Mostrando entradas con la etiqueta Alfredo Rosso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Alfredo Rosso. Mostrar todas las entradas

lunes, 25 de septiembre de 2023

100 % ALFREDO ROSSO...

Divulgador y maestro prestigioso del periodismo de rock, Alfredo Rosso no necesita presentación. Podemos decir que en su rica carrera ha hecho de todo. Trabajó como redactor y fue uno de los fundadores de la histórica revista El Expreso Imaginario y como encargado del departamento internacional de la discográfica Music Hall. Participó en variadas publicaciones como Cerdos & Peces, el Musiquero, Esculpiendo Milagros, Rolling Stone, La Mano, Mavirock y Billboard. Declarado recientemente Personalidad de la Cultura por la Legislatura Porteña, también desde hace muchos años lleva adelante insignes programas de radio como La Casa del Rock Naciente, Figuración, La Trama Celeste y Truco Gallo. Actualmente trabaja en la producción de dos libros.

ENTREVISTA> ¿Por qué te dedicaste al periodismo musical y no a ser músico en vez de periodista?

En realidad, me di cuenta desde temprano que había ya demasiados músicos y me gustó mucho más la idea de ser periodista, es decir, un intermediario entre los músicos y los oyentes. Y esto fue porque desde muy temprano conocí algunas revistas de música internacional, como la Melody Maker y el New Musical Express, dos revistas inglesas que llegaban a una librería del Centro que se llamaba Librería Rodríguez. Como yo ya tenía una colección pequeña de discos en aquel entonces –bastante bien armada, con álbumes de los Beatles, Rolling Stones, The Who, Yes, Emerson, Lake & Palmer, etc.- vi que en esas revistas había muy buenas notas, muy explicitas y profundas, sobre la importancia que tenía la música más allá de lo meramente estético, es decir, la importancia que tenía como canalizadora de pensamientos y emociones. Entonces me gustó la idea de hacer algo por estilo en nuestro ámbito. No solo con los músicos de Argentina, sino acercándole a la gente testimonios de músicos de todas partes. Y eso lo empecé a hacer primero en una pequeña revista subterránea en la que colaboré con una o dos notas nomás.

¿Qué fue lo primero que escribiste?

Me acuerdo que la primera nota que escribí fue sobre el guitarrista John McLaughlin. Y era más bien una traducción más que una nota propia. Pero después, a partir de 1975, empecé a escribir algunas crónicas de recitales para la revista Mordisco. Eso duró poco porque llegué a Mordisco justo cuando las cosas ya no estaban muy bien económicamente. Entonces mis colaboraciones duraron dos números nomás. Me acuerdo que había hecho comentarios sobre el recital de un grupo de rock que se llamaba Avalancha y también del trío progresivo Alas. Y una nota sobre Peter Hammill, el capo de Van der Graaf Generator, eso fue lo que llegué a hacer antes que Mordisco cerrara sus puertas. Pero el director de la revista Jorge Pistocchi me dijo que no me fuera, que me quedara cerca porque se estaba preparando algo más abarcativo y ambicioso que resultó ser El Expreso Imaginario.

El Expreso fue prácticamente una escuela para vos…

Tal cual. Fue una escuela en muchos aspectos, sobre todo en lo concerniente a una ambición de mundo que se parecía mucho a algo a lo que yo ambicionaba sin saberlo. Yo empecé en Expreso en el número 1 con 21 años de edad. Entonces tenía mucho que aprender en términos vivenciales con gente que había llegado a hacerse las mismas preguntas que yo respecto de la vida: Jorge Pistocchi, Pipo Lernoud, el querido Negro Horacio Fontova y otra gente que formó parte del staff desde el comienzo de la revista. Yo era como una esponja que absorbía la influencia de esa gente, su visión del mundo. Porque hay que tener en cuenta que el rock en Argentina fue muy importante en despertar la conciencia planetaria, es decir la conciencia de que no somos solamente personas que tienen que ir a trabajar de nueve a cinco, a órdenes de un jefe y hacer de eso durante 40 o 50 años, que hay otras posibilidades. Para mí el Expreso fue una escuela en ese sentido, me planteó que había otro tipo de vida posible, que pasaba por el arte, por la literatura, por la música. Así la cosa fue evolucionando. Todo ese año que preparamos el Expreso aprendí muchísimo y cuando empezó la revista en agosto de 1976 el aprendizaje se profundizó.

Además empezaste a hacer radio…

Sí, con Fernando Basabru, que había sido compañero mío en el (Colegio) Carlos Pellegrini, que también yo integré al Expreso. También integré al Expreso a Claudio Kleiman, a quien conocí en la Colimba. Entonces, ya para esa época mi vocación estaba decidida. Más allá de que venía haciendo un profesorado de inglés –que me gustaba mucho y que luego me sirvió muchísimo en mi profesión periodística-, en un momento determinado lo dejé porque ya no me interesaba tanto ser profesor de inglés sino dedicarme por completo al periodismo musical, tanto en lo que tenía que ver con la escritura como en la radio, que me fascinó desde un primer momento.

¿Qué periodistas te influenciaron?

Primero, algunos periodistas ingleses como Nick Kent, a quien yo leía en el New Musical Express, pero aparte fue un tipo que hizo una nota definitiva sobre Nick Drake. Hoy en día todo el mundo habla sobre Nick Drake, como si lo hubiera conocido, pero hacer una nota sobre él a poco de su muerte en 1974 era solo para un tipo que supiera, porque Nick Drake nunca fue un músico masivo. Y lo mismo hacer una nota completa sobre Syd Barrett. Esas fueron dos cosas que me fliparon de Nick Kent, me encantaron. Otro a quien admiré fue Charles Shaar Murray, que por ahí no tenía un estilo tan dionisíaco como el de Nick Kent pero era muy informativo y tenía un gran sentido del humor. Esos dos periodistas, que aún viven, y otro fallecido que se llamaba Ian McDonald, que hizo un gran libro sobre los Beatles, me encantaban. Ese trío del NME era excepcional.

¿Y Lester Bangs?

En esa época él hacía una columna formidable para el NME desde Nueva York, y me volví loco con Bangs porque tenía un estilo completamente desfachatado y desenfadado de escritura. Eso me gustó mucho y lo conversamos después con Pettinato, en la época en que Roberto fue director del Expreso, al final de la revista. Pettinato era un admirador de Lester Bangs y llegó a conocerlo en un ascensor en el año 81 cuando fue a comprar unos números atrasados en la Rolling Stone. Nunca se olvidó de Bangs con su típico sobretodo largo hasta los pies. Esa fue la gente que me influenció en lo que hace a periodismo escrito. Y en la Argentina podría agregar a Miguel Grinberg, obviamente, y Juan Carlos Kreimer que escribió Agarrate!!!, el primer libro sobre rock argentino en el año 71.

¿Qué libros sobre cultura rock te impactaron y por qué?

Hay un montón. Yo recomiendo mucho Bicicletas Blancas, de Joe Boyd. También, Yo no estoy aquí, el libro de Pipo Lernoud, es fundamental. El libro de Fernández Bitar sobre el rock nacional es un libro que valoro porque se tomó el trabajo de hacer una investigación muy seria sobre ediciones y todo lo que aconteció en tantos años de rock argentino. Bitar es un tipo que tiene una disciplina formidable, lo mismo Sergio Marchi con el libro sobre Spinetta, son investigaciones que llevan años. En el extranjero se publicó un libro muy bueno sobre la historia del sello 4AD: Facing the Other Way, The Story of 4AD, de Martin Aston; ese es un libro que aprecio muchísimo porque es uno de los sellos que más me han marcado.

¿Para vos cuál es el rol que tiene que tener un periodista de rock?

A mí no me gusta ser crítico, aunque cuando trabajé en el Expreso haya hecho críticas de discos, y tuve mi momento en el que me creí más importante de lo que era. Pero tenía 21 años… Hoy en día descreo del crítico que cree saber más que el músico. Yo siempre digo que el músico es más importante que el periodista, porque el músico crea desde la nada, agarra una masa de aire y la transforma en música. En cambio, el crítico opera sobre eso que hizo el músico. Entonces está claro que hay una diferencia de jerarquías. Por eso lo mejor que podemos hacer como periodistas es comunicar. Vos podés decir, sobre un disco, sobre una obra, que te pasó con eso; pero siempre dando una opinión personal, no utilizando el “nosotros”, porque el problema con los críticos es cuando se creen representantes de una masa que piensa lo mismo que ellos. Me parece que la crítica más interesante es aquella que te explica o te describe la obra y te dice lo que le pasó al que la escuchó. No está bueno eso de pegarle a la obra o ser destructivo inútilmente. Invertir agresividad en una crítica me parece una cosa complicada. Prefiero no comulgar con eso, por eso no soy muy afecto a las “estrellitas”, puntuaciones o calificaciones de los discos. Porque muchas veces un disco al que le han puesto dos estrellas resultó ser para mí una obra de arte. No hay que tomárselo demasiado en serio. Porque inclusive un disco al que se puede considerar fallido puede tener cosas positivas. Hay que tener en cuenta que significa esa obra en tu vida.

¿Qué no te gusta del rock?

Lo mismo que hablamos de los periodistas, no me gusta que el músico se la crea. Esa cosa de querer tener privilegios por ser un artista no me parece bien. No me parece bien en la música, en el cine, en la literatura, en la vida… Por eso tampoco me parece bien que un ejecutivo diga: “¿Usted no sabe quién soy yo?” O sea, darse ínfulas por la profesión que uno tiene no está bien.

¿Cómo definirías hoy a la cultura rock y que queda de eso?

Creo que la cultura rock es el intento de siempre de tratar de ser libre por sobre todas las cosas. Porque si habláramos solamente de rock podríamos decir que simplemente es un ritmo contagioso que te hace bailar, pero si hablamos de lo que representó como cultura tenemos que decir que el rock es sinónimo de libertad. Ese grito primal que dio el rock en los 50 y que después fue retomado en los años 60 por los músicos ingleses y después devuelto a Estados Unidos y después se contagió a todo el mundo, incluyendo a nuestro país; básicamente es un grito de libertad. Siempre digo que para mí en “Rebelde”, la letra de Los Beatniks del año 66, está el germen de todo esto. En esa estrofa que dice: “Rebelde me llama la gente, rebelde es mi corazón, soy libre y quieren hacerme esclavo de un una tradición…” Ahí tenés el big bang, el principio del rock nacional, porque ahí está todo. Y yo creo que, a pesar de los pronósticos agoreros de mucha gente, el rock en la Argentina está profundamente vivo en el Siglo XXI, pero está donde debe estar: en los lugares que no pertenecen al mainstream, es decir en donde estuvo en sus comienzos. Está en pequeños clubes, en pequeños locales y lo que es interesante es que hay una nueva generación mucho más pareja en cuanto a género, quiero decir con esto que hay importantísimos intérpretes tanto masculinos y femeninos. Además, los artistas no tienen ese temor reverencial que existía antes, en donde para grabar un disco había que pasar por un proceso muy complicado, porque tenían que ser aceptados en una discográfica. Ahora no. Hoy en día los músicos tienen la posibilidad de grabar en su propia pieza un disco. Y si no quieren hacer un disco no lo hacen y difunden sus temas por Internet. Y hay un mensaje propio del Siglo XXI. Yo encuentro letras profundas y muy interesantes.

¿Qué nuevos artistas te gustan?

Estoy fascinado con varios intérpretes. Me gustan mucho Marina Fages, Cam Beszkin, me gustan bandas como Mi Amigo Invencible, me gustaba mucho lo que hacía Vidal en La Perla Irregular, los mendocinos de Usted Señálemelo, los cordobeses Francisca y los Exploradores, los platenses Estrellero. También me gustan mucho los músicos que teniendo una cierta trayectoria se reinventan todo el tiempo, como es el caso de Sergio Rotman o Nahuel Briones… En fin, yo creo que la escena nacional explota. A mí me causa gracia que mucha gente me pregunte: “¿Y por qué no son más famosos?” Bueno, porque por ahí no les interesa ser más famosos, o porque la rueda de la industria musical pasa por otro lado. Pero yo tengo 68 años y recuerdo que hace más de 50 no era diferente con Manal, Almendra y Los Gatos. La gente cree que esos grupos eran súper populares y no era así. En realidad, Almendra y Manal eran grupos de culto, por ahí Los Gatos eran un poco más populares porque la habían pegado con “La Balsa”, pero cuando Litto se larga como solista vuelve a tener solo un puñado de seguidores, porque la gente quería seguir escuchando “La Balsa”… Siempre el rock que tuvo un mensaje disruptivo, cuestionador, no fue popular. Tampoco diría que fue “marginal”, porque no me gusta la palabra, pero sí estuvo al costado de lo híper popular. Hoy en día hay otras músicas que pueden ser muy decentes. A mí no me gusta criticar ni poner una música por encima de la otra porque pienso que cada cual tiene sus gustos. Pero por ahí hoy el mainstream pasa por otro lado, por el pop, por la música latina de los crooners, los cantantes de temas románticos, por el trap… Pero eso no era tan diferente en el pasado. Lo que pasa es que hubo una generación que tiene mi edad, y un poco más joven también, y para ellos el rock representó una cosa muy sólida, muy fuerte, y en muchos casos era el centro de sus vidas. Estoy hablando de ese rock de Pescado Rabioso, La Máquina de Hacer Pájaros, etc. Ese rock era el centro de sus vidas junto con el ir a ver películas de los directores famosos de culto, como Bergman, Fellini o Pasolini; y también la literatura del realismo mágico latinoamericano. Era todo un combo. Por eso a esa gente le sorprende el hecho de que hoy en día el rock esté disociado de otras ramas del arte. Pero en realidad no es tan así, porque yo estoy viendo recitales que tienen coreografías, iluminación y demás.

¿Y eso por qué se da?

Lo que pasa es que hoy en día tenemos muchos más estímulos y hay mucha más estática en el medio. Yo llamo estática a esa información que es un bombardeo de cosas que no sabés muy bien para que sirve. La gente está totalmente mentalizada con lo que les cuenta la televisión, Facebook, Twitter, Instagram… Y muchas veces, en este contexto, este rock alternativo que está sucediendo hoy en día no tiene una preponderancia para la generación actual como la tuvo para mi generación hace 50 años. Les gusta, van a ver gustosos los recitales, pero hay muchísimos otros estímulos. Entonces, por ahí, el peso relativo del rock, su peso específico en el campo sociocultural tiene un porcentaje un poco menor. Pero no quiere decir que no exista. Tampoco quiere decir que ese porcentaje menor no sea transformador. Por eso nunca diría que hay una decadencia o que el rock desapareció, o tantas otras pavadas que escucho por ahí. Cuando se dicen esas cosas se sabe más de la gente que pronuncia esos juicios que de aquellos a quienes los dirigen. Los que dicen que el rock murió, dan cuenta de la poca capacidad de búsqueda, del poco interés, de la poca curiosidad de ellos, que les resulta más fácil decir “no pasa nada” que decir “yo ya bajé los brazos, ya no busco nada nuevo, me quedo con lo que escuchaba hace 45 años…” Y lo que escuchábamos hace 45 años es fantástico, pero eso no invalida todo lo bueno que se está haciendo ahora.

¿Cómo te llevas con el hecho de ser considerado un pedagogo del rock por todo lo que sabés y contás sobre el género?

Mirá, me gusta. Disfruto que la gente lo reciba con buena onda. Me gusta despertar curiosidad, abrir nuevos senderos en la gente, pero no desde ningún tipo de púlpito, no desde ninguna altura, sino desde el llano, como pasó con esa gente que me hizo conocer cosas a mí hace 40 o 50 años y esa otra que me sigue haciendo conocer cosas a mí ahora. Porque creo que siempre se aprende sobre nuevas bandas, nuevos artistas, nuevas escenas… Me encanta todo lo que se refiere a la música étnica, es decir, la música folclórica de todo el mundo. Y eso no para nunca. ¡Por suerte! Por otra parte, disfruto mucho de lo que hago. Hoy en día escribo menos que antes porque estoy monopolizado por todos los programas de radio que estoy haciendo.

¿Cómo te informás sobre las nuevas bandas entre una oferta tan basta como la que hay hoy en día?

Es que uno no deja nunca de aprender. La otra vez me hicieron una nota los chicos del sitio Indie Hoy, entonces cuando terminó la entrevista les dije que me tiraran un par más de bandas de las que hablamos, que quería investigar sobre ellas. Y, de repente, descubro Mandarina Records, y veo que hay como veinte bandas de la hostia. Por supuesto, no te van a gustar todas al mismo nivel, porque nunca pasa eso. Hay grupos que te van a gustar más, otros que te van a gustar menos, pero terminás apreciando las ganas que tienen todos de hacer cosas. Cuando descubro un grupo de algún sello independiente por lo general me intereso en el resto de los que graban en ese sello. Cuando descubro un productor como Shaman Herrera, que veo que produce mucho a los grupos platenses, entro a curiosear y una cosa lleva a la otra. Por ejemplo, veo que en el disco de Nahuel Briones participaron tales músicos invitados, entonces me pongo a averiguar uno por uno a ver quiénes son.

¿Cuáles son tus proyectos? ¿Algún libro?

Estamos preparando un libro del Expreso con Pipo y con Claudio, que van a ser nuestras notas, porque no podemos publicar notas ajenas ya que no tenemos los derechos de la revista. Básicamente, son notas que salieron en la revista pero van a tener el valor agregado de que vamos a hacerles prólogos. Algunos prólogos son tan largos como las notas, porque vamos a contar las circunstancias en que se hicieron muchas de esas notas. Creo que eso va a ser lo interesante del libro, contarte la cocina. Por ejemplo, la primera vez que Claudio vio a Los Redondos, la primera vez que yo vi a Sumo, cosas así. Por otro lado estoy preparando un libro sobre los festivales que quizás se llame Las peores fotos de los mejores festivales. Porque esa es mi otra faceta, que muy pocos conocen, la de fotógrafo. Pero en realidad es una excusa para hablar de Glastonbury y otros festivales. Va a ser un libro con fotos en el que también voy a escribir. A pesar de que yo digo que son las peores fotos, tengo un amigo que trabaja muy bien con el Photoshop y ha logrado hacer maravillas con mis fotos. Hay lindas imágenes, aparecen Lou Reed, Iggy Pop, muchos grandes músicos. Pero lo lindo es que hay un testimonio sobre 25 años de festivales, nada menos.

Emiliano Acevedo

 

lunes, 22 de diciembre de 2014

SPINETTA Y LAS BANDAS ETERNAS, CINCO AÑOS DESPUÉS...


El viernes 4 de diciembre de 2009, fue una noche única e inolvidable que quedó para siempre grabada a fuego en el recuerdo de todos los fans de Luis Alberto Spinetta. Ese día en la cancha de Vélez, con la realización del Concierto de Las Bandas Eternas, se celebró la vida y obra del Flaco. Sin dudas, tanto para el público como para los músicos participantes, aquella fue una velada plagada de emociones, y uno de los mejores shows de la historia del rock argentino.


En mi camino de melómano que juega, en serio, a ser periodista, tuve la oportunidad de entrevistar a varios de los músicos que acompañaron a Luis en ese maravilloso concierto. Hoy, cinco años más tarde, en esta nota les propongo recordar, desde sus propios testimonios, ese momento mítico de la escena rockera que ellos supieron conseguir.

La planificación de este monumental show comienza gracias a una iniciativa del productor Pablo Mangone, quien le acercó la idea a Spinetta. Mangone fue el gestor del evento, y quien llevó adelante este proyecto junto al Flaco y su manager. Gustavo, hermano del Flaco y baterista de Amel, me confirmó que: “a Luis el proyecto le gustó de entrada porque (Mangone) también es músico, él es un guitarrista. Además, si bien Pablo es un empresario, con esto nunca puso por delante el interés económico. Estaba más que claro que iba mucho más allá de eso. Y Mangone es un tipo muy valioso. Él organizó este show por el arte, no por el negocio. Sin dudas, Luis lo hizo contando con esa base.” 

En sí, la propuesta que le presentó Mangone a Luis Alberto fue la realización de un show multitudinario en el que estuvieran todos (o casi todos) los músicos que tocaron con él. Un concierto en donde, partiendo desde el presente, se revisaran todas las bandas que fueron emblemáticas en su carrera. Un show que también le sirvió al Flaco para hacer un balance de toda su vida artística, 40 años de carrera, casi 60 de vida, y, de paso, “terminar con todos los balances, porque estaba más que claro que iba a ser imposible superar a este concierto-celebración tan inmenso”, como dijo en una entrevista radial el prestigioso periodista Alfredo Rosso, uno de los tantos asistentes a ese inolvidable show.

Por otra parte, este recital también iba a ser muy especial porque Spinetta volvía a interpretar un repertorio extenso de canciones que hacía muchos años no tocaba. Es bien sabido que a Luis Alberto no le gustaba demasiado revisar su historia. Debido a esto, por más que en sus recitales él pusiera siempre algún que otro tema histórico, siempre priorizó su presente artístico. Influenciado por las lecturas de los libros del Carlos Castaneda, autor Las enseñanzas de Don Juan, aconsejaba “borrar la historia personal”. Además, es bien conocida su frase “aunque me fuercen yo nunca voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor…”, que cantó en la soberbia “Cantata de los puentes amarillos”, uno de los temas más impactantes de Artaud, su recordado álbum de 1973,  acreditado a Pescado Rabioso aunque en realidad fuera un trabajo solista. Sin embargo, más allá de estos principios (o quizás, debido precisamente a ellos) el concierto de las Bandas Eternas fue para Spinetta una muy buena manera de redondear su vida musical, además de una buena oportunidad de darle las gracias a todos esos músicos que lo habían acompañado a lo largo de su trayectoria.

Según Rosso: “(Spinetta) Siempre fue un tipo que tuvo una gran convicción acerca de lo que quería hacer con su arte, nunca hizo concesiones. Grabó lo que quiso grabar, siempre, con el tipo de arte de tapa que le quiso dar a sus discos. Trabajó con los músicos que quiso trabajar, y nunca hizo un disco igual al anterior, para complacer ningún tipo de expectativa que se tuviera sobre él. Seguramente, debe ser la síntesis del artista integro.” Justamente, la noche de Las Bandas Eternas iba a ser otra muestra acabada de la grandeza de este artista sin parangón. Ya que se bancó todo el concierto, de principio a fin, cantando y tocando como los dioses durante bastante más de 5 horas. Una maratón tremenda, en la que el Flaco dejó toda su alma de diamante, brindando lo mejor de sí a una audiencia que terminó exhausta, pero pletórica de emoción y felicidad.

Por supuesto, la realización de semejante evento también supuso largas jornadas de ensayos y preparativos. Según Gustavo Spinetta, no fue nada fácil porque a Luis le costó un esfuerzo tremendo hacerlo. Fue un proceso muy agotador con ensayos interminables. A veces me pasaba a buscar y yo me terminaba viendo todo el ensayo. Eran ensayos de 10 horas, una cosa de locos, con Luis siempre en piloto automático, tocando con todos los músicos. Como un “master” en un estado zen, bancándose todo lo que venía.” Otro que me contó cómo recordaba aquellas increíbles jornadas previas al recital fue Pomo, el baterista de Invisible: “Me acuerdo que estuvimos ensayando 1 o 2 veces por semana, durante un mes y medio, para tocar en ese show. Igual, él se repartía para ensayar, al mismo tiempo, con todas las demás bandas que lo acompañaron. No sé cómo hizo…”

Los ensayos tuvieron lugar en una sala enorme, en donde se armaron los sets de las diferentes bandas participantes, uno al lado del otro: “Estaban todas las bandas armadas en círculo. Yo ya soy un tipo grande, pero ver todas esas bandas me emocionaba como cuando era pibe. Ver a Almendra, Pescado Rabioso, Invisible… Qué sé yo. Por eso, yo me quedaba todo lo que podía en los ensayos. Hacía mi parte, cuando ensayábamos los temas de los Socios, y luego me quedaba escuchando a esas bandas históricas. Luis ensayaba todo el día, pasaba de una banda a otra”, me comentó Marcelo Torres, ex bajista de Spinetta y los Socios del Desierto.  

Sin dudas, la magia imperecedera esparcida en toda la obra del Flaco hacía efecto en el ánimo de los músicos participantes. Tanto en la previa, o durante los ensayos, así como en la prueba de sonido en Vélez, se adivinaba en el aire que nadie se iba a olvidar jamás de este show. Según Lito Epumer, ex guitarrista de la última formación de Spinetta Jade: Yo, como tocaba solamente en un tema (junto a Invisible), fui recién la última semana, pero ellos ya venían ensayando desde hacía dos meses. También, la prueba de sonido fue una cosa de locos. Probamos sonido el día anterior y el mismo día del show. Mientras lo estaba viendo pensaba que era un concierto que iba a pasar a la historia, sin dudas. Lo sabíamos todos los músicos que estuvimos ahí. Pero no tuvo nada que ver con lo que pasó después. Ahora estoy convencido que fue el concierto más emocionante que vi en la Argentina, lejos.”

Gustavo Spinetta recuerda: “Eso fue realmente increíble. Estabas en el camarín de Vélez y veías a todos los monstruos del rock de acá, estaban todos. Además, el clima que había era súper especial. Eso es algo que yo no volví a ver nunca más. Se vivía una cosa muy especial. No había “divismos” ni nada de eso, se vivía una gran comunión entre todos los músicos participantes, con todo el mundo extasiado.” Una apreciación con la que coincide Marcelo Torres: “Ese concierto fue una celebración, y era un sentimiento reciproco. Cuando me llamaron yo me sentí muy feliz, porque me sentí reconocido. Pienso que la mayoría de los músicos que tocamos ese día debe sentir lo mismo. Por otra parte, el show tuvo un nivel técnico impresionante. Además, nadie reclamó nada, porque se trató a todo el mundo con mucho respeto. Bueno, por eso salió tan bien todo, ¿no?”

El primer tema del concierto fue “Mi elemento”, que Luis interpretó junto a su banda estable (Nerina Nicotra, bajo; Claudio Cardone, teclados; Sergio Verdinelli, batería; Guillermo Vadalá, guitarra). Así dio comienzo esta recorrida que incluyó además de temas propios, sobrevuelos por otros autores del rock argentino tanto influyentes en su obra como influidos por ella, mediante la interpretación de canciones como “Las cosas tienen movimiento” (Fito Páez), “Mariposas de madera” (Miguel Abuelo), “El rey lloró” (un tema original de Los Gatos, compuesto por Litto Nebbia), “¿A dónde está la libertad?” (Pappo), “Té para tres” (de Soda Stereo, por Gustavo Cerati), “Necesito un amor” (grabada por Manal, compuesta por Javier Martínez), y “Filosofía barata y zapatos de goma” (Charly García).

Si bien todo el show mantuvo un alto nivel de calidad y emotividad, sin dudas, varios de los momentos más significativos se vivieron cuando el Flaco hizo dueto con algunos de sus ex colaboradores, como el recordado Diego Rapoport  (teclados en “Ella también” y “No te busques ya en el umbral”), o junto a Leo Sujatovich, Juan del Barrio y el Mono Fontana, los otros tecladistas de Spinetta Jade. Por supuesto, nadie podrá olvidar los duetos junto a músicos de la talla de Fito Páez (en la mencionada “Las cosas tienen movimiento”), Juanse (“¿A dónde está la libertad?”), o Charly García, en la emocionadísima versión del recordado “Rezo por vos”, ese clásico inmortal co-compuesto por García y Spinetta para su frustrado proyecto a dúo de 1985.

Sin embargo –y teniendo en cuenta el revés de la vida sucedido poco tiempo después- si hubo un momento especialmente emotivo dentro del concierto de las Bandas Eternas, ese fue cuando se juntaron en un mismo escenario Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati para interpretar “Té para tres” y “Bajan”. Gustavo Spinetta, quien fue el encargado de tocar la batería en “Bajan” y “Cementerio Club”, me contó: “Me acuerdo que cuando me tocó salir a tocar, no pensé en nada. Porque el clima era tan lindo que no me dio ni para preocuparme, en realidad. Yo me sentía en el cielo, ¿viste? Cuando me puse a tocar la bata, el primer tema fue “Bajan” y ya estaba Cerati arriba del escenario. Imaginate, de un lado del escenario lo tenía a Cerati y del otro lo tenía a Luis. Mirara para donde mirara, yo sentía que estaba en la gloria.” Por supuesto, cuando terminó ese set de dos temas, Cerati se fundió en un abrazo del alma con Luis. Una imagen, cuyo recuerdo ahora, seguramente, hace lagrimear a más de uno, entre los que, obviamente, me incluyo.

Otro de los sueños más grandes del fan spinettiano promedio se cumplió ese viernes mágico cuando se juntó Invisible para tocar impecablemente los temazos “Durazno sangrando”, “Jugo de Lúcuma”, “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”, “Niño condenado”, y “Amor de primavera”. Sí, no era una alucinación colectiva. Spinetta – Machi – Pomo, uno de los tríos más power de la historia del rock argentino, estaban otra vez volando la cabeza de propios y ajenos.  Dice Lito Epumer: “(A mí) Me quedó muy grabado el momento en que yo tenía que salir a tocar en ´Amor de primavera´, el último tema que hizo Invisible, porque cuando ellos estaban tocando ´Durazno Sangrando´, uno podía ver a todos estos músicos tan grosos del rock argentino, mirando la canción desde el costado del escenario y llorando. Todos, ¿eh? Cerati, Fito, Charly, el Negro García Lopez, Black Amaya, David Lebon… Todos llorando, desbordados con la emoción de ese instante.”

Otro regreso muy esperado fue el de Pescado Rabioso, 36 años después de su separación, con Spinetta, Black Amaya (batería), David Lebón (guitarra y voz),  Carlos Cutaia (teclados), más la participación de Guillermo Vadalá (bajo), en calidad de invitado; y del legendario Osvaldo Bocón Frascino (guitarra en “Me gusta ese tajo”). Sin dudas, uno de los segmentos del show más intensamente rockero, con un repertorio que incluyó “Poseído del alba”, “Hola dulce viento”, “Serpiente viaja por la sal”, “Credulidad”, “Despiértate nena”, y “Post crucifixión”.  Según Black Amaya, al que se le nota la adrenalina al contarlo: “Me la pase todo el tiempo muy emocionado y excitado, estaba a full con mi cabeza, ya que se estaba por cumplir mi otro sueño: volver al escenario, y, nada menos que en Vélez, con Pescado Rabioso, junto a mis queridos amigos. Fue impresionante, tal como lo habíamos soñado. El grupo sonó súper bien, y lo más maravilloso y tierno que me pasó con esto fue la repercusión que tuvo entre el público joven, los pibes que me mandaron un montón de mails – a los que yo trataba de contestar, a todos lo que podía-, aparte de los fans veteranos, y todos ellos muy emocionados con cómo había sido el show. Esa noche fue una gran fiesta para celebrar la carrera del Flaco, donde demostró porque era el único que llevaba la bandera del rock nacional.”

Luego de Pescado, llegó el turno de Almendra, el mítico grupo iniciático en donde Spinetta empezó a desandar su historia personal en la música rock, junto a Edelmiro Molinari, Emilio del Güercio, y Rodolfo García. Este fue el primer reencuentro de estos monstruos, luego de casi 29 años.  Otro sueño realizado, este set incluyó clásicos como “Color humano”, “Fermín”, “A estos hombres tristes”, y “Hermano Perro”. Por supuesto, el cierre fue con “Muchacha ojos de papel”, una de las canciones más significativas del rock argentino, y un tema que muchas veces Luis se negó a volver a tocar. Seguramente, será muy difícil olvidar cuando Spinetta empuñó una guitarra acústica, mientras el resto de sus compañeros lo rodeaban en semicírculo para cantarle –ya todos presentían que por última vez- a esa muchacha voz de gorrión, a la que alguna vez le robaron un color… Rodolfo García aún no tiene palabras para explicar lo que sintió esa noche: “Si tuviera que mencionar una, diría Emoción. Me costó varios días ´bajar de ese viaje´. Sin dudas, un homenaje muy merecido para el Flaco y su obra. Y de paso, para todo el rock argentino y quienes lo generaron.”

Pero eso no fue todo, ya que en la coda del concierto el Flaco interpretó “8 de Octubre”, con Ricardo Mollo de invitado, un tema que daba testimonio de la tragedia de los pibes del Colegio Ecos, una causa en la que Spinetta se había puesto al frente, como una de las caras más visibles, con el lema “conduciendo a conciencia”.  Así, luego de un par de temas más que incluyeron “Seguir viviendo sin tu amor” y “Yo quiero ver un tren”, el concierto finalizó con “No te alejes tanto de mí”, uno de los pocos hits radiales que se permitió tener el Flaco a lo largo de su carrera.

Frank Ojstersek, bajista de Spinetta Jade desde el ´80 al ´83, no tocó en el concierto de las Bandas Eternas, pero igual estuvo presente entre el público, disfrutando de este espectáculo de principio a fin. Por supuesto fue nombrado por el Flaco, junto al resto de los músicos que alguna vez lo acompañaron y que no participaron del show. Y él asegura: “Yo le agradezco muchísimo que me haya nombrado, junto a los otros músicos que no participamos del concierto. Es más, después que pasó el show, una vez nos encontramos y Spinetta me explicó porque no había estado yo en el concierto. Sin dudas, él era un tipo muy considerado hacía las otras personas, y por eso me lo quiso explicar, aunque yo ni le había preguntado nada al respecto. Él me dijo que Jade era imposible de armar. Es entendible. Pensá que habían pasado tantos músicos por el grupo que ¿con que formación hubiese tocado? Se tocaron un par de temas de la etapa de Jade, pero estaba claro que era imposible hacer una síntesis que diera cuenta de todas las distintas formaciones que tuvo el grupo. Si hubiese sido por Luis, él hubiese organizado un show en el que hubiesen estado todos los músicos que lo acompañaron. Sin embargo, en un comienzo, este proyecto era una cosa aún más restringida. Al principio, la idea, creo que fue armar solamente los grupos básicos. Si se hubiese implementado esto, el concierto hubiese durado dos horas y media. Pero luego todo se fue ampliando, paulatinamente. Imagínate que el show terminó durando, aproximadamente, cinco horas y veinte…”

Y así fue, e, increíblemente, pasó. El sueño había terminado, pero viviría por siempre en la memoria popular. Lo que estaba más que claro era que no habría otro show de las Bandas Eternas, fue una burbuja única en el tiempo, que alumbró esa fría noche de diciembre de 2009. Con respecto a esto, Gustavo Spinetta me contó, que, más allá de cualquier especulación, “si Luis aceptó la propuesta de Mangone de hacer ese show, fue porque estaba claro que era ese Vélez, y chau. Fueron conscientes de esa idea y no se hizo ningún show más de Las Bandas Eternas, a pesar de que le llovían las propuestas millonarias luego del éxito de este concierto”

Sin embargo, fue inevitable que poco tiempo después, y más luego de la muerte de Luis, en febrero de 2012, este concierto de las Bandas Eternas haya quedado en la mente de muchas personas casi como la despedida del Flaco, más que una celebración de su carrera y vida. Como si el músico, desde una sensibilidad intuitiva, lo hubiese organizado porque sabía que no le quedaba mucho tiempo más. Apreciación que, que no obstante, desmiente su hermano Gustavo: “Yo sé que ahora, visto a través del tiempo, ese proyecto parece una despedida. Pero es que muchas de las últimas cosas que hizo Luis parecen eso. Incluso en algunas composiciones –como, por ejemplo, el tema ´Canción de amor para Olga´, de su disco Un Mañana- hay una temática sobre la muerte en sí. Como que Luis intuía algo con respecto a eso… Por eso parece que se hubiera despedido… (Se emociona) Pero él no quería eso ni en pedo. Luis tenía un problema en el pulmón, y lo sabía, pero no era de esa gravedad aún”

A pesar de la tristeza por la ausencia del Flaco, quedará para siempre, en el corazón de todos los que tuvieron la fortuna de asistir a este concierto histórico, una emoción inenarrable. Por suerte, para el resto, hubo una caja (editada por primera vez en 2010) que incluye tres DVD y tres CD, con los 50 temas tocados esa noche, más un libro de fotos, que retratan a los 40 músicos que pisaron el escenario, y que se agotó al poco tiempo. Afortunadamente, en 2012 se relanzó, incluyendo una edición completamente rediseñada por el propio artista antes de su muerte. Esta reedición contiene un libro de fotos y los tres CD con más de cinco horas del concierto.

Sin duda leer lo que pasó esa noche no se asemeja en nada a la experiencia vivida, pero valga esta retrospectiva como homenaje a esas bandas que por surgidas de la escena nacional nos dan la pauta, más allá de cualquier nostalgia, de lo necesaria que es su pervivencia e inmortalidad.

Innegablemente, el universo spinetteano siempre será, porque “mañana es mejor”, una galaxia inmensa de inspiración para los viajes musicales de varias generaciones de hacedores y amantes del rock argentino pasado, presente y futuro.


Emiliano Acevedo