martes, 29 de agosto de 2017

LOS METODOS MUSICALES DE JORGE MINISSALE



A lo largo de todo este año hemos tenido la fortuna de entrevistar a un buen número de seres apasionados por la música, personajes que hacen del acto de componer y/o interpretar canciones su arte, su experiencia vital única y definitiva. Uno de estos referentes es Jorge Omar Minissale. Guitarrista, cantante y compositor; Jorge es un tipo que puede pasarse horas hablando sobre grupos y solistas, sobre canciones y discos varios. En su riquísimo anecdotario entran nombres propios y ajenos. Y así trascurrimos esta charla que se extendió más allá de lo esperado en un café de Colegiales, a pasitos de Lacroze y Cabildo.

Con Jorge hablamos de todo, desde sus inicios musicales en su seno familiar, así como de su época adolescente cuando tocaba folklore acompañando a Aldo Monje y su consagración en Suéter, la histórica banda de los 80. De ahí a Radio Shakeaspere, pasando por Los Twist, la TV, otra segunda vuelta por Suéter (en pleno siglo XXI) y su riquísima experiencia –llena de rock & pop- en su grupo Mamporro. Interprete, estudioso, investigador y docente, Minissale es un laburante de la música, que hizo de todo en pos de su amor por este arte; y no por nada la entrevista termina dando cuenta del arte de la composición –y sus consecuencias-, en donde este músico revela un poco del delicado (y dedicado) proceso que le da vida a una canción, nada menos…

ENTREVISTA: ¿Cómo arranca tu carrera como músico?
Me dediqué a la música por mi padre, él fue músico toda la vida. El tocaba el acordeón; incluso, yo llegué a tocar con él: primero la batería, después, un poco, la guitarra. Mi padre vivió, y mantuvo a toda nuestra familia tocando mucho en una época en que la gente bailaba con las orquestas, no con los discos, y siempre había peñas (o fiestas) con tres o cuatro orquestas que hacían, cada una, un estilo especifico. La de mi viejo era la llamada “orquesta característica”, es decir, aquella que hacía muchos ritmos, desde pasodobles hasta los hits de ese momento. Yo me crie en ese ambiente, aparte, mi viejo daba clases de música en mi casa. Además, mi hermano –que es mayor que yo y toca la batería- empezó a tener sus grupos y a ensayar en mi casa.; y yo me volvía loco, maravillado, escuchando el sonido de la guitarra eléctrica. Yo sólo tenía 10, 11 años en ese momento y, obviamente, me echaban de todos los ensayos, pero siempre me las arreglaba para poder estar. A la vez de esto, mi hermano también estaba rodeado de gente que tenía discos, y así empiezo a escuchar la música de los Who, Cream, Jimi Hendrix… Imaginate, ¡cuando esos discos recién salían...! Así, me curtí escuchando música que -en ese momento- era para elegidos, porque no cualquiera podía escucharla; hasta que escuché Pappo´s Blues, Volumen 1, y ahí dije: “Tengo que tocar la guitarra…

¿Así de una, lo decidís luego de conocer la música del Carpo?
Sí, por ese y por el primer disco de La Pesada (el grupo de Billy Bond)... Y también por el primero de Aquelarre. Ya había escuchado a Almendra, Manal y todos los otros grupos iniciales, pero el primer disco de Aquelarre me pegó de una manera muy especial, y el de La Pesada, directamente, me volvió loco…

Discos en donde tocaban violeros muy grosos: Héctor Starc, Pappo, Claudio Gabis…
Sí, si, tal cual; lo de Héctor en Aquelarre era increíble, o lo de David (Lebón). Bueno, David es mi ídolo absoluto. Así es como que arranco como guitarrista, sin saber nada, y un poco a los tropezones, me compro mi primera guitarra eléctrica, un mamotreto intocable, que ni marca tenía; y me juntaba con un chico que vivía a la vuelta de mi casa que intentaba tocar el bajo. Con él y otro pibe que tocaba la batería hacemos un primer trío. Después, mi viejo me compró mi primera guitarra –más o menos decente- que era una Faim, con distorsionador. Luego, en la secundaria, más decidido a querer dedicarme a ser músico, empiezo a comprarme mejores instrumentos, equipos, y, creo, durante mi segundo año de secundaria, me meto en el Conservatorio de Morón –porque, yo vivía en Ramos Mejía-, y estuve dos o tres años estudiando ahí, pero no era lo que yo estaba buscando. Si bien yo tenía facilidad y todo eso, lo que yo quería era tocar como Jimi Hendrix. En esa época, en la Zona Oeste, donde yo vivía, los máximos exponentes eran Mam, el grupo de Ricardo y Omar Mollo; y yo me hago muy amigo de ellos. Ricardo ya tocaba como lo hace ahora…. Así que era increíble verlo, ya era un dios de la guitarra…

Ya estabas metido con todo en el rock…
Sí, porque al mismo tiempo, medio de casualidad, comienzo a relacionarme con gente –de otros barrios- que también se dedicaban a esto, y conozco a unos chicos que hacían una especie de rock sinfónico… Ahí, es cuando empiezo también a escuchar a Yes, Genesis, eso me cambió absolutamente la forma de ver la música. Creo que Close to the Edge (de Yes, 1972) fue un antes y después en mi vida, un descubrimiento increíble. Estos pibes del grupo eran un trío, en la onda de Emerson, Lake & Palmer, en donde el Pollo Raffo tocaba el órgano, junto a Marquitos Pusineri (batería) y un bajista. Entonces, ese trío que se llamaba Trigémino por lo de “tri”, igual, siguió con esa denominación, ya siendo cuarteto, cuando me incluyeron a mí, en guitarra. En ese grupo, ensayábamos mucho, haciendo música muy compleja…

¿Qué edad tenías ahí?
16, 17 años, pero, claro, yo era un queso, viste… En cambio, Raffo ya era un genio, un verdadero niño prodigio, un chico muy educado, muy buen pibe. Ahí nos hicimos como hermanos, y aún hoy sigue siendo uno de mis más grandes amigos. Incluso -a pesar que no nos vemos muy seguido-, estamos siempre en contacto, y hace tres o cuatro años volvimos a grabar toda la obra de Trigémino, porque (en su momento) nunca habíamos podido grabarla, y el único registro que había estaba hecho con un grabador mono, al aire; porque en esa época no existían aun los pads… La única forma de tocar era armando nuestros propios shows. Por eso siempre digo que la movida “independiente” viene de hace miles de años… En esos años también estaba MIA, el grupo de Lito Vitale, Juan (del Barrio), y ellos también estaban en eso de la “autogestión”. Es que, claro, las grandes compañías no nos contrataban, era imposible grabar un disco, los únicos que grababan eran tipos como Charly García o Luis Alberto Spinetta

Todavía era muy under la movida…
Nosotros, lo que hacíamos, era contratar un teatro –en esa época, habían muchos teatros de obras sociales, de sindicatos, salas hermosas para 300 espectadores-, y lo alquilábamos (con un arreglo de 60-40%), saliendo a pegar nosotros mismos los afiches, etc. Así fue que, con Trigémino, tocamos mucho y nos empezamos a foguear. Hasta que Juan (Raffo) se empieza a copar con el jazz y se va. Nosotros seguimos, incluso, aparece Andrés (Calamaro) para tocar en nuestro grupo. Andy venía de tocar en Raíces, luego él se va, seguimos un tiempo más, y ahí se corta lo de Trigémino. Eso ocurre en un momento en que yo estaba medio perdido, porque ya tenía la edad para hacerlo pero aún no había encontrado la forma de ser un músico profesional y poder vivir de esa que era mi profesión.

¿Tenías que trabajar de otra cosa?
Yo trabajaba de cadete con Juan Acosta, un amigo mío de siempre. Juan quería ser actor, yo músico, y laburábamos en la misma empresa… Así, él un día entra, con una valijita, al (Teatro) Maipo y se presenta en una audición de Gasalla, y yo, otro día, me presento a un ensayo, junto al baterista de Trigémino, y ahí conozco a Miguel (Zavaleta)…

ESCEPTICOS MANIFESTANTES

¿Miguel ya tenía pensado armar una banda?
No, la cosa es así, yo me enteré de este ensayo por medio de Marquitos Pusineri, con el que ya habíamos dejado de tocar juntos en Trigémino. Si bien, sabía que Miguel era el cantante de Bubu, yo lo conocía por (las revistas) El Expreso Imaginario, Pelo… No más que eso, viste. Todo era muy sectario, nosotros vivíamos en provincia y no íbamos a Capital, no teníamos contacto con músicos profesionales. Como estaban armando a un grupo para acompañar a un cantante, (Miguel) me pregunta si quería participar. En ese momento, él sólo tocaba el piano, no cantaba, y venia de estar divagando por Europa. Me acuerdo que ensayábamos en una sala que estaba a una cuadra de acá, en Federico Lacroze, en un lugar en donde también ensayaban Los Redondos –que aún no eran nadie…-, y en frente ensayaba (Raúl) Porchetto, que ya era un tipo groso, con todo el éxito que tuvo con el disco Metegol, grabado junto al trío que luego sería GIT. Bueno, de esa idea inicial de acompañar a un cantante, un tipo muy loco en una onda Frank Zappa, luego de hacer un par de ensayos, a Marquitos se le ocurre una idea y le dice a Miguel: “¿Por qué no hacemos un grupo nosotros, en vez de estar acompañando a un cantante?

Y se mandaron, nomás…
En ese momento, Miguel ya tenía compuesto casi todos los temas que luego estuvieron en nuestro primer disco (de 1982): “Como en un Barco Lleno de Lauchas”, “Sin Porteros”, “Su Única Diferencia”… Yo me acuerdo que escuchaba, como cantaba y tocaba el piano, y me parecía que era como Elton John; nunca había visto una cosa así… Como yo venía de mi época sinfónica en Trigémino, no estaba acostumbrado a tocar otras cosas, a pesar de que ya se venía con todo la onda new wave con The Police, y demás… Por eso creo que el primer disco de Suéter tiene que ver con mezclar, eclécticamente, el aporte de todos, de mezclar un montón de músicas, donde, por ejemplo, yo aporto “Métodos”, un tema muy experimental, loco, armónicamente muy deforme. Esa variedad era la impronta de la banda, eso era Suéter. Creo que el Suéter del primer disco es el más auténtico… En fin, antes, con el grupo debutamos en un festival denominado Homenaje a John Lennon, hecho en conmemoración del primer aniversario de su muerte, en el (teatro) Kraft; ahí debutamos con otra formación, también con Rogatti en la otra guitarra, sin teclados. Ahí estaba (Daniel) Grinbank, quien nos propone hacer un demo –que terminamos grabando en El Cielito-, con tres temas. Después, se van Rogatti y Marquitos Pusineri y aparece Juan del Barrio tocando teclados. Luego de hacer el demo -y como a Grinbank le gustaba mucho el grupo- grabamos nuestro primer disco, con Colombres en la batería, El Fleque Folino en bajo –luego, reemplazado por Gustavo Dónes, en la misma grabación-, Juan del Barrio, Miguel y yo. Previamente a grabar el álbum, habíamos hecho, durante tres o cuatro meses, una comedia musical, una versión muy bizarra de Romeo y Julieta, en el Teatro Coliseo –en plena Guerra de Malvinas-, en donde nosotros éramos la banda de acompañamiento, con música compuesta por Carlos Cutaia. Ahí hacíamos esa partitura muy compleja y difícil, mientras que continuábamos siendo una especie de niños malcriados, muy locos, una autentica jauría humana… Fue una época muy linda, efervescente y creativa.

¿El nombre del grupo a quien se le ocurrió?
A Miguel. Estuvimos todo un día pensando que nombre ponerle y no salía nada, y cuando nos vamos, nos dice, sentado atrás del (Piano) Rhodes: “¿Y si le ponemos Suéter?”, y nos gustó…

Contabas que habían empezado con Grinbank, de manager…
Sí, y medio con el pie izquierdo, porque hubo un mal entendido… Es como muchos dicen: “La leyenda cuenta que todos odiaban a Suéter” En realidad, no era que lo odiaran sino que no lo entendían. Nadie entendía que un pibe con bigotes, como Miguel, que no se hacia el langa, ni era un sex symbol –aunque lo intentaba…-, tocara una canción como “El Fugitivo”, y se pusiera un (piloto) Perramus, o saliera con toda la cara tapada… Y para mucha gente, que estaba saliendo de la dictadura, éramos el blanco perfecto de toda esa catarsis, y por eso nos tiraban de todo… Decí que no había venta libre de armas, que sino no hubiésemos sobrevivido… (risas) Y lo mismo le pasó a otros grupos como Los Twist, Virus… Era otra visión, bueno, la new wave era eso, un delirio pero acompañado por algo, porque los tipos tocaban muy bien y eran grosos, lo mismo que Los Abuelos de la Nada

¿El periodismo especializado los odiaba, también?
No sé si éramos odiados, creo que al periodismo les caíamos simpáticos porque hacíamos lo que ellos no podían hacer. Cuando sacamos el primer disco, no pasó nada, después, como Charly también era representado por Grinbank, nos proponen tocar con él en Ferro, en la presentación del disco Yendo de la Cama al Living (diciembre de 1982). Y ahí hubo un malentendido porque, a la vez que nuestra propuesta no era entendida, toda esa gente estaba re podrida y lo único que quería era ver a Charly, y por eso fueron tan agresivos con nosotros. A partir de ahí, comenzamos a hacer nuestros propios shows, todos los domingos, en un boliche que se llamaba Entreactos, en Belgrano, en forma independiente porque, claro, ¿a quién le podía vender, en ese momento, Grinbank un show nuestro? A pesar de eso, cada tanto, íbamos a tocar al sur, tocábamos en todos los lugares de acá: en Stud, La Esquina del Sol... Fuimos un grupo que se hizo de abajo, pero teníamos mucha convicción, porque nuestros shows sonaban mal, pero tenían actitud, y así nos empezó a seguir más gente…

¿Y qué pasa cuando alcanzan el éxito con “Amanece en la Ruta”?
“Amanece en la Ruta” no era ningún éxito. De movida, la canción más importante del segundo disco (Lluvia de Gallinas, 1984) era “Vivo de Noche”, “Amanece…” también era importante, pero (aun) no era “aquella canción emblemática”, viste; y no sé cuándo empezó a serlo. Es más, al principio no la queríamos poner en el disco. Me acuerdo de que habíamos empezado a grabar con (el ingeniero de sonido) Mario Breuer, pero como él estaba haciendo tres discos a la vez (Del ´63 de Fito Páez, Hotel Calamaro y el segundo nuestro), terminó quemado… Entonces, como Mario no puede terminarlo, lo agarra Amilcar Gilabert -un tipo grande que venía de trabajar con Serú Girán-, y éste también toma el rol de productor, porque lo nuestro (en la producción) era caótico; y ya teníamos “Amanece en la Ruta”, porque lo veníamos tocando hacía mucho, pero no nos gustaba porque nos parecía una canción melosa. Sin embargo, Amilcar nos dice que tenía que estar, sí o sí, en el disco porque iba a ser un éxito, y nos terminó convenciendo… Es más, de ese álbum, el tema que elegimos para hacer un video clip fue “Mamá Planchame la Camisa”. Ese fue uno de los primeros clips que se hicieron acá, y lo hicimos aunque no había casi ningún lugar en la tele en donde pasarlo… Pero, de a poco, seguimos creciendo. Por ejemplo, el segundo disco fue grabado en 16 canales –en los estudios Panda-, y para el tercero grabamos en 24, en ION, que era como llegar a la cima, grabar en un estudio que era como el “Abbey Road argentino”.

¿Cómo fue la grabación del tercer disco (20 Caras Bonitas, 1985)?
En ese álbum yo traté de cantar dos o tres temas, para abrir un poco el foco musical. Entonces, entramos a grabar, grabamos ese material, y terminamos el disco. Pero, luego, nuestra compañía (Interdisc, de Pelo Aprile) recomienda que (Charly) García revise el álbum, y éste deja todo el material de Miguel, pero saca mis temas, algo que para mí fue un golpe durísimo, porque yo había trabajado un montón para componer eso. A partir de ahí, ya nada fue igual. Hay que tener en cuenta de que Suéter, más que grupo, fue un colectivo musical, porque por sus filas pasaron millones de músicos, viste…

Pero, la diferencia es que vos venias desde el principio…
Claro, yo soy el que fundó la banda con Miguel, pero ya las cosas no eran las mismas, que se yo… Me acuerdo de la frase de García: “Estos temas tuyos son para otro disco…” entonces dije: “Bueno, tendré que hacerlo, nomás…” Así que empecé a armar Radio Shakespeare, y cuando empezaba a pegar Suéter, a aparecer hasta en la revista Antena, a tocar jueves, viernes, sábados y domingos; justo en ese momento, yo me fui, me bajé –con esa mentalidad “oportunista” que me caracteriza-, dije adiós, y quedé como un héroe -sin un sope-, pero nadie me puede decir nada…

¿Qué hiciste ahí?
Armé Radio Shakespeare y a meterle para adelante… Me dediqué con mucha furia a lo del grupo, pero quizás no era el momento, o yo no estaba del todo preparado para sacarlo adelante. Radio tuvo su momento, pero cuando llegamos a tener casi un contrato para grabar con El Cielito Records, hubo una vuelta atrás, justo nos agarró la híper inflación, y dijimos basta. Justo en ese momento comienzo a engancharme con Samalea y el Zorrito –a quienes conozco de chicos-; ellos estaban tocando junto a Charly –que estaba pasando por uno de sus mejores momentos-, justo se va el Negro García López del grupo de Charly y los pibes le empiezan a insistir para que yo sea su reemplazante; y así comenzamos a tocar, recorriendo todos los boliches de Buenos Aires. También, en esa época, junto a Fabián comenzamos a laburar en la tele con Petinatto, en donde formamos una banda fija en los programas Rebelde sin pausa y Cuidado con el perro. Cuando termina este proyecto televisivo, yo ya estaba metido en lo que luego sería Mamporro. Paralelamente a todo esto, siempre me mantuve estuve tocando en Los Twist, desde el 93.

Y muchos años después volvés a Suéter… ¿Cómo fue?
Sí, en el año 2000 nos empezamos a juntar, con la formación original, pero volvieron a ocurrir los mismas cosas de siempre, después de 20 años; así que ya está. Volvimos, tocamos durante un par de años, mucho por el interior, en casinos, y la banda sonaba realmente muy bien y nos divertíamos mucho, hasta que llegó el momento de querer grabar un disco, y ahí empezaron de vuelta los problemas. Además, luego de la muerte de Gustavo (Donés), ya nada fue lo mismo. Así que todo terminó ahí, fue un periodo que llegó hasta 2007, y no se logró nuestro objetivo de hacer un nuevo disco. Igual, yo considero que era muy difícil volver a recrear lo anterior, cuando aquel momento ya había pasado.

NO MIRES ATRAS

Antes y después de este regreso de Suéter estuviste en Mamporro. ¿Qué balance hacés de esa experiencia?
Hicimos un primer disco (Amplificador, 1996) muy rockero y crudo, en power trío, tipo Hendrix o Cream. Después, el segundo álbum (Palabras Armadas, 2000) fue muy experimental, porque le empezamos a meter muchos instrumentos exóticos –como el sitar-, cuerdas, etc., pero sin redondear la canción, por eso fue un disco “no radiable”; y, en cambio, el tercer disco (Nada es Demasiado, 2008) es una producción para pasar en la radio, y creo que tiene canciones de calidad y es popular a la vez.

¿Y porque no sigue Mamporro?
No sigue porque es muy difícil tener un grupo con gente grande, cuando los objetivos comienzan a ser distintos. Era muy difícil. No todos viven de la música, no es lo mismo que armar un grupo cuando sos chico, ¿no?   Cuando sos pibe, podés darte el lujo de un montón de cosas, pero con más años encima, la vida te cambia y empezás a ver las cosas de otra manera. Además tuvimos un par de problemas con el management y ahí medio que se empieza a desbarrancar todo…

¿Cómo te metiste en la enseñanza?
Hace muchos años, decidí no acompañar cantantes porque no me banco los años sabáticos, digamos, y como -por suerte- no tengo que acompañar a nadie por necesidad, puse toda mi energía en dedicarme a lo mío. Doy clases a full –que, me encanta-, es mi trabajo; no es que me aboqué a la enseñanza, lo hago porque es mi oficio. Yo soy músico desde que me levanto hasta la noche, no hago otra cosa. Estoy 7 u 8 horas tocando la guitarra, todos los días, todo el año. En sí, yo empecé seriamente en la docencia, luego que termina Radio Shakespeare, y me invitan de Berkley, cuando ellos establecen una cabecera acá -que después se conoció como la Escuela de Música Contemporánea-, a fines de los 90. Ellos me llamaron para dar una cátedra de rock y blues y otra de ensamble; una experiencia buenísima. Trabajé cuatro años ahí, y fue muy intensamente, y cuando dejé de trabajar ahí, seguí por mi cuenta. El enseñar me mantiene en la veta, componiendo, estudiando siempre; me gusta muchísimo estudiar. Se me da más por escribir que ponerme a tocar la viola, no me va eso de ser un guitarrista exhibicionista. En sí, en mi música, me interesa más el tema de la composición y cantar; y mi labor de guitarrista la dejo para cuando toco en la banda de Pablo (Sbaraglia), ahí sí me mando a hacer solos bien rockeros y eso…

¿Qué estás haciendo ahora?
Ahora, luego de terminar lo de Mamporro, estoy en un momento bastante particular, en camino a largarme, con mi nombre, en un proyecto solista, y esta es una experiencia nueva, más distendida porque no tengo la obligación de tocar con un grupo de gente determinada, ni componer una música o tocar instrumentos específicos…

¿Y a este proyecto solista, como lo imaginás, más rock o pop?
A mí me interesa cruzar las cosas. El rock es aquello con lo que me crié, me sale fácil, pero vamos a ver, porque el hecho de tocar con otra gente también te genera otra impronta y, entonces, aquel tema que tenías compuesto pasa a ser otra cosa. En verdad, no estoy acostumbrado a trabajar solo, por eso el hecho de pasar a ser solista es todo un desafío. Yo siempre pienso que la música tiene que estar hecha para que la disfrute la gente, y no ser un producto solo para elegidos, la música tiene que ser popular, veremos si podemos hacer música que sea popular y también de calidad. Hacer una música que hable sobre cosas que le pasa a la gente y tratar de hacer un disco que no caiga en los lugares comunes, digamos, y tener como referencia a todos esos grandes artistas que me apasionaron.

DE UN CORAZON DIRECTO AL OTRO

¿Qué te inspira a la hora de componer?
Yo todo el tiempo estoy componiendo. Son esas cosas, viste. A lo mejor estoy jugando con una secuencia de acordes y me pregunto: “¿Adónde vamos?”; y cuando me digo esto empiezo a tener un menú de opciones. Como verás, no soy de los compositores que hacen diez temas en una noche, no creo en eso. Dirigir una película tiene mucho que ver con componer una canción, porque uno va como armando una historia; y el núcleo de lo que uno quiere decir lo dice en un momento determinado de la obra. Es muy interesante, el ponerse a componer es un momento íntimo, impagable, viste. Yo me doy cuenta cuando estoy listo para decir algo, para sentarme a componer. Uno se siente como efervescente y te ponés a escribir algunas frases en un cuaderno y eso te dispara a otro lugar. Una vez le preguntaron a Spinetta que hacía primero, si la música o la letra, y él dijo que se dejaba llevar por la melodía, que a lo mejor tenía una secuencia de acordes, tarareaba algo, y después trataba de encapsular palabras en eso; que es un poco lo que yo siempre hice. Después están los otros, por ejemplo Sabina, que es un tipo que primero escribe la letra y después le pone música. Por eso, si vos te ponés a escuchar las canciones de Sabina, en su música no vas a encontrar una riqueza, sino a un tipo que dice, que te cuenta una historia…

Claro, será por eso que algunos –entre los que me incluyo-, somos más enamorados del sonido más que de la letra, y no nos podemos enganchar con compositores como Sabina…
Ahí va. Y yo no sé si eso no le abrió la jaula a un montón de gente que no hace cosas de calidad, porque, si bien, escribir es difícil; hacer música es muy difícil. Escribir tiene que ver con algo que uno hace diariamente, y está relacionado con la comunicación. Por supuesto, no todos podemos ser poetas; pero dominar un instrumento musical no es para cualquiera. Yo tampoco tengo la última palabra, ¿eh? No quiero sonar como que lo que digo sea la verdad absoluta, es lo que me parece a mí, nada más. A lo mejor, hay algún punto de contacto con otro que piensa lo mismo. Muchas veces escucho que me dicen (de alguna canción): “No, pero mirá las cosas que dice, está buenísima la letra…” A esos les diría, que si les interesa tanto eso – de privilegiar la letra por sobre la música- porque no se compran un libro, mejor. O, acaso, ¿no leen, no se forjaron leyendo? De ser así, entonces, no pueden escuchar a los Beatles, los Rolling Stones, ni nada… Porque si los pusiera a escuchar a los Beatles, con esas letras que decían –en especial, en sus primeras tiempos-, “hey, hey, te amo, te amo”, “hola, adiós”, o lo que sea; que podrían decir, que es una pelotudez… Pero, claro, -por eso yo siempre escuché música en inglés- porque para mí la voz, en esos temas, era un instrumento más. Por eso, también, Bob Dylan hizo tanto revuelo cuando apareció. Porque antes de él, las canciones decían, simplemente, “quiero tener tu mano”… Pero, a pesar de eso, cuando uno se pone a escuchar a Dylan -y aunque reconozca que es un patriarca, que puso patas para arriba al rock-, musicalmente, armónicamente, lo suyo no es un gran hallazgo… Dylan es un decidor, un profeta, o lo que vos quieras; pero no un gran compositor (de melodías)...

Como tampoco Leonard Cohen, Tom Waits, y demás…
Bueno, sí, la lista sería enorme. Yo hablo de la música… Ahora bien, por otro lado, también tenés compositores como Charly

En él se conjugan las dos cosas…
Y sí, ¿pero porque no tenés 10 o 20 tipos como él en el rock actual? No los hay, porque tenés que pasarte mucho tiempo estudiando y nadie quiere hacerlo. Porque es muy fácil tocar rock, pero no cualquiera es Chuck Berry. Si querés copiamos sus acordes y los tocamos, pero a ninguno de nosotros se nos ocurrió inventar eso, sino a él…

¿Y cómo ves el panorama del rock a futuro?
Me parece que ahora es todo lo mismo, suena todo igual. Puede haber algún grupo como Muse, que trata de hacer algo distinto, pero también es un embole… Con todo respeto lo digo, me aburren, lo mismo que Mars Volta, que está buenísimo, pero los escuchan diez locos nomás… Insisto, es muy fácil hacerte el sabio, y crear una música “experimental”. Yo, ahora mismo, me pongo a golpear esta taza con una cuchara, hago un loop sobre esto, le pongo un montón de voces hablando encima, y diez locos como yo te van a decir que esto es “genial”. ¿Y el otro extremo, cuál es? Agarrar un Do mayor, un La menor y hacer un tema; luego, agarrar una secuencia parecida, y hacer otro tema…

Así van saliendo como si fuera una fábrica de chorizos…
Es como me dijo alguien alguna vez: “Tenés que saber, pero no se tiene que notar”. Por ejemplo, agarrás un tema de McCartney, y el tipo sabe lo que está haciendo, pero no se nota. Lo mismo pasa en con las canciones de Elvis Costello, Billy Joel… Todos ellos saben cómo hacerlo, pero no se nota. Si se nota es porque que sos un rebuscado. Yo, a veces, a la gente le pregunto qué diferencia encuentran entre una zamba sencilla, divina, y un tango. ¿Y qué te dicen? “Ah, el tango es muy complicado…” ¿Pero, porque es complicado? Porque no cualquiera puede hacerlo, ya que tenés que saber… Tenés que saber, no hay otra. Y antes la música era hecha por gente que sabía. En la Argentina, a partir de los 90, se empezó a amplificar ese lema punk del que “cualquiera puede hacerlo”; pero este lema no llegaba asociado al punk, directamente, sino a un rock llamado rolinga, chabón, barrial, etc.… Entonces, como “cualquiera podía hacerlo”, se le empezó a perder el respeto a la música, al arte de hacer música. Cualquiera hace cualquier cosa y, como eso tiene un poder de convocatoria, se sostiene. Entonces, las nuevas generaciones que aparecen dicen: “Ah, pero mirá toda la gente que va a verlo. Hagamos esto…” Sin embargo, por otro lado, hay un montón de chicos que estudian, que se preocupan, que son músicos interesantes, tienen un montón de información, y están formados… Y, bueno, estarán esperando su momento…


¿Vos crees que podremos llegar a escuchar estas otras propuestas?
Yo creo que el rock va a quedar para la gente que es del palo…

¿Cómo que va a haber como dos corrientes, una de rock masivo y otra dedicada a propuestas más arriesgadas que rompan con el paradigma actual?
No lo sé. Sin embargo, ya hay muchos lugares under adonde la gente va para sentirse diferente; pero, bueno, eso siempre fue así. La diferencia es que antes buscábamos diferenciarnos de “lo comercial”, pero ahora ya no existe más “lo comercial”, y eso fue reemplazado por lo llamado “barrial”, si querés… No sé, quizás eso sea lo que tenga que ser; porque tampoco me interesa ser la palabra autorizada de nada, ni que me vean como un patriarca por decir esto…

¿Cuál es tu relación con las guitarras?
No soy un tipo que se casa con una guitarra y no usa otras. Mi guitarra de siempre, la que tengo en el ropero, es la Fender Stratocaster, es la misma con la que grabé todos los discos de Suéter, pero hace un par de años que no la estoy usando. Ahora estoy tocando mucho un modelo Telecaster muy rara, que ni siquiera es una primera marca sino una Squire, con un sonido más de caja, sin llegar a una 335, que es una guitarra muy versátil. Esa Telecaster es una guitarra maravillosa, tiene un timbre muy cristalino y no es súper pesada, pero podés apretarla y te da una respuesta. Yo tengo una forma agresiva de tocar la guitarra. La Les Paul me resulta demasiado gorda por momentos, por eso ahora estoy tratando de conseguir una Les Paul pero con micrófonos de 90, que son más simples. En resumen, siempre elijo las marcas clásicas: Fender o Gibson, no me gustan ni PRS o Ibanez... Ninguno de mis ídolos tocó una guitarra de esas marcas. Por eso, nunca podría tocar esas otras marcas de guitarra, porque no me representan. Lo demás es pura cháchara, puro ejercicio, obviamente, pero no es para mí. Como guitarrista, no me siento identificado ni con la velocidad ni con la pirotecnia… ¿Sabés que pasa? Tocar la guitarra o el piano, es como hablar. Es como si vos escucharas a alguien que habla rapidísimo todo el tiempo, al principio te causa gracia, pero luego te cansa; y con la música pasa lo mismo. No me interesa el exhibicionismo al pedo, por eso yo siempre elijo y en donde otros ponen 10 notas, ponele, yo pongo solo una…

(Entrevista realizada en noviembre de 2011. Jorge Minissale finalmente editó su primer disco solista, Justo y Necesario, a fines de 2014. En este 2017 se encuentra terminando la grabación de su segundo álbum solista)

Emiliano Acevedo



domingo, 27 de agosto de 2017

YES, Fly From Here: La revancha del "Yes-Buggles"



Diez años habían pasado desde Magnification (2001), el último álbum en estudio de Yes, y cuando muy pocos esperaban una nueva producción, el grupo sorprendió a sus fans con la publicación de Fly from Here, su vigésimo disco, a mediados de 2011. Un álbum muy bien elaborado y que contaba con la soberbia producción de Trevor Horn. Sí, era el regreso del famosísimo productor, ex cantante de Yes en el disco Drama (1980) –esa vez, en reemplazo de Jon Anderson-, que no colaboraba con el grupo desde Big Generator (1987), el álbum que siguió a esa otra producción de Horn que se convertiría en el disco más exitoso y controversial de toda la trayectoria de Yes: 90125, editado en 1983.

Un regreso inesperado, el de Horn, que se sumaba al de Geoff Downes en los teclados, como miembro full time del grupo. Sin dudas, era un cuasi regreso del “Yes-Buggles”, ese que conformó el dueto de Horn y Downes, junto a Steve Howe, Chris Squire y Alan White; en 1980, cuando se fueron Anderson y Wakeman. Estaba más que claro que los tiempos habían cambiado (y mucho) desde Drama, y ni que hablar desde 90125. Ya no reinaba ni el pop ni la new wave. Sin embargo, la formación que grabó Drama se merecía su propia “revancha”, y aquí la tenía, con la edición de este Fly from Here, que recogía buena parte del imaginario sonoro de aquella producción de 31 años atrás, que pretendió aggiornar el sonido progresivo de Yes a los años ochenta, inyectándole potencia y dinamismo. Claro, en 2011 la historia es bien diferente, y quedaba poco del pop vintage, sintetizado y electrónico de los Buggles de aquellos primeros ochenta, así como tampoco había casi lugar para el virtuosismo desbordado de Tales from Topographic Oceans (1973), el impresionante álbum doble de Yes, súmmum del rock sinfónico más pretencioso. Sin embargo, este Fly from Here sintetizaba algo de lo mejor de ambos mundos. 




Como dijimos, otra de las sorpresas que traía este álbum es la cuasi “reunión” de la formación que grabó Drama en 1980, ya que a la participación del mencionado Horn –que además de producir, hacía coros, tocaba algunos teclados y hasta hacía un cameo en el nuevo clip del grupo-, se sumaba la presencia del gran Steve Howe en guitarra, ese mastodonte del bajo llamado Chris Squire, Alan White en batería y la vuelta (luego de 30 años) de Geoff Downes en teclados. Otra vez no estaban ni Jon Anderson ni Rick Wakeman, distanciados del seno del grupo desde hacía más de seis años –aunque el hijo de Rick, Oliver Wakeman, sí participaba en un par de temas, componiendo y como tecladista auxiliar. El vocalista encargado de la difícil tarea de reemplazar a Anderson fue el canadiense Benoit Davis, quien cumplió una tarea solvente y digna, con su registro vocal parecido al de Jon, pero sin llegar a la parodia de la imitación. Lamentablemente, lo que sí faltó en Fly from Here fue esa tendencia hacia la polirritmia, que caracterizó históricamente al grupo, y el virtuosismo instrumental desbocado de otros tiempos (salvo en el instrumental “Bumpy Ride”). Aunque, quizás, en este caso, “menos sea más” y por eso este nuevo álbum se convertiría en uno de los mejores que Yes editó desde 1991 hasta la fecha.

Para empezar, su primera parte estaba compuesta por una larga suite –formada por cinco partes diferentes- llamada “Fly from Here”, un temazo que actualizaba la tradición prog del grupo al nuevo milenio, dándole una vuelta de tuerca al estilo, con una acertada mixtura de pasajes de románticas baladas y piezas electrónicas de espíritu folk. La historia de este largo tema fue muy curiosa y tenía su origen en 1980, en el mismo momento en que Horn y Downes entraron al grupo. Antes de unirse a Yes, ambos le acercaron a Squire, Howe y White un demo que habían compuesto para Buggles, intitulado "We Can Fly from Here". Ese demo, finalmente, se quedaría fuera de Drama, aunque sí formaría parte de la subsiguiente gira llevada a cabo por Yes, durante la segunda mitad de 1980. Luego de la separación del grupo en abril de 1981, Horn y Downes grabarían otro demo de "We Can Fly from Here", en esta oportunidad en forma de una suite de dos partes. Este segundo demo de la canción era uno de los principales candidatos para formar parte del segundo álbum de The Buggles: Adventures in Modern Life (1981), sin embargo, tampoco entraría en ese disco. Apenas sería un bonus track de la reedición de este álbum en 2010. Finalmente, ambos demos, más una tercera parte compuesta para la ocasión, se convertirían en la base de "We Can Fly", "Sad Night at the Airfield" “Bumpy Ride” y "Madman at the Screens"; las otras partes de esta larga suite de 25 minutos, que sería el núcleo de este nuevo disco de Yes.

La segunda parte de este álbum no estaba tan elaborada, pero igualmente era muy disfrutable. Ahí nos encontramos con “The Man You Always Wanted Me to Be”, una bonita canción compuesta y cantada por Squire. Luego llegaba "Life on a Film Set", otro tema corto, pero con una esencia cercana al espíritu de Drama, en especial por el sonido vintage de los sintetizadores de Downes. Esta canción también estaba basada en otro demo de Buggles llamado "Riding a Tide". Por su parte, “Hour of Need” era una muy linda balada compuesta por Howe. Justamente, uno de los momentos más destacados de Fly From Here fue “Solitaire”, un instrumental también compuesto, en forma magistral, por un inspiradísimo Steve en guitarra acústica. Este tema, sin dudas, estaba a la altura de las mejores performances acústicas de toda la carrera del guitarrista, lo que ya es mucho decir. Y así llegamos a “Into the Store”, un alegre tema “rápido” que nos hacía acordar -salvando las distancias- a ese magnífico “Tempus Fugit” que cerraba Drama


En resumen, los gloriosos dinosaurios sinfónicos estaban de vuelta. Incluso, con otra extraordinaria tapa dibujada por el legendario Roger Dean, que recreaba la esencia de Drama, mostrando otra escena de la fauna animal y vegetal incluida en aquella imaginaria futurista y despojada. Lamentablemente, esta buena racha no iba a durar…



Y es que la sinuosa trayectoria del grupo se aprestaba a escribir nuevos capitulo inesperados. Empezando por la expulsión de Benoit David, por “mediocre”, en especial debido a sus pobres desempeños sobre el escenario, luego de finalizar la gira europea en diciembre del 2011. No habían pasado ni seis meses de la edición de su último álbum de estudio y Yes se volvía a quedar sin cantante. Benoit David sería reemplazado por un “clon” de Jon Anderson: el joven cantante de Glass Hammer, Jon Davison, en febrero del 2012, embarcándose en otra gira por Estados Unidos y Japón.


En 2013 se publica el mediocre e inopinado disco Heaven and Earth, con la producción de Roy Thomas Baker, el último álbum de estudio con Chris Squire, quien falleció el 27 de junio de 2015. De esta forma Yes quedaba sin miembros originales en su formación, siendo, tras la muerte de Squire (quien también fuera el dueño del nombre de la banda), Steve Howe el miembro más antiguo. Parecía el triste final del grupo, sin embargo no fue así. Posteriormente, en este 2017, por fin ingresan al Rock And Roll Hall of Fame, y siguen haciendo shows en vivo, ahora con el regreso del mutiinstrumentista Billy Sherwood, en bajo, reemplazando a Squire


¿Últimas imágenes del naufragio? Por ahora, Yes, uno de los últimos dinosaurios del rock sinfónico de los setenta que sigue en pie, se niega a morir… Esperamos nuevas noticias al respecto, para escribir más capítulos de esta saga rockera sinfo-progresiva.



Emiliano Acevedo