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lunes, 30 de abril de 2018

LOS RECUERDOS DE CLAUDIO GABIS: La Evolución Permanente (entrevistas de 1977)


Destacar la importancia de Claudio Gabis dentro del panorama nacional de la música contemporánea se hace innecesario. La gran cantidad de discos grabados por él en Argentina (más de veinte) confirman las condiciones de un guitarrista que puede ser considerado entre los propulsores de movimiento rock, allá por el año 67. Seguramente no sospechó la trascendencia que adquirirían, con el paso del tiempo, sus aportes a la música rock argentina. Su paso por Manal y La Pesada simbolizan dos importantes páginas en la historia del rock local. 

En 1975, Gabis decidió abandonar el país, y se propuso nuevas e importantes metas, que a lo largo de 1975 y 1976 desarrolló con óptimos resultados. Gabis (que ha estado recientemente de visita en el país) recuerda su historia y explica el porqué de aquella decisión, y la proyección que ha adquirido luego de su permanencia en el exterior del país, en donde optó por estudiar en Estados Unidos, a la vez que alterna su tiempo en una agrupación brasileña de jazz-rock.

ENTREVISTA: ¿Qué recordás de tus inicios en la música?
En casa tenía un piano y, de vez en cuando, machacaba algo, pero sin dirección. Yo tenía doce o trece años, y era la época de los bailes; en ellos escuchaba a Ray Charles, Trini López, Neil Sedaka… la cosa era bailar. A partir de entonces empecé a entusiasmarme por la música popular. En esa época, y no sé por qué, me interesé por un programa de radio en que pasaban mucho jazz y blues. Cuando me relacioné con esa música, nueva para mí, traté de encontrar contactos entre ella y la música popular. Me acuerdo de que iba a la biblioteca Lincoln y pedía discos de jazz y blues, antiguos. También empezaba a asistir a recitales de jazz y surgía una onda de música que no entendía muy bien, pero me sentía dentro de ella. Luego, a los pocos años, en el programa Modart en la Noche, me puse en contacto con la música de Clapton y Bob Dylan, y me supercopé. A partir de esas tres vertientes; jazz, blues y folk, comencé a sentarme en el piano con el deseo de sacar algo.

¿Querías ser como Bob Dylan?
Claro. También tenía una armónica, pero todavía no conocía el aparatito, para sujetarla frente a la boca, así que la ataba con cinta durex al piano para tocar ambos instrumentos a la vez. Yo tenía un amigo, en cuarto año del colegio, que tocaba guitarra electica, algo que, en ese entonces, era alucinante.

¿Ibas a ver grupos en esa época?
Sí, iba a ver a Los In, Los Gatos Salvajes, Los Shakers, y no a bailar… Los Beatles ya habían tirado todas sus influencias que asimilaban, a su manera, los músicos y los primeros grupos de aquí. Y a mí la música ya me interesaba a un nivel superior, pero en La Cueva no podía entrar porque era menor.

¿Y cuándo te decidiste por la guitarra?
Yo le dije a un amigo que sabía tocar el piano: mentiras. Fui a su casa y empezamos a sacar temitas; la cuestión era meterse en toda esa cosa nueva. Era tal mi fascinación por su guitarra, que ahí decidí practicar con ese instrumento. Además me llamaba la atención la importancia que tenía la guitarra en todo ese movimiento nuevo; veía que la mayoría de todos los músicos que por esa época mataban tocaban la guitarra. Entonces, indefectiblemente, tenía que tocar guitarra eléctrica.

¿Cuál fue tu primera viola electica?
Desarmé una raqueta de tenis, le puse seis cuerdas hechas con líneas de pescar, y la amplificaba por un grabador Geloso: por supuesto, el ruido era infernal. Más adelante, para mi cumpleaños, mis viejos me regalaron una de verdad. Un pibe del barrio me hizo el amplificador, y, a partir de ese momento, todas las noches me las pasé practicando. Grababa la música que se escuchaba: Beatles, Dylan (Mike) Bloomfield. Un día fui a Modart en la noche, porque sentía que tenía que prenderme, que tenía que tener un acceso bien directo hacia esa nueva expresión. En la audición tenían una serie de discos que no utilizaban, y los pedí; a partir de ahí empecé a entender más toda esa cosa que al principio me costaba comprender.

¿Cuál fue tu primer grupo?
Yo ya había armado mi primer conjunto, con un chico que se llamaba Daniel Armesto (que lamentablemente falleció); él cantaba y tocaba armónica. También se habían prendido dos chicos del barrio, y uno que tocaba teclados, Emilio, ahora está estudiando en Rusia. Ese conjunto se autoproclamaba como el primer conjunto psicodélico de Buenos Aires. Entre los discos que me dieron en Modart había uno de Hendrix y otro de Cream; cuando los escuché por primera vez, te juro que no entendía nada. De inmediato se los hice escuchar a los chicos del grupo, y tuvieron la misma reacción que yo. Comprendí que eso era lo que quería hacer. Yo venía tocando despacito, despacito, algunos temitas de blues, pero esos temas me dieron un empuje tremendo.

¿Cómo surge Manal?
Ya estaba en contacto con Javier (Martínez), que tocaba en El Grupo de Gastón. Con Javier decidimos que teníamos que meternos de lleno en el blues; por otra parte, el único tipo que en esa época tocaba blues era Pappo. Yo conocí a Javier al poco tiempo de que La Cueva se cerrara, entonces la actividad bohemia se concretó en el Di Tella, en el Bar Moderno y en Corrientes. Yo ya frecuentaba a los músicos, y entre ellos se encontraba el primer bajista de Manal: Rocky. Lógicamente, Manal todavía no existía. Alejandro, en esa época, aún integraba Los Seasons. Lo que planteábamos con Javier no existía; en esa época era solamente Beatles, y nada más. Alejandro era el único tipo con talento que podía integrarse con Javier y yo. Además, nosotros proponíamos algo absolutamente novedoso y revolucionario: las canciones en castellano; Javier tenía una pila de temas hechos en español. Nuestra primera intención fue la de hacer un cuarteto; teníamos una grabación programada para CBS; pero CBS se perdió a Manal. La formación iba a ser: Javier, Alejandro, yo, y Fanacoa, que era un tecladista. Fanacoa también se la perdió. Nuestra propuesta era hacer un repertorio mitad y mitad: James Brown, Little Richard, soul, con material propio. Nos llamaban para tocar en fiestas y nos denominaban La Ricota, a propósito de Cream. En esa época La Ricota ya era conocida entre los quintetos tipos del beat, y del amor y paz. Surgió, entonces, nuestro primer contacto con Jorge Álvarez, que había venido de Estados Unidos con Pedro Pujó. Álvarez fue el primero que vio la cosa; ninguno de los grandes productores de las grabadoras se dio cuenta de que la cosa estaba por ese lado. Con una proposición tan clara de la parte empresaria, y una respuesta tan fascinante como la nuestra con Manal, comenzó nuestro compromiso musical. Teníamos que ponerle nombre al grupo; hicimos varias reuniones y al final quedó Manal. El origen, en cierto modo, es la palabra mano, de 'cómo viene la mano'. Un poco fue un juego de distorsión de palabras, que era una costumbre de la época de La Cueva. Así sucedieron las primeras fiestas y reuniones donde tocábamos, ya como el trío Manal. Llegó luego el primer concierto; había sido preparado con una gran pompa. Fue en la calle Corrientes. Era increíble que un conjunto de música 'beat' tocara allí. El teatro era el Apolo, y fue todo un acontecimiento: todo el mundo fue a vernos. Desde aquel suceso, el 12 de noviembre de 1968, pasó un año para que Manal grabara el primer disco.

¿Qué balance hacés de ese histórico primer disco de Manal?
El primer long play resume toda la primera época del trío, los recitales, y esa ruptura de formalidad que impuso Manal al tocar en los cines, donde nunca se habían presentado conjuntos. Nos trasladamos a Mar del Plata y tocamos en un boliche que se llamaba Mandioca, con Los Abuelos de La Nada. Vivíamos todos juntos en una casa; ¡las cosas que pasaron en esa casa...! Supongo que el dueño todavía nos debe estar buscando, pobre. En aquella casa vivían Manal, Los Abuelos de la Nada, Pappo, Jorge Álvarez, Pedro Pujó, Tango. A Tanguito no lo queríamos dejar entrar; realmente era un gasto, era muy bueno y todo, pero era un gasto. Tanguito era terrible, peligroso, uno no podía dejar la guitarra porque él ya se la llevaba, y con ella pagaba un taxi. En aquel verano Pappo estuvo tocando con Manal, y existía la posibilidad de que formáramos un cuarteto, pero finalmente no prosperó. Apenas llegamos a Buenos Aires, hicimos aquellos famosos recitales en el Payró, junto con Almendra. No nos habíamos equivocado: la cosa funcionaba, y Manal llegó a ser lo que Javier y yo nos habíamos propuesto inicialmente. Un paso importante fue el festival Pinap, ahí realmente nos impresionamos. La gente se subía al escenario mientras tocábamos, la gente gritaba, los periodistas sacaban fotos; habíamos descubierto que realmente llegamos. Después, lógicamente, llegó el período de asentamiento del grupo, la mujer, la familia, el departamento.

¿Por qué crees que se empezó a erosionar la estructura grupal del trio?
Es que, de pronto, la bohemia ya no resultaba tan bohemia. Creo que ahí empezó el desgaste de Manal, el desgaste de esa energía inicial que teníamos. Tal vez, aquella vida libre y desprejuiciada se acababa; en cierto modo, se acababan las noches y los días de constantes aventuras nuevas. Yo no me voy a olvidar jamás del día en que tocamos en el festival Pinap y a Javier se le rompió la batería. Javier salió de la batería y se puso a cantar con los palos en la mano, yo me sentía tan loco que dejé la guitarra y empecé a tocar la armónica, y Alejandro, para no ser menos, dejó el bajo y agarró mi guitarra. Fue tal el clima de desenfreno, que creí que todos íbamos a terminar explotando. También recuerdo cómo fue mi primer distorsionador, acá no había distorsionadores, no existían, entonces yo distorsionaba con mi viejo grabador Geloso; el primer long play de Manal está grabado con ese distorsionador. Al distorsionador lo llamábamos 'relajo', y al poco tiempo Kay (Galiffi, integrante de Los Gatos) se compró un grabador Geloso exclusivamente para distorsionar, para hacer el 'relajo'. Lo de Edelmiro y Spinetta era mucho más 'grosero': ellos distorsionaban con radios Spica. Durante la última etapa de Manal, ya me sentía aburrido, ya se había perdido todo eso que nos mantenía juntos y unidos a los tres. Alejandro fue el que menos quería que se produjera la ruptura. Para mí la separación significó libertad, y me propuse abrir mi panorama musical.

Junto a Jorge Álvarez

¿Y cómo sigue tu historia inmediatamente posterior a la separación de Manal?
Estuve tocando con muchos músicos de jazz y experimenté cosas muy interesantes, pero meterme en el jazz era, en cierto modo, destruir todo lo que había armado, abandonar lo que había construido. Era el auge del rock pesado, era la época en que los pibes querían escuchar solamente blues; ingresé a La Pesada. Antes de que eso ocurriera, había formado un grupo que se llamaba Exú, en 1972. Antes de Exú había armado una banda, con la que toqué en el segundo B. A. Rock, con Minichilo, Fumero, el trombonista de La Porteña Jazz Band, y Emilio, mi primer tecladista. Con ese grupo hicimos algunos blues e inclusive un raga, pero al poco tiempo nos separamos. Después me reencontré con Jorge Álvarez y grabé Claudio Gabis y La Pesada. Me entusiasmaba mucho la estructura de la Pesada; realmente había músicos muy valiosos. Tengo recuerdos muy lindos de esa época; tal vez lo único negativo que recuerdo fue aquel famoso recital del Luna Park, cuando se armó ese terrible lío.


El famoso “Rompan Todo”…
Parece increíble, pero antes de empezar el recital, nosotros teníamos miedo, teníamos el pálpito de que pasaría algo raro. Tanto es así que decidimos que nuestras mujeres e hijos no concurrieran. Aquella noche fue tan rara, tan extraña (y realmente hay momentos en que ni siquiera puedo acordarme de qué pasó), porque todo sucedió demasiado rápido: las corridas, la desesperación, el nerviosismo... fue horrible. Eso es lo único negativo que recuerdo de ese período. Después, llegó la etapa de estudio, cosa que considero fundamental, no sólo para la música, sino, para todo desenvolvimiento humano.



¿Qué te motivó a dejar el país?
La primera vez que me fui fue a fines del 72, a Brasil, donde permanecí seis meses sin establecerme definitivamente pero intentándolo. Después, regresé al país y estuve seis meses más, hasta que volví a Río de Janeiro, a vivir definitivamente. Apenas comenzado el 76 fui a estudiar a los Estados Unidos. Las motivaciones fueron de todo tipo: socio-político-económicas. En realidad, en el plano de trabajo yo me sentía atado a todo lo que había hecho antes, y me parecía necesario salir de aquí para ayudarme a evolucionar. Esto puede estar equivocado, pero yo creo que me hizo bien irme para adquirir otras influencias musicales, tocar con otras gentes, empezar un poco de nuevo para poder evolucionar.

¿Cuáles eran tus inquietudes artísticas de aquel entonces, y en que varían con respecto a las actuales?
No varían demasiado. Fundamentalmente, mis inquietudes eran las de ampliar el campo de lo que hacía, no quedarme sujeto a un cierto tipo de música que me limitaba. Como artista, yo sentía la obligación de ser lo más amplio posible, y llevarme a mí mismo lo más lejos que fuera posible, en términos de crecer. Antes de sentir todo eso yo tenía otras intenciones; me conformaba con definirme como cierto tipo de músico y nada más. De pronto me di cuenta de que lo que quería era llegar a ser, en definitiva, un artista, y no sentirme limitado. Tal vez el error que haya cometido fue el de permanecer atado a un determinado tipo de música, que termina por enquistarlo a uno. Creo que el final de Manal se produjo por ese motivo: cada uno de nosotros quería buscar nuevos caminos, tocar otro tipo de cosas, conocer otras gentes, quería ampliarse.

¿De qué manera llevás a cabo la evolución musical a la cual le otorgás tanta importancia?
Yo tengo una especie de filosofía que me lleva a tratar de realizar las cosas cada vez mejor, para que sean cada vez más puras en el sentido estético, cada vez más expresadas. Para ello trato de aprender y de volcar a la música que hago más elementos, de introducirme yo a través de ella y sentirme bien.

¿Cuáles han sido tus aportes concretos fuera del país?
En Brasil tuve un plano de trabajo estrictamente profesional. Toqué con Ney Matogrosso, y el trabajo que hice con él era interesante; no era nada pretensioso, pero me permitió tocar  con músicos de primera línea, al mismo tiempo que pude conocer a los mejores músicos de Brasil. Pude hacer algunas grabaciones y formé una banda de jazz-rock, de excelentes músicos, con los que hice unos trabajos muy buenos. Además, en Brasil hay algunas características especiales con respecto a la música que se hace; allá se mantienen elementos propios de la música brasileña, que es una música muy rica rítmica y armónicamente. Es importante tener esa propiedad en cuenta, ya que permite que la música de un país, la música propia de un país, se introduzca en otros países y en otros ritmos. Eso pasó en Estados Unidos con la música centroamericana, y el ejemplo más claro es Santana. Esto nos lleva a pensar en lo que pasa en nuestro país con respecto a la música que se produce. Yo creo que es necesario poder rescatar los valores importantes de la música argentina para poder darles universalidad. Piazzolla logró hacerlo mediante el bandoneón. Yo no sé cuál es el problema ocurrido con nuestro folclore; yo no sé si se ha estancado, o no ha evolucionado en la medida suficiente como para que los jóvenes podamos rescatar elementos e introducirlos a una música contemporánea, para realizar una música evolucionada y argentina. Creo que es un problema grave no tener una influencia grande detrás, que sea de tango o de folclore, que pueda copar la música que hacemos.

¿Te sentís satisfecho con lo que recogiste y con lo que aportaste fuera del país?
Recién ahora en Brasil tengo la posibilidad de aportar cosas más valiosas. La primera estadía en Río no me permitió hacerlo, y durante el año pasado estuve estudiando en Berklee. Berklee me permitió pulir y solidificar todo mi potencial musical. Ahora estoy tocando con un grupo que me gusta mucho, que tiene una propuesta musical muy interesante. Este grupo se llama Índex y está compuesto por excelentes músicos; es un aporte que realmente me parece valioso. Con este grupo pienso tocar un determinado tiempo y regresar luego a los Estados Unidos para estudiar y tocar allí. En este país yo integré un grupo que se llama Rio, pero la función que desempeñaba era la de permitirme ganar dinero para solventar mis estudios. Con Rio interpretábamos temas de los Beatles, de Chick Corea o de otros compositores con arreglos nuestros; realmente no era nada definitivo ni mucho menos pretensioso; solamente cumplía la función de permitirme estudiar y estar tocando permanentemente. Esa experiencia me sirvió para adoptar una forma de trabajo muy distinta a la que conocía; allí todo se debe encarar con un profesionalismo extremo, allí nadie embroma con el trabajo. Actualmente, en Brasil, con el grupo Índex, puedo desarrollar todo ese aprendizaje que, por supuesto, no se va a estancar allí. Volveré a Estados Unidos, seguiré estudiando, con la intención de no estancarme y apuntar cada vez más alto.

¿Creés que músicos o conjuntos argentinos tienen posibilidades de mercado fuera de nuestro país?
Definitivamente sí. Aquí hay mucho talento, gente realmente valiosa, y la calidad a nivel músicos es óptima. Lógicamente, la diferencia con respecto a grupos extranjeros radica en la parte técnica a nivel equipos, pero en los demás aspectos no. Aquí se produce buena música, incluso muy superior a algunos grupos norteamericanos que son un desastre y que sin embargo son los que más venden.

ESTA NOTA SE COMPILÓ EN BASE A DOS ENTREVISTAS: Claudio Gabis, La Evolución Permanente (Revista Pelo, Número 84, de marzo de 1977) y De Memoria (Revista Roll, número 4, abril de 1977)


lunes, 22 de febrero de 2016

MANAL: Su primera nota en la revista Pinap



Volvemos a nuestra sección Decíamos Ayer, que se ocupa de rescatar históricas notas y entrevistas del rock. Hoy es el turno de recordar nada menos que el primer reportaje que le hicieron a Manal en la revista Pinap (la antecesora de la Pelo), en su ejemplar número 19, de octubre de 1969. En ese momento, el trio formado por unos jovencísimos Javier Martínez (batería y voz), Claudio Gabis (guitarra) y Alejandro Medina (bajo y voz) ya empezaba a llamar la atención por haberse animado a hacer blues en castellano, nada menos. A pesar de no haber grabado aun su primer larga duración –esto ocurriría en 1970- Manal era reconocido por el impacto causado por sus simples editados en Mandioca, en especial “No pibe”.

Foto: Archivo Claudio Gabis
Es interesante leer la manera en que Pinap (en donde Daniel Ripoll era secretario de redacción) describe la personalidad de los integrantes del trio: Claudio, el guitarrista, es casi un intelectual: frio, lógico, sabe demostrar sus ideas con palabras asombrosamente ajustadas. Estas aptitudes ya las utilizó a otro nivel: como conferencista. Alejandro vive ensimismado en su instrumento, el bajo. Es difícil que vierta opiniones y constantemente está como distraído, viajando. Javier Martínez, el batero, es un caso serio: posee el humor más ácido de todos los músicos de Baires, sus ideas musicales están perfectamente definidas y es él en alguna medida la parte ideológica del grupo, a su insistencia en el blue (sic) y el soul se debe la existencia de Manal. Es autoritario. Nunca discute sus pensamientos con nadie, solo a veces asiente ante una idea o sugerencia de sus otros dos compañeros, sobre todo de Claudio, al que parece respetar intelectualmente”.

Luego de esta presentación, la entrevista, intitulada “Somos divagantes”, se adentra en bloques temáticos muy interesantes, en los que los muchachos dan cuenta de sus ideales, intereses, proyectos y visiones musicales y de lo social y cotidiano:

 

DURACION:
PINAP: ¿Hasta cuándo creen que puede durar Manal?
Javier: ¿Y esa pregunta por qué?
PINAP: Porque tradicionalmente los conjuntos argentinos no suelen durar demasiado tiempo…
Claudio: Es cierto, pero nosotros no vivimos con esa idea de final. Además, en todo el mundo la duración de los grupos es corta. Excepto los conjuntos de gran éxito que para mantener imagen cambiaron algún integrante.
Javier: Manal no va a desaparecer porque no tenga éxito; siempre va a existir porque no dependemos del éxito.

RECITALES:
PINAP: Ustedes son uno de los pocos grupos que se consagró en los recitales, ¿qué piensan de ellos?
Alejandro: Nos sentimos un poco desilusionados con los recitales.
Claudio: En la mayoría de los que hicimos creemos que había un grupo de gente a la que no le interesaba nuestra música: iban por la reunión social, porque ellos no lo entienden como una cuestión de prestigio y status.
PINAP: ¿No es eso un precio que tienen que pagar por ser los precursores…?
Alejandro: Hubo varios conjuntos que ya pagaron ese derecho  de piso (Los Gatos, Shakers, etc.) y lo pagaron caro.
Javier: Algún día vamos a tocar exactamente para nuestro público: aunque sean dos docenas de personas.

IDEOLOGIA:
PINAP: Quizás por primera vez la música joven argentina se está sustentando en una manera de pensar y de vivir. ¿Es totalmente cierto eso?
Claudio: Es posible que esa sustentación se esté produciendo en algunos conjuntos, no en todos. Lo que nosotros hacemos implica una sugerencia de amplitud mental.
Javier: Nuestra imagen y la música que hacemos inconscientemente producen un choque y determinada reacción que a mucha gente no le conviene.
Alejandro: El pelo largo es lo que más asusta…


GRABACIONES:
PINAP: Ya que dicen que no dependen del éxito, ¿creen que se justifica la edición de simples que generalmente están destinados a la promoción y a la venta masiva? ¿Por qué no sacan solo Long plays?
Claudio: es cierto: editar un simple implica un esfuerzo de elección inconscientemente dirigido que a veces puede traicionar la línea de un conjunto.
Javier: Grabar nada más que Long plays es interesante, pero a veces algunos temas convienen para simple porque son una unidad. “No pibe”, el último nuestro, no lo calculamos para que sea comercializable y no tuvimos ningún tipo de presión al grabarlo.

TRABAJO:
PINAP: Se dice que ustedes ensayan muy poco, ¿a qué se debe?
Alejandro: Yo no tengo un buen instrumento, quizás por eso. Estoy mufado…
Claudio: Durante mucho tiempo no tuvimos con qué, ahora estamos más o menos. A veces suplimos eso con técnica: cualquier artista al presentarse ante una platea tiene que lograr un nivel técnico tal que su menor rendimiento sea apreciado por el público.
Javier: Nunca hay que menospreciar al público, hay que tocar a todo lo que se da. Generalmente nosotros improvisamos mucho en el escenario: es una de las características de nuestra música y…
PINAP: ¿Es eso un justificativo por la falta de ensayo…?
Javier: ¡Qué justificativo, ni justificativo! Lo del ensayo aparte, te digo que nosotros improvisamos, que llegamos al free, a la libertad total. Hay temas en que nos regimos por algunas pautas o pies, después chau: la mano improvisa.

DEFINICIONES:
PINAP: ¿Cómo definirían cada uno de ustedes a los otros dos?
Javier: Alejandro es musical, impulsivo y héroe romántico. Claudio: Intelectual, también un poeta, ambas cosas doctoralmente.
Claudio: Alejandro: musical, violento enamoradizo. Javier: mental, musical, inconformista.
Alejandro: Somos divagantes.



miércoles, 2 de diciembre de 2015

QUE SEA ROCK Y BLUES, entrevista a Claudio Gabis



Sin lugar a dudas, Claudio Gabis (Buenos Aires, 1949) es uno de los guitarristas más influyentes de la historia del rock argentino. Inventor de un estilo propio en la guitarra blusera, es un pionero que hizo camino al andar en estos 50 años de música rock nacional. Porque nadie pudo sustraerse a su sonido guitarrero, presente en los álbumes del mítico trío Manal o en La Pesada, esa superbanda liderada por Billy Bond. Además, Gabis se dio el lujo de editar, como solista, dos álbumes incendiarios en la primera mitad de los 70. Luego, durante los 90, Claudio homenajeó, junto a un seleccionado de artistas invitados, a buena parte de lo mejor del repertorio clásico del rock vernáculo en sus dos discos Convocatoria, una auténtica monografía musical. ¿Algo más? No, no le hizo falta más que un puñado de álbumes para dejar grabado a fuego su sello en el rock de acá. Justamente, en esta charla recorrimos algo de su trayectoria, incluyendo su magistral labor docente que no se detiene, tanto en España (donde vive desde hace muchos años) como aquí, en donde ofrece auténticas clases magistrales.

ENTREVISTA> ¿Cuándo empieza la música en tu vida?
Cuando era muy pequeño. Mis padres eran melómanos, escuchaban música todo el día. O era la radio, o eran los discos de 78 rpm, pero en mi casa nunca paraba la música.

¿Cuáles eran tus influencias musicales en esos primeros años?
Al principio consumí y me aficioné a la música que escuchaban mis viejos, o sea tango, folclore y clásica. Ya adolescente, empecé a escuchar mucha música popular, sobre todo rock americano, un poco de jazz y, sin saber bien lo que era, rhythm & blues, la denominación que en esos años se le daba a todo lo relacionado con el blues (Ray Charles, por ejemplo). Entonces aparecieron los Beatles, Dylan y los Stones, y mi gusto se inclinó drásticamente hacia todo ese mundo de música nueva que invadía el planeta.

¿Y cómo te decidiste a ser guitarrista?
Porque en la década del 60, cuando decidí tocar un instrumento, la elección más apasionante era ser guitarrista. Ningún instrumento superaba a la guitarra. Todos, hasta los pianistas o los psicólogos, querían tocar guitarra. En el blues y el rock, la guitarra y el que la toca son figuras inseparables, como en la mitología griega el Centauro, mezcla fantástica de caballo y jinete.

Ok. Y ahora, después de tantos años de profesión, y de todas las que utilizaste, ¿tenés alguna guitarra preferida?
Mi preferida es la Repiso del 62 que todavía conservo. Con ella grabé el primer álbum del trío Manal, temas como “Avellaneda Blues”… y muchas de las mejores cosas que hice en mi carrera.

INVENTANDO EL BLUES PORTEÑO

¿Cómo se da la génesis de Manal, y cuando los conocés a Javier Martínez y Ale Medina?
Conocí a Javier en el Instituto Di Tella, en donde ambos participábamos de un happening llamado Be At Beat Beatles. Charlando durante un ensayo del espectáculo, nos enteramos de que ambos amábamos el blues. Hoy eso no parece un dato importante, porque todos saben lo que es el blues, pero en ese momento CASI NADIE sabía en Buenos Aires que el blues era un género diferenciado del rock y el jazz. Javier fue el primer músico que encontré que estaba muy enterado de ese estilo y quería tocarlo. Muy poco después de conocernos, Javier me propuso montar un grupo. A Alejandro lo conocí también en el Di Tella. Tocaba con los Seasons, que era el grupo favorito de los pintores y plásticos de ese ambiente. Me hice amigo de cada uno por separado, porque se conocían de La Cueva y los bares, pero no había mucha afinidad entre ellos.

Pero, antes de lo de Manal, ¿cómo fue tu paso por los primeros Abuelos de la Nada?
Muy breve. Miguel (Abuelo) me invitó a integrarme a su banda, que aún estaba en formación, y me pidió que participara en la grabación programada por el sello CBS de su primer simple. Así fue como toqué en “Diana Divaga”. Estaba todo bien, pero yo no quería tocar ese tipo de música. Como ya estábamos planeando el grupo con Martínez, le dije a Miguel que no contara conmigo como miembro fijo de su proyecto, así que salió a buscar guitarrista, encontró a Norberto (Pappo Napolitano) en plaza Francia y con él grabó la cara B del disco, “Tema en Flu sobre el Planeta”.

¿Cuál es tu recuerdo de aquellos años del comienzo del rock argentino grabando con Manal para Mandioca, uno de los primeros sellos independientes del país?
Muy gratificantes y emotivos. Trabajábamos con mucha ilusión, con muchas ganas, teníamos plena libertad creativa, estábamos rodeados de gente que nos apoyaba con pasión y muy decididos a abrirnos paso a cualquier precio. Era una época muy estimulante, y aunque el panorama artístico era mediocre, como ahora, estaba todo dado para cambiar las cosas.  ¡¡¡Y eso fue lo que logramos, nada menos!!!

Uno de los temas más paradigmáticos del primer álbum de Manal (1970) es “Avellaneda Blues”, y una vez contaste que surgió de tus incursiones nocturnas por las vías de Avellaneda. ¿Alguna vez volviste a pasar por esos lugares que te inspiraron esta canción?
En cada visita que hago a Buenos Aires vuelvo, indefectiblemente, a esos lugares. Me acompaña casi siempre mi amigo guitarrista Jorge Senno. Con él paseamos, saco fotos, tomamos una cerveza en algún bar de Gerli o Avellaneda, nos sentamos a mirar los puentes del Riachuelo… Siempre se vuelve al lugar del crimen…

¿Es cierto que casi toca Pappo en Manal?
En el verano de 1969 estábamos tocando una temporada en Mar del Plata. Pappo vino a pasar unos días con nosotros y surgió la idea de ser un cuarteto. Probamos un par de noches y sonaba fantástico. Pero ni Norberto ni yo queríamos compartir la función de guitarra solista. Una tarde me llamó aparte y me dijo, además, que él quería ser líder de su banda, y como Manal era una democracia, donde nadie mandaba a nadie, formar parte de nuestro grupo no correspondía a sus deseos. Todo esto con buena onda, por supuesto, porque éramos muy amigos. Al día siguiente se volvió a Buenos Aires y Manal siguió adelante como trío.

Muchas veces se dijo que Manal se separó, principalmente, por la mala relación que existía entre ustedes tres. ¿Coincidís con esta visión?
Más que “mala relación”, yo hablaría de profundas diferencias en todos los campos. Cada uno descubrió, al cabo de estar tres años juntos, que deseaba hacer una música distinta a la de los demás, una vida a su modo y cosas por el estilo. Sin embargo, fuimos muy ingenuos pensando -la historia lo prueba- que separados podíamos superar lo que habíamos conseguido juntos. Creo que hubo inexperiencia y también mucho individualismo. Javier había vuelto a pensar en su proyecto original, previo a Manal, de ser solista, Alejandro quería cantar sus temas, yo viajar… La separación fue necesaria, sensata e inevitable, pero en la práctica no nos benefició demasiado.

LA PESADA: EL GRAN SUPERGRUPO ARGENTO…

¿Cómo se da tu entrada en la Pesada?
De forma natural. Después de viajar por vez primera a Brasil, Jorge Álvarez y Billy Bond me proponen grabar un disco solista, utilizando como músicos a los miembros de La Pesada (Medina, Pinchevsky, Kubero, Isa Portugheis). Acepté y grabamos mi primer álbum solista. Alentados por el buen resultado, me invitan a integrarme y lo hago encantado, porque no había ningún conjunto de músicos tan bueno tocando juntos en ese momento. Esa formación estable de La Pesada a la que pertenecí fue el mejor grupo que tuve en mi vida, la mejor experiencia laboral y humana que conocí en mi carrera profesional de casi 48 años.

¿Cuál es tu opinión acerca de los sucesos del famoso concierto de La Pesada en el Luna Park en 1972?
Esa noche del 20 de octubre de 1972 mostró que el país estaba en llamas. Era un festival donde participaban las principales bandas de rock del momento. Como había mucha tensión en la sala, mucha represión en la calle, muchos nervios en todas partes, ninguna de ellas se atrevió a salir a tocar. Entonces mandaron a La Pesada al frente. Salimos, tocamos la mitad de mi tema “Fiebre de la Ruta”, muy popular entonces, y la gente empezó a invadir la platea (vacía porque era muy cara) y a derribar las rejas que la separaban de las populares. Todo se salió de madre, y Billy trató de encauzar los acontecimientos como pudo. Al ver que no había forma, enojado, soltó el famoso “rompan todo”,  un poco cagándose en la mala onda generalizada. La gente, entonces, se lanzó a destruir las instalaciones, los músicos ya se habían escapado y nosotros enfrentamos la ira policial. Billy fue detenido por un par de horas, porque no era responsable real de la violencia que, en realidad, reinaba en todas partes, no sólo en el festival. Luego, los medios de prensa aprovecharon para criticar desmesuradamente al rock y a los rockeros. Un desastre premonitorio de todo lo que después se desató en Argentina.

En la película y el disco de Rock Hasta que se Ponga el Sol (1973) haces un raga. ¿Qué te inspiró su composición?
Desde chico estuve en contacto con todo lo oriental. Mi madre practicaba yoga y era apasionada por la cultura asiática. Tenía discos de música clásica india, discos de Ravi Shankar que yo escuchaba asombrado. Cuando el sitar se popularizó a través de George Harrison, decidí que yo también quería hacer es música que me resultaba tan familiar. Al principio desarrollé una afinación personal para imitar la sonoridad del sitar, y así grabé el “Raga” en sus dos versiones, eléctrica (la del film) y acústica (la del disco del film). Luego me compré un sitar y desde entonces grabé muchos temas usándolo. Ahora tengo dos.

Antes nombraste a tu primer disco solista grabado con La Pesada (1972), que trae varios clásicos como “Blues del Terror Azul”, “Si Hubiera Sabido” o “La Fiebre de la Ruta”, una obra en la que, incluso, hasta te animaste a cantar. ¿Cuál es tu opinión de este álbum en la actualidad?
Me parece un álbum muy bueno, valiente, libre, y lleno de creatividad. Casi todos los temas se grabaron en primera toma, en un ambiente de camaradería y concentración ejemplar. Un trabajo muy gratificante, realmente, con muy buenos resultados artísticos.

¿En qué te inspiraste para escribir las letras de “Boggie de Claudio” y “Esto se acaba aquí”?
En mi decepción generalizada respecto a la naturaleza humana, y en especial, a los sucesos bélicos que, igual que ahora, asolaban al planeta.

IDAS, VUELTAS Y REVUELTAS

¿Y por qué decidís irte del país, luego de tu paso por La Pesada?
Porque quería conocer otros países, nuevas maneras de vivir, otras músicas, otras comidas. Y también porque tenía miedo en Argentina, me sentía sofocado por el curso que tomaba la realidad socio-política del país. Hice bien en irme, no me equivoqué, porque descubrí cosas interesantes y personas asombrosas. No todos están hechos para emigrar, pero a mí me gusta cambiar, mudarme, aunque siempre siga siendo un porteño, un argentino de ley.

Justamente, uno de los países en los que viviste bastante tiempo es Brasil, en donde hay una movida artística y musical impresionante. Allí tocaste con Ney Matogrosso y más tarde hiciste jazz en el grupo Index...
Sí. Me relacioné estupendamente con Brasil, en todos los aspectos. Es mi segunda patria. Su música me aportó armonía, dulzura, sensualidad, y los músicos que conocí me ayudaron a entender la música de una manera diferente, menos rockera pero muy enriquecedora, que me marcó definitivamente.

¿Cómo surge la posibilidad de estudiar en Berklee en 1976?
Surge más bien como necesidad. En Brasil me di cuenta de que no iba a ser una estrella toda mi vida, como había logrado ser en Argentina, y que si quería seguir haciendo música profesionalmente tenía que aprender muchas cosas. Así que vendí muchas cosas, me atreví a separarme de mi familia por un tiempo, y marché a Boston a estudiar. Fue una extraordinaria experiencia. Agradezco el haberme decidido a hacerla.

La Pesada: Gabis, Medina, Isa Portugheis y el Bondo; en "Tontos", el primer video clip argentino


¿Cuál es tu opinión de la vuelta de Manal en 1980 y del disco Reunión (1981)?
La vuelta de Manal fue muy buena, muy necesaria para nosotros y para el rock argentino. Cometimos el error de no acotar el encuentro, quisimos seguir adelante, pero los 80 venían con tutti, y la estética, muy fuerte, de los nuevos grupos, asociada a un desprecio por lo anterior y por la música profunda y seria, nos perjudicó. Además, volvimos a repetir nuestros viejos problemas de relacionamiento, sólo que siendo ya más adultos, y no hubo otro camino, a mi juicio, que separarse. También en este caso, pienso que fue oportuno y necesario, a pesar de lo que piense alguno de mis compañeros de entonces. Reunión es un disco excelente, de un Manal diferente y más maduro, con participación igualitaria de los tres como compositores e intérpretes, con gran sonido y excelentes registros.  ¡¡¡Me gusta mucho ese disco!!!

¿Cómo se te ocurrió la idea de hacer los dos álbumes  Convocatoria y cómo hiciste para poder llevarlo a cabo?
En 1994 le propuse a Alejo Stivel, cantante y gran productor argentino que vive en Madrid, hacer un disco mío con temas nuevos y  versiones de clásicos de nuestro rock nacional. Aceptó la idea, asumiendo producirlo de forma independiente para después negociarlo con alguna discográfica de las grandes. Entre los temas clásicos, el primero que elegimos fue “Jugo de Tomate”, pensando que Charly (García)  lo cantaba habitualmente en sus conciertos y que probablemente, dado el cariño y respeto que siempre hubo entre él y yo, aceptaría venir desde New York, donde estaba grabando La Hija de la Lágrima para registrarlo. Efectivamente, García aceptó y en una memorable sesión nocturna grabamos “Jugo” y, más tarde, improvisamos el “Maradona Blues”. A partir de su colaboración, fue fácil convocar a los más grandes de Argentina y de España, todos presentes en mi álbum. El trabajo tomó casi dos años, grabando en Madrid, Buenos Aires y Londres, y obteniendo altos resultados artísticos, en mi opinión. Aunque lo concebimos como álbum doble, el sello Warner, con el que firmamos inicialmente, decidió editarlo en dos volúmenes, apareciendo separadamente ambos en 1995 y 1997 en Argentina y Estados Unidos. En 1998, considerando que el sello no había cumplido, recuperé los masters y los renegocié con DBN, que los publicó en 2000 como doble, agregando dos temas con La Mississippi grabados ad hoc en Buenos Aires y con un magnífico arte gráfico de Rocambole. Es el único trabajo discográfico que conozco donde se reúnen tantos músicos notables de Argentina y España hasta la fecha.
  
A lo largo de todos estos años escribiste sobre armonía y composición (el libro Armonía Funcional, 2006), además de enseñar en numerosos cursos y seminarios. ¿Qué es lo que más te atrae de tu actividad como docente y escritor de material didáctico?
Enseñar me apasiona tanto como tocar. Es una actividad que desarrollo desde la época de Manal. Me he especializado mucho en pedagogía y considero que es una obligación de todo artista, sobre todo si se siente capaz de ello, transmitir sus conocimientos y formar a los que lo sucederán en el futuro.

EL ARTE NO ES UNA CARRERA DE FÓRMULA UNO…

¿Cuál es tu opinión acerca del rock nacional de hoy? ¿Escuchás y te gusta algún grupo o solista?
No tengo un conocimiento suficiente del rock argentino actual -la palabra “nacional” es usada en muchos países y no sirve para definir al nuestro- como para responder a esta pregunta. Sé que hay muy buenos músicos y grandes bandas, pero no conozco bien sus trabajos ni consigo identificar bien sus temas.

¿Y qué opinás de la caída de la industria discográfica y el auge de las descargas en Internet? ¿Cómo crees que esto afecta a los derechos autorales de los artistas y a la propia actividad profesional de los músicos?
La industria discográfica no ha caído en absoluto. Lo que sí sucedió es que casi no se venden discos, pero se descargan millones de temas y las compañías ganan tanto o más que antes. Existe un vacío legal que permite que algunas de ellas no liquiden las millonarias ganancias que obtienen a partir de esas descargas y de la publicidad que se realiza en los videos de YouTube, por ejemplo, a los artistas, pero creo que se terminará solucionando y volveremos a regularizar nuestras tristes economías de artistas. Es un momento de transición, como a principios del siglo XX, cuando aparecieron la radio y los discos y se dejaron de vender partituras. Hay que luchar para que se vuelvan a respetar nuestros derechos.

En el año 2012 salió publicada una nota en la Rolling Stone sobre los “100 mejores guitarristas del rock argentino”, en la que terminaste en la quinta posición. ¿Qué opinás de este tipo de encuestas?
El resultado de la encuesta de violeros argentinos de la RS me satisface. Figurar en uno de los puestos más altos de la lista es gratificante, sobre todo porque se me reconoce por un trabajo que desarrollé hace muchos años, más de 40, antes de desaparecer prácticamente de la escena rockera argentina. Me consta que fui el primero en desarrollar en nuestro país lo que hoy llamamos “guitarra moderna de rock y blues”, y lo hice creando un estilo original, reconocible, que posee muchos elementos de nuestras tradiciones y nuestra forma de ser musical y humana. Justamente en ese sentido, el primer lugar que ocupa Pappo es indiscutible, porque él llevó la idiosincrasia argentina a la guitarra eléctrica de la manera más cabal y pura. En cuanto a los que le siguen, Mollo, Lebón, Spinetta; son indudablemente grandes músicos, con muchos méritos, y merecen estar en el tope de la lista también. Como en toda encuesta de este tipo, hay quienes debieran, a mi juicio, estar más arriba, o más abajo, o ni siquiera figurar, y otros que faltan, pero esa es mi opinión, nada más. Está bien que se haga un trabajo como este y está bien la polémica que provoca, cuyo resultado más valioso es avivar la memoria de la gente. ¿Que si me hubiera gustado ser el primero? ¡Por supuesto! Pero esto no es una carrera de Fórmula Uno, sino un ranking de artistas basado en sus méritos, lo que supera aspectos técnicos o logros comerciales. Es una valoración del talento y el aporte que cada uno, a su manera, hizo en nuestra música de rock, y esa valoración no puede ser exacta, por supuesto, ni todos podemos estar cien por ciento de acuerdo. 

La última reunión de Manal, en octubre de 2014. Fue grabada y muy pronto será editada en CD y DVD.
 
¿Cuáles son tus proyectos actuales?
De todo: Viajar, tocar, componer, hacer algún nuevo disco, terminar la novela que estoy escribiendo y nuevos libros técnicos… ¡Pero te mentiría si dijese que quiero hacer una ópera rock o meterme en la política! Lo que quiero es vivir con sencillez, seguir creando y divertirme.

Emiliano Acevedo