viernes, 26 de mayo de 2017

KNNILLSSONN, de Harry Nilsson: Un álbum bello e inusual…


Harry Nilsson (1941-1994), talentoso cantautor y pianista estadounidense, en 1977 editó KNNILLSSONN, una producción muy elaborada de pop de calidad, que sería una rara avis dentro de su carrera musical. Este álbum, último editado por Nilsson en RCA, fue casi ignorado por tener un sonido que anticipaba la onda etérea del new age, y una estética que estaba a años luz del punk, la música disco y la new wave; los estilos que empezaban a dominar los charts a fines de 70. 


Otro hecho que precipitó el fracaso comercial de KNNILLSSONN fue la poca atención –en términos de promoción y difusión- que le dio una RCA todavía shockeada por la repentina muerte de Elvis Presley, el principal artista de su catálogo. Quizás por eso no muchos se percataron que KNNILLSONN contaba con un repertorio de excelentes canciones, todas compuestas por Nilsson –otro hecho inédito en su carrera- , además de haber sido grabado a todo lujo en Inglaterra, acompañado por unos arreglos de cuerdas imponentes.


En KNNILLSSONN no había guitarras eléctricas, no había piano y no había instrumentos de vientos. La totalidad de la instrumentación del álbum provenía de una multitud de cuerdas, junto a bajos muy al frente y muchas percusiones. Todos estos instrumentos le daban un sonido muy especial a esta producción, inusual dentro del mundo del pop. Un disco que comenzaba con “All I Think About is You”, una soberbia balada, con una letra melancólica  –al estilo del tango “Nada”-, en la que el personaje protagonista de la letra de la canción busca infructuosamente reencontrarse con un amor del pasado, yendo a su casa. Sin dudas, ésta era una de las mejores canciones de amor que grabó Nilsson en toda su carrera, junto con su recordada versión del súper hit "Without You", en 1971. “I Never Thought I´d Get This Lonely”, era un tema jazzy con un sonido de chanson francesa, que contenía arreglos de cuerdas pizzicato y percusiones muy bien ensambladas; además de incluir una interpretación del clásico canturreado onomatopéyico nilssoniano. “Who Done it?” era una canción humorística con una letra inspirada en las clásicas novelas de suspenso de Agatha Christie. El cuarto tema del disco, “Lean on Me”, con su ensamble de cuerdas y mucho eco, se emparentaba con las producciones de Phil Spector y su famoso Wall of Sound. Por el contrario, “Goin´Down” era un tema menor, aunque también incluía una impecable instrumentación. “Old Bones” era otra canción simplona, pero con  algunas reminiscencias beatles. 


Como muchos sabrán, Harry Nilsson siempre fue un gran admirador de la banda de Liverpool, por eso grabó varios covers de los Beatles a lo largo de su carrera, e incluso se hizo amigo de ellos. Por ejemplo, John Lennon, con quien Harry compartió el famoso Fin de Semana Perdido, cuando –durante un año y medio- John estuvo separado de Yoko Ono y se mudó a California. Allí, Lennon le produjo a Nilsson Pussycats (1974), un  disco bastante interesante aunque irregular. Por su parte, Nilsson colaboró con Lennon en Wall and Bridges (1974), haciendo coros en la canción "Old Dirty Road". Además, Nilsson fue muy amigo también de Ringo Starr, quien fue el padrino de casamiento de Harry.


Volviendo a KNNILLSSONN, en “Sweet Surrender”  la cosa se ponía bastante funky, con una pegajosa melodía, que Nilsson cantaba con mucho swing. “Blanket for a Sail” era un tema con estética infantil, cuyas regalías, posteriormente, serian donadas por Nilsson a una asociación pediátrica de lucha contra el sida. Curiosamente, esta última canción tenía un compás en 6/8, un ritmo poco común dentro del pop, un género dominado por el clásico 4/4. “Laughin´ Man” era otra canción optimista con múltiples  pistas de voz, poniéndole mucho énfasis al ritmo, como si la propia voz del cantante fuera motor de una danza. Finalmente,  cerraba el álbum la bella y conmovedora “Perfect Day”, que empezaba con un sutil arpegio de guitarra de doce cuerdas, doblado por el acompañamiento de otra guitarra de seis cuerdas. Este sonido tan delicado daba el marco ideal para la entrada de la extraordinaria voz de Harry, quien era acompañado por un coro de niños de la St.Paul Cathedral y la vocalista Mara Gibbs. Esta canción –también en 6/8, y luego incluida en la banda sonora del film All That Jazz, de  Bob Fosse- era como un lento adiós, dulce y tierno; y, como decía  la letra: "(...) la perfecta forma de terminar el día perfecto…”.


Como decíamos al principio, con la edición  este disco Harry Nilsson terminaba su larga  ligazón con la RCA, en la que editó nada menos que 16 álbumes, desde su debut en 1967. Luego de esta etapa, y hasta su muerte, Nilsson completaría la grabación de solo un álbum más –no editado en EEUU-, compuso el tema principal de la banda sonora de la película Popeye (1980) y algún que otro single, espaciando paulatinamente su producción, a través de los años. Quizás, un retiro progresivo precipitado por un par de fracasos discográficos como éste de KNNILLSSONN, así como por el horror provocado por el asesinato de su amigo John Lennon, un hecho que llevó a Nilsson a promover campañas para concientizar en contra del uso indiscriminado de las armas de fuego. Además, imitando a John, Nilsson también se dedicó por entero a su familia, abandonando la histeria del show business, para dedicar su tiempo a la crianza de sus muchos hijos, hasta su muerte súbita, en 1994, producida por un ataque cardíaco masivo causado por la diabetes, justo cuando estaba planeando la grabación de un álbum de regreso. Sin dudas, una pérdida irreparable, pero aún nos queda su obra, con esos discos plagados de canciones propias e inmortales interpretaciones de temas de otros autores. Sin dudas, con Nilsson se da el caso de un artista no masivo, pero con una discografía inusual, bella, ecléctica, y muy recomendable.


Emiliano Acevedo


miércoles, 24 de mayo de 2017

SU PIANO COMO SANTO REMEDIO, entrevista a Adrián Iaies.



Decir que Adrián Iaies es uno de los más talentosos pianistas de la música popular argentina no es una novedad para casi nadie. Pero nos quedaríamos cortos si resumimos su actividad musical solo con esa mención, porque en la figura de Iaies se conjugan muchas variantes: músico virtuoso, sí, hábil arreglador, productor y compositor, también; pero, y no menos importante, un gran promotor y difusor del jazz (tanto por su labor como director del Festival de Jazz de Buenos Aires, así como su trayectoria al frente de un sello discográfico dedicado al género); y todo eso sin hacer referencia a su labor como director musical –compositor- de bandas sonoras de filmes –como ocurrió en Mi Primera Boda, protagonizada por Natalia Oreiro y Daniel Hendler, en donde el propio Iaies hace un breve cameo junto a su piano-… Un melómano, investigador, docente musical; pero, además, otra cosa que siempre hizo Iaies fue acercar al jazz a otros géneros de la música popular –llámese rock, tango, folklore o compositores populares-, haciendo versiones (en clave jazzera) de decenas de esas viejos clásicos, que conocemos todos, y con los que este músico creció, escuchándolos; como para reafirmar que el jazz no es una música de una elite, sino un género tan accesible como cualquier otro. Y en eso está el hombre, en medio de sus jóvenes 56 años, con una actividad profesional febril, incansable, que no se detiene ni un minuto: grabando discos, tocando en vivo, produciendo eventos, enseñando en talleres de perfeccionamiento docente o dando clínicas; siempre adelante, con las mismas ganas y el tesón que tuvo desde ese primer momento en que, siendo niño, su madre lo sentó frente a las teclas de su piano…

ENTREVISTA: ¿Cómo se da tu acercamiento a la música, y porque elegiste al piano como tu instrumento?
Elegí el piano porque mi vieja es pianista, por lo que era bastante natural que eligiera este instrumento ya que desde siempre hubo un piano en mi casa; y por eso tenía un contacto cotidiano –y hasta obligado- con la música. También, en mi casa había un ambiente muy musical: mi viejo era tanguero, y le mucho gustaba bailar tango, era bastante milonguero; y mi vieja tenía una formación de música clásica, había sido concertista, por lo cual no había ninguna posibilidad de que yo zafara del piano; y luego, la verdad, nunca hubo en mí ningún tipo de interés por otro instrumento que no fuera el mismo piano.

Y con relación a esto, ¿por qué afirmas que vos no elegiste la música, si no que ésta te eligió a vos?
Bueno, es una forma de decir. No elegí a la música porque, cuando me quise acordar, ya era músico. Yo nunca tuve dudas de eso, pero es porque a mí me sentaron desde muy chiquito al piano -cuando apenas tenía cuatro años-, y me obligaban a estudiar la única música que había para estudiar en ese momento que era la música clásica. De cualquier forma, yo creo que mi vieja hizo bien, porque la única manera en que se puede hacer que un chico estudie música –si se cree que tiene condiciones-, es obligándolo a hacerlo, e insistirle; porque si no va a ser muy difícil que un chico se siente voluntariamente al piano a estudiar, superando algo que, incluso, físicamente le cuesta, porque para la manito de un chico de cuatro años es toda una complicación pulsar las teclas.

Y a partir de esos tempranos tiempos de descubrimientos musicales hasta la actualidad, ¿cuáles son tus máximas influencias, tus referentes, los artistas que más admiras?
En su gran mayoría, son músicos de jazz, especialmente pianistas; no puedo dejar de mencionar a Bill Evans, quien –prácticamente- fue la primera música de jazz que yo escuché. Más precisamente, un disco del trío de Bill Evans (At the Town Hall, 1966), que escuché, justamente, en la casa de mi maestro Manolo Juárez. Bueno, Manolo también ha sido una gran influencia para mí, porque es un músico que siempre tuvo el mismo tipo de compromiso con la música llamada académica (o erudita) que con la música popular. Admiro mucho también a John Lewis, que fue otro gran pianista –tocó en el Modern Jazz Quartet-, y lo considero una gran referencia musical; como así también, por supuesto, a Miles Davis, Bud Powell, Thelonious Monk, y, obviamente, (Duke) Ellington... La verdad, tuve muchos referentes musicales en el jazz, y luego, como mi adolescencia transcurrió en forma casi paralela con los primeros tiempos del rock nacional, yo fui muy fan de Charly García, de ir a sus conciertos, desde la primera época de Sui Generis y luego también con La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Giran; y también tuve la suerte de ver varias veces tocar en vivo a Piazzolla, experiencias, ambas, que inevitablemente también me han marcado... 


¿Cuál es para vos la diferencia entre hacer una banda sonora y un disco original? ¿Cómo Pensás ambos proyectos?
Para mí, no tienen ninguna relación. En sí, los discos tienen una vida autónoma, tienen que funcionar por sí mismos, yo pienso (y trato) a mis discos como proyectos que deben tener una cierta homogeneidad, una idea conceptual, incluso en cuanto a las formaciones (instrumentales), ya que no suelo hacer discos en los que haya varias formaciones diferentes; por eso, a lo largo de cada uno de ellos hay una formación única, ya sea un disco de cuarteto, trío, un dúo, o solo piano, según la ocasión. La banda sonora es otra cosa, ya que es algo que tiene que funcionar como apoyo de algo que es prioritario: la imagen; o sea, que cada banda sonora tiene que ayudar o, incluso, potenciar lo visual; por eso, a veces, consiste en casi un silencio con algún sonido en algún lado. Lo que yo tengo bien en claro es que, en una banda sonora, la música no puede distraer al espectador de lo que está viendo, ¿no?

Y con relación a los covers, ¿de qué manera pensás los que realizas, y cuál es la diferencia para vos entre componer un tema propio y realizar un arreglo para una canción de otro?
En realidad, yo no hago “covers”, lo que yo hago es tomar una canción e imprimirle mi propia identidad; en cambio, el cover es interpretar una música de la forma más parecida a la versión original. El cover es un concepto del rock, y no tiene demasiado que ver con el jazz. La diferencia entre componer mi propia música o de trabajar sobre una composición de otra persona es que cuando vos compones tu propia música estás tocando algo que nadie conoce hasta que vos lo tocás, es algo tuyo y no tiene otra versión alternativa más que la tuya, con lo cual, tenés una preocupación menos; en cambio, cuando vos tocás algo que no te pertenece, tiene sentido que toques esa música si crees que podés aportarle algo tuyo, si no es así es preferible dejarla. Por eso, por ejemplo, si yo voy a grabar, o a tocar, “Pannomica” (de Monk), o la “Zamba de Lozano” –como hicimos, en ambos casos, con Roxana Amed-, o hacer “Cuando Ya me Empiece a Quedar Solo” –como hice en el disco de solo piano Esa Sonrisa es un Santo Remedio-, eso tiene sentido hacerlo si yo voy a hacer algo diferente a la versión original, a aportarle algo mío; sino no tiene sentido, sería como tirar agua en el mar...

Hablando de versiones, ¿qué canción de otro artista te hubiese gustado componer a vos?
La verdad, muchísimas: “Cuando Ya me Empiece a Quedar Solo” y “Viernes 3 AM”, ambas de Charly García; “Upper Manhattan Medical Group”, un tema increíble de Billy Strayhorn -que es otro de mis compositores preferidos, y algo así como el alter ego de Ellington-; “Ruby My Dear” de Monk, toda la música de Duke Ellington... En fin, sería una lista interminable de temas. Toda la música que yo toco son temas que adoro y que me hubiese haberlos hecho yo...

¿Cuál es la diferencia que encontrás entre grabar versiones de Fito, Charly, Spinetta, Divididos o un tango de Cobián?
Ninguna diferencia, todas son músicas que me gustan; lo que sí, trato siempre de que mis versiones no se conviertan en una caricatura (del original). No se trata de tocar, por ejemplo, un tema de Divididos, o de Cobián, y llevarlos al ritmo de jazz; se trata de construir una historia diferente, y que muestre tu identidad como músico acerca de ese material que a vos te gusta. Hay que tener un gran respeto por los compositores originales, por eso yo nunca hago versiones de taquito, no es que agarro cualquier tema y lo grabo, es una labor que lo hago a conciencia, trabajo mucho cada tema, lo estudio, lo toco, lo escucho... Y, una vez que lo terminé, me fijo si realmente le estoy aportando algo o no; por eso, me ha pasado el tener que descartar muchísimos temas, en los cuales venía trabajando, ya les había escrito el arreglo, los estaba ensayando, e, incluso, ya había llegado a tocar en vivo, y ahí, en el vivo, recién me di cuenta de que no tenía ningún sentido insistir con eso...

¿Cómo fue para vos el desafío de grabar composiciones de Astor Piazzolla?
Con su música, la verdad es que yo no siento ningún desafío mayor al que siento cuando grabo otras músicas de otros compositores, porque básicamente elijo música que me gusta. Lo que sí he tenido en cuenta con Piazzolla es el hecho de que buena parte de la música que él escribió yo no creo que pueda ser compatible a mi idea de cómo trabajar una versión de manera diferente, porque me parece que mucha de su música, Piazzolla la pensó para ser tocada tal cual él la escribió; porque, en sí Piazzolla no era un compositor de música popular sino contemporánea, y un orquestador; por eso, su música necesita que, no sólo uno toque sus temas de la manera que él escribió la música, sino que también es necesario tocarlos con los arreglos que él puso ahí.

¿Cómo se origina tu dúo con Roxana Amed, y cuál es tu balance del mismo?
Con Roxana somos amigos y nos conocemos hace bastante. En sí, este proyecto arranca cuando ella me invitó a grabar en su disco Entre Mundos. Ahí, grabamos como dúo en el tema que da nombre al álbum. Ese tema lo grabamos en la casa de Pedro Aznar, quien era el productor de Entre Mundos; y luego, yo la invité a ella a grabar en con Horacio Fumero; allí ella cantó “La Colina de la Vida”, el tema de León Gieco. Así, comenzaron a sucederse invitaciones entre nosotros dos, ella me invitó a acompañarla en vivo en algunos conciertos suyos; luego, yo la invité cuando presenté mi disco Esa Sonrisa es un Santo Remedio, y también para que me acompañe en Café Vinilo –ahí, todos los años yo hago un ciclo de jazz, porque siempre me dan unas fechas para que haga lo que quiera-, y como ese dúo que hicimos en Café Vinilo funcionó, de ahí sale la idea de hacer un disco. El balance que puedo hacer de esta experiencia es muy bueno, como pasa siempre que te juntas con alguien talentoso, que tiene algo para decir, y también una persona interesante y que es solidaria en el escenario, como es el caso de Roxana. Por eso, es una experiencia súper buena el tocar con ella, y algo que disfruté, disfruto, y disfrutare cuando ocurra, ya sea en concierto o en disco, o, incluso, escuchando el disco, una vez grabado... 


¿Cómo fue la experiencia de grabar, en vivo, Cuando la Lluvia Dejó de Ser Sagrada?
Bueno, en realidad, ese no fue el primer disco que grabo en vivo. Ya hice varios discos en vivo, porque me gusta muchísimo tocar en vivo, soy un tipo muy poco fóbico en el escenario, disfruto mucho tocar, me gusta el contacto con la gente, me gusta tocar en lugares chicos donde la gente puede tomar algo mientras escucha mi música; por lo tanto, grabar en vivo siempre es una muy buena experiencia para mí. También, así como me gusta grabarlos, también me gusta mucho escuchar discos en vivo, soy un gran consumidor de álbumes de este tipo, que, por otro lado, en el jazz constituyen una tradición mayor a la de cualquier otro género musical, ya que, obviamente, en el jazz la música sucede en el escenario de un modo muy diferente a lo que ocurre en un estudio, porque el contacto con el público -para los artistas de jazz- siempre constituye una gran influencia. Este último disco, al que te referís, la experiencia fue buenísima, y, además, lo hicimos en forma conjunta con la gente del Café Vinilo, quienes son amigos y muy buenos productores discográficos. Por ejemplo, el trabajo de Cheche Ordóñez –el dueño del Café-, fue sensacional, ya que se ocupó de todo lo referente a la producción del disco de manera brillante, y así yo pude tocar tranquilo sin tener que preocuparme por nada; la verdad, lo suyo fue un mérito, porque, por el contrario, en las grabaciones de mis discos yo soy mi propio productor. En verdad, he trabajado con otros productores, sólo en algunos discos, y Cheche, sin dudas, está a la altura de cualquiera de ellos, incluso los mejores, con los que grabé en el extranjero.

¿Cuál es la historia detrás del vals que le dedicaste a Beatriz Sarlo?
Bueno, yo admiro mucho a Beatriz Sarlo, leo todo lo que ella escribe, y coincido con sus opiniones. Obviamente, mis lecturas sobre su obra vienen de hace tiempo, y no de ahora, cuando se ha armado –recientemente- tal revuelo mediático sobre su figura con el tema del programa 6, 7 ,8 y demás; y, por otro lado, Beatriz es una melómana y una jazzera, le gusta mucho el jazz, le gustan muchos pianistas de jazz; en sí, conoce bastante sobre el género –tanto ella como su marido, el cineasta Rafael Filipelli-. Por eso, una vez que me vino a escuchar, hablamos, y yo le dije: “Te voy a escribir un tema”; entonces, me contesta “bueno, dedícame algo que sea como “Waltz for Debbie” (un famoso vals de Bill Evans)” Y así fue que me salió este “Waltz for Beatriz”, que quedó precioso, y que a ella -cuando lo escuchó- la hizo emocionar hasta la lágrimas...

¿Cómo es la experiencia de estar al frente de un sello discográfico y organizar festivales de jazz?
Para mí el organizar un festival siempre es una experiencia muy enriquecedora, porque yo soy una persona a la que siempre le gusta hacer cosas de producción además del trabajo más artesanal relacionado al hecho de componer música. Siempre me ha interesado producir discos, organizar eventos, incluso, he sido manager de mi propia carrera durante bastante tiempo, o sea que conozco un poco como funciona el negocio. Es un lindo desafío, pero también son cosas diferentes. En lo que respecta a lo del sello discográfico, que es lo que hice en EMI Odeón, con el subsello S´ Jazz -que era un proyecto mío-, llegué a ese proyecto cuando ya era artista de la compañía; bueno, esa actividad es muy distinta a la de organizar un festival, que es un festival público –organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad-, que se hace con dinero del estado, y en donde uno tiene que tener ciertos cuidados en el sentido que necesariamente –más allá de que, al igual que en el sello discográfico, uno como director artístico tiene la de seleccionar aquellos artistas que están OK como para estar en el escenario- yo tengo que ocuparme de que todos los músicos se enteren que existe esta posibilidad de tocar, que tienen que enviar su material; y además, como este es un festival tan complejo, con variados escenarios temáticos, eso también implica un cierto cuidado, un cierto diseño. En sí, es una experiencia buenísima. Ya voy a empezar mi quinto año como director del festival, y siento que aprendí muchísimo en todo este tiempo.

Con respecto a esto, ¿Cuál es tu opinión de la difusión que se le da al jazz en nuestro país?
El jazz acá no se difunde ni más ni menos que lo que ocurre en otros países. Este es un género que no es masivo en ningún lugar del mundo, y siempre depende de canales alternativos. Obviamente, si vos vas a Nueva York, ahí hay un montón de radios que se dedican a difundir jazz, son emisoras que pasan solo esta música pero ese debe que también hay un sistema de radios, en forma de redes, que es mucho más extenso al que existe acá. Sin embargo, hoy en día que existe la posibilidad de hacer radio por Internet creo que la difusión va en camino de ampliarse –no sólo acá sino en cualquier lado-; además, los medios gráficos también le dan mucha más difusión al jazz que la que le daban hace 15 o 20 años, por eso es común que hablen del Festival cuando lo hacemos, también veo que hay críticas que comentan mis discos cuando son editados –como también lo hacen con muchos otros artistas de este género-. Podría haber más, pero también podría haber mucho menos, y uno siempre tiene que ser consciente de que está tocando una música que no es masiva, también se podría hacer mejor, pero tampoco hay tanta gente preparada, tantos periodistas que entiendan sobre el asunto como para hablar con detenimiento, ¿no? Es como que falta formar gente...

¿Cuál es tu opinión acerca del nuevo paradigma existente, a la hora de difundir música, con la caída de las discográficas y el auge de las descargas vía Internet?
No tengo una opinión muy clara, lo que sé es que el disco (el CD) se muere como formato, en la medida que se muere todo aquel formato que pasa a ser posible de ser copiado, o ser consumido gratis. Grabar un disco, de música alternativa, independiente, no masiva, hace rato que ya no es un buen negocio; ya que no hay posibilidades de no perder dinero porque los discos cada vez se venden menos. Me parece que estamos a las puertas de algo nuevo, los artistas en algún momento van a tener que encontrar algún método para poder seguir recibiendo una compensación económica por su trabajo –me refiero a regalías, derecho de autor, etc.-, pero seguramente lo que tendrá que cambiar es el formato. La buena noticia de este nuevo panorama es que se caen las discográficas, ya que, ellas en buena parte son culpables del ocaso de los discos y el fracaso del formato. En general, los ejecutivos de las discográficas son personas a las que no les gusta la música, seres incapaces que van rotando de discográfica en discográfica, y aunque cada vez se venden menos discos, ellos se enriquecen más... Por eso está bueno que se caigan las discográficas para que estos personajes busquen alguna otra ocupación para la que sí sean idóneos, ¿no? Más allá de eso, no tengo ninguna otra opinión.

Emiliano Acevedo
 

martes, 16 de mayo de 2017

BÁEZ 246: El día que los pibes se lo encontraron a Charly...


Algunas veces la vida nos da gratas sorpresas y ciertas noches insípidas se vuelven inolvidables. Algo de eso les pasó a tres pibes de barrio, que una noche se colaron en el vip del Soul Café (Báez 246, en el barrio de Las Cañitas). Fue el miércoles 26 de noviembre de 2003. Nunca más se lo iban a olvidar…

La noche había empezado mal. Tomás, uno de los tres afortunados, había planeado una cita a ciegas en ese cool local gastronómico, con dos suecas que estaban estudiando fotografía en Baires, pero las minas no tenían ni media onda. Sin embargo, Tomasito no se rendía, porque ya tenía bien marcada a su presa en este dueto de féminas nórdicas, y por eso les había dicho a dos amigos (Marce y el Gordo Carbone) que se jugaran su chance con la otra rubia. Lástima que estos dos pibes no eran capaces ni de levantar ni un papel del piso, como se dice en la lleca... Por eso el final fue previsible. “Sobre lacrado”, como también se llama a este tipo de situaciones. Así, mientras Tomás al fin podía disfrutar de la compañía agradable de su rubia, sus dos amigos se preguntaban, lisa y llanamente, qué carajo estaban haciendo allí... Porque no habían podido establecer ningún tipo de comunicación con la otra muchacha europea.

Así, la noche languidecía lentamente, hasta que, de pronto, en una maniobra media extraña, Tommy le pregunta a un tipo que cuidaba la entrada del vip, si iba a tocar alguna banda allí esa noche. “No sé. ¿Ustedes son de la banda?”, respondió y repreguntó el mono. Y ante la tímida respuesta de los muchachos: “Sí”, el tipo les dijo: “Bueno, pasen”.

Y así entramos, nomas... Perdón, entraron. A saber: Marcelito, Tomás y el Gordo Carbone. Sí, tres dignos representantes del lumpen proletariado del conurbano bonaerense. Un habitante de Lanús City y dos del Morón Profundo, con más orto que cabeza, colándose en un lugar en el que no estaban invitados ni a los premios. Y junto a Matías entraba la sueca. La otra rubia hacía rato que se había ido, argumentando tener “jaqueca”.

Una vez traspasada la cortina que delimitada la entrada del vip del resto del local, divisaron, sentado en una mesa, a Charly García comiendo spaghettis con su hijo Migue y un par de amigos. Ustedes son capaces de entender lo que significa eso para un par de pibes de Lanús y Morón? Sí, ¡Charly! ¡¡¡El mismísimo prócer del Rock Nacional, sentado ahí nomás, a metros de distancia!!! Seguramente, para los habitúes del lugar, esto era algo común, algo que pasaba cualquier noche de la semana, pero para estos tres pibes... Ah mierda, cuanta emoción...

La pregunta del urso de la puerta, acerca de si “eran de la banda” tenía una explicación, y rápidamente se enteraron el porqué. Es que en ese momento estaba tocando una banda de chicos jóvenes, con un cantante pelilargo, rubio y carilindo que se parecía a Franco Constanzo, el ex arquero de River. El reggae fusión que hacían sonaba blandito, tipo música funcional. Quizás por eso Charly los despidió con un irónico: “No se preocupen muchachos, ya van a triunfar...” 

Una vez terminada la actuación de este grupo semi amateur, de los que no se volverá a tener noticias, ni en el resto de este relato ni en toda nuestra vida, Charly se paró y se fue directo al escenario... En ese preciso instante el Bicolor empezaría un show íntimo para unos pocos espectadores afortunados. La visita al local de su amigo Fabián El Zorrito Vön Quintiero, y la presencia de otros viejos amigos de los dos músicos, como Fernando Samalea y Fernando Kabusacki, fue la excusa ideal para juntarse a tocar. Y repito lo de grata sorpresa, porque jamás me iba... Perdón, jamás Marce, Tomás y el Gordo Carbone se hubiesen imaginado que el Maestro (nunca un calificativo estuvo mejor puesto) les iba a regalar semejante show. Cuando a eso de las dos de la mañana, García tomó un teclado con vocoder, al tiempo que empuñaba una guitarra eléctrica, la gente esperaba ser sacudida con música de la mejor.

Sé que muchos se sorprenderán si les digo que fue un show magnifico, ya que están acostumbrados a enterrar a García, deshaciéndose en diatribas que examinan su decadente estado físico, mental y anímico. Ya sabemos que esta es una de las costumbres máximas de nuestra bendita Argentina, en donde rara vez se respeta a los ídolos, ya que los que preferimos ver prendidos fuego o a lo sumo borrachos en alguna plaza. Pues bien, estimados señores, esa noche mágica de noviembre del 03, García demostró que difícilmente pueda ser sepultado jamás. Y es que, muchas veces, antes de ir a ver un concierto de García, los espectadores se preguntaban: "¿Hoy Charly se pondrá las pilas?" Bueno, ese miércoles se las puso. Y cómo...

Cantando y tocando con ganas, como hacía mucho tiempo no se lo veía. Divirtiéndose y generando magia a cada instante, mayormente con la guitarra, aunque no faltó su magistral uso de los teclados y sus dichos en el vocoder. Lo acompañaba una banda de lujo: Samalea en batería, su hijo Miguel García en teclados, Fernando Kabusacki en guitarra y el "anfitrión" Vön Quintiero en bajo. En todo momento se vio a la banda divirtiéndose y generando un feedback tremendo con los pocos afortunados espectadores, los cuales se vieron envueltos en una especie de frenético orgasmo sonoro, cuyo torbellino centró su origen en la escuálida y querible figura de Charly. Mientras un voluminoso y mediático periodista deportivo de TyC y Radio Mitre, abrazaba a sus dos jóvenes y voluptuosas “acompañantes” (las comillas pueden estar o no), Charly ejecutaba varios de sus clásicos de todos los tiempos, demostrando lo bien que se sentía en ese lugar y en esas tan mágicas circunstancias. En ese instante no era difícil comprender porque el músico se sentía más cómodo en estos shows chiquitos que en los estadios, frente a audiencias masivas, en donde solía auto boicotear el espectáculo…

Claro, en esa hora y media no faltarían clásicos inolvidables de Los Enfermeros (la recordada agrupación que acompañaba a García en los ochenta y primeros noventa) como "Yendo de la Cama al Living", "Cerca de La Revolución", "Promesas Sobre el Bidet", "Pasajera en Trance", "Rezo Por Vos", "Funky", "Anhelonia", "Adela en el Carrusel" y varios más; los cuales se mezclaban con canciones de los Beatles como "All You Need Is Love". También García la descocía interpretando un par de temas de su último disco de entonces, Rock And Roll Yo, el cuál había sido editado apenas una semana antes de este concierto ad hoc.  Así pasaron, el ahora clásico, "Asesíname" y ese monumental cover de Stevie Wonder (del tema “Love's in need of love today”), intitulado en el disco de García como "Wonder".

La parte final del show en el Soul Café fue cien por ciento "stone" y así pudimos... Perdón, los presentes pudieron disfrutar de deliciosas versiones de "It's Only Rock And Roll", "Beast Of Burden" o "Honky Tonk Women". Ahí Charly se permitió jugar con las tonalidades de “Beast of Burden” y “El Día que Apagaron la Luz”, fundiéndolas como si fueran una única canción. El broche frenético llegó con una muy buena redención del clásico de Bob Dylan "Like A Rolling Stone", que hizo levantar a todo el mundo de sus asientos. Sería bueno en este momento marcar un paréntesis y aclarar que todos estos temas fueron cantados por Charly y su hijo en un inglés muy bueno y nada sanateado, aunque usted no lo crea. 

Y así pasó... “Todo tiene un final, todo termina”, y luego de una hora y media "el show de los sueños" finalizó. Charly se quedó escuchando la grabación de la jam en sus auriculares, junto a la mesa de sonido, antes de volver a su "Palermo Bagdad", mientras todos los presentes se iban yendo del local. Un momento mágico que ya había pasado, quedando también grabado en las retinas y el recuerdo de aquellos tres pibes...

Finalmente, días se siguieron escurriendo del almanaque, como siempre, y por fin la rubia se volvió a Suecia, luego de ver –junto a Tomás y Marce- a Spinetta ofreciendo un show solo con la guitarra acústica, en diciembre de 2003, a beneficio en un hospital neuropsiquiatrico de la calle Córdoba. Seguramente, la muchacha se fue de nuestro país sin enterarse que había visto en vivo a los dos más grandes próceres del rock local. Antes del final de ese mini romance, cuando aún hacía pocos minutos que se habían ido del Soul Café, y mientras aún Tomás gozaba del sabor en los labios que le habían dejado los besos de la fogosa blonda, Marcelo y el Gordo Carbone se quedaron junto a su amigo, ya en la madrugada del jueves, comentando el show de Charly en una panchería de Retiro.

Porque, después de todo, ¿quién les podría robar ese recuerdo que ya llevaban en sus memorias y en el fondo de sus corazones? Quizás nadie les volviese a creer este relato, diciendo que este show lo soñaron y que nunca ocurrió. Y sin embargo, nada de eso importa…
Porque, como ya sabemos, a veces la amarga realidad se convierte en algo más hermoso que cualquier sueño. Asumiendo que eso fue aquel concierto íntimo que García regaló ese mágico miércoles; yo, simplemente, quisiera darle las gracias... Gracias a Charly por tantos años de música, talento y magia. Y gracias también, porque no, a esos tres pibes, entre los que por fin me incluyo, por protagonizar esta pequeña historia, esta ficción de lo real, que hoy te conté...

Nacho Melgarejo

viernes, 12 de mayo de 2017

FERNANDO BLANCO: "Lo mío es el Rock Clásico, cuando el género se mixtura con el rap, la música tropical o la bailanta, ya no me interesa"



A mediados de abril compartimos, en un café de esta porteña ciudad de Buenos Aires, una charla con Fernando Blanco, uno de los músicos más interesantes del pop argentino. Con una trayectoria musical de más de 30 años, fue bajista y miembro fundador de Los Súper Ratones. Luego de alejarse de esa formación, desde 2005, viene desarrollando una interesantísima carrera solista en la que ya ha editado tres álbumes: Blanco Móvil, Mares Lejanos y Días Movidos. Además, como si fuera poco, en la transición entre ambas etapas formó la banda de covers Beatles, Nube 9, un proyecto encantador, con trascendencia internacional y que no para de crecer. Fanático irredimible de los fab four y el rock de los 50 y 60; nos cuenta acerca de sus influencias y su pasado musical. Hay que destacar que actualmente está, presentando algunos de los nuevos temas que van a formar parte de su próximo álbum solista. Además de dar charlas analizando las composiciones Beatles. Sin dudas, un artista multifacético, un apasionado laburante de la música…

ENTREVISTA: ¿Cuándo elegiste el bajo como tu instrumento? 
Casi de casualidad. Cuando recién empecé a tocar, en mi primera banda, yo tocaba guitarra, pero después hubo un cambio de músicos, y entonces había un guitarrista que tocaba mucho mejor que yo y otro que tocaba mucho peor. Y como yo tenía la falsa creencia de que el bajista “era mejor que el segundo violero, pero no tan bueno como el primero”; me dije: “Ok, estoy en el medio, me toca el bajo…” Justo, yo había visto en un sucucho de Mar del Plata en donde vendían casetes, en la esquina de Independencia y Luro, un bajo Hofner tirado en una vidriera, todo sucio, y con una fotito al lado que decía “el bajo de Paul McCartney”. Hoy parece difícil de creer, pero en los 80 los Beatles no eran tan reconocidos como en la actualidad. Acá se los menospreciaba… 

¿Y eso, por qué? 
Porque en los 80 la gente estaba en cualquiera. Mucha cocaína, supongo; no sé… (risas) 

Pero estaba Badía que los pasaba muy seguido en sus programas… 
Sí, Badía les daba bola, y algún que otro tipo también, pero los Beatles todavía eran muy nuevos para ser clásicos y eran muy viejos para ser modernos. Entonces no cuajaban con la época. De hecho, a mí me verdugueaban en el colegio, cargándome por lo mucho que me gustaban. Bueno, volviendo a lo del bajo, la cuestión es que lo encontré ahí tirado en esa vidriera y lo cambié por la vieja guitarra mía, poniendo dos mangos encima. Es decir, que hice un negoción, porque ese es el Hofner que me acompaña hasta hoy. Un instrumento que es una maravilla, y que todo el mundo me viene siempre a preguntar de donde lo saqué. Y, bueno, la providencia me lo mandó, qué sé yo… 

Andá a saber cómo llegó a esa vidriera… 
Sí. Y con respecto a tocar el bajo, no alcancé la real dimensión de lo que era tocar ese instrumento hasta que armé Nube 9 y empecé a sacar, en serio, los que Paul tocaba en Los Beatles -y no lo que yo creía que tocaba. Cuando vi lo que él hacía me di cuenta de que eso era la gloria, y, de repente, me empecé a entusiasmar cada vez más, y ahora ya me siento realmente muy contento de ser bajista. En mis discos, desde el bajo puedo ver muchas cosas de la música. Para mí, ser bajista es como jugar de 6, o mejor, jugar de 5 en un equipo de fútbol, es como ser un mediocampista que tiene perspectiva de todo, ayudas ahí en la base, en la defensa, pero también construís el gol en el ataque. Está bueno. 

¿Sos autodidacta? ¿O fuiste a estudiar bajo o guitarra a algún lado? 
Sí, soy autodidacta. Los discos de los Beatles me enseñaron… 

¿Cómo surgió el proyecto de Nube 9?
Nube 9 nació en 2001, un poco, como una especie de divertimento, de terapia paralela a nuestro trabajo en otras bandas. Se dio porque unos amigos míos estaban armando, acá al lado, en The Cavern, la primera Semana Beatle y yo tenía muchas ganas de tocar ahí, no me quería quedar afuera. Entonces me reuní con un par de músicos con los que hacía rato quería tocar. Ese fue el caso de Lucrecia (López Sanz) de las Beladies, Pablo Ezquerra en voz y teclados, que estaba tocando con una banda amiga Funes, y Julián Carranza que estaba con Los Prisioneros. Así nos empezamos a juntar con la idea de armar un show que incluyera canciones que normalmente las bandas Beatles no tocaban. Fue un tributo armado desde lo musical. No tenía nada que ver con toda esa cosa vinculada a los disfraces, las pelucas, los trajes, etc. Todo eso a mí no me gustaba. Ya metidos en el proyecto vimos que había una especie de identidad dentro de la banda. En esa misma época se produce la muerte de George Harrison. Entonces, como la banda había sido bautizada con el nombre de uno de los discos de Harrison (Cloud Nine, 1987) decidimos armar un show especial que reuniera todas las canciones que George había compuesto durante su etapa Beatle, además de aquellas, no propias, en las que él había hecho la primera voz. De esta manera, armamos un repertorio de 28 o 29 temas con los que hicimos un show medio temático. La respuesta de la gente fue muy buena.

Eso los incentivó a redoblar la apuesta...
Sí, siguiendo con los shows temáticos, luego decidimos interpretar completo en vivo el Álbum Blanco. Ese fue un proyecto de locos. Porque, cuando empezamos a ensayar, nos dimos cuenta que había temas que recién los aprendimos a hacer bien cuando nos metimos de lleno a sacarlos. Toda mi vida había creído que sabía los temas de los Beatles pero recién estando en Nube 9 comencé a interpretarlos como realmente eran. Para mí fue casi otra escuela musical. Porque entre lo que uno creía que era (la música de los Beatles) y lo que realmente es hay una gran diferencia. Esto es algo que yo les recomiendo a todos los músicos: que escuchen y saquen los temas de los Beatles como en verdad son, no como creen que son.

Al final, fue la magia de interpretar esas canciones los que los atrapó.
Tal cual. Pensá que, de ahí en más, Nube 9 no dejó nunca de crecer y fue el público el que no nos dejó parar más. Lo que primero fue para nosotros un proyecto terapéutico, para despejarnos de los problemas que teníamos en las bandas en las que estábamos full time, se terminó convirtiendo en algo mágico. Por eso, nos empezamos a meter de lleno en esto. Incluso, todos terminamos yéndonos de esas otras bandas en las que estábamos.

Además lograron llevar la música de Nube 9 al exterior.
Así es. Hace años que vamos a tocar a Liverpool. Tocamos también en Rusia, en España. Nos reciben súper bien en esos países. Es buenísimo que pase todo eso. Nunca va a dejar de sorprenderme la repercusión.

Los integrantes de Nube 9 también te acompañan en tu proyecto solista.
Sí. Pienso que eso es lo mejor que tiene Nube. Nosotros decimos que somos una orquesta de rock porque el nuestro es un grupo multifuncional. De pronto hacemos un show de los Beatles, otro día un show con material de otros grupos de los 60. También podemos acompañar a un flaco que hace temas de Elvis o a otro que hace Rolling Stones. En mis discos solistas me acompañan los chicos de Nube 9 por la sencilla razón de que manejamos un idioma musical común que hace que todo salga muy rápido y bien. Porque, con una pequeña indicación, ellos ya saben qué onda le quiero dar a cada tema que hago.

Este lenguaje musical común es el que hace que incluso se animen a realizar una muy buena coda improvisada en el final de “Taxman” ¿no?
Claro. Aunque, en verdad, somos de respetar mucho lo que está escrito en la partitura de cada tema. La canción tal cual es. Sin embargo, a veces nos tomamos ciertas licencias, como en el final de “Taxman”. En ese caso, lo hacemos así porque Julián, nuestro guitarrista, es muy bueno y a veces está un poco contenido. Por eso, ese final de “Taxman”, que estiramos, es ideal para que él se luzca un poquito. De cualquier forma, yo soy muy cuidadoso porque siempre pienso a este proyecto a partir de lo que a mí me gustaría ver como fan de los Beatles. Hacer algo tipo “clon” no me llena. Lo que me gusta es vibrar musicalmente con el tema. Por otro lado, soy un tipo muy respetuoso porque tampoco me gustan las versiones. De los covers de los temas Beatles hay muy pocos que me atraen. Me gustan versiones muy puntuales, como la que hizo Stevie Wonder con “We Can Work it Out”, pero no muchas más.


A vos te gustan más las interpretaciones que se asemejan a la grabación original.
Lo que pasa es que uno nunca se cansa de escuchar las grabaciones originales tal como las hicieron los Beatles. Yo hace más de 40 años que los vengo escuchando. Lo que sí me parece es que, al interpretarlos en vivo, uno les puede poner una impronta propia de rock. Es como el caso de Baremboim cuando hace la “Novena Sinfonía”, salvando las distancias. Ahí tenés el caso de un tipo que respeta lo que escribió Beethoven, pero eso no impide que le diga a su orquesta que toque con más potencia un crescendo, con mucha más polenta, para que todo vuele por el aire. Eso es lo que intentamos hacer en Nube 9. De ahí sale el porque nos auto definimos como una orquesta de rock and roll.

Ya que me contás esto de trabajar junto a Nube 9, ¿alguna vez te pasó que, a partir de estar sacando algún tema del repertorio beatle, eso te sirviera como disparador para componer una canción propia? 
No sé. Bueno, en realidad, no lo pienso con tal exactitud. Sin embargo, se me viene a la memoria “Parque de diversiones, un experimento divertido que hice en este disco, que quizás se relacione con eso, porque esa canción salió a partir de una grabación de batería hecha por Paul en uno de los temas instrumentales de su primer álbum solista (McCartney, 1970). A mí me encanta como toca Paul la batería, y por eso tomé un par de compases de esa grabación, la sampleé, y construí un tema arriba de eso. 
 
En un reportaje dijiste que en tu álbum solista Marea Lejana (2008) abriste un poco más el juego de las influencias. Que habías pasado del beat de Blanco Móvil (2005), tu primer disco solista, a incluir otros estilos.
Es posible. Lo dije y es verdad. Lo que ocurrió es que Blanco Móvil fue un disco espontáneo. Se grabó y mezclo en sólo diez días. Eso fue así porque yo nunca pude aceptar que, con toda la tecnología que disponemos en la actualidad, no podamos grabar un disco con la rapidez que se hacía hace 30 o 40 años. Fue un experimento musical que salió bien: grabar y mezclar un álbum en poco tiempo. Obvio que para hacer eso tenés que tener a tu lado muy buenos músicos y yo, en Nube 9, los tengo. Por su parte, en mi segundo disco solista, además de esa forma de trabajar, abrí las influencias. Aún hay un dejo beatle en las canciones pero también quise hacer temas que tuvieran un estilo un poco más heavy. Por ejemplo, hay uno que se llama “Yo Quiero Ser Bob Dylan” que es un folk rock que se parece a los que hacía Dylan en la época que electrificó su sonido.

¿Y qué otros artistas que escuchas han influido en tu música?
Es muy difícil de determinar. A veces pienso que soy un tipo muy cerrado y otras que soy muy abierto. Me gustan un montón de artistas, dentro de los estilos que más me atraen. De por sí, el universo beatle es infinito. Además, me gusta mucho el rock and roll de los años 50: Elvis, Chuck Berry y Little Richards. De la música de los 60 me gusta casi todo. Me vuelve loco tanto la música que había antes del surtimiento de los Beatles, así como la beatlemania generada por ellos, el rock psicodélico y todos los grupos que surgieron después. De otros estilos, como el rock progresivo, me gustan algunas cosas. De la música de los 70 me gusta, creo, la mitad de todo lo que se hizo. En esa década también hubo grupos increíbles como Queen, que fue la primera banda que escuché y me voló la cabeza cuando era pibe. También hubo otras bandas geniales como los Who o Led Zeppelin. De los 80 no me gusta nada, me parece una década muy hueca musical y artísticamente. En los 90 se hizo un revival que rescató los valores del pasado. Fue lo que pasó con el Brit Pop, un estilo que a mí me vino bárbaro. Creo que tranquilamente me sentaría a escuchar discos con los Gallagher o los Blur, porque se nota que curtimos la misma onda.

Y de los últimos años del rock, ¿qué te gustó?
Creo que la década de los 2000 fue un poco hueca, pero igual hubo algunas cosas que me gustaron. Ahora mismo hay un par de bandas que me parten la cabeza. Hay un grupo que se llama Jim Jones Revue que hace un rock clásico excelente. También me gustaba mucho Amy Winehouse y algunas cosas de Green Day.

¿Del rock nacional te influenció algún artista?
Lo que más me pegó, cuando era chico, fue Serú. Yo fui a ver verlos cuando estrenaron el disco Peperina en Mar del Plata y me volaron la cabeza. Charly García era un demonio musical, aún no se puede creer el nivel que tenía en esa época. Yo era chiquito, tenía 10 u 11 años entonces, y en el medio del show, Charly me miró y yo sentí lo que el tipo pensaba. Yo sentía que el tipo estaba pensando: “Qué pendejo ese pibe. ¿Qué hace acá…?” Claro, yo estaba como poseído en la primera fila, re copado con la música. Me acuerdo que la mirada de Charly tenía una lucidez impresionante, y la música de Serú, también; obvio… Esa era música en serio. Digo esto porque ahora se ha puesto muy boluda la música. Hay cosas que me gustan, pero esa trascendencia que sentías cuando veías a un grupo como Serú ya no la encontrás con tanta facilidad… 
Ayer justo me compré Fiebre de Vivir, un disco de Moris que también me encantaba cuando era pibe. También escuchaba mucho a León Gieco y Spinetta, Almendra, Pescado Rabioso...

Se nota que tus gustos siempre están enfocados en el rock clásico.
Porque eso es el rock para mí. Cuando el género se mixtura con otras movidas como el rap, la música tropical o la bailanta, ya no me interesa. No digo que eso esté bien, mal o muy mal; simplemente no son cosas que me atraigan, me emocionen.

Entonces, será medio difícil que te sientes a escuchar un disco entero de un grupo o solista del rock actual, ¿no? 
Yo trato de hacerlo, pero la verdad es que me cuesta escuchar un disco entero de una banda. Porque hay una fórmula y enseguida decodificás el universo de lo que va a pasar, y por eso, al tercer tema deja de sorprenderte ese disco. Y eso no pasaba con Serú Girán, o los Beatles. Esos eran discos en donde había sorpresa hasta el final, había movimiento. Hoy por hoy, la música tiene que estar en click, viste. Click es el tempo en la grilla, como le dicen en el Pro Tools. Y, para mí, si uno graba todo en grilla, todo el tiempo, el tempo deja de ser un entretenimiento. Porque que el baterista acelere o se quede es un entretenimiento, es parte de la música. Por eso antes los integrantes de las bandas grababan todos juntos, porque está bien moverse un poquito. Por ejemplo, escuchá el minuto 2.00 de “Michelle”, y vas a ver que ahí los Beatles se caen, pero, ¿a quién le importa eso? Porque esa “imperfección” te movía algo, y estaba bueno que eso suceda. Lamentablemente, ahora eso no pasa más. Ya no tiene sorpresa la música. Ahora, de repente, alguien te hace un coro en la estrofa 1, y te lo pegan en las estrofas 2, 3 y 4. Entonces, si vos ya lo escuchaste, ya sabés lo que va a pasar. En cambio, vos escuchabas los coros de los Beatles, y no sabías que iba a pasar en cada uno de los coros, porque eran todos diferentes. Eso es lo que hace que aquellos discos de esos artistas sigan siendo divertidos e interesantes. Pero, bueno, tengo que reconocer que igual, dentro de estos nuevos códigos de la música actual, hay algunas cosas buenas. Por ejemplo, Muse, un grupo que no es lo que más me gusta, pero al que hay que reconocer que tienen cosas interesantes, que saben hacer hits

Cambiando de rubro: ¿De dónde surgió la idea de realizar, junto al periodista Sergio Marchi, un libro (The Beatlend) sobre los Beatles?
Surgió de casualidad, como parece que pasa con todas las mejores cosas. A Sergio lo conozco de hace mucho tiempo y es muy fana de Nube 9. Por eso, varias veces cuando hicimos shows temáticos con temas de la trayectoria solista de los Beatles, lo invitaba a tocar la batería. En esas oportunidades charlábamos mucho. Nos juntábamos a comer y ahí hablábamos acerca de los discos solistas. Un día me cuenta que estaba haciendo un libro acerca de la separación de los Beatles y yo le digo: “Che, ¿porque no hacemos un libro que incluya lo que pasó después de la separación?” A él la idea le interesó mucho. Un día viene y me comenta que la editorial le había dado vía libre para hacer el proyecto. A partir de allí comenzamos a investigar. Yo me dediqué a hacer la parte musical, disco por disco, y Sergio se encargó de articular la historia. De repente, teníamos el libro.

¿Te sorprendió algo, durante el proceso de investigación?
Totalmente. Nos dimos cuenta de que aunque la historia de los Beatles, como grupo, estaba contada por miles de personas (periodistas, amigos, amantes, managers, hasta ellos mismos...), la historia acerca de lo que pasó con ellos después de la separación casi no existía. Eso me parece un hallazgo. Hicimos una especie de “parte dos” que mucha gente quería conocer. Por eso pienso que el libro gustó y se vendió bien.

Se preocuparon por comentar todos los discos solistas, incluso los menos conocidos o exitosos.
Tal cual. Repasamos disco por disco, año tras año, desde 1970 hasta hoy.

En tus temas, ¿qué compones primero, letra o música? 
En general, primero me sale la música. De repente, a veces, me pasa que encuentro alguna letra a la que le puedo poner música. Por ejemplo, me pasó eso en Días Movidos, mi disco editado en 2012, con un tema que se llama “Nunca”, en donde las palabras están encadenadas. Me pareció divertido hacer ese juego, en donde una palabra, que al final de una oración tenga un sentido, y otro diferente al repetirse al principio de la siguiente oración. También estaba “Como Elvis”, un tema que tiene un trabajo casi “de laboratorio” en donde la letra está hecha a partir de títulos de canciones de Elvis, porque el chiste es que “me hace sentir como Elvis Presley”. 

¿El sentido de la letra de un tema como “Romance a la antigua” tiene que ver con el hecho de pensar que cada vez hay menos de eso en las relaciones amorosas? 
Sí, es un poco un chiste, ¿no? En realidad, al principio yo le compuse la música y todo el mundo me decía, con respecto a los arreglos y los coros, que tenía una onda muy Queen. Entonces me puse a pensar cuáles eran los temas recurrentes en las letras de Freddie Mercury, y me acordé de algunas canciones como “Seaside Rendezvous”, “Lazing on a Sunday Afternoon” o “Old Fashioned Lover Boy”, en donde el tipo mostraba toda la locura que tenía con figuras como (Rodolfo) Valentino, y todos esos galanes románticos de antaño. Yo pensaba en cómo le hubiese gustado tener un romance a la antigua, y, de ahí en más, empezó a surgir la letra de la canción. También es como mi pequeño tributo a Queen, que fue la primera banda que me partió la cabeza de pibe, y a la que tuve la suerte de poder verlos tocando en vivo en Mar del Plata, mi pueblo, cuando vinieron en el 81. Ese acontecimiento marcó mi vida. 

En ese caso quizás sea mostrar también otras de tus influencias musicales, más allá del universo de los Beatles; que es el grupo al que más fácil te podría asociar una parte del público. 
Lo que pasa es que, en realidad, yo me muevo en mi propio universo. Llegó un momento en el cual no necesito embanderarme en la onda de ningún otro grupo. Por ejemplo, cuando recién empezaba a ser conocido con mi primera banda, Los Súper Ratones, nuestra onda estaba relacionada con toda esa cosa tipo Beach Boys, y ahora mismo acá hay grupos que son como el clon de un grupo extranjero. Por eso, compuse el tema “Yo quiero ser Bob Dylan”, en donde el chiste venía por ese lado: todo el mundo quiere ser alguien… Ok, todo bien, pero está claro que a esta altura de mi vida me conformo con ser quien soy yo: Fernando Blanco, con mi propio universo y mis cosas. Me gusta tomar influencias de otros lados, nutrir mi música de distintas cosas, pero ya me siento seguro que ese componente que pongo yo es valioso.

¿Cómo surgió la posibilidad de tocar con Ringo, cuando él vino al Luna Park? 
Eso pasó a partir de una gestión que hicimos con el Vasco, un amigo mío, fanático de los Beatles, también; y que a veces toca la batería con nosotros. Juntos, presentamos el proyecto para tocar ese día, antes de Ringo. Obviamente, también habían otras bandas que querían hacerlo pero parece que escucharon nuestro material y lo eligieron. Al principio, todo eso me pareció medio sanata, pero luego, la última noche, me encontré con los propios músicos que acompañaban a Ringo, con los que estuve en el hotel tomando algo, y me tiraron buena onda, nombrándome temas que les habían gustado de mi material. Entonces me dije: “Puta madre, ¡los escucharon en serio!” Obviamente, fue una experiencia maravillosa tocar ahí, abriendo para Ringo, sobre todo porque lo sentí como si fuera un premio a toda mi trayectoria. Pensaba en todo lo que me había pasado en mi carrera en la música, reflexionando acerca de las cosas buenas y malas que viví, y sentía que todo se justificaba por haber llegado a tocar ahí. Estaba contento con eso, y también me encantó el encuentro que tuve con el público, con el calor maravilloso que me brindaron esa noche. Viste que ser el soporte de otro artista es un tema, porque a veces no tenés mucho que ver con el número principal y te pueden tratar mal o tirarte algo por la cabeza; pero, de repente, puede ocurrir que la gente siente una empatía con tu música, y te brinda su cariño. Bueno, yo sentí eso esa noche. 

¿Y cómo es Ringo? 
Mirá, no pudimos ni siquiera saludarlo porque hace tiempo que él declaró que no iba a volver a saludar, ni firmar autógrafos o sacarse fotos con nadie. Así que estaba estrictamente custodiado y era imposible acercársele. Como te decía, me encontré con sus músicos, todos tipos re capos y amenos, y ellos mismos bromeaban con esta situación, diciendo “qué amargo Ringo, que no aparece”; pero es entendible. Pensá que es un señor de 76 años, que fue acosado toda su vida. Obvio, hubiera sido maravilloso saludarlo, pero está todo bien… Bueno, nosotros también somos muy amigos de Brian Ray, uno de los guitarristas de Paul, y mucha gente nos pregunta acerca de si conocimos a McCartney, ya que nosotros hicimos muchas giras tocando con Brian, e incluso él nos invitó a verlo en el show de McCartney, cuando tocó en 2012  en Montevideo, en donde hasta estuvimos en camarines charlando con Brian y Rusty (Anderson), el otro guitarrista de Paul. Por eso, de repente la gente te pregunta: “¿Cómo fue verlo a Paul?”, porque, claro, McCartney estaba a diez metros de donde nosotros estuvimos charlando con sus músicos. Pero no, no pasó, y vos no podés meterte para forzar la situación. ¿Qué se le va a hacer? Son gente grande y están cansados de que les estén encima. 

¿De dónde surge este vínculo con el guitarrista de Paul? 
Cuando vino a tocar acá, en 2010, Brian hizo un par de notas, y nos encontramos en unos reportajes. Dany Giménez, el periodista que ahora está en la radio Vorterix, lo iba a entrevistar y me pidió ayuda para hacer la nota. Así que, cuando terminó la entrevista, nos quedamos hablando de música, y Brian se re copó. También dio la casualidad de que él ya había conocido a Lucrecia (López Sanz) en otro lado, y cuando ella apareció ahí, se sorprendió al enterarse de ambos tocábamos en la misma banda. Más tarde, fuimos a tomar algo, y él nos dijo que iba a mirar videos nuestros en YouTube. Bueno, lo hizo y le encantó. Por eso después nos preguntó si nos animábamos a sacar algún tema suyo, para acompañarlo en vivo. Y así fue, cuando Brian volvió a Argentina, hicimos un par de shows con él, y pegamos muy buena onda. De ahí en más, salió la oportunidad de ir a tocar a Brasil, Panamá, y hacer otro par de shows acá. Brian es un excelente músico, durante 20 años acompañó a Etta James, luego estuvo con Johnny Halliday en Francia, y ahí conoció al batero de Paul, quién lo metió en la banda, en donde está tocando desde hace más de 10 años… 

¿Hay alguna canción de otro que te hubiese encantado haberla compuesto vos? 
“Help”, un tema que me pegó un martillazo en la cabeza cuando lo escuché por primera vez, porque tenía una melodía, letra e interpretación perfecta. Todo en esa canción es ideal, los arreglos, los coros, el ritmo… Todo en “Help” tiene gracia y está bien. Es una genialidad. Sin dudas, me hubiera gustado hacerla, creo que es la canción más perfectita que conozco… 

¿Y de las tuyas, cuál es tu preferida? 
Ayyy… (piensa) Mirá, “Mares Lejanos”, me parece un tema muy redondito, muy bien compuesto. También, la letra de “Yo quiero ser Bob Dylan” me pareció muy divertida; y en Días Movidos me parece que hay muchos temas buenos. Está “Hey”, el primer corte de difusión, una canción muy pulenta, muy para adelante. Bueno, también volví a componer un par de temas con mi amigo Balde (Marcelo Sposito) –el ex integrante de Kapanga-, y eso fue importante porque me llevó por otros caminos compositivos a los que no estaba acostumbrado. Justo me estaba acordando de “Tirando abajo las puertas”, uno de los tres temas que hicimos juntos, que es muy raro, dentro de lo que es mi estilo, pero que creo que tiene una muy buena composición… 

¿Tenés bajistas preferidos, aparte de McCartney? 
Me encanta lo de John Entwistle en The Who, pero yo no puedo hacer eso… 

Bueno, el de Queen… 
Sí, John Deacon me parece un tipo muy sobrio, muy musical, y con unas ideas muy divertidas. Lo que pasa es que él es un tipo tan apático, tan poco gracioso... 

Siendo tan fan de los Beatles, ¿cuál es tu relación con la música de los Rolling Stones?
¡Me encantan los Stones! Sobre todo el período de los 60 y 70. Me encanta cuando (Keith) Richards dice “Los Beatles siempre nos patearon el culo”, o Jagger, más orgulloso: “Los Beatles fueron una banda que duró poco”. Los Stones tienen una deuda enorme con los Beatles en el hecho de que los hayan empujado a componer. También, el Libro de Andrew Oldham –su primer manager- es muy interesante, y el Stone Alone, de Bill Wyman, imprescindible de leer. 

¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la industria discográfica?
Las compañías discográficas están en extinción. El panorama no es bueno. Hay que remarla mucho para sacar un disco. Pero, por otro lado, es asombroso como aún las bandas subsisten y cada vez son más. Por eso, hay una doble mirada acerca de lo que está pasando.

Aunque no haya discográficas, nuevos artistas nunca van a dejar de aparecer.
No. Pero se complicó fue la situación de los músicos. Antes como había un embudo mucho más grande, los músicos que llegaban tenían muchas cosas solucionadas. De cualquier forma, siempre tuvimos que pelearla. Ese es mi caso, siempre tuve que remarla, nunca tuve una época de esplendor. Yo estoy seguro de que siempre va a haber mucha gente con talento. Sin embargo, en la actualidad, no hay nada que me llame mucho la atención dentro del rock nacional.

¿Y cuál es tu opinión acerca de las descargas ilegales en Internet?
Bueno, lo han hecho con mis discos, pero... ¿Qué voy a hacer? Es decir, yo no pienso que con el disco se pueda ganar plata. Los músicos vivimos de los shows, las presentaciones.

Eso fue siempre así...
Obvio. Aunque hubo una época en que se vendían muchos discos, durante los 90, cuando los grupos, incluso, iban mucho a grabar sus producciones afuera. Fue el boom del CD. Una época que duró 5 o 6 años, pero ya se terminó.

Dentro de este panorama desolador de la industria del disco, ¿cómo haces cuando querés editar un disco nuevo?
Me edita una compañía chiquita que está asociada con EMI, y éstos me lo distribuyen. Yo soy un defensor de las compañías discográficas. Para mí eran algo muy útil. Eran equipos de trabajo puestos a disposición del artista. Especialistas que se encargaban de que las tapas de los discos salieran bien, los temas estuvieran bien grabados, etc. Yo no estoy de acuerdo con la idea de que el músico tiene que ser polifacético y hacer todo eso por sí mismo.

La autogestión lleva a eso...
Sí. Sin embargo, creo que el tema de la auto gestión está muy idealizado. Me parece que es una burrada que los propios músicos tengan que llevar, ellos mismos, su material a Musimundo y negociar el porcentaje de ganancia por disco vendido. Aparte es necesario darle esa responsabilidad a gente que se especialice en eso. A mí me parecía bárbaro que existieran las compañías y que estuvieran los A y R (dedicados a Artistas y Repertorios), tipos que se especializaban en ver y seleccionar artistas.

Los famosos cazatalentos...
Tal cual. En su momento, todos los músicos criticaban a los A y R, a los tipos que elegían quienes grababan y quiénes no. Los que más los criticaban, obvio, eran todos aquellos que se quedaban afuera. Pero para mí era necesario que existiera gente especializada en eso, tipos que dijeran: “éste tiene talento, éste no.” Esos eran profesionales que, medianamente, ponían las cosas en su lugar. La música no es una actividad democrática. Esta es una idea que yo le discuto a cualquiera. La música es una actividad de excelencia, porque no es lo mismo Charly García que un pibe que toca con la guitarra toda desafinada. Ahora, en nombre de la democratización, todo está al mismo nivel. Yo no estoy de acuerdo, pero tampoco voy a salir a ponerle una bomba a MySpace. Yo pienso que era mejor lo de antes, cuando existía un nivel de excelencia que nos hacía exigir más como músicos. En esa época, si vos entrabas a un estudio a grabar era imposible que te pusieras a pelotudiar o fumarte un porro...

Entonces, ¿tu opinión es que en los 90 comenzó a generarse una camada de artistas de rock menos profesionales? ¿La cultura rock empezó a pasar por el lado del barrio, los vicios y chau?
No. Yo no culparía de eso a la movida del rock barrial, lo principal es que el personaje no se trague al artista. El que piensa que drogándose va a componer una mejor canción se equivoca. Eso es confundir el medio con el fin. El fin no es ese. El fin es lograr que las canciones estén buenas. No importa salir en televisión. Eso es necesario, pero no lo principal. De cualquier forma, el principal problema actual pasa por otro lado. El tema es que, a partir de los 90, se dio vuelta la taba. Hasta ahí los tipos que llegaban a presidir las compañías discográficas venían de Artística, eran los A y R que nombré antes. A partir de esa época, empezaron a presidir las compañías tipos especializados en marketing, así como abogados y contadores. De repente, se le empezó a poner mucha más atención al marketing, al negocio, que a lo artístico. Yo prefería lo de antes.

Emiliano Acevedo