Pocas veces en la
historia del rock y el pop dos exitosos intérpretes y compositores pudieron
congeniar tan bien en un proyecto en común como lo hicieron los estadounidenses
Harry
Nilsson y Randy Newman en el hermoso álbum
Nilsson Sings Newman, editado en febrero de 1970. Curiosamente, éste sería el único disco que
harían juntos…
UNA BELLA GEMA OCULTA
La historia de
este álbum se inicia en 1969,
cuando Nilsson graba su cuarto disco, Harry,
que finalizaba con una canción de Newman, que sería casi un disparador de este
nuevo proyecto: “Simon Smith and the Amazing Dancing Bear”. Como Nilsson
admiraba mucho la labor compositiva de su amigo Newman, rápidamente se
entusiasmaron con la idea de intentar grabar un nuevo álbum basado íntegramente
en composiciones de Newman, en donde Harry cantara y Randy lo acompañara con su
piano. Y es que así como Nilsson sabía que nunca podría escribir canciones como
Newman, éste también era consiente que aquel cantaba sus temas como nadie. Por
supuesto, la amalgama de estos dos talentos dio sus frutos de entrada nomás,
cuando ambos músicos se metieron a los estudios de RCA en Los Angeles para
grabar el álbum.
Esta grabación comenzaría un 20 de agosto de 1969
(sí, en el mismo mes de los asesinatos del Clan Manson, Woodstock, y del cruce
de calles más famoso de la historia en Abbey
Road…), y se terminó rápidamente, en apariencia, porque Nilsson como Newman
se entendían en forma casi telepática en el trabajo de estudio, y porque Randy
era propenso a registrar sus composiciones en pocas tomas. Sin embargo, luego
de registrar las bases de piano y de voz principal, la grabación de Nilsson Sings Newman se extendió varias
semanas más. Sí, porque aunque éste parezca un álbum simple, casi minimalista,
su realización terminaría siendo compleja, más que nada por la extenuante labor
vocal de Nilsson, quien se pasó seis semanas regrabando voces para crear las
diferentes texturas y armonías de cada una de las canciones. Incluso llegando a
la friolera de nada menos que 118 sobregrabaciones de voces, una verdadera
hazaña en la era pre-digital de las grabaciones analógicas. Sin dudas, una
muestra clara del meticuloso trabajo desarrollado por este formidable cantante.
Y es que la voz de Nilsson está aquí, allá y en todas
partes, a lo largo de todo el disco, a veces hasta susurrándole al oyente cosas
por detrás de su vocalización principal. Ya sea con su voz en seco, o a veces
llena de eco, en cada uno de los temas, el trabajo de Nilsson es una clase
magistral de interpretación y canto. Con respecto al trabajo instrumental, si
bien en la mayor parte del álbum prima el acompañamiento único de Newman en el
piano, también se pueden apreciar algunos bajos, panderetas y varios sintetizadores.
Por ejemplo, en la canción “Cowboy”, Nilsson utiliza un clavicordio eléctrico.
Sin embargo, como ya habíamos señalado, el disco hace del minimalismo
instrumental su bandera, lo que le da un carácter sonoro único.
Por supuesto, que para cuando el álbum fue
editado, Randy Newman (nacido en 1943) ya era bastante conocido en la
industria de la música,por ser un
prolífico compositor para otros intérpretes, aunque hasta ahí solamente había
grabado un único disco solista. Por su parte, Harry Nilsson (1941-1994) venía de demostrar sus extraordinarias
dotes como cantante en varios discos propios de pop lujoso, que fueron elogiados
por algunas estrellas del mundillo musical de la época, entre los que se
encontraban los mismísimos Beatles (luego, el propio Nilsson sería amigo íntimo
y compadre de Ringo Starr y compañero de juergas de John Lennon,
a mediados de los ´70 en California, en el famoso Fin de Semana Perdido del ex beatle). Sin embargo, muchos
recordarán especialmente a Nilsson por su interpretación de “Everybody´s Talkin”
(canción de la Banda Sonora de Perdidos
en la Noche, que ganó el Oscar) o por su cover inmortal –en 1971- de “Without
You”, la balada compuesta por Pete Ham
y Tom Evans, los malogrados líderes
de Badfinger. Sin embargo, la
carrera de Harry Nilsson fue mucho más que esos dos hits accidentales.
Porque la suya fue una trayectoria musical ecléctica que -en una quincena de
álbumes, editados entre 1967 y 1981- recorrió con maestría todo tipo de géneros
y estilos; transitando por el pop,
el rock, los standards de jazz, la bossanova, el swing,
el easy listening, etc, etc. En fin, Nilsson hizo de todo, hasta
escribir música para niños, en un especial televisivo de dibujos animados llamado
The
Point! en 1971.
CANCIÓN
POR CANCIÓN
Volviendo al disco que nos convoca aquí, la
característica principal de Nilsson
Sings Newman es su sensibilidad y buen gusto instrumental, en canciones
cuyas letras destilan por igual melancolía por los dorados tiempos pasados,
pero también una alta cuota de humor e ironía –tópicos habituales de la labor
compositiva de Newman- burlándose de los preceptos del american way of
life...
El primer tema
del disco es laexquisita
“Vine Street”, una canción que Newman nunca grabó como solista y que fue
escrita para Van Dyke Parks. En esta versión de Nilsson, el tema
toma nueva vida, ya que, tiene una apertura distinta a la de la versión de Van
Dyke Parks, con una intro escrita especialmente para este álbum. Seguía
“Love Story”, un tema que es el perfecto ejemplo acerca del carácter irónico de
las composiciones de Newman. Aquí se narra la historia de un personaje que
imagina cómo será su futura vida de pareja, con optimismo pero sin dejar de
lado el cinismo, al realizar sus predicciones acerca de cómo terminará su
idílica historia de amor “eterno” con la chica de sus sueños.
A Randy Newman siempre le gustó
mucho “Yellow Man”, el tercer tema de este disco, por eso quiso que Nilsson la
grabase, y ese entusiasmo el que hizo que este fuera uno de los momentos más
deliciosos de este trabajo. La historia de la canción está basada en el
tratamiento despectivo y racista que se les dispensaba a los personajes
orientales en las películas de la década del ´30. Por su parte, “Caroline” era
una hermosa canción de amor, con un lirismo que lo acerca a los standards de la música popular
estadounidense de principios del siglo XX. Se destaca en esta pieza la
impecable interpretación vocal de Nilsson y el bello acompañamiento de
piano y clavicordio de Newman.
Otro de los temas más complejos y variados
de esta producción es “Cowboy”, una canción con una letra que se desgarra en
versos que expresan un profundo arrepentimiento y nostalgia. Tiene un comienzo a capella acompañado sólo por un efecto sonoro
que recuerda al viento del desierto. La interpretación de Nilsson es muy
delicada y expresa todo el dolor retratado en los versos de la canción. “The
Beehive State” es otro oscuro tema, cuya temática se centra en de los sentimientos
negativos que sentía mucha gente con respecto al fin de siglo XIX. Mientras que
en “I´ll be Home”, el primer single sacado de este álbum, vuelve el irónico
optimismo de Newman.
Curiosamente, este tema ya había sido registrado por Nilsson, e incluido en la banda de sonido de una película llamada Jenny,
y luego sería grabado por un gran número de artistas –incluido el propio Newman- pero, según su autor, la mejor
versión fue la interpretada por Nilssonen este álbum.
Otro tema, del cual Newman consideraba su mejor versión la incluida aquí es, “Living
Without You”. Una canción de profunda soledad y melancolía, que nos cuenta
acerca de una ruptura amorosa, y a la que Nilsson interpreta en forma emotiva y genial. “Dayton Ohio-1903” tiene
el mismo carácter descriptivo que caracterizó a muchas de las composiciones de Nilsson, pero sus bizarras y punzantes
líricas son 100% Newman. Nilssonamaba esta canción, que
cuenta otra clásica historia de un hombre común, quien de repente se pone a
añorar su pasado, y se da cuenta que aquellos años felices ya no volverán.
Llegamos así al final del álbum con “So Long Dad”, una dulce pero cruel canción
que ilustra de manera elocuente lo peor de las relaciones padre-hijo.
A pesar de sus buenas intenciones y calidad
artística, Nilsson Songs Newman fue
un fracaso comercial. Sin embargo, atraería la atención y la aprobación de la crítica,
como fue el caso de la publicación especializada Stereo Review, quien lo premió como el Mejor disco de 1970. A partir de ahí, debido a las sucesivas
reediciones en diferentes formatos, se ha convertido en un clásico de culto
para varios fans del rock y pop clásico, quienes valoran la extraordinaria
labor de estos dos artistas. No casualmente, muchos años después, en 1995, se
le preguntó a Newmanacerca
de los innumerables artistas que habían interpretado sus composiciones, y él recordó especialmente
a Nilsson, señalándolo como uno
de los mejores: “(Porque) Nilsson realmente
entendió mi música. Él sí sabía de qué se trataba...”
¿Un álbum de Sandro con muchos solos de guitarra eléctrica, sintetizadores, cajas de ritmos
y sonido bien ochentoso? ¿Pasó eso alguna vez? Sí, fue en su disco Vengo a ocupar mi lugar, editado en
1984, y aquí te contamos como era este material, un verdadero clásico “de
pasta”, porque, lamentablemente, no volvió a ser reeditado…
EL ELVIS CRIOLLO
Como bien
sabemos los vínculos de Roberto Sánchez,
Sandro,
con el rock vienen de larga data, es decir, desde mucho tiempo antes de
alcanzar la fama como intérprete de baladas románticas, cuando era el cantante adolescente
de Sandro y los de Fuego y emulaba a
su ídolo Elvis Presley, a principios
de los ´60. En esos primeros tiempos, luego de firmar contrato con CBS, Sandro
consigue cierta popularidad con algunos simples con formidables versiones de temas
de los Beatles o Elvis cantados en
castellano. Más tarde-entre 1964 y 1967
- primero acompañado con Los de Fuego
y luego por el Black Combo editará varios
larga duración en los que el Gitano además de grabar rocks propios
y continuos covers de los Fab Four,
editados casi en simultáneo con los temas originales; se animará a hacer
versiones en español de éxitos de los Animals,
Chuck Berry, Dave Clark Five, Little Richard, Ray Charles, Roy Orbison, los
Kinks, Bob Dylan, Tim Hardin, y hasta clásicos de la Motown, en donde Sandro
demuestra que puede cantar como un negro y todo. Sin dudas, un material
imprescindible para quien quiera comprobar lo virtuoso que era el Gitano para
el rock.
Lamentablemente,
y forma paulatina, Roberto se fue alejando del género, debido a la influencia
de su manager y mentor Oscar Anderle.
Por otra parte, el reconocimiento a nivel masivo que consigue con “Quiero
llenarme de ti” (canción que gana el primer puesto en el Festival Buenos Aires
de la Canción, a fines de 1967) lo instala en un camino que - salvo en
circunstancias aisladas, en vivo, o tangencialmente en temas casi rock como
“Ave de Paso”, “Tengo” o “Atmósfera Pesada” - en forma casi exclusiva lo llevará a gestar su
mítica fama internacional de baladista romántico de alto nivel.
Este viraje le
produjo el desprecio de varios rockeros de acá. Se lo calificó de "producto
comercial", de “cantante complaciente”, "meloso" y, por supuesto, de "grasa". Sin
embargo, con el paso de los años los referentes del rock argento lo empezaron a
reconocer como un gran artista popular, además de pionero del género,
alimentando ese mito urbano que lo asume como “dueño de La Cueva” o “impulsor
del rock argentino”. Lo cierto es que Sandro no fue ni una cosa ni la otra,
aunque sí se vinculó y fue amigo de varios músicos míticos del rock argentino
como, por ejemplo, Pajarito Zaguri,
Javier Martínez o Moris. Y, por
supuesto, jamás estuvo en duda su calidad como intérprete, incluso de rock
aunque, lamentablemente, no haya desarrollado al máximo, y en ese sentido,
aquel potencial de los primeros años. Como dijo alguna vez el propio Javier Martínez: “Sandro es un verdadero maestro del rock, y eso poca gente lo sabe,
porque después se dedicó a otro género, que lo hace muy bien también. (Sin
embargo) Sandro es un gran rockero, fue un gran maestro para todos nosotros…”
TIEMPO DE REVANCHA…
En los ´80, luego de 15 años de
trabajar juntos, Sandro rompe su vínculo
artístico con Anderle, asociándose con el compositor y productor Rubén Aguilera en su afán de encontrar
un nuevo sonido. El primer producto de ambos sería Vengo a ocupar mi lugar,
en 1984. Sandro venía de grabar un disco en 1981, editado por el viejo sello
discográfico de ATC. Ahora, tres años después, con una imagen más madura, en el
umbral de sus 40, pero claramente posicionado como estrella internacional, reaparecía
con un puñado de canciones nuevas, en una clara intención de la discográfica
Polydor: posicionarlo fuertemente en el nuevo mercado, y conseguir así captar
la atención de una nueva generación de fans iberoamericanos, que gustaban de un
pop más en sintonía con el que era el nuevo sonido de las radios FM, las cuales
empezaban a prevalecer en el gusto de los oyentes, desalojando, paulatinamente,
de su lugar de privilegio a la sempiterna AM. Eran los primeros años del boom
del walkman, con el casete como formato líder, y de la supremacía de los
primeros instrumentos digitales en el mundo del techno-pop. De esta forma sería este nuevo álbum el inicio
de esta nueva versión de Sandro, más en la onda “galán maduro” de la canción.
En Vengo
a ocupar mi lugar aunque todos los climas estaban puestos a disposición de
la inefable veta teatral de Sandro, el disco aún hoy se sostiene como un
artefacto techno-pop-melódico ochentoso a la altura de esos tiempos. Su peculiaridad
radicaba en su sonido dominado por las densas capas de teclados, las guitarras
eléctricas rockeras y las baterías electrónicas, sin la inclusión de arreglos
orquestales y –salvo excepciones- casi sin coros de acompañamiento, por lo que
la atmósfera “modernosa” del disco entabla un diálogo perfecto con el
dramatismo vocal de Sandro, capaz de pasar del susurro al grito en medio de sus
impecables interpretaciones, dando vida a sus canciones. Por supuesto, el
álbum, en toda su extensión, insinuaba la capacidad del cantante para combinar
lo mejor de los mundos opuestos de la música melódica romántica y los sonidos
modernos de la música joven. Y esta sonoridad general, más que su concepto,
anticipó unos cuantos gestos que el propio Sandro exploraría gustoso en sus futuros
shows en vivo, de ahí en más.
Sin embargo, en el corazón de estas nuevas
composiciones de Roberto Sánchez se aloja una tensión entre la cualidad
artesanal de estas canciones y el deslumbramiento por sus primeras experiencias
electrónicas en un estudio de grabación. El formato de balada melódica se
extiende hasta límites intangibles pero jamás se abandona por completo. Y es
que la vocación experimental de este álbum de Sandro no solo choca con
impedimentos tecnológicos –a pesar de la inclusión de la electrónica, las
grabaciones seguían siendo analógicas-, sino que también debe atender a
limitaciones formales: la superposición de capas de colchones de teclados con
los que se construyeron varios de los temas de la placa debían subordinarse aun
al desarrollo melódico de las canciones, por lo que –por momentos- perdían
vuelo, eficacia y punch. Y la saturación “modernosa” de estos arreglos pop de
los ´80 apunta a una expansión armónica que todavía privilegia el carácter
horizontal de la música de Sandro, sin animarse del todo a romper la estructura
de sus canciones, más allá de algún solo aislado de viola o sintetizador.
Resumiendo, si bien, en Vengo a buscar mi
lugar se amplía el espectro de géneros disponibles para el lucimiento vocal
del Gitano hacia zonas hasta ahí inexploradas, las baladas y los lentos a la
carta conservan la preminencia.
Sintetizador Memory Moog, propiedad de Sandro (Exposición "Yo, Sandro")
VENGO A BUSCAR MI LUGAR, CANCIÓN POR CANCIÓN
Un repaso exhaustivo de las canciones
incluidas en el álbum arroja inesperadas sorpresas, incluso para el oyente
menos curioso. Por ejemplo, en la apertura del disco con “Dos a la buena de Dios”, nos encontramos con una canción pop optimista,
aunque sin mayores pretensiones, que parece la cortina de un programa de tv
ochentoso. Hasta ahí, nada demasiado novedoso. Sin embargo, el siguiente tema,
“Tú te dejaste querer”, es una potente balada con fuerte presencia de filosas
guitarras eléctricas, en una onda Whitesnake
(¡en serio!) y varios colchones de teclados. Sin dudas, uno de los mejores
temas del álbum, a pesar de su estribillo bastante reiterativo.
Con su sonido
caribeño, “Yo la necesito” estaba en las antípodas del mundo del rock, sin
embargo llama la atención esa base muy bien lograda de baterías electrónicas y
bajo sintetizado. “Abriéndole la puerta al diablo” es una canción típica de
Sandro, un clásico menor muy bien elaborado, en la que el Gitano canta como
nunca, en una interpretación que es un muestrario de todos esos tics que lo
volvieron famoso. Pero además, aquí el sonido está claramente en sintonía con
el pop de la época, con muchas maquinitas, violas rockeras muy arriba y exceso
de percusión electrónica. Sin dudas, una muy buena mezcla del Sandro clásico
con este ochentoso. Lamentablemente, esta magia parece esfumarse en “Fue sin
querer, fue sin hablar”, otra balada romántica que podría haber sido la cortina
de una novela protagonizada por Marco Estell. No está mal, pero no tiene
demasiados elementos para destacar más allá de su instrumentación modernosa.
Por supuesto, esta canción termina con Sandro cantando el estribillo sobre un
solo de saxo que se va en fade…
“Tramposa aventurera”
es otro lento poco auspicioso, del que no vale la pena remarcar casi nada. Todo
lo contrario de “Ayer te quise tanto”, una balada bien lograda, con un sutil arreglo
de teclados. Sin dudas, una canción de telo de mucha calidad. Luego llega lo
mejor del disco. Porque, sin dudas, “Vengo a ocupar mi lugar” es el gran hit
del álbum homónimo, razón por la cual no se entiende porque no fue elegido como
tema de apertura del mismo. Y es que es un rockazo a medida de Sandro, con una
fuerte impronta de teclados, baterías electrónicas que la rompen y guitarrazos
a troche y moche. Aquí Roberto canta como nunca, metiéndose en la ropa de un personaje
matador y muy salvaje, que regresa y sabe bien lo que quiere: arremeter por lo
propio, por ese lugar bien ganado en la cama de una antigua amante, enloqueciéndola
de placer all night long. Actitud 100
% rock.
El penúltimo
tema del disco, “Yo te haré mujer”, es otro lento de sonido clásico, pero sin
mucho desarrollo, cuyas primeras estrofas son un guiño manifiesto a “De
quererte así”, el clásico de Charles
Aznavour. Sin embargo, en esta canción sobresale un buenísimo solo de
teclados (¡¿quién lo tocará?!), con un sabor bastante progresivo, que junto a
la gran interpretación del Gitano es, lejos, lo mejor de un tema menor. Por
fin, el disco termina con “María es mujer”, un broche de oro “épico”. Otra
canción con una letra muy sugestiva, en este caso dedicada a la figura de una
mujer fatal, y con una conclusión cuasi techno gótico new age. Sí, ¡demencial!
Un final con tutti, con muchos solos de viola, un gran coro femenino, y un buen
arreglo de sintetizadores.
SANDRO Y EL CARPOSAURIO
Sin embargo,
esto no es todo, ya que esta historia que une a Sandro con el rock tuvo una
inesperada coda, un par de años más tarde, en 1990, cuando Roberto se convierte
en el anfitrión de Querido Sandro, un programa de televisión de lujo, producido
por el mítico Héctor Ricardo García,
y ganador del Martin Fierro. Justamente, en uno de los envíos de este magazine
musical con invitados, que salía al aire por Canal 13, el Gitano invitó a Riff. Así los telespectadores pudieron
disfrutar del encuentro de estas dos potencias de la música popular argentina.
Sí, Sandro + Pappo + Vitico + Boff +
Michel Peyronel. En esa ocasión, se pudo ver al cantante lookeado con un
curioso vestuario post punk, símil Mad
Max o ¡Manowar! Una puesta en
escena que se parece a cualquier video clip de las bandas heavies de la época,
tipo “Lick it Up” de Kiss, con
bailarinas sensuales y Citroëns3CV prendidos fuego. Hay que aclarar que Sandro NO tocó en vivo con Riff en ese momento, tan solo hicieron
playback en dos canciones del cantante: “Vengo a ocupar mi lugar” y el rockazo “Soy
Salvaje” (del disco Volviendo a casa,
de 1990). Luego del corte publicitario, Riff volvió para tocar su clásico “Susy
Cadillac”.
Sandro con Riff en "Querido Sandro", 1990.
Para recordar
ese encuentro histórico convocamos a Hector Boff
Serafine, el guitarrista de Riff, quien nos cuenta: “Por supuesto, tengo el mejor recuerdo de
esa presentación. Por empezar, Sandro
era amigo de Pappo desde los
comienzos de su carrera, cuando zapaban en La Cueva, el famoso local de la Avenida
Pueyrredón. Para nosotros fue un verdadero honor que nos invitara a Querido
Sandro. Tené en cuenta que no solo nos invitó
a tocar al programa, si no que también nos pidió que participemos en dos de
sus canciones, junto a él. Te comento que no fueron muchos los grupos
privilegiados que tuvieron esta oportunidad. Luego de eso, Pappo también fue
invitado a su maratón de recitales, hay algo en Youtube de ese día. Sandro era un capo, un tipo súper generoso. Por ejemplo,
tuvo una atención con nosotros, nos hizo llegar una gran
canasta con vinos, y una gran picada. En ese momento, me acuerdo que Pappo me
dijo: ´Agarremos la canasta…´ ¡Y nos fuimos! Jajaja. Me acuerdo que el programa se hacía en
Estrellas Producciones, en donde hoy están Crónica TV y CM El Canal de la Música.
Por supuesto, no se podía hacer vivo. Nadie hacía vivo, todo era playback. A
pesar de que Sandro no sabía nada del rock que sonaba en ese momento, sabía
bien su negocio. Sin embargo, él tenía su lado rockero. De hecho, poco
después de eso grabó con Charly García
y Pedro Aznar en el disco Tango 4, ¿no?”
Sí, tal cual, y
quizás ese cover en castellano que hicieron de “Rompan todo”, de Los Shakers, en ese álbum de 1991,
haya sido la última vez que Sandro
se puso el traje de rockstar. Un
vestuario que le quedaba casi tan bien como la clásica bata roja…