Mostrando entradas con la etiqueta JAZZ. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta JAZZ. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de julio de 2018

TOCANDO SIN PARAR DE SENTIR, entrevista a Jota Morelli


Debido a su versatilidad como músico, desde muy joven, Jota Morelli se ha destacado como uno de los principales bateristas argentinos. Ha tocado con muchísimos artistas, adaptándose con soltura a variados géneros y estilos, ya sea rock, pop, jazz, fusión, reggae, funk, melódico, folklore… Sin dudas, Jota es un verdadero laburante de la música, y un estudioso de su instrumento. Porque no cualquiera se da el lujo de tocar con grandes del jazz internacional como Al Jarreau o Alphonso Johnson; y además con innumerables músicos de la escena local, entre los que se destacan Luis Alberto Spinetta y Pappo, dos de los más grandes artistas del rock nacional, y de los más recordados y nombrados por sus colegas -para corroborar esto basta con recorrer un puñado de las entrevistas que hemos realizado en nuestro blog-. Un lujo y un privilegio que Jota guarda en el fondo de su corazón. Por supuesto, también hablamos de su presente, que lo encuentra formando parte de la mítica banda Los Enanitos Verdes, además de su labor como solista.

Pero basta de cháchara, mejor empecemos a recorrer la carrera de este gran batero, apasionado por su profesión, quién, con simpatía y afecto, nos contó cómo fueron estas tres décadas vitales, dándole palo y palo a los tambores, el bombo y los platillos…

ENTREVISTA> ¿Cómo te iniciaste en la música?
Me inicié en la música gracias a mi querido padre, un excelente pianista de tango. Desde muy chico estaba todo el día con él y con mi abuelo, José Morelli, que tocaba el bandoneón y la trompeta. Ellos tenían dos bandas diferentes, una de tango y la otra de música pop. Por lo tanto, se puede decir, que a la música la llevo en la sangre. Ellos dos fueron mis mentores, junto con José Luis Sartén Asaresi, un increíble guitarrista y baterista, que lamentablemente falleció en 2012 en Suiza.



¿Por qué elegiste ser baterista?
Me decidí por la batería porque ya de chico golpeaba todo lo que tenía a mi alrededor. Por eso, más o menos, cuando tenía 3 o 4 años me regalaron mi primera bata de juguete (nada que ver con las que hay ahora para chicos, que son re profesionales…). Luego, cuando tenía 10 años, mi viejo me regaló mi primera strike drums, una batería nacional. En ese momento, toqué el cielo con las manos, no lo podía creer. Más tarde, durante comienzo de la secundaria, me acuerdo que formamos una banda llamada Apóstrofe. Luego llegaría Autobús, en donde hacíamos covers y temas propios. ¡¡¡Era pasión pura!!! En ese momento recuerdo que me sentía como que estaba partido en tres partes: fútbol, batería y colegio. En ese punto, tocar en el interior del país era muy divertido, pero duro a la vez, ya que no teníamos buenos equipos. Yo soy de Venado Tuerto, Santa Fe; una ciudad a la que voy todo el tiempo ya que tengo todos mis afectos ahí...

¿Cuáles fueron tus profesores de batería y qué aprendiste con ellos?
Mis profesores de bata fueron Carlos Riganti y Alex Sanguinetti. Con ellos aprendí muchísimo en lo que respecta a técnica e improvisación.

¿Qué artistas y discos eran tus preferidos en esas épocas iniciales?
Mis primeros discos fueron los de los Beatles, ¡a full! Después llegarían a mi vida Deep Purple, Led Zeppelin, Genesis, Yes, Pink Floyd, y todo el rock inglés de los 70. Después empecé a escuchar a Jeff Beck, quién, directamente, me voló el cerebro -y me lo sigue volando hasta el día de hoy… A fines de los 70 y principios de los 80, mi viejo me regaló un par de discos importados como Night Walker, de Gino Vanelli, y Face Value… el primero ¡de Phil Collins! Yo flasheaba con toda esa data…

¿Cómo definirías el hecho de ser músico? ¿Qué significa esta profesión en tu vida?
Ser músico es un regalo de Dios que valoro día a día, porque es pasión pura. Esta profesión ocupa mucho espacio en mi vida, a lo que siempre doy gracias...

¿Qué músicas y estilos te gustan e inspiran?
Soy muy abierto con los estilos musicales. Básicamente, soy un batero de rock que puede tocar varios estilos, pero siempre con actitud de rock. Me mata la música negra, todo lo que este tocado con swing. Me gusta y me divierte tocar casi todos los estilos, ya sea rock, soul, groove funk, ñu jazz, reggae… Por ejemplo, me inspira muchísimo el trabajo de Stewart Copeland (The Police), Weather Report, Pat Metheny, Stevie Wonder, Al Jarreau, Herbie Hancock, Mint Condition o Foo Fighters. También, a la hora de tocar, me mata la música de Led Zeppelin. Actualmente estoy tocando con la legendaria banda de rock Los Enanitos Verdes, y muchas veces, durante los shows, me inspiro en Copeland...

LOS QUERIDOS OCHENTAS

¿Cómo llegás a La Torre? ¿Cómo ves su obra hoy a la distancia?
Empecé a tocar en La Torre gracias al inolvidable Negro García López, el grosísimo guitarrista de rock. Él me presentó a Oscar (Mediavilla) y a Patricia (Sosa), con quienes compartí casi cuatro años de intenso trabajo. Durante mi participación en la banda, grabamos los tres primeros álbumes del grupo –uno de ellos en Ibiza-, y también tocamos mucho por el interior del país. Fue una experiencia increíble. Musicalmente, yo crecí muchísimo al lado de ellos. Sin dudas, esa fue mi primera banda “pro”. Aún hoy, escucho la música que hicimos en La Torre y me encanta. Los temas tenían unos arreglos increíbles.....



¿Cuándo y cómo te integrás a Madre Atómica?
Durante la época en que tocaba en La Torre frecuentaba mucho La Trastienda -no el boliche nuevo de San Telmo sino el viejo, que en los 80 estaba en Palermo. Ahí, todos los miércoles, tocaba Madre Atómica, que estaba integrado por Lito Epumer, Mono Fontana, Lucio Mazaira y Paul Dourge. Yo moría con esa música, era una gloria ir todos los miércoles a verlos, y yo me sabía todos los temas que tocaban. Hasta que Lucio se fue de la banda y me llamaron a mí para tocar. ¡Yo no lo podía creer! Así comenzó mi etapa en Madre Atómica. Seguimos tocando los miércoles, primero con César Franov en el bajo, quién luego sería remplazado por Guille Vadalá. Después, en el 86, grabamos un disco con esta formación en la que estábamos Guille Vadalá en bajo, Lito Epumer en viola, Mono Fontana en teclados, y yo en batería.

MAESTROS DE LUZ

¿Cuándo lo conocés a Spinetta?
Tocando con Madre Atómica porque de vez en cuando venía a vernos. Luis en esa época estaba tocando sin batero. Obviamente, siempre me morí con su música. Bueno, en el medio del proyecto de Madre Atómica toqué en varios shows con el Cuartero de Lito Vitale, con quien también grabe un disco, y también con Las Viuda e Hijas de Roque Enroll. En el 87, hice varios shows con Pedro Aznar, hasta que me llamó Luis para ser parte de su banda. El primer sueño cumplido, para mí...

¿Cómo era trabajar con él en los shows y el estudio?
En el 87, Luis tenía una tremenda banda, estaban Machi Rufino (bajo), Mono Fontana (teclados), Guillermo Arrom (guitarra), Chofi Faruolo (midi y efectos). Esa formación fue mágica –si quieren ver cómo era, hay varios videos de esa época posteados en YouTube. Trabajar con Luis fue algo especial, indescriptible. ¡Él era un artista increíble!, y por sobre todas las cosas, un ser humano alucinante. Recuerdo que era súper detallista en lo referente a los arreglos. En los ensayos era súper exigente, y a la vez me daba mucha libertad para aportar lo mío a sus canciones. Por ejemplo, Luis escribió las canciones de Téster con una máquina de ritmo y me pidió que humanice esos arreglos pero respetando a full sus programaciones. Algo parecido sucedió en Don Lucero. Para mí, fue un desafío tremendo tocar con él, una experiencia única. Tocando con Luis, participé en la grabación de tres discos: Téster de Violencia (1988), Don Lucero (1989) y Fuego Gris (1993); de los cuáles, mi preferido es el primero. Por supuesto, me afectó muchísimo cuando me enteré que estaba enfermo. Para mí fue como un padre, un amigo de esos que son increíbles... Lo extraño muchísimo...

¿Te acordás de la gira que hicieron en el 89, apoyando la candidatura a Presidente por el radicalismo de Eduardo Angeloz?
Lo único que recuerdo era que estábamos felices por hacer semejante gira, más allá del partido político, y nos hacía felices tocar en vivo y compartir la gira con otras bandas. ¡¡Eso fue un placer increíble!!

¿Por qué Luis decidió subirse a esa gira?
Se lo ofrecieron y todos dijimos que sí, pero por el hecho de tocar y poder presentar nuestro material en todo el interior del país, y eso era una linda oportunidad para hacerlo.

¿Cuál es el concierto que más recordás de esa etapa tuya junto a Spinetta?
El que más recuerdo es un concierto en Chile, en el 90 o 91, en el Teatro California de Santiago. Eso estuvo increíble. Tocamos mas de 3 horas esa noche y recuerdo que sonó alucinante.

¿Qué recordás de tu colaboración con Riff?
Lo de Riff pasó en 1985, durante cuatro meses, más o menos. Tocar con Pappo también fue una experiencia muy linda. En esa formación estábamos, junto a él, Jaf (guitarra y voz), Vitico (bajo) y yo. La banda era una aplanadora, se sonaba todo. Por supuesto, me hubiese encantado roquear mucho más tiempo con ellos, pero duró poco. Yo me hice muy amigo del Carpo, y compartimos muchas cosas. Fue un bajón tremendo que se haya ido... Pappo dejó un legado importantísimo, al igual que Luis. Son dos personas a los que voy a extrañar siempre muchísimo. Gracias a Dios, tuve la gloria de tocar con ambos, que para mí son los pilares del rock argentino.



Otro violero groso con el que tocaste fue David Lebón…
Sí, durante los 90. David es otro grande de la historia del rock nacional. Tengo los mejores recuerdos de la época en que toqué con él. También es una excelente persona, un gran tipo. Se podría decir que la forma de laburar es, más o menos, la misma entre todos estos artistas tan grosos...

CON EL REDOBLANTE BAJO EL BRAZO

Ahora hablemos de bajistas. ¿Cuál, de todos con los que tocaste, es tu preferido?
En verdad, tuve la dicha -o la gloria- de tocar con los mejores bajistas argentinos. No te podría decir cuál es mi preferido porque todos tienen algo distinto que me encanta. Imaginate, toqué con Gustavo Giles, Gaby Lazzarini, Guille Vadalá, Javier Malosetti, Pablo Santos, Cachorro López, Pulga Luciani, Pedro Aznar, Ale Herrera, Mati Méndez, Paul Dourge, Francisco Fattorusso… Y, en el exterior toqué con Alphonso Johnson, el legendario bajista ex Weather Report; Cris Walker -con quien estuve en la banda de Al Jarreau. Por supuesto, en la actualidad, estoy tocando con Marciano Cantero, también vocalista. 


¿Por qué decidiste radicarte en el exterior?
Cuando Spinetta desarmó la banda en el 92, mi idea inmediata era radicarme en Estados Unidos. Yo tenía contactos importantes con gente de allá que había venido a tocar y a dar clínicas en Buenos Aires; como Alphonso Johnson, quién vino a dar una clínica en el 94 y lo acompañamos con Madre Atómica. Otro sueño cumplido. En esa oportunidad, quedé en contacto con él, y, sumado a eso, había pegado muy buena onda con Renato Neto, Joey Heredia y Marco Mendoza –un increíble trío que también vino a tocar acá en los 90. Así fue que, cuando me fui a Los Angeles en abril del 97, ellos me ayudaron muchísimo en todo.

Antes de irte, tocaste con Diego Torres…
Sí, con Diego toqué 4 años y grabé tres discos. Fueron años intensos, realizando muchas giras por Argentina y toda Latinoamérica. Fue una experiencia lindísima, aparte, teníamos una banda de aquellas. También, durante esa época, integré diferentes formaciones, como, por ejemplo, el trío que teníamos con el Mono Fontana y Javi Malosetti. También, recuerdo mucho cuando tocaba en el club de jazz Oliverio con Luis Salinas, otro extraordinario y virtuoso guitarrista…

¿Cómo te surge la posibilidad de tocar junto un monstruo del jazz como Al Jarreau?
Como te decía, con Diego Torres toqué desde principios del 93 hasta mediados del 97. Luego, aproveché un parate de Diego, y partí hacia Los Angeles. Cuando llegué a esa gran ciudad me contactó Marcelo Berestovoy, otro tremendo violero, y comencé a laburar con Bandidos de Amor, un grupo que hacía el circuito de los pubs. Tocábamos muchísimo con esa banda. Ahí, lo contacto a Alphonso Johnson, y comienzo a tocar con él y nos vamos de gira a Japón. En esa gira el tecladista era Freddie Ravel, que es el que me contacta al año siguiente con Al Jarreau. Con Al comencé a tocar en marzo del 98. Ya conocía toda su discografía porque era fana de su música. Recuerdo que ensayamos dos semanas y salimos a la cancha, junto a Freddie Ravel (teclados), Ross Bolton (guitarra), y Chris Walker (bajo) Comenzaron las giras mundiales, y yo tocaba el cielo con las manos... ¡Ahí ya tenía el segundo sueño de mi vida cumplido!

¿Y cómo sigue tu carrera, luego de que volvés a Argentina?
Con Al Jarreau estuve haciendo giras durante 5 años. Ahí terminó todo porque Jarreau decidió parar por un año. Así que volví a tocar con artistas argentinos como Vilma Palma o Alejandro Lerner, hasta que, en 2004, regresé a la Argentina para tocar con Fito Páez; en una banda increíble en la que estábamos Gonzalo Aloras (guitarra y coros), el Negro Javier Lozano (teclados), Guillermo Vadalá (bajo), Fito, y yo. Eso fue alucinante, giramos por Latinoamérica, a full, durante tres años. Luego me convoca Luis Salinas para tocar con él y en 2009, me contacta Felipe Staiti para tocar en la legendaria banda Los Enanitos VerdesEsa fue una sorpresa que no esperaba. Así que ahora estoy con ellos, y giramos mucho por Estados Unidos, México y toda Latinoamérica. En 2012 grabamos un disco nuevo (Tic Tac) con Los Enanitos Verdes, los dos meses siguientes hicimos gira por todo Estados Unidos, y luego giramos por Colombia y Ecuador. Giramos y tocamos un montón de shows a lo largo del año. La repercusión que tiene esta banda afuera, es increíble.

¿Qué recordás de la grabación de Tic Tac?
¡¡La grabación de Tic Tac fue increíble!! Una etapa hermosa de la banda. Recuerdo que ensayamos en Los Angeles, le dimos forma a los temas y nos metimos en el estudio a grabar. Quedamos muy felices con ese disco, que se grabó en el estudio Iglú en Los Angeles, con Gustavo Borner como ingeniero y productor.



¿Tienen pensado grabar un disco nuevo en un futuro cercano?
En este mes sale Huevos Revueltos. Ya está en Spotify y en Itunes. En realidad, Huevos Revueltos es un split en donde participamos dos bandas: Enanitos Verdes y Hombres G, de España.

EN PRIMERA PERSONA: YO, VENADENSE

Contanos acerca de algún concierto que hayas presenciado y que quedó en tu recuerdo.
Shows que me hayan volado la cabeza... Recuerdo a The Police, en River (2007); Yellowjackets, en el Gran Rex (2009); la Chick Corea Electric Band, en Obras (1986); Rush, en Austin, Texas (2011); Brad Meldau, en Argentina (2010)…

¿Y de los que tocaste vos, cuáles fueron los más inolvidables?
Seguramente, el que dimos en el North Sea Jazz Festival, en 2002, con Al Jarreau; un concierto alucinante; o cualquier show en los que toqué con Spinetta. Actualmente, con Los Enanitos Verdes tenemos shows gloriosos, también. Porque me dan mucha soltura para tocar, y puedo improvisar  en todos los shows. Eso para mí es buenísimo porque me divierto muchísimo arriba del escenario. ¡Con Felipe (Staiti, guitarra) y Marciano nos entendemos de primera!



¿Tenés alguna batería preferida?
Soy endorsement de la marca Sonor, esa es mi bata preferida. Su construcción es perfecta, y el sonido, único...

¿Te gustan los bateros exhibicionistas, preferís la sutileza o una mixtura entre ambos mundos?
A la hora de tocar prefiero la sutileza. No me gustan los exhibicionistas....

¿Qué música elegís para escuchar en la actualidad?
Ahora estoy escuchando Blue Hats, un disco de Yellowjackets (toda la discografía de los Yellow me encanta), también escucho mucho a John Mayer, Led Zeppelin, The Police, Miles Davis, Rush, y casi todos los discos de Earth, Wind & Fire. Y por supuesto hay mucha música que no dejaré de escuchar nunca, como la de Luis Alberto Spinetta, o el Mono Fontana solista. También el trío Epumer, Judurcha y Machi, la Francisco Fattoruso Band, Electrohope de Javi Malosetti, Al Jarreau, Herbie Hancock, Stevie Wonder, Mint Condition... La lista sería interminable.

¿Qué artistas te gustan del rock nacional actual?
Ahora hay muy buenas bandas como Ojo Bizarro o Mofos, dos grupos de Venado Tuerto que todavía son under pero que ya la están rompiendo. En mi opinión, el rock actual nuestro está en constante ascenso.

¿Cómo viviste el homenaje que te hicieron en diciembre de 2011 en Venado Tuerto por tus 30 años de trayectoria?
¡Fue increíble! Montamos un escenario súper pro con audio re groso, buenas luces y con bandas y solistas increíbles como Facu y Johnny Monty, Ojo Bizarro y Mofos. Mi viejo, Chilin Morelli, abrió el evento, y también me di el lujo de contar con la presencia de Felipe Staiti, Coyote Damiani, Palmo Addario, Ezequiel Guilardi, Cristian Judurcha; y un final de lujo con Esperanza Spalding y Leo Genovese. La municipalidad de Venado Tuerto, junto a Rodri García Lacombe, nos ayudaron con todo el armado del evento. Fue una noche gloriosa que nunca olvidaré. ¡Había más de 7000 personas! Y, por supuesto, ¡al final nos comimos un alto asado! (risas)

¿Qué cosas positivas y negativas encontrás en el negocio de la música, comparando cuando vos empezaste a tocar profesionalmente en los ochenta y la actualidad?
A mi entender, la música está muy corrupta en estos tiempos. Antes había que tocar bien sí o sí, ya que se grababa en cinta y no había Protools ni máquinas que te arreglen todo, como hay hoy en día. Por otro lado, el negocio cambió muchísimo, ya no hay sesiones de grabación ni se venden más discos, solo queda tocar en vivo…  

¿En qué andás ahora? ¿Cuáles son tus proyectos actuales?
Por ahora estoy de gira con Huevos Revueltos por el mundo. Enanitos Verdes y Hombres G, y realmente muy feliz con ese  proyecto. Tambien tengo mi banda solista con unos musicos increibles…

¿De qué se trata tu proyecto solista?
Ahí hacemos soul y funk, con Mati Méndez en bajo, Álvaro Torres en teclados, Axel Introini en teclados y Rama Molina en guitarra y voz. La onda es grabar algo antes de fin de año con esa banda. Nos encanta hacer versiones de temas, la mayoría instrumentales. Por ejemplo agarramos temas de Mint Condition, Miles Davis o Prince, y los versionamos. Tenemos un repertorio bien ecléctico, ¡como corresponde!

Emiliano Acevedo


jueves, 21 de diciembre de 2017

GATO BARBIERI, Banda Sonora de El Último Tango en París: Saxo volcánico y perturbador...

El Último Tango en Paris. Una película, dirigida por Bernardo Bertolucci, que dio que hablar en 1972, con su alto contenido erótico, razón por la que sería censurada en varios países o generando todo tipo de polémicas en los lugares en los que sí se llegó a estrenar. Por ejemplo, en Argentina la película se estrenó el 3 de Octubre de 1973, pero solo pudo ser exhibida sin censura durante 13 días, hasta que la cinta fue incautada por orden judicial, y Miguel Paulino Tato, el censor de turno, finalmente se encargaría de que el film fuera prohibido.

Tan hipnótica como la película era la melodía que oficiaba de tema principal en su banda de sonido. Dicho tema fue compuesto por el músico rosarino Leandro Gato Barbieri, quien en 1962 se había marchado a Europa, motivado por el trompetista italiano Enrico Rava, y deslumbrado por la nueva corriente de free jazz que se imponía en todo el viejo continente, de la mano de músicos como Don Cherry y John Coltrane. Para cuando el Gato compuso la música para el film de Bertolucci ya era un músico afincado en Europa con varios discos editados, como El Pampero: Live in Montreaux (1971) y Fénix (1971), éstos, más su trabajo en 1965 junto al propio Cherry, a quien había conocido en París, le dieron cierto aire de prestigio.

Justamente, el leit motiv del tema “Último Tango en Paris”, que se presenta en tres formatos (tango, balada y jazz) sirve para reflejar los diferentes estados de ánimo por los que va pasando Jeanne, el personaje encarnado por María Schneider. La fusión de jazz con cierta rítmica tanguera, hasta incluso algunos aromas bluseros, caracterizan a esta sensual banda de sonido. Otros temas como “Para mi Negra”, “Falsa Ofelia” o el propio “Jeanne”, cuentan con el característico sonido del saxo de Barbieri: notas largas y de intenso volumen. Así mismo, la tortuosa relación entre Jeanne y Paul (Marlon Brando) –que según el propio Bertolucci es una analogía perfecta con la naturaleza tanguera, por su contenido apasionante y de abandono a la vez- fue captada a la perfección por el saxo de Gato Barbieri, en uno de sus trabajos más logrados y reconocidos de toda su carrera.

Luego del éxito masivo que le significó El Último Tango en Paris, Barbieri volvió a Buenos Aires y se sumergió en una fusión de jazz con ritmos latinoamericanos y del altiplano, editando Gato, Chapter One: Latin América, para el prestigioso sello Impulse Records. Como olvidar aquellas veladas en las que Barbieri tocaba junto a su amigo Néstor Astarita, el prestigioso baterista de jazz, compañero de largas jams en el boliche Jamaica, donde tocaban casi todas las noches hasta altas horas de la madrugada, con el trío de Baby Lopez Furst. Jamaica era un lugar mítico de Buenos Aires, ubicado en pleno centro porteño, sobre calle San Martin al 900, y tuvo sus puertas abiertas desde 1956 hasta 1979. Sin dudas, un recinto mítico por donde también pasaron Astor Piazzolla, el dúo de Horacio Salgán y Ubaldo De Lío, y Sergio Mihanovich, entre otros prestigiosos músicos.

En aquella época de bohemia, era habitual encontrarse al Gato interpretando, como los dioses, standards como “Straight no Chaser”, de Thelonious Monk; “So What” y “Blue in Green”, de Miles Davis, (músico al que el Gato admiraba profundamente), “Equinox”, de John Coltrane; el tango “Prepárense”, de Astor Piazzolla; o “It’s Over”, de la propia Banda Sonora de El Último Tango en Paris.

Quizás nunca alcancemos a dimensionar lo grande que fue este trompetista, ni aun ahora, tiempo después de su muerte. Pero como se lo extraña. Y es que no hay dudas que Leandro Gato Barbieri se ganó merecidamente un lugar en el bronce de la música popular argentina, junto a otras figuras inmortales como Dino Saluzzi, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Carlos Gardel y Astor Piazzolla. Uno más de ese selecto grupo de artistas populares nacionales que han logrado trascender las fronteras latinoamericanas, creando un sonido propio, un estilo, que los consagró en el mundo entero. Incluso, muchas veces –como en el caso paradigmático del Gato- hasta alcanzando más reconocimiento afuera del país que en su propia tierra.


Leandro Ruano


lunes, 18 de diciembre de 2017

MILES DAVIS, Tutu: La última obra maestra de un genio de la música universal...


Luego de trabajar durante treinta años para Columbia Records, Miles Davis decidió cambiar de compañía discográfica y pasó a Warner. Corría el año 1985 y el legendario trompetista estaba buscando la forma de dar un nuevo volantazo creativo, una vuelta de tuerca más a las que ya había dado en su magistral carrera, en donde siempre persiguió nuevas sonoridades.

Como sabemos, durante toda su carrera, Davis supo rodearse de extraordinarios músicos, a los cuales sabía perfectamente como extraerles su mayor potencial sonoro e interpretativo. Desde su afamado quinteto de mediados de la década del cincuenta, con los saxos geniales de John Coltrane y Cannonball Adderley, pasando por sus distintas formaciones de las dos décadas siguientes. Bajo la tutela de Miles pasaron músicos de la talla de Bill Evans, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Chick Corea, Dave Holland y Keith Jarrett, solo por nombrar algunos, los cuales lograron una afamada carrera solista a posterior.

En el caso de su primer trabajo en Warner, el productor sería el multiinstrumentista Marcus Miller, quien ya había tocado junto a Miles a principios de los ochenta. Por supuesto, ahora la historia era diametralmente opuesta: Miller pasaba a estar al mando y debía darle las órdenes a Miles, lo cual no era una tarea sencilla. La mayor parte de la música de este álbum, provisoriamente intitulado Perfect Way, sería compuesta por Miller, bajo la supervisión de Miles, y se incluyeron algunos arreglos del pianista George Duke, por sugerencia de Tommy LiPuma, productor de Miles en Warner. Una vez avanzado el proyecto, se decidió que el disco tuviera como título Tutu, en homenaje al sacerdote sudafricano Desmond Tutu, ganador del Premio Nobel de la Paz en 1984, por su incansable lucha contra el Apartheid.

Para la grabación del álbum no fue necesario contar con una banda en el estudio, ya que el propio Miller, con ayuda de Jason Miles, se encargó de programar la mayoría de los teclados y sintetizadores, que sirvieron de bases sobre las cuales Miles volcaría sus pasajes melódicos y las improvisaciones de cada pieza. Irónicamente, Tutu terminaría siendo uno de los más polémicos trabajos del trompetista, ya que para los puristas del jazz, estos nuevos sonidos programados y electrónicos no formaban parte de la esencia del jazz, donde el baterista debía tener cierto groove para tocar, mientras que las máquinas le daban una textura más gélida a las composiciones.

El disco comenzaba con la pieza que le daba título, “Tutu”, en donde se destacaba el bajo de Marcus Miller y una perfecta melodía, en donde Miles -con los arreglos orquestales programados de los sintetizadores- desarrollaba una pieza alegre y melancólica a la vez. En “Tomaas”, el único tema del álbum compuesto por Miller y Miles, se destacaba el diálogo de la trompeta Harmon de Miles pregrabada, junto al saxo soprano de Miller. Por su parte, “Splatch” fue el tema de más bailable y pegadizo del disco. Más tarde llegarían las versiones de dos temas de George Duke: “Backyard Ritual” y “Perfect Way”, que contaban con una estructura de típica canción pop. Por el contrario, al final del disco, Davis daba un volantazo estilístico con la inclusión de dos temas más de Marcus Miller: el pseudo reggae “Don’t Loose Your Mind” y “Full Nelson”, dedicado a Nelson Mandela (que aún era preso político en Sudáfrica), un tributo con ritmo de rock bien marcado.


Por aquella época, Prince -quien admiraba la obra de Miles Davis y también grababa para Warner- envío una cinta con una canción para que sea incluida en el disco, pero fue desestimada, ya que no coincidía con la tónica que la dupla Miller/ Miles buscaban para el disco. De todas formas, Davis siempre admiró la música del genio de Minneapolis.


Hoy, a más de 30 años del lanzamiento de Tutu, se puede decir que quizás este no haya sido el mejor trabajo de Miles, pero, sin dudas, en los años posteriores –y más, luego de la muerte de Davis en 1991- terminaría influenciando a muchos músicos que siguieron la senda de este enorme trompetista y compositor, que siempre se mantuvo experimentando y sin repetir las fórmulas.


Leandro Ruano

martes, 22 de agosto de 2017

IMPRESIONES JAZZERAS, entrevista a Ricardo Nolé



El espacio DAIN Usina Cultural, ubicado en el barrio de Palermo, es un lugar ideal para deleitarse con un buen show de jazz mientras se cena con amigos, o con la pareja, o mientras se ojea algún ejemplar del impresionante catálogo de su librería. Así, entre amigos, tragos y lecturas, se puede disfrutar de momentos mágicos en donde se dan cita uno o más músicos de excepción, a dar alguna clínica de instrumento o a juntarse en una magistral performance.
Eso fue lo que ocurrió el viernes 11 de mayo de 2012, cuando Ricardo Nolé (piano), Alejandro Herrera (bajo) y Horacio López (batería) deleitaron a la audiencia con un exquisito repertorio que incluyó gloriosos temas propios, así como impecables versiones del material de Coltrane, Herbie Hancock o los Beatles. Ahí también estuvo presente Intersticio, por eso, luego de finalizada su actuación –mientras la gente se iba retirando, los músicos desarmaban y guardaban sus equipos, y los mozos acomodaban las sillas y mesas- compartimos una interesante charla con uno de los protagonistas de la velada: Ricardo Nolé. Un pianista exquisito con un impresionante currículum y una dilatada trayectoria en el universo jazzístico. Obvio, tocó con todos. Un poco de eso, del pasado, pero también mucho del presente musical de este género, así como de su trayectoria personal, hablamos con este artista, quién nos dejó estas interesantísimas impresiones que hoy les brindamos en esta apasionante entrevista.
¿Cómo te iniciaste en la música? 
A los seis años me sentaron en el piano y me obligaron a estudiar, sino no hubiera estudiado nunca. Así de simple. Lo que pasa es que yo vengo de una familia de músicos. Mi padre (Panchito Nolé) es músico, mi abuelo también lo fue, mi tío y mis primos también son músicos...
¿Y cuáles fueron los primeros músicos que te impactaron, de chico? 
Yo quería ser pianista clásico, por eso empecé estudiando música clásica. Esa idea mía de ser pianista de música clásica duró hasta que, a los 14, 15 años, escuché por primera vez al Quinteto de Miles (Davis), en el que estaban (John) Coltrane, Red Garland, Paul Chambers y Philly Joe Jones; y a un trío brasileño que hacía bossanova. Bueno, estos fueron los grupos que me marcaron y me hicieron tomar la orientación musical que sigo hasta el día de hoy.
¿Ya ahí empezaste a entusiasmarte con la fusión? 
Sí, porque me encantaba como tocaban los brasileños, como fusionaban la samba con el jazz. Yo después empecé a hacer lo mismo con el candombe, fusionándolo con el jazz.
En la actualidad, ¿qué espacio ocupa la música clásica en tu vida? 
Un lugar muy importante. Es más, debido a eso ahora tengo un dúo de música de cámara con una chica que toca trompeta y piano. Amo la música de Chopin, me gusta Beethoven... Bueno, me gustan todos...
Hace poco, en una entrevista que le hicimos a Ricardo Lew, él recordaba con mucho cariño la época en que formaron parte de la banda de Rubén Rada, ¿qué recordás vos de aquellos tiempos? 
Sí, los diez años que estuve tocando con Rada fueron impresionantes. Antes de eso, yo estaba viviendo en Europa. En resumen, volví acá de paseo, porque no tenía pensado quedarme. Sin embargo, llegué en enero del 82, y a los pocos días -en febrero de ese mismo año-, ya me enganché con la banda de Rada; y me quedé viviendo acá hasta hoy... Lo que pasó es que (Rubén) justo estaba armando su banda nueva. Ahí me sumo yo, como pianista y arreglador; y también entró (Osvaldo) Fattoruso (batería). También estaban Beto Satragni (bajo) y Lew (guitarra). Ese sería el grupo que acompañaría al Negro durante años. Esa fue una experiencia en la que nos divertíamos mucho. Era otra época, también. Había más trabajo... Era otro momento, otra era... (risas

Además, Rada, en su momento de mayor auge, les daba lugar para que ustedes se lucieran... 
Sí, porque en esa época tocábamos mucho en pubs, y además de hacer los temas que estaban de moda, también hacíamos el otro repertorio de Rada que tenía más que ver con el candombe-jazz fusión. Alternábamos los temas más comerciales con ese otro material.
¿Pero porque decías antes que aquellos tiempos de la banda de Rada era “otra época”? 
Porque ahora Rada está muy comercial. Claro, le ha ido bien, ha ganado mucho dinero; pero la diferencia es que -aunque en esa época también hacíamos cosas comerciales- también hacíamos esa otra música suya, más cercana al tipo de material que se podría presentar en un festival de jazz, a diferencia de un material más popular, digamos...

Claro, pero yo pensé que cuando vos te referías a que esa era otra época, en los 80, quería decir que el circuito del género jazzístico en esos años era otro... 
No, yo qué sé, era distinto. Cada época tiene sus pros y sus contras. Ahora hay una movida jazzística muy grande que en aquellos años no había, y eso es algo que juega a favor. Lo que pasa es que en aquella época la situación del músico estaba un poco mejor, había más trabajo, se cobraba más... La diferencia con lo que pasa en la actualidad es que ahora hay oferta a granel, y todo el mundo graba discos. Antes, eso no era tan fácil...
¿Cuál es la diferencia entre trabajar en temas propios, trabajar arreglando temas de otros, versionar? 
A veces, arreglar temas de otros puede ser más fácil que componer temas propios, porque estás trabajando en un tema que ya está hecho, y al que agarrás y arreglas a tu estilo. Cuando componés estás haciendo las dos cosas: componer y arreglar.
¿Cómo ves en la actualidad todo lo referente al candombe y la fusión? 
En verdad, en el medio jazzístico en el que yo me manejo, la fusión no está pasando por un buen momento. Lamentablemente, yo soy el único que toca jazz-candombe. Estaría buenísimo que hubiera más grupos tocando eso, pero no hay; porque la estética de jazz está dedicada toda hacia un estilo determinado, y todos los músicos están orientados hacía eso. Eso no es ni mejor ni peor. Simplemente, es una estética que está orientada hacía un punto determinado y no se mueve demasiado de eso.
¿Qué pianistas argentinos te gustan? 
Me gusta mucho lo que hace Hernán Jacinto, también Guillermo Romero, y los tangueros me gustan todos. Hay varios pianistas de tango que son impresionantes, por ejemplo Nicolás Ledesma. También hay una señora que toca folklore, Hilda Herrera, que tiene como ochenta y pico de años, que es increíble. ¡Qué tremendo lo que hace esta señora, no se puede creer lo que toca! 

¿Qué tema de otro te hubiese gustado componer a vos? 
Uno que tocamos hoy: “Actual Proof”. Este es uno de mis temas preferidos, es de Herbie Hancock.
En lo que referente a la docencia, ¿qué es lo que más le inculcás a tus alumnos?
Básicamente, que estudien bien el instrumento: darles técnica, que traten de tocar una obra clásica. Siempre les recuerdo a mis alumnos que todos los pianistas que a ellos les gustan tienen una buena formación, que han estudiado clásico. Lo que pasa es que el pianista de jazz de nuestro medio es muy renuente a eso. En cambio, el pianista de tango no. Por eso tienen mejor formación que los pianistas de jazz. Todos los pianistas de tango tocan muy bien música clásica...
¿Y por qué pasa eso? 
Porque en el jazz pasa que cualquier tipo que tiene condiciones para improvisar ya sale a tocar, y en el tango, a diferencia, la mayor parte de las veces tenés que tocar partituras ya escritas. Para mí, la base de un buen pianista pasa por la formación clásica.
¿Cuáles son tus proyectos actuales? 
Tengo mi sexteto de jazz-candombe, tengo proyectos como este, con amigos como Herrera y López, y toco mucho, en todos los lugares donde puedo hacerlo. También tengo pensado grabar un disco con mi sexteto a principios del año que viene.

Emiliano Acevedo