lunes, 30 de abril de 2018

LOS RECUERDOS DE CLAUDIO GABIS: La Evolución Permanente (entrevistas de 1977)


Destacar la importancia de Claudio Gabis dentro del panorama nacional de la música contemporánea se hace innecesario. La gran cantidad de discos grabados por él en Argentina (más de veinte) confirman las condiciones de un guitarrista que puede ser considerado entre los propulsores de movimiento rock, allá por el año 67. Seguramente no sospechó la trascendencia que adquirirían, con el paso del tiempo, sus aportes a la música rock argentina. Su paso por Manal y La Pesada simbolizan dos importantes páginas en la historia del rock local. 

En 1975, Gabis decidió abandonar el país, y se propuso nuevas e importantes metas, que a lo largo de 1975 y 1976 desarrolló con óptimos resultados. Gabis (que ha estado recientemente de visita en el país) recuerda su historia y explica el porqué de aquella decisión, y la proyección que ha adquirido luego de su permanencia en el exterior del país, en donde optó por estudiar en Estados Unidos, a la vez que alterna su tiempo en una agrupación brasileña de jazz-rock.

ENTREVISTA: ¿Qué recordás de tus inicios en la música?
En casa tenía un piano y, de vez en cuando, machacaba algo, pero sin dirección. Yo tenía doce o trece años, y era la época de los bailes; en ellos escuchaba a Ray Charles, Trini López, Neil Sedaka… la cosa era bailar. A partir de entonces empecé a entusiasmarme por la música popular. En esa época, y no sé por qué, me interesé por un programa de radio en que pasaban mucho jazz y blues. Cuando me relacioné con esa música, nueva para mí, traté de encontrar contactos entre ella y la música popular. Me acuerdo de que iba a la biblioteca Lincoln y pedía discos de jazz y blues, antiguos. También empezaba a asistir a recitales de jazz y surgía una onda de música que no entendía muy bien, pero me sentía dentro de ella. Luego, a los pocos años, en el programa Modart en la Noche, me puse en contacto con la música de Clapton y Bob Dylan, y me supercopé. A partir de esas tres vertientes; jazz, blues y folk, comencé a sentarme en el piano con el deseo de sacar algo.

¿Querías ser como Bob Dylan?
Claro. También tenía una armónica, pero todavía no conocía el aparatito, para sujetarla frente a la boca, así que la ataba con cinta durex al piano para tocar ambos instrumentos a la vez. Yo tenía un amigo, en cuarto año del colegio, que tocaba guitarra electica, algo que, en ese entonces, era alucinante.

¿Ibas a ver grupos en esa época?
Sí, iba a ver a Los In, Los Gatos Salvajes, Los Shakers, y no a bailar… Los Beatles ya habían tirado todas sus influencias que asimilaban, a su manera, los músicos y los primeros grupos de aquí. Y a mí la música ya me interesaba a un nivel superior, pero en La Cueva no podía entrar porque era menor.

¿Y cuándo te decidiste por la guitarra?
Yo le dije a un amigo que sabía tocar el piano: mentiras. Fui a su casa y empezamos a sacar temitas; la cuestión era meterse en toda esa cosa nueva. Era tal mi fascinación por su guitarra, que ahí decidí practicar con ese instrumento. Además me llamaba la atención la importancia que tenía la guitarra en todo ese movimiento nuevo; veía que la mayoría de todos los músicos que por esa época mataban tocaban la guitarra. Entonces, indefectiblemente, tenía que tocar guitarra eléctrica.

¿Cuál fue tu primera viola electica?
Desarmé una raqueta de tenis, le puse seis cuerdas hechas con líneas de pescar, y la amplificaba por un grabador Geloso: por supuesto, el ruido era infernal. Más adelante, para mi cumpleaños, mis viejos me regalaron una de verdad. Un pibe del barrio me hizo el amplificador, y, a partir de ese momento, todas las noches me las pasé practicando. Grababa la música que se escuchaba: Beatles, Dylan (Mike) Bloomfield. Un día fui a Modart en la noche, porque sentía que tenía que prenderme, que tenía que tener un acceso bien directo hacia esa nueva expresión. En la audición tenían una serie de discos que no utilizaban, y los pedí; a partir de ahí empecé a entender más toda esa cosa que al principio me costaba comprender.

¿Cuál fue tu primer grupo?
Yo ya había armado mi primer conjunto, con un chico que se llamaba Daniel Armesto (que lamentablemente falleció); él cantaba y tocaba armónica. También se habían prendido dos chicos del barrio, y uno que tocaba teclados, Emilio, ahora está estudiando en Rusia. Ese conjunto se autoproclamaba como el primer conjunto psicodélico de Buenos Aires. Entre los discos que me dieron en Modart había uno de Hendrix y otro de Cream; cuando los escuché por primera vez, te juro que no entendía nada. De inmediato se los hice escuchar a los chicos del grupo, y tuvieron la misma reacción que yo. Comprendí que eso era lo que quería hacer. Yo venía tocando despacito, despacito, algunos temitas de blues, pero esos temas me dieron un empuje tremendo.

¿Cómo surge Manal?
Ya estaba en contacto con Javier (Martínez), que tocaba en El Grupo de Gastón. Con Javier decidimos que teníamos que meternos de lleno en el blues; por otra parte, el único tipo que en esa época tocaba blues era Pappo. Yo conocí a Javier al poco tiempo de que La Cueva se cerrara, entonces la actividad bohemia se concretó en el Di Tella, en el Bar Moderno y en Corrientes. Yo ya frecuentaba a los músicos, y entre ellos se encontraba el primer bajista de Manal: Rocky. Lógicamente, Manal todavía no existía. Alejandro, en esa época, aún integraba Los Seasons. Lo que planteábamos con Javier no existía; en esa época era solamente Beatles, y nada más. Alejandro era el único tipo con talento que podía integrarse con Javier y yo. Además, nosotros proponíamos algo absolutamente novedoso y revolucionario: las canciones en castellano; Javier tenía una pila de temas hechos en español. Nuestra primera intención fue la de hacer un cuarteto; teníamos una grabación programada para CBS; pero CBS se perdió a Manal. La formación iba a ser: Javier, Alejandro, yo, y Fanacoa, que era un tecladista. Fanacoa también se la perdió. Nuestra propuesta era hacer un repertorio mitad y mitad: James Brown, Little Richard, soul, con material propio. Nos llamaban para tocar en fiestas y nos denominaban La Ricota, a propósito de Cream. En esa época La Ricota ya era conocida entre los quintetos tipos del beat, y del amor y paz. Surgió, entonces, nuestro primer contacto con Jorge Álvarez, que había venido de Estados Unidos con Pedro Pujó. Álvarez fue el primero que vio la cosa; ninguno de los grandes productores de las grabadoras se dio cuenta de que la cosa estaba por ese lado. Con una proposición tan clara de la parte empresaria, y una respuesta tan fascinante como la nuestra con Manal, comenzó nuestro compromiso musical. Teníamos que ponerle nombre al grupo; hicimos varias reuniones y al final quedó Manal. El origen, en cierto modo, es la palabra mano, de 'cómo viene la mano'. Un poco fue un juego de distorsión de palabras, que era una costumbre de la época de La Cueva. Así sucedieron las primeras fiestas y reuniones donde tocábamos, ya como el trío Manal. Llegó luego el primer concierto; había sido preparado con una gran pompa. Fue en la calle Corrientes. Era increíble que un conjunto de música 'beat' tocara allí. El teatro era el Apolo, y fue todo un acontecimiento: todo el mundo fue a vernos. Desde aquel suceso, el 12 de noviembre de 1968, pasó un año para que Manal grabara el primer disco.

¿Qué balance hacés de ese histórico primer disco de Manal?
El primer long play resume toda la primera época del trío, los recitales, y esa ruptura de formalidad que impuso Manal al tocar en los cines, donde nunca se habían presentado conjuntos. Nos trasladamos a Mar del Plata y tocamos en un boliche que se llamaba Mandioca, con Los Abuelos de La Nada. Vivíamos todos juntos en una casa; ¡las cosas que pasaron en esa casa...! Supongo que el dueño todavía nos debe estar buscando, pobre. En aquella casa vivían Manal, Los Abuelos de la Nada, Pappo, Jorge Álvarez, Pedro Pujó, Tango. A Tanguito no lo queríamos dejar entrar; realmente era un gasto, era muy bueno y todo, pero era un gasto. Tanguito era terrible, peligroso, uno no podía dejar la guitarra porque él ya se la llevaba, y con ella pagaba un taxi. En aquel verano Pappo estuvo tocando con Manal, y existía la posibilidad de que formáramos un cuarteto, pero finalmente no prosperó. Apenas llegamos a Buenos Aires, hicimos aquellos famosos recitales en el Payró, junto con Almendra. No nos habíamos equivocado: la cosa funcionaba, y Manal llegó a ser lo que Javier y yo nos habíamos propuesto inicialmente. Un paso importante fue el festival Pinap, ahí realmente nos impresionamos. La gente se subía al escenario mientras tocábamos, la gente gritaba, los periodistas sacaban fotos; habíamos descubierto que realmente llegamos. Después, lógicamente, llegó el período de asentamiento del grupo, la mujer, la familia, el departamento.

¿Por qué crees que se empezó a erosionar la estructura grupal del trio?
Es que, de pronto, la bohemia ya no resultaba tan bohemia. Creo que ahí empezó el desgaste de Manal, el desgaste de esa energía inicial que teníamos. Tal vez, aquella vida libre y desprejuiciada se acababa; en cierto modo, se acababan las noches y los días de constantes aventuras nuevas. Yo no me voy a olvidar jamás del día en que tocamos en el festival Pinap y a Javier se le rompió la batería. Javier salió de la batería y se puso a cantar con los palos en la mano, yo me sentía tan loco que dejé la guitarra y empecé a tocar la armónica, y Alejandro, para no ser menos, dejó el bajo y agarró mi guitarra. Fue tal el clima de desenfreno, que creí que todos íbamos a terminar explotando. También recuerdo cómo fue mi primer distorsionador, acá no había distorsionadores, no existían, entonces yo distorsionaba con mi viejo grabador Geloso; el primer long play de Manal está grabado con ese distorsionador. Al distorsionador lo llamábamos 'relajo', y al poco tiempo Kay (Galiffi, integrante de Los Gatos) se compró un grabador Geloso exclusivamente para distorsionar, para hacer el 'relajo'. Lo de Edelmiro y Spinetta era mucho más 'grosero': ellos distorsionaban con radios Spica. Durante la última etapa de Manal, ya me sentía aburrido, ya se había perdido todo eso que nos mantenía juntos y unidos a los tres. Alejandro fue el que menos quería que se produjera la ruptura. Para mí la separación significó libertad, y me propuse abrir mi panorama musical.

Junto a Jorge Álvarez

¿Y cómo sigue tu historia inmediatamente posterior a la separación de Manal?
Estuve tocando con muchos músicos de jazz y experimenté cosas muy interesantes, pero meterme en el jazz era, en cierto modo, destruir todo lo que había armado, abandonar lo que había construido. Era el auge del rock pesado, era la época en que los pibes querían escuchar solamente blues; ingresé a La Pesada. Antes de que eso ocurriera, había formado un grupo que se llamaba Exú, en 1972. Antes de Exú había armado una banda, con la que toqué en el segundo B. A. Rock, con Minichilo, Fumero, el trombonista de La Porteña Jazz Band, y Emilio, mi primer tecladista. Con ese grupo hicimos algunos blues e inclusive un raga, pero al poco tiempo nos separamos. Después me reencontré con Jorge Álvarez y grabé Claudio Gabis y La Pesada. Me entusiasmaba mucho la estructura de la Pesada; realmente había músicos muy valiosos. Tengo recuerdos muy lindos de esa época; tal vez lo único negativo que recuerdo fue aquel famoso recital del Luna Park, cuando se armó ese terrible lío.


El famoso “Rompan Todo”…
Parece increíble, pero antes de empezar el recital, nosotros teníamos miedo, teníamos el pálpito de que pasaría algo raro. Tanto es así que decidimos que nuestras mujeres e hijos no concurrieran. Aquella noche fue tan rara, tan extraña (y realmente hay momentos en que ni siquiera puedo acordarme de qué pasó), porque todo sucedió demasiado rápido: las corridas, la desesperación, el nerviosismo... fue horrible. Eso es lo único negativo que recuerdo de ese período. Después, llegó la etapa de estudio, cosa que considero fundamental, no sólo para la música, sino, para todo desenvolvimiento humano.



¿Qué te motivó a dejar el país?
La primera vez que me fui fue a fines del 72, a Brasil, donde permanecí seis meses sin establecerme definitivamente pero intentándolo. Después, regresé al país y estuve seis meses más, hasta que volví a Río de Janeiro, a vivir definitivamente. Apenas comenzado el 76 fui a estudiar a los Estados Unidos. Las motivaciones fueron de todo tipo: socio-político-económicas. En realidad, en el plano de trabajo yo me sentía atado a todo lo que había hecho antes, y me parecía necesario salir de aquí para ayudarme a evolucionar. Esto puede estar equivocado, pero yo creo que me hizo bien irme para adquirir otras influencias musicales, tocar con otras gentes, empezar un poco de nuevo para poder evolucionar.

¿Cuáles eran tus inquietudes artísticas de aquel entonces, y en que varían con respecto a las actuales?
No varían demasiado. Fundamentalmente, mis inquietudes eran las de ampliar el campo de lo que hacía, no quedarme sujeto a un cierto tipo de música que me limitaba. Como artista, yo sentía la obligación de ser lo más amplio posible, y llevarme a mí mismo lo más lejos que fuera posible, en términos de crecer. Antes de sentir todo eso yo tenía otras intenciones; me conformaba con definirme como cierto tipo de músico y nada más. De pronto me di cuenta de que lo que quería era llegar a ser, en definitiva, un artista, y no sentirme limitado. Tal vez el error que haya cometido fue el de permanecer atado a un determinado tipo de música, que termina por enquistarlo a uno. Creo que el final de Manal se produjo por ese motivo: cada uno de nosotros quería buscar nuevos caminos, tocar otro tipo de cosas, conocer otras gentes, quería ampliarse.

¿De qué manera llevás a cabo la evolución musical a la cual le otorgás tanta importancia?
Yo tengo una especie de filosofía que me lleva a tratar de realizar las cosas cada vez mejor, para que sean cada vez más puras en el sentido estético, cada vez más expresadas. Para ello trato de aprender y de volcar a la música que hago más elementos, de introducirme yo a través de ella y sentirme bien.

¿Cuáles han sido tus aportes concretos fuera del país?
En Brasil tuve un plano de trabajo estrictamente profesional. Toqué con Ney Matogrosso, y el trabajo que hice con él era interesante; no era nada pretensioso, pero me permitió tocar  con músicos de primera línea, al mismo tiempo que pude conocer a los mejores músicos de Brasil. Pude hacer algunas grabaciones y formé una banda de jazz-rock, de excelentes músicos, con los que hice unos trabajos muy buenos. Además, en Brasil hay algunas características especiales con respecto a la música que se hace; allá se mantienen elementos propios de la música brasileña, que es una música muy rica rítmica y armónicamente. Es importante tener esa propiedad en cuenta, ya que permite que la música de un país, la música propia de un país, se introduzca en otros países y en otros ritmos. Eso pasó en Estados Unidos con la música centroamericana, y el ejemplo más claro es Santana. Esto nos lleva a pensar en lo que pasa en nuestro país con respecto a la música que se produce. Yo creo que es necesario poder rescatar los valores importantes de la música argentina para poder darles universalidad. Piazzolla logró hacerlo mediante el bandoneón. Yo no sé cuál es el problema ocurrido con nuestro folclore; yo no sé si se ha estancado, o no ha evolucionado en la medida suficiente como para que los jóvenes podamos rescatar elementos e introducirlos a una música contemporánea, para realizar una música evolucionada y argentina. Creo que es un problema grave no tener una influencia grande detrás, que sea de tango o de folclore, que pueda copar la música que hacemos.

¿Te sentís satisfecho con lo que recogiste y con lo que aportaste fuera del país?
Recién ahora en Brasil tengo la posibilidad de aportar cosas más valiosas. La primera estadía en Río no me permitió hacerlo, y durante el año pasado estuve estudiando en Berklee. Berklee me permitió pulir y solidificar todo mi potencial musical. Ahora estoy tocando con un grupo que me gusta mucho, que tiene una propuesta musical muy interesante. Este grupo se llama Índex y está compuesto por excelentes músicos; es un aporte que realmente me parece valioso. Con este grupo pienso tocar un determinado tiempo y regresar luego a los Estados Unidos para estudiar y tocar allí. En este país yo integré un grupo que se llama Rio, pero la función que desempeñaba era la de permitirme ganar dinero para solventar mis estudios. Con Rio interpretábamos temas de los Beatles, de Chick Corea o de otros compositores con arreglos nuestros; realmente no era nada definitivo ni mucho menos pretensioso; solamente cumplía la función de permitirme estudiar y estar tocando permanentemente. Esa experiencia me sirvió para adoptar una forma de trabajo muy distinta a la que conocía; allí todo se debe encarar con un profesionalismo extremo, allí nadie embroma con el trabajo. Actualmente, en Brasil, con el grupo Índex, puedo desarrollar todo ese aprendizaje que, por supuesto, no se va a estancar allí. Volveré a Estados Unidos, seguiré estudiando, con la intención de no estancarme y apuntar cada vez más alto.

¿Creés que músicos o conjuntos argentinos tienen posibilidades de mercado fuera de nuestro país?
Definitivamente sí. Aquí hay mucho talento, gente realmente valiosa, y la calidad a nivel músicos es óptima. Lógicamente, la diferencia con respecto a grupos extranjeros radica en la parte técnica a nivel equipos, pero en los demás aspectos no. Aquí se produce buena música, incluso muy superior a algunos grupos norteamericanos que son un desastre y que sin embargo son los que más venden.

ESTA NOTA SE COMPILÓ EN BASE A DOS ENTREVISTAS: Claudio Gabis, La Evolución Permanente (Revista Pelo, Número 84, de marzo de 1977) y De Memoria (Revista Roll, número 4, abril de 1977)


miércoles, 25 de abril de 2018

UN PROMETEO MODERNO, entrevista a Fernando Blanco


Tener la oportunidad de entablar una charla con tipos como Fernando Blanco son experiencias que uno atesora especialmente. Respetuoso de nuestro laburo y, por propia virtud, llegó a la cita con una puntualidad inglesa. Se puso cómodo, pidió un café y apoyó el libro que estaba leyendo, Los Beatles como músicos, de Walter Everett, en la mesa. Parece que para este músico, escritor, y maestro especialista en la carrera de los Beatles, en grupo y solistas, siempre hay algo más que saber sobre los fab four. Justamente, rompimos el hielo preguntando por su reciente experiencia como coordinador y conductor de un encuentro interactivo, el pasado 11 de abril, que tuvo como protagonista a Geoff Emerick, el legendario ingeniero de sonido de la banda de Liverpool. En esa oportunidad, Blanco no solo entrevistó a Emerick sino que, también, tocó los temas a los éste iba haciendo referencia con su reconocida banda tributo a los Beatles, Nube 9.

A pesar de los cientos de entrevistas que le hicieron durante sus tres décadas de carrera, Blanco sigue siendo uno de los músicos más interesantes y entusiastas a la hora de un intercambio cara a cara.

Después de su partida de Los Súper Ratones, el peso de dirigir su carrera recayó sobre sus espaldas. Y este hecho parece no haberlo sobresaltado demasiado ya que su inquietud creativa le permitió hacer frente a la tormenta. Se consagró como solista, intérprete beatle itinerante en Nube 9, autor de dos libros junto al periodista Sergio Marchi, y desde el año pasado, bajo su idea y conducción, realiza el programa radial Ruido Blanco, los domingos, de 17 a 19, por FM Nacional Rock 93.7.

Les presentamos así una gran charla que no se ajustó a rígidos esquemas sino que fluyó en el diálogo musical con un apasionado cuyos sólidos y profundos conocimientos en el tema y su generosidad, incluso nos regalan una profunda mirada sobre nuestro tiempo.

ENTREVISTA: ¿Cómo pensaste y compusiste este nuevo disco?
En cuanto a las letras, son más autorreferenciales, más sentidas. Creo que reflejan momentos muy especiales que me han tocado vivir en los últimos tiempos. Siempre un disco es un reflejo de lo que vivís, pero acá me parece que puse más el corazón sobre la mesa. Canciones como “A la deriva” o “Al borde del abismo” tienen que ver con momentos duros que he vivido; y otros temas como “Voy a despegar”, pueden llegar a contar alguna sensación interna mía. Tal vez, elegí Luces y sombras como título del álbum, porque refleja esos aspectos que tenemos todos, ¿no? Hay momentos vividos que son para el olvido (o para el aprendizaje) y momentos de luz, en donde uno puede cristalizar lo que sueña. Por eso, la letra del tema “Luces y sombras” habla de eso, asumir esa dualidad nuestra y mostrarla, porque todos somos luz y sombra.

Esos momentos duros que nombrás, ¿tienen que ver más con lo profesional o con lo personal?
Lo profesional es difícil, pero amo lo que hago, y siempre fui para adelante sin dudar. He tenido que atravesar momentos más duros, como hace muchos años, cuando tuve que atender un quiosco de revistas… Después del éxito de Súper Ratones, tuve momentos muy difíciles. Pero no me quejo de eso. En realidad, creo que las letras se refieren a lo duro que fue la separación de una banda que había sido el sueño de mi vida, que yo había creado, y que, a la manera de Frankenstein, la vieja y excelente novela de Mary Shelley: fue un monstruo que se volvió contra mí. Quiso destruirme, pero no lo logró, afortunadamente. También las letras tienen que ver con otras cosas que he debido atravesar, como una separación de pareja, la muerte de mi madre… fueron todas cosas duras. Así que: “Bienvenido a la vida. Bienvenido a las luces y sombras.”

Tu tema “Monstruos” habla un poco de eso, justamente. ¿De dónde sale esa paranoia? Porque es un tema que te deja pensando…
¡Ja! (se sorprende)...y… tengo varios años de terapia. Creo que a veces uno se vuelve loco con ciertas cosas y se crea sus propios monstruos. Y si nos vamos a terrenos más psicoanalíticos, creé a los Súper Ratones como el doctor Frankenstein a su criatura. Creé un monstruo que después se volvió contra mí.

¿Ahí está el núcleo del tema?
Es que la novela de Frankenstein, que a mí me parece la obra literaria más grande que se haya escrito, tiene dos o tres lecturas posibles. El título del libro es Frankenstein o el Prometeo moderno. Fijate que Prometeo en la mitología es una criatura que le robó el fuego a los dioses, es decir, la sabiduría. Entonces el doctor al crear vida lo que está haciendo le está robando el fuego a los dioses y el monstruo que creó, luego, se le vuelve en contra y quiere matarlo. Que es como querer matar al padre, también. Tiene varias lecturas. Y bueno, uno a veces se crea sus propios monstruos porque si uno analiza, los peores enemigos, a veces, son aquellos que eran tus amigos en algún momento. Y yo debo hacer algo mal porque me pasa seguido. Esa canción fue una especie de catarsis.

A pesar del tiempo transcurrido ¿Sigue latente el dolor por tu separación de los Súper Ratones?
Pasaron más de diez años, pero es un dolor que me queda de por vida, porque fue mi sueño. Una banda en la que todos los integrantes se conocieron por mí, que yo inventé, yo le puse el nombre y le di la identidad. Y que cuando pensé que había llegado el momento de terminarla y dejarla dormir, para después –llegado el caso- poder resucitarla; sin embargo, nadie me hizo caso, todos se volvieron en contra mío y la pasé muy duró. En ese punto, mis opciones eran detenerme a pelear o seguir avanzando con lo mío; y me animé a seguir adelante. Ahora, después de diez años, acá estoy; con cuatro discos solistas editados, dos libros publicados y otro en preparación, con infinidad de shows dados con Nube 9, con cursos y viajes. Entonces, creo que elegí bien. Las dos cosas no hubiera podido hacerlas a la par.

¿Cómo te pegó la muerte de Person (José Luis Properzi)?
Hacía mucho que no lo veía. Yo me enojé con él cuando me fui de la banda. Incluso, antes de irme, ya estábamos un poco peleados. Creo que se equivocó en algunas cosas, pero no importa… El caso es que estábamos distanciados, y cuando me enteré de su enfermedad, decidí escribirle. Por suerte me contestó, y tuvimos una despedida conciliatoria, muy amable, que a mí me hizo muy bien. Pude hacer el duelo. Así que, cuando me enteré de su muerte, ya había hecho el duelo, ya había tenido mí despedida de él; y aunque me dolió, no me tomó por sorpresa. (Se emociona) Y te podría decir que me da mucha pena y que lo extraño porque creo que los Súper Ratones era nuestra banda. La armamos él y yo, componíamos los temas, cantábamos… Fui el primero en creer en su talento. Lo elegí como socio y le enseñé los rudimentos para que él empezara a componer y a tocar; y él desarrolló un talento al que yo le guardo mucho respeto y admiración.

¿Ustedes se conocían de chicos?
No. Nos conocimos porque yo estaba buscando alguien para formar una banda y un amigo en común me lo recomendó. Me dijo que había un flaco que cantaba como los dioses, ese era Person. Cuando me lo presentaron, le dije que, en realidad, necesitaba un batero: “Bueno, me compro una batería…”, me respondió; y al primer ensayo, tocó mejor que los cinco bateristas que yo había tenido o probado antes. Me acuerdo que hizo “Hound Dog”, el clásico de Elvis, y me quedé mudo de lo bien que lo tocó; así que ahí arrancamos a tocar juntos.

¿De dónde crees que surge el rock machacante de tu nuevo disco?
Mirá, el 90 por ciento de la música que escucho es de las décadas del 50, 60 y 70; o sea, rock clásico. Pero, cada tanto, me gusta incluir algo del rock que hay hoy. Lo que pasa es que no creo que haya mucho, siento que el rock está agotado. De cualquier forma, soy de tomar algunos elementos del sonido actual. Porque me gustaría, y quiero, sonar moderno, actual; pero con las bases del rock clásico que a mí me gustan. Porque, cada tanto, aparecen nuevos valores que redimensionan el rock. Como en los noventa, cuando apareció Lenny Kravitz, o más tarde el Brit Pop; así como en los últimos años Jack White

En una entrevista que te hice hace un tiempo, también me hablaste muy bien de Muse…
Claro, me gustan. Ellos traen de vuelta al rock elementos teatrales como los que tenía Queen. Por eso, como te decía, cuando veo a estos nuevos valores, me inspiran también en lo mío. Trato de buscar esa ecuación: la emoción –o la inspiración- del rock clásico más el sonido moderno. Eso es lo que intento. Es mi objetivo, por eso, cuando escuchas un tema mío como “Luces y sombras”, no suena a un rockito del sesenta, suena más actual; pero si te a ver los acordes, los riff, la forma, también respondería al rock de garaje de los sesenta.

También te inspiró un poco la Electric Light Orquestra en este nuevo álbum, ¿no?
Claro. En este último disco tuve dos influencias muy fuertes, para la parte de sonido y composición: Jeff Lynne, de la ELO; y Tom Petty. Jeff Lynne es un tipo talentosísimo, cuya carrera en el grupo y como solista me vuelve loco; y de Petty vas a encontrar referencias a su forma de tocar la guitarra acústica, a ese sonido tan característico. Volvemos al tema del rock clásico.

Además son dos tipos que trabajaron juntos, y aparte, con otro grande que te gusta mucho como George Harrison…
Claro, por eso, en el caso de Petty, es como una variante de abrir un poco el juego para seguir ahí metido en el sonido y los grupos que a mí me gustan.

¿Cómo fue la producción del álbum?
Me gustaría mucho trabajar con un productor, pero en este caso no pude. Lo produje yo. Tengo la suerte y la ventaja de contar con una banda de muy buen nivel, que es Nube 9. Entonces puedo darme el gusto de trabajar como a mí me gusta, como trabajaban las viejas bandas clásicas, que es ir al estudio con la canción y tratar de armarla ahí. Tengo la suficiente confianza en la banda como para ir al estudio, prácticamente, sin ensayo, y darle forma a la canción en toma a toma. Mientras los técnicos preparan los micrófonos y demás, yo les paso los acordes a los chicos, la partes, y, paulatinamente, vamos armando la canción. Un laburo similar al que hacían los Beatles o Elvis con su grupo, cuando estaban en el estudio. Por otro lado, también intenté ir grabando dos o tres canciones por día; como se hacía en aquella época. Entonces, cada canción va teniendo una identidad mayor a la que se tiene con la forma de grabar actual, que es muy buena económicamente pero que artísticamente te disminuye, que es hacer todas las bases primero, grabar toda la postproducción luego, cantar todo después, y al final mezclar todo junto. A mí me parece que eso le quita espontaneidad y gracia al disco terminado. A mí me gusta hacerlo canción a canción, y en este disco me di el gusto y creo que eso resultó bien.

¿Fue un brote compositivo o son canciones que juntaste a lo largo de los años?
Estuve demeando. Siempre me siento en la compu a demear. Estoy como mecanizado, tengo un período en el que con un iPod grabo, selecciono, bajo las ideas y hago los demos. Después elijo las canciones, a veces lo consulto con alguno de los chicos de la banda. Y de ahí surgen los temas que voy grabando. Aunque queda una gran cantidad de temas afuera.

Cuando Cerati estaba grabando Fuerza Natural, ¿puede ser que le hayas prestado un bajo? ¿Podés contarnos un poco la anécdota?
Mirá, yo a Gustavo lo conocía de cruzarnos varias veces. Por ejemplo en un viaje a Paraguay. Habíamos ido a ver la presentación de Dynamo (el disco de Soda Stereo). Había estado charlando varias veces. Una vuelta hicimos unos coros para Leo García. Siempre tuve un buen entendimiento con Gustavo. Un día me llama Uriel, uno de sus técnicos, y me dice: “Che, Gustavo tiene un tema súper Beatle y quiere grabarlo con un Hofner original y yo le dije que vos tenés uno. ¿Te copás?” Y yo le dije: “¡Por supuesto!!”. Entonces se lo llevé. Imaginate que ver una sesión de grabación de Cerati era un lujo. Bueno, le dio el bajo a su bajista pero se copó tanto con el instrumento que al final grabó él. Yo pensaba “Dejame que te lo toco yo” (risas) pero me mordí los labios. Gustavo estaba entusiasmadísimo. Noté que era un tipo que no era un músico virtuoso sino un talentoso. ¿Se entiende la diferencia? O sea era un músico creativo. Empezó a probar todo, y a mí eso me parece más valioso que un tipo que hace todo prolijito. Si no que buscaba, que laburaba con el sonido. Después nos quedamos charlando, me tiró un par de tips para grabar. Fue muy gracioso porque me dijo que los bajos los estaba grabando con un parlante. Entonces, le pregunté si eso lo había leído en el libro de Geoff Emerick y me dijo que sí. Me preguntó sobre Nube 9, mi banda, quería saber qué significaba el nombre. Y le dije que expliqué que era un estado de meditación y le resultó súper interesante. Incluso, lo anotó en un cuaderno suyo de notas. Y después en el tema “#”, termina diciendo “Nube 9 / Diez conviene / Once, yo doce, vos trece… Paré de contar”. Así que tengo el privilegio de tener una banda que fue nombrada por un tipo talentoso como Cerati en su último disco.  

Justamente, ese disco tiene una variedad de colores de guitarras en cada tema…
Sí, por eso. A lo que voy es que la gente tiene la idea de que el tipo fue una especie de arquitecto frío y yo vi un tipo muy obsesivo, muy meticuloso pero también un talento, no un tibio o frío sino alguien que se entregaba a la música.

¿Cómo surge tu proyecto de escribir libros en coautoría con Sergio Marchi?
Mirá, la vida me ha llevado a convertirme en una especie de multimedia (risas) no sé bien por qué pero tuve que reinventarme. Pensá que abandoné un proyecto propio de más de 20 años. Mi único potencial es mi deseo, mi energía para hacer cosas. Y mi amistad con Sergio Marchi ocasionó que me comentara que estaba planeando un libro sobre la separación de los Beatles y como siempre hablamos de Beatles solistas, le dije “¿por qué no armamos algo recorriendo los discos?” Y una editorial lo aprobó, y ahí arrancó una carrera de una especie de periodista de investigación junto a un tipo que ya tiene un nombre como Sergio. Así que considero un privilegio haber hecho dos libros con él y un tercero a punto de editarse.

¿Qué aporte hacés en esos libros?
Como siempre planeamos centrarnos en la música de los Beatles en grupo o solistas y como soy un obsesivo de lo musical de esta banda y sus integrantes, generalmente, le doy a Sergio una especie de bodoque, escrito de una manera muy tosca, con mucha información, desde una óptica musical, y él revisa todo lo que yo le mando y lo escribe desde su óptica de periodista y buen escritor. Somos un buen complemento.
 
¿Y tu proyecto radial?
Bueno, la radio surgió muy de causalidad. Bobby Flores me conoce desde hace años y como Nacional Rock tiene una programación hecha por músicos, supongo, que por la labia que tengo y el conocimiento me convocó, nos juntamos y ahí le planteé que yo tenía mucho conocimiento pero de rock anglosajón. Entonces, me dijo que estaba bien pero que armara un programa que contenga algo de rock nacional también. Y le propuse hacer un programa donde, sobre la base de una canción de los Beatles, podamos rastrear todo lo referido a ella incluido el terreno del rock local. Entonces se plantea qué canciones son similares, qué temas influenció, etcétera. Es decir, conectar esa canción de los Beatles con otras, incluidos temas de rock nacional. Y se convirtió en un programa atractivo. Tengo entendido, que es el que más mide los fines de semana. Estoy súper contento. Incluso este año me ofrecieron extenderlo a dos horas así que la segunda hora planeé el especial de una banda en particular.

Y en los seminarios, una faceta más pedagógica, ¿qué temas desarrollás?
Yo los llamo “curso” más que seminario. Tomé una idea de Alejandro Dolina que dice “Cuanto más sabés de algo, más lo disfrutás”. Es decir, el saber te proporciona más y mejores placeres. Entonces, por qué no compartir todo lo que he leído, todo lo que sé y lo que he vivido, porque ya fui más de nueve veces a tocar a Liverpool, estuve en Estados Unidos, he grabado y tocado con personas que han tenido que ver con la historia. Y con un amigo, Marcelo Nusenovich, que se encarga de toda la parte técnica y administrativa, armamos este curso que se llama Experiencia Beatle en que hacemos encuentros sobre cada disco de los Beatles, en orden cronológico, y desarrollamos todo lo que tenga que ver con ese material: contexto social, data, momento del grupo, cuestiones técnica de composición, grabación, y después un análisis canción por canción. Y como broche, termino tocando un par de temas en vivo. Este año es la tercera vez que lo dictamos. También hice un par más sobre Beatles solistas, uno de Queen que hice el año pasado. Son cursos en profundidad, te tiene que gustar mucho el tema y, realmente, la gente lo agradece. El año pasado surgió una cosa increíble: como viajábamos a Liverpool con Nube 9, le propusimos a los participantes que quisieran que viajen con nosotros y se engancharon más de 30 alumnos. Hicimos varias visitas por sitios en Liverpool, entramos a Strawberry Fields, en donde no entra nadie. Y como grabamos en Abbey Road algunas canciones de Nube 9 para un futuro disco, los alumnos entraron con nosotros, y grabaron los coros en un tema. Así que fue el viaje de egresados perfecto (risas).

¿Hay un proyecto de disco, entonces?    
Sí, este año la idea es grabar un disco de Nube 9 con canciones propias.

¿En castellano?
Sí. Lo que pasa es que Nube es una banda de covers pero es una muy buena banda, con muy buenos músicos. Todos componemos, casi todos hemos hecho discos solistas. Entonces, digo, por qué no arriesgarse. Es como un proceso a la inversa, hicimos discos solistas y ahora en banda.

Yo considero que tu canción “A la Deriva”, es como contar un bajón pero a la manera beatle, letras tristes para melodías alegres. ¿Coincidís?
Sí, es un gran ejemplo, porque es algo que los Beatles solían así. También los Kinks, ahí diste en el clavo, porque Ray Davies es uno de mis grandes ídolos. Y este tema tiene algo de eso, tomarte la tristeza un poco en broma. Lo mismo que hacían los Beatles en “Help!”, la gran emblemática, música comercial y alegre pero, como decía Lennon: “Nadie se daba cuenta pero yo estaba pidiendo ayuda”.

¿En “No aprendimos nada”, tomaste la realidad sociopolítica argentina como inspiración?
Sí, debo decirte que así fue. Es una canción que da cuenta de mi visión social. Creo que ya había hecho un ejercicio similar cuando compuse “La Autopista del Sur”, en ¡Urgente! (2003), el disco de Súper Ratones. Curiosamente, en esa canción estaba siendo pesimista en un momento bueno que era bastante esperanzado, cuando recién había asumido Néstor (Kirchner); pero yo aparecía diciendo que “cuando todo comiencen a avanzar, nadie va a recordar a nadie en La Autopista del Sur”, haciendo una analogía social, a partir del famoso cuento de Cortázar. Ese tema fue cortina de (el programa periodístico de TN) A dos voces. Me acuerdo que una periodista me criticó y dijo que no le gustaba esa canción porque era “muy pesimista”. Y después, con el paso del tiempo, me di cuenta de que tenía razón en ser algo pesimista. Es lo mismo siempre, todos arrancamos y al rato nos olvidamos de los demás. Y “No aprendimos nada” es una relectura de eso, pero más pesimista aún. Porque para gente que está en sus cuarenta, que tiene la edad que tenemos nosotros, ya ha visto pegar dos o tres vueltas al país en lo económico y político social. Y eso es algo que te entristece. En un momento la canción dice: “Hay caras que pensé que nunca más iba a volver a ver…” Decime si no te pasa, que decís “¿este tipo otra vez acá?” Te desilusionás, lamentablemente. El tema tendría que haberse llamado “No aprendimos un carajo” (risas).

“El Karma de vivir al sur”, como diría Charly.
Claro, pero Charly siempre fue más poético (risas). Y bueno, fue eso y lo invité a Vitico a tocar el bajo que fue una interesante experiencia porque le dio el toque de base bien duro que también me encanta.

En el caso de “Tratando de llegar a vos” considero que suena a Harrison…
Sí. La verdad que adoro cuando Harrison se mezcla con Jeff Lynne. Me parece una de las combinaciones más lindas que dio el mundo de la música. En los 80 George venía sacando unos discos que no tuvieron mucho suceso y estaba prácticamente retirado y cuando aparece Jeff, un beatlemaníaco total, revive lo mejor de Harrison. Así que si pude captar un poquito de esa unión y si mi tema te sonó a Harrison, soy feliz.

¿Cómo va el proyecto del futuro disco de Nube 9?
Bueno, grabamos seis canciones en Abbey Road, nos falta terminarlas y grabar algunas canciones más.

¿Cómo está ese legendario lugar, hoy?
Grabamos en el estudio. Está todo, aunque el equipamiento ahora es moderno, la sala está igual, con los pianos que usaban los Beatles. Es el lugar donde se hizo la obra musical más importante del siglo XX. La verdad que fue unos de los mejores momentos de mi vida. Fue como tocar el cielo con las manos.

¿Qué canción de otro músico te hubiese gustado componer?
Oops!... (piensa) Te podría decir “Help!”. Esa es la canción perfecta para mí. Tiene una letra profunda, una melodía increíble. Con pocas notas pero con cambios de acordes bien al estilo Lennon, tiene buen ritmo, buena interpretación, buenos arreglos, coros. También, me hubiera gustado componer algo como “Rapsodia Bohemia” o como “Mister Blue Sky”, o “Good Vibrations”, de los Beach Boys, que es otra obra maestra.

Bueno, los Beach Boys es otro de tus referentes...
Sí, sí. Brian Wilson me sigue pareciendo un genio. El rock ha tenido la suerte de contar con un puñado de tipos indispensables.

Lo loco es que varios de ellos trabajaron al mismo tiempo…
Sí, fue un momento de la historia donde surgieron una serie de tipos con un talento increíble.

¿Un momento irrepetible para vos?
Sí, van a pasar muchos años hasta que haya otra vez una revolución y un movimiento igual de importante. Porque todo eso se dio en un momento muy particular de la historia que tuvo que ver un poco con el talento de 10 tipos indispensables pero también tuvo con un contexto en el que los medios de comunicación estaban adolescentes, la humanidad estaba adolescente. Un momento muy humanista, donde había sueños y ebullición artística. Hoy estamos en otro período más escéptico, aburrido, más tecnológico e individualista. Tal vez la creatividad está en otros lados. Por ejemplo, en el diseño de productos, en el dibujo, en la arquitectura. La música tuvo un pico muy alto y fue parte de un cambio social. En la década del 60 o 70, escuchar música era un evento. Uno se sentaba delante de un disco y había que cuidar ese evento y además lo que escuchabas te daba identidad. Con el avance de la tecnología, la música se ha convertido en un accesorio. Hoy, te ponés auriculares inalámbricos, elegís la música desde un celular y casi no implica un gasto económico.

Y ¿qué sentís cuando tu disco es escuchado en Spotify?
Y, para mí, es menos palpable. Me gusta cuando compran mi disco o lo regalo y me cuentan cómo fue escucharlo. Lo otro me cuesta verlo pero es un tema generacional. Aunque escucho música en Spotify para mí no tiene el mismo valor. No me conecto tanto, no tengo la responsabilidad que conlleva cuidar algo físico. Es como hacer el amor con un holograma. No es lo mismo. Me parece que la música perdió valor en la sociedad. Yo creo que, por ejemplo St. Pepper´s, le cambió la vida a la gente, la forma de pensar, la forma de percibir.

Teniendo estas vivencias de otro mundo pero siendo músico ¿cómo se hace para no ser apocalíptico y pensar que el rock ya dio todo lo que podía dar?
(Respira hondo y piensa) Y, por algo la mayor parte de mi actividad tiene que ver con un período de la historia del rock.

Pero hacés canciones nuevas…
Sí, hago canciones nuevas pero me cuesta mucho. Trato de llevar mi carrera solista pero no lo hago con la misma intensidad que con Nube 9. Me cuesta no ser apocalíptico. Creo que el gran momento del rock ya pasó, lamentablemente. El rock ha sido un movimiento enorme porque fue como una esponja, se nutrió de todo. Fue un movimiento menos cerrado y prejuicioso que otros. Pero la verdad, es que si uno le presta atención a lo que se está escuchando hoy como música hegemónica, encontrás poco rock. De hecho, Argentina es uno de los países más rockeros que quedan. En Inglaterra, el año pasado, fuimos a un pub a tomar algo y sonaba “Despacito”. Incluso, el pop contemporáneo poco tiene que ver con el pop rock de otras épocas. Tal vez, se puede hacer un análisis más profundo: Hoy vivimos a mayor velocidad, es una forma más individualista, la mayoría de nosotros accedemos y nos ahogamos a nosotros mismos con nuestros equipamientos y ya no hay magia. Recuerdo que cuando empezamos con los Súper Ratones, el dueño de un local de pulóveres nos había contratado para tocar en vivo en la vidriera como una forma de publicitar el negocio. El lugar se llenaba de gente y se volvían locos al ver un grupo tocando, al ver los instrumentos. Hoy si hay una banda tocando en la esquina, la gente pasa con cara de “uy, qué molestos”. Evidentemente, eso se volvió vulgar. Cualquiera puede hacer cualquier cosa. Hoy podés aprender a tocar la guitarra en Internet. Pero bueno, los tiempos cambian, cada generación va buscando diferenciarse de la anterior. En un momento, parecía que la música electrónica iba a ser “lo nuevo” pero la verdad, es que en ninguna manifestación artística hubo la magia que se dio en el momento de surgimiento y apogeo de los Beatles, los Rolling Stones, Brian Wilson, Ray Davies, Pete Townshend, Bob Dylan. Los indispensables.

Entrevistó: Emiliano Acevedo


domingo, 22 de abril de 2018

ORION´S BEETHOVEN: La Alienación del Futuro (Revista Roll, octubre 1977)


Volvemos a 1977 y nos encontramos con Orion´s Beethoven, banda fundamental del rock progresivo argentino. Esta entrevista salió en la efímera revista Roll, editada por Magendra, y en ella los integrantes del grupo hablan de su último disco hasta esa fecha, intitulado Tercer Milenio.

En ese momento el grupo estaba formado por Adrián Bar: guitarraJosé Luis González: batería;  Román Bar: bajo y voz; y Petty Gulache: voz. 

Hay que recordar que si bien ésta fue una de las agrupaciones más duraderas del rock argentino, el mayor escollo que encontraron fue la dificultad para grabar este segundo disco, hecho que los llevó al borde de la disolución ante la imposibilidad de lanzar el álbum ya listo, en año 1974.

Así llegamos a 1977, con la incorporación del cantante Petty Guelache y la edición de este demorado segundo disco.

Esta es una charla muy interesante, en donde los músicos dan cuenta de sus presunciones –por momentos, increíblemente intuitivas y acertadas- acerca del futuro que se venía, a apenas 23 años de llegar a este Siglo XXI que ya estamos transitando hace rato.

ORION´S BEETHOVEN: La Alienación del Futuro

Desde el pasado musical, en el que Ludwig Van Beethoven marcó uno de los hitos, hasta la referencia sobre la cosmovisión futurista que plantea la constelación de Orión, el largo receso en la vida de Orion´s Beethoven consolidó su parábola inicial: el campo de exploración en el rock agresivo asimiló el vuelo de sus letras, encaminadas a bosquejar un presagio apocalíptico sobre el año 2000. La temática de su primer álbum de esta segunda época, Tercer Milenio, recupera la quintaesencia de su génesis: rastrear, a través de la música, la imagen que proponen las letras de sus temas, centradas en el devenir deshumanizado, mecanizado, de la comunicación humana.


El recurso de hacer malabarismos con el tiempo, trastocarlo, dibujar el presente con las palabras de un futuro de una epopeya científica derivada en una forma de convivencia insensible y sometida a los múltiples mecanismos de precisión y control, es el que viabilizó la propuesta actual de Orion´s Beethoven, en una obra que tiende a conjugar equilibradamente música y letras bajo un concepto unitario. Después de conocer su fundamento, su música adquiere una dimensión más amplia, más comprensible. Probablemente, la incorporación de Petty Guelache como vocalista otorgó mayor libertad al trabajo instrumental del resto, que buscó da mayor preponderancia a los teclados. De todas maneras, para Orion´s Beethoven la importancia de su presente se encuentra en su perspectiva futurista, luego de superar su pasado, el de su primera fase, luego de su primer álbum, Superángel (1973)

ENTREVISTA: ¿Por qué el grupo desapareció por tanto tiempo?
Ronan Bar: Veníamos tocando desde hace bastante, y traíamos un desgaste grande, por problemas personales, con la compañía y de todo tipo. Llegó el momento en que teníamos que parar. Podíamos haber cambiado de integrantes o intentado otras cosas, pero decidimos detenernos y repensar las cosas. Fueron casi dos años de descanso.
Adrián Bar: Quiero aclarar una cosa con respecto a la música pesada o fuerte que estamos haciendo ahora. En mi caso personal, cuando me pongo a componer no decido de antemano hacer temas en la onda jazz-rock, porque está de moda. Cuando me pondo a componer algo, me sale esto. No es que decidimos hacer una música más o menos pesada, sino que nos pusimos a tocar y salió lo que estamos haciendo; más allá de que esté de moda mezclar el rock con el tango. Lo que estamos haciendo suena estrictamente como Orion´s Beethoven; es música fuerte pero elaborada. La gente tiende a comparar. Tenemos muchas influencias, pero eso no significa que sonemos parecido a un grupo en particular. Resulta que el rock nació en Estados Unidos. Puede venir del blues, los negros o África; no está exactamente definida de donde proviene su raíz. Entonces, de base, el rock es universal. Ya no existe el concepto de que el rock es penetración cultural de Estados Unidos. El rock es argentino como puede ser yugoslavo o norteamericano.
Ronan Bar: No creo que para el rock suene a argentino, para que tenga pautas del lugar donde estamos viviendo, tengamos que utilizar un bandoneón o compás de dos por cuatro. Pienso que, aunque no nos lo propongamos, si las cosas que hacemos son honestas van a sonar a Buenos Aires.

¿Cómo surgió el título del álbum y que temática lo caracteriza?
Adrián Bar: El nombre salió de uno de los temas, “Niño del tercer milenio”. Tercer milenio significa año 2000, es un futuro inmediato. Ese tema pinta como pienso que van a ser los chicos del año 2000, los chicos superdotados –que ya hay-, mutantes. La letra del tema habla, en un verso, de un niño muerto en cuclillas, y esto se ve ahora en las guerras de África, Biafra, en las fotos de chicos raquíticos muertos; es muy actual. Que la sociedad está totalmente mecanizada, también se ve ahora. No necesariamente los chicos, los seres humanos, están mecanizados, sino que crecen  con sentimientos diferentes, quizás un poco más crueles y egoístas. Probablemente, no hay lugar para el romanticismo. En esa canción hay pantallazos, imágenes, durante uno de los tantos años después del año 2000; es después de una guerra nuclear. Por ejemplo, hay radioactividad en el aire, hay hambre en muchos lugares; y es cuando la humanidad comienza a erigir nuevos mitos, nuevos dioses, un nuevo renacimiento.

¿A que atribuyen la creciente mecanización del hombre?
Petty Gulache: Algo que quiero marcar es que todo el mundo llega a plantearse esas cosas a esta edad, 24, 25 años. Y tenés todo lo otro que te vienen metiendo por todos lados, por ojos –a través del televisor, por ejemplo-, desde que sos muy chico. Es un todo empezar ahora, y hay algunos tipos, como nosotros, que se dan cuenta. O no.
Adrián Bar: Una de las causas es el confort, directamente. Todo el día te pasan una propaganda de una heladera para que la gente comience a comprarse cosas para estar mejor, más confortable, trabajar menos; y las personas se pasan todo el día viendo televisión y empiezan a pensar menos, preguntarse menos el porqué de cada cosa. Está todo mecanizado –las tareas en la casa, en la calle-, lo que hace que el ser humano valga cada vez menos. Va a llegar el momento en que nos vamos a dejar dominar por las máquinas; entonces sí vamos a ser unos inválidos. Porque cuando no funcionen más las máquinas, va a empezar el caos.
Petty Gulache: No sé, pero pienso que viene más o menos el caso. Estoy leyendo un cuentito de Ray Bradbury. “El asesino”, que trata de un tipo que está alienado por un montón de relojes pulsera, transmisores, heladeras, y comienza a romper todas esas cosas. Para la sociedad, desde ese momento el hombre es un asesino, y lo internan en una clínica psiquiátrica. Todo eso porque en determinado momento iba en un colectivo al lado de otro tipo, que como tantos, le informaba a la mujer que calles cruzaba, hasta que, con un aparato que tenía interrumpió todo ese tipo de comunicaciones y se produjo un caos. Al paso que vamos es muy factible que caigamos en una situación parecida.
Ronan Bar: El asunto es valernos de las máquinas y  los medios que inventamos, y no depender de ellos. No es tampoco tirar todo por la ventana e irnos a vivir a una granja. En el bajo que estoy usando, estuvieron trabajando un montón de tipos durante horas en la línea de montaje. La cuestión es no esclavizarse con eso.

¿Mecanización o alienación?
Adrián Bar: Mecanización mal utilizada es alienación. El tipo que trabaja todo el día para tener máquinas, no entiendo cuándo puede llegar a disfrutar todo eso. Pienso que trabaja nada más que para tenerlas. Y el “status” existe hasta en la música, maneja todo.

ENTREVISTA PUBLICADA EN LA REVISTA ROLL, OCTUBRE DE 1977.