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martes, 28 de agosto de 2018

LOS GATOS ESTÁN CANSADOS (Revista Pelo, febrero de 1970)


Mil novecientos setenta fue el año bisagra en la historia del rock. Se acababan los queridos sesenta y empezaban a florecer los diferentes grupos y estilos que poblarían a los setenta, la década más ecléctica y prolifera de este género musical. Por si fuera poco, los Beatles se separaban, en medio de esta vorágine creativa, social y cultural que se negaba a detenerse. En la Argentina, el rock estaba dando sus primeros pasos, y será en ese mismo año que nace una publicación que pasará a la historia: Pelo. En el primer número de esta mítica revista apareció esta curiosa, entretenida e histórica entrevista a Los Gatos que les compartimos hoy en nuestra sección Deciamos Ayer

LOS GATOS ESTÁN CANSADOS

Ellos repiten lo mismo cada vez que se encuentran con gente amiga: “Hace tiempo que estamos luchando contra distintas cosas que, al final, siempre son las mismas con distinto rótulo: el prejuicio, la crítica ligera para cualquier cambio de mentalidad”.
Es cierto, Los Gatos están cansados. Cinco años atrás, cuando se iniciaron como Los Gatos Salvajes, eran perseguidos porque usaban el pelo largo “como maricones”. Los dudosos censores de la música nacional no comprendían “como estos cinco locos pueden hacer música beat en castellano: ¿A dónde quieren ir?”.
Cuando tuvieron éxito, y dejaron de vivir en hoteluchos de mala muerte y empezaron a comer dos veces al día, corrían rumores de que gastaban fortunas en hoteles lujosos, en excéntricos viajes en remise y que se permitían los caprichos más delirantes. En septiembre de 1968 cuando viajaron, especialmente invitados al Festival de Rio, arremetieron nuevamente los juicios: ¿quiénes eran ellos para representar a la música nacional? (Un año después la Argentina era representada en el mismo festival por Luis Aguilé: un argentino que vive hace cinco años en España y que canta con un falso, molesto, acento centroamericano).
En febrero de 1969 decidieron separarse. Cuatro de los integrantes viajaron a Estados Unidos. Nuevamente las críticas: “Claro, de esa manera agradecen el éxito que les dio el público argentino: seguro se van a morir de hambre”.
Ahora Los Gatos hace aproximadamente sesenta días que están nuevamente en Buenos Aires, haciendo música para todo ese público que los consagró.
Pero no importa. Los juicios siguen: “Vinieron –dicen- porque allá no pasaba nada y Litto Nebbia se daba cuenta de que no podía estar solo”. “Eso no es nada –suelen completar los detractores- se juntaron para hacer plata de los carnavales y después vuelven a hacer el mismo chiste de la separación”.


Por eso están cansados Los Gatos, porque desde hace muchos años, cuando ni siquiera eran los que hoy son, todos criticaron sus actitudes y decisiones. Pocos, en cambio, fueron los capaces (o capacitados) como para verter una opinión sobre la música que producían.
Quizás (muy quizás) gran parte de lo que aseguraron siempre los anti tuvo algo de verídico. Más aún ¿y si lo fuera qué? ¿O acaso Los Gatos no produjeron cosas importantes para la música nacional?
La redacción de Pelo conversó hace algunas semanas, sobre estos temas con los cinco integrantes del conjunto originalmente rosarino. Por primera vez Los Gatos se disponen a responder muchas acusaciones. Con una aclaración previa: “Nosotros somos músicos y solo nos interesa eso, del resto que digan lo que quieran”.

ENTREVISTA> Algunos periodistas, unos cuantos productores y varios músicos, dejaron trascender opiniones no demasiado favorables para el conjunto después de presenciar los primeros recitales. ¿Qué motivos creen ustedes que pueden haber tenido?
Litto Nebbia: Es muy fácil: cuando un artista es realmente eso y actúa o hace música (que es nuestro caso) se muestra al desnudo en el escenario, porque brinda todo de sí, virtudes y defectos. De esa manera nos exponemos sin tapujos a la crítica, pero ojo: también tenemos el derecho de criticar.

¿Por qué no utilizás ese derecho?
Litto: Qué sé yo, no interesa; para qué vamos a hacer lo mismo que el resto, además…
Ciro Fogliatta: No. No es así, Litto. Hace tiempo que estamos aceptando cosas que no son justas ni reales. Es hora de que empecemos a aclarar las cosas nosotros mismos.
Alfredo Toth: Tiene razón, el otro día vino un tipo del que no quiero dar el nombre, a un ensayo nuestro. Escuchó algunas canciones y dijo: “Yo creí que ustedes, después de la separación, tenían cosas más importantes que decir…” y se fue.
Litto: ¿Qué es lo importante? Estoy seguro que es una persona que ni está enterado de lo que nosotros pretendemos como músicos. ¿Pero qué esperaban? ¿Qué después de ocho o nueve meses de separación hiciéramos algo genial o nunca visto? No, nosotros seguimos siendo los mismos de antes. Aprendimos mucho en este tiempo, pero nuestra evolución es medida, lógica.
Ciro: Por ejemplo, ahora que hay tres o cuatro conjuntos que hacen camelo con el distorsionador y la guitarra ya dicen que nosotros hacemos música comercial, pero…

Vayamos por partes. ¿Qué problema hay si ustedes hacen música comercial?
Oscar Moro: Es una pavada que ya se viene repitiendo con mucha gente, no solo con nosotros. Todo es música comercial desde el momento en que el disco sale de una grabadora y se vende.
Litto: La música comercial no existe; hay buena y mala música y se acabó.
Ciro: El problema está muchas veces en el público, que no puede diferenciar bien las cosas que realmente tienen calidad. La mayoría de los programas de radio, a mi juicio, pasan música mala, nacional y extranjera, entonces no hay posibilidades de comparar. Y el público consume una sola cosa, lo que hay; eso es lo bueno para ellos.

¿Y ustedes que música hacen, mala o buena?
Litto: Seguramente vas a pensar que siempre responderíamos que es buena. Sin embargo no es tan así. Yo como compositor y ellos como músicos creo que hasta el momento no nos arrepentimos de ningún tema que grabamos o interpretamos en vivo, pero consideramos que nos fuimos superando con el tiempo y que algunas canciones están mejor hechas que otras.
Tomemos el caso de “La Balsa”, a pesar de que el público la pedía a gritos. Y te explico por qué: nosotros tenemos otros temas que consideramos tan buenos (o mejor) que los que llegaron a ser hits, y queremos mostrarle al público cuáles son, que arreglos tienen y con qué ganas los tocamos.
Pappo: Yo mucho no puedo opinar porque para ese momento ni soñaba con integrarme a Los Gatos, pero lo que ocurre es que el público prefiere el tema que escuchó en la radio y el que bailó el domingo pasado, y entonces identifica al conjunto con eso; y es difícil demostrarle a la gente que un conjunto tiene algo más de dos o tres éxitos para tocar.


Si ustedes tienen todos esos problemas, críticas irreales, incomunicación con el público, rótulos falsos para la música que hacen ¿para qué volvieron a unirse?
Ciro: Principalmente porque confiamos en una pequeña parte del público argentino que sabe, y comparte, lo que nosotros queremos. Quizás sea una minoría, pero eso no nos interesa. Cuando empezamos los que nos escuchaban eran muchos menos.

¿Pero ustedes no creen que algunos programas radiales estén ocupando demasiado al público con otro tipo de música que no es precisamente la mejor?
Litto: Es cierto, en estos momentos hay muchos temas y conjuntos evidentemente dirigidos a una cuestión determinada que, supongo, no es la que le interesa a un músico normal. Es demasiado sospechoso que se insista en caminar por las calles de Buenos Aires, viajar a Bariloche o veranear en Mar del Plata.
Ciro: Todo ese tipo es lo contraproducente porque no contiene nada nuevo ni progreso musical. Es lo mismo que la época de la nueva ola pero con guitarra distorsionada y pelo largo. ¿Es que el público no se da cuenta que es todo prefabricado?
Litto: Yo haría una proposición: que cada persona cuando va a sacar su dinero para comprar un disco piense si el tema que le dan está a la altura de lo que él es como persona y si tiene la estatura musical y cultural que se merece.
Alfredo: Aquí en Argentina todavía tenemos una gran posibilidad. En Nueva York donde todo está regido por una sociedad de números los discos se compran en sobres cerrados; no hay posibilidades de escucharlos. Claro, que está la radio para difundirlos. Pero en el momento de la compra no quedan posibilidades.
Ciro: Tienen razón. Vos sabés que el último long play de los Beatles, Abbey Road, en todas las disquerías de Nueva York lo vendían igual: invariablemente había una pila al lado de la caja y los despachaban como si fueran cigarrillos.


El primer long play que lanzan ustedes al mercado desde que están juntos de nuevo se llama Los Gatos Beat N°1. Sin embargo ustedes no están de acuerdo con la denominación beat…
Litto: Existe un gran problema de identificación entre los que escuchan y hablan de música en la Argentina. Por ejemplo, como vos decís, se habla de música beat, pero esa denominación no existe. No encierra ningún ritmo determinado ni comprende ningún estilo en especial.
Pappo: Una de las grandes soluciones para hacer música libremente, sin etiquetas, es que se termine con los rótulos.
Litto: Es totalmente cierto lo que dice Pappo, nosotros no hacemos música beat ni nada que se le parezca. Lo que Los Gatos componen e interpretan es música popular.

¿Y entonces por qué se llama el long play Beat N°1?
Litto: Bueno, eso fue una confusión en la grabadora: los muchachos de RCA, que es nuestro sello, para colaborar con nosotros hicieron todo en muy poco tiempo, se mataron trabajando, y no tuvimos tiempo de explicarles cual era nuestra intención sobre el título. Ellos lo hicieron con la mejor de las intenciones.

En realidad, ¿ustedes creen que existe en la Argentina una verdadera música popular?
Ciro: Es un poco difícil determinarlo. En otros países, al menos., los jóvenes (te estoy hablando de menores de 30 años) tienen una música que los representa y que ellos contribuyen a elevar: es el caso de Inglaterra y el más cercano de Brasil; donde la nueva generación rescató del folclore de sus padres la bossa nova.
Litto: Hay una pauta que demuestra la poca calidad a nivel popular de la música argentina, los discos comprados se escuchan y se bailan dos semanas, después se tiran. Si al público realmente le gustara un tema no haría eso. Lo que ocurre es que no hay cosas de calidad. ¿Qué disco se puede escuchar nuevamente con gusto de cinco años a esta parte?

¿Pero entonces existe o no la música popular argentina?
Litto: En otros ordenes: tango, folclore, sí, pero casi a nivel histórico. En el nuestro recién se está gestando.


Desde que Los Gatos regresaron de Nueva York se nota en ellos un cambio de imagen: en el pelo, en la ropa. Antes parecían ser más cuidados con el aspecto exterior. ¿A qué se debe?
Ciro: Lo que ocurre es que estamos cansados del pelito bien planchado, los sacos floreados y todo eso. Ahora cada uno de nosotros se muestra en público como es y con la ropa que a cada cual le gusta ponerse. Es como estar más libres, como si no tuviéramos nada que ocultar: ¿sabés qué importante es eso para un músico?

Pero ocurre que algunos críticos opinan que ustedes se disfrazan para actuar. ¿Qué piensan sobre eso?
Ciro: A esta altura de las cosas es difícil determinar quién está disfrazado y quién no. Hay disfraces muy difundidos como el de los bancarios, oficinistas o empleados de comercio. Por supuesto, hay otros menores: como las modas que duran tres meses.

¿Y ustedes cómo se catalogarían?
Moro: Nosotros nos ponemos lo que se nos da la gana y lo que realmente nos gusta. No hay que buscarle otras vueltas. Como dijo Ciro, ahora nos sentimos más liberados, mucho más auténticos.

Encarrilados nuevamente en la vorágine de los shows y las grabaciones, Los Gatos vuelven a revivir antiguos proyectos que abandonaron abruptamente hace exactamente un año. Los más interesantes y cercanos son las nuevas ideas sobre grabación. Los flamantes equipos más la experiencia acumulada en todo este año de receso, los ponen en condiciones de encarar nuevos rumbos. “Antes –confiesa Ciro- teníamos una mediana base musical. Todos los temas y long plays que ya tenemos nos sirven de mucho. En el nuevo álbum que ya empezamos a grabar estamos haciendo cosas distintas”.
Esas “cosas distintas” son, por ejemplo, Ciro interpretando varias flautas, Pappo tratando de robar sonidos diferentes a una guitarra de doce cuerdas, Moro experimentando con dos bombos y una nueva manera de componer: “Tuve que cambiar mi forma de armar las canciones –dice Litto-: los temas son más rítmicos y mucho más fuertes”.
Otro de los proyectos del conjunto es producir, ellos mismos a diferentes grupos “para formar –dicen- una línea honesta y con reales valores dentro de la música popular”.
Ya no se puede decir si Los Gatos son los mejores, o los numero uno de la Argentina, porque ellos mismos se oponen: “Se tiene que terminar eso del mejor conjunto o el mejor tema –explican- los auténticos músicos hacen cosas diferentes, no mejores que las de los otros”.
Tienen razón. Pero todavía hay algo que ni ellos mismos ni nadie puede dejar de reconocer: Los Gatos fueron los precursores de esta diferente música popular. Y en esta segunda etapa después de la separación, todavía tienen muchas cosas para dar, a pesar de que seguramente siempre tendrán opiniones en contra. Pero no hay problema: eso siempre les pasa a los que hacen cosas diferentes.

Entrevista aparecida en el número 1 de la revista Pelo. Febrero de 1970.




miércoles, 31 de enero de 2018

LA MÁQUINA DE HACER PÁJAROS, Péliculas: ¿Qué se puede hacer salvo escucharlos?

Películas (1977), álbum grabado en los míticos estudios Ion, fue la segunda producción de La Máquina de Hacer Pájaros, el súper grupo de rock sinfónico formado por Charly García (teclados y voces), Carlos Cutaia (piano), Gustavo Bazterrica (guitarra), José Luis Fernández (bajo) y Oscar Moro (batería). Cinco músicos descomunales al servicio de un proyecto genial que puso patas para arriba al rock argentino en el bienio 1976-77, junto a Crucis y Alas. En lo que respecta a su segundo álbum, La Máquina elabora una producción repleta de momentos musicales de gran factura, en donde sus músicos mixturan el rock progresivo con el jazz rock o, incluso, la música ciudadana. Esto se advierte en "Obertura 777" (Charly García / José Luis Fernández / Oscar Moro), un tema instrumental con melodías y arreglos casi tangueros.

"Marilyn, la cenicienta y las mujeres" (Charly García) es otra historia. Partiendo de una letanía hacia Marilyn Monroe y su muerte, la letra pasaba por la historia del clásico cuento infantil, para terminar encontrando como García sintetizaba su propia visión acerca del género femenino y de cómo los hombres nos relacionamos con las mujeres. Un muy buen tema que recuerda, en cierta forma, los mejores momentos de Instituciones, el celebrado tercer álbum de la Sui Generis. Esta canción está dividida en tres partes enfocadas en los caracteres del título, desembocando en un final, en el cual un coro de niños se une a la música del grupo.

Por su parte, "No te dejes desanimar" (Charly García / Carlos Cutaia) es, seguramente, el mayor clásico del disco, una canción no tan progresiva, pero con buenas armonías vocales y cambios rítmicos. Su temática está centrada en los duros tiempos que corrían en esos primeros años de la última dictadura militar y el desánimo que vivía gran parte de la juventud de entonces. Una tónica que se relaciona con la letra de "Que se puede hacer salvo ver películas"
(Charly García / José Luis Fernández), un tema que, desde su título, hace referencia a esta misma problemática. Una canción muy elaborada que da cuenta del carácter escapista predominante en gran parte de la sociedad durante aquellos años de plomo.

El lado B del vinilo empezaba con "Hipercandombe" (Charly García), una soberbia mixtura de rock progresivo y candombe. El resultado es un tema delicioso y muy rítmico, con una letra hiperrealista e irónica, que habla de que "ya no hay más esperanza en la ciudad" y que quizá no quede otra escapatoria más que emigrar hacia ese país "espectacular" que se encuentra "lejos de acá". Humor, paranoia y un relato descarnado en las líricas, mientras la música nos envuelve con su ritmo frenético. Sin dudas, uno de los puntos más altos de la fusión musical alcanzada por La Máquina de Hacer Pájaros.

La canción siguiente, intitulada "El vendedor de las chicas de plástico" (Charly García / Gustavo Bazterrica), en clave humorística enfoca un tema casi tabú para la pacata sociedad argentina de entonces. Pero atención porque, a pesar de su título, la letra no hace referencia sólo al comercio de muñecas de goma para la mera auto satisfacción sexual, ya que, además, se centra en el machismo retrogrado de muchos hombres hacía las mujeres, las conquistas ocasionales o prostibularias. No por nada, el protagonista de la canción llega a la conclusión, irónicamente, de "que no hay nada mejor que una nena de goma".

"Ruta perdedora" (Charly García / José Luis Fernández) es una hermosa canción de rock sinfónico (con influencias del Genesis más pastoral) que se divide en dos partes bastante diferenciadas. La primera, con una lírica melancólica y en clave "de bajón", que recuerda a buena parte del viejo repertorio de Sui Generis; y un superlativo final instrumental y progresivo. A continuación, el disco se cierra con "En las calles de Costa Rica" (Gustavo Bazterrica), un atractivo tema instrumental, en el que el Vasco se luce  en la guitarra. Incluso, citando un fragmento de uno de los solos, plenos de jazz rock, del gran Al di Meola en el clásico Romantic Warrior, de Return to Forever.

Sin dudas, un disco para no cansarse nunca de escucharlo. Desafortunadamente, ésta sería la última producción del grupo. ¡Nos quedamos con tantas ganas de más!

Emiliano Acevedo



domingo, 20 de noviembre de 2016

SERU GIRAN: Érase una vez...



Un disco criticado, luego revalorizado; eso fue lo que sucedió con el primer trabajo de Serú Girán. Cancionero pero progresivo, continuaba la senda iniciada por Charly García en La Máquina de Hacer Pájaros, pero dándole otra vuelta de tuerca a la cosa. Es que Serú era un supergrupo, y en la suma de sus partes se apoyaba un entramado musical que, a la larga, devino en un repertorio inolvidable.

Y es que este primer álbum homónimo, producido por el gran Billy Bond, incluía a “Eitileda”, una hermosísima canción, con una música compleja, bien en la onda del rock sinfónico, y una letra melancólica, muy pop, que Charly le escribió a María Rosa Yorio. Esa lírica fantasmal, de fantasía e inspiración adolescente, era (casi) una auténtica “sinfonía para adolescentes” -cómo decía Phil Spector-, en donde se destacaba el sonido acaparador del (sintetizador) Mini Moog de Charly, el ritmo preciso de Oscar Moro, el impecable solo de guitarra de David Lebón, y ese bajo magistral de Pedrito Aznar, quién (¡con tan sólo 18 años!) dibujaba complicadísimos juegos melódicos.

Sin embargo, "Eitileda" no era un tema nuevo, ya que su núcleo, la parte que dice "no ves mi capa azul, mi pelo hasta los hombros", había sido sacada de una ópera rock frustrada llamada Theo, que Charly intentó escribir en su adolescencia; incluso, una proto versión de la canción, casi idéntica a ésta final de Serú, había sido interpretada por el bicolor durante los últimos tiempos de Sui Generis, junto a Nito Mestre; y se llamaba "Nena" (como aparece intitulada en el volumen 3 del registro vivo del show del Luna Park del Adiós Sui Generis). Finalmente, “Nena” se quedaría afuera de Ácido, el frustrado cuarto álbum de estudio de Sui, para luego transformarse en esta “Eitileda”, el gran tema del primer disco de los Beatles argentinos.

Por supuesto, no fue el único clásico de este disco, ya que esta producción también traía gemas como el homónimo “Serú Giran”; otra sinfonía pop, que incluía ese increíble idioma inventado por Charly y David, durante su estadía en las playas de Buzios (en donde deliraron el proyecto Serú): “Cosmigonón, gisofanía / Serú Giran, Serú Giran paralía...” ¿Y qué era Lirán Marino?” Según Charly, ese era el nombre de uno de los perros de Zoca Pederneiras, su novia brasileña de aquellos años.

En “El Mendigo en el Andén” se contaba una curiosa historia de amor, cantada como los dioses por Lebón, y rematada por un impecable cierre instrumental. La letra de “Voy a Mil”, a pesar de tener un ritmo cuasi alegre, era otra visión descarnada de la realidad, en la que su protagonista trataba de abstraerse de todo lo que pasaba en el durísimo devenir cotidiano. Algo de eso también estaba plasmado en “Autos, Jets, Aviones”, otra canción que hablaba del clima tenso de la época, en donde casi todos buscaban huir del hostil, sangriento, y represivo gobierno militar de Videla. Sin dudas, tanto por su ritmo –mezcla de batucada brasileña con un dejo tanguero- como por su letra, este debe ser uno de los mejores temas de toda la historia del grupo.

Pero, si vamos a hablar de clásicos temazos... Señores, de pie: aquí está “Seminare”. Sin dudas, un encadenamiento lírico de tal magnitud, que hoy resulta imposible de concebir una canción de amor con semejante envergadura. “Seminare” -que también fue compuesta por Charly inspirado por su primera musa, María Rosa Yorio, cuando ambos tortolitos vivían en una pensión en la calle Aráoz- es la historia de un chico común, con los pies sobre la tierra, quizás un mero loser outsider, pero que se animaba a decirle a la chica de sus sueños que dejara de mirar a esos chetos, amantes de la velocidad, que se paseaban en motos, y le prestara atención a él. Seguramente, uno de los más hermosos temas jamás compuestos por Charly (aunque muchas personas –debido a la su gran interpretación vocal- piensan que su autor es David). Sin dudas, “Seminare” simboliza la perfecta unión entre música y letra. Por eso, resulta extraño recordar que Serú Girán haya sido un álbum tan criticado. “Voces hermafroditas”, decían algunas de las crónicas de la época, categorizando el estilo musical del grupo como mero “engendro”, a secas. Por suerte el tiempo pondría las cosas en su lugar...


Muchos años después, en su último show en el Monumental, cuando se volvieron a juntar en diciembre del 92, esa magia imperecedera de Serú Giran sería recobrada por un instante, luego de una noche caótica, cuando Charly -con su camisa floreada, roja y blanca, tres talles más grande- le dio manija al viejo Mini Moog, sacando de nuevo ese añorado sonido híper reconocible; mientras que David dejaba de lado por un rato esa cara de orto, que lo había acompañado casi toda la noche; y Pedro, junto a Moro, edificaba, otra vez, esa monolítica base musical de 14 años atrás. Ese es el recuerdo que hoy, casi veinticinco años después, me viene de esa última performance de “Eitileda”. Un instante irrepetible, a pesar de los pifies y el mal sonido, con ese final de fuegos artificiales, en el que quizás haya sido uno de los momentos más emotivos de todos los conciertos de la historia del rock nacional. Ocurrió una noche, hace mucho, mientras la ciudad se seguía meando de risa, y tus piernas no paraban de ser, cada vez, un poco más largas...


Emiliano Acevedo


jueves, 28 de julio de 2016

COLOR HUMANO: Humanoides Psicobluseros...




Estamos en 1973. En una oficina de Microfón Argentina, el Sr. Mario Kaminsky, uno de los jefes de esta discográfica, les comunica a los tres miembros de Color Humano, que su segundo disco no va a poder ser editado como un álbum doble. "Es por cuestiones presupuestarias", dice Kaminsky. De esta manera, los dos discos saldrán por separado, y serán conocidos como Color Humano 2 y Color Humano 3. Sin embargo, para cuando sea editada la segunda parte de la obra, en 1974, el grupo ya no existía. Y es que Color Humano no iba a poder sobrevivir a la llamada “maldición del segundo disco”. Su caso se sumaría al de varias bandas de la época como Pescado Rabioso, Manal, Almendra, y posteriores como La Máquina de Hacer Pájaros, Crucis, Ave Rock, Espíritu o Alas, que también se terminaron separando luego de editar su segundo álbum. En el caso puntual de Color Humano, su separación ponía fin a una de las agrupaciones más originales del rock argentino de todas las épocas.

"Las cuestiones presupuestarias" que evitaron que su segunda producción fuera editada como un álbum doble eran consecuencia de la Crisis del Petróleo desatada en 1973, cuando los países árabes productores de petróleo triplicaron el precio del barril de crudo. Esta sería la mayor crisis económica de los últimos 50 años y el final de la edad dorada del capitalismo. En lo que respecta a la industria discográfica, la crisis petrolera la afectaría en forma directa, resintiendo la producción del vinilo. Y aunque Supertramp se burlaba de esta situación intitulando a su cuarto disco Crisis, What Crisis?, la crisis, en efecto, era una realidad palpable que conspiró a nivel mundial en contra de la aparición de nuevos artistas y la edición de discos.

Color Humano había nacido como una invención del guitarrista, cantante y compositor Edelmiro Molinari. Justamente, el nombre de este nuevo grupo había surgido de una larga y brillante composición suya incluida en el histórico primer disco de Almendra. Molinari había fundado Color Humano junto a Rinaldo Rafanelli (bajo) y David Lebón (batería) a fines de 1971, luego de la separación de Almendra. Más tarde, este nuevo power trio editaría su álbum homónimo en 1972, que fue una impresionante demostración de principios y le voló la cabeza a propios y extraños con su sonido psicodélico. En resumen, un debut histórico que incluyó temazos como “Padre Sol, Madre Sal”, “Sílbame cabeza”, “Larga vida al sol”, “El hachazo” o “Humberto”; todas, canciones que  erigieron a Color Humano como uno de los principales exponentes de la música progresiva argentina.

Molinari cantaba las canciones de una manera inimitable, casi "hablando" las letras, sobre una poderosa base formada por Rafanelli y Lebón, quien tocaba la batería “al revés” imitando a su ídolo Ginger Baker. Poco después de editar su primer álbum, Lebón abandona Color Humano para irse a tocar el bajo en Pescado Rabioso y es sustituido por Oscar Moro. Con esta nueva formación, el grupo se presentaría en el tercer Festival B.A. Rock de 1972. Un evento que sería registrado en la película Rock hasta que se ponga el sol, casi la “Woodstock argentina". Este film incluía lo mejor del rock autóctono de la época con grupos y solistas como Billy Bond y la Pesada del Rock, León Gieco, Vox Dei, Orion´s Beethoven, Pappo´s Blues, Pescado Rabioso, Arco Iris, Litto Nebbia y (nada menos que) el debut de Sui Generis. Justamente, Color Humano abría la película tocando en un bosque "Larga Vida al Sol", un tema que había formado parte de su primer disco, al que seguía “Cosas Rusticas”.

Luego de esta participación en Rock Hasta Que Se Ponga el Sol, entre marzo y junio de 1973 en los estudios Phonalex, el grupo se dispone a grabar su segundo álbum. Un proyecto faraónico en el cual Molinari se autoerigió como líder indiscutido de la banda. Esta situación resentiría las relaciones personales del guitarrista con respecto a los otros dos integrantes del grupo: "Era un dictador. Nos trataba como si fuéramos meros 'samplers' humanos", declararía Rafanelli muchos años después. A pesar de estos desacuerdos, la grabación progresaría dando lugar a uno de los discos dobles más impresionantes que se hayan editado jamás en la historia del rock nacional. De principio a fin, esta es una producción fundamental para comprender como fue el rock argentino de los 70.

La primera parte (Color Humano 2) arrancaba con "La Sangre del Sol", un tema psicodélico y potente que contaba con un entramado rítmico y musical muy original y sofisticado. Esta impronta psicodélica prosigue en "La Tierra del Gitano", una pieza que mezcla la sutileza del jazz con el rock progresivo. Por su parte, "Pascual Tal Cual" se relacionaba con la música del universo paralelo de esa otra gran agrupación argentina que se llamó Aquelarre. Con su cadencia cansina, "Humanoides" -tema compuesto por Rafanelli- se acercaba a las maravillosas letanías lisérgicas del Pink Floyd de Meddle o A Saucerful of Secrets. Luego llega el sutil "Blues de Adelina", una compleja pieza que excede al blues tradicional y cuadrado. Así llegamos a "Va a Salir un Lugar", una descomunal y excesiva improvisación de casi 15 minutos en la que Molinari les dejaba, casi como si fuera una tregua, lugar de sobra a sus dos compañeros para que desarrollen sus propios solos. Este tema, a pesar de ser un tanto repetitivo, contenía una lírica excelente. Más tarde, “Va a Salir un Lugar” sería incluido, junto a otros temas de sendos grupos argentinos, en un álbum recopilatorio de un programa de radio de la época llamado Rock Para Mis Amigos (Vol. 1).

La “segunda parte” de este álbum doble comenzaba con "Hombre de las Cumbres", una muestra contundente de la poesía surrealista de Edelmiro. Pero si hay un tema de Color Humano que quedaría en el recuerdo del público rockero ese fue "Mañana Por la Noche". Un blues cuadrado que incluía una letra desopilante, exagerada e irónica que se burlaba de las líricas tristes del blues tradicional. Por el contrario, "A Través de los Inviernos", con la participación de Egle Martin en las percusiones, era una potente e impresionante pieza de rock pesado que funcionaba como la réplica (literal) a "Haz tu mente al invierno del sur", un tema compuesto por Gabriela y Litto Nebbia. Gabriela, pareja de Edelmiro en esa época, fue (junto a Carola Cutaia) una de las primeras mujeres que se animó a hacer rock en nuestro país. Esta cantante de rock y folk venía de editar un álbum solista y también de participar en Rock Hasta Que Se Ponga el Sol, además de haber cantado a dúo con Molinari en el primer tema del primer disco de Color Humano (“Padre Sol, Madre Sal”). En la letra de "Haz tu mente al invierno del sur", Gabriela parecía aconsejar a Molinari para que se quedase viviendo en el país y dejara de pensar en emigrar. La feroz respuesta de Molinari llegaría luego con "A través de los inviernos", una pieza que sepultaba con toda su potencia a aquella otra que le dio origen. En la práctica, el resultado final (casi paradigmático) fue que Molinari se saldría con la suya, llevándose a Gabriela a vivir con él a Estados Unidos, no mucho tiempo después, escapando (como varios de sus colegas del rock) del clima social y político enrarecido de nuestro país.
  
Siguiendo con este álbum de Color Humano es tiempo de hablar de otra brillante página musical intitulada "Hace casi 2000 años". Un tema maravilloso que con sus monumentales cambios climáticos se acerca a las ensoñaciones de Hendrix en el disco Electric Ladyland. Sin dudas, ésta es una de las piezas más descomunales de Color Humano, en donde se destacaba la participacion de la cantante lírica Alicia Varadi.

El final de “Hace Casi 2000 Años” se enganchaba a "Cosas Rusticas (Coto de caza)", otra de las canciones más recordadas del trío. Un tema que pasó a la historia del rock argentino por ser uno de los más originales de su época debido a sus contrapuntos rítmicos. Comenzaba con una elaborada introducción que daba lugar a una de las mejores y más imaginativas letras de Edelmiro. Así llegamos a "La Historia que Tengo", otra pieza sutil y poderosa. Un canto de libertad y locura psicodélica. A continuación, el álbum finalizaba con "Vestidos de Agua", una agradable y delicada pieza acústica. Casi un cuento infantil y volado, que contaba con la participación del talentoso Jorge Cutello en flauta traversa. En esta última canción, Molinari nos invitaba a un último viaje sonoro por un maravilloso país de niños lisérgicos, sumergido en el fondo del mar. El final de esta canción es conmovedor e inolvidable, con Molinari y Rafanelli cantando a dúo "cada vez que te miro, aumenta mi ilusión". Una frase que se repetía una y otra vez hasta ser abruptamente cortada en seco.


Así de abrupto sería también el final de la historia de Color Humano. Nos quedan sus dos (o tres, mejor dicho) discos como legado. Una herencia musical corta pero muy rica que nos proporciona la oportunidad para seguir dejándose hipnotizar por aquellas ensoñaciones que seguirán, por siempre, aumentando las ilusiones y fantasías de muchos amantes del mejor rock argentino...

Emiliano Acevedo