domingo, 10 de junio de 2018

SIGUIENDO LOS PASOS DEL MAESTRO, entrevista a Juan del Barrio


Sin lugar a dudas, es uno de los mejores y más versátiles tecladistas argentinos. Desde muy chico se codeó con los más grandes exponentes del rock nacional. Pero esto que escribo acá son tan solo palabras y la más pura verdad se hace presente sólo en la música y es ahí, en ese momento mágico, cuando se destaca Juan del Barrio. En verdad, es un placer escuchar cómo le da vida a una canción. Algo de eso sentí, una vez, cuando lo vi tocar “Himno de mi Corazón” en un programa de televisión, arropando al clásico del gran Miguel Abuelo de su propia esencia musical.

Además de su labor interpretativa y de composición, Juan se destaca por la forma en que enseña a tocar el piano. Sus métodos innovadores -que incluyen la enseñanza de armonía y recursos creativos- se basan en un aprendizaje personalizado que le permite al alumno disfrutar, sin apuros, mientras aprende, algo que muchas veces la enseñanza tradicional nos hace olvidar…

ENTREVISTA> ¿Cuáles fueron tus inicios en la música?
Nadie sabe, a ciencia cierta y demostrable, cuáles fueron los comienzos de mi relación con la música. Desde mi punto de vista, fue durante mi gestación, en el vientre de mi madre, ya que ella era cantante lírica. Mis comienzos como músico aficionado activo, fue a los 9 años, cuando mi padre me regaló una guitarra de Antigua Casa Núñez. Dos años después, incorporé la batería, una gran pasión, y finalmente a los 12, 13 años empecé en el piano.

¿Y por qué elegís el piano como tu instrumento?
Porque en determinado momento en mi casa apareció un piano. Luego fui descubriendo en él, una herramienta muy importante para la composición.

¿Cuál es tu formación?
He estudiado siempre con profesores. He tomado clases de música popular con Rubens (Donvi) Vitale, el papá de Lito. He aprendido composición con Enrique Cipolla, he visto algo de orquestación con Gabriel Senanes, y, por supuesto, toda la auto investigación que hice permanentemente a lo largo de mi vida. Soy un tipo muy curioso, siempre me gustó mucho leer libros y escuchar música. Creo que un músico tiene que escuchar mucha música, porque eso –aunque no tengas formación académica- te puede poner en el mismo lugar de excelencia igual al del que más haya estudiado. Saber música, no necesariamente quiere decir tener una formación académica, así como una formación académica no garantiza que sepas más de música.

¿Cuáles fueron tus influencias musicales durante esos primeros años?
Música clásica, Sandro, Palito, Johnny Tedesco, Javier Solís, José Feliciano, The Beatles, Hermans Hermits, The Monkees, Los Gatos, Conexión Nº 5, La Joven Guardia, Los Iracundos, Serrat, Santana, Creedence Clearwater Revival, Almendra, Manal, Vox Dei

¿Cómo llegas a MIA? ¿Qué recordás de aquella experiencia?
A MIA llegás en un tren que va a Boulogne, pero te bajás en Villa Adelina… (risas) MIA, agrupación de la que fui fundador, fue para mí una plataforma experimental musical que me permitió concretar públicamente mis primeras composiciones y performances, a través de conciertos y discos. Compartí esta nutritiva experiencia con Nono Belvis y Daniel Curto (con quienes venía tocando antes, junto a Ricardo La Civita, y Ricardo Medina), además de Lito Vitale, Liliana Vitale, y el resto de los integrantes de las diversas agrupaciones que conformaban MIA.

¿Y cómo se les ocurrió fundar esa cooperativa?
Básicamente, lo hicimos porque lo necesitábamos y porque fue posible hacerlo. Nuestra necesidad era hacer una música que no encasillara con la de ningún sello discográfico, por lo tanto hicimos nuestro propio sello, en un momento en que no todo el mundo lo hacía. El que nos incentivó mucho en esta veta de la autogestión fue Rubens, el papá de Lito Vitale, que era un tipo tremendamente lucido y visionario. Pero no era un visionario delirante, para nada. Creo que Rubens fue la persona de pensamiento más concreto y pragmático que conocí. Él había tenido la experiencia de hacer teatro independiente, en su juventud. La autogestión era muy habitual en los grupos teatrales, y él trasladó esa experiencia a nuestras necesidades y así hicimos el sello Ciclo 3, el propio estudio y el teatro. En fin, una autogestión con todas las letras.

¿Cómo pensaban la música incluida en los discos de MIA?
Esas eran experiencias colectivas, comunitarias. Por ejemplo, en Transparencias (1976) sacamos a la luz una vertiente instrumental, encabezada por Lito y yo, más el Nono Belvis y Liliana, la hermana de Lito. Íbamos haciendo todo en forma mancomunada, probando diferentes cosas que se nos iban ocurriendo a cada uno de nosotros, creando nuevas cosas a partir de eso. Los resultados eran inesperados, no calculados. En ese tipo de composiciones no estaba para nada previsto como iban a suceder las obras. Esa fue una experiencia sumamente enriquecedora para todos nosotros.

Luego te integras a Sr. Zutano, ¿por qué no pudieron redondear esa experiencia en un disco?
No sé por qué. Fue la primera banda de jazz rock argentina. La integramos Pomo (Héctor Lorenzo), Lito Epumer, Frank Ojstersek y yo. ¡Fue una experiencia muy excitante! Para mí fue un mundo nuevo. Me costó asimilar el jazz, un estilo musical caracterizado por virtuosas performances interpretativas instrumentales, basadas en improvisaciones melódicas sobre armonías previsibles. Yo venía del rock sinfónico, estilo musical que sigo admirando, donde el potencial creativo está puesto en composiciones de cierta complejidad armónica y formal, con pretensiones tímbricas sinfónicas.

¿Cuándo te llama Spinetta para que te integres a Jade?
En el año 1980. Fue la oportunidad de tocar a lo grande con músicos fuera de serie como Pomo, Pedro Aznar, Lito Vitale, Diego Rapoport, Beto Satragni, Frank Ojstersek y nada menos que Spinetta y todo su bagaje artístico, dramático y humano.

¿Cómo fue la grabación de Alma de diamante?
Luis era muy exigente. Ensayábamos mucho tiempo, muchos días, muchas horas. En esa época se grababa más en vivo. Sobregabando y todo eso, pero tocando la mayor parte en vivo. Eso te exigía que tuvieras que rendir al 100% en ese momento, en el estudio. Por lo que tenías que ir más preparado. Lo que más recuerdo de ese disco fue la introducción que hice en el tema “Alma de diamante”. En realidad, ya habíamos grabado todo y yo tenía que sobregrabar las cuerdas y los solos de sintes. Entonces, estaba yo solo en el estudio, mientras todos los demás estaban en el control. Así, mientras Carlos Piris, el técnico de ION, preparaba todo para grabar, yo iba probando cosas, sonidos de cuerdas, etcétera. Así empecé a improvisar una melodía, con el sonido de cuerdas de “Alma de diamante”. Luego me enteré de que Luis le pidió a Carlos que lo grabara y que lo metiera como introducción del tema. Fue algo totalmente espontáneo. Luis tenía esas cosas. En 2009, cuando tocamos en Vélez, en el concierto de Las Bandas Eternas, me gustó mucho poder volver a hacerlo, después de tanto tiempo. Hacer conscientemente, el aporte que antes, sin pensar, le hice al tema…

¿Eras amigo de Luis?
No, nunca fui amigo de Spinetta. Nos veíamos, ocasionalmente, una o dos veces al año. Sin embargo, el vínculo que generé con él fue muy fuerte. Y creo que esto es algo que le pasó a mucha gente que trabajó con él. Creo que Marcelo Torres dijo una vez en un reportaje, que una vez que entrabas al “Universo Spinetta”, era muy difícil salir, porque quedabas en esa orbita. Es muy difícil que te alejes del todo. Por eso, del show de las Bandas Eternas rescato eso, que su invitación hacia mí se haya dado de una forma tan natural como sorpresiva.

Fueron un montón de ensayos, nuevamente…
Sí, como dos meses ensayando, intensamente. Fue muy lindo ver como se preparaba ese mega show, ver a todos los músicos participantes. Fue muy raro, también. Porque yo estuve solo diez minutos en el escenario, pero para armar ese segmento, estuvimos un montón de tiempo igual. Tanto Spinetta como Miguel Abuelo eran personas intensas, que les exigían mucho a sus músicos. Ambos eran personas con las que uno generaba un tipo de vínculo que no se generaba con otras personas. Y a mí me gusta esa intensidad, por más que yo no sea alguien habituado a eso.

En su momento, le tuviste que decir que te ibas de Spinetta Jade…
Más o menos, también se vivieron situaciones de mucho desgaste de todo tipo. No era tan fácil laburar con Luis. Por momentos lo era, por momentos no; por momentos se transformaba en un problema sin solución… (risas) Todos los músicos que hemos tocado con él, salvo algunas excepciones, sabemos que éramos tan indispensables como no, en sus bandas. Spinetta permanentemente estaba reciclando bandas, cambiando músicos… Así que mi ida se dio en un momento que había habido algunos roces, creo que debido más a diferencias energéticas que musicales. Tocar en una banda como Spinetta Jade no era para cualquiera. No lo digo peyorativamente, ¿eh? No alcanza con tocar bien un instrumento o ser buen músico, tenés que tener otro tipo de conexiones también, no solo con él, sino con el resto de los músicos del grupo.

En una entrevista que le hice a Frank Ojstersek, compañero tuyo también en Spinetta Jade, él me dijo que un poco se saturó…
Sí, te quemaba la cabeza. Luis era una persona tan intensa como exigente en el buen sentido. Creo que Spinetta adoptó la música como un camino evolutivo en su vida, y –como él estaba absolutamente entregado a ese camino- no podía correrse ni un milímetro de eso. Él te invitaba a caminar ese camino, pero vos lo tenías que vivir con la misma intensidad. Eso, a veces, generaba algunos desequilibrios, porque, por supuesto, no todos somos Spinetta. Es muy complejo de describir.

¿Qué legado te dejó Luis?
Él era un faro, para mí es el referente más importante de nuestro rock, por conducta artística, compromiso… Creo que él era el músico que mejor hacía las cosas. Él tenía en claro cómo debe moverse alguien tan volado como él, con tanta creatividad, con tanta imaginación; como hace ese artista para vivir la misma vida que vive todo el mundo, el resto de la humanidad.

Después estuviste en Suéter…
Sí. Suéter fue una gran (y mi queridísima) banda de pop, enriquecida y deformada por Miguel Zavaleta, Jorge Minissale, El Fleque Folino, Eduardo Rogatti, Gustavo Donés, Daniel Colombres, José Luis “Sartén” Asaresi, Claudio “Pato” Loza, etcétera.

En los años 2000 volvieron con la formación original, ¿cómo fue eso?
Eso fue muy divertido. Volvimos a partir de un festival retro de los ochenta, organizado por una compañía telefónica en Mar del Plata. Ahí tocaron Los Enanitos Verdes, Los Twist, Virus y Suéter. Nosotros nos habíamos juntado especialmente para tocar en ese show, pero nos divertimos tanto y nos salió tan bien, que apareció una persona que nos consiguió shows y así seguimos. Estuvimos tocando bastante, entre el 2002 y 2007. Simultáneamente, participé de la banda de Hilda Lizarazu, en su disco Gabinetes de curiosidades. Con Suéter también habíamos un terminado un disco tremendo con temas nuevos que sonaban bárbaros, en donde ya habíamos apalabrado a los muchachos del grupo chileno La Ley para que se encargaran de la producción. Pero, lamentablemente, las cosas no llegaron a buen puerto –como ya había pasado otras veces- y ese material quedó perdido en la nebulosa, no llegó a ver la luz. Una pena, realmente, porque le pusimos un montón de laburo, le dedicamos muchas horas en hacerlo.

¿Tuvieron problemas en el seno del grupo?
Digamos que hubo problemas no artísticos, pero que hicieron que fuera imposible grabar otro disco con Suéter. Luego, falleció Gustavo Donés, que era el bajista, un músico de la reputa madre y una persona divina, a la que voy a extrañar toda mi vida. Un tipo maravilloso, con el que compartí un montón de cosas. Y eso también fue un cimbronazo para el grupo, porque Gustavo era el catalizador, el responsable de que las diferentes personalidades que estábamos en el grupo, pudiéramos combinar. Sin él, no fue posible seguir…

¿Cómo llegaste a participar de Los Abuelos de la Nada? Primero te uniste como músico invitado, ¿no?
En realidad, el primero que invitó a participar del grupo fue Cachorro López, cuando volvió al país en 1981, luego de estar un par de años en Ibiza tocando con Miguel Abuelo y otros músicos. Nosotros éramos muy amigos y me contó que en un mes también volvía Miguel e iban a armar un proyecto juntos y me preguntó si quería participar. En ese momento, yo estaba tocando con Spinetta Jade, por lo que le dije que no cuente conmigo. En esa época, si tocabas con Spinetta, no podías tocar con nadie más; porque Luis era muy celoso con eso. Por otro lado, yo le sugerí a Cachorro que usara a Gustavo (Bazterrica) como violero. Se me ocurrió eso porque me juntaba bastante a tocar con el Vasco, informalmente en mi casa, mientras Jade estuvo parado durante la reunión de Almendra, cuando hicieron la gira de presentación del disco El Valle Interior. Así que esa fue mi “no entrada a Los Abuelos”. Por suerte, entró Calamaro como tecladista, quien le dio buenos frutos al grupo. A mí siempre me encantó lo que hacían, me parecía un grupo muy fresco, que hizo una música muy novedosa y alegre en esos últimos años del Proceso Militar y durante la transición hacia la democracia. En fin, pasaron los años, y se fueron a Ibiza, en 1984, a grabar el disco Himno de mi Corazón, que tenía muchos sintetizadores. Por eso, cuando planearon la presentación del álbum, como Andrés no quería estar tan prisionero de reproducir en vivo toda esa paleta inmensa de sonidos, ya que quería tocar piano y cantar, me llamaron a mí. Así que esa fue mi primera incursión en Los Abuelos, como músico invitado. No me costó nada incorporarme al grupo, junto al saxofonista Alfredo Desiata. Es más, si me apurás, te digo que esa época fue la que más disfruté de tocar en vivo. Era increíble tocar con Los Abuelos. Muchas veces me pasó, a lo largo de mi carrera, ser uno de los fundadores de los diferentes grupos en los que estuve, y luego irme y perderme la mejor etapa de las bandas; bueno, acá se dio el caso inverso, y a ellos los agarré en el momento culminante de su mayor éxito. Había mucho laburo, buenos shows, se viajaba mucho, teníamos buenos hoteles… (risas) Mucho público, mucho suceso. Fue una época muy divertida de mi vida.

Lamentablemente, entrás justo cuando se empieza a desmembrar la cosa, ¿no?
Sí. Yo entré en octubre del 84 y en junio del 85, ya sin el Vasco, hacemos los famosos shows en el Opera. Primero habían programado tres conciertos y terminaron siendo como ocho, por el éxito que tuvo el grupo. Fue maravilloso. Estábamos re lookeados, con vestuario de primera, una puesta genial y la banda sonando de la puta madre. Un show muy impactante. Ahora, el grupo, no por divertido podía ser frívolo. Podía ser frívolo, pero también teníamos canciones con letras muy profundas y un frontman espectacular al frente como Miguel, que se comía el show. Había rock and roll, no era solo el “ojito pintado”… Después de esos shows, no toqué más con ellos. Luego estuvo la accidentada presentación que dieron en Vélez, a fines del 85, en donde le tiraron un piedrazo a Miguel, que sería casi el final de la banda, pero allí no estuve.

Después te convoca Miguel como integrante fijo, cuando se fue Calamaro, en lo que fue el grupo que grabaría Cosas mías
Esa ya era otra banda, en la que la participación era más pareja y homogénea entre todos los que estábamos en el grupo. Esa también fue una etapa muy intensa, divertida y muy absurda. Porque íbamos a tocar a Perú, Paraguay, Uruguay; y la gente enloquecía. Pero enloquecía mal, tipo beatlemania… todavía el rock argentino no se había posicionado tanto fuera del país. Entonces, los que dimos los primeros pasos en el exterior fuimos nosotros, junto a GIT, Los Enanitos Verdes y Soda Stereo. Lamentablemente, nosotros no pudimos seguir porque se murió Miguel, pero si no hubiéramos agarrado toda esa ola.

Muchas giras por el norte del país, también…
Sí, porque acá en Buenos Aires no nos daban bola. La gente no estaba dispuesta a aceptar otros Abuelos que no fuera la formación clásica. Pero afuera sí nos aceptaron. Incluso, cuando fuimos en el 87, de gira a Perú con Zas, no les interesó que “Mil Horas”, el tema de Calamaro –que era el más popular del grupo- lo cantara (Marcelo) Choco Fogo, el sobrino de Miguel. La gente allá moría lo mismo con el grupo, no le importaba nada que hubiera otros integrantes. Por supuesto, para nosotros era medio raro, pero en Perú nadie sabía quién era Calamaro… Entonces, mientras estuvieran tocando Los Abuelos, para ellos estaba todo bien. Y lo más absurdo del caso fue que, cuando se murió Miguel, el tipo que nos llevaba a tocar al exterior quiso hacer una gira lo mismo, y que siguiéramos tocando como Los Abuelos de la Nada. Nos quería llevar por toda Latinoamérica y hasta México, etcétera. No le importaba nada… Y nosotros le decíamos que no, tipo “loco, se murió Miguel, ¿entendés?…” ¿Cómo íbamos a seguir sin él, si era su grupo? Y el tipo te decía que afuera no importaba nada eso, mientras nos llamáramos Los Abuelos de la Nada. Una locura total. Por supuesto, yo no fui de la partida, di por terminada mi participación. También había quedado muy shockeado con la muerte de Miguel desde lo afectivo, porque yo lo quería mucho. Además, me afectó mucho que se terminara todo así, tan de repente, luego del tremendo esfuerzo que hicimos porque el grupo siguiera. Mucho tiempo, mucho ensayo y mucha energía, y no pudimos seguir. Una verdadera pena, y una pérdida enorme, porque Miguel era el motor del grupo, el único capaz de amalgamar todas las energías de los demás integrantes. Sin él, no creo que el grupo hubiera funcionado.




¿Cómo era convivir con alguien como Miguel?
Era un artista inquieto, movilizador, alegre, jodón. Que no tenía problemas en hacer lo que se cantaba. Un ser muy especial, una persona que se hizo a sí mismo. Profesionalmente era un tipo muy aplicado, contrariamente a lo que uno podría pensar. Era muy rompebolas, en el buen sentido. Por eso el grupo ensayaba mucho, con él también, por supuesto, no era que Miguel a veces venia y a veces no. Ensayábamos tres veces por semana, de 10 de la mañana hasta las 17. Le dábamos duro, éramos bastante disciplinados, aunque parezca mentira. Miguel era una persona que siempre venía con propuestas nuevas. Era un tipo que era muy consciente de sus limitaciones musicales –no artísticas, porque artísticamente no tenía ninguna limitación, por supuesto-; tenia limitaciones de conocimiento musical, él siempre traía canciones, ideas, con toda la onda, pero no sabía cómo decirle a la banda como había que tocarlos, por eso los temas lo armábamos entre todos. Y él no tenía ningún empacho en que eso sucediera, y no tenía ningún problema en compartir la autoría del tema. Yo compuse con Miguel dos temas: “Rock n´ roll sobre la alfombra” y “Cómo, quién, dónde” y podrían haber sido mucho más. Él sabía compartir y sabía aprovechar el brillo de los demás arriba del escenario, no era un tipo celoso del brillo musical de los demás integrantes del grupo. En vivo, te mandaba al frente como loco, porque él era consciente de que, si brillábamos todos, el brillo iba a ser más intenso. Era un tipo muy inteligente, un tipo que sabía leer la realidad sin ningún problema. Una persona que tenía su centro, tenía la suficiente experiencia de vida como para poder tomar sus propias decisiones, y tener su punto de vista, en cualquier ámbito en el que estuviese.

¿Cómo compusieron esos dos temas juntos?
Yo ya tenía los temas armados, tenía la música hecha y él les puso la letra. Así que calzaron justo con ese momento. Por eso también el disco Cosas mías terminó siendo tan heterogéneo. Estuvieron esos dos temas que traje yo por mi cuenta, hubo temas que trajo Kubero (Díaz) por su cuenta, y temas de Miguel. Posiblemente, si hubiéramos grabado un segundo disco, hubiera sido más homogénea la cosa. De cualquier forma, Cosas mías tiene una riqueza especial. Hay un tema que se llama “Capitán calavera”, que es tremendo. A mí se me pone la piel de gallina, cada vez que lo escucho. “Cosas mías” también es un temazo, muy de Miguel…

Y “Capitán calavera” con una letra un poco premonitoria también, ¿no?
Sí, tal cual…

Vos dijiste en una nota que había como un presagio de que algo iba a pasar. Por ejemplo, en las fotos de los afiches había relojes, él miraba la hora, como si no le quedara mucho tiempo…
Sí, él daba señales no muy específicas, pero sí, que remitían a eso. Así que no sé si él presentía o sabía algo, eso nunca lo supe. Pero que mandaba mensajes, era cierto.

¿Qué balance hacés acerca de las distintas bandas que integraste?
Sin lugar a dudas, lo que queda de una banda es su música, pero ésta es forjada por las vivencias de las personas que integran estas bandas, para quienes guardo en mi corazón un lugar permanente.

Luego del final de Los Abuelos, ¿qué hiciste?
Un poco me rayé. Ya hacía más de 15 años que venía tocando sin parar, pasando de una banda a otra. Fueron años muy intensos, muy lindos, pero a mí me había frustrado mucho la muerte de Miguel. Yo lo quería mucho. Pero, además de todo el dolor que me causó afectivamente, se vino abajo todo lo que habíamos construido como grupo en todos esos años. Me cansé de tanto remarla, este país –como sabemos- es muy difícil, especialmente para los que estamos en la actividad musical – artística, aun siendo consagrados. Como lo pasó a Miguel: un año antes, éxito arrasador con los Opera y demás; y después, otra vez a remarla en dulce de leche… ¿Cómo puede ser? Son cosas absurdas que uno no termina nunca de entender. Entonces, me cansé; no quise más tocar en proyectos en donde las cosas no dependieran de mí. Armé una banda que se llamó Sistema Sensible, con temas que me habían quedado pendientes en Los Abuelos y otros más, y me costó muchísimo hacer las pocas cosas que hicimos. La verdad, me pudrí. Dejé todo y me dediqué a dar clases y hacer música incidental para obras de teatro. Ya llevo armadas cinco obras de teatro a las que le pongo música, junto a un grupo del que formo parte. En resumen, me pasé a otras corrientes artísticas, pero que también tienen que ver con lo mío, con lo que me gusta. Por eso hice shows y, en 1996, un disco de solo piano y dos pianos, que presenté junto a Fernando Aguirre. Aunque también hice, ocasionalmente, música para televisión y publicidades; empecé a buscar otros canales musicales en los que me pudiera expresar mucho más como compositor. Y mi actividad como compositor continúa. Ya tengo listos los demos para un nuevo disco de piano solo, y tengo un listo otro disco de obras sinfónicas, que también está esperando ver la luz.

¿Cómo es para vos componer música incidental?
Componer música incidental es una de las actividades en la que me siento más creativo. Las de las obras de teatro Telarañas (dirigida por Ricardo Bartís), Nada Bueno Dorotea, El Alma Secreta de las Cosas y La Noche (dirigidas por Sergio Dángelo)

Y seguís con la docencia a full…
Sí. Porque eso me permite elegir donde quiero tocar y con quien. En mi caso la música rock fue casi siempre fue un motivo de expresión artística y no un medio de vida. Así fui desarrollando esta labor docente que es mi profesión, me permite vivir, y es sumamente enriquecedora. Trabajo en mi casa, en el estudio, y también en el Instituto Terciario TAMABA, donde doy clases de composición.

¿Qué recordás del trío eléctrico que formaste junto a Malosetti y Pomo?
Sí, tal cual. El debut del Trío Eléctrico fue con Pomo y Javier Malosetti por única vez, en el 2000, 2001. Fue muy difícil mantener esa formación. Pero luego alcanzó su madurez junto a Claudio Eidler (batería) y Daniel Copquin (bajo).

¿Cómo es tu actual Trio Eléctrico?
En la actualidad estoy tocando en 3Eléctrico con Alberto Perrone (guitarra), Claudio Eidler (batería) y Tomás Ferrari (bajo). Tres pibes tremendos, que le ponen toda la onda y lo disfrutamos mucho. En esta última etapa, de 2013 para adelante, estoy a full con el proyecto, hemos sacado un disco a fines de 2016. Sin embargo, es muy difícil tocar, mover la banda. Es tremendamente difícil, porque no sabés que hacer. Es como remar en dulce de leche y sin luz. No sabés si vas para adelante, si vas para atrás o para el costado. No sabés donde tocar, donde difundirlo, en donde mostrarlo. Es indescifrable saber que puerta hay que tocar, así que las golpeo todas, por las dudas… (risas) Por otra parte, la banda no es redituable como para pagarle a una persona de prensa para que lo haga, y difunda lo nuestro, así que tengo que hacerlo yo. Así de difícil es llevar adelante un proyecto musical de esta índole. De todas maneras, lo hago con muchísimo entusiasmo. Nos encanta hacerlo.

¿Cómo hiciste para grabar el disco?
Estuvo hecho a pulmón, todo bancado por mí. Por supuesto, se puedo hacer también gracias a mucha gente que me ayudó. El disco lo grabamos en el estudio de TAMABA, que nos prestaron el lugar con buena onda.

¿En los setenta era más fácil poder hacerlo, difundir este tipo de música, jazzera, sinfónica e instrumental?
Sí y no. Era más difícil, porque había menos público escuchando estas músicas. Éramos muchos menos, en todo sentido. Éramos menos músicos, menos público… Todo era menos cantidad. Por otra parte, al ser una movida underground, había dos o tres canales de difusión, solamente, pero que eran sagrados: la revista Pelo, el Expreso Imaginario, las revistas subtes, y alguna que otra, como la Mutantia. Principalmente, Pelo y el Expreso Imaginario, que eran lectura obligada, todos los meses. Y si no la comprabas vos, la compraba un amigo y te la pasaba. Eran revistas para compartir y leer entre todos, y ahí te enterabas de los recitales, los discos nuevos, los artistas que tenías que escuchar. Eso ya te informaba un montón, sumado a dos o tres programas de radio, en horarios inusuales y marginales… Y había, además, lugares en los que se tocaba. En resumen, si bien todo era más chico, había canales de difusión muy concretos. O sea, no había que tocar todas las puertas, había tres puertas que tocar. En ese sentido, era más fácil. Y a los conciertos de rock, en esa época, iban solo los que eran del palo, punto. Todo eso cambiaría radicalmente, luego de la masificación del rock. Porque crecieron las cosas buenas, pero también las malas. Así, ahora la industria del rock es un universo enorme en el que conviven “la Biblia y el calefón”. No es ni malo ni bueno, es así.


¿Cómo definís la música actual del Trio?
A mí no me gusta mucho decirle jazz, porque algo que no soy es jazzero, por más que conozca y haya estudiado y escuchado mucho jazz. No es un género con el que me sienta muy identificado. Sí tomo toda la parte de fusión del jazz. Lo que a mí me interesa es toda la música instrumental, básicamente. Y dentro de esa música instrumental puede ser que hayan cosas del jazz (más del lado de la fusión) sumado a mucho que me viene del rock sinfónico. Es un rock sinfónico aggiornado a los tiempos que corren, porque al mismo tiempo que he crecido como músico, ha evolucionado la tecnología, y yo como tecladista soy un fanático de los instrumentos virtuales. Me gusta mucho jugar con todo eso, y eso es lo que está plasmado en la música de 3Eléctrico.

Emiliano Acevedo



viernes, 8 de junio de 2018

LA REVELACIÓN DEL NEXO UNIVERSAL, entrevista a Lalo Huber


Nexus es una banda argentina de rock sinfónico progresivo, formada a mediados de la década del 70 por un grupo de adolescentes de Morón, en la Zona Oeste del Gran Buenos Aires. Sin embargo, el grupo recién alcanzaría notoriedad a nivel internacional cuando en 1999 edita su primer álbum. A partir de entonces, Nexus editó siete álbumes más con excelentes críticas y ventas en distintos países de América, Europa y Asia, además de realizar importantes presentaciones en Argentina acompañando a importantes grupos del rock progresivo internacional. Por supuesto, este suceso no fue casual ya que era una clara respuesta a una obra rica en matices y elaboración –tanto en música como letras- que daba cuenta de varios de los tópicos paradigmáticos del rock progresivo de los 70.

Ahora, en este 2018, a más de cuatro décadas de empezar a tocar, Nexus sigue adelante con sus tres miembros originales de siempre –Luis Nakamura (batería), Lalo Huber (teclados) y Carlos Lucena (guitarras)- junto al bajista Jorge Mariño Martínez. Estos son los músicos que llevaron adelante la grabación de su octavo álbum del grupo, y el primero editado en vinilo.


Por eso, para conocer un poco más de la historia de Nexus, entrevisté a su virtuoso tecladista, vocalista y compositor, Lalo Huber, hace un tiempo en un café de Palermo. Lalo, además de ser un músico inquieto y apasionado, es ingeniero electrónico, profesor universitario y trainer coach empresarial; además de un estudioso en saberes filosóficos y metafísicos. Y de todo eso hablamos en esta jugosa nota dedicada a todos los fans del viejo y querido rock progresivo…

ENTREVISTA> ¿Cuáles son tus inicios en la música?
La música marcó toda mi vida. Desde muy chico tengo una gran atracción por ella que no viene de familia, porque mis padres no eran músicos, profesores de música o artistas. Por eso, mi acercamiento a la música es inexplicable. Supongo que tiene que ver con que el espíritu ya trae ciertas tendencias, ¿no? Bueno, desde chico me vi muy atraído por la música, por los instrumentos musicales. Ya en la escuela primaria empecé a tocar la guitarra.

¿Hubo algún disco que te marcara en esa época?
Sí, Tarkus, de Emerson Lake & Palmer. Yo vivía en Morón, y un día escuché esa música “extraña”, saliendo de una casa de un vecino mío, al que yo ni conocía en persona. Así que me paré y me quedé escuchando asombrado, porque no tenía ni la mínima idea de que era eso. Yo estaba acostumbrado a escuchar la música que pasaban por televisión, o los discos de música comercial, tipo Sandro, Palito Ortega. Entonces, toqué el timbre de ese vecino, para preguntarle qué era eso que estaba escuchando, y salió un muchacho, un poco más grande que yo en edad, que se llamaba Alfredo. Él fue el que me hizo escuchar Tarkus y Pictures at an Exhibition. A partir de ahí me empecé a interesar por el órgano y los teclados, movido por mi admiración hacía el trabajo de Keith Emerson. Por supuesto, en esa época, no era nada fácil conseguir un órgano para tocar.

¿Ahí empezás a estudiar piano, órgano?
Empecé a estudiar con un muchacho del barrio que tocaba un órgano Farfisa Fast 4 en una banda. Incluso estudiaba órgano de iglesia, e iba a tocar a la iglesia de Morón. Estudiaba un montón, pero seguía sin tener un órgano propio. Hasta que mi tío materno, Tatu, con gran esfuerzo, me compró uno: un Farfisa Matador. Un modelo que hoy es una verdadera reliquia, y que tendría que haber guardado porque era un instrumento muy poderoso. Luego, en primer año de la escuela secundaria, conocí a Carlos Lucena. Ambos éramos compañeros, y congeniamos enseguida debido a nuestros intereses musicales comunes. Él tocaba la guitarra y ya tenía una banda, junto a un baterista y un bajista. Como yo tocaba teclados, nos conectamos para tocar juntos. Obviamente, fue algo totalmente improvisado, nada profesional…

¿Hacía rato que Carlos venía tocando en ese grupo?
Esa banda estaba muy bien armada, incluso tenían un repertorio, hacían covers de temas de Vox Dei, y de otras bandas. En mi caso, aunque recién empezaba a tocar, aprendí muy rápido porque estaba muy motivado. Por eso, a los pocos meses ya estábamos tocando con el nombre Nexus.

¿El nombre de dónde salió?
Surgió una vez que estábamos con Carlos escuchando el disco Nexus (1974), de Argent, la banda liderada por Rod Argent. Nos gustó mucho ese nombre y lo elegimos para denominar a nuestro grupo porque Nexus significa unión, conexión; y pensamos que representaba muy bien lo que lo que estaba pasando en la banda, en ese momento que recién se estaba armando.

Eran muy pibes aun, ¿ensayaban mucho?
Sí, ensayábamos todos los días. Lo que nos dimos cuenta rápidamente, es que yo tenía una tendencia muy clara hacia la composición, mientras que ellos tenían una inclinación hacía la interpretación. Creo que lo mío con la composición fue casi intuitivo, porque aún en mis primeros tiempos con el teclado, cuando sabía muy poquito de música, ya se me daba por componer algunas cosas. Era una tendencia mía, por crear algo nuevo, por no repetir notas de otros autores. Así, compuse rápidamente una decena de temas, que formaron parte de nuestro primer repertorio, y nos largamos a tocarlo. Sin dudas, éramos un grupo muy particular, porque tocábamos mucho, en cualquier lugar en que surgiera la posibilidad, pero nunca se nos cruzó por la cabeza hacer un proyecto formal, o la idea de ir a buscar un productor, o grabar un disco. Así seguimos durante muchísimo tiempo, durante los 80, hasta los 90, toda una época del grupo en que nos dedicamos solo a tocar.

¿Tocaban mucho por Zona Oeste?
Sí, tocábamos en Ramos Mejía, Morón; pero también en Capital, en festivales de rock, en el Parque de la Ciudad, en zapadas… Incluso, llegamos a tocar en la televisión, varias veces durante los 80, en programas como Badía & Compañía, Cable a Tierra o Feliz Domingo. Durante esos años nos mantuvimos casi siempre con la misma formación, a veces con variaciones en el estilo de los temas, pero siempre dentro de la onda del rock sinfónico. En los 80, también tuvimos una etapa medio “sinfónico-pop”, tipo Simple Minds o Duran Duran, pero sin dejar de lado al rock progresivo, porque siempre nuestras bandas preferidas fueron Yes, Genesis, Emerson Lake & Palmer, King Crimson, Jethro Tull, Rush

DESPERTAR DENTRO DE UN SUEÑO

¿Cuándo se produce el cambio para ahí sí grabar?
Bueno, a principios de los 90, se incorpora a la banda Mariela González como vocalista. Por primera vez, pasábamos a tener una cantante femenina. Antes de eso siempre habíamos sido Carlos y yo los encargados de cantar. Luego, a mediados de los 90, hicimos una renovación total de nuestro repertorio, porque empezamos a componer temas muy elaborados que tenían una mejor calidad. Por eso, en el 95, 96, nos decidimos –por primera vez- a grabar un disco, para que quedara un registro de estas nuevas composiciones. Así, financiándolo a pulmón, en forma independiente, comenzamos todo el proceso de grabación de nuestro disco debut, Detrás del umbral (1999). Ese fue un álbum grabado prácticamente en vivo en el estudio, con la mayor parte de los instrumentos grabados en forma simultánea. Una vez que ya teníamos el material del disco medio preparado, Andrés Valle –el dueño de la disquería especializada Discover y, en ese momento, presidente de la Asociación del Rock Progresivo- escuchó un par de temas y le gustaron mucho. Por eso nos puso en contacto con Alberto Vanasco, un productor argentino que hacía rato vivía en Brasil y se dedicaba al negocio de los discos. Él nos ofreció distribuir nuestro disco a través de Record Runner, su sello. Así, pudimos terminar el disco, que con la distribución de Alberto fue un verdadero éxito. Vendimos un montón de copias, sobre todo en el exterior, ya que tenemos muchos adeptos en Europa, en Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Alemania, España; así como en el Lejano Oriente, en Japón; y últimamente, también nos están editando en Rusia. Gracias a eso empezamos a tener la posibilidad de hacer más cosas.

Nuevos proyectos…
Claro, porque reunimos dinero para hacer el segundo disco, empezamos a viajar, tocamos en festivales de rock progresivo en Brasil, México, EEUU, Chile… También tocamos en Argentina en conciertos de varias bandas de rock progresivo internacional, como Iluvatar, Pendragon, IQ, y Flower Kings. Así pegamos un salto de calidad importante en lo que tenía que ver con nuestra interpretación en los shows. Así, luego del éxito de nuestro primer álbum, decidimos empezar a movernos de forma más comercial, y por eso, en sólo dos años, ya teníamos listo Metanoia (2001), nuestro segundo disco. Con este álbum nos fue mejor que con el primero. Seguramente, porque la gente ya tenía una alta expectativa en lo que íbamos a hacer. De hecho, ese sigue siendo nuestro disco preferido, creo. Por lo menos hasta ahora…

Hasta ahí, todo bien…
Sí, aunque, lamentablemente, la edición de Metanoia coincidió con la crisis argentina del 2001, que fue contemporánea de la caída en forma abrupta de la venta de cds. Hasta ese momento, la venta de cds era bastante importante, pero luego, tanto la crisis económica como la piratería, hicieron que bajaran las ventas. Eso nos empezó a complicar –aunque no nos frenó del todo-, y por eso tardamos casi cinco años en grabar nuestro tercer álbum, Perpetuum Karma (2006). Esta producción no fue tan bien recibida como las anteriores…

¿Por qué?
No sé. Quizás porque su música sea un poco más pesada, mientras que los otros dos habían sido más sinfónicos. Seguramente, la gente ya se había acostumbrado a la voz de Mariela, y en Perpetum Karma ella ya no estaba. Otra vez, como en los comienzos del grupo, en ese disco somos Carlos y yo los encargados de cantar, con la colaboración de Lito Marcello, quien cantó un tema e hizo coros en el resto del álbum. En paralelo a este proyecto, también estuvimos involucrados en distintos proyectos para (el sello) Musea, de Francia; y Colossus, de Finlandia. Ellos se dedican a hacer discos con bandas de todo el mundo, sobre alguna temática conceptual. Justamente, nuestra primera colaboración fue un tema para el disco Odisea, basado en la obra clásica de Homero; y luego participamos en los tres proyectos basados en La Divina Comedia (Infierno, Purgatorio, y Paraíso); otro sobre La Isla del Tesoro; uno sobre las historias de H.P. Lovecraft; y los dos discos dedicados a la obra de Boccacio, el Decamerón.

¿Y cómo sigue la historia del grupo luego de la edición de Perpetuum Karma?
Luego de Perpetuum Karma, pasaron otros seis años hasta que grabamos Aire, pero en el medio hicimos muchos trabajos. Editamos un disco en vivo (Live at Nearfest 2000 ,2002), sacamos un disco en base a zapadas experimentales (Buenos Aires Free Experience, 2007), además de un par de discos solistas, como fue el caso de Carlos (Alma, un proyecto junto a su esposa, la cantante Roxana Truccolo) y el mío (Lost in Kali Yuga, 2009). Se podría decir que el disco de Carlos tiene un estilo más tranquilo, más melódico; mientras que el mío sigue la veta sinfónica, con un sonido más emersoniano…

¿Y por qué decidiste sacar ese material como solista y no dentro del universo de Nexus?
No hay un motivo en particular. Quizás, porque estaba haciendo un material demasiado elaborado para la línea que Nexus quería seguir. Porque Nexus quería hacer una repertorio más contundente, más directo, con canciones más digeribles. Nada que ver con ese material que yo ya tenía compuesto, que no era nada digerible. De hecho, era solamente una sola composición que duraba 50 minutos. Finalmente, esa larga canción, en el disco Kali Yuga la terminé grabando dividida en cuatro partes, con algunos pedazos transformados en canciones individuales. Luego, a principios de 2012, sale Aire, un nuevo disco de Nexus, que fue muy bien recibido. Este disco es bastante más “radiable” que mi material solista, por decirlo de alguna manera. No quiero decir que lo estén pasando en la radio, aunque podrían, porque es un material más accesible, sin dejar de ser sinfónico. 

¿Con la música de qué grupo compararías el material de Aire?
Creo que tiene una alta influencia de la música de la última etapa de los Beatles. Sin embargo, no nos quedamos ahí, ya que luego, en ese mismo 2012, también sacamos Magna Fabulis (que significa “Grandes Historias”), un álbum que es una selección de canciones que habíamos compuesto y grabado anteriormente para los proyectos de Musea y Colossus. Al final quedó un disco bien sinfónico que me encanta. Y ya en 2015 tuvimos listo el material para un nuevo álbum, En el Comienzo del Topos Uranos.

¿Cómo fue para ustedes sacar este, su primer álbum editado en vinilo?
Es el desafío máximo que teníamos con Nexus, desde hace tres años. El vinilo es un formato ideal para un grupo de rock progresivo como el nuestro, porque es sabido que tiene mayor fidelidad, además de tener la ventaja de que -al ser mucho más grande la tapa que en el cd- el arte de las portadas pasa a ser fundamental. Siempre recuerdo que mis comienzos con la música fueron escuchando vinilos, y gran parte de ese ritual de la escucha pasaba por mirar las tapas, leer las letras de las canciones –que, aparte, se leen mejor que en un cd- y demás. Todo eso es valioso, y, además, si realmente el formato vinilo vuelve, éste es un regreso a la industria discográfica, porque el vinilo no se puede bajar, hay que comprarlo. Y es un objeto más tangible, tanto en música como en arte, en dibujo y poesía.

¿Cómo es el estilo de música que incluyeron en este disco?
La música de este nuevo álbum es instrumental. Nuestra idea era volver a la esencia de nuestra música, a nuestros inicios, con temas bien progresivos, a un estilo que creo que aún no habíamos grabado en ninguno de nuestros discos previos. Estamos volviendo a un estilo progresivo más loco, más libre; es como volver a las fuentes. Incluso, el nombre, En el Comienzo del Topos Uranos, trata de resumir esa idea. Básicamente, nuestra música busca excitar emociones, generar emociones variables. Que es distinto a lo que pasa con la música estándar. La música popular se caracteriza porque cada canción es una emoción. Una canción puede ser alegre, triste o melancólica; es un blues o una balada o es romántica o bailable; pero toda la canción es igual. Es como que toda canción en la música popular tiene un único color. Y eso hace que toda la música popular sea más fácil de procesar. En cambio, nuestra música –como la del rock progresivo en general- busca la variación emocional. O sea, un viaje emocional. Similar al que pasaba en la música clásica o con los temas en los álbumes clásicos de Yes o Genesis.

MIRANDO HACIA EL CENTRO

¿Te gustan los grupos del rock neo progresivo, que salieron a partir de los 90?
Te diría que no. Por supuesto que hay bandas muy buenas, que me gustan, porque tocan bien y son prolijas, pero ninguna tiene el nivel de creatividad ni la libertad que había en los 70. Las nuevas bandas tienen un parámetro más limitado, con producciones más mecanizadas, más digitalizadas; como que se perdió esa locura que se liberó en los 70. En esa época se podía hacer lo que se quisiese, porque la música era libre, no había límites de ritmos, ni de influencia. Se podía mezclar música sacra con Bach, o con sinfónico; o también se podía reinterpretar una obra de música clásica pero con un sonido más cercano a un power trio casi heavy, de bajo, sintetizador y batería, como era el caso de ELP.

Desde tu experiencia particular, en la actualidad, ¿se puede vivir de la música, haciendo rock progresivo?
En nuestro caso, prácticamente, vivimos de la música. Pero porque, además de nuestros álbumes y shows, todos los integrantes del grupo hacemos producciones para otras bandas, porque tenemos dos estudios de grabación y muchas otras actividades vinculadas a la música. Todos los integrantes de la banda dan clases de música, composición, armonía y arreglos. Luis Nakamura, nuestro baterista, también tiene unas salas de ensayo y de grabación. Por su parte, Carlos Lucena da clases de producción artística y grabación. Yo, en realidad, tengo otra actividad, ya que soy docente universitario, y también doy muchas capacitaciones en temas empresariales vinculados a la gestión. Esa actividad me gusta tanto como la música, por lo que no la pienso dejar, obviamente.

¿Y cómo combinas ambos mundos?
Antes, durante un tiempo, trabajé y tuve varios cargos gerenciales en distintas empresas. Pero ahora eso lo dejé y estoy dedicado a la capacitación, el coaching. En resumen, hago consultoría part-time, y, el resto de mi tiempo, lo dedico part-time a la música. Carlos Lucena se dedica full-time a la música, Luis Nakamura trabaja también en una empresa química, pero también tiene mucha actividad como baterista sesionista.

¿Y cómo se te ocurrió ir por el lado del coaching y la consultoría empresarial, habiendo cursado Ingeniería?
Sin dudas, Ingeniería es una formación muy poderosa. Cualquier persona que se desarrolle como ingeniero adquiere una capacidad fundamental para desarrollarte en cualquier otra cosa que desee, ya sea investigar, analizar o aprender otras carreras. Por supuesto, empecé mi carrera profesional como ingeniero electrónico. Sin embargo, en los 90, casi al mismo tiempo que empecé a grabar con el grupo, descubrí que mi vocación –además de la música- era la docencia. Así, empiezo a hacer actividades docentes en universidades, en institutos, o por mi cuenta en empresas. Para esto hice un posgrado en Administración Estratégica y otro en Comunicación. Siempre mi actividad docente estuvo dedicada a la parte humana de la gestión empresarial. Últimamente, también me empecé a dedicar a la capacitación individual. Una formación que tiene muchos aspectos vinculados al desarrollo mental, de la inteligencia, la conciencia, la observación, la expresión oral, la comunicación, la oratoria, la imagen… Me dedico a eso en empresas –porque ellas lo necesitan para sus empleados-, pero también con casos particulares de personas que necesitan esto para mejorar su desempeño, ya sea en su trabajo, la vida social, en un negocio, o cualquier otra actividad que quieran emprender. En lo que respecta a mi actividad docente universitaria actual, doy materias en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA), en la Universidad de Rosario, y en la Universidad del Pacifico, de Ecuador.

¿Y, como músico, seguís estudiando en la actualidad?
Ya estudié mucho y distinto, porque, aunque no hice la carrera completa de Concertista de Piano, estudié como cinco años en el Conservatorio de Morón. También estudié órgano, con varios profesores particulares; y estudié canto, guitarra… Dejé de estudiar hace más de 10 años. Actualmente, estoy más abocado en aprovechar lo que ya sé, y sobre todo en composición, porque me gusta mucho componer y me sale rápido.

¿Cómo hizo Nexus para que su núcleo central de integrantes (guitarra, teclados y batería) durara tanto tiempo tocando juntos?
Porque, aunque hemos cambiado de bajista y de voces a lo largo de la historia del grupo, los que integramos ese núcleo -formado por Carlos, Luis y yo- somos amigos de la infancia. Es como si formáramos parte de un matrimonio. Nos peleamos, discutimos, pero todo eso es secundario, ya que cualquier diferencia que tengamos la superamos siempre porque sabemos que no vamos a dejar de tocar juntos. Eso siempre estuvo muy claro.

SONIDOS Y SIGNOS EN EL CIELO

¿Qué teclados son tus preferidos?
Un teclado que siempre me encantó, por sus infinitas posibilidades de programación, es el Korg Prophecy. Actualmente, tengo dos modelos de ese sintetizador, porque para mí es como el Mini Moog, digamos. También tengo un Roland JP-8000, otro teclado muy poderoso con gran calidad de sonido. A mí no me gustan los teclados muy “livianitos” o “digitalitos”. Sin embargo, últimamente, la ingeniería de sonido ha mejorado mucho, y por eso hay un par de teclados digitales que son muy buenos también, como los Nord (el Wave o el Electro), o los Yamaha nuevos, los Motif (el Xs 6 y sus derivados). Estoy pensando en comprarme uno de esos. Durante un tiempo usé un Korg Trinity, pero lo vendí. El que tengo es un Korg R3, un teclado muy chiquito, polifónico y muy programable, que tiene un vocoder. Ahora también estoy usando un Korg PS60, un modelo nuevo pero muy light, que no es un súper teclado pero tiene muy buenos pianos eléctricos. Otro que uso mucho es el Hammond XK-1. Desde siempre, fui un tipo muy estudioso de los sonidos. Además, quizás por ser ingeniero, tengo cierta ventaja con respecto a otros tecladistas, ya que cuando consigo un teclado, lo desarmo, y le busco hasta las últimas posibilidades de combinaciones de sonidos y performance que pueda dar…

¿Te molesta que comparen a los discos de Nexus con el sonido de grupos clásicos como ELP o Crucis?
Mirá, que comparen nuestra música con la de Emerson Lake & Palmer, o Crucis, es más un elogio que otra cosa. Por supuesto, la influencia musical de esos grupos clásicos del rock progresivo, así como las de Yes, King Crimson, Genesis, son innegables y bienvenidas. Lo que sucede es que mucha gente -cuando tiene un grupo preferido al que escucha desde su infancia-, cada vez que escucha un grupo nuevo, que tenga algún sonido o armonía similar, obviamente la va a asociar a lo que ya conoce, aunque este sonido nuevo no sea ni robado, copiado, ni del todo parecido a las de los grupos clásicos. Por supuesto, si nosotros tuviéramos una mayor difusión, en algún momento dejarían de compararnos.

Claro, porque hoy es muy difícil que en radios comerciales pasen temas de grupos progresivos…
Es que los medios masivos necesitan difundir materiales de aceptación masiva, y los materiales que son aceptados por la mayoría de la gente no son los más sofisticados y elaborados. Porque la música masiva, necesariamente, tiene que ser sencilla, ya que toda la gente no tiene tiempo de dedicarse a escuchar entero todo un disco. De cualquier forma, yo soy un convencido de que si el rock sinfónico se difundiese sería aceptado -como lo fue en los 70-, pero no le dan la oportunidad. Lamentablemente, en la radio a la gente le ponen muchísimo reggae, cumbia, y mucha música que la llaman “rock” pero no lo es. Mucha pavada.

¿Y vos cómo definirías la música de Nexus?
Originalmente, el propósito del grupo fue hacer una música sin límites. O sea, todo era bienvenido. Daba lo mismo que un tema durara 8 horas, 20 minutos, o un minuto; siempre que nos gustara y sonara bien. Ahora estamos un poco más orientados hacia un estilo un poco más accesible a la gente. Obligados a lo que es el hoy, en donde la gente quiere cosas un poco más digeribles, más rápidamente compresibles; por eso es como que nos auto limitamos un poco. Eso no es lo que más nos gusta, porque nos encantaría seguir haciendo cosas muy locas, y que la gente se tome todo el tiempo necesario para escucharlas, pero ahora es más difícil que pase… Las influencias en nuestra música son las clásicas, y se ven tema a tema. Hay temas algo emersonianos, con mucho órgano, teclados; algunos pinkfloydianos, con mucho solo de guitarra; otros más genesianos, con guitarras acústicas y mucho arpegio; también hay temas instrumentales, más loquitos; y algunos temas cantados, más sencillos en su elaboración. Por supuesto, en algunos temas los diferentes estilos también aparecen mezclados, a través de nuestro estilo personal.

¿Cómo pensás los discos? ¿Tenés algún concepto pensado de antemano o unís a las diferentes canciones bajo una temática en común?
Mirá, lo primero que va surgiendo es la música. La parte conceptual recién aparece en las letras. En realidad, siempre está flotando en el aire alguna temática. Yo soy muy estudioso de temas espirituales, psicológicos, esotéricos, ocultistas… Por eso, todos los discos giran alrededor de distintas facetas de una temática vinculada al desarrollo del hombre, acerca de la evolución del hombre hacia un nivel superior. Una salida, digamos, de la estupidez y la mediocridad materialista. En Detrás del Umbral, aparece el concepto de puerta, como que detrás de ella hay otra cosa, un mundo distinto; Metanoia, desde su nombre, ya que es una palabra griega que significa “cambio o transformación mental”; Perpetuum Karma habla de la famosa ley del karma, que es el mecanismo básico que está atrás de la evolución: hacés las cosas bien te va bien, las hacés mal te va mal y eso te impulsa a hacerlas bien. Por su parte, el disco Aire ya está un poco más despegado de esa onda, porque no tiene connotaciones espirituales, por eso lo de “aire” por ser un disco un poco más fresco. A lo largo de mi vida me dedicado a estudiar distintas disciplinas filosóficas que estudian al hombre y al mundo, ya sean de origen hindú o chino; taoísmo, kabala, el Cuarto Camino, teosofía, ciencia cristiana, agnosticismo… Estudié e investigué todo lo que pude, mezclándolo, porque aunque tengan terminologías distintas –por venir de épocas e idiomas diferentes-, los conceptos centrales de estas disciplinas son bastante coincidentes, ya que todas hablan acerca del desarrollo humano y hacía donde el hombre tiene que ir. Todas coinciden en que lo que hoy tiene el hombre no es para lo que está pensado.

¿Por qué?
Porque hoy el hombre está inmerso en un proceso intermedio de formación/purgatorio/infierno, cuando está pensado para otra cosa, pero hay que llegar a esa otra cosa, porque no va venir sola, te la tenés que ganar, no es gratis…

¿Qué sería ese lugar?
Esa otra cosa es un estado de mayor felicidad, paz y bienestar, por sobre lo que el mundo material te permite. En el mundo material es imposible alcanzar ese estado de bienestar y paz, por los problemas que hay, por los riesgos del mundo, y la propia estupidez individual. Sin embargo, todas esas doctrinas que te nombré coinciden en la idea de que todo eso se puede evitar, pero hay que seguir un camino de purificación, perfeccionamiento, aprendizaje, de cambio mental. Un camino de limpieza de errores pasados, o de limpieza del karma. Un camino de iluminación, o de santidad, según el cristianismo. Esa es una visión que hoy comparte mucha gente, obviamente, pero no la mayoría. La mayor parte de la gente –en el mundo materialista actual- cree que la vida es esto, por eso hay que aprovecharla del mejor modo, y que hay que conseguir la mayor cantidad de objetos posibles, que cuando se mueran se los van a tener que meter en el orto… (risas) Pero, bueno…

Es como Amused to Death, el título del disco de Roger Waters: “Entretenido hasta la muerte”…
Sí. O entretenido, y enojado, hasta la muerte… En resumen, todas nuestras letras, discos, etc.; –directa o indirectamente- hablan de esta idea: de la mejora, la salida, la búsqueda, el cambio, la evolución, el despertar… Distintas palabras para una misma idea.

¿Qué música te gusta escuchar ahora?
No estoy escuchando nada en mi casa, solamente en el auto llevo discos de los Beatles y de música clásica. Eso es lo único que escucho, y lo escucho en el auto porque allí no puedo hacer otra cosa. Cuando estoy en casa, y tengo un tiempo libre, siempre opto por tocar mi piano acústico. Siempre estoy armando o perfeccionando alguna composición en él.

¿Qué canción de otro te hubiese gustado hacer vos?
“Eruption”, la canción larga que ocupaba todo el lado uno de Tarkus, de ELP. Ese o “Variations on Blues”, de Pictures at an Exhibition. Dos temas de órgano de Emerson, porque mi forma de tocar se asemeja un poco a eso.

Hablame de tus proyectos…
Ya estamos craneando el material de lo que va a ser nuestro nuevo álbum, vamos de a poco, tranquilos. En paralelo, estoy haciendo un segundo disco solista. Ya tengo armadas 30 canciones, progresivas. Ya lo tengo casi todo hecho, me falta grabarlo. Va a ser una onda beatle, pero bien progresivo. Carlos también está pensando en hacer otro disco solista… Obviamente, nos ayudamos entre todos.

¿Cómo es tu libro y de qué manera se relaciona con la música de Nexus?
El libro propone métodos y técnicas para desarrollarnos como personas, para funcionar mejor, para pensar con más claridad, para controlar más los estados emocionales que nos descontrolan y nos hacen meter la pata en diversas situaciones. Lograr mayor nivel de autodominio, de identidad, de disciplina. Básicamente, es como domar los pensamientos y los sentimientos para poder transformarnos en personas más efectivas, para poder lograr las metas que cada uno desee. Habla de técnicas para mejorar el funcionamiento del cerebro, ser más efectivo, más rápido. Se podría decir que también tiene que ver con las temáticas de Nexus. Por ejemplo, Detrás del Umbral, el nombre de nuestro cd habla de que hay otra posibilidad, detrás de todo lo que vemos. Una posibilidad de ser mejores, de desarrollarnos más o de un mundo mejor. Un mundo mejor a partir de una mejora del ser humano, porque si no sería imposible. Lo mismo el disco Metanoia, más que nada. De hecho, el libro tiene un capitulo que habla sobre metanoia, sobre que engloba este concepto, que, como dije antes, es concretamente una palabra en griego que significa “transformación mental”. Como que el aprendizaje común que conocemos, cuando alguien aprende algo, a pesar de ser transformaciones mentales, son menores. Se adquiere información, pero no hay un cambio estructural en la mente y en el cerebro. Ahora, cuando el cambio es estructural, por ejemplo, una persona que abandona el delito, de un día a la noche, porque le hizo clic la cabeza y se dio cuenta de que no podía seguir esa vida; bueno, eso es una metanoia. Un cambio mental drástico. Es como pasar de hacer toda la vida A a hacer B, un cambio superador. Perpetum Karma también, porque habla de estos mismos temas, y título del disco hace referencia al fenómeno del Karma, cuando nuestras malas conductas, malos pensamientos y malas acciones, se transforman en malos resultados para nosotros mismos. Y, lamentablemente, mucha gente esto no lo sabe, entonces, atribuye todos sus resultados negativos a otras cosas. Ejemplo: “Me va mal, pero yo no tengo nada que ver con esto.” Lamentablemente, esas personas no pueden salir de ese círculo, porque generan malas conductas o palabras negativas, destructivas o agresivas; y después reciben los resultados, que esta famosa ley del karma. Si la persona al recibir estos resultados, tiene la claridad, para darse cuenta de que son culpa suya, ahí tiene la posibilidad de corregirlos. Pero si no sacan esa conclusión, y piensan que todos los problemas que tienen en la vida son culpa de otras personas, o de sus padres, o del gobierno, o del jefe, o de quien sea; esa persona queda paralizada, no puede resolver nada, porque piensa que todos sus problemas no se deben a él, cuando en realidad sí se deben. Aire tiene que ver con “un nuevo aire”. Este, si bien es un disco algo más “suave”, orientado a canciones, también mantiene una búsqueda filosófica. Por ejemplo, hay una canción (“Rey de piedra”) que habla sobre la corrupción en el ser humano, u otra (“La explicación”) que tiene que ver con la búsqueda de una explicación a todo lo que sucede y demás. En sí, nuestra búsqueda musical es generar emociones variables en los oyentes, o sea, el viaje emocional.


¿Qué opinas del estado actual del rock como género?
El rock está vivo como nunca, y hay infinidad de expresiones artísticas en el mundo que son espectaculares, para todos los gustos. El gran problema no son los músicos ni el rock sino el marketing. De los millones de expresiones musicales que hay en el mundo, los canales masivos solo dejan pasar 0,01%. Por eso, obviamente, que –como siempre se dice- el rock “está muerto”, porque lo que te muestran es nada de lo que hay. Ahora, si uno tiene un poquito de curiosidad, y navega por la web, en spotify o en YouTube mismo, va a encontrar un montón de cosas que son fantásticas. Cosas de todos los estilos y gustos: rock moderno, antiguo, zapado, fusionado, psicodélico… o sea, hay más música que la hubo nunca en la historia. Quizás, sí, hay una debilidad que es que no haya obras maestras, súper mega producciones, como las de los 70, llámese Tarkus, Relayer o Close o the Edge. Hoy no hay disco que esté a esa altura, pero sí hay varios a mucha altura y con muchísimo nivel. El gran problema es que el público masivo no lo puede escuchar. Porque no están en la radio, ni en la televisión, no están en ningún canal masivo ni en un Festival de rock de los grandes. Es música que no está apoyada por los que manejan el negocio, y por una simple razón: los que manejan el negocio se han focalizado en el dinero, y el dinero está asociado a la masividad. Y la masividad está asociada a la simplicidad, porque la mente de la mayoría de la gente busca la simplicidad, la rapidez, lo sencillo. Es claro, la gran mayoría de las personas no son melómanos, exigentes, ni especialistas en escuchar determinadas músicas, no buscan el detalle. Simplemente, ponen una música determinada, piensan, “me gusta” - “no me gusta”, y chau. No la analizan. Entonces, esa ecuación hizo que todos los grandes inversores pongan todos los capitales en la música masiva, que nunca puede ser excesivamente creativa, porque tiene que seguir determinaos parámetros, de los que no se puede correr. El rock progresivo, como cualquier género musical elaborado, necesita una atención mayor, una escucha atenta, un fanatismo mayor, pero no la pueden escuchar en ningún canal de difusión masivo, porque no lo pasan. Yo soy un convencido de que el rock progresivo inspira la creatividad y despierta la mente; la música estándar no, duerme a la gente y la hace querer más, es como un vicio. Te ponen un ritmito que primero no te gusta, después te empieza a gustar, y después te empieza a gustar tanto que pedís más y más. Y siempre igual, y no quiero otro. Es como que te dejan en un lugar medio atrofiado. En cambio el rock progresivo no, porque te muestra todo, es un abanico enorme de ideas, melodías, ritmos, sonidos, estilos…

¿Esta situación puede cambiar a futuro?
Es muy limitada la posibilidad de que pase eso, de que cambie este status quo. Lo que sí es que en la actualidad, a diferencia de los 70, cualquiera puede grabar. Hoy cualquier persona, en su casa, puede hacer un disco y publicarlo. Y por eso hay tanto material disponible. Ese material no llega, en la mayoría de los casos, a los canales masivos de difusión, pero está. Eso trae una esperanza de que los artistas geniales que andan por ahí estén presentes, aunque sea en la web. Pero de ahí a que sean masivos eso requiere un cambio cultural enorme, y no sé, realmente, que podría generar eso. No creo que a esta altura las compañías se decidan a invertir para posicionar música de vanguardia. Por eso el cambio tiene que venir por exigencia de la gente. Y este cambio “democratizador” que hace que ahora sea mucho más accesible el poder tocar o grabar tu propio material, quizás, en algún momento puede llevar a que el público pida escuchar otra cosa más allá del mainstream. Esto es algo que no veía hace un par de años, y ahora empiezo a notar, escuchar a grupos de chicos jóvenes queriendo hacer música progresiva, psicodélica, distinto al mainstream. Por ahí, si este movimiento insipiente se sigue desarrollando, en algún momento haga que las mega corporaciones de la industria musical cambien el paradigma y empiecen a invertir en música de mejor calidad. Entonces, lo que nos puede salvar, creo, es un cambio cultural generalizado, que el público, de repente, diga basta y pida algo nuevo, no una estandarización diferente, si no expresiones libres de verdad. Ojalá suceda…

Emiliano Acevedo