martes, 26 de diciembre de 2023

De la A a la Z con Peter Deantoni...

El legendario Peter Deantoni siempre vuelve. Y ahora de la mano de su segundo libro: De la A a la Z con Peter Deantoni, un recorrido exhaustivo por gran parte del anecdotario de este mítico manager y figura del rock vernáculo e internacional. Protagonista y testigo, Peter es un apasionado que no se cansa de narrar las anécdotas de su increíble vida. Tal vez sea porque trabajó con Los Abuelos de la Nada, Nito Mestre, Johnny Rivers, Frank Sinatra, Joe Cocker, Serrat, The Police, B.B. King y Pappo, entre muchísimos etcéteras.

ENTREVISTA> ¿Cómo fue que planeaste este nuevo libro?

Fue un proceso largo. El libro anterior (Pappo Made in USA, 2016) vendió dos ediciones, que son 16 mil libros. Y yo recibí más de 4000 mails pidiéndome más ejemplares. La gente quería que contase más historias, y de hecho hay siempre más anécdotas que contar. Este nuevo libro se llama De la A a la Z y va desde grupos como Almendra hasta ZZ Top. Tengo la X con los X-Pensive Winos, la banda de Keith Richards; la Y con Yupanqui, la M con la Mona Giménez, en la R está Johnny Rivers, en la H Nina Hagen; el abanico es muy amplio porque he transitado muchos géneros musicales.

¿Fue difícil el proceso de buscar anécdotas para cada letra del abecedario?

Tuve la suerte de contar con la colaboración de Agustín Soria. Nos conectamos a través de una amiga mía que se llama Debora Sampedro. Ella me estaba ayudando, escribiendo lo que yo le narraba. Pero se enfermó el padre y lo tuvo que ir a cuidar, así que me recomendó a Agustín. Con él nos juntamos en un cafecito de mi barrio y le llevé mi primer libro de regalo y Agustín me trajo el suyo: Keef & Winos. Él me dijo que quería conocerme para que le contase sobre mi relación con Gustavo Cerati y de cómo había armado sus giras solistas por Estados Unidos. Yo le comenté que estaba buscando a alguien que me ayudase con el libro y Agustín me dijo que lo iba a tener en cuenta. Y a los dos días me escribe y me dice que definitivamente teníamos que hacer el libro juntos. Y así fue. Nos empezamos a juntar todos los miércoles en el café. Él iba grabando lo que yo le contaba. Ese fue el plan inicial, pero en la tercera reunión se declaró la pandemia. Entonces empezamos a hacerlo por video conferencia, y eso nos dio la posibilidad –como ninguno podía salir- de laburar todos los días. Así que le dábamos tres o cuatros horas seguidas y lo terminamos mucho más rápido.

¿Y cómo siguió el proceso de editarlo?

Obviamente, primero se lo ofrecí a Planeta, pero me dijeron que no iban a sacar libros de rock, luego de editar el de Vitico, porque (el director editorial de Planeta) Nacho Iraola se iba a tomar dos años sabáticos. Luego se lo ofrecí a la gente de Vademécum, pero dijeron que no. Así que se lo ofrecí a Gourmet Musical pero (el editor) Leandro Donoso quería que le agregase al texto la información adicional de lo que estaba pasando en cada año, tipo línea de tiempo, a lo que yo me negué. Porque los chicos que leen rock ya saben esa información o no les interesa. Así fue que por medio de Facebook recibo una publicidad de esta compañía que se llama Autores Argentinos, que es una editorial e imprenta. Me reuní con ellos y me pareció un emprendimiento genial con una cantidad fantástica de libros editados. Así que como les encantó mi primer libro, me ofrecieron la posibilidad de editar este nuevo libro de anécdotas, pagándolo en cuatro cuotas, lo cual me venía bárbaro. Así empecé a trabajar con Florencia Nicoletti, que es la diseñadora gráfica que hizo la tapa. Yo le pasé todas mis credenciales del pasado, de distintos artistas con los que he trabajado, desde Miguel Mateos a Ricky Martin, desde BB King hasta Ozzy Osbourne, Rod Stewart, el Tributo a Miles Davis… Están todos. El prólogo me lo hizo Carlos Rodríguez Ares, que me encantó lo que escribió porque puso que si alguien puede hablar y escribir sobre rock soy yo, porque yo lo viví y lo puedo contar… Así salió una primera tirada de 100 libros, que se están vendiendo muy bien por suerte. Trae 200 páginas y es un libro de lectura fácil y entretenida. La gente que lo leyó hasta ahora está contentísima.


Me decías que habían quedado anécdotas afuera…

Sí, alguna con los X-Pensive Winos, a los que originalmente no los habíamos pensado para la X. O, por ejemplo, la P. Yo en Estados Unidos trabajé con los Parliament, ni hablar de la letra B, que aparte de Babasónicos hay un montón de bluseros con los que trabajé que también tienen la letra B, aparte de BB King. Da para un libro más, seguramente…

Ya que incluyas a Atahualpa Yupanqui en la Y da cuenta que tu recorrido por la música es grandísimo…

Tal cual. Yo a Atahualpa, a instancias de Mercedes Sosa, lo acompañé a tocar en París. Hicimos toda la girita ese día por París, era un solo show, y no vi la Torre Eiffel. Debo ser el único que no la vio, me van a poner en el Record Guinness… Y esa historia es la que está contada ahí, con otra anécdota que lo cuenta a don Ata de cuerpo entero. Nos habían invitado a un asado en la casa del embajador argentino y de ahí nos teníamos que ir para el aeropuerto. Estando en la casa, cuando terminamos de comer, se acerca un tipo con una guitarra y se la da a Atahualpa, y Atahualpa la mira, la da vuelta, la afina… Entonces el tipo le dice: “¿No se toca algo, don Ata?” Y el viejo, muy sabio como era, le contesta: “¿Y usted que hace para vivir?”. A lo que el tipo le contesta, “soy zapatero”… “Muy bien”, le dijo Atahualpa, “hágame un par de zapatos ahora y yo le hago un tema…” Obviamente, lo cagó. Le devolvió la guitarra y no tocó nada. Y cuando íbamos en el auto me dijo: “¿Vos podés creer que nos querían canjear un asado por un show? Están locos los tipos, que paguen la entrada…” (risas)

¿Todas las anécdotas son amenas, o hay alguna con ribetes complicados?

No, son todas amenas. He tenido situaciones desagradables, con los Vilma Palma, por ejemplo, o con Miguel Mateos y con El Otro Yo, pero ninguna de ellas aparecen acá. Por suerte, las anécdotas amenas son muchas más y son las que están en el libro. No es necesario hablar del enemigo…

¿Cómo es tu vida actualmente?

En este momento tengo el programa de radio, que me lleva bastante tiempo hacerlo porque yo me auto produzco cada emisión. La radio es espectacular y está muy cerca de mi casa, en Colegiales. Por otro lado, hace poco fui a ver a Calavera No Chilla, una banda de pibes nuevos y me volaron la cabeza, como hace mucho tiempo no me pasaba. Y me dieron ganas de volver al ruedo, tengo ganas de ser manager de estos chicos. Les propuse una reunión, para ver cómo nos organizamos. Así que es una historia que continuará…

Emiliano Acevedo

martes, 19 de diciembre de 2023

PERIPLO: Explotando sonidos...

Fotografías: Mica Dománico

Nicolás Deluchi (voz y guitarra) es un joven músico y compositor de la zona oeste del Gran Buenos Aires, que lleva adelante un original proyecto llamado Periplo. En él se originan experiencias vitales que se vuelven canciones, con sonidos bien rockeros que explotan en los parlantes. Su último disco se llama Invisible Cabeza y está disponible en todas las plataformas.

ENTREVISTA> ¿Cómo arranca la historia de Periplo?

Es un proyecto solista. En la década pasada tenía dos bandas en simultáneo: Sistemática y Pestaña. Después eso se terminó y paulatinamente fui pasando a esta etapa llamada Periplo. Al principio hice todo solo, así fue el primer álbum de Periplo, que es más amateur. En este segundo disco hay un sonido de banda. Este álbum lo grabamos, después de haber ensayado durante seis meses, con mi viejo en bajo y un amigo baterista que se llama Patricio Sly.

¿Cuánto hace que estás en la música?

Empecé en 2003, cuando tenía 17 años. Ese fue un comienzo muy básico, con una guitarra, muy folk. Recién en 2011 saqué mi primer material. Todo ese camino que hice en la década de los 2000 fue llenarme de información, un proceso que no se detuvo más.

¿Cómo es tu formación musical?

No fui al Conservatorio, soy autodidacta, pero mis viejos son profesores de música. Tomé alguna clase de guitarra o de canto, pero siempre aprendí por mi cuenta.

¿Cómo fue la génesis de este nuevo disco, Invisible Cabeza?

La pandemia, el encierro, fue sacando en mí muchas vivencias que luego fui plasmando en las canciones. Más tarde lo grabamos y yo busqué acercarme al sonido inmediato de los Strokes, que es una banda que a mí me impactó desde siempre. Me parece que la fuerza que tuvieron bandas como los Strokes o los Libertines me impactaron de una forma inusual cuando yo era más pibe, toda esa onda garagera o de punk rock revival. En eso también tuvo mucho que ver Ignacio Castillo, que fue el ingeniero que nos grabó. Si bien Invisible Cabeza tiene un par de baladas en plan rock nacional, lo que impera en este álbum es una onda más punk o con una impronta más rockera que lo que fue el primer disco de Periplo que era más tranquilo, si se puede decir.

¿Qué te inspira a la hora de componer tus temas?

Soy muy lector. Me gusta mucho la cultura popular pero también me interesa la academia, por eso durante un tiempo estudié Letras. Uno de mis escritores favoritos es Borges, en especial su obra en prosa. También me gusta mucho Michel Houellebecq, que tiene un costado más siniestro. Luego pasé a Bukowski. También leo y tengo muchas revistas de rock. Y otra pata muy importante de la que sacó la inspiración de las letras es de los comics. Todo eso entra en el gancho y en la dinámica de las canciones, a veces de forma más consciente y otras veces más inconsciente.

Aparte de Libertines y Strokes, de los que hablaste antes, ¿qué otras influencias se te cuelan a la hora de componer?

Principalmente, El Mató, a quienes fui a ver mucho. Pirámides; Kurt Cobain es otra influencia muy grande en el tema “Ultravioleta”. También Fito Páez, al que veo como un “precursor” del grunge, aunque no tenga nada que ver, pero que en sus primeros discos tenía una forma de cantar lennoniana muy presente a la hora de grabar sus canciones a los gritos. Eso es algo que yo busqué incorporar en Periplo, esa parte bien visceral, primal, si se quiere. De cualquier forma, me preocupé de que no sea todo una catarsis, sino que cada estado emotivo tenga su lugar. Busqué que no sea tan frio, porque a veces es necesario explotar en términos artísticos. The Cure también me influencia, por supuesto. Francisco Bochatón, Rosario Bléfari, Gori de Fantasmagoría… Hay muchas bandas y solistas que me gustan como Television, The Stranglers, Sex Pistols o Ian Dury, que me encanta. Ahora empecé a escuchar bandas góticas o de post punk como Sisters of Mercy, que me están copando mucho y que me pueden influenciar a futuro.

Hablando de influencias, en este nuevo disco también pusiste un cover de Almendra: “Los Elefantes”…

Sí, con la participación de Guille Arrom en guitarra, que es un capo. Siempre lo escuché y lo admiré y por eso le hablé por teléfono para que participara. Guille me preguntó qué onda le quería poner al cover. Hay que tener en cuenta que el tema original tenía unos sonidos rarísimos. Ese segundo disco de Almendra es bastante raro, son zapadas; pero a mí me encanta eso. Fijate que ahí el Flaco Spinetta se pone más hard rock, un camino que seguiría en Spinettalandia, y luego en “El parque”, el tema que compuso para La Pesada y, especialmente, en algunos temas de Pescado Rabioso. Todo eso le dije a Guille, que me contestó: “Ok, querés hard rock, pero hard rock pueden ser mil cosas diferentes…” Coincidimos en esa apreciación pero le aclaré que quería plasmar algo bien pegado a aquel sonido primigenio, a esa onda hendrixiana del tema original. Así que Guille grabó varias versiones, y elegimos una que tenía un efecto más expresivo. Guille la rompió y a él le copó mucho como la canté yo, así que cerró por todos lados. En este disco hay mucho laburo de guitarra. En una onda minimalista que me gustó mucho como quedó.

La pandemia te inspiró bastante, ¿no? Hay un par de temas como “Muralla China” o “Pandemia” que parece que tienen que ver con eso…

Sí, me parecía que estaba bueno. De cualquier forma, el disco tiene un sesgo medio de ruptura, porque tiene que ver con una separación de pareja que tuve. En ese aspecto, lo emparento mucho con discos de rupturas amorosas como Room on Fire, de los Strokes; y Blood on the Tracks, de Bob Dylan. Como dicen los discos en sus títulos: si a los Strokes se les prendió fuego la habitación, y Dylan se desangró, a mí directamente se me cayó la cabeza. Con respecto a la pandemia, eso me parece que equilibra un poco el tema de ruptura de pareja, que está medio trillado. Pero, de cualquier forma, yo quería que este álbum tuviera esta onda porque el anterior había sido muy meloso. Está bien hacerlo así porque cada disco son ciclos vitales. Casi todos los temas los hice durante la pandemia, salvo “Enredadera”, que es el que abre el disco, y es una canción más luminosa, que tiene que ver con una nueva relación amorosa que está naciendo. Por supuesto, siempre me gusta que haya algo testimonial en la música. Por ejemplo, en “Sabe Dios” hablo un poco de lo que pasó con Maradona, con su muerte, y como nos afectó a todos los que lo admiramos.

Emiliano Acevedo



lunes, 30 de octubre de 2023

Violando todo lo que amamos/para vivir

 


¿Qué puedo decir yo, un simple mortal olvidable, de Dios? Puedo hacer conjeturas, o repetir lo ya dicho. Soy un convertido, un ortodoxo: no hay errores, todo responde a un plan que a veces nos cuesta o nos costó entender. Para decir algo primero tengo que más o menos entenderlo, y no es que no entienda a Charly García (si nadie como él me ayudó a ser lo que soy, ¡cómo no voy a entenderlo!), es que estoy seguro que hay cosas que ni percibo, o que percibo y entiendo tal cosa, cuando posiblemente signifique tal otra. Me hubiera gustado escribir algo el lunes por el cumpleaños de Carlos Alberto Charly García, pero ya todo fue escrito, o eso creo. Es muy difícil decir algo original de la persona que está 30 segundos adelantada a la realidad, o que tiene realmente una antena que capta energías que circulan por el inconsciente colectivo de los argentinos. Calibramos lo que esto quiere decir, y por eso la movilización afectiva que presenciamos el lunes, pero me parece pequeño con todo lo que va a significar en el futuro. Es como si en 1976 hubiéramos podido vislumbrar Say No More, imposible. Y es imposible porque nadie como él “creó” su propia vida (o solo unos pocos), inventó lo imposible de sí mismo, transformó el escenario argentino, y la mentalidad de generaciones enteras. Todo fue dicho, y sin embargo sentimos que todavía es poco al lado de lo que él nos dio. Nosotros queremos agradecer (es increíble la cantidad de eventos y rituales que se despliegan el 23 de octubre), pero no hay devolución posible, su don es un potlach. Lo que él donó es su genio, toda su vida. Si Artaud no hubiera escrito “El suicidado de la sociedad” en referencia a Van Gogh, es el título que mejor le cabría a nuestro ídolo (es dios, no lo olvidemos). Nadie como él se expuso a las energías vitales (y tanáticas) de nuestra sociedad (Maradona sin duda es otro expuesto a estas energías). Sobran los ejemplos. Por supuesto, la exhibición más obvia de este sacrificio es la figura crucificada en Demasiado Ego: más claro, imposible. Todo SNM es un sacrificio, que había empezado de modo más civilizado cuando Charly quiso dejar de ser Charly y quería ser Casandra Lange. Hay cientos de ejemplos, incluso cuando tuvo la egocéntrica y delirante idea de que la Argentina lo amortizara por todo lo que él le había dado: bastaba con que cada argentino pusiera, en aquella época (los 90), un peso. Ya en su primer disco aparece la idea del sacrificio, para no hablar de Confesiones de invierno: “el pecho dentro de un hueco”. A los veintipico de años tenía un poemario que superaba a Mallarmé, competía con Lennon y con Dylan. El sacrificio de Sui Generis —desarmar la banda en el momento de más éxito— mucha gente tardó años en comprenderlo y más años en perdonarlo. Ni hablar cuando “se vendió a Fiorucci”. Charly dijo esto: en la Argentina es muy difícil porque uno se la tiene que pasar dando exámenes toda la vida. ¡Qué buena definición de la Argentina!

Leí todos los libros que se escribieron sobre Charly, casi todos me parece muy buenos, algunos me parecen tan buenos que creo que forman parte de la obra del genio argentino — ¿la verdad? Hay muchos genios argentinos, como Maradona o Messi, Charly está a ese nivel, que yo creo que es un nivel más alto que el que ocupa sin duda otro de los grandes genios argentinos, de fama internacional, Jorge Luis Borges. Pero a cualquier investigador amateur rápidamente le surge la pregunta: escuchaste miles de veces sus discos, lo fuiste a ver tocar decenas de veces, a mediados de los noventa quisiste armar un archivo periodístico sobre él (ahora sé que hay muchas personas que ya desde antes habían empezado a acumular información sobre el ídolo), durante la pandemia miraste o escuchaste miles de horas de sus recitales, grabadas de forma oficial o clandestina, ¿dónde termina su obra? Para mí, es muy difícil responder esta pregunta. O muy fácil: todo esto y otras cosas que no conocemos aún forman parte de la obra de Charly García.

Daniel Mundo

Sobre el autor: Daniel Mundo (Buenos Aires, 1967) es Doctor en Ciencias Sociales (UBA), Magister en Filosofía de la Cultura (UNSAM) y Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). Publicó libros de ensayos como Crítica Apasionada. Una lectura introductoria de la obra de H. Arendt, Pasatiempos. Lecturas políticas de la contemporaneidad argentina y Mafiestx Pornológico. Trabaja como docente de grado en la Universidad de Buenos Aires. Dirige e integra proyectos de investigación sobre Memoria y dictadura y Estudios culturales sobre medios digitales y multimedios. Escribe para revistas especializadas y medios de difusión masiva.

 

lunes, 25 de septiembre de 2023

100 % ALFREDO ROSSO...

Divulgador y maestro prestigioso del periodismo de rock, Alfredo Rosso no necesita presentación. Podemos decir que en su rica carrera ha hecho de todo. Trabajó como redactor y fue uno de los fundadores de la histórica revista El Expreso Imaginario y como encargado del departamento internacional de la discográfica Music Hall. Participó en variadas publicaciones como Cerdos & Peces, el Musiquero, Esculpiendo Milagros, Rolling Stone, La Mano, Mavirock y Billboard. Declarado recientemente Personalidad de la Cultura por la Legislatura Porteña, también desde hace muchos años lleva adelante insignes programas de radio como La Casa del Rock Naciente, Figuración, La Trama Celeste y Truco Gallo. Actualmente trabaja en la producción de dos libros.

ENTREVISTA> ¿Por qué te dedicaste al periodismo musical y no a ser músico en vez de periodista?

En realidad, me di cuenta desde temprano que había ya demasiados músicos y me gustó mucho más la idea de ser periodista, es decir, un intermediario entre los músicos y los oyentes. Y esto fue porque desde muy temprano conocí algunas revistas de música internacional, como la Melody Maker y el New Musical Express, dos revistas inglesas que llegaban a una librería del Centro que se llamaba Librería Rodríguez. Como yo ya tenía una colección pequeña de discos en aquel entonces –bastante bien armada, con álbumes de los Beatles, Rolling Stones, The Who, Yes, Emerson, Lake & Palmer, etc.- vi que en esas revistas había muy buenas notas, muy explicitas y profundas, sobre la importancia que tenía la música más allá de lo meramente estético, es decir, la importancia que tenía como canalizadora de pensamientos y emociones. Entonces me gustó la idea de hacer algo por estilo en nuestro ámbito. No solo con los músicos de Argentina, sino acercándole a la gente testimonios de músicos de todas partes. Y eso lo empecé a hacer primero en una pequeña revista subterránea en la que colaboré con una o dos notas nomás.

¿Qué fue lo primero que escribiste?

Me acuerdo que la primera nota que escribí fue sobre el guitarrista John McLaughlin. Y era más bien una traducción más que una nota propia. Pero después, a partir de 1975, empecé a escribir algunas crónicas de recitales para la revista Mordisco. Eso duró poco porque llegué a Mordisco justo cuando las cosas ya no estaban muy bien económicamente. Entonces mis colaboraciones duraron dos números nomás. Me acuerdo que había hecho comentarios sobre el recital de un grupo de rock que se llamaba Avalancha y también del trío progresivo Alas. Y una nota sobre Peter Hammill, el capo de Van der Graaf Generator, eso fue lo que llegué a hacer antes que Mordisco cerrara sus puertas. Pero el director de la revista Jorge Pistocchi me dijo que no me fuera, que me quedara cerca porque se estaba preparando algo más abarcativo y ambicioso que resultó ser El Expreso Imaginario.

El Expreso fue prácticamente una escuela para vos…

Tal cual. Fue una escuela en muchos aspectos, sobre todo en lo concerniente a una ambición de mundo que se parecía mucho a algo a lo que yo ambicionaba sin saberlo. Yo empecé en Expreso en el número 1 con 21 años de edad. Entonces tenía mucho que aprender en términos vivenciales con gente que había llegado a hacerse las mismas preguntas que yo respecto de la vida: Jorge Pistocchi, Pipo Lernoud, el querido Negro Horacio Fontova y otra gente que formó parte del staff desde el comienzo de la revista. Yo era como una esponja que absorbía la influencia de esa gente, su visión del mundo. Porque hay que tener en cuenta que el rock en Argentina fue muy importante en despertar la conciencia planetaria, es decir la conciencia de que no somos solamente personas que tienen que ir a trabajar de nueve a cinco, a órdenes de un jefe y hacer de eso durante 40 o 50 años, que hay otras posibilidades. Para mí el Expreso fue una escuela en ese sentido, me planteó que había otro tipo de vida posible, que pasaba por el arte, por la literatura, por la música. Así la cosa fue evolucionando. Todo ese año que preparamos el Expreso aprendí muchísimo y cuando empezó la revista en agosto de 1976 el aprendizaje se profundizó.

Además empezaste a hacer radio…

Sí, con Fernando Basabru, que había sido compañero mío en el (Colegio) Carlos Pellegrini, que también yo integré al Expreso. También integré al Expreso a Claudio Kleiman, a quien conocí en la Colimba. Entonces, ya para esa época mi vocación estaba decidida. Más allá de que venía haciendo un profesorado de inglés –que me gustaba mucho y que luego me sirvió muchísimo en mi profesión periodística-, en un momento determinado lo dejé porque ya no me interesaba tanto ser profesor de inglés sino dedicarme por completo al periodismo musical, tanto en lo que tenía que ver con la escritura como en la radio, que me fascinó desde un primer momento.

¿Qué periodistas te influenciaron?

Primero, algunos periodistas ingleses como Nick Kent, a quien yo leía en el New Musical Express, pero aparte fue un tipo que hizo una nota definitiva sobre Nick Drake. Hoy en día todo el mundo habla sobre Nick Drake, como si lo hubiera conocido, pero hacer una nota sobre él a poco de su muerte en 1974 era solo para un tipo que supiera, porque Nick Drake nunca fue un músico masivo. Y lo mismo hacer una nota completa sobre Syd Barrett. Esas fueron dos cosas que me fliparon de Nick Kent, me encantaron. Otro a quien admiré fue Charles Shaar Murray, que por ahí no tenía un estilo tan dionisíaco como el de Nick Kent pero era muy informativo y tenía un gran sentido del humor. Esos dos periodistas, que aún viven, y otro fallecido que se llamaba Ian McDonald, que hizo un gran libro sobre los Beatles, me encantaban. Ese trío del NME era excepcional.

¿Y Lester Bangs?

En esa época él hacía una columna formidable para el NME desde Nueva York, y me volví loco con Bangs porque tenía un estilo completamente desfachatado y desenfadado de escritura. Eso me gustó mucho y lo conversamos después con Pettinato, en la época en que Roberto fue director del Expreso, al final de la revista. Pettinato era un admirador de Lester Bangs y llegó a conocerlo en un ascensor en el año 81 cuando fue a comprar unos números atrasados en la Rolling Stone. Nunca se olvidó de Bangs con su típico sobretodo largo hasta los pies. Esa fue la gente que me influenció en lo que hace a periodismo escrito. Y en la Argentina podría agregar a Miguel Grinberg, obviamente, y Juan Carlos Kreimer que escribió Agarrate!!!, el primer libro sobre rock argentino en el año 71.

¿Qué libros sobre cultura rock te impactaron y por qué?

Hay un montón. Yo recomiendo mucho Bicicletas Blancas, de Joe Boyd. También, Yo no estoy aquí, el libro de Pipo Lernoud, es fundamental. El libro de Fernández Bitar sobre el rock nacional es un libro que valoro porque se tomó el trabajo de hacer una investigación muy seria sobre ediciones y todo lo que aconteció en tantos años de rock argentino. Bitar es un tipo que tiene una disciplina formidable, lo mismo Sergio Marchi con el libro sobre Spinetta, son investigaciones que llevan años. En el extranjero se publicó un libro muy bueno sobre la historia del sello 4AD: Facing the Other Way, The Story of 4AD, de Martin Aston; ese es un libro que aprecio muchísimo porque es uno de los sellos que más me han marcado.

¿Para vos cuál es el rol que tiene que tener un periodista de rock?

A mí no me gusta ser crítico, aunque cuando trabajé en el Expreso haya hecho críticas de discos, y tuve mi momento en el que me creí más importante de lo que era. Pero tenía 21 años… Hoy en día descreo del crítico que cree saber más que el músico. Yo siempre digo que el músico es más importante que el periodista, porque el músico crea desde la nada, agarra una masa de aire y la transforma en música. En cambio, el crítico opera sobre eso que hizo el músico. Entonces está claro que hay una diferencia de jerarquías. Por eso lo mejor que podemos hacer como periodistas es comunicar. Vos podés decir, sobre un disco, sobre una obra, que te pasó con eso; pero siempre dando una opinión personal, no utilizando el “nosotros”, porque el problema con los críticos es cuando se creen representantes de una masa que piensa lo mismo que ellos. Me parece que la crítica más interesante es aquella que te explica o te describe la obra y te dice lo que le pasó al que la escuchó. No está bueno eso de pegarle a la obra o ser destructivo inútilmente. Invertir agresividad en una crítica me parece una cosa complicada. Prefiero no comulgar con eso, por eso no soy muy afecto a las “estrellitas”, puntuaciones o calificaciones de los discos. Porque muchas veces un disco al que le han puesto dos estrellas resultó ser para mí una obra de arte. No hay que tomárselo demasiado en serio. Porque inclusive un disco al que se puede considerar fallido puede tener cosas positivas. Hay que tener en cuenta que significa esa obra en tu vida.

¿Qué no te gusta del rock?

Lo mismo que hablamos de los periodistas, no me gusta que el músico se la crea. Esa cosa de querer tener privilegios por ser un artista no me parece bien. No me parece bien en la música, en el cine, en la literatura, en la vida… Por eso tampoco me parece bien que un ejecutivo diga: “¿Usted no sabe quién soy yo?” O sea, darse ínfulas por la profesión que uno tiene no está bien.

¿Cómo definirías hoy a la cultura rock y que queda de eso?

Creo que la cultura rock es el intento de siempre de tratar de ser libre por sobre todas las cosas. Porque si habláramos solamente de rock podríamos decir que simplemente es un ritmo contagioso que te hace bailar, pero si hablamos de lo que representó como cultura tenemos que decir que el rock es sinónimo de libertad. Ese grito primal que dio el rock en los 50 y que después fue retomado en los años 60 por los músicos ingleses y después devuelto a Estados Unidos y después se contagió a todo el mundo, incluyendo a nuestro país; básicamente es un grito de libertad. Siempre digo que para mí en “Rebelde”, la letra de Los Beatniks del año 66, está el germen de todo esto. En esa estrofa que dice: “Rebelde me llama la gente, rebelde es mi corazón, soy libre y quieren hacerme esclavo de un una tradición…” Ahí tenés el big bang, el principio del rock nacional, porque ahí está todo. Y yo creo que, a pesar de los pronósticos agoreros de mucha gente, el rock en la Argentina está profundamente vivo en el Siglo XXI, pero está donde debe estar: en los lugares que no pertenecen al mainstream, es decir en donde estuvo en sus comienzos. Está en pequeños clubes, en pequeños locales y lo que es interesante es que hay una nueva generación mucho más pareja en cuanto a género, quiero decir con esto que hay importantísimos intérpretes tanto masculinos y femeninos. Además, los artistas no tienen ese temor reverencial que existía antes, en donde para grabar un disco había que pasar por un proceso muy complicado, porque tenían que ser aceptados en una discográfica. Ahora no. Hoy en día los músicos tienen la posibilidad de grabar en su propia pieza un disco. Y si no quieren hacer un disco no lo hacen y difunden sus temas por Internet. Y hay un mensaje propio del Siglo XXI. Yo encuentro letras profundas y muy interesantes.

¿Qué nuevos artistas te gustan?

Estoy fascinado con varios intérpretes. Me gustan mucho Marina Fages, Cam Beszkin, me gustan bandas como Mi Amigo Invencible, me gustaba mucho lo que hacía Vidal en La Perla Irregular, los mendocinos de Usted Señálemelo, los cordobeses Francisca y los Exploradores, los platenses Estrellero. También me gustan mucho los músicos que teniendo una cierta trayectoria se reinventan todo el tiempo, como es el caso de Sergio Rotman o Nahuel Briones… En fin, yo creo que la escena nacional explota. A mí me causa gracia que mucha gente me pregunte: “¿Y por qué no son más famosos?” Bueno, porque por ahí no les interesa ser más famosos, o porque la rueda de la industria musical pasa por otro lado. Pero yo tengo 68 años y recuerdo que hace más de 50 no era diferente con Manal, Almendra y Los Gatos. La gente cree que esos grupos eran súper populares y no era así. En realidad, Almendra y Manal eran grupos de culto, por ahí Los Gatos eran un poco más populares porque la habían pegado con “La Balsa”, pero cuando Litto se larga como solista vuelve a tener solo un puñado de seguidores, porque la gente quería seguir escuchando “La Balsa”… Siempre el rock que tuvo un mensaje disruptivo, cuestionador, no fue popular. Tampoco diría que fue “marginal”, porque no me gusta la palabra, pero sí estuvo al costado de lo híper popular. Hoy en día hay otras músicas que pueden ser muy decentes. A mí no me gusta criticar ni poner una música por encima de la otra porque pienso que cada cual tiene sus gustos. Pero por ahí hoy el mainstream pasa por otro lado, por el pop, por la música latina de los crooners, los cantantes de temas románticos, por el trap… Pero eso no era tan diferente en el pasado. Lo que pasa es que hubo una generación que tiene mi edad, y un poco más joven también, y para ellos el rock representó una cosa muy sólida, muy fuerte, y en muchos casos era el centro de sus vidas. Estoy hablando de ese rock de Pescado Rabioso, La Máquina de Hacer Pájaros, etc. Ese rock era el centro de sus vidas junto con el ir a ver películas de los directores famosos de culto, como Bergman, Fellini o Pasolini; y también la literatura del realismo mágico latinoamericano. Era todo un combo. Por eso a esa gente le sorprende el hecho de que hoy en día el rock esté disociado de otras ramas del arte. Pero en realidad no es tan así, porque yo estoy viendo recitales que tienen coreografías, iluminación y demás.

¿Y eso por qué se da?

Lo que pasa es que hoy en día tenemos muchos más estímulos y hay mucha más estática en el medio. Yo llamo estática a esa información que es un bombardeo de cosas que no sabés muy bien para que sirve. La gente está totalmente mentalizada con lo que les cuenta la televisión, Facebook, Twitter, Instagram… Y muchas veces, en este contexto, este rock alternativo que está sucediendo hoy en día no tiene una preponderancia para la generación actual como la tuvo para mi generación hace 50 años. Les gusta, van a ver gustosos los recitales, pero hay muchísimos otros estímulos. Entonces, por ahí, el peso relativo del rock, su peso específico en el campo sociocultural tiene un porcentaje un poco menor. Pero no quiere decir que no exista. Tampoco quiere decir que ese porcentaje menor no sea transformador. Por eso nunca diría que hay una decadencia o que el rock desapareció, o tantas otras pavadas que escucho por ahí. Cuando se dicen esas cosas se sabe más de la gente que pronuncia esos juicios que de aquellos a quienes los dirigen. Los que dicen que el rock murió, dan cuenta de la poca capacidad de búsqueda, del poco interés, de la poca curiosidad de ellos, que les resulta más fácil decir “no pasa nada” que decir “yo ya bajé los brazos, ya no busco nada nuevo, me quedo con lo que escuchaba hace 45 años…” Y lo que escuchábamos hace 45 años es fantástico, pero eso no invalida todo lo bueno que se está haciendo ahora.

¿Cómo te llevas con el hecho de ser considerado un pedagogo del rock por todo lo que sabés y contás sobre el género?

Mirá, me gusta. Disfruto que la gente lo reciba con buena onda. Me gusta despertar curiosidad, abrir nuevos senderos en la gente, pero no desde ningún tipo de púlpito, no desde ninguna altura, sino desde el llano, como pasó con esa gente que me hizo conocer cosas a mí hace 40 o 50 años y esa otra que me sigue haciendo conocer cosas a mí ahora. Porque creo que siempre se aprende sobre nuevas bandas, nuevos artistas, nuevas escenas… Me encanta todo lo que se refiere a la música étnica, es decir, la música folclórica de todo el mundo. Y eso no para nunca. ¡Por suerte! Por otra parte, disfruto mucho de lo que hago. Hoy en día escribo menos que antes porque estoy monopolizado por todos los programas de radio que estoy haciendo.

¿Cómo te informás sobre las nuevas bandas entre una oferta tan basta como la que hay hoy en día?

Es que uno no deja nunca de aprender. La otra vez me hicieron una nota los chicos del sitio Indie Hoy, entonces cuando terminó la entrevista les dije que me tiraran un par más de bandas de las que hablamos, que quería investigar sobre ellas. Y, de repente, descubro Mandarina Records, y veo que hay como veinte bandas de la hostia. Por supuesto, no te van a gustar todas al mismo nivel, porque nunca pasa eso. Hay grupos que te van a gustar más, otros que te van a gustar menos, pero terminás apreciando las ganas que tienen todos de hacer cosas. Cuando descubro un grupo de algún sello independiente por lo general me intereso en el resto de los que graban en ese sello. Cuando descubro un productor como Shaman Herrera, que veo que produce mucho a los grupos platenses, entro a curiosear y una cosa lleva a la otra. Por ejemplo, veo que en el disco de Nahuel Briones participaron tales músicos invitados, entonces me pongo a averiguar uno por uno a ver quiénes son.

¿Cuáles son tus proyectos? ¿Algún libro?

Estamos preparando un libro del Expreso con Pipo y con Claudio, que van a ser nuestras notas, porque no podemos publicar notas ajenas ya que no tenemos los derechos de la revista. Básicamente, son notas que salieron en la revista pero van a tener el valor agregado de que vamos a hacerles prólogos. Algunos prólogos son tan largos como las notas, porque vamos a contar las circunstancias en que se hicieron muchas de esas notas. Creo que eso va a ser lo interesante del libro, contarte la cocina. Por ejemplo, la primera vez que Claudio vio a Los Redondos, la primera vez que yo vi a Sumo, cosas así. Por otro lado estoy preparando un libro sobre los festivales que quizás se llame Las peores fotos de los mejores festivales. Porque esa es mi otra faceta, que muy pocos conocen, la de fotógrafo. Pero en realidad es una excusa para hablar de Glastonbury y otros festivales. Va a ser un libro con fotos en el que también voy a escribir. A pesar de que yo digo que son las peores fotos, tengo un amigo que trabaja muy bien con el Photoshop y ha logrado hacer maravillas con mis fotos. Hay lindas imágenes, aparecen Lou Reed, Iggy Pop, muchos grandes músicos. Pero lo lindo es que hay un testimonio sobre 25 años de festivales, nada menos.

Emiliano Acevedo

 

PUPE BARBERIS: "Tengo el mejor trabajo del mundo"

El rosarino Pupe Barberis, elegido por la revista Baterística como el mejor baterista en categoría Rhythm & Blues. Pupe ha tocado con infinita cantidad de músicos notables, históricos, más allá de los géneros y las zonas geográficas. Los locales, Ciro Fogliatta, Botafogo, Luis Robinson, Johnny Tedesco, Pappo, Claudio Gabis, Deborah Dixon. Los que vinieron de allende las fronteras, de Estados Unidos, por ejemplo: Kirk Fletcher, JJ Thames, Lurrie Bell, Carlos Johnson, Jimmy Burns, Eddie Shaw. Sin dudas, esto conlleva a afianzar un oficio donde las oportunidades deben aprovecharse al máximo.

En esta nota nos cuenta acerca de su relación con el instrumento y con las bandas que ha integrado en toda su trayectoria.

ENTREVISTA> ¿Cómo surgió tu acercamiento a la batería? ¿Desde siempre o en algún momento de tu adolescencia?

Fue años después de un frustrado intento de tocar el bajo. En cuarto año de la escuela secundaria, a partir de ver los ensayos de una banda del colegio, empecé tímidamente a acercarme al instrumento. El baterista de esa banda (luego futbolista profesional), me fue indicando más o menos como era la cosa.

¿Luego tuviste maestros formales o te hiciste autodidacta, escuchando?

Tuve como primer profe a Joni Luna. Después a Omar Pogonza y luego mi gran maestro que es Maxi Ades. También fui a la Escuela Municipal de Música y tomé clases con Tato Mamet. En la pandemia estudié unos meses con el gran Gustavo Meli. Actualmente tomo esporádicamente  clases con Max Jurado.

¿Qué relación tenés con los diferentes géneros musicales? ¿Un buen baterista tiene que tocar de todo?

Un baterista profesional debe comulgar con todos los géneros que pueda. Por trabajo, convivo perfectamente con lo que haya que hacer, pero a la hora de elegir, siempre blues, soul, funk, rock and roll.

¿Cuáles son las bandas o los bateros que te influyeron a lo largo de tu recorrido?

Jeff Porcaro, Steve Jordan, Ian Paice, Charlie Watts, Steve Gadd, Pomo, Rodolfo García y Maxi Ades.

Vos ejercés la docencia, ¿Cómo notás a las nuevas generaciones? ¿Continúan un camino o aprenden y aplican luego lo suyo?

Mi relación con las nuevas generaciones es alucinante. Aprendo todo el tiempo de ellos. Hay un ida y vuelta permanente.

Vos tocaste con mucha gente del medio, local y nacional, donde es más fácil juntarse para ensayar. Pero también internacional, como Kirk Fletcher (Fabulous Thunderbirds, Joe Bonamassa), por ejemplo. ¿Cómo te preparás para un concierto con escaso tiempo para el ensayo?

Los trabajos de ese tipo tienen una preparación individual que implica, primero conocer a fondo el lenguaje de la música que tenés que tocar y aprender perfectamente el repertorio. Me encantan esos desafíos.

Siempre estás tocando, con Caburo Blues, con el Bonzo Morelli, incluso con una banda que hace temas de Sandro, muchos años. ¿Te es fácil sostener esa variedad temática?

Medio que me fui acostumbrando a eso y, la verdad, me fascina hacerlo. No puedo decir que sea fácil o difícil. Atento con esta frase mía: "Tengo el mejor trabajo del mundo".

Le prestaste tu batería a un prócer como Rodolfo García, cuando vino a tocar a la sala Lavardén de nuestra ciudad, ¿cómo fue esa experiencia?

En realidad se la alquilé, pero fue muy emocionante ver a Rodo en mi bata. También estuvo Carl Palmer sobre mi bombo en el teatro El Círculo, por citar algunos.

Sentado detrás, en el escenario, tenés la posibilidad de observar todo, ¿qué es lo más curioso que haya pasado en un concierto y que vos te diste cuenta antes que el resto de la banda?

Una pelea de una pareja. La chica vio cómo su novio –supongo- miraba a otra chica y empezó la discusión que llegó a las manos. ¡Tremendo!

¿Te queda algo pendiente? ¿Tocar con alguien? ¿Explorar otro tipo de música?

Me queda pendiente intentar algo con un género que escucho mucho, pero me da miedo o respeto, no lo sé bien: El jazz. Algún día quisiera encarar algo de trío, onda piano, contrabajo y batería. No estoy a la altura.


Raúl Astorga

raul.astorga@yahoo.com.ar


domingo, 3 de septiembre de 2023

VOX DEI, Es una nube no hay duda. La historia del disco contada por Willy Quiroga.

Liberados finalmente del vínculo que los ligaba a la discográfica Disc Jockey, Vox Dei firmó contrato con CBS y entre el 8 de mayo y el 6 de junio de 1973 grabaron en los estudios de la compañía Es una nube no hay duda, un disco fundamental en la historia del grupo. Para recordar los 50 años de este álbum genial convocamos a Willy Quiroga, quien nos relató algunas de las historias que estuvieron detrás de Es una nube…, además de contarnos acerca de su presente musical.

ENTREVISTA> En 1973 ustedes venían de hacer La Nave Infernal, ¿cómo estaba el grupo en esa época?

La Nave Infernal me trae malos recuerdos. Nosotros nos queríamos ir de Disc Jockey, porque nos habían robado La Biblia, no nos habían pagado nada, y tuvimos que grabar ese nuevo disco en vivo como resarcimiento para poder irnos a CBS. Luego, el dinero que nos dio la CBS como prima por la firma del contrato, que habrán sido unos 5000 dólares, también se lo tuvimos que dar a Disc Jockey para que nos dejara libre. Entonces fuimos a CBS, donde nos trataron muy bien, en especial Hugo Piombi, que era nuestro productor.

¿Los temas de Es una nube… fueron compuestos en esa época o los traían de antes?

No, generalmente los componíamos pensando en el disco.

Era la primera vez que grababan en una multinacional y se nota ese cambio en el sonido con respecto a los discos anteriores…

Lo que pasa es que discos como La Biblia fueron grabados en cuatro canales nomás. Aparte fue una época en que tanto los músicos como los técnicos estaban aprendiendo a la par a grabar discos de rock. Ellos venían grabando tango y folklore hasta que aparecimos nosotros, Tanguito, Manal, Pappo, etc., toda una movida muy diferente; y tenían cuatro canales, no tenían más que eso.

¿Cómo era la relación entre ustedes en ese momento?

Al principio nos llevábamos bien, aunque yo tenía 10 años más que ellos. De cualquier forma, con Rubén Basoalto nunca tuve problemas, ni tampoco con Godoy, mientras estuvo en el grupo. Ricardo Soulé era el más denso.

En Es Una Nube… Ricardo hace los blues y vos los rocks, ¿cómo se daba eso?

Si vos escuchás la obra de Vox Dei, yo generalmente soy el autor de todos los rocks. Tengo “Total que…”, “Compulsión”, “Es una nube…”, “Azúcar amargo; son todos rocks. Yo era el más rockero y él el más lírico, si se quiere. Ricardo es de Piscis y yo de Tauro, capaz que tiene que ver con eso. Los de Piscis son más volados, como es el caso de Spinetta. Los de Tauro somos más rocanrol, más tierra.

Empecemos a recorrer el disco. ¿Cómo compusiste el tema “Es una nube, no hay duda”? ¿Cuál es la historia por detrás de esa canción?

Yo tenía un amigo que era psicólogo y estaba casado con una modelo muy conocida y nos juntábamos en una casa en Vicente López a escuchar música y a hablar y un día este tipo estaba mirando por la ventana y dijo: “Es una nube, no hay duda. Se mueve como una nube.” Esa frase me pareció muy loca y me quedó resonando en la cabeza. Y se me ocurrió que a partir de ahí podría seguir una letra, dibujando cosas, para que nadie se diera cuenta de lo que quería decir.

“Loco hacela callar” es uno de tus mayores clásicos. ¿Cómo lo compusiste?

Se me ocurrió a partir de conocer a una persona que hablaba, hablaba y tenía la respuesta para todo. El tipo sabía, daba consejos, etc. Un tipo repelente que se mofaba de todo. Así que escribí un tema de acuerdo a eso. Yo tuve un problema con esa persona -sin llegar a las piñas, claro- porque pensábamos distinto. Aparte yo había leído en (el poema) Desiderata: “Camina plácido entre el ruido”. Es decir, que entre toda la parafernalia de cosas uno tenía que seguir adelante, tranquilo, sin dejar que te involucren en determinadas cosas en las que vos no querés estar.

“Sam El Montañés” se hizo muy conocido por el patrocinio publicitario en los pantalones Topeka, los cuales traían la letra en una etiqueta que venía con una foto de ustedes…

Topeka era una marca de pantalones y ropa que tenía Alpargatas. En esa época recibimos el patrocinio de varias marcas, Topeka era una de ellas. Nosotros en ese momento éramos la banda número uno del país como lo fueron después grupos como Soda Stereo. Y lógicamente aparecían marcas que te querían patrocinar. Teníamos el cachet más alto, por ejemplo. Estábamos trabajando muchísimo, no dábamos abasto. Me acuerdo de una fecha que hicimos en el Carnaval de Vélez, en donde estaba también Julio Iglesias, y había quince mil personas. Era una locura. Ojalá volvieran esas épocas.

¿Cómo compusiste “El mañana es otra historia”, de qué se trata?

Se trata de nosotros, los argentinos. El mensaje de la canción sigue intacto: ¿Vos sabés lo que va a pasar mañana? ¿Qué nos va a pasar con todas las controversias que vivimos día a día? Yo soy argentino y vivo acá y ya en aquella época se venía venir la mano pesada del Proceso, la represión y todo lo demás. La letra dice: “Cansado ya de gritar desde la oscuridad. Hoy abro mis ojos y miro hacia la luz… Mis hermanos que no saben adónde van y no saben de dónde vienen… Porque el mañana es otra historia que está muy lejos de ser realidad en esta torre de babel.” Sigo pensando lo mismo.

Este tema cierra el disco con una charla ahí en el estudio, ¿eso cómo se les ocurrió grabarlo?

Quedaron los micrófonos abiertos, estábamos hablando, y al productor le pareció una conversación que estaba buena para agregar al disco. No sabíamos que estaban grabando, fue una sorpresa pero quedó bien para cerrar el disco. Es totalmente espontáneo.

¿La foto de tapa en dónde se sacó? Están con unos ponchos en la imagen interior del álbum…

Estábamos en Villa Gesell. La tapa es un montaje. Estábamos atrás de unas dunas, pero es un montaje que hace que pareciera que estuviéramos arriba de una nube. Y después, la foto de adentro estábamos en el pinar de Villa Gesell, buscamos un lugar muy lindo para hacerla. La CBS nos había pagado una semana en Villa Gesell para que hiciéramos toda la parte del arte del álbum.

EL PRESENTE DE WILLY

¿Cuál es tu presente musical?

Ahora estoy trabajando en Willy Quiroga – Vox Dei, que lo maneja mi hijo Simón Quiroga. Además estoy ensayando el Willy Quiroga Project, que es un proyecto personal mío en carácter solista, donde tocó solamente mis temas. Y estamos componiendo temas nuevos, hechos especialmente para esta banda, en donde estoy con Jonathan Burgos en guitarra, Raúl Gutta en la batería y la percusión, Maxi Vaccaro en teclados y yo en el bajo y voz. Todavía no hemos grabado el disco, directamente estamos saliendo a tocar. O sea, yo no puedo parar de tocar… Soy un tipo feliz.

¿El tema “Archipiélago de almas” ya lo grabaste?

No, todavía no lo grabamos. Cuando lo grabemos ahí voy a tocar el teclado. También quiero tocar el teclado cuando grabemos “Torcazas y pinos”, y el tecladista va a pasar al bajo. Quiero mostrar un nuevo rostro. Uso el teclado para armonizar lo que a mí se me ocurre cantar, hace rato que lo toco, me gusta.

Y ahora también estás haciendo temas de Destroyer, tu proyecto de 1982, ¿no?

Totalmente, porque son temas que por la Guerra de Malvinas no tuvieron difusión. Ya que me decían que no podía salir a tocar con un grupo que tuviera un nombre en inglés. Una locura total. Son todos temas que hablan de cosas nuestras. Por ejemplo, ahora estamos haciendo “Rugido de 100 mil dragones” que habla expresamente de la fuerza interior de cada persona. Y esa es la fuerza que me está llevando adelante, a los 83 años, a poder seguir haciendo proyectos nuevos. Yo voy para adelante. Soy una persona agradecida a Dios. La última parte que me queda la voy a utilizar para componer, para tocar, para disfrutar de la vida. Quiero disfrutar de mi vida.

¿Y para cuando un libro tuyo? Viste que ahora varios pioneros del rock argentino están sacando autobiografías…

Sí, ya tengo alguien que quiere hacer mi libro. Tenemos que ponernos en contacto, lo que pasa es que estoy muy ocupado con tantos ensayos, viajes y conciertos. Pero sí, va a salir el libro…

Emiliano Acevedo