Esta es una
obra genial, una verdadera aplanadora sónica. Imagínese poder mezclar la
vitalidad de Rush con el virtuosismo de Yes, la locura de Zappa
y la sensibilidad pop de los Beatles... El resultado sería algo parecido
a este disco. Y todo esto producido por un verdadero genio demente como Todd Rundgren. Por lo que es obvio suponer que si además este grupo se llama Utopia, nada de esto parece imposible… ¿O no?
Utopia nace
en 1974 a partir de las ganas de Todd Rundgren (guitarra y voces) de
tener un grupo de rock progresivo. Será entonces el ímpetu de este histórico multiinstrumentista norteamericano quien llevará a
consolidar –luego de varios cambios de músicos- una formación grupal estable a
partir de 1976 con Roger Powell (teclados, sintetizador y voces), Kasim Sulton (bajo y voces) y John
"Willie" Wilcox (batería,
percusión y voces).
Justamente, serán estos músicos los que grabarán en 1977 Ra, la tercera obra de Utopia. Y que mejor forma de
comenzarlo que con la aplastante “Overture: Mountaintop And Sunrise” (B.
Hermann), una apertura instrumental pretensiosa que intenta recrear con su
leitmotiv el mágico y fascinante imaginario egipcio; este tema se engancha a “Communion
With The Sun” (Rundgren). Aquí, una canción basada en los mitos del
antiguo Egipto, con cambios de ritmo arrolladores, en donde destacan los
teclados y las armonías vocales. Al igual que el título del disco, el arte de
tapa (con un impresionante sol naciente) y las vestimentas de los integrantes
del grupo; las líricas de este primer tema remiten a los mitos egipcios
encarnados en la conciencia colectiva. Lo sigue “Magic Dragon Theatre” (Rundgren-Sulton),
un poderoso tema pop que está en la línea del rock pomposo, como el que hacía Queen
en su época glam. El tercer tema del disco, “Jealousy” (Rundgren-Wilcox),
es otro potente rock con
melodías con gancho pop.
Contiene muy buenas armonías corales, como casi todo el disco.
“Eternal
Love” (Powell-Sulton) es otra historia, simplemente una muy linda balada
al estilo de las que realizaba el Alan Parsons Project. Aquí Utopia
utiliza raros efectos sonoros, propios de los Beatles, como son el
introducir, en el medio del tema, coros producidos pasando cintas en reversa.
“Sunburst Finish” (Powell-Rundgren) es un rock demencial que recuerda al irreverente Frank Zappa, en
especial por sus complejos cambios rítmicos. En “Hiroshima” (Powell-Rundgren),
tema desbocado y salvaje, se incluye una interesante crítica al ejército
norteamericano por ese histórico acto terrorista de 1945, que puso punto final
a la Segunda Guerra Mundial. Quizá uno de los mayores crímenes de guerra jamás
perpetuados. Y eso es lo que Utopia, con su humor, trata de dejar en claro en
esta canción: Imagine estar en Hiroshima -o en Nagasaki- siete minutos antes de
que le caiga encima una bomba atómica... Sonidos estruendosos de sintetizadores,
guitarras filosas y coros terriblemente agudos, ese es el concepto expresado en
este tema impresionante.
Y como no podía ser de otra forma,Ra concluye con, “Singring
And The Glass Guitar (An Electrified Fairytale)”, una impresionante suite de 18
minutos, en donde todos los integrantes del grupo tienen su propio espacio para
lucirse. Hay solos de todos los instrumentos, armonías vocales extraterrestres,
una bella melodía campirana, con arreglos y ritmos complejos que se cruzan... Resumiendo,
cada uno de los integrantes del cuarteto encarna a un elemento de la naturaleza:
Wilcox (agua), Sulton (viento), Powell (fuego) y Rundgren (tierra); quienes irán
desgranando, uno tras otro, solos de voz e instrumento, los cuales se
terminaran encontrando al final de la obra, uniéndose, para liberar al sonido único
del espíritu de la armonía. Todo esto ocurre mientras la voz esquizoide de un “duende”
va narrando este cuento de niños, a toda velocidad. Un final bien
descocado e inenarrable para un disco único hecho por cuatro
músicos virtuosos y dementes.
En resumen, una obra que no pasara desapercibida por nadie que la escuche.
Todd Rundgren es unarara avis dentro del rock, un músico experimentador y
libre que se la pasa saltando de un estilo a otro, para no aburrirse. Además se
especializa en magnetizar adjetivos, ideas opuestas, habilidades, calidades y
virtuosismos. Su persona es la encarnación de locuras de diverso calibre, casi
todas posibles. A lo largo de su carrera, hizo de todo: Compositor,
multiintrumentista, exitoso productor y/o ingeniero de sonido (de Janis
Joplin, The Band, Ramones, XTC, New York Dolls, Meat Loaf, Gran Funk Railroad,
Badfinger, Cheap Trick, Patti Smith, Hall & Oates y Alice Cooper;
entre varios etcétera), realizador audiovisual y hasta programador de
videojuegos. Rundgren es una figura que derriba murallas con el soplo de
su imaginación.
En sus discos desafía los esquemas del rock como género, hasta casi negarlo,
creando sonidos innovadores y adictivos. Por eso no es casualidad que su disco
de 1973, A Wizard, a True Star, se llame
así. Con ese título Rundgren nos muestra sus dos caras, como diciendo:
"Ok, puedo ser una estrella de
rock, pero soy un brujo... No lo olviden". Ya en su extraordinario
álbum doble Something/Anything?(1972) había empezado a escribir
canciones que daban a entender (a aquellos que leyeran el mensaje escondido
entre líneas) que nunca estaría satisfecho con ser un mero cantautor de rock y pop comercial. Y con A Wizard, A True Star re dobló la
apuesta, revelando una gama de excentricidades y excesos musicales
arrolladores. Debido a que Something/Anything? había traído
"I Saw the Light" y "Hello It's Me", dos de los singles más
exitosos de la carrera de Rundgren; gran parte de su audiencia esperaba
que seguiría esa línea musical en su siguiente producción. Nada de eso ocurrió
porque, dicho mal y pronto, el músico mandó todo al carajo.
En A Wizard, a True Star, Rundgren
se despacha, sobre todo en su primera mitad, con un colorido muestrario de
canciones psicodélicas, llegando a extremos casi místicos. Estilísticamente, no
hay demasiadas cosas nuevas a lo mostrado en su disco anterior. Sin embargo, lo
mejor de A Wizard... radica en que es un disco con ideas musicales más
sintéticas y enfocadas. Rundgren se desarrolla como compositor, más allá
de su labor como ingeniero de sonido y productor que sigue siendo excelente.
Sus canciones suenan atemporales, anticipándose incluso a nuestro presente
digital. Porque, aunque parezca increíble, A Wizard... suena tan moderno como
los temas de MGMT, aunque el disco de Rundgren haya sido grabado
más de cuarenta años antes... En A Wizard... algunas canciones
crispan los nervios y otras enamoran. Un anarquismo musical que genera
disturbios en los sentidos del público. El humor de Rundgren se muestra
bizarro, tanto en sus letras como en los intrincados despliegues rítmicos. Esto
hace que el oyente deba hacer un gran esfuerzo, prestando suma atención. Ni
siquiera en sus temas más dulces se empeña en agradar, ni sonar convencional.
Por eso con A Wizard... estamos, sin dudas, en presencia de un álbum
impredecible y difícil. Incluso su cierre con "Just One Victory" (una
canción que es casi un himno) está lleno de sobre grabaciones que dificultan la
escucha de su atractiva melodía. Definitivamente, A Wizard, a True Star
es uno de esos raros discos de rock
que demanda una atención plena por parte del oyente.
Como ya dijimos, la primera mitad del disco
contiene una suite psicodélica
de temas enganchados, que arranca con “International Feel”, y es continuada por
“Never Never Land”, “Tic Tic Tic, It Wears Off”, “You Need Your Head”, “Rock
& Roll Pussy” y “Dogfight Giggle”, una seguidilla desbocada de canciones
cortas inclasificables; en especial la última, armada a través de sonidos
sintetizados y efectos que simulan una pelea de perros monstruosos venidos del
espacio exterior. “You Don't Have to Camp Around”, es una dulce canción casi soul que antecede al extraordinario
instrumental “Flamingo”, un increíble tema en la veta progresiva. “Zen Archer”
está repleta de ideas y cambios rítmicos, como si fuera una canción tirolesa
empapada con ácido lisérgico... “Just Another Onionhead, da da Dali” es un
alocado paseo circense, lleno de humor, que homenajea al gran pintor catalán.
Por su parte, “When the Shit Hits the Fan/Sunset Blvd” es (en ritmo y melodía)
más variada que cien canciones juntas. En este punto es inevitable pensar que
estamos en presencia de un genio de la música rock. “Le Feel Internacionale” se
encarga de repetir la melodía del primer tema, como para dar un cierre
conceptual a esta primera parte.
Luego, con “Sometimes I Don't Know What to Feel”, comienza otro álbum. Es éste un extraordinario tema lleno de feeling y cadencia soul. “Does
Anybody Love You” es una hermosa cancioncita encantadora, casi un jingle publicitario.
Así llegamos al enganchado de “I'm So Proud: Ooh Baby Baby/La la Means I Love
You/Cool Jerk”, todas canciones soul compuestas
por Benson, Cleveland, Mayfield, Robinson y Stroball
e impecablemente interpretados por Rundgren, quién se destaca por
hacer uso de su famoso falsete que suena femenino y nos recuerda a Carole
King. Por el contrario, “Hungry for Love” es una canción humorística y
salvaje, llena de ironía. La sigue “I Don't Want to Tie You Down” una hermosa
balada, pero con letras muy sardónicas. Nada que ver con “Is It My Name?”, un
rock salvaje, que recuerda a The Who. Para luego desembocar en la ya
mencionada “Just One Victory”, el cierre de este álbum arrollador y
desesperante.
Un disco cinco estrellas al que no hay que pasar
por alto. Muy recomendable.
Son las 15 hs. del domingo 1 de marzo de
2015. Una larga fila de personas se extiende desde la entrada del predio del
Planetario hasta el viejo (y clausurado) Velódromo Municipal. Un verdadero ciempiés
humano conformado por casi 50 mil almas que esperan poder ingresar para ocupar
su lugar junto al escenario en donde, dentro de más de cinco horas, va a tocar
Ringo Starr y sus All-Starr Band.
La espera larga y desesperante es
humedecida por una permanente y molesta llovizna que cae de un cielo plomizo
que amenaza convertir esta fiesta de la nostalgia beatle en un barroso
Woodstock palermitano. Lentamente, la cola avanza, mientras prosigue el desfile
de los vendedores que aprovechan la convocatoria de esta edición del Movistar
Free Music, o en criollo: festival gratuito, para ofrecer remeras
“arte-sanales” con los rostros de los fab
four; además de calcos y/o ¡pines! de los Beatles que tienen pinta de ser
los sobrantes de stock del merchandising que se vendió en la vereda de Canal
13, en 1988, durante un show de los Danger Four en Badia y Compañía…
Hay muchísima gente y responden a un amplio
rango etario. Muchísimos fans deseosos de ver o volver a ver en vivo al que fuera el baterista
de la banda más grande de la historia. Y este gran detalle hace que nada más importe
cuando las puertas del predio finalmente se abren. La movilizada (en el amplio
sentido de la palabra) muchedumbre se apresura a ocupar su lugar frente al
escenario principal del festival, justo al lado del Observatorio Galileo
Galilei.
Como
tantas convocatorias masivas a espectáculos de este tipo, ésta cuenta con dos
escenarios. El principal, en donde, además de Ringo, se luce (y desluce) un ecléctico
conjunto de teloneros, entre los que se encuentran: Ella Es Tan Cargosa, Onda
Vaga, y Catupecu Machu.
Sin embargo, la mayor sorpresa de la tarde
tiene lugar en el escenario dos con los músicos invitados durante la
presentación de Los Durabets, banda de covers beatles: Charly García y David
Lebon reunidos en el mismo escenario. El primero que sube es el Ruso, quien se
destaca con su voz y su guitarra en “Something”. Y Luego, noqueando a propios y
extraños, Charly –con buen humor y mucho entusiasmo- hace su inesperada
aparición para regalarnos “And Your Bird Can Sing”, “Back in the URSS”; para
finalizar este mini recital con una potente versión de “I Saw Her Standing
There”, en donde, abrazado a su viejo compañero de Seru Giran, cantacon el candor de un pibe, para luego, como
tantas otras veces, tirar un teclado y el pie del micrófono, al grito de “Kill
Bachata” (Un “saludito” al inimputable Romeo Santos, quien, horas más tarde,
toca en el Estadio Monumental)
Por suerte, la lluvia paró. Y mientras las
horas trascurren, el público, además de escuchar a los teloneros, puede amenizar
la espera comprando un choclo en el stand de comida “no transgénica” de Narda
Lépez (si hay algo que saben las multinacionales es de comida y cultura light)
o adquiriendo un pedazo del enorme mural de Liniers “dedicado a Ringo Starr”, y dibujado directamente en el predio durante
la espera del show, en donde el artista, amigo y colaborador de Kevin Johansen,
¿jocosamente? comparó a los Beatles con Mozart, diciendo que Ringo vendría a
ser “la cuarta parte de Mozart”.
Plop. ¿Usted no entiende? Nosotros tampoco. Por supuesto, aquellos a los que no
les interesan las artes culinarias y/o pictóricas poden disfrutar probando el
4G (no se olviden que todo esto no era más que una excelente excusa para
auspiciar los “avances” de la tecnología), mandando ¿originales? tweets que aparecen
al instante en las enormes pantallas al costado del escenario, o posando para
que les saquen una foto levantando carteles con eslóganes pasados de moda
(“Denle una oportunidad a la paz”) o insólitos (“Ringo, haceme tu Yoko”), para participar
de varios sorteos por ubicaciones preferenciales en los improvisados palcos a
ambos laterales del escenario. Sin dudas, un coctel postmodernista new age de
difícil digestión, como el choclo.
Son las 20.30 hs. y la All Starr Band sube
al escenario, con Ringo saltando de acá para allá, como desmintiendo sus casi
75 años de edad. Toda la algarabía del público beatle se hace realidad durante
la interpretación de varios de los clásicos propios del batero, durante y post
Beatles.
El repertorio contó con las infaltables
"Matchbox" (original de Carl Perkins), "It Don't Come Easy"
(su primer éxito solista), “Boys”, “Don´t Pass me By”, “I Wanna be Your Man”, o
“Photograph” (viejo tema de 1973, compuesto en dupla con George Harrison). Sin
embargo, y como para desmentir un ratito el carácter “nostálgico” del show,
Starr también se da el lujo de interpretar dos temas de su material más reciente,
como "Anthem" y “Wings” (un tema suyo de los 70, regrabado en su último álbum, Ringo 2012). De más está decir que el
nivel musical que alcanza “el grupo de Ringo” es excelso, como si sobraran el
espectáculo siendo players
consagrados que la juegan “de taco” y con la humildad de quien, simplemente,
hace lo que ha venido a hacer a este mundo. Y es que, sin dudas, este lujoso
conjunto sub-70 demuestra desde el minuto inicial todo su bagaje musical
curtido en más de 40 años de rock. Incluso, a veces, la presencia de Ringo
termina siendo la mera excusa para ver en acción a estos obreros destacados del
rock y el pop que realmente fascinaron al público.
Justamente, uno de los músicos más destacados
de la noche fue el guitarrista, ex Toto, Steve Lukather; un violero increíble,
tan pirotécnico como sutil, que no solo la descose con su solvencia en las seis
cuerdas, sino que da cátedra como cantante, a la hora de interpretar los tres
mayores hits de su antiguo grupo: “Rosanna”, “Africa” y “Hold the Line”; todos
muy festejados por el público. Por su parte, el hombre de los teclados, Gregg
Rolie, antiguo colaborador de la primera formación de Santana y ex Journey, es un
maestro del órgano Hammond y un extraordinario cantante, además de carismático
maestro de ceremonias. Esto se nota de sobremanera en su interpretación magistral
de clásicos como “Oye como Va” (tema original de Tito Puente, popularizado por
la versión de Santana), “Black Magic Woman” (sin dudas, uno de los mejores
momentos del show) y “Evil Ways” (tema histórico interpretado en el mismísimo
Festival de Woodstock, e inmortalizado en el mítico documental del mismo) No
faltó el humor argento y aunque ninguno
de los dos se lo imagine, tanto Rolie como Lukather, se disputaron entre el
público asistente al show el concurso ad
hoc de “parecidos a Caruso Lombardi” y ambos músicos recibieron sendas
arengas de “¡Grande, Caruso!” de varios
espectadores a lo largo del concierto.
Sin embargo, el tapado del concierto, es el
“loquito” (según otro espectador) Todd Rundgren. Verdadera leyenda del rock
norteamericano. Rundgren es un genio multi instrumentista, solista de culto
consagrado, líder del inclasificable y camaleónico grupo Utopia, y productor
legendario (de Meat Loaf, Cheap Trick, The Band, Pattie Smith, Badfinger, XTC, The
New York Dolls, entre varios etc.); además de un ex niño prodigio, que a los 20
años se daba el lujo de el ser ingeniero de sonido de Janis Joplin, nada menos.
Es una pena que una gloria como Rundgren (debido a su baja popularidad aquí,
quizás) no pueda ofrecer en Argentina un show propio que dé cuenta de todo su
repertorio. Así que, siguiendo la inmortal frase de María Antonieta de que “a
falta de pan, buenas son las tortas”, no nos quedará otra más que conformarnos con
los tres temas que Todd interpreta con la All Starr Band: el hitazo setentoso“I
Saw the Light”; la poderosa balada grabada por Utopia, “Love is the Answer”
(que Rundgren canta como los dioses, con su voz de falsete); y la alegre y
ochentosa “Bang the Drum All Day”. Justamente, en el mismo álbum en que estaba
incluida esta última canción había otra bastante conocida por estas costas
llamada “Influenza”, ¿les suena? Hubo un espectador que sí la conoce, y así se
lo hace saber a su amigo, a la salida del show: “Che, ¿viste al loquito de
pantalones verdes? Es el que compuso el tema “Influencia” que hace Charly”“¡No! ¿En serio?” Sí, mi vida. Y ahora, me pregunto: teniendo en cuenta la
presencia del Bicolor en el predio, ¿Se habrá producido el encuentro García y Rundgren?
¿Habrá aprovechado Todd para cobrar algún cheque de regalías impagas de la
versión de Charly? En fin, hay enigmas en la vida que no se resuelven.
Los otros músicos que integran este
seleccionado que acompaña a Ringo son: Mark Rivera (saxo y voz), el solvente
Gregg Bissonette (batería, percusiones), y el gran vocalista Richard Page, que
se luce en varios clásicos AOR (sí, el sonido “FM Aspen”) como “Broken Wings” o
“Kyrie”.
Ninguno de los presentes olvidará esa
noche, esos personajes, esa forma de hacer algo difícil tan fácilmente, aunque
tal vez la mayoría no recuerde nunca más sus nombres y apellidos.
¿Y Ringo? Bueno, Ringo hace lo suyo y
punto. Por momentos, hasta se hace desear. Aparece en el escenario luego de sus
músicos, y se retira antes, sin participardel clásico saludo final de la banda. Por momentos, hasta parece un
invitado a su propio show. Toca cuando se le da la gana. De cualquier forma, es
entendible; Ringo es un señor mayor y aunque cuente con una vitalidad
envidiable, a esta altura, toca y canta “en piloto automático”, como si
estuviera más allá del bien y del mal. No decepciona porque, después de todo,
nunca nadie le podrá quitar los bien ganados laureles como baterista de la
mejor banda de todos los tiempos, algo que hace que su sola presencia emocione
hasta las lágrimas.
Por supuesto, con su interpretación de la
inoxidable “Yellow Submarine”, Starr, hace cantar a los 80 mil espectadores
presentes en un viaje colectivo hacia la infancia de cualquier seguidor del
conjunto de Liverpool. Y aunque, increíblemente, en esta oportunidad no
interpretó éxitos como "Octopus Garden" ni "You're
Sixteen", no podía cerrar este concierto palermitano con otra canción que
no fuera "With a Little Help From My Friends", y así fue. Con grandes
y chicos divirtiéndose y cantando a los gritos. Un último tema que se engancha
con una coda (homenaje a Lennon) de "Give Peace a Chance”. Punto final y
despedida de un show irreprochable, de casi dos horas de duración, que
seguramente hizo las delicias del fan del rock clásico, aunque también,
seguramente, decepcionó a más de un acérrimo fan beatle que quería un show 100%
beatlesco. Y bueno, nunca se puede conformar a todo el mundo. De última, si le no
gustó al menos no lo pagó…