Películas (1977), álbum grabado en los míticos estudios Ion, fue la segunda producción de La Máquina
de Hacer Pájaros, el súper grupo de rock sinfónico formado por Charly
García (teclados y voces), Carlos Cutaia (piano), Gustavo
Bazterrica (guitarra), José Luis Fernández (bajo)
y Oscar Moro (batería). Cinco músicos descomunales al servicio
de un proyecto genial que puso patas para arriba al rock argentino en el bienio
1976-77, junto a Crucis y Alas. En lo que respecta
a su segundo álbum, La Máquina elabora una producción repleta de momentos musicales
de gran factura, en donde sus músicos mixturan el rock progresivo con el jazz
rock o, incluso, la música ciudadana. Esto se advierte en "Obertura
777" (Charly García / José Luis Fernández / Oscar Moro), un tema
instrumental con melodías y arreglos casi tangueros.
"Marilyn, la cenicienta y las mujeres"
(Charly García) es otra historia. Partiendo de una letanía hacia Marilyn Monroe
y su muerte, la letra pasaba por la historia del clásico cuento infantil, para
terminar encontrando como García sintetizaba su propia visión acerca del género
femenino y de cómo los hombres nos relacionamos con las mujeres. Un muy buen
tema que recuerda, en cierta forma, los mejores momentos de Instituciones,
el celebrado tercer álbum de la Sui Generis. Esta canción está dividida
en tres partes enfocadas en los caracteres del título, desembocando en un
final, en el cual un coro de niños se une a la música del grupo.
Por su parte, "No te dejes
desanimar" (Charly García / Carlos Cutaia) es, seguramente, el mayor clásico del disco,
una canción no tan progresiva, pero con buenas armonías vocales y cambios
rítmicos. Su temática está centrada en los duros tiempos que corrían en esos
primeros años de la última dictadura militar y el desánimo que vivía gran parte
de la juventud de entonces. Una tónica que se relaciona con la letra de
"Que se puede hacer salvo ver películas"
(Charly García / José Luis Fernández), un tema que, desde su título, hace
referencia a esta misma problemática. Una canción muy elaborada que da cuenta
del carácter escapista predominante en gran parte de la sociedad durante
aquellos años de plomo.
El lado B del vinilo empezaba con
"Hipercandombe" (Charly García), una soberbia mixtura de rock
progresivo y candombe. El resultado es un tema delicioso y muy rítmico, con una
letra hiperrealista e irónica, que habla de que "ya no hay más esperanza
en la ciudad" y que quizá no quede otra escapatoria más que emigrar hacia
ese país "espectacular" que se encuentra "lejos de acá".
Humor, paranoia y un relato descarnado en las líricas, mientras la música nos
envuelve con su ritmo frenético. Sin dudas, uno de los puntos más altos de la
fusión musical alcanzada por La Máquina de Hacer Pájaros.
La canción siguiente, intitulada "El vendedor
de las chicas de plástico" (Charly García / Gustavo Bazterrica), en clave
humorística enfoca un tema casi tabú para la pacata sociedad argentina de
entonces. Pero atención porque, a pesar de su título, la letra no hace
referencia sólo al comercio de muñecas de goma para la mera auto satisfacción
sexual, ya que, además, se centra en el machismo retrogrado de muchos hombres
hacía las mujeres, las conquistas ocasionales o prostibularias. No por nada, el
protagonista de la canción llega a la conclusión, irónicamente, de "que
no hay nada mejor que una nena de goma".
"Ruta perdedora" (Charly García / José Luis Fernández) es una hermosa canción de rock sinfónico
(con influencias del Genesis más pastoral) que se divide en dos partes bastante
diferenciadas. La primera, con una lírica melancólica y en clave "de
bajón", que recuerda a buena parte del viejo repertorio de Sui Generis; y
un superlativo final instrumental y progresivo. A continuación, el disco se
cierra con "En las calles de Costa Rica" (Gustavo Bazterrica), un
atractivo tema instrumental, en el que el Vasco se luce en la guitarra.
Incluso, citando un fragmento de uno de los solos, plenos de jazz rock, del
gran Al di Meola en el clásico Romantic Warrior, de Return
to Forever.
Sin dudas, un disco para no cansarse nunca de
escucharlo. Desafortunadamente, ésta sería la última producción del grupo. ¡Nos
quedamos con tantas ganas de más!
El jueves 27
de julio a las 19.30 horas, en el Teatro Monteviejo (Lavalle 3177, Capital Federal),
se realizará la presentación del libro Almas de Diamante: Memorias del Rock Argentino II, de Lautaro Castro, Maximiliano Ceci y
Eduardo Casali.
Editado bajo
el sello independiente Praga Ediciones, esta publicación cuenta con un prólogo
escrito por el periodista y músico Sergio Marchi, un experto en la
materia; y sendas entrevistas a músicos destacados como José Luis Fernández
(La Máquina de Hacer Pájaros), Eduardo Frezza (El Reloj), Osvaldo Favrot (Espíritu), HéctorPomo Lorenzo(Invisible),
Juan del Barrio (M.I.A.), Gustavo Moretto (Alas), David
Lebón (Serú Girán), Vitico (Riff)y Gustavo
Bazterrica (Los Abuelos de la Nada).
Cada uno de
estos protagonistas de nuestro rock retrató, através de un testimonio
sincero y vivencial, un período de florecimiento musical marcado por el rock
sinfónico, el jazz rock, pop rock y hard rock, en una recorrida histórica y
anecdótica por los principales acontecimientos rockeros de los años 70.
Justamente, y
aprovechando esta presentación venidera, charlamos con Lautaro Castro,
uno de los tres autores de esta nueva publicación, para que nos cuente como fue
la cocina de esta muy recomendable obra del periodismo rock argentino.
ENTREVISTA: ¿Cómo se les ocurrió escribir una serie de libros con
entrevistas a rockeros de las diferentes etapas del primer rock argentino? Todo nació en la Facultad de Periodismo y
Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. En el proceso de
Tesis para recibirnos, buscamos un tema que nos interesara. Entonces,
aprovechando nuestro gusto por la música, decidimos embarcarnos en esta
aventura. Hicimos un recorte histórico (de mediados de los 60 a principios de
los 70) y dimos forma a Silencio Marginal: memorias del rock argentino.
El material fue nuestra Tesis en 2014 y poco después lo publicamos formalmente
a través de la editorial Punto de Encuentro. Este año salimos con Almas
de Diamante, una suerte de continuación del primer libro y que lanzamos
en forma independiente.
Siendo chicos
jóvenes, que no vivieron esa época, ¿que los convoca a la hora de escribir
sendos libros sobre ella? ¿Son fanáticos de aquel rock?
Obviamente, el hecho de no haber vivido la
época hizo que agudizáramos nuestra investigación sobre bandas, artistas,
lugares emblemáticos de los rockeros. También tratamos de aprovechar al máximo
las entrevistas con los músicos para recrear lo mejor posible distintas escenas
y momentos que hicieron al movimiento de nuestro rock, siempre vinculado a un
contexto socio-cultural determinado. A medida que nos fuimos interiorizando en
aquellos años, valoramos aún más todo lo que el rock argentino le dio a la
cultura nacional. No sé si somos fanáticos, pero sí, a partir de nuestros
libros, consumimos mucho más rock argentino que antes.
Siendo tres los
autores, ¿cómo se dividieron los roles y las tareas con respecto a la
realización de entrevistas y la investigación?
En ese sentido siempre fuimos claros. Buscamos
que las entrevistas las realizáramos los tres, sin excepciones. Las inquietudes
de cada uno a la hora de entrevistar suelen ser distintas, así que eso puede
hacer al encuentro más provechoso. En cuanto a la investigación, cada uno lo
hacía por su cuenta y después nos juntábamos y poníamos los conceptos / ideas
sobre la mesa. En base a eso, planificábamos los encuentros. La escritura
también fue personal (tres capítulos cada uno) pero después la etapa de
corrección / edición era común. Cada uno sugería agregar o quitar tal o cual
cosa al capítulo del otro. Fuimos muy democráticos.
¿En base a que
criterio seleccionaron a los músicos entrevistados? ¿Tenían pensados los
nombres de antemano, o les fueron surgiendo mediante la investigación? Lo primero que hicimos fue hacer una especie
de mapa sobre lo que la escena del rock argentino ofrecía en aquel tiempo. Una
vez identificadas las bandas representativas, fuimos por los artistas. En
muchos de los casos buscamos que fueran músicos que no están del todo
difundidos o que quedaron algo rezagados en el ambiente. Por ejemplo, para Almas
de Diamante, entrevistamos a Gustavo Moretto, del grupo Alas;
José Luis Fernández (La Máquina de Hacer Pájaros) u Osvaldo
Favrot (Espíritu). Muchos de ellos cuentan experiencias riquísimas
que no son del todo conocidas acerca del movimiento.
¿Cuánto tiempo
tardaron en realizar las entrevistas, escribirlo y poder publicarlo?
Alrededor de dos años. Comenzamos con la
investigación previa en abril de 2015 y lo publicamos en enero de 2017.
¿Cómo fue la
respuesta de los músicos convocados? ¿Hubo algunos que se negaron a dar su
testimonio? Muy buena. Por
suerte todos los músicos a los que apuntamos nos dijeron que sí. Alguno costó
conseguirlo más que otro, pero todos se sumaron a la propuesta.
¿Cómo fueron
haciendo la investigación, de que hipótesis partieron o que aspecto de la realidad de esos
años pretendieron traer a la luz mediante los temas charlados con los músicos?
La idea siempre fue que los músicos
simplemente contaran la escena del rock local de ese momento desde su
experiencia. Cada uno aportó lo suyo musicalmente y cada uno tiene una
historia. La particularidad de este libro –al igual que el anterior- es que
nunca dejamos en un segundo plano a la persona. En La Máquina de Hacer
Pájaros el líder indiscutido era Charly, pero el que teníamos
enfrente era José Luis Fernández. Entonces, lo que corresponde es que José Luis tenga el
protagonismo. Y así fue.
¿Cómo se
relaciona cada historia de vida con el contexto sociocultural de la época?
En Silencio Marginal hicimos mucho más
hincapié en el contexto socio-político del momento, algo que no profundizamos
tanto en este. Quisimos darle más bola a lo estrictamente musical. Pero
siempre, indefectiblemente, los músicos –como todas las personas- estuvieron
marcados por una época. La última Dictadura militar es una cuestión ineludible,
que los músicos tratan espontáneamente. Es interesante la manera en la que
cuentan cuánto los influyó –algunos más, otros menos- ese momento oscuro de
nuestra historia en su carrera. Y después, cada uno tiene su historia familiar,
sus raíces, sus experiencias por fuera de la música.
¿Cuáles son las
similitudes y diferencias entre Almas
de Diamante y Silencio Marginal? ¿Por donde continúan sus
investigaciones a partir de aquí?
Básicamente, la principal diferencia está en
el período que tomamos. En Silencio Marginal desarrollamos la
etapa fundacional –mediados de los 60 a principios de los 70- mientras que Almas
de Diamante hace lo propio con toda la década del 70 hasta principios
de los 80. Después de esto, lo lógico sería avanzar hacia un tercer libro, en
el que nos aboquemos a los 80. Creo que se dará en algún momento pero primero
debemos saber bien qué vamos a contar. Hay mucho material sobre ese período y
tendremos que ser originales.
Tengo entendido
que las entrevistas también fueron registradas en audio y video. ¿Hay una
intención de hacer un documental en algún momento?
Las entrevistas que sirvieron para el libro
obviamente las grabamos pero no fueron registradas en video. Los videos que
andan circulando por las redes son pequeños encuentros –posteriores a la
edición del libro- en los que los músicos brindaron su testimonio a modo de
promoción del material. En cuanto a lo del documental, no lo hemos evaluado.
¿Qué creen que
tiene de distinto Almas de Diamante con respecto a
otras publicaciones que también se basan en las historias de los inicios del
rock argentino? Que tratamos de narrar las historias,
contarlas de manera simple y directa. No hacemos nada cronológico. Y también,
que el movimiento del rock argentino es contado por sus protagonistas. A través
de las escenas que recreamos, los personajes del libro están en constante
movimiento.
¿Hay algún
acercamiento a la problemática rock-política de la época, en temas relacionados
con la represión y persecución que sufrieron los jóvenes y su música en
aquellos años? ¿Se analiza la relación del rock con la lucha armada y los
movimientos de liberación nacional?
En el primer libro hay un mayor acercamiento.
En este, no tanto. No porque no lo hubiera sino porque la decisión fue
centrarnos más en lo musical. Pero, como dije anteriormente, la última
dictadura militar atraviesa el periodo que tratamos y no podíamos obviarla. Lo
que más está son los difíciles años 74, 75, posteriores a la muerte de Perón, y
la dictadura misma. El capítulo de Vitico refleja muy bien esa falta de
libertad, expresada en las reacciones desmedidas del público de Riff. La
Guerra de Malvinas también aparece y Osvaldo Favrot cuenta una perlita
muy interesante de cómo vivió ese momento junto a la banda.
¿Qué opinan
acerca de la relación e influencia que tuvo el rock nacional de aquellos años
con respecto al resto de la sociedad, por fuera del gueto de los jóvenes, y en
relación con otras artes?
El rock emergió en los 60 cuando el tango y el
folclore eran muy fuertes. Digamos que las bandas fundacionales (Almendra,
Los Gatos, Vox Dei, Manal) allanaron el camino para lo que vino después,
con una mayor variedad de grupos y estilos. Y la relación con el arte siempre
estuvo: algunos músicos más que otros, fueron lectores, amantes del cine, la
filosofía o la pintura. El Flaco Spinetta era uno de ellos. Creo que
involucrarse en cualquier actividad artística por fuera de lo musical enriquece
muchísimo la carrera de cualquier músico.
¿Por qué creen
que estas canciones, artistas y discos no pierden vigencia a pesar del paso de
los años y lo corto de la duración de la vida de algunos de esos grupos?
Porque lo que hicieron fue realmente
revolucionario para la época, tanto musical como estéticamente. Y porque muchos
grupos, a pesar de durar poco, vivieron ese corto tiempo con intensidad y gran
creatividad. Y esa calidad musical hoy sigue teniendo vigencia porque es una
referencia ineludible para los músicos de hoy. Para hacer algo nuevo, siempre
es bueno saber de dónde se viene. Y creo que aplica a los músicos como a todo
artista.
¿A cuáles
rockeros de la actualidad se los podría emparentar con
estos pioneros, cuyas historias forman parte del libro?
Es difícil emparentarlos. Creo que los músicos
actuales –sobre todo los más nuevos- aun tienen un largo camino por recorrer
como para poder sentarse a una mesa y ser protagonistas de una época. Quizá en
quince o veinte años, formen parte de otra etapa del rock argentino y cuenten
su experiencia, tal como hoy lo hacen aquellos que se iniciaron en los 60 y 70.
Siempre está bueno contar las cosas desde la distancia que ofrece el paso del
tiempo.
En tu opinión,
¿existe algo de ese rock artesanal y primigenio en el rock argentino actual,
masivo e hipercomercializado del mainstream, o hay que rastrear esas huellas en
las propuestas independientes del rock under?
Obviamente, los tiempos han cambiado. Es mucho
más fácil grabar que antes, internet ha revolucionado todo y la tecnología
aplicada a la música modificó muchas cuestiones. Las facilidades de hoy, creo
que dejaron atrás ese método artesanal. También hoy son otros los modos de
consumo, distribución y comercialización. A su vez, el under tiene esa cosa de
hacer todo a pulmón, tal como ocurrió con muchos de los músicos pioneros en su
momento. El MIA fue un claro exponente de ello: la autogestión en su
máxima expresión.
¿Quiénes fueron
sus herederos estilísticos a través de los años en nuestro rock, según tu
opinión?
De los que tratamos en el libro, creo que Los
Abuelos de la Nada –en su segunda etapa, la más conocida- abrieron un
abanico importante para lo que vino en los 80 con Virus, Los Twist y
otros que le pusieron una cuota “popera” al rock. Lo mismo pasó con Riff,
que apadrinó a V8 en el último B.A. Rock, cuando recién estaban
haciéndose conocidos. Spinetta Jade o Serú Girán creo que
hicieron algo tan complejo y original, que difícilmente pueda decirse que
tienen “herederos”. Afortunadamente, casi todos los músicos de Almas de
Diamante siguen en actividad y aún tienen mucho más para dar.
A Almas
de Diamante: Memorias del Rock Argentino II lo podés conseguir
en estos puntos de venta:
Capital Federal:
. Oíd
Mortales: Av. Corrientes 1145 Local 1
. Siempre
Acampa Música y Libros: Av. Santa Fe 1126 local 27
. The Anthology: Av Santa Fe 1670 Local S7. Galería
Bond Street
. Rayo Rojo: Av Santa Fe 1670 Local 21-23. Galería
Bond Street
. Parque
Rivadavia: Puesto Nº 67
. Discover
Store, en Galería Jardín (Florida 537, Microcentro)
Un jueves a la tarde, no hace mucho tiempo, nos
trasladamos hasta Caballito para encontrarnos con José Luis Fernández, un rockero argentino, hecho y derecho, de la
vieja guardia.
Carismático y amable, con simpatía nos comentó
algunas de sus muchas anécdotas recogidas en casi 45 años de trayectoria. Y es
queempezó muy chico su carrera musical. Ya a los 8 años ingresó a la
escuela del Teatro Colón, donde estudió armonía y canto coral. No mucho tiempo
después, influenciado por rock
y el pop, participó en diversos
grupos escolares hasta la formación de Consiguiendo Vida, (a la postre)
el origen de Crucis, banda legendaria del rock progresivo sinfónico argentino.
Luego, José Luis se
volvería inseparable de Charly García, quien lo llevaría a grabar como
bajista y guitarrista en el álbum de Porsuigieco (proyecto liderado por
el propio Charly, Nito Mestre, León Gieco, Raúl Porchetto y María
Rosa Yorio), participando como sesionista en “El fantasma de Canterville”,
“La Mamá de Jimmy” y “Quiero Ver, Quiero Ser, Quiero Entrar”, entre muchos
clásicos.
Pasada la experiencia de Porsuigieco,
llegaría el momento de La Máquina de Hacer Pájaros, un proyecto que se
vería plasmado en la edición de dos discos legendarios. Luego de dejar de tocar
junto a Charly, Fernández se va a Estados Unidos, pero luego de un par
de años regresa para iniciar una carrera solista que llega hasta nuestros días,
en una búsqueda intermitente, pero sin concesiones, para mostrar su ideario
musical.
En los 80, vuelve a irse, esta vez a Europa, un
tanto decepcionado con la escena musical argentina, en el viejo continente se dedicó
a la docencia, fue integrante de varios grupos y se presentó incluso como
solista. Instalado definitivamente en Buenos Aires desde 2003, en la actualidad
José Luis está abocado a mil proyectos, que incluyen tanto su labor como productor
y cantautor, que lo encuentra ahora grabando un nuevo álbum solista.
ENTREVISTA>¿Qué música se escuchaba
en tu casa durante tu infancia?
Se
escuchaba de todo. Mi viejo tenía una guitarra y aunque no era músico fue quien
me estimuló a tocarla. En casa sonaban Gardel
y muchos cantantes flamencos de los años 40 y 50, pero fue a través de mi
hermano mayor que empecé a escuchar blues y soul.Él tenía muchos discos de la onda Motown y me
acuerdo que quedé fascinado la primera vez que escuché a Otis Reading...
¿Ahí
empezaste a entusiasmarte con tocar?
Tal cual, empecé cuando era muy chico. Un día, mi
hermano mayor trajo un disco de los Beatles a mi casa -en 1963, cuando
yo tenía 6 años- y eso me hizo dejar la pelota, los juguetes… Me deslumbré. El
escuchar a los Beatles fue lo que despertó el interés por la música en
mí. Empecé a tocar la guitarra española y rápidamente, creo que a los 7 años,
ya agarré la guitarra eléctrica.
¿Cuál es tu
formación como músico? ¿Estudiaste algún instrumento?
No, estudié canto. Hice la carrera de canto en el
Teatro Colón a los 9 años. Nada más, sólo eso. No estudié ningún instrumento en
el conservatorio. Nunca me interesó ser concertista. Soy guitarrista, pero, más
que nada, me considero, simplemente, un músico compositor. Después, eso sí, con
el tiempo, como me encantaba el tema de hacer arreglos musicales, he estudiado
armonía y composición por mi cuenta.
¿Por
qué te dicen “hormiga”, cuándo salió ese apodo?
Es
una broma que me hacían cuando era chico, porque yo era muy flaquito y cuando íbamos
a tocar llevaba la guitarra en un estuche que era más grande que yo, y una vez alguien
dijo que me parecía al dibujo de la hormiga viajera (risas). Solo unas pocas personas que me conocen desde esa época me
llaman así.
¿Te gustaba
el rock nacional en sus
inicios?
Sí, me acuerdo cuando mi madrina me regaló el
segundo LP de Los Gatos. Y mirá lo que son las vueltas de la vida que
después terminé tocando (en La Máquina) con Moro, haciendo la
base rítmica… Luego quedé amigo para siempre con Oscar.
¿Cómo
siguió tu afición por la música?
Lo típico de pibe, tocar en los actos de colegio y
demás. Después armamos un grupo con Gustavo Montesano, Pino Marrone y Guillermo
Comte, que se llamó Consiguiendo Vida. Ahí ya componíamos nuestros
primeros temas, y creo que todo lo posterior surgió a partir de ese grupo. Nos
marcó muchísimo. Después cambiamos el nombre de la banda y armamos Crucis.
Ahí sucedió una cosa extraña, porque primero armamos Crucis sin Pino,
después cambiamos el baterista, después yo me fui y quedó Pino… Siempre
lo mismo, éramos los mismos amigos que siempre tocábamos juntos, pero
continuamente nos estábamos peleando por cosas de pibes. Esta experiencia
grupal empezó en el 69 y duró cuatro o cinco años, hasta que se arma Crucis.
Crucis
arranca como tal en el 74, ¿no?
Sí, hace poco estuve con Gustavo y tenemos
una duda con respecto al origen del nombre del grupo. Yo creo que se me ocurrió
a mí, pero Gustavo cree que el nombre Crucis se le ocurrió a Daniel
Oil, el tecladista de ese momento. Lo
que es seguro es que el nombre Crucis surgió porque habíamos cambiado el
baterista y empezamos a ensayar un jueves santo. El tema fue que mientras
estábamos ensayando, en la sala de Flores, un vecino llamó a la cana, denunciándonos
por ruidos molestos. Casi nos llevan en cana porque decían que “cómo era semana santa no se podía hacer
música”, y que sé yo cuantas cosas más… Entonces empezamos a delirar un
montón de nombres religiosos tipo “Crucis”,
“Vía Crucis”, etc.… Al final,
quedó Crucis. Por supuesto que no le dimos bola a nadie y seguimos
tocando durante toda esa Semana Santa…
¿Qué grupos
escuchaban y los influenciaban en ese momento?
Cada uno de nosotros tenía gustos diferentes pero
lo que más escuchábamos eran los grupos de rock sinfónico. Yo escuchaba a King Crimson, Gentle Giant,
Yes, Genesis… Además fue un cambio radical para nosotros empezar a escuchar
todos estos grupos porque veníamos del rock
más tradicional, cosas como Johnny Winter, Jimi Hendrix… Y cuando
apareció el rock sinfónico, no
nos conformamos con Genesis o Yes, nos fuimos a buscar cosas más
raras. Crimson nunca me dejó de gustar.
El disco de
Crucis salió muy rápido…
Sí, y fue así porque, mucho antes –en un impasse del grupo, en el verano del 72-,
me fui a Mar del Plata con el primer baterista que tuvimos en Consiguiendo
Vida y con otro chico a tocar en un trío de rock. Éramos pibes, teníamos 15 años. Ahí, caemos en un teatrito
que se llamaba Teatro de la Comedia Marplatense, en donde tocábamos junto a Pedro
y Pablo y Sui Generis. A Sui todavía no lo conocía nadie…
Tocando ese verano junto a ellos, me hice muy amigote de Charly y Nito,
y nos seguimos viendo bastante seguido. Pasó el tiempo y en el 75, luego de
volver de un viaje a España que hice junto a mis viejos, Charly (que se
estaba separando de Sui Generis) me llamó a mi casa y me dijo que quería
armar un grupo conmigo. Yo no estaba seguro de hacerlo, entonces fui y lo hablé
con mis amigos de Crucis y me dijeron que no fuera boludo y lo hiciera…
Ahí Gustavo se pasó al bajo y siguió la historia del grupo. Mientras
tanto, yo me voy a ensayar con Charly y Moro, en la primera
versión trío de La Máquina de Hacer Pájaros. Después, Charly y yo
llevamos a Jorge Álvarez al Teatro
Astral para que viera a Crucis. A Álvarez le encantó la música del grupo
y ahí nomás los contrató…
En esa
época también participaste de la grabación del álbum de Porsuigieco…
Claro. Como yo era amigo de Charly, en cada
cosa que surgía él me llamaba para que fuera a tocar.
¿Y cómo
sigue la historia de La Máquina?
Como te contaba, empezamos como trío. Ahí se vivía
una situación complicada porque Charly traía toda la producción de Sui
Generis encima. Él le debía un disco a la compañía, pero su propuesta era
la de hacer un nuevo grupo; entonces fue una cosa medio jodida de manejar.
Todavía estaba muy caliente todo lo que había pasado con lo de Sui.
Aparte era una situación muy fuerte para nosotros, llamaban a nuestra oficina
de producción de todos lados -también de países limítrofes- porque querían
contratar a Sui Generis y en la oficina les decían que no, que no
existía más Sui Generis, que Charly estaba haciendo un grupo
nuevo que se llamaba La Máquina… Pero a los promotores no les importaba,
con tal de que estuviera Charly. Entonces conseguimos una cantidad
infernal de trabajo. Lo que pasó es que
con La Máquina tardamos mucho en grabar, porque Charly, Moro y yo
queríamos hacer este grupo nuevo y la producción se empecinaba en vender los
shows como de “Charly”, como “Sui Generis” -porque les pedían eso-,
y Charly les dijo que no quería hacer eso ni ahí. Charly fue muy honesto con
eso, porque podría haber hecho cualquier cosa en ese momento. Podría
haber llamado a unos músicos de sesión y lanzarse como solista; y, sin embargo,
me llamó a mí –que no me conocía nadie- y a Moro, que tampoco era una
estrella, a pesar de ser bastante conocido… Y sin embargo el loco de Charly se
la jugó por armar este grupo, en el cual todo el mundo aportara algo. Me
acuerdo de que cuando ya empezamos a ensayar siendo un quinteto, con Bazterrica
y Cutaia, agarramos un lugar, en el Centro, que se llamaba La Bola Loca (un reducto de Maipú y
Córdoba) y tocamos ahí 48 noches seguidas, 48 recitales para afianzar al grupo.
A la vez, no podríamos parar de hacer las giras porque los productores no
querían perderse la popularidad que había cosechado Charly con Sui.
¿Cómo
surgió el estilo musical que desarrollaron en La Máquina de Hacer Pájaros?
Creo que nuestra música tenía todo tipo de
influencias, todo lo que era bueno estaba, y se mezclaba de una forma
interesante. En cada uno de nuestros temas había riqueza, elementos del tango, del jazz o propios del rock,
mixturados. Pero era muy difícil llevarnos bien, era muy difícil congeniar…
Éramos cinco tipos muy heavies -musicalmente y como personas-, todos teníamos
influencias muy marcadas, teníamos una competencia constante para ver quien
tocaba más rápido, para ver quien tocaba más difícil, ¿viste? Y todo eso te
hacía estudiar más, componer más, etcétera. Además estaban las influencias
musicales de cada uno, a alguno le gustaba más el jazz rock que a otro, a alguno le gustaba más el tango… Había mucha riqueza y mucha
variedad en el grupo. Pero, claro, lo que pasaba era que esa variedad de
personalidades, gustos y destrezas también hacía difícil mantener al grupo unido…
Y
terminaron haciendo terapia grupal, como Les Luthiers…
Sí. Es más, no era que íbamos al psicoanalista si
no que teníamos a uno que venía con nosotros en las giras -a veces, incluso,
venía a los ensayos y todo- porque si no nos matábamos a golpes… El tema de los
egos era muy complicado. Y después los productores, cuando hacían las cuentas,
nos descontaban un montón de dinero, por todas esas boludeces de psicoanalistas
y demás…
¿Qué
recordás de la composición del tema “Ruta Perdedora” para la Máquina?
No
mucho. Yo hice la música y Charly la letra. Al principio me pareció que era un
poco bajoneante y se lo dije a Charly, pero después quedó bien. La música modula
constantemente para provocar una especie de sin fin. Cuando lo grabamos
llevamos una moto de 1300 cc, que era de nuestro productor, para grabar el ruido
del motor que se escucha al principio.
Al final,
de tantos roces, se terminaron separando, ¿no?
Mirá, el final de La Máquina fue porque Charly
no quería tocar más con Bazterrica, esa es la realidad. Ellos dos
tenían problemas y por eso, en los últimos shows que tuvimos, Charly ya
ni lo quería a Bazterrica ahí. En realidad, la ruptura de La Máquina
era para que se vaya Bazterrica porque, de hecho, la propuesta de Charly
era hacer Serú Girán con el resto. Cutaia le dijo que no se
prendía, pero tanto Moro como yo empezamos a hacer el proyecto de Serú
Girán, con Charly y David (Lebón). Cuando estábamos
empezando a armar lo de Serú, viene un tipo y nos ofrece un dinero para
hacer El Festival del Amor, y si vos
te fijas bien, la base que está tocando junto a Charly durante todo el
show somos nosotros tres. Ya estábamos haciendo el tema “Eitileda” de Serú Girán,
no en el disco en que quedó registrado ese concierto (Música del Alma), pero sí formaba parte del material que estábamos
preparando, ensayando.
Sin
embargo, en vez de seguir en ese proyecto, te vas a Estados Unidos…
Cuando se separa La Máquina, y empezamos a
hacer lo de Serú, también se separa Crucis. Ahí hubo un
“contraespionaje” y alguien tiró la idea de que yo volviera a Crucis. Se
hablaba de que había posibilidades de reunir a Crucis para que vayamos a
tocar a Estados Unidos, cuando aún el proyecto de Serú no estaba sólido
y yo no sabía bien que iba a pasar. De cualquier forma, los chicos de Crucis
siempre fueron mis amigos y nunca dejamos de mantenernos en contacto.
Entonces, le dije a Charly: “Mirá, perdóname, pero voy a aceptar la propuesta”.
En verdad, nunca hubiese dejado a La Máquina para irme a Crucis…
Pero también tuvo que ver con que me había enojado con Charly, porque él
había desarmado el grupo en un momento bárbaro. La Máquina acababa de
hacer Películas, y ese disco era un caso serio, sacudió a nuestro
público. Ya en esa época, La Máquina era una aplanadora en vivo, era
alucinante lo que hacíamos. Así que, bueno, no seguí tocando con Charly,
pero le recomendé a Pedro Aznar para que ocupara mi lugar. Entonces me
fui a Estados Unidos con Pino Marrone y Aníbal Kerpel. Tampoco te
olvidés que esa era una época muy jodida del país, con el Proceso en su momento
más terrible, había mucha persecución… Por eso después Charly, en el
primer disco de Serú, compuso ese tema (“Autos, Jets, Aviones”) que decía
eso de que se estaba yendo todo el mundo… Se empezó a ir un montón de gente, Crucis,
Arco Iris ya se habían ido, León Gieco… Después empezamos a
volver todos, sólo se quedaron Santaolalla y Aníbal Kerpel, y ahí
los tenés…
¿Cuánto
estuviste viviendo allá?
Yo me quedé dos años en Estados Unidos, y después
me volví. No me banqué vivir ahí, la verdad, no me gustaba… Luego de volver al
país, hice un disco solista y después no trabajé más, por muchos años, en
Argentina.
¿Y cómo fue
eso que una vez no te dejaron registrar un tema en SADAIC?
En 1982, hice mi disco solista Mira Hacia el Futuro, que tenía un
tema que había intitulado “El Pantano”. Cuando fui a registrarlo, en SADAIC
había un tipo –un facho- que se llamaba Pantano y no me dejó ponerle ese nombre.
Yo le había llevado 10 o 12 planillas de temas, y cuando vio que uno de ellos
se llamaba “El Pantano”, me dijo: “pibe,
esto no te lo registro”, y me lo rompió en la cara… No podía sacar el
disco porque no me registraban el tema, al final le tuvimos que poner “A Través
del Oscuro Pantano”. Tuve que esperar a que al tipo lo echaran para poder
publicar el disco. Como cuatro meses estuvo detenida la edición por ese
capricho, una locura… Me ayudó mucho una nota que hizo la divina de Gloria
Guerrero en una revista, hablando de este tema, ya que gracias a ella, se
pudo ir destrabando la cuestión, porque a mí no me daban bola en SADAIC.
ROCK PRIMORDIAL
¿Cómo ves
el panorama actual del rock local?
Me parece que está muy bueno, en la apertura que
hay de sonidos y ritmos. Tuvimos unos años funestos de bailanta y ahora se
empieza a achicar eso. La bailanta está bien que exista, pero no estaba bueno
que copara todo. Lamentablemente sigue habiendo una especie de
cumbia con guitarra procesada que te venden como “rock”.Mmmm… algunas cosas están bien en el
mainstream, pero todas las bandas suenan muy parecidas.
Antes la
Argentina era una pálida porque siempre estuvo todo bien marcado: o eras
rockero o eras punk… Esas antinomias tampoco me gustaban. Ahora me parece que
es todo lo contrario, creo que vamos en camino a que todo eso se equilibre un
poco y que ahí podamos encontrar una cosa un poquito más definida y más linda.
Lo que sí, cuidado, no mezclemos la cumbia
con el rock.
¿Cuáles son
tus proyectos en la actualidad?
Yo siempre toqué música, y lo voy a seguir
haciendo. No me fijo en lo que se usa y en lo que no se usa. Bueno, por eso
mismo, como soy un bicho raro voy a concentrarme en realizar mi propia música.
Por eso trato de no copiar nada –que es una cosa muy difícil-, trato de seguir
en la misma búsqueda que en la generación de los 70, donde los músicos buscaban
hacer algo nuevo…
Experimentar…
Sí, experimentar, pero sin hacerlo difícil, al
dope, como se hacía antes. Y como decía, no voy a copiar a nadie. No es mi
intención encender la radio, y decir: “Vamos
a tratar que suene a Divididos,
vamos a tratar que suene a Catupecu…”,
no quiero que suene parecido a nada… Vamos a ver qué pasa, loco; por ahí me
sale algo lindo… no sé, la gente lo dirá.
¿Y qué te
gusta escuchar?
No sé, música bien hecha. Afuera
están proliferando muchas mujeres que componen cosas interesantes. La otra vez
escuché a Regina Spektor y me
pareció genial. De los grupos
nuevos, encuentro cosas, cositas buenas en varios. Me gustan algunas cosas de Muse,
qué sé yo, pero ya no soy un tipo que se pueda identificar con algún grupo,
como me pasó en el pasado, al nivel de eso que te decía de Crimson… Hoy
eso no me pasa con ningún grupo. Y creo que a la Argentina le está pasando eso
en muchos aspectos, a lo mejor es hora de que seamos nosotros mismos, alguna
vez…
¿Qué
música estás escuchando últimamente?
Por
lo general escucho cosas que no tienen nada que ver con lo que estoy tocando en
ese momento, eso me refresca el bocho. Escucho bastante jazz rock.Algún disco de la Mahavishnu Orchestra siempre suena, Zappa, y últimamente escucho mucho a Django Reinhart a ver si puedo entender cómo se toca la guitarra (risas)…
Ahora estás
grabando un disco. ¿Cómo fue la composición de los nuevos
temas, que estilos te inspiraron?
Como
el disco anterior (Cool, 2013) fue
una licencia que me tomé para grabar algunos temas que tenía por ahí, más
eclécticos algunos inclusive, solo con la guitarra y la voz; en este último
vuelvo al rock mas original de guitarra bajo y batería y con temas que cuentan
historias de personajes mas urbanos, mas marginales. Creo que tienen una onda
de rock sureño tipo Allman Brothers, ZZ
Top, etcétera…
¿Cómo
componés, primero la letra y luego la música o viceversa?
De
las dos maneras.No tengo un método
preestablecido pero generalmente las mejores canciones son las que surgen de
una. Odio el método que se utiliza tanto últimamente de “copiar y pegar”, creo
que eso no es hacer música aunque lo parezca. ¡La verdad compongo como puedo! (risas)
¿Con
quién estás grabando este nuevo disco?
Hacía
rato que quería tocar con Juanito (Moro),
así que nos metimos en el estudio y empezamos a armar las bases. Después sobre
grabé algunas guitarras y vino Ian
Apkiewick a tocar órgano Hammond,Alejandro Santos tocó el saxo y Nico Smoljan la armónica. También hay
un blues donde canta Claudia Puyó.
¿Cómo
pensaste el álbum?
La
verdad lo pensé en inglés, después hice las letras, adaptándolas a nuestro
precioso idioma. Quería hacer un disco de rock puro, es decir, que las letras y
la música fuera un todo. No podes llamarle rock a un tema solo porque tenga una
guitarra eléctrica distorsionada. El rock es una forma de vida. Tenés que ponerle
el pecho a la calle, a la sociedad, a la injusticia. El rock no puede ser afín
a ningún gobierno, ¡¡sino deja de ser rock!!Por ejemplo, en el álbum va a haber un track que lo explica muy bien. Se
llama “No pregunten por mí”.
¿Qué
diferencia entre este nuevo álbum y tus dos anteriores?
Piedra por cristal (2007)
fue un álbum menos personal en cuanto a las letras.Tuvo mucho trabajo de estudio y un montón de playbacks y teclados. Va del pop al sinfónico.
Cool es más ecléctico en cuanto a estilos
y está grabado “in the face”, a veces solo con la guitarra enfrente a un
micrófono y otras con la banda tocando en vivo a altas horas de la madrugada.
El nuevo, Sacro Rock (que así se va a
llamar) es mas conceptual y definido en cuanto a estilo.
¿Cómo
fue que craneaste ese medley que hacés en vivo con temas de La Máquina
de Hacer Pájaros? Suena bien tanguero, ¿coincidís?
Ese
medley lo armé por que cuando iba a
tocar siempre me pedían temas de La Máquina, y yo no sabía muy bien cual hacer,
entonces pensé en armar un tema que contuviera varios temas en uno. No fue fácil,
porque quería respetar las tonalidades originales de cada canción, así que fue como hacer una nueva composición
para que todo ensamblara. Una buena parte del medley contiene fragmentos de “Hipercandombe”, así que no es de
extrañar que tenga algún sabor tanguero.
¿Vas
a estar tocando en vivo?
Estamos
justo en el cambio de repertorio para presentar oficialmente este disco. Iba a
ser antes de fin de año, pero como vienen las cosas, a lo mejor será después
del verano. Mientras tanto seguiremos con los shows para afianzar a la banda.
¿Cuáles
son tus actividades vinculadas a la música aparte de tu trabajo solista?
Quiero
tocar mucho en vivo este nuevo material. Me encanta seguir tocando y
aprendiendo.También disfruto mucho en
el estudio grabando y produciendo para otros músicos.Creo que es algo que voy a hacer cada vez más.