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domingo, 7 de agosto de 2016

UTOPIA, Ra: Antigüedad Aplastante..



Esta es una obra genial, una verdadera aplanadora sónica. Imagínese poder mezclar la vitalidad de Rush con el virtuosismo de Yes, la locura de Zappa y la sensibilidad pop de los Beatles... El resultado sería algo parecido a este disco. Y todo esto producido por un verdadero genio demente como Todd Rundgren. Por lo que es obvio suponer que si además este grupo se llama Utopia, nada de esto parece imposible… ¿O no?

Utopia nace en 1974 a partir de las ganas de Todd Rundgren (guitarra y voces) de tener un grupo de rock progresivo. Será entonces el ímpetu de este histórico multiinstrumentista norteamericano quien llevará a consolidar –luego de varios cambios de músicos- una formación grupal estable a partir de 1976 con Roger Powell (teclados, sintetizador y voces), Kasim Sulton (bajo y voces) y John "Willie" Wilcox (batería, percusión y voces).

Justamente, serán estos músicos los que grabarán en 1977 Ra, la tercera obra de Utopia. Y que mejor forma de comenzarlo que con la aplastante “Overture: Mountaintop And Sunrise” (B. Hermann), una apertura instrumental pretensiosa que intenta recrear con su leitmotiv el mágico y fascinante imaginario egipcio; este tema se engancha a “Communion With The Sun” (Rundgren). Aquí, una canción basada en los mitos del antiguo Egipto, con cambios de ritmo arrolladores, en donde destacan los teclados y las armonías vocales. Al igual que el título del disco, el arte de tapa (con un impresionante sol naciente) y las vestimentas de los integrantes del grupo; las líricas de este primer tema remiten a los mitos egipcios encarnados en la conciencia colectiva. Lo sigue “Magic Dragon Theatre” (Rundgren-Sulton), un poderoso tema pop que está en la línea del rock pomposo, como el que hacía Queen en su época glam. El tercer tema del disco, “Jealousy” (Rundgren-Wilcox), es otro potente rock con melodías con gancho pop. Contiene muy buenas armonías corales, como casi todo el disco. 


“Eternal Love” (Powell-Sulton) es otra historia, simplemente una muy linda balada al estilo de las que realizaba el Alan Parsons Project. Aquí Utopia utiliza raros efectos sonoros, propios de los Beatles, como son el introducir, en el medio del tema, coros producidos pasando cintas en reversa. “Sunburst Finish” (Powell-Rundgren) es un rock demencial que recuerda al irreverente Frank Zappa, en especial por sus complejos cambios rítmicos. En “Hiroshima” (Powell-Rundgren), tema desbocado y salvaje, se incluye una interesante crítica al ejército norteamericano por ese histórico acto terrorista de 1945, que puso punto final a la Segunda Guerra Mundial. Quizá uno de los mayores crímenes de guerra jamás perpetuados. Y eso es lo que Utopia, con su humor, trata de dejar en claro en esta canción: Imagine estar en Hiroshima -o en Nagasaki- siete minutos antes de que le caiga encima una bomba atómica... Sonidos estruendosos de sintetizadores, guitarras filosas y coros terriblemente agudos, ese es el concepto expresado en este tema impresionante.

Y como no podía ser de otra forma, Ra concluye con, “Singring And The Glass Guitar (An Electrified Fairytale)”, una impresionante suite de 18 minutos, en donde todos los integrantes del grupo tienen su propio espacio para lucirse. Hay solos de todos los instrumentos, armonías vocales extraterrestres, una bella melodía campirana, con arreglos y ritmos complejos que se cruzan... Resumiendo, cada uno de los integrantes del cuarteto encarna a un elemento de la naturaleza: Wilcox (agua), Sulton (viento), Powell (fuego) y Rundgren (tierra); quienes irán desgranando, uno tras otro, solos de voz e instrumento, los cuales se terminaran encontrando al final de la obra, uniéndose, para liberar al sonido único del espíritu de la armonía. Todo esto ocurre mientras la voz esquizoide de un “duende” va narrando este cuento de niños, a toda velocidad. Un final bien descocado e inenarrable para un disco único hecho por cuatro músicos virtuosos y dementes.

En resumen, una obra que no pasara desapercibida por nadie que la escuche.

Emiliano Acevedo




miércoles, 20 de abril de 2016

TODD RUNDGREN, A Wizard, a True Star: La sinfonía de un brujo...


Todd Rundgren es una rara avis dentro del rock, un músico experimentador y libre que se la pasa saltando de un estilo a otro, para no aburrirse. Además se especializa en magnetizar adjetivos, ideas opuestas, habilidades, calidades y virtuosismos. Su persona es la encarnación de locuras de diverso calibre, casi todas posibles. A lo largo de su carrera, hizo de todo: Compositor, multiintrumentista, exitoso productor y/o ingeniero de sonido (de Janis Joplin, The Band, Ramones, XTC, New York Dolls, Meat Loaf, Gran Funk Railroad, Badfinger, Cheap Trick, Patti Smith, Hall & Oates y Alice Cooper; entre varios etcétera), realizador audiovisual y hasta programador de videojuegos. Rundgren es una figura que derriba murallas con el soplo de su imaginación.

En sus discos desafía los esquemas del rock como género, hasta casi negarlo, creando sonidos innovadores y adictivos. Por eso no es casualidad que su disco de 1973, A Wizard, a True Star, se llame así. Con ese título Rundgren nos muestra sus dos caras, como diciendo: "Ok, puedo ser una estrella de rock, pero soy un brujo... No lo olviden". Ya en su extraordinario álbum doble Something/Anything? (1972) había empezado a escribir canciones que daban a entender (a aquellos que leyeran el mensaje escondido entre líneas) que nunca estaría satisfecho con ser un mero cantautor de rock y pop comercial. Y con A Wizard, A True Star re dobló la apuesta, revelando una gama de excentricidades y excesos musicales arrolladores. Debido a que Something/Anything? había traído "I Saw the Light" y "Hello It's Me", dos de los singles más exitosos de la carrera de Rundgren; gran parte de su audiencia esperaba que seguiría esa línea musical en su siguiente producción. Nada de eso ocurrió porque, dicho mal y pronto, el músico mandó todo al carajo.

En A Wizard, a True Star, Rundgren se despacha, sobre todo en su primera mitad, con un colorido muestrario de canciones psicodélicas, llegando a extremos casi místicos. Estilísticamente, no hay demasiadas cosas nuevas a lo mostrado en su disco anterior. Sin embargo, lo mejor de A Wizard... radica en que es un disco con ideas musicales más sintéticas y enfocadas. Rundgren se desarrolla como compositor, más allá de su labor como ingeniero de sonido y productor que sigue siendo excelente. Sus canciones suenan atemporales, anticipándose incluso a nuestro presente digital. Porque, aunque parezca increíble, A Wizard... suena tan moderno como los temas de MGMT, aunque el disco de Rundgren haya sido grabado más de cuarenta años antes... En A Wizard... algunas canciones crispan los nervios y otras enamoran. Un anarquismo musical que genera disturbios en los sentidos del público. El humor de Rundgren se muestra bizarro, tanto en sus letras como en los intrincados despliegues rítmicos. Esto hace que el oyente deba hacer un gran esfuerzo, prestando suma atención. Ni siquiera en sus temas más dulces se empeña en agradar, ni sonar convencional. Por eso con A Wizard... estamos, sin dudas, en presencia de un álbum impredecible y difícil. Incluso su cierre con "Just One Victory" (una canción que es casi un himno) está lleno de sobre grabaciones que dificultan la escucha de su atractiva melodía. Definitivamente, A Wizard, a True Star es uno de esos raros discos de rock que demanda una atención plena por parte del oyente.

Como ya dijimos, la primera mitad del disco contiene una suite psicodélica de temas enganchados, que arranca con “International Feel”, y es continuada por “Never Never Land”, “Tic Tic Tic, It Wears Off”, “You Need Your Head”, “Rock & Roll Pussy” y “Dogfight Giggle”, una seguidilla desbocada de canciones cortas inclasificables; en especial la última, armada a través de sonidos sintetizados y efectos que simulan una pelea de perros monstruosos venidos del espacio exterior. “You Don't Have to Camp Around”, es una dulce canción casi soul que antecede al extraordinario instrumental “Flamingo”, un increíble tema en la veta progresiva. “Zen Archer” está repleta de ideas y cambios rítmicos, como si fuera una canción tirolesa empapada con ácido lisérgico... “Just Another Onionhead, da da Dali” es un alocado paseo circense, lleno de humor, que homenajea al gran pintor catalán. Por su parte, “When the Shit Hits the Fan/Sunset Blvd” es (en ritmo y melodía) más variada que cien canciones juntas. En este punto es inevitable pensar que estamos en presencia de un genio de la música rock. “Le Feel Internacionale” se encarga de repetir la melodía del primer tema, como para dar un cierre conceptual a esta primera parte.

Luego, con “Sometimes I Don't Know What to Feel”, comienza otro álbum. Es éste un extraordinario tema lleno de feeling y cadencia soul. “Does Anybody Love You” es una hermosa cancioncita encantadora, casi un jingle publicitario. Así llegamos al enganchado de “I'm So Proud: Ooh Baby Baby/La la Means I Love You/Cool Jerk”, todas canciones soul compuestas por Benson, Cleveland, Mayfield, Robinson y Stroball e impecablemente interpretados por Rundgren, quién se destaca por hacer uso de su famoso falsete que suena femenino y nos recuerda a Carole King. Por el contrario, “Hungry for Love” es una canción humorística y salvaje, llena de ironía. La sigue “I Don't Want to Tie You Down” una hermosa balada, pero con letras muy sardónicas. Nada que ver con “Is It My Name?”, un rock salvaje, que recuerda a The Who. Para luego desembocar en la ya mencionada “Just One Victory”, el cierre de este álbum arrollador y desesperante.

Un disco cinco estrellas al que no hay que pasar por alto. Muy recomendable.

Emiliano Acevedo


viernes, 13 de marzo de 2015

EL PICNIC PALERMITANO DE RINGO STARR...



Fotos: Fabián Mattiazzi
Son las 15 hs. del domingo 1 de marzo de 2015. Una larga fila de personas se extiende desde la entrada del predio del Planetario hasta el viejo (y clausurado) Velódromo Municipal. Un verdadero ciempiés humano conformado por casi 50 mil almas que esperan poder ingresar para ocupar su lugar junto al escenario en donde, dentro de más de cinco horas, va a tocar Ringo Starr y sus All-Starr Band.

La espera larga y desesperante es humedecida por una permanente y molesta llovizna que cae de un cielo plomizo que amenaza convertir esta fiesta de la nostalgia beatle en un barroso Woodstock palermitano. Lentamente, la cola avanza, mientras prosigue el desfile de los vendedores que aprovechan la convocatoria de esta edición del Movistar Free Music, o en criollo: festival gratuito, para ofrecer remeras “arte-sanales” con los rostros de los fab four; además de calcos y/o ¡pines! de los Beatles que tienen pinta de ser los sobrantes de stock del merchandising que se vendió en la vereda de Canal 13, en 1988, durante un show de los Danger Four en Badia y Compañía

Hay muchísima gente y responden a un amplio rango etario. Muchísimos fans deseosos de ver o  volver a ver en vivo al que fuera el baterista de la banda más grande de la historia. Y este gran detalle hace que nada más importe cuando las puertas del predio finalmente se abren. La movilizada (en el amplio sentido de la palabra) muchedumbre se apresura a ocupar su lugar frente al escenario principal del festival, justo al lado del Observatorio Galileo Galilei.

Como tantas convocatorias masivas a espectáculos de este tipo, ésta cuenta con dos escenarios. El principal, en donde, además de Ringo, se luce (y desluce) un ecléctico conjunto de teloneros, entre los que se encuentran: Ella Es Tan Cargosa, Onda Vaga, y Catupecu Machu. 


Sin embargo, la mayor sorpresa de la tarde tiene lugar en el escenario dos con los músicos invitados durante la presentación de Los Durabets, banda de covers beatles: Charly García y David Lebon reunidos en el mismo escenario. El primero que sube es el Ruso, quien se destaca con su voz y su guitarra en “Something”. Y Luego, noqueando a propios y extraños, Charly –con buen humor y mucho entusiasmo- hace su inesperada aparición para regalarnos “And Your Bird Can Sing”, “Back in the URSS”; para finalizar este mini recital con una potente versión de “I Saw Her Standing There”, en donde, abrazado a su viejo compañero de Seru Giran, canta  con el candor de un pibe, para luego, como tantas otras veces, tirar un teclado y el pie del micrófono, al grito de “Kill Bachata” (Un “saludito” al inimputable Romeo Santos, quien, horas más tarde, toca en el Estadio Monumental)



Por suerte, la lluvia paró. Y mientras las horas trascurren, el público, además de escuchar a los teloneros, puede amenizar la espera comprando un choclo en el stand de comida “no transgénica” de Narda Lépez (si hay algo que saben las multinacionales es de comida y cultura light) o adquiriendo un pedazo del enorme mural de Liniers “dedicado a Ringo Starr”, y dibujado directamente en el predio durante la espera del show, en donde el artista, amigo y colaborador de Kevin Johansen, ¿jocosamente? comparó a los Beatles con Mozart, diciendo que Ringo vendría a ser “la cuarta parte de Mozart”. Plop. ¿Usted no entiende? Nosotros tampoco. Por supuesto, aquellos a los que no les interesan las artes culinarias y/o pictóricas poden disfrutar probando el 4G (no se olviden que todo esto no era más que una excelente excusa para auspiciar los “avances” de la tecnología), mandando ¿originales? tweets que aparecen al instante en las enormes pantallas al costado del escenario, o posando para que les saquen una foto levantando carteles con eslóganes pasados de moda (“Denle una oportunidad a la paz”) o insólitos (“Ringo, haceme tu Yoko”), para participar de varios sorteos por ubicaciones preferenciales en los improvisados palcos a ambos laterales del escenario. Sin dudas, un coctel postmodernista new age de difícil digestión, como el choclo.


Son las 20.30 hs. y la All Starr Band sube al escenario, con Ringo saltando de acá para allá, como desmintiendo sus casi 75 años de edad. Toda la algarabía del público beatle se hace realidad durante la interpretación de varios de los clásicos propios del batero, durante y post Beatles.

 
El repertorio contó con las infaltables "Matchbox" (original de Carl Perkins), "It Don't Come Easy" (su primer éxito solista), “Boys”, “Don´t Pass me By”, “I Wanna be Your Man”, o “Photograph” (viejo tema de 1973, compuesto en dupla con George Harrison). Sin embargo, y como para desmentir un ratito el carácter “nostálgico” del show, Starr también se da el lujo de interpretar dos temas de su material más reciente, como "Anthem" y “Wings” (un tema suyo de los 70, regrabado en su último álbum, Ringo 2012). De más está decir que el nivel musical que alcanza “el grupo de Ringo” es excelso, como si sobraran el espectáculo siendo players consagrados que la juegan “de taco” y con la humildad de quien, simplemente, hace lo que ha venido a hacer a este mundo. Y es que, sin dudas, este lujoso conjunto sub-70 demuestra desde el minuto inicial todo su bagaje musical curtido en más de 40 años de rock. Incluso, a veces, la presencia de Ringo termina siendo la mera excusa para ver en acción a estos obreros destacados del rock y el pop que realmente fascinaron al público.

 
Justamente, uno de los músicos más destacados de la noche fue el guitarrista, ex Toto, Steve Lukather; un violero increíble, tan pirotécnico como sutil, que no solo la descose con su solvencia en las seis cuerdas, sino que da cátedra como cantante, a la hora de interpretar los tres mayores hits de su antiguo grupo: “Rosanna”, “Africa” y “Hold the Line”; todos muy festejados por el público. Por su parte, el hombre de los teclados, Gregg Rolie, antiguo colaborador de la primera formación de Santana y ex Journey, es un maestro del órgano Hammond y un extraordinario cantante, además de carismático maestro de ceremonias. Esto se nota de sobremanera en su interpretación magistral de clásicos como “Oye como Va” (tema original de Tito Puente, popularizado por la versión de Santana), “Black Magic Woman” (sin dudas, uno de los mejores momentos del show) y “Evil Ways” (tema histórico interpretado en el mismísimo Festival de Woodstock, e inmortalizado en el mítico documental del mismo) No faltó el humor argento y aunque ninguno de los dos se lo imagine, tanto Rolie como Lukather, se disputaron entre el público asistente al show el concurso ad hoc de “parecidos a Caruso Lombardi” y ambos músicos recibieron sendas arengas de  “¡Grande, Caruso!” de varios espectadores a lo largo del concierto.

 
Sin embargo, el tapado del concierto, es el “loquito” (según otro espectador) Todd Rundgren. Verdadera leyenda del rock norteamericano. Rundgren es un genio multi instrumentista, solista de culto consagrado, líder del inclasificable y camaleónico grupo Utopia, y productor legendario (de Meat Loaf, Cheap Trick, The Band, Pattie Smith, Badfinger, XTC, The New York Dolls, entre varios etc.); además de un ex niño prodigio, que a los 20 años se daba el lujo de el ser ingeniero de sonido de Janis Joplin, nada menos. Es una pena que una gloria como Rundgren (debido a su baja popularidad aquí, quizás) no pueda ofrecer en Argentina un show propio que dé cuenta de todo su repertorio. Así que, siguiendo la inmortal frase de María Antonieta de que “a falta de pan, buenas son las tortas”, no nos quedará otra más que conformarnos con los tres temas que Todd interpreta con la All Starr Band: el hitazo setentoso“I Saw the Light”; la poderosa balada grabada por Utopia, “Love is the Answer” (que Rundgren canta como los dioses, con su voz de falsete); y la alegre y ochentosa “Bang the Drum All Day”. Justamente, en el mismo álbum en que estaba incluida esta última canción había otra bastante conocida por estas costas llamada “Influenza”, ¿les suena? Hubo un espectador que sí la conoce, y así se lo hace saber a su amigo, a la salida del show: “Che, ¿viste al loquito de pantalones verdes? Es el que compuso el tema “Influencia” que hace Charly” “¡No! ¿En serio?” Sí, mi vida. Y ahora, me pregunto: teniendo en cuenta la presencia del Bicolor en el predio, ¿Se habrá producido el encuentro García y Rundgren? ¿Habrá aprovechado Todd para cobrar algún cheque de regalías impagas de la versión de Charly? En fin, hay enigmas en la vida que no se resuelven.

 
Los otros músicos que integran este seleccionado que acompaña a Ringo son: Mark Rivera (saxo y voz), el solvente Gregg Bissonette (batería, percusiones), y el gran vocalista Richard Page, que se luce en varios clásicos AOR (sí, el sonido “FM Aspen”) como “Broken Wings” o “Kyrie”.

Ninguno de los presentes olvidará esa noche, esos personajes, esa forma de hacer algo difícil tan fácilmente, aunque tal vez la mayoría no recuerde nunca más sus nombres y apellidos.


¿Y Ringo? Bueno, Ringo hace lo suyo y punto. Por momentos, hasta se hace desear. Aparece en el escenario luego de sus músicos, y se retira antes, sin participar del clásico saludo final de la banda. Por momentos, hasta parece un invitado a su propio show. Toca cuando se le da la gana. De cualquier forma, es entendible; Ringo es un señor mayor y aunque cuente con una vitalidad envidiable, a esta altura, toca y canta “en piloto automático”, como si estuviera más allá del bien y del mal. No decepciona porque, después de todo, nunca nadie le podrá quitar los bien ganados laureles como baterista de la mejor banda de todos los tiempos, algo que hace que su sola presencia emocione hasta las lágrimas.  

Por supuesto, con su interpretación de la inoxidable “Yellow Submarine”, Starr, hace cantar a los 80 mil espectadores presentes en un viaje colectivo hacia la infancia de cualquier seguidor del conjunto de Liverpool. Y aunque, increíblemente, en esta oportunidad no interpretó éxitos como "Octopus Garden" ni "You're Sixteen", no podía cerrar este concierto palermitano con otra canción que no fuera "With a Little Help From My Friends", y así fue. Con grandes y chicos divirtiéndose y cantando a los gritos. Un último tema que se engancha con una coda (homenaje a Lennon) de "Give Peace a Chance”. Punto final y despedida de un show irreprochable, de casi dos horas de duración, que seguramente hizo las delicias del fan del rock clásico, aunque también, seguramente, decepcionó a más de un acérrimo fan beatle que quería un show 100% beatlesco. Y bueno, nunca se puede conformar a todo el mundo. De última, si le no gustó al menos no lo pagó…

Emiliano Acevedo