que pasó esa noche no se asemeja
en nada a la experiencia vivida, pero valga esta retrospectiva como homenaje a
esas bandas que por surgidas de la escena
nacional nos dan la pauta, más allá de cualquier nostalgia, de lo necesaria que
es su pervivencia e inmortalidad.
Innegablemente, el universo spinetteano siempre será,
porque “mañana es mejor”, una galaxia
inmensa de inspiración para los viajes musicales de varias generaciones de
hacedores y amantes del rock argentino pasado, presente y futuro.