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miércoles, 4 de junio de 2025

TESTIGO, entrevista a Ada Moreno

 

Ada Moreno vivió más de mil vidas en una. Nómade, estuvo en tantos lugares, fue testigo de cientos de historias, sacó fotos clásicas de ídolos y vivió varias aventuras en la contracultura de los años 70, 80 y 90, tanto en el naciente rock argentino como en el post punk neoyorquino. También hizo decenas de visitas a la India y Brasil. Volvió a fines de los 90 de Nueva York y siguió disfrutando de su estatus de leyenda en la bohemia rock de Buenos Aires. Aquí escribió varios libros, empezando por el autobiográfico No Soy Una Extraña [2022, con reedición ampliada en 2024], el libro de relatos cortos Vampiros en Manhattan [2024], de Pequeñas Anécdotas Sobre Clics Modernos [2024, junto a Facu Soto] y el reciente Una Mosca En La Pared [2025]. En esta nota hablamos de algunas de esas mil historias circulares…

ENTREVISTA> ¿Cuáles son tus orígenes?

Mi familia era muy humilde, yo nací en Córdoba, prácticamente en la villa, a la orilla del rio, en un lugar que le dicen “El Bajo de los Perros”. Mi casa estaba en un barrio que se inundaba. Lo que me salvó de todo eso fue que mi papá tenía un quiosco de diarios, revistas y libros. Entonces, yo me quedaba horas y horas leyendo. Así, a los 14 ya accedía a todo tipo de literatura. Por eso tuve una cierta base, cuando lo conocí a Jorge Álvarez, porque yo sabía que él había sido un editor famoso.

¿Cómo te metiste en el mundo del modelaje?

Porque yo vivía en Córdoba y, luego de terminar el secundario, me fui en ómnibus a Brasil. En Brasil me meto en una comunidad hippie. Estando allá, viviendo entre San Pablo y Río, me explotó la cabeza, porque estábamos todo el día “en arte”, haciendo artesanías y demás; era un disfrute. Imagínate el contraste con lo que se vivía acá con el gobierno de Onganía. Cuando vuelvo a Córdoba, una modelo rosarina amiga me propone que la acompañe a hacer un book con un fotógrafo muy famoso de la época, llamado Jorge Fisbein. Yo acepto. Una vez que estuvimos en el book, Fisbein me propuso ser modelo.

¿Ahí tuviste ganas de hacerte modelo?

No, de ninguna forma. No era mi perfil. Yo siempre fui calladamente rebelde. No quería entrar en el sistema de ninguna forma. Aun hoy no quiero. Pero Fisbein insistió y yo accedí. Ahí también empecé una relación amorosa con él. Mi amiga volvió a Córdoba y yo me quedé en Buenos Aires. Así, gracias a Fisbein conozco a [José Luis] Perotta, y por Perotta conozco a Jorge Álvarez.

Contalo más en detalle…

En 1972. Yo era modelo y posaba para el fotógrafo Perotta, que era amigo mío. Un día, él me lleva a una reunión que estaban haciendo Pipo, Spinetta, Grinberg y demás; con miras a ver si se podían despegar de la sociedad Álvarez-Billy Bond. Ahí escuché todo lo que decían de esta sociedad, cuando bajamos de la oficina, le dije a Perotta que me llevara a conocerlos. Ese mismo día nos fuimos a Microfon, y los conocí, y me enganché con ellos. Ahí también me puse de novia con Billy Bond, que se estaba divorciando de la mujer. Así me convierto en la tercera persona en la oficina de Microfon, la testigo (de acuerdo a las palabras del propio Álvarez) de todo lo que pasaba en el lugar en ese momento.

¿Cómo fue conocerlo a Álvarez?

Increíble. Él era un tipo con una cultura increíble, nunca había conocido a una persona así. Jorge había estado con Perón, había estado con García Márquez; en su editorial había publicado a Cortázar, a Onetti, a Walsh… Álvarez era un personaje insigne de la cultura argentina.  Así, tanto Perotta como Álvarez se convirtieron en mis mentores.

¿Vos aun no habías tenido ningún acercamiento con la cultura del rock?

No, para nada. Pero me enganché enseguida, apenas entré a Microfón. Tuve una educación acelerada en el tema.

¿Cómo era estar en Microfón?

Era una locura total. Íbamos en remis a ver las bandas. Estaba en las sesiones de grabación.

¿Cómo era Álvarez? Porque hay opiniones contradictorias acerca de su figura entre los músicos de la época.

Fue un tipo clave para la historia del rock nacional. Sin él, no te digo que no hubiese pasado; pero gracias a Álvarez se facilitaron un montón de cosas para que el rock argentino surgiera como surgió. Tanto Álvarez como Billy Bond fueron importantísimos. Porque músicos había un montón, pero el Bondo tenía un oído magnifico para detectar cuales eran los mejores para grabar. Billy Bond era un gran aglutinador de músicos, una especie de John Mayall argentino; y Álvarez era el intermediario, el tipo que organizaba la compañía. Esto viene de la época de Mandioca, cuando Pedro Pujó, Arroyuelo y López Sánchez convencen a Jorge Álvarez que sea el intermediario, porque a ellos tres las radios no los atendían, cuando iban a pedir un espacio. Álvarez enseguida entendió como venía la mano, y accedió a hablar por ellos.  Lo que está claro es que Mandioca es el inicio del rock. Sin Mandioca no hubiese habido rock. Eran los creadores más zarpados que había. Pienso que el rock nacional le debe todo a Jorge. No te digo que sin él no hubiese pasado pero lo que pasó finalmente es que tanto Jorge como Billy se jugaron para que pase. Álvarez se la jugó para que pase. En un principio él perdió su editorial, luego se tuvo que ir del país amenazado. Jorge puso los huevos para que pase todo lo que pasó, les guste o no les guste.  Así empezó su camino como intermediario, que se acrecentó en la época de Microfón.

¿Talent funcionaba dentro de Microfón?

Sí, era una oficina que funcionaba ahí. Era la parte rockera de Microfón.

¿Y porque algunos músicos no estaban de acuerdo con los manejos de Álvarez?

Sí, es cierto, Jorge se quedaba con restos de plata. De cualquier manera, convengamos que hasta que apareció Sui Generis –que fueron los primeros que tuvieron éxito masivo-, no había plata. Algunos músicos ahora dicen: “Jorge Álvarez me robó”, cuando apenas si vendían 3000 o 5000 discos, no más que eso. Hay mucho mito al respecto, como si les hubiesen robado una plata extraordinaria. Jorge murió en la pobreza, ¿a quién le robó entonces? Lo cierto es que mucha de esa plata se reinvertía. Se usaba también para sacar fotos y hacer afiches, para promoción. El Fariseo (Álvarez) era más grande, más vivo, que sus representados, pero tampoco había ganancias extraordinarias. Había que alquilar equipos, instrumentos… por eso, siempre es como lo mires. Igual, no niego que no hubiese cosas no muy claras. Lo cierto es que hasta el último día de su vida, hasta que entró en coma, yo iba a verlo a Álvarez y él siempre tenía ideas fabulosas. A Jorge hay que hacerle un monumento porque era un prócer.

¿Cómo era ser la pareja de Billy Bond?

Era un tipo hiperactivo. Fue la primera vez de mi vida que me tenía que levantar a las siete de la mañana porque a las ocho había que estar en el estudio de grabación. Fueron capaz dos años, pero parecieron 200. Yo vivía adentro del estudio, pasaban miles de cosas a cada momento. Otra cosa, éramos perseguidos. Porque, además de que había que pelearse con los proveedores, con los músicos y con los teatros, no te olvidés que esa fue una época muy difícil; había represión. Estábamos en la mira de la cana, los milicos y los guerrilleros. Ninguno de los tres grupos nos quería, además de los padres, de la sociedad establecida y demás. Porque los guerrilleros también te hostigaban, te decían que si no estabas comprometido con la revolución, éramos hippies que no servíamos para nada. Por otro lado, los milicos nos metían en la misma bolsa que los subversivos.

¿Te acordás del Festival BaRock del 72?

No lo llegué a ver. Ahora, cuando veo las fotos, me doy cuenta de que en el público eran todos chabones, porque, hasta el momento en que entraron los Sui Generis, no había mujeres entre el público de rock. Había muy pocas chicas, recién con los Sui se empieza a abrir esa brecha…

¿Quiénes eran tus amigos entre los músicos?

Yo tenía mucho contacto con Claudio Gabis y su familia, Isa Portugueis, Pinchevsky, Alejandro MedinaPappo también. Nos pasaba a buscar en la pickup, y manejaba con medio cuerpo afuera, gritándole cosas a la gente que iba en los autos de al lado: “Señora, se nota que lleva un consolador en la cartera…” (risas)

¿Cómo eran los shows que hacía La Pesada?

Bardos, quilombos, todo lo que te imagines. Cortes de luz, la gente no entendía y te rompían los equipos, tiraban botellazos… Eran recitales problemáticos. Bueno, los de Sui Generis también podían no llegar a terminar. Y yo fui a todos, tuve el privilegio de ir a todos los recitales que hizo Sui Generis, y a todos los de La Pesada, desde la época en que entré a Microfón.

En esa época ya te estabas metiendo en la fotografía, el vestuario y el maquillaje, ¿no?

No es que me fui metiendo, porque siempre estuve interesada. Era otra época, no había telefonitos, había que tener una máquina, había que comprar rollos y revelarlos. Todo eso había que hacer para poder tomar una foto. Y, a veces, era milagroso poder hacerlo. Lamentablemente, la mayoría del trabajo que hice en Microfón se perdió. Eventualmente, pude sacar alguna foto que después salió en Pelo… Pero la mayoría de mi trabajo se usó para gacetillas de prensa y cosas de Microfón, y después los negativos fueron a parar al archivo y terminaron tirando todo… Casi que no quedó nada de eso.

Y también colaboraste con la realización de algunas tapas, asesorando en el vestuario y en el maquillaje, como la del  primer disco de David Lebón o el de Kubero Díaz y La Pesada…

Sí, porque tanto Perotta como Fisbein, y obviamente mi amigo Juan Gatti, siempre confiaron en mi ojo y en mis sugerencias.

¿A Gatti lo descubrió Álvarez?

Al principio estuvo Melgarejo haciendo toda la gráfica, como por ejemplo los viejos posters de Manal. Cuando Melgarejo se fue a trabajar a los Estados Unidos, llega Gatti a Microfón, porque ambos se conocían de Mar del Plata, eran amigos y uno recomendó al otro.

Así Gatti se convierte en el diseñador de casi todas las tapas de Microfón…

Sí. Yo pasaba mucho tiempo con él, éramos muy amigos. Estaba parada al lado mientras él en la mesa dibujaba. Hablábamos, escuchando los discos, mientras Juan hacía las tapas. Gatti es puro arte, estética, su cuerpo de trabajo es extraordinario, a nivel mundial. Hizo tapas como la de Los Delirios del Mariscal, de Crucis, que es mítica, insuperable. Siempre fue muy cambiante, por ejemplo, la tapa de Instituciones, de Sui, la hizo con fibras; las de Espíritu con aerógrafo… Siempre iba cambiando, siempre innovaba. Lo sigue haciendo hasta el día de hoy, asesorando en moda, estética y diseño, tanto en Europa como en los Estados Unidos.

¿Qué recordás de la audición de Sui Generis con Jorge Álvarez y Billy Bond?

Tuve la suerte de conocerlos el mismo día en que vinieron a hacer la prueba con Jorge Álvarez y Billy Bond. Me acuerdo que ese día se presentaron en la oficina de Álvarez, acompañados por María Rosa [Yorio] a dar la prueba, por lo que yo creí que eran un trío tipo Peter, Paul & Mary. De movida me parecieron unos chicos divinos. Sin embargo, para ellos era tan solo una prueba más, se ve que no tenían demasiadas expectativas porque ya los habían rechazado de varias grabadoras. Así que, de inmediato, con Charly en la guitarra, cantaron “Canción para mi muerte”. Sorpresivamente, apenas terminan, Álvarez dice: “Ese es un tango genial”,  agarra el teléfono, marca el número del estudio Phonalex ¡y pide horas de grabación para el otro día! Así de simple, así de rápido. Aun hoy Nito me cuenta que no lo podían creer”.

Y luego Sui Generis llega a la masividad, algo inédito en el rock argentino hasta ese momento…

Hay que recordar que hasta ese momento el rock y los recitales eran cosa básicamente de hombres  y con Sui entraron la mujeres, y se volvió el primer fenómeno masivo del rock de acá.

¿Y la tapa del disco de Kubero Díaz? ¿Es aerosol lo que tiene en la cara?

No, es maquillaje. Yo lo maquillé. Perotta sacó la foto, puso un cielo atrás de una propaganda que había hecho y así se hizo. Con un teleobjetivo, y un ventilador. Así se creó esa tapa tan impresionante.

La tapa del primer álbum de David Lebón, ¿cómo se hizo?

Yo le presté la ropa. La idea de Gatti era inspirarse en el glam rock, que ya despuntaba fuerte a nivel mundial. Entonces puso un poco de brillo.

Hablando de Instituciones, vos hiciste las fotos del grupo, que venían en el insert del disco…

Sí. Son fotos del estudio, mientras grababan. Porque siempre andaba con la máquina sacando fotos, mientras estaba ahí.

¿Cómo es la historia de la censura de Instituciones?

Yo me acuerdo de conversaciones en el bar que estaba enfrente a Microfón, en donde Álvarez le decía a Charly que aflojara con las letras porque nos iban a desaparecer a todos. Además, la forma en que se lo explicaba Álvarez era muy simple: Si vos querés mandar un mensaje, no lo podés mandar en forma directa, tenés que mandarlo entrelineas. Primero, por el peligro y segundo porque era la forma en que iba a perdurar el mensaje, con la ironía, con el sarcasmo acerca de lo que estaba pasando y demás. Álvarez le dijo que bajara un poco los decibeles. Charly no quería, él quería que prevaleciera  su forma acerca de cómo quería expresarlo.  Pero si lo hacía así nos iban a censurar todo y después no se iba a poder sacar el disco. Álvarez ya había vivido la represión, él había estado en cana, y le habían quemado la librería de un bombazo porque había sacado un libro de Marx, etc. Álvarez sabía cómo venia la mano.

¿Y cuál es la historia detrás de la foto que sacaste para el Adiós Sui Generis?

Bueno, con esa imagen empapelaron toda la ciudad, y luego se convirtió en la fotografía emblemática de Sui, porque fue usada en varios compilados, posters, etc. Esa fue la primera vez que logré que me prestaran un estudio profesional con flashes para trabajar. Usé una cámara Hasselblad. La hicimos en el estudio de mi exnovio, Jorge Fisbein, en la calle Castelli y Valentín Gómez, en Once, un mes y medio antes del show del Luna. Salió rápido, tan solo un par de tomas, porque Charly y Nito tenían la mejor predisposición. Por supuesto, esa imagen también contó con el arte y el estilo de mi amigo Juan Gatti, el gran artista gráfico. Por eso todo se conjuró para que esa imagen tenga la magia que la hizo inolvidable. Es la foto de dos chicos de 23 años, que mantiene la misma frescura que hace 50 años, casi tanto como la música de Sui. La foto del Adiós Sui Generis ya no me pertenece, ahora está en todos lados.

¿Cómo fue la ida de Billy Bond y vos a Brasil en medio de la represión?

Nos vamos porque Billy estaba amenazado. Allá, yo era la fotógrafa personal de Ney Matogrosso. Viajábamos por todo Brasil en los conciertos de Ney. A mí me trataban como una reina. Me acuerdo que el Bondo y Gabis trabajaban en la banda. Pero llegó un momento en que el Bondo estaba grabando 24 horas al día, y se va degastando nuestra relación. Yo estaba sola en la montaña, días, semanas… Entonces me vine para acá y me quedé con Jorge. Ahí me quedé con Álvarez permanentemente hasta que en el 77 nos fuimos a Estados Unidos.

¿Cómo sigue tu devenir acá cuando volvés de Brasil?

Cuando Sui se separa, yo pasé mucho tiempo con La Máquina de Hacer Pájaros. De ahí me enganché mucho con Crucis, en especial con Gustavo Montesano, con el que empecé una relación y nos terminamos casando. Los ensayos de Crucis en la sala de Flores eran espectaculares, nunca había visto nada igual.

¿Para vos Crucis fue el grupo de rock más potente que hubo en la Argentina?

Sí. Los ensayos eran espectaculares. Eran pibitos pero tocaban soberbio su música, mezclada con pedazos de músicas de Yes o de Purple. Ellos tenían una mentalidad totalmente extraordinaria para la edad y para el lugar en el que vivían. Moris, Charly, Moro, todos los músicos iban a su sala de ensayo para verlos tocar, todos querían tocar algo con los Crucis…

Charly los ayudó en la grabación del primer disco…

Claro, él quería participar, no se iba a quedar afuera de eso. Lo de Crucis duró poco pero fue muy intenso.

¿Y por qué duró poco?

Cada uno iba por su lado. Cuando es así, es muy difícil que a esa edad no se te suba la fama a la cabeza. Imaginate: Dieron un recital en el Astral para que viniera Álvarez y la grabadora a verlos, al otro día están grabando, a los cinco meses estaban llenando el Luna Park… Entonces, tenés que estar muy bien plantado para seguir con la banda, otros grupos se han separado por mucho menos que eso.

¿De dónde sale la idea de la foto de Crucis con los overoles?

Una broma interna. Porque de la forma que ensayaban, tan meticulosa, se comentaba que ellos eran como “obreros” o “mecánicos”, como si manejaran maquinaria. Era como si estuvieran en un taller haciendo sonido. A Gatti se le ocurrió lo de los overoles. La foto la saqué en Parque Lezama, debajo de un ombú. Si vos te fijas, el negativo quedó sucio, manchado, y al ampliar la imagen le dio otro matiz a la foto.

¿Había una idea de llevar el grupo a Estados Unidos?

Estaba la idea pero a Gustavo no le gustaba estar allá. Eran muy chicos, demasiado jóvenes para instalarse allá. Aparte en Estados Unidos no los conocía nadie. Era muy difícil.

¿Por qué Álvarez decide irse del país?

Después de un recital de La Máquina de Hacer Pájaros en La Bola Loca, Álvarez estuvo en un barco con Torre Nilsson y unos militares que estaban también viajando. Había una fiesta y ahí uno de los militares se le acerca a Álvarez y lo advierte, diciéndole: “Usted está muy tranquilo. Mire que ahora le estamos dando a las barras de los fierros, pero ni bien terminemos con eso vamos a seguir con los intelectuales…” Entonces, cuando terminó la fiesta, Torre Nilson le dijo a Jorge: “Andate”. Y ahí Álvarez sacó un pasaje y se fue… De ahí partimos hacia Nueva York.

¿Y cómo sigue tu historia cuando te vas con Álvarez?

Nos instalamos con Álvarez y Montesano en Estados Unidos. A Gustavo no le gustó Nueva York y se vuelve y luego se radica en España. Gatti también termina yéndose a España.

¿Tu relación con Montesano se termina ahí?

Sí, cuando él decide venir para acá de vuelta. Yo no quería volverme, estaba bárbara en Nueva York. Me había reencontrado con una amiga cordobesa que diseñaba ropa y así había conseguido un trabajo mínimo suficiente para alquilar un pequeño departamento.

¿Ahí te metés en la movida punk?

Inmediatamente después de que nos separamos con Montesano, yo empecé a trabajar con mi amiga y ella hacía ropa punk. Para mí era toda una novedad. Así empiezo a frecuentar la movida punk en el downtown, en Manhattan. La música que sonaba era la de los Sex Pistols, de la mano de muchos ingleses que se habían radicado en Nueva York trayendo toda esa movida punk. Yo entré en esa y me olvidé de todo lo que pasaba en Argentina. Ahí aparece Liliana Lagardé, la ex mujer de David Lebón, que estaba en Miami, viene a visitarme y se queda. Así seguimos, haciendo zapatos y demás. A ella la querían mucho los chicos de The Clash.

Vos seguiste con la venta de ropa…

Seguí por un tiempo. Yo sacaba fotos, salía todas las noches a discotecas… Lamentablemente, todos pagamos el precio de las adicciones, la vida demasiado intensa. Por suerte estamos vivos. Conocí el fondo y no me quedó otra que salir.

Contame alguna anécdota tuya con famosos en Nueva York…

Amistades no tuve, pero conocí a Jagger. Yo frecuentaba un boliche que se llamaba Nell´s y ahí iba todo el mundo, muchos famosos. Don Johnson, Mick Jagger, Prince… Estábamos todo el tiempo ahí.

¿Cómo fue la realización del sobre interno de Clics Modernos?

Para mí es lo mejor que me pasó con las fotos. En 1983 en Nueva York con Charly nos estábamos divirtiendo con Charly sacando fotos Polaroids con una máquina de plástico. Yo iba a todas las sesiones de grabación de Clics Modernos en los estudios Electric Lady y me había quedado en el subconsciente esa parte de [“Bancate ese defecto”] “la nariz no hace juego con tu cara” y se me ocurrió hacer una nariz de cartulina para las fotos. Le pinte la cara y estábamos jugando a hacer las Polaroids, así salió el sobre interno del disco con esas fotos porque a Charly le encantaban.

¿Cuándo empieza tu faceta más espiritual, con los viajes a India y demás?

A principios de los 80 conocí al mismo gurú de David Lebón. A partir de ahí entré en ese círculo. Ahí, por muchos años, eso queda como flotando durante mis épocas más alocadas en Nueva York. Incluso, recuerdo que cuando Charly fue a Nueva York a grabar Clics Modernos, yo llevé a la grabación al hermano del Majaraji, al que García conocía por Lebón. Después tuve idas y vueltas de Miami a Nueva York. Ya estando aquí de vuelta, en Córdoba, por alguna razón toqué fondo, se me viene abajo toda la vida que había vivido. Me bajoneé… No sabía qué hacer y me vine a Buenos Aires. Estando acá, con una amiga de Córdoba empezamos a fantasear con la India. Ya eran los últimos años de los 90. No teníamos un mango pero igual se me da la oportunidad de ir. Así empiezo a ir a partir de 2000 y me enamoré de la India. Fui más de diez veces. La parte espiritual está entretejida en la vida de la India. Inclusive, aunque yo no soy hinduista, al mismo tiempo siempre hay un sustrato allá que es espiritual. Mismo verlos como ellos se mueven con su religión, como lo vinculan con lo material, eso para mí es muy poderoso. Cuando voy no planeo nada. Un taxi me va a buscar y me lleva a un departamento y ahí planeo lo que voy a hacer. No llevo hoja de ruta ni nada, voy y listo. Una vez que estoy allá me entrego al hecho que hay un sustrato espiritual que es muy vivido.

ENTREVISTA: Emiliano Acevedo

FOTOS: Hugo Panzarasa y archivo Ada Moreno

miércoles, 14 de septiembre de 2022

GUSTAVO MONTESANO, Traumas de un pasado tenebroso: Su retorno al Rock Progresivo...

 

Decir Gustavo Montesano es nombrar a uno de los principales representantes del rock progresivo argentino. Desde los 70, primero en la legendaria banda Crucis luego en el dúo Merlín –junto al recordado Alejandro De Michele- y, posteriormente con su carrera solista. Ahora radicado hace décadas en España después de su paso por los exitosos Olé Olé y su amplia trayectoria como productor, vuelve al rock sinfónico para presentar su nuevo EP intitulado Traumas de un pasado tenebroso, que reúne tres canciones.

El EP incluye un tema instrumental, “Vuelo a la obsesión”, que tenía más de 40 años esperando ver la luz porque había sido parte del repertorio del último tiempo de Crucis. Las otras dos canciones del lanzamiento son “Un día se irá”, escrita durante la pandemia del Covid 19 y “Traumas de un pasado tenebroso”, inspirada en los tiempos de la última dictadura militar en Argentina. Todos los temas son letra y música de Gustavo Montesano. Grabados y mezclados en Madrid ya están disponibles en Spotify y YouTube.

ENTREVISTA> ¿Cómo decidiste volver al rock progresivo?

Por muchas razones. En realidad, durante toda mi vida el rock progresivo fue el estilo que más ha gustado hacer. El rock sinfónico – progresivo es mi raíz. Hace muchísimos años que vengo barajando y fantaseando con la idea de volver a ese origen. Y a partir de lo que fue la pandemia, en los dos últimos años, en la que muchísimas personas nos empezamos a replantear las cosas, me di cuenta que mi oficio es la música. Esta pandemia me hizo dar cuenta que nunca se sabe lo que va a pasar mañana así que es mejor que hagamos lo que realmente sentimos y tenemos ganas de hacer y nada más. Ya sabes que el rock sinfónico es una fusión entre la música clásica y el rock y además no me da limitaciones, puedo hacer realmente lo que quiera, no tengo formatos específicos sino libertad para crear e imaginarme la música como yo la quiero, en la armonía, los compases y duración. Entonces estoy muy contento de haber reconectado con mi propio ser. 

¿Cómo lo grabaste?

Volviendo a lo de antes, lo hice durante el encierro, en forma casera porque lo grabé en el estudio que en el sótano de mi casa. Empecé a grabar el piano, la batería, los teclados, el bajo, las guitarras… No tenía la idea de publicar nada sino de hacerlo exclusivamente para mí. Pero cuando vi que me estaba entusiasmando y estaba quedando como yo quería, decidí llevarlo a los estudios de grabación en Madrid, y otros, a los ingenieros de sonido que conozco de hace muchos años para que aportaran la ingeniería técnica del disco.

Hagamos un recorrido sobre las canciones. “Vuelo a la obsesión” es un tema de pura cepa progresiva que había sido de Crucis, ¿por qué no lo grabaron en su momento?

No lo grabamos porque no tuvimos tiempo. Con Crucis grabamos dos elepés nada más pero seguíamos ensayando nuevos temas y nuevas músicas, y “Vuelo a la obsesión” era una de ellas. Incluso, si mal no recuerdo, la llegamos a interpretar en algunos conciertos hacia el final de la vida del grupo. Entonces era una música que se había quedado “como una piedrita en el zapato”. Era una cosa que tenía pendiente de hacer y me dí el gusto de hacer ahora. 

El tema es tuyo, ¿no?

Sí. Lo escribí cuando tenía 20, 21 años.

¿En qué te inspirás para componer música actualmente? ¿Escuchás algo del rock progresivo nuevo?

No me inspiré en nada en especial. Es una música que se da en mí en forma muy natural porque empecé de muy niño con la música clásica, con los conciertos de Mozart, de Beethoven, etc., y después escuché a los Beatles, los Stones, Santana, y a Hendrix, y a tantos artistas más… Entonces no necesito tener una fuente o algo externo para inspirarme. Me siento en el piano y es lo único que me sale. Me cuesta menos hacer este tipo de fusiones que lo que estuve haciendo muchos años que es música pop. En el prog estoy totalmente libre de trabas y de condicionamientos y además internet y las nuevas plataformas nos dan a los artistas la posibilidad de hacer la música tal cual queremos hacerla. De cualquier forma estoy al tanto de lo que se ha hecho en los últimos años en el rock progresivo y sinfónico. Me gustan muchos artistas como por ejemplo, Porcupine Tree, Dream Theater o Steven Wilson. Se han hecho cosas muy interesantes y muy bonitas y yo siento que pertenezco a esa “raza” de músicos o de artistas.

“Un día se irá”, ese tema lo compusiste en pandemia, ¿no?

Efectivamente. La letra habla de que “un día se irá” el virus. En el momento en que lo escribí eso no parecía posible. Parecía una utopía porque el estado de desesperación era tan grande que no se sabía dónde nos iba a llevar ni cuánto tiempo iba a durar. Realmente, teniendo una visión optimista, pensaba: algún día se tendrá que ir. “Quién lo ha creado, quién lo ha inventado, quién lo trajo, por qué, con qué fin, con qué razón…” Todas estas son preguntas que se plantean en esa canción.

“Traumas de un pasado tenebroso” es un tema de tono opresivo que, además de darle nombre al EP, evoca nuestro pasado en la última dictadura militar…

En mi caso, no es una opinión sino un hecho, el llamado Proceso de Reorganización Nacional me afectó mucho. Me provocó traumas, paranoias, inseguridades de todo tipo que me costaron muchísimos años quitarme de encima, literalmente. Y en mi vuelta al rock sinfónico para mí era fundamental volver al Gustavo de los 20 años y a lo que estaba haciendo a esa edad. Entonces, ¿qué es lo que hacía a los 20 años? Crucis. Y estábamos conviviendo con aquella realidad dura, muy dura. Pude escribirlo ahora, 45 años después pero nunca es tarde. Y de esa forma poder enterrar definitivamente aquellos fantasmas. Para mí expresarlo en forma de música es muy importante.

En una nota de Pagina / 12 dijiste que esa época te provocó pesadillas. ¿Qué tipo de pesadillas y cuanto te duró eso?

Las pesadillas eran recurrentes y me duraron muchos años. Traumas y la paranoia. Veía un policía y salía corriendo, me daba palpitaciones. Fue una época que sufrí bastante pero afortunadamente hemos sobrevivido a eso y a tantas cosas más.

¿Cómo te llevás con la trascendencia que sigue teniendo Crucis a pesar del paso de los años?

Es muy raro [risas]. Me parece increíble. Si querés que te sea sincero, que un grupo de rock progresivo sinfónico se transformara en popular en aquel momento de “éxito” de Crucis, ya era una sorpresa. Nosotros fuimos los primeros sorprendidos de que aquello tomara la magnitud que tomó porque, simplemente, esperábamos ser un grupo más de rock sinfónico pero nunca jamás habíamos soñado con la posibilidad de que nos pasara lo que vino después: los discos, los grandes conciertos en grandes estadios, las giras… Todo eso era algo que no estaba en nuestros planes. Por ejemplo, la primera vez que actuamos en el Luna Park estábamos muy asustados porque, hasta entonces, el único grupo de rock que había actuado allí había sido Sui Generis y ellos eran un grupo muy diferente de lo que era Crucis. Considerábamos que nuestra música no era muy fácil de digerir. Lo que pasa es que el público argentino es muy bueno, es un público maravilloso que sabe discernir cuando un artista es bueno y cuando no lo es. Esa sabiduría, sapiencia y sensibilidad del público nos sorprendió mucho. El fervor, la comunicación que se producía entre Crucis y su público era algo fenomenal. Por eso el reconocimiento hacia el grupo que existe 45 años después, que la gente todavía se acuerde de nosotros con tanto cariño, es un fenómeno que me sorprende cada día. También, me halaga y me enorgullece muchísimo. 

Ahora son un grupo reconocido internacionalmente, los discos se publican en muchos países: Japón, Rusia… Llegan a todos lados.

Claro, exactamente. De alguna manera eso se va haciendo una bola cada vez más grande que hizo que nos publicaran en muchos países del mundo. El primer país fuera de Argentina en donde se publicó fue en Brasil. Incluso hicimos una gira por ese país… Sí, fue una bola de popularidad cada vez más grande, cada vez más sorprendente pero también cada vez más difícil de contener y de gestionar para nosotros que éramos chicos de 20 años, y además en un contexto como el que se vivía en Argentina en aquellos años.

Todo muy vertiginoso y aparte luego surgieron las diferencias musicales y el grupo se disolvió…

En mi caso, siempre valoro las diferencias musicales. Creo que es algo positivo en tanto y cuanto esas diferencias se puedan fusionar. Siempre es linda la fusión de las músicas. Y es verdad que Pino [Marrone] y Aníbal [Kerpel] estaban más influenciados que por el jazz rock, mientras que yo seguía con la música clásica, y Gonzalo [Farrugia] estaba con el candombe… Pero creo que si se fusiona todo eso queda muy bonito. El problema que tuvimos nosotros es que nunca tuvimos el tiempo suficiente para hacerlo. Todo fue muy vertiginoso y no tuvimos tiempo ni para sentarnos a tomar un café para charlar que era lo sobre lo que queríamos hacer con el grupo. Es triste pero cada vez que llegábamos a ensayar cada uno estaba pensando en irse. Nuestra única meta era buscar otra realidad. Nos tocó vivir una época muy dura y eso nos influenció mucho, lamentablemente. 

Emiliano Acevedo


sábado, 14 de abril de 2018

GUSTAVO MONTESANO: "Cuando estuve en Crucis me la creí demasiado..."


El bar parece el de siempre, pero es otro país. No es Valladolid sino Buenos Aires, aunque para Gustavo Montesano ambas ciudades formen parte de su mundo. Sin embargo, al final de nuestro dialogo, nos confiará que extraña mucho Madrid. A pesar de vivir hace más de treinta y cinco años en España, Montesano vuelve a su barrio de Flores casi todos los años a visitar a sus padres y a sus innumerables amigos; pero su familia, sus hijos, se quedaron en el viejo continente.

En este 2018 llegó a fines de febrero y se quedará hasta mediados de abril, por eso su agenda argentina se vuelve febril. En un mes y medio lo esperan innumerables cenas, reuniones, entrevistas. La vida social de uno de los músicos más importantes que tuvo el rock progresivo argentino en los setenta, cuando formaba parte del mítico grupo Crucis.

Pero volvamos al bar en donde se desarrollará esta entrevista. Las paredes blancas, con el baño y los mobiliarios reciclados, pisos flotantes y un sofá. El café se lo sirve uno en el mostrador, también las medialunas. La vidriera da a la calle Suipacha, en donde se ve la gente pasar. Es una noche de martes calurosa. Apuramos un café y un agua mineral mientras vamos desarrollando este dialogo que abarca cuatro décadas de actividad musical multifacética. Sentado en el sofá, con su agua mineral sin gas en la mano, Gustavo Montesano contempla el paisaje del bar como si fuera un viejo guerrero que vuelve después de tantos años de andar. Cansado pero entero. Y dispuesto a hablar…

ENTREVISTA> ¿Cuál es tu formación como músico?
Empecé con la guitarra criolla y con el piano, aprendiendo folklore y música clásica, respectivamente. A pesar de que mi familia no tenía inclinaciones musicales, se ve que por algún motivo yo tenía facilidad para tocar, y cuando mis padres se dieron cuenta de esto, me ayudaron a que me pudiera desarrollar como músico. Éramos una familia de clase media tipo, y en aquellos años sesenta era habitual que los chicos de clase media tomaran (o se los animara a tomar) clases de algún instrumento.

Así empezaste a tocar en distintos grupos de barrio con otros chicos…
Claro. A los once años, con un compañero y amigo del colegio que se llamaba Alejandro Santos, que hoy es uno de los más grandes flautistas y tecladistas argentinos, junto a mi hermano Marcelo y otro chico, formamos el primer grupo de música en el que estuve. Allí hacíamos canciones de los grupos de la época, de La Joven Guardia, Los Gatos, Almendra, los Beatles, etcétera. Luego, despacito, empezamos a escribir nuestras primeras canciones pop.


¿Cómo se va formando el germen de lo que luego será Crucis?
Éramos todos pibes de Caballito y Flores, que se juntaban a tocar por afinidad musical o amigos en común. En esa época había muchos grupos tocando en esa zona, y en toda la zona del oeste.
Antes de Crucis tuvimos un grupo llamado Consiguiendo Vida, que duró un año o dos, en el que me acompañaron Pino (Marrone) en la guitarra, José Luis Fernández en el bajo y Guillermo Conte en batería, e hicimos un demo de cinco canciones, que aún conservo. Teníamos un manager que llevó el demo a las discográficas, pero no nos dieron bola, porque éramos muy jóvenes, teníamos doce, trece, catorce años. Más tarde, ya como Crucis, empecé a tocar junto a José Luis Fernández (bajo), Topo Frenkel (batería) y Daniel Oíl (teclados).

¿A quién se le ocurre el nombre del grupo?
A Daniel Oíl, el tecladista. Porque teníamos un tema larguísimo, como de veinte minutos, que se llamaba “Agonía y Crucis”. De esa pequeña obra conceptual, que habíamos escrito entre todos, salió el nombre de Crucis, sugerido por el propio Oíl. Esa formación primigenia fue el germen y la única que tuvo el grupo por bastante tiempo. Incluso alcanzamos a tocar en vivo en el Teatro Planeta y en el Auditorio Kraft, etcétera; haciendo algunas de las canciones (“Mes” o “Abismo Terrenal”) que luego se grabaron en los discos de la banda. Lamentablemente, José Luis abandonó el grupo, y no tuve más remedio que cambiar la formación.

¿Cómo fue eso?
Cuando se fue José Luis, también se fue Daniel Oíl, por estar muy decepcionado por la ida de su amigo y bastante desencantado con el mundo de la música y los grupos. Él era un tipo muy idealista y no soportó que nuestra banda perdiera a uno de sus integrantes. Oíl no estaba contento con el mundillo musical, creía que estaba repleto de gente mala, muy traidora… Por supuesto, en la música y los grupos hay de todo, pero él era demasiado idealista, así que decidió irse. Ahí me reencuentro con Pino en un bar, y le conté acerca de que se había desarmado mi grupo. Yo estaba bastante deprimido porque era una situación traumática para mí. Ya que con Crucis veníamos haciendo bastante, nos estábamos creando un feedback importante con nuestro público, que empezaba a crecer con el boca a boca, cuando justo se desarmó la banda. Y para mí era muy difícil encontrar pibes de nuestra edad que estuvieran en esa línea musical. Ahí, Pino se ofrece a entrar en el grupo y trae a un amigo del barrio también a tocar con nosotros, que era Aníbal Kerpel. El problema era que los tres éramos guitarristas. Así que no nos quedó otra que repartirnos los roles: Pino se quedó con la guitarra, yo pasé al bajo y Aníbal quedó como tecladista del grupo.

¿Cómo fueron delineando ese sonido progresivo, casi gótico, que no sonaba parecido a ningún otro grupo argentino; y, además, con esas letras cuasi herméticas como “La triste visión del entierro propio”?
Sí, se podría decir que, musicalmente, Crucis era muy gótico, sin dudas, y con muchos cambios de tempo y de compás. Y como vos señalás, también parte de las letras podrían parecer bastante herméticas, como “La triste visión del entierro propio…” Sí, es verdad, para ser aún una persona tan joven, haber escrito eso era algo bastante fuera de lo común, visto desde hoy. Recuerdo estar escribiendo esa canción por la noche, en la casa de mis padres. La introducción del piano la escribí en papel, porque no tenía un piano a mano; y escribí allí la letra también. No te podría decir cómo me vino esa letra… Vino. Simplemente, llegó a mí. Las influencias que yo tenía en esa época venían de la música clásica. En lo que respecta al rock sinfónico, estaba muy fascinado con el grupo holandés Focus, en especial con su álbum Moving Waves. Es que en Europa había un par de grupos que estaban haciendo un estilo parecido al nuestro. Y nosotros estábamos en sintonía con esa música, como también con el Jethro Tull de (el disco) A Passion Play, o con Premiata Forneria Marconi y el rock sinfónico italiano. A Crucis lo comparaban acá con Yes, pero para mí no teníamos mucho que ver con eso. A diferencia de Yes, nosotros éramos de improvisar mucho más en vivo, nunca tocábamos un tema dos veces igual. En ese sentido era muy divertido tocar con Crucis, porque tocábamos para nosotros. Nos divertíamos mucho y la pasábamos muy bien, y más cuando ya contamos con la formación definitiva del grupo, con Gonzalo (Farrugia) en la batería, que era un monstruo del instrumento.


¿Cómo fue que consiguieron grabar el primer álbum, con Charly García como productor?
Porque después de dos años tocando, ya venía mucha gente a vernos. Entonces, un día decidimos organizar un concierto en el Teatro Astral, en la calle Corrientes. Y justo pasaban por la puerta del teatro Charly, Jorge Álvarez y Ada Moreno. A Álvarez le llamó la atención la foto del afiche que habíamos puesto en la puerta del teatro, en donde estábamos con el torso al aire. Aunque el concierto ya había empezado, decidieron entrar para curiosear que música hacían esos pibes con esa imagen tan especial. Entraron a ver el grupo, y tanto a Charly como a Jorge, les gustó mucho la música de Crucis, y ahí mismo Álvarez nos fichó para entrar a grabar nuestro primer elepé. Charly estaba muy entusiasmado con nuestra música, y decidió ser el productor del álbum.

¿Cómo era García como productor?
Charly era un chico encantador. En esa época, él tendría 24 años, y aunque era más grande que nosotros, nos entendimos a  la perfección y nos dio una mano muy grande en el estudio. En realidad, nos divertíamos más que cualquier otra cosa. Pero él también aportó muy buenas ideas en lo referente al tema de la ecualización. Tené en cuenta que nosotros no sabíamos nada de cómo se trabajaba en un estudio de grabación, mientras él ya tenía grabados tres o cuatro álbumes, primero con Sui Generis, trabajando con Billy Bond, y luego con Porsuigieco. Sin dudas, Charly nos ayudó muchísimo y por eso le estaré eternamente agradecido. Además de organizar todo ese despelote técnico, nos prestó sus teclados, que nosotros no teníamos. Nosotros teníamos tan solo un órgano, y él ya tenía un Hammond, el piano Fender, el sintetizador ARP Solina Strings y el Moog.



¿El éxito discográfico de Crucis, tan repentino, les originó envidias y reproches en el mundillo musical?
No entre los músicos, porque nosotros ya veníamos tocando y nos conocían bastante, a pesar de ser tan chicos en edad. Quizás, sí algunos medios no entendían de donde habíamos logrado llegar a grabar en RCA, o que nuestro primer single lo pasaran bastante en la radio. A algunos medios de información de la época les parecía mal que un grupo de rock progresivo sonara en la radio, y lo criticaron mucho, pero no fue algo intencionado por nuestra parte, se dio así.

¿Cuál fue ese primer single?
“Todo tiempo posible”, que en la cara B traía “Irónico ser”. Sin dudas, un primer disco simple bastante potente. Fue un cimbronazo muy grande para nosotros, porque, de un día para otro, pasamos a ser mucho más conocidos.

¿De dónde sacaste la inspiración para hacer la letra de “Todo tiempo posible”?
La letra era una descripción de la relación amorosa que tenía con Ada Moreno en esa época.



¿Cómo siguió la historia del grupo a partir de la edición de ese primer álbum?
Fue demasiado rápido todo. Un año y medio muy meteórico, no nos dio tiempo a recapacitar sobre lo que estábamos haciendo. Primero hicimos la presentación del disco en el teatro Coliseo, hicimos conciertos en sitios muy grandes. Por ejemplo en La Rural, que fue un show impresionante. Empezamos a hacer giras y ya no paramos más.

¿Cuáles son para vos las diferencias sustanciales entre los dos discos de Crucis, más allá del cambio de sonido, ya que el segundo (Los delirios del Mariscal) fue mezclado en los Criteria Studios de Miami?
Creo que el primer disco es más variado en lo musical, y el segundo más improvisado, más llamativo. Éste traía el tema “Abismo terrenal”, que dura como “mil años”, parece que no terminara nunca…

Es  una onda más jazzera, más fusión…
Claro, es demostrar virtuosísimo, como decir: “Mirá que bien que toco…” Yo no estaba de acuerdo con eso, con sacar una canción larguísima para mostrar lo bien que tocábamos.



En Los Delirios del Mariscal, a pesar de ser un álbum tan instrumental, está una de tus canciones más conocidas: “No me separen de mí”. ¿Qué te inspiró esa letra? ¿Una experiencia lisérgica?
Sí. Esa fue, para mí, una época de mucha confusión mental; y lo plasmé en esa canción. Como diciendo: “No me separen de mí, no quiero seguir por este camino. Quiero centrarme en el sol, en la naturaleza y en la vida sana.” Fue una época muy dura…

¿Y eso pensás que influyó en las relaciones personales del grupo, en las peleas que tuvieron?
Sí, sin dudas. En esa época había un ambiente de drogas muy grande. Y dentro de Crucis, habíamos dos que las consumíamos, y dos que no. Y eso, por supuesto, fue creando una pequeña fisura.

El tema era seguir con el grupo, pero no se pudo, ¿no?
No se pudo. Yo siempre digo que nos hubiera venido bien tomarnos un descanso de por lo menos dos meses, parar para ver adonde estábamos parados, que queríamos hacer. Además, se nos había acabado el país. Acá estaba todo muy limitado, era un mercado ínfimo, en comparación con el actual. Y aunque también habíamos ido a tocar a Brasil, en donde tuvimos mucho éxito, no nos quedaba mucho por hacer. Por supuesto, no hay que olvidar que la vida política y social argentina era muy difícil de sobrellevar en ese momento. Creo que esa fue la principal razón de que Crucis se separara. Más que los roces comunes que había entre nosotros, había un ambiente muy jodido en esos años de la Argentina durante el Proceso Militar. No había un solo show en donde no viniera la policía y camiones militares a llevarse a los chicos presos, dándoles palos… O sea, era muy triste y penoso de ver esa situación. Aun así, los chicos acudían a nuestros conciertos y los disfrutaban. Pero, para mí, vivir en esa época era durísimo…

¿Se la creyeron un poco? ¿Se les subió la fama a la cabeza?
Sí, nos la creímos bastante. Sobre todo yo. Fui el que más se la creyó, en el mal sentido. Pero es que también era muy chico, tenía solo veinte años, y con todo el mundo elogiándome durante años…

¿Y cómo tomabas las críticas a tu forma de cantar, a que algunos opinaran que Crucis tendría que haber sido instrumental?
Crucis fue lo que fue, y ya está. No se puede cambiar la historia. Nunca se nos pasó por la cabeza hacer todo el material instrumental. Obviamente, había gente a la que le gustaba y otra que no, como le pasa a cualquier artista. Al principio, cantábamos Pino y yo, los dos. Incluso habíamos ido a una profesora de canto. Pero luego Pino no quiso cantar más, para concentrarse en la guitarra, y quedé en el frente yo solo.

¿Te llegaron las críticas que te hizo Charly –en una entrevista de 2002 para la Rolling Stone- acerca de tu forma de cantar; diciendo que Crucis “parecía Yes con Laureano Brizuela en la voz”?
Sí… Bueno, ya sabemos cómo es Charly, ¿no? Él, con el tiempo, fue cambiando su personalidad y su manera de ver las cosas. Yo no le hago mucho caso a esas opiniones. Me parece bien que cada cual opine lo que quiera. Pasaron muchísimos años, lo que sí te puedo decir es que, en esa época, a él le gustaba muchísimo Crucis…

En 1977, luego de la separación de Crucis, vos te fuiste a vivir a Nueva York. ¿Por qué no te quedaste allá?
Es una buena pregunta. No me acuerdo… O sí… Me di cuenta que yo venía de Crucis, de un grupo que era conocido, en una situación en la que –como vos decís- me la había creído mucho, y empezar de cero en Nueva York era durísimo para mí. Allá tenía un grupo de punk rock, que era horroroso e insoportable para mí. Un viraje de 180 grados, pero era la única opción. Si no tenías un grupo punk, no existías. Era imposible encontrar trabajo en la música si no hacías ese estilo. Estaba empezando la moda punk, que a mí me parecía asquerosa, realmente. Sin embargo, mi vuelta se da circunstancialmente, en un viaje. No es que yo decidí volverme de Nueva York a la Argentina. Viajaba bastante, pasé por Brasil, veía a amigos argentinos que vivían allí. En uno de esos viajes me encontré a Oscar López, que era un manager que había trabajado con Álvarez, y con Alejandro De Michele. Con Alejandro formamos el dúo Merlín y decidimos hacer un disco juntos. Volví a Argentina para hacer ese disco, luego me quedé un tiempo más, y después me radiqué en España.  

El álbum de Merlín fue un discazo. ¿Cómo fueron desarrollando ese repertorio con De Michele?
Me encantó trabajar con Alejandro en ese disco, e hicimos una gira buenísima presentando ese material. Fue un proyecto que disfruté mucho. Algunos de los temas, ya los traíamos y otros los compusimos sobre la marcha. Estuvimos bastante con el dúo, como un año trabajando juntos. Nos había contratado Oscar López, para que grabásemos en su compañía, Sazam Records, quien fue quien nos instigó a que formáramos el grupo. Éramos muy amigos los tres…

Seguía siendo bastante progresiva tu música en ese disco de Merlín…
Sí, porque teníamos a Daniel Colombres en batería, un chico que recién estaba empezando, pero ya demostraba su valía como instrumentista; y Gustavo Donés en bajo, que después formó Suéter… O sea, era un grupo muy bueno.

¿Y por qué se terminó Merlín?
Se terminó porque yo había hecho un viaje a España, en donde ya vivía el dibujante Juan Gatti. Yo tenía muchos amigos viviendo en Madrid, y ya tenía muchas ganas de irme a vivir a España. Entonces hablé con Alejandro, se lo dije, y me mandó al carajo… (risas) Él me porfiaba, como diciéndome que para que me iba, si allí no me conocía nadie. Pero yo conocía a mucha gente que ya vivía ahí, además de que me gustaba mucho el clima que se vivía, a principios de los ochenta. En esa época, la movida madrileña era indescriptible, una maravilla. Por eso me fui… Jorge Álvarez ya estaba allá, Ciro Fogliatta, Alejo Stivel, Ariel Rot… Amigos de toda la vida que ya vivían allí. Así que me fui y ya me quedé en España, definitivamente…

Pero antes grabás el disco El Pasillo, con tu banda Montesano, en 1982…
Ah, sí. Eso fue en un viaje que vine a la Argentina, formamos el grupo con mi hermano, grabamos el disco e hicimos algunas actuaciones. Me gusta mucho ese disco, en especial su tapa, hecha por mi gran amigo Diuxs, fotógrafo y manager de ese grupo. Esa portada era delirante y fue elegida por la revista Pelo como la mejor de ese año.



En ese disco la onda ya va mutando hacía el new wave, ya no es tan sinfónico, ¿no?
Sí, tal cual… Porque me pasaba la vida viajando y veía grupos de todo tipo. Aparte, no te olvidés, en esos años, el rock sinfónico estaba muy mal visto, aunque te parezca mentira. Si decías, a principios de los ochenta, que tocabas rock sinfónico, te miraban como diciendo: “este es un viejo choto, un dinosaurio…”

Luego, ya en España, ¿hacés Olé Olé de entrada?
Sí, de entrada. Por una propuesta de Jorge Álvarez para hacer música techno-pop. Ese era el estilo en boga. Yo tenía un par de canciones, las grabamos con los sintetizadores y listo. Era el momento en que empezaban a utilizarse las computadoras y las bases electrónicas en la música, un sonido muy novedoso aun. Y puse lo que sabía, mis canciones, al servicio del grupo; junté cuatro o cinco chicos para armar la banda; luego vino Marta Sánchez como cantante… Nos mandamos al frente, tuvimos muchísimo éxito… Un éxito infinitivamente mayor al que hubiésemos tenido aquí con Crucis. Hicimos giras mundiales… acabábamos reventados. En fin, fue una experiencia que duró como diez años.

Musicalmente, en lo que es tu carrera, ¿en qué lugar lo ponés a Olé Olé?
En ninguno. Para mí no tiene ningún valor artístico ni reseñable. Simplemente, llegué a España y me dediqué a ganar dinero, a producir a otros artistas… Aunque Olé Olé es mi música, yo valoro mucho más lo de Crucis. Son tiempos distintos. Nunca un grupo de rock progresivo como Crucis podría haber existido en los ochenta. Era adaptarse a los tiempos, simplemente. Olé Olé tenía como referente a Ultravox, la banda inglesa; eso era lo máximo a lo que podíamos aspirar. Pero no era la música que más me gustaba, por supuesto…



¿Y no hubo una posibilidad que hicieras una carrera solista en paralelo?
Lo intenté, pero a nadie le interesaba el rock progresivo. Además no tenía tiempo, porque Olé Olé me consumía casi todo mi tiempo, estábamos al mango.

Hace poco volviste a tocar con Olé Olé ¿Habría alguna posibilidad de que volvieses a tocar tu material clásico de los setenta, alguna vez?
No, la verdad que no. Esa reunión con Olé Olé, la hice porque me llamaron y acepté a ir. Yo no la busqué. Me convocaron y listo. No fue nada especial, ya fue… Ahora, lo que realmente me gustaría hacer, hoy por hoy, sería comprar una casita al lado de un río, en la montaña, e irme a vivir ahí. Ya estoy bastante cansado de viajar. Para mí, estar en un grupo, o estar metido en la actividad musical, significa estar arriba de un avión todo el tiempo. Es algo que me cansa mucho. Además, aunque fuese armar una actuación pequeña en Argentina, se hace difícil, porque yo vivo en España y tengo hijos pequeños. Claro que sería muy lindo dar un show recorriendo el material de Crucis, un show dedicado a los fans de ese repertorio de los setenta. Si yo viviera aquí, seguramente lo haría.

Entonces, no hay ninguna posibilidad…
¿Ahora mismo? No sé, tampoco se me ha ocurrido. No se me pasa por la cabeza. Estoy cansado de tanto andar, me gustaría tomarme un par de añitos de no hacer nada.

¿Qué balance hacés de tu trayectoria, te quedó algo en el tintero?
Sí, yo creo que lo mejor nunca lo pude hacer. Me gustaría tener la libertad de hacer la música que yo quiera, cuando quiera y con quien quiera; pero necesitaría mucho tiempo… Y con la vida familiar se te complica. También tuve muchos hijos, y eso te absorbe tiempo y energía, por supuesto. Pensá que mi hija más chiquita tiene 7 años, y el más grande tiene 30; o sea, tengo hijos de todas las edades. Un artista no debiera tener hijos… (risas)

Pero Jagger tiene como siete hijos y sigue tocando…
(risas) Sí, no sé cómo lo hará… Porque también tiene nietos y bisnietos…

Vos sos de los músicos que más trabajó con Jorge Álvarez, aquí y en España. ¿Cómo era trabajar con él? ¿Cómo fuiste llevando esa relación profesional? Porque hay gente que te habla muy bien de él, otros te hablan mal, otros mal y bien a la vez…
Básicamente, él tenía una gran intuición. Era muy intuitivo, por eso, más que productor, él era descubridor de artistas. Así fue que descubrió a Manal, Moris, Vox Dei, Miguel Abuelo, Sui Generis, Espíritu… a Crucis. A todos, prácticamente. El veía a un grupo y ya sabía si iba a tener éxito o no, más allá de la producción. Hubo discos que sonaban bien, otros que no sonaban tan bien; pero él no se metía en la producción de los álbumes, en lo que era el sonido de los discos, no era ese su lugar. Sin embargo, era un tipo muy interesante, una persona que tenía una cultura enorme. Sabía de todo, era súper inteligente, pero también era muy exigente con el trabajo de los demás… Yo estoy muy contento de haberlo conocido. Si alguien habla mal de Jorge, está en su derecho, pero yo no tengo ningún motivo para hacerlo.

Muchos te hablan mal de la parte financiera…
Sí, muchos se quejaran de que les ha afanado. Claro, yo también he tenido mis problemas en ese aspecto, pero bueno… Jorge era mi amigo y una gran persona.

Para terminar, una pregunta que le hacemos a casi todos nuestros entrevistados: ¿Qué tema de otro te hubiera gustado componer a vos?
Tubular Bells, de Mike Oldfield. Sin dudas, porque es una obra que expresa todo lo que me gusta a mí. Toda la libertad creativa en la música está puesta ahí. Es progresivo y muy libre. ¿Qué más se puede pedir?

Emiliano Acevedo