domingo, 11 de octubre de 2015

NUNCA SE OLVIDÓ DE LO ARTESANAL, entrevista a Daniel Irigoyen



Daniel Irigoyen (1950) es uno de los pioneros del rock argentino. Habitué de La Cueva, amigo de Tanguito, Alejandro Medina y Litto Nebbia; también fue el cantante y líder de Los Mentales, antológico grupo de rock pesado de principios de los 70. Luego de su exilio a mediados de esa década, huyendo de la violencia política y la represión, se instaló en Europa, en donde consolidó su pasión por la percusión, los ritmos afrolatinos y el jazz fusión, llegando a tocar con una infinidad de prestigiosos músicos internacionales (la lista es infinita…) en varios proyectos a lo largo de las últimas cuatro décadas. Poeta lírico y social, escritor, analista y estudioso de músicas y ritmos, cantautor, multiinstrumentista, productor… En fin, Irigoyen ha hecho de todo a lo largo de su curiosa y apasionante historia personal. Ciudadano del mundo, pero por siempre argentino de alma, reside en Hamburgo, Alemania, desde hace muchos años. Desde allí accedió a chamuyar un rato largo con Intersticio en esta entrevista exclusiva, para contarnos algo de su vida en primera persona. Y sin filtro ni casete, como nos gusta a nosotros…

FASE UNO: EN DONDE COMIENZA LA COSA

¿Cuáles son tus primeros recuerdos asociados a la música en tu vida?
La música del campo fue mi primer gran influencia porque crecí en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. El embrujo de esa música de tierra adentro me subyugó primero a partir de la permutación del ritmo de 6/8 de los malambos y chacareras truncas, que indistintamente ya bailaba o me acompañaba con guitarra criolla o bombo legüero. A los ocho años ya había aprendido a cantar en peñas familiares clásicos del folclore de la época como “Felipe Varela”, “Zamba de mi esperanza”, “El sapo cancionero” . Podríamos decir entonces que la esencia de esta música de profundas raíces argentinas y africanas -si se quiere- fue el fundamento metafísico de todo lo que vino después. Casi al mismo tiempo y ya entrando a mi pubertad, en una radio de aquel pueblo de calles de tierra invariablemente secas por los veranos, se escuchaban los hits del momento de la música moderna donde entre otras cosas, descubrí a Elvis, a Bill Haley y a los rockeros importados de México que empezaban a llegar, pero fundamentalmente un par de canciones de Johnny Tedesco -el primer argentino que me impactó cantando en castellano-, y por supuesto la voz explosiva de Ricardito, el pianista y cantante negro norteamericano conocido internacionalmente como Little Richard, que con temas como "Tutti-Frutti", "Long Tall Sally" y "Lucille" secretamente me dio las pautas de que mi vida se encaminaría a la música. También de aquellos parlantes de la emisora, distribuidos estratégicamente en postes, escuché premonitoriamente por primera vez los inmortales "What´d I say" (1959) y "Hit The Road Jack" (1961) del genio Ray Charles –no me imaginaba que algunos años después "What´d I say" sería parte del repertorio que cantaría en enfervorizadas zapadas nocturnas en La Cueva de Billy Bond, a finales de los ´60, respaldado por tipos como los hermanos Fattoruso, Sandro, Ricardo Lew y Litto Nebbia, entre otros. O sea que, además de las chacareras truncas que le dieron pulso rítmico a mi vida, la música de los negros Little Richard y Ray Charles, fueron de verdad los primerísimos grooves que me formatearon el cerebro de forma milagrosa. 

¿Y cómo fue tu formación como músico? ¿Autodidacta o estudiaste con profesores?
Desde muy pibe me metí en esto como músico intuitivo. No tengo estudios académicos de prestigio ni antecedentes de escuelas especializadas de nada, pero sí centenares de influencias que me han ido educando instintivamente en mi forma y arte de comunicar. Después de mi salida de Argentina, la esponja santa del alma me ha hecho sentir próximo a artistas de la palabra y la música de diferentes culturas que a través de los años me han ayudado a labrar mi propio camino. A Buenos Aires llegué en 1964 con 14 años. Vivía en el barrio del Once, por la zona de Almagro, donde tuve el privilegio de ser testigo del surgir de todo un movimiento musical y cultural de la mano de los Beatles y todas las grandes bandas que nos fueron llegando principalmente desde Inglaterra, y la música de los negros norteamericanos, casi al mismo tiempo que en otras grandes ciudades del mundo. Mi primer amigo de entonces fue Alejandro Medina, quien vivía a pocos metros de mi casa en la Avenida Rivadavia y con el que cursábamos en la misma escuela. Otro de mis vecinos célebres era Carlos Mellino, al que una tarde le presenté a Alejandro y con el que terminó formado una banda que se llamaban Los Seasons, apadrinados por Muñeco, quien después fue conocido como Billy Bond. También a la vuelta de casa vivía el saxofonista Bernardo Baraj, con el que mucho después Mellino formó Alma y Vida. Por aquella época, a los 15 años, junto con el baterista de los mismos Seasons, Freddie Izorogastúa, tuve mi primera experiencia como cantante en un grupo que se llamaban Los Knacks y que apenas duró un par de meses. A los 16 ya me había agarrado el berretín de la batería influenciado por los grooves de Ringo Starr, Charlie Watts, Melvin Parker y Mitch Mitchell, entre otros, tomando un par de clases elementales con el mítico maestro rosarino Alberto Alcalá (con el que me la pasaba charlando más que tocando) y que me dio las pautas de que la cosa no era tan fácil como parecía. Paralelamente ya tocaba un poco la guitarra criolla, con la que me acompañaba improvisando con una blues harp al cuello, canciones sureñas y bluseras. Nunca tomé clases de guitarra con nadie, todo siempre fue autodidácticamente, probando cosas, junando y asimilando en lo posible a los que sabían y me pasaban por al lado, y así sin querer ser el mejor en nada fui aprendiendo de a poco de las esencialidades que se necesitan para armar alguna que otra canción sin darle mucha pelota al qué dirán. Pero en épocas de Los Mentales, dada la gran actividad de los fines de semanas por clubes de la periferia, la madre de Litto Nebbia me asesoró con algunos ejercicios respiratorios y de conducta para cantar con swing sin romperme la voz. Después ya en Europa, a finales de los 70, tomé clases privadas intensas de conga y timbal con el maestro puertorriqueño Freddie Santiago. Además de mis encuentros grosos con los maestros Alex Acuña, Giovanni Hidalgo y Milton Cardona, quienes me ayudaron a relajarme y a estar mucho más cerca del concepto musical cómplice cuando se toca. Durante los ´80 y ´90 concurrí a innumerables workshops de maestros especializados en cuestiones rítmicas como David Garibaldi, Leon Ndugu Chancler, Bernard Purdie y Dave Weckl, entre otros. También en los ´80 empecé a estudiar piano por mi cuenta, cosa que sigo haciendo con más o menos disciplina, más que nada como elemento enriquecedor para cantar y componer, abriéndome constantemente a nuevas frecuencias y arreglos orquestales. Obviamente, tengo que practicar para superarme, pero no tengo el talento alemán de la disciplina y me lo banco sin problemas. La música es así, más te fascina y más te atrapa el pellejo cuando más control tenés sobre los instrumentos, pero por tratarse de algo supremamente abstracto, en cuestiones de inspiración creativa en música todo es relativo, la reencarnación de ciertos pensamientos te harán avanzar o estancar en tu cometido, dependerá de la actitud y comprensión que se tenga para discernir el propio camino.

¿Qué discos e intérpretes te volaron la cabeza?
La discografía de los BEATLES, desde el primer simple en acetato de 78 rpm que me compré en adelante. Para mí, ellos son la mejor banda emocional y mágica de todos los tiempos. Inventores de las reglas universales que hacen que una canción sea maravillosa o una máscara de marketing; JACK BRUCE (con su álbum Song for a Tailor), JEFF BECK (Blow by Blow), IRAKERE (Live at Newport Festival New York 1979), WAYNE SHORTER (Native Dancer – Feat. Milton Nascimento), CHICK COREA (Return to forever), WEATHER REPORT (Tale Spinnin´, Heavy Weather), GINO VANNELLI (Storm at Sunup, Brother to Brother); GEORGE DUKE (Feel, From me to you, Reach for It), CLARE FISCHER (Salsa Picante, Machaca), VINCE MENDOZA (Instructions Inside), JERRY GONZALEZ The Fort Apache Band (The River Is Deep), SPINETTA JADE (Alma de Diamante); DAVE WECKL BAND LIVE (and very plugged in), JOHN BEASLEY (Cauldron), los discos de CREAM, LOS SHAKERS (La conferencia del Totos Bar), la música de RAY DAVIES con THE KINKS; LED ZEPPELIN (I,II,III), EMERSON, LAKE & PALMER (Tarkus), GENESIS (Foxtrot), STEPHEN STILLS (todo lo que hizo desde los Buffalo Springfield); TONY WILLIAMS (Lifetime); LENNY WHITE (Venusian Summer); AIRTO (Fingers, I´m Fine how are you?), OPA (Goldenwings – Magic Time), ISAAC HAYES (Music from Shaft), STEVIE WONDER (Talking Book, Innervisions); JAMES BROWN (Live at The Apollo); CALDERA (Sky Islands), EDWARD SIMON GROUP (Beauty Within), PAT METHENY GROUP (Letter from Home), y la música de OTIS REDDING; MARVIN GAYE; ELIANE ELIAS; PINO DANIELE; HUGO FATTORUSO; QUINCY JONES; CAROLE KING; DJAVAN; THE HEAD HUNTERS; NEIL YOUNG; JIMMY SMITH; TONINHO HORTA; DAVID CROSBY; BLOOD, SWEAT & TEARS; ALMAN BROTHERS; THE BYRDS; JIMMY HASLIP; MANOLO JUAREZ; MICHEL CAMILO; DORI CAYMMI; RUBÉN BLADES; JULIO SOSA; JACO PASTORIUS; MICHAEL BRECKER; TOWER OF POWER; EDDIE PALMIERI; YELLOWJACKETS; MANOLO BADRENA; HERBIE HANCOCK; JORGE DALTO; HENDRIX; TRAFFIC y muchísimos más, la lista es larga. Pero de todos lo que fueron apareciendo a través de los años, inconscientemente siempre se vuelve a ciertos vinilos del pasado con los que instintivamente uno se vuelve a reconocer sin necesidad de analizar nada. La variedad musical que a mí me marcó está asociada al significado emocional-artístico de algunos clásicos que me impactaron desde que empecé a patear los suburbios de las ciudades. Álbumes que en cualquier momento puedo volver a escuchar produciéndose el milagro incondicional de que te levantan el alma de inocencia, da igual si me encuentro solo en casa o rodeado de gente en el azar de las circunstancias. Una dimensión de placer siempre diferente aunque me conozca de memoria sus melodías catárticas y ritmos maestros. Igual en qué situación de vida me encuentre, la calidad compositiva e interpretativa de algunos de esos discos sigue subyugándome como en antaño. Ignoro cómo funcionará este proceso desbordante en nuestros cerebros cuando escuchamos música, la intuición puede darme algunos claros respecto a lo que uno considera verdad, que aunque no podamos definirla, podemos percibirla, podemos verla y conocerla cuando escuchás con el corazón lo que esos tipos están tocando. En sí, esos discos siguen alagando mis formas más profundas y sinceras de ser, tanto como músico y como persona, catapultándome con total naturalidad a actitudes positivas respecto a lo que puedo llegar a plasmar o no con un instrumento, por lo que no me hace más sabio ni más humilde, pero sí más agradecido. Hay músicas que bendicen y hay músicas que te vuelven impasible. Un proceso de acumulación y conservación de recuerdos, creencias, tradiciones y hábitos, todo eso que llevamos en la mente, que por experiencias y pensamiento nos hace distintos a los que no escuchan lo que vos escuchás. Pero el ser distintos no significa que estemos separados, ¿no? 

¿Y cuándo fue que empezaste a componer tu propio material?
Mi primer tema lo compuse durante los últimos días de La Perla a mediados del 67, con un texto muy influenciado creo por Walt Whitman, que siempre me gustó tocar igual donde me encontrara. Eran épocas a la intemperie, en donde andar con una guitarra sin funda por la calle era algo normal entre los náufragos. Tanguito era un enamorado de esa canción, que también tocamos muchas veces a dúo con Pappo en su casa de la calle Artigas. 

¿Y de dónde viene este amor por la poesía? ¿Qué autores te influenciaron?
En mis años de pubertad en Buenos Aires espontáneamente me fui arrimando a otros románticos ocasionales más curtidos de lecturas, que me fueron tirando puntas de autores imprescindibles (según ellos). Así fueron apareciendo libritos de autores disímiles con los que fui aprendiendo a sensibilizarme con las metáforas. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que no es moco de pavo interpretar los runruneos de un alma silenciosa sobresaliendo de un poema. Recién ahora, después de mucho carrete, estoy empezando a leer poesía en verso o como se le diga a este arte de reflejar estados de ánimo con pocas palabras, que no anda muy lejos de los laberínticos torrentes de una letra de canción, pero que sin embargo, a pesar de cierta rutina emancipadora, aún no estoy ducho en concientizar el misterio de los silogismos y la sintaxis que pueden reflejar una frase cualquiera que asoma detrás de una tonada y creo que eso es por no haberme dedicado a investigar un poco más allá de mis libritos de Borges, Macedonio Fernández, Keats, Cernuda, Pessoa, Pavese, Pound, Poe, Ginsberg, Artaud, Rimbaud, Baudelaire, entre muchos otros estilistas consagrados que apenas he leído, es como que la prosa de algunos eruditos charlatanes -o santos- como Krishnamurti, Lao Tzu, Aldous Huxley, Jung, Schopenhauer, Gandhi, Canetti, Cioran, Lin Yutang, Jesús o Camus, a los que siempre vuelvo, me tiene mal acostumbrada la pensante sin habérmelo propuesto nunca. En todo caso todavía ando con la ilusión sublime de las palabras o palabritas a cuestas, sin que el ego me tenga que agarrar el gañote todo el tiempo para demostrarle al mundo de mi importancia, las palabras con imaginación todavía pueden hacer de nosotros cualquier cosa que uno quiera ser más allá del tiempo y del ego, pero hay que laburar fino con la gris y no dejarse razonablemente arrinconar por quiméricas cuestiones que van más allá del buen o mal vivir. Motivar la sensibilidad de la inspireta cuando llega del ángel, para transparentar la belleza, el enigma y los desvelos en los micro mundos íntimos de lo que nos pasa como personas. Para mí la escritura más que arte es artesanía. Son realmente muy poquitos los que hacen arte por medio de la palabra. En todo caso para escribir algo con fundamento ético aparte de talento se necesitan huevos y determinación, creer en lo que se hace, olvidarte del miedo y el desencanto de los que no te entienden, amarse mucho, leer mucho y no tirar a la basura tu fantasía por querer encontrar el tesoro de los piratas entre tus amigos. Tenemos que comprender con el corazón el gran desamparo del momento actual que está viviendo la humanidad.
Aunque es maravilloso llegar al máximo público posible, nunca me he tomado la escritura como una carrera. Con la música la mano es diferente, pero literariamente, me parece hasta un poco ridículo decir que uno es un profesional de la escritura. No escribo para las audiencias, si no para mí, -que en una de esas es como escribir para los outsiders metafísicos que no se sienten cómodos en ninguna parte pero que siguen buscando con la llama prendida-. Creo que la única manera de ofrecer calidad es escribiendo para uno mismo. Mi actitud ante la vida tiene que ver con mi forma de cantar y de escribir, que son cosas que no se pueden separar. 

¿Cómo fuiste puliendo tu estilo como cantante? ¿Quienes son tus influencias?
Se me dió por naturaleza intuitiva autodidacta, empecé a los 9 o 10 años cantando, zambas y chacareras de la música del campo, después cuando escuché uno de los primeros hits de Johny Tedesco y al explosivo Little Richard por la difusora del pueblo donde me crié hasta los catorce, se me cambió la película. Aunque fuí y sigo siendo un gran incondicional sentimental amante de los Beatles, mi auténtica formación como cantante con guitarra de palo comenzó con el rhythm and blues y todas sus variantes. Cuando escuché el primer LP de Spencer Davis Group con su jovencísimo cantante Steve Winwood -con quién una pila de años después tuve el gusto de hacerle de telonero con mi banda-, supe por instinto que me dedicaría a hacer música de por vida. Su tono de voz, a pesar de ser altísimo -nada que ver con mi voz- instintivamente podía emularlo como si se trataran de mis temas. El único problema que tuve y sigo teniendo, es de que nunca tuve el talento de imitar a nadie, sólo puedo cantar cómodamente cuestiones relacionadas al rhythm and blues, o cosas propias o extravagancias de ciertas canciones que puedo llegar a tomar como mías de gente como Djavan por ejemplo, pero no me pidas que te cante una de no sé quién, razón por la cual durante los primeros años por aquí perdí laburos de oferta para cantar en bandas de covers de hits para fiestas o salseras a los Rubén Blades, etc, por lo que me fui dedicando de lleno a la percusión. Pero con las cosas que cantaba Winwood a mis 17 años no tenía problemas de sacarlos con la guitarra y cantarlos. Enseguida Jack Bruce entró en mi vida para echar raices naturalmente con amor y sin complejos, lo que me fue dando posibilidades de ir educando y aprendiendo los códigos del buen cantar sin romperme la voz y sin la astucia premeditada de la imitación. Por supuesto que hubo más influencias por el camino, como la forma del scat de Leon Thomas o Al Jarreau que llegaron después, pero el fundido y color personalísimo de la lírica de Bruce fue lo que me pegó más adentro, haciéndome encontrar a través de los años mi propio sonido. Jack Bruce para mí es uno de los músicos más grossos y multifacéticos del rock y jazz contemporáneo, al que también conocí algunos años antes de su partida. Desde que lo  escuché con Cream y después con su primer gran álbum Songs for a Taylor (que dedicó a la sastre que les hacía la ropa a los Cream, muerta en un accidente de tráfico, viajando después de un show con la banda de su esposo guitarrista) fueron fuente sublime de inspiración en mi forma de aproximarme a los públicos, razón por lo que para mi alegría y orgullo, Mario Antonelli, conocido autor de libros de rock en Argentina, me bautizara una vez con la extraordinaria caracterización del “Jack Bruce del rock argentino”.

EN EL BIG BANG DEL ROCK DE ACÁ…

Antes hablabas de lugares míticos como La Cueva o La Perla de Once, ¿qué recordás de esos primeros años del rock argentino? 
Entre el 66 y el 69 ya había conocido a un montón de gente que andaban más o menos en lo mismo, algunos de los cuales ya eran casi las super estrellas de la escena del rock en la Argentina. Mirando atrás sin nostalgia, fueron años asombrosos y estoy feliz de haberlos vivido en la primera línea de combate. Nuestros sueños no eran los sueños de los pibes de hoy. Había más camaradería entre los músicos y las productoras (aunque también hubo pequeñas guerras insignificantes entre los egos de managers y organizadores). Escribí un libro dedicado casi en su totalidad a aquellos años fundacionales, donde se pueden encontrar pequeñas historias contadas en primera persona para los interesados. 

¿Y qué opinas del desarrollo posterior del género?
Ahora la música mueve menos cosas por sí misma, la radio y las revistas especializadas dependen de intereses comerciales, el rock ha dejado de ser radical o contestatario. Pero los músicos de hoy son más listos de lo que fuimos nosotros: nacen con la lección aprendida. Saben que la respuesta no está en la completa anarquía o en el nihilismo absoluto. Pero es cierto también que aunque las nuevas tecnologías hayan acelerado los procesos de formación como instrumentistas, cantantes de moda, o de DJs entertainers catapultados a la fama, la moral del sistema que dirige a las masas muy poco ha cambiado desde los 70 en la forma que la música moviliza a la gente que consume lo que los medios decretan. Hoy como ayer zafar con dignidad de los intermediarios chupa sangre para hacer tu propia música no es moco de pavo para nadie. Si miramos con la lupa del alma el showbusines actual (vivas donde vivas en Occidente) aunque exagere un poco, te das cuenta que casi todo está diseñado para estupidizar en vez de hacer evolucionar las conciencias. Mi filosofía como músico comunicador es no dejarse corromper el alma para ganar adeptos estupidizados, mantenerse sincero con lo que uno es como artista creador aunque se burlen de tu genio por no seguir la corriente de la mayoría por el sólo hecho de ser vos mismo haciendo lo que hacés, aunque te consideren un enemigo por atreverte a crear algo propio no hay que aflojar ni renunciar jamás a la propia luz. 

¿Cómo surge tu amistad con Litto Nebbia?
El azar y nuestras respectivas energías nos acercaron. Eran épocas en que las mentes y los corazones se identificaban por cuestiones que iban más allá de las apariencias. En los primeros tiempos de La Perla de Once, ya nos habíamos visto alguna vez de reojo sentados al fondo de la confitería pero sin darnos nunca demasiada pelota, porque por entonces Litto era un tipo muy tímido. Y cuando de pronto entraba a La Perla super demacrado, con el pelo mojado y con una guitarra sin funda en la mano, en las mesas que ocupaban Moris, Javier Martínez, Tanguito, Pipo Lernoud, Actemio, Miguel Abuelo, Diana Shepherd, Charly Camino, Celia, Ahidé, Cristina y yo mismo, se hacía un silencio insólito por la admiración y el respeto que todos le teníamos. Porque Litto era el tipo que todos ya habíamos visto alguna vez en la tele con una pandereta en mano como vocalista de Los Gatos Salvajes en (el programa) La Escala Musical de Canal 13. Por eso cuando llegaba a las dos o tres de la mañana del hotel donde vivía a la vuelta con los otros Gatos, no era para divagar o sumarse al contertulio con la barra, sino más bien para cantarnos las nuevas canciones que venía componiendo, que algunos meses después con el masivo suceso de “La Balsa”, las volvimos a escuchar en el primer LP de Los Gatos. Cuando La Perla dejó de ser para siempre el lugar de encuentro de los náufragos todo el mundo se bandeó. Algunos meses más tarde me encontraba en lo de Robertone, que era un sonidista de recitales y fabricante de los equipos de sonido que usaban casi todo el mundo, cuando apareció Actemio, que era el jefe de plomos de Los Gatos. Cuando salimos, Actemio me invitó espontáneamente al City Hotel NH City & Tower, donde Litto tenía una suite. Desde ese momento comencé a ser amigo de él. Para mí, Litto es un elegido de las alturas. Un maestro que llegó en el momento justo y uno de los pioneros fundamentales de mi generación en imponer su personalidad compositiva en el gusto musical de muchos argentinos. 

¿Qué recuerdos te vienen a la mente de tu paso por Los Mentales?
Hay flashes de lo inconsciente que a veces vuelven en forma de nube, de árbol, de una guitarra sobre una cama, de un abrazo apretado de un fan desconocido, de una piba hermosa corriendo detrás de un taxi, o de alguna tonada tanguera saliendo de una radio oculta de kiosco de arrabal. Pero sobre todo el aroma húmedo de una boca de subte vomitando gente apurada en permanente estado de melancolía, como la del tano del almacén aquél, que tenía una foto de promoción de Los Mentales en la pared en donde compraba mi viejo, sobre una calle retorcida de empedrado no muy lejos del Abasto. Retornar al pasado en pensamiento, es como una ficción nunca aceptada por una memoria caprichosa que se niega a perder lo más auténtico de ese otro ser que fuimos, con las pasiones que nos movían y los sueños que nos alimentaban. Después de más de treinta años de movimientos en la historia, todo lo registrado en el cerebro humano tiende a dilatarse. Por eso, a veces pienso si todo aquello fue real o sólo una creación de las sombras.

¿Y de dónde sacó el grupo ese gusto por el rock pesado inglés que empezaba a surgir de la mano de grupos como Led Zeppelin y otros?
Una tarde de primavera, el Flaco Spinetta me invitó a subir en su destartalado Citroen 2CV y nos fuimos a visitar a Amadeo Álvarez, que era el cantante de los disueltos Vip's, quien vivía en uno de los barrios más bacanes de Buenos Aires. Cuando llegamos, Amadeo nos puso una cinta que nos voló la peluca. Se trataba del primer álbum de Led Zeppelin aún no editado en Argentina. Desde ese momento nos hicimos fanas completos del sonido hiriente de características dramáticas de ese cuarteto inglés, estratosférico en varios sentidos, tanto por su primitivo impacto físico, como por las sutilidades de las armonías que conjugaban en las composiciones, además por la claridad espeluznante del sonido que habían logrado.

¿Y por qué crees que Los Mentales no duró más en el tiempo, aunque luego fueron reconocidos como un grupo de culto?
Hubo situaciones inverosímiles, escapadas de todo contexto, que catapultaron a la banda al desarme. En un comienzo, tanto Litto Nebbia como la discográfica en la que estábamos nos habían brindado todo su apoyo, pero cuando empezamos a elaborar nuestro propio material sin que Litto interfiriera, algo raro pasó entre los directivos en relación con los mánagers que teníamos. Habíamos empezado a grabar con mucha ilusión y en cuenta gotas nuestro primer LP en los estudios de la calle Moreno, que era donde grababan varias de las bandas conocidas de la época, como Los Gatos, Manal y Almendra. Dije en cuenta gotas porque cuando conseguíamos que nos dieran algunas horas para entrar al estudio, después había que esperar semanas para que nos volvieran a dar más horas. No había continuidad, vivíamos de los restos de espacio libre que dejaban otras bandas y solistas de los que grababan en aquél mítico estudio contratado por el sello Vik de RCA. Esta situación empezó a minar nuestros ánimos y a replantearnos nuevas propuestas de sonido para tal vez despertar el interés extraviado de los directivos de la discográfica, pero no tuvo resultado. Además, nuestros mánagers empezaron a tirar para atrás y los egos revueltos por las circunstancias hicieron el resto. A los pocos días tuve un aparatoso accidente de tráfico con mi moto del que volví a nacer. Después de una larga convalecencia tenía que hacer el Servicio Militar Obligatorio como soldado tambor en el Regimiento 6 de Infantería de la ciudad de Mercedes. A todo esto, los aventurados comentarios infundamentados de una conocida revista de culto dedicada al rock , publicaban boludeces sobre el desarme del grupo sin tener la menor idea de lo que nos venía sucediendo, entre otras desalentadoras opiniones de que además del bajo nivel musical de la banda o que “la imagen orgullosa de su cantante ante el público podría haber sido el detonante”. Cualquier cosa. Lo siento mucho. Todavía me sigo preguntando cual habrá sido el destino de la cinta con los temas para el LP que habíamos grabado en la línea de nuestro segundo simple. Nunca lo sabré, como tantas otras cosas que aún subyacen en el fondo de un pozo muy embarrado y paradójico respecto a aquella ciudad de mis recuerdos. El enciclopedista y estudioso de la cultura del beat y del rock argentino Mario Antonelli, ha escrito un libro de referencia ampliando aconteceres tapados por los medios, en que entre otros muchos participantes de la historia aparecen Los Mentales incluidos además en un compacto de recopilaciones de descatalogados, con los dos temas de nuestro último simple: “La Calle principal” y “No me agobies nena”.

Luego llegaría tu paso por Avalancha. ¿Qué recordás de ese grupo?
Pasó por la hermosa amistad que me unía con Carlos Pan y Carlos Pirimpinpin Geniso, quienes a toda costa querían hacer una banda conmigo. Como ya sabés fue el año 74, algunos meses antes de que una patota de cocainómanos psicóticos me incomunicaran y denigraran por varias semanas. Yo ya había comprado mi primera (batería) Colombo negra azabache al Negro Darío, que por aquella época venía tocando con el trio de Pappo, teniendo mi primer corta experiencia baterística junto a Tito Larregui, Micky Compilongo, Miguel Botafogo, Carlos Pan y Pirimpinpin. Ensayábamos en una sala que teníamos en la terraza de un edificio que estaba en la esquina de Boedo e Independencia.

FASE DOS: LAS CONSECUENCIAS DEL EXILIO

¿Y por qué decidís irte del país?
Por una demonizada película de colores intensos de connotaciones dadaístas de un director desconocido. Película que con el correr de los años se fue transformando en una dilatada obra abstracta en blanco y negro que suele volver a veces cuando me pongo ñañoso. Uno de los problemas que tenemos los de mi generación, es que no podés decir en voz alta casi ninguna de las cosas que realmente pensás sobre el pasado, porque siempre resultas ridículo o chocante y molesto. Antes, durante los primerísimos años de adaptación por aquí, me daba como vergüenza de que alguien se enterara de que los terroríficos pálidos de la Triple A, a la muerte de Perón me tuvieron incomunicado en dos lugares diferentes donde trataron de escarmentarme por sospechas injustificadas y en donde casi me tuve que olvidar de quien era el tipo que llevaba mi nombre y que fue la razón mortuoria de mi esquizofrénica salida del país fraccionándome la vida para siempre. Durante los años inmediatamente anteriores al Golpe del 76, los que estábamos relacionados con la música y el arte vivíamos permanentemente en un estado paranoico persecutorio muy enfermizo debido a aquella estrafalaria ley de averiguación de antecedentes que la policía había inventado para llevarte detenido de cualquier lado y a cualquier hora del día o de la noche, teniendo que pasar 24 o más horas en algún oloroso calabozo de seccional hasta que se verificara tu inocencia. La red paranoica, como le decían, nos tuvo muy mal a muchos. Cualquiera podía ser sospechoso por el aspecto de la indumentaria o por llevar barba o el pelo largo, que automáticamente te transfiguraba en un delincuente relacionado con las drogas o la política opositora a un sistema de vida “occidental y cristiano”, como alguna vez declaró su mentor el General Onganía, que no escatimó en hacer cerrar locales de la noche como La Cueva de la calle Pueyrredón y perseguir a cuanto “endemoniado” melenudo suelto encontraran por plazas, bares, cines, teatros, recitales, eventos, bondis, subtes y taxis de Buenos Aires. 

Una mano bastante pesada, que duraría años y años…
Tal cual. Y en 1974, la medida de impunidad rebalsó el vaso de mi entendimiento. Cocainómanos de civil pasados de adrenalina me llevaron detenido a la salida de un teatro. Era la época de López Rega y su Triple A, tal vez la más siniestra de las organizaciones criminales que existió, por la arrogancia de ideales políticos dementes, antes de que empezaran después a hacer desaparecer gente en algún chupadero del gran Buenos Aires, o desde los (aviones) Hércules durante el régimen de la Junta Militar. Aunque no figure en los libros de efemérides, ya en épocas de Isabel Perón, en caso de que protestaras por el atropello de llevarte esposado ante la mirada de la gente, una vez solos te malteaban como en las películas de gánsteres. Esta última detención duró casi cuatro semanas, sin apenas dormir, interrogado cada mañana por canas diferentes. Ellos insistían de que el dinero que me habían encontrado se debía a una posible tranza con organizaciones de izquierda o por asuntos de droga. Una mañana me largaron gracias a un familiar que trabajaba en la policía. Así que mis planes de continuar con una banda que teníamos en formación con Miguel Botafogo, Tito Larregui y otros músicos de la época se fueron al agua. Por eso fue que, muy bajoneado por lo vivido y con la moral por el piso por todo el miedo que me habían metido los tipos, preparé mi fuga de Argentina embarcándome prontamente en un crucero italiano con destino a Génova. Oficialmente se dice que el desmoronamiento moral perpetrado por esos criminales argentinos -muchos de los cuales todavía andan sueltos por el país o viviendo en sus propiedades de Miami- empezó en el 76, pero las desapariciones en chupaderos había empezado antes de la toma del poder absoluto por los militares. Parece que los que daban las órdenes los guardaron, se murieron o se borraron, pero los que hicieron la mano de obra, los que te tiraban en el piso de los Falcon y te pisaban la cara y te cagaban a trompadas y después te decían de que de “aquí no salís más”, muchos siguen en el anonimato mezclados con el pueblo. Ese pasado de las persecuciones y desaparecidos en Argentina fue de fachos de médula. Y que siguen existiendo pero vestidos con otras ropas. La nueva imagen del fascismo es una mentalidad eterna. El culto por la tradición, el egoísmo, el sincretismo típico del tradicionalismo de derechas. La derecha verdadera toma siempre una cara diferente. Puede tener la de un cantante de moda de rap o reggaetón, o de un gran actor de la televisión o director de cine. Los de la derecha eterna son tipos que no razonan a los análisis o demostraciones, la referencia es la tradición, lo ya dicho, lo ya masticado y digerido. La gente de derechas no lee porque ya lo saben todo, los jodidos de izquierda en ese aspecto leen o dicen que leen y por tanto son proclives a cambiar. De que los montos totalitarios la venían embarrando cada vez más provocando la hecatombe del golpe de estado fue cierto, pero lo que el Brujo López Rega ya se había montado un poco antes de morir Perón con su barra de dementes mafiosos escapaba de toda ideología política. En fin, lo cierto fue que mi vida continuó en otros territorios, tratando siempre de no tirar la toalla. Al venir de una familia fragmentada la idea de un retorno al país se fue posponiendo, fundamentalmente por un problema de infraestructura, es decir una vivienda propia sin depender de nadie. Razón que me hizo replantear siempre el asunto de la vuelta para seguir haciendo música en la Argentina. Cuando por fin pude estabilizar mi vida aquí, ya habían pasado los años sin siquiera notarlo. 

¿Cómo era eso?
En Buenos Aires yo había compartido una humilde pieza de pensión con mi padre como subinquilinos sobre la Avenida Rivadavia. Mi viejo era colectivero. Nos veíamos muy poco. Tres cuartas partes de su vida las pasó arriba del bondi. Lo que pudo ahorrar en su vida lo invirtió en un terreno que al final con su muerte fue a parar a manos de mi hermano y su hermosa familia. Si hubiera tenido la infraestructura de adquirir una casa donde asentar los huesos y la intimidad mi historia tal vez hubiera sido otra. No vengo de la clase media argentina acomodada. No tengo familiares con campito o dueños de grandes negocios. En mis raíces no hubo polacos judíos exiliados de Hitler, no hubo artistas descendientes de italianos, ni siquiera gallegos escapados de Franco. Por eso, por venir de clase proletariada de alcantarilla, instintivamente me pude entender con tipos como Tanguito o el Negro Medina, quienes sabían del secreto cómplice de la calle por no haber sido nunca “nenes de mamá” si se me entiende el chiste. Por eso también cuando llegué a Europa, no me esperaba ninguna tía ni ningún primo político y menos algún intelectual o músico productor que se haya solidarizado con mi suerte, como sé de otros argentinos que también salieron del país alguna vez por razones parecidas a las de mi partida. Hasta hoy he vivido manteniendo mi pasaporte argentino como único documento identificatorio con el que siempre entré y salí de los países de mi periplo. 

Además, debió ser complicado poder asimilar un exilio tan de repente…
Mira, respecto al delicado tema del exilio, aún hay gente en Argentina con ideas muy distorsionadas sobre el significado de esa palabra, que con el tiempo se ha tratado de banalizar. El mesianismo intelectual de algunos de los que han logrado cierta notoriedad en la Argentina de hoy, salen a veces a relucir sus egos invirtiendo los roles y haciéndonos ver a los que nos tuvimos que ir en frenesí, como indeseables cobardes ante los que se quedaron aguantando en familia y dando el ejemplo de valientes poetas iluminados en la Argentina de los 70. Un sinsentido hipócrita que sublima y da heroicidad al que se quedó en casa observando estratégicamente la matanza de lo que si se sabía se taburizaba o se miraba para otro lado, que al valor del que se tuvo que ir con lo puesto y sin pasaporte europeo, desconociendo cualquier futuro de supervivencia del otro lado del sueño. Algo medio jodido para mi ego, pero que ya tiendo a olvidar con una sonrisa de agradecimiento al creador por seguir dándome la oportunidad de seguir atando cabos con mi vida sin dejar que el rechazo y el orgullo copen mi corazón, comprendiendo sanamente de que mi pasado ya no forma parte del interés de nadie que no haya vivido alguna vez una misma verdad en carne y hueso. 

Justamente, ahora se están realizando muchas lecturas y análisis sobre la violencia en los años de plomo en los 70… 
Bueno, hay que entender de que el 50% de los artistas, pibes y pibas copados con la música, la literatura y la solidaridad por los que no tenían nada, fueron borrados por las mafias oscurantistas criminales que imperaron desde la Triple A de López Rega a las de la Dictadura Militar, y terminaron muertos por asfixia o por paro cardíaco en la tortura; con un tiro en la nuca en alguna fosa común del Gran Buenos Aires o lanzados al final drogados a las aguas turbias del Río de La Plata desde los aviones; mientras que otro 40% fueron empujados obligatoriamente a abandonar el país a otras latitudes del planeta de los cuales muy pocos regresaron. No hubo héroes, ni en la práctica ni en la Utopía. Es muy desagradable hablar de cobardes inconscientes o de los que si no se iban, los chupaban por una equivocada denuncia maquiavélica de gente asustada, confusos por el pavoroso miedo a perder la propia vida o la de un familiar querido en una catacumba a la vuelta de tu casa camuflada de garage. Esa era la realidad de aquellos días. Hablar de estas cosas como si se tratara de una vieja película en blanco y negro de autor desconocido no tiene sentido, el problema es mucho más profundo, mucho más grave y oneroso que va más allá de cualquier opinión. Aunque parezca un victimismo pasado de moda esto que te digo, el perdón y las ganas de olvidar aquel pasado furioso siguen marcándome el camino de la verdadera curación: perdonando y perdonándome por aquel viejo complejo de víctima que aún perdura en las postrimerías de la memoria. Las nuevas generaciones de músicos y los que admiran las raíces del rock argentino, creo que poco saben de lo que eso significó para los que nos tuvimos que ir escapados y humillados ante el pavor de tanta muerte suelta. Agradezco de corazón a todas las almas nobles que nunca se han detenido por el rencor y siguen ayudando a superar tanta equivocación. 

FASE TRES: PASIÓN IRREFRENABLE POR EL RITMO Y LOS PARCHES

¿Cómo fue que te empezaste a entusiasmar con los ritmos afro-latinos y la percusión?
La percusión afrolatina que me fascinó tanto me llegó recién a los 23 años, durante un encuentro con virtuosos del Bronx que tuve el gusto de presenciar en las inmediaciones del Central Park de Nueva York a finales de 1973. Se trataba de un grupo de latinos descendientes de cubanos o puertorriqueños que acostumbran por tradición a juntarse los domingos en dicho parque para amenizar la Rumba Cubana del Central Park como hoy se les conoce en Nueva York. Lo que escuché de esa gente revolucionó mis conceptos rítmicos, universalizando nuestro malambo y chacarera trunca sincopados a un abakua o a un bembé, ritmos sublimes afro-cubanos que adoro por esa obsesión del 6/8 de dónde vengo. Habían tocado con el alma y no sólo con las manos y de alguna forma me convencieron de entregar la mía a los cueros, aunque por aquél entonces no tenía ni idea de las reglas de la síncopa de ese tan hermoso lenguaje entre rumberos que me marcó para siempre y me hizo ser el negro blanco que soy, porque gracias a ese fortuito encuentro me hice percusionista. Algunos años después, ya instalado en Hamburgo me compré mi primer set de congas y le empecé a dar. Al no haber con quién tomar clases tuve que aprender solito escuchando algunos discos capitales del género, practicando, buscando técnica, inventándome a mí mismo. Las bandas con las que empecé a tocar me respetaban no sólo por mi musicalidad como por mi origen latino. Así empecé a tener laburos, pasando al principio por la racha de manos hinchadas y con ampollas que tardaban en cerrarse por la gran actividad que empezaba a surgir, hasta que apareció Benny, un percusionista venezolano muy bueno con las congas y con los timbales que me tiró algunos ejercicios curativos de Floating-Technik que me fueron sacando de a poquito de mi cuadratura para controlar sonido sin quebrarme. Por aquella época el percusionista conguero no estaba tan en boga como hoy en día. No había videos, ni libros, ni especialistas que te dijeran cómo tenías que hacerlo. Pero igual me fui desenvolviendo hasta tener algo, ciertas rítmicas, aprendiendo el arte de la música en toda su expresión, cuando hay que tocar y cuando no hay que tocar, la importancia de los silencios, cuando hay que hablar y cuando hay que quedarse chito, como en la misma vida. Para los negros yo soy un blanco, pero toco la música que a ellos les gusta. Los 80 y parte de los 90 fueron tal vez los años de mi mayor actividad como percusionista en otras bandas. Lo más importante en la cosa afrocubana es saber de los fundamentos para tocar en grupo sin perder la línea invisible del corazón, pero fundamentalmente perder el miedo para ganar seguridad y dominar. No dominar en el sentido de ego, sino que para tocar bien en cualquier situación tenés que perder todo el miedo, ser genio es ser vos, cuando no sos vos pueden pasar cosas raras, como cantaba el Negro Rada. Cuando estás tocando al instante tenés que ser vos 100% eso es lo que los tambores me siguen enseñando.

¿Cuáles son tus bateristas preferidos?
Muchos, cada uno tiene su cosita. Están los que tocan muchas notas y los que se quedan en el molde por naturaleza o porque el carácter de la música así lo pide. En todo caso mis preferidos lo son no tanto por su power o virtuosismo como instrumentistas, como por su musicalidad para controlar sonido, los que saben integrarse naturalmente en una banda -igual en qué estilo- y por supuesto también por su sonido, que en el mayor de los casos equivaldrá al de la mitad de la banda. Para mí el sonido de un baterista es fundamental en cualquier proyecto de banda, y no me refiero necesariamente a que tenga que sonar fuerte para que se escuche. Todavía me considero un aprendiz en la batería al que le gusta tocar muchas notas, tal vez por eso soy un fana afectuoso de Dave Weckl y Vinnie Colaiuta, dos genios que siguen subyugándome por el touch y gusto musical que tienen para hacer música más allá del virtuosismo circense. Ahora está de moda hablar de los que tienen buen groove para que los solistas se despachen a gusto. En el soul, por ejemplo, es fundamental que el baterista tenga buena permutación en el tome y traiga repetitivo en el que se apoya toda la banda. James Brown, el fundador de ese estilo, tuvo los mejores de la especialidad, como John Jabo Starks, Clyde Stubblefield y Melvin Parker; todos, negros grooveros 100% con los que JB hizo sus mejores discos. De los grandes modernos que han asimilado este estilo con propia perfección me gusta David Garibaldi, el batero de los Tower of Power, y el inefable Bernard Purdie. Relacionados al rock elaborado, rhythm and blues, fusión, funk, jazz y latin mis preferidos serían Mitch Mitchell, Ginger Baker, John Bonham, Bobby Colomby, Rod Morgenstein, Simon Phillips, Dave Weckl, Alex Acuña, Lenny White, Jeff Porcaro, Richard Bailey, Enzo Todesco, Micke Clark, Elvin Jones, Tony Williams, Steve Gadd, William Kennedy, Peter Erskine, Osvaldo Fattoruso, Horacio El Negro Hernandez, Chuck Silverman; Daniel Messina y Greg Bisonete, entre muchos otros; todos, son tipos que han demostrado gran versatilidad musical, por eso uno siempre está aprendiendo algo nuevo de esta gente viéndolos en videos, en conciertos o desde los discos que grabaron.

En tantos años de carrera has trabajado y sos amigo de infinidad de músicos. Te nombro tres al pasar y contame como los definirías en pocas palabras: Alex Acuña, Djavan y Hugo Fatorusso…
Bueno, Alex es un ser admirable y no sólo por su nivel musical. Genio que me ha bendecido por lo que aprendí de él y por su sincera amistad que me ha demostrado a través de los años … Hugo es uno de mis ídolos de la infancia hasta el presente, tal vez el mejor, el más humilde y el más visionario como músico. Un auténtico que sabe escuchar con la mirada del corazón y ver con los oídos de su alma. Y Djavan es uno de los músicos brasileros que más admiro junto con Ivan Lins, por el nivel armónico, melódico y coherencia rítmica de sus composiciones y además por su sensibilidad latinoamericanista, un tipo muy delicado y culto con el que se pueden intercambiar pareceres en perfecto castellano, una verdadera rarite entre los músicos del Brasil que comunmente sólo se comunican en portugués o en inglés.


CAMINOS AL ANDAR

¿Cómo se te dio por producir discos de otros artistas?
He grabado batería y percusión en mi estudio para otros artistas y dado algunas ideas en pequeñas producciones de gente que se hacen su propio CD con costos mínimos, con lo que pude ir manteniendo mi estudio. A pesar de algunas positivas experiencias, aún no dispongo de una infraestructura fuerte o contrato comercial con discográfica alguna que necesiten de mis servicios. Sólo apretó fuerte componiendo y arreglando producciones propias.

¿Contanos como fue la grabación de tu álbum Sueños Peligrosos (2010)?
Este disco es una síntesis de mis búsquedas y obsesiones armónicas, melódicas y rítmicas de lo que vengo persiguiendo ya hace tiempo. Tardé una pequeña eternidad en concluir este álbum. El trauma de la tardanza me hacía pensar que tantos años entre disco y disco era como algo vergonzoso. Pero después con el correr del tiempo te das cuenta que eso de estar constantemente en el candelero como hacedor de milagros, es un viejo mito del mercado discográfico o fantasía del ego del músico que grabará por lo menos dos discos por año para no perder vigencia como artista. Algo insostenible para mi corazón. No quiero comparar ni juzgar. Uno hace lo que tiene que hacer en el momento justo del karma que movilicemos. La enorme ventaja de tener un estudio propio me ha ayudado a comprender y respetar el tiempo que requiere el proceso creativo de un disco. Además de componer y tocar lo que compongo, también hago de ingeniero de grabación en todas las vertientes de lo que ello significa. Te lo comento como para que te des una idea del laburo que significa hacerlo todo uno mismo de posta. Es un proceso interminable del que se va aprendiendo sobre la marcha. Lo lindo que tiene es que cuando te responsabilizás de todos los detalles que hacen a una producción y terminás un disco que te gusta, el placer de crear es muchísimo más intenso y valedero que si lo hubieras hecho dependiendo de otra gente. Lo que vaya a pasar después con el disco no será de tanta importancia para tu ego, porque ya sabés que el disco se banca solito. Como ya sabés las 13 canciones del CD son de una temática compositiva diversa. Cada canción transmite una atmósfera armónica y rítmica diferente, con textos con los que he tratado de reflejar a mi manera un retrato fugaz de la sociedad de hoy y de mi sentir particular sobre los grandes enigmas sin respuestas con los que tenemos que tranzar constantemente. Los músicos amigos con los que toqué, algunos a través de Internet, le dieron un pase mágico a mi trabajo, por lo que me llena de orgullo y agradecimiento. Uno de ellos fue el pianista venezolano Otmaro Ruiz, residente en Los Angeles. Él es un notable músico, tal vez no muy conocido en Argentina, pero que ya ha grabado y tocado con una gran cantidad de músicos impresionantes, como John McLaughlin, Gino Vannelli, Dianne Reeves, además de ser miembro de la banda del baterista peruano y gran amigo mío Alex Acuña y la del ex guitarrista de Chick Corea, el australiano Frank Gambale. Nos habíamos conocido en el ´98, en un festival que hubo aquí en Alemania, donde yo me había presentado con mi banda como support del extraordinario grupo que había traído mi ídolo de juventud Steve Winwood. Otmaro formaba parte de esa banda junto con el trompetista cubano Arturo Sandoval y el rey del timbal Don Tito Puente, además de otros reconocidos de la escena del latin-jazz internacional. 

También participó Nebbia, ¿no?
Dio la casualidad que durante los días que me encontraba terminando el disco, y después de mucho tiempo sin saber nada de él, Litto apareció un día enviándome un mensaje sobre su gira europea. Al comentarle de que me encontraba grabando, todo se dio para que él también participara. Como sabes, ahora con la agilización de los medios digitales, uno puede vía Internet intercambiar audios que se pueden importar sin problemas al programa de composición que uses. Litto, además de participar con un solo de guitarra en un tema, ofreció los servicios técnicos del ingeniero Mario Sobrino para concretar dicha grabación en su estudio del Nuevo Mundo en Buenos Aires. Y por supuesto que está demás decir que la participación de Hugo Fattoruso fue lo más. Imaginate, mi ídolo de toda la vida, alguien muy especial para mí que está más allá de cualquier glamour o fama, y que acepta sin pestañear mi invitación vía Internet, además por toda la onda espontánea de Litto que me animó a que le preguntara. Su solo en “Fin de la comedia” también fue grabado en el estudio de Litto bajo la batuta de Mario Sobrino

¿Y cómo definirías la música incluida en el disco?
Seguramente, los que están acostumbrados a escuchar guitarras aceitosas, voces chorreantes de afonías (aunque algo de eso hubo) o bandoneones ensoñados, deberán abstenerse de escucharlo. Este CD no ofrece la suficiente garra o suciedad anglosajona como las de épocas pasadas cuando cantaba con Los Mentales o ese sonido metálico de lo que todavía hoy se estila para ganar audiencias. Tampoco incluí ningún bandoneón como identificación genuina de la ciudad de dónde vengo. Tal vez en un próximo álbum lo haga. En todo caso, más allá de que si lo tuyo tiene mucho o poco rock-blues-jazz o tango, o de si tu sonido como músico comunicador es capaz de unir o no a multitudes enfervorizadas, el amor de lo que se pueda proyectar de lo que se fabrica en el corazón, tarde o temprano siempre lo recibís de vuelta de la gente, aunque se trate sólo de unos poquitos, lo que le das al mundo el mundo te lo da, si le das boludés te devuelve boludés, si le das amor, te devuelve amor; esas son las leyes naturales de la realidad suprema que dirige nuestros impulsos.

Chilam Balam
¿Cuál es tu disco preferido de todos los que hiciste?
Por favor, ¡que tantos no fueron! Espero seguir haciendo unos cuantos más, si Dios me sigue dando el coraje y el talento. El más logrado hasta el momento podría ser Sueños Peligrosos, pero también Extraterritorial, que es una recopilación de temas grabados en un multitrack de 8 canales en estudio y en vivo entre 1983 y 1984, de Chilam Balam, un cuarteto en el que cantaba y tocaba percusión, y que edité hace poco.

¿Cómo pensás tus discos, el material que va a estar incluido en ellos?
Vaya preguntita… Compongo en el piano, aunque también suelo hacerlo con la guitarra. Pero siempre es mi voz el instrumento principal que me va guiando melódica y rítmicamente. Mi voz es la antena receptora y el corazón del ideario. Siempre grabo todo lo que canto a capela en el piano o la guitarra y al otro día lo escucho y me entero. Si la tonada me entusiasma y la cuestión armónica y melódica tiene coherencia para ensamblarlo a un ritmo “X” sigo adelante hasta que lo termino. A veces de una idea melódica chiquitita suelen aparecer las musas a revolotearme al lado. De un tema o canción a medio hacer, siempre hay varias versiones. Al distanciarme un poco de lo que hice me hace elegir después la mejor versión que posiblemente irá a parar al disco si de verdad estoy convencido de que el tema tiene suficiente madera para que se banque un par de arreglos inteligentes y grabarlo como Dios manda. La letra viene casi siempre al final.

DEFINICIONES PROPIAMENTE EXISTENCIALES

¿Cómo es para vos ser un argentino “anclao en Alemania”, desde hace tantos años? 
Son muchos los años que corrieron y que me fueron formando mental y espiritualmente en el desarraigo. Mi destino de quemar las naves de un pasado tenebroso siendo todavía un muchacho, me hizo aprender rápidamente a adaptarme a lo que viniera. Alemania fue uno de los únicos países de Europa donde fui recibido dignamente como persona y en donde he podido reorganizar mi vida desde cero. Aquí he formado una familia que me bendijo y purificó mi vida. 
Mi condición de extranjero en Alemania está relacionada a la de un latinoamericano más. Normalmente los latinos que vienen a Alemania (por lo menos los que he conocido) llegan aquí huyendo de la represión y la miseria, pero fundamentalmente por necesidades económicas. Arriban a otro mundo y sienten su condición de ciudadanos de tercera clase. Personalmente no lo he sentido tanto por el tipo de actividades que tengo, que me ha situado en una condición menos marginal si se puede decir, aunque en mis primeros años también tuve que sobrevivir con trabajos esclavizadores, asumiendo una realidad que no era la más romántica que digamos. La música se empezó a dar de a poquito. Nadie me anduvo buscando nunca por mis cualidades artísticas, por eso tuve que accionarme por mí mismo, acercándome a la gente señalizada por mi ángel que fue ampliándome la visión sobre la marcha. Me costó cierto tiempo contactarme con diferentes bandas de la escena alemana, pero poco a poco todo se fue dando en cadena, tocando, viajando y grabando con diferentes agrupaciones y solistas. Aunque los resultados de mi periplo musical no hayan sido la panacea económicamente, me ha permitido seguir viviendo con dignidad de lo que amo y a la vez como medio sensato de comunicación vaya donde vaya y toque con quién toque. 

Además te tuviste que acostumbrar a una cultura y un idioma diametralmente muy distintos a lo latino…
Bueno, tantos años viviendo aquí no me ha transformado la esencia de mis raíces por una alemanización natural que cualquier extranjero tendrá que experimentar tarde o temprano para adaptarse y comprender los códigos de supervivencia que aquí se estilan. Generalmente debido a su oscuro pasado, los alemanes tienen menos conciencia nacional, menos orgullo de ser alemanes que sus vecinos franceses o ingleses, aunque debido al peso de los prejuicios, confundan a veces el panorama socio-político de este país, en el que dependiendo de la mentalidad y convicciones de cada cual, cualquiera puede convertirse en extranjero rápidamente. La lengua es fundamental, cualquier idioma cuando se aprende a hablarlo con fluidez tiene su trasfondo de fascinación onírica que nos da las pautas para hacernos entender, pero no todos los alemanes tienen el aguante ni el genio para bancarse a un argentino. En mi caso lo hablo con más o menos brillantez, pero no lo escribo como tendría que hacerlo. Apenas cursé un par de meses en una escuela de lenguas durante los años iniciáticos y no me da vergüenza decirlo. Para mí es como un privilegio sentirme inmigrante. Eso no se explica, se siente. Omitiendo a los vanidosos oscurantistas de toda la vida, en la hermosa ciudad de Hamburgo nunca me he sentido perseguido ni humillado. Me siento orgulloso de mi origen cuando me preguntan de dónde vengo pero sin hacer nunca mucho alboroto. 

¿Qué te sorprende de nuestro país cada vez que venís de visita?
Cada vez que visito Argentina, lo más marcante y ensoñador a pesar de las transformaciones del tiempo, es que Buenos Aires sigue conservando esa excitante vitalidad y calidez única de su gente, de las avenidas, los bares, teatros, cines, librerías y plazas; que es lo primero que empezás a extrañar cuando pisas suelo alemán. Buenos Aires es una ciudad impresionante hasta para el más variopinto de los europeos. Se ha transformado en una verdadera metrópoli cosmopolita abierta para cualquier desprevenido de la cultura que domine el castellano y el buen gusto, aunque no todos caminen por la misma vereda o los mismos barrios. En mi último viaje lo he vuelto a comprobar. Sólo que dos semanas no fueron suficientes para tener una idea sólida sobre lo que realmente está pasando en las entrañas de la sociedad. Alguien me comentó que actualmente se está viviendo una división en la sociedad como la que sufrió el país en los años 50. El peronismo y sus ramificaciones siempre me ha resultado una materia complicada de análisis para llegar a alguna lúcida conclusión. Como que todavía le cuesta mucho esfuerzo a la gente ponerse de acuerdo como pueblo para vivir y dejar vivir. ¿Será como dicen por ahí de que los argentinos tienen una capacidad impresionante para repetir el pasado? Yo no lo creo ni lo quiero creer.

¿Qué músicas escuchás en la actualidad?
Ahora mismo lo que estoy componiendo. Siempre trato de escuchar cosas disimiles, cosas motivadoras. En sí, escucho de todo, pero preferentemente soul de los 70, cosas de Eddie Palmieri, bandas de fusión con arreglos de viento y orquestaciones, música brasilera, música afrocubana, a Tchaikovsky, Strawinsky, Dvorák, Gershwin, Brahms, blues, música hindú, al Chango Farías Gómez, a Jorge Navarro, a Gov´t Mule, la música de amigos cuando tienen la gentileza de enviarme sus obras y por supuesto también suelo volver a algunos vinilos originales de los Beatles, Gino Vannelli, Zeppelin, Joni Mitchell, Hugo Fattoruso, Adalberto Cevasco, George Duke, Djavan, Steve Khan, Jon Lucien, Lalo Schifrin, Zappa, Jack DeJohnette, al Time Out del Dave Brubeck Quartet, al Belonging de Keith Jarrett, cosas de los Brecker Brothers, Jimmy Haslip, y Herbie Hancock. Todo lo que cura y realza el espíritu de energías positivas y siempre regeneradoras.

¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la música popular argentina? ¿Qué intérpretes te gustan? 
Al no vivir en Argentina no puedo objetar mucho. Sólo puedo decir por lo que vivencié en mi último viaje a Baires, que cada vez hay más músicos preparados y talentosos, por lo menos en el ambiente del jazz y la fusión. De los conocidos me gustan Jorge Navarro, Astor Piazzolla, Manolo Juárez, Pedro Aznar, Jorge Cumbo, Miguel Cantilo, Chanco Farías Gomez, Grupo Vocal Argentino, Horacio Salgán, Matías Gonzalez, Pino Marrone, César Franov, Quique Sinesi, Dino Salluzzi , Luis Alberto Spinetta, Javier Martínez y unos cuantos más que ahora se me escapan. Recientemente descubrí a Carlos Negro Aguirre, un pianista, cantante, guitarrista, arreglista, de formación académica original de Paraná, Entre Rios, dedicado a la música de tierra adentro de latinoamérica que me impresionó gratamente.
Por otra parte, también me he dado cuenta que en los medios especializados en el negocio del show business, como productores, representantes, organizadores de festivales multitudinarios y críticos musicales que escriben en revistas, son muy poquitos los interesados en el espíritu de la propuesta real del artista o de si su música o poesía tienen suficiente vuelo o profundidad para abrirles la cabeza al público, por eso una gran parte de las masas viven estupidizadas en el consumo servil de lo que las discográficas y managers del negocio creen que puede “caminar“. 

Esto que describís parece un callejón sin salida...
Mira, la paradoja de esta idiota situación para un músico con baja estima es creer que está equivocado, cuando en realidad el equivocado es el sistema prostituido y envilecido que arrastra y maquinea a los públicos como resultado de la domesticación que se siente a donde vayas. 
Comparando el mercado de oferta y demanda de hoy con los 70, el negocio de la música y sus derivados ha crecido en estatus y poderío comercial, en algunas librerías uno puede encontrarse con “aproximaciones sensacionalistas inventadas“ sobre personajes desaparecidos y venerados del rock criollo. Libros escritos por periodistas improvisados sin mala onda que no pudieron evitar entregarse en actitud a los poderosos medios de que se vale esta sociedad centralizada para cosificar y robotizar a las nuevas generaciones. Claro que no todos los que escriben sobre música andan por ahí, obvio. En todo caso uno se da cuenta que aunque haya públicos inteligentes para todos los gustos, el púbico de la vulgaridad sigue siendo el más extendido por una educación recibida de una cultura convencional mediocre. Como en todas las épocas los prejuicios de la costumbre siguen ahí, y aunque el rock se haya caracterizado por una expresión libertaria donde nadie impone o condena, el sonido anglosajón sigue siendo una de las normas del público argentino, por lo que no me disgusta. Pero si tu fantasía o gustos estéticos se apartan en algo de lo acostumbrado sos la oveja negra de la familia. 
Lo que se escucha o se manifiesta preferentemente con un sonido del pasado o como moda presente hay que seguirlo de cerca para que te den pelota. Una producción de calidad en CD ha dejado de ser la obra o tarjeta de presentación de un artista honesto, lo que hoy cuenta son otras cosas. Pero como te decía al principio, gracias a Dios, Argentina, además de ser un país mestizo por dentro más que por fuera, a través de toda su historia y a pesar de todas las contrariedades del camaleonismo social, sigue formado excelentes músicos y artistas con mucha finura y personalidad en la escena local y del mundo.

Hablanos de tu libro A un paso del cielo. ¿Cómo se te ocurrió hacerlo? 
Apareció después de muchos años de silencios introspectivos, es decir que se dio por necesidad. Es un libro íntimo narrado en primer persona, del que podría decir de que son varios libros en uno, ya que los temas que abarco, además de un repaso socio-político-cultural de mi pasado en Argentina, resalto algunas de las personalidades conocidas entre artistas plásticos, músicos e intelectuales de la época, tomando el fenómeno de la música rock como protagonista central desde una visión antropológica y de gran influencia planetaria. Su título es una analogía que puede simbolizar muchas cosas, pero sobre todo un sentimiento de infinitud y de libertad creadora sin tabúes, que fue más o menos lo que caracterizó el despliegue de aquellas décadas prodigiosas de las que trata el libro y que marcaron mi vida para siempre. En otro sentido el cielo simboliza también la depuración y la calma que toda alma añora en esta vida. Porque aunque vivamos con los pies en la tierra, la realidad es ambivalente, en mitad de cualquier miseria o mugre, cualquiera aspira a un cielo abierto y limpio. Para mí el cielo también simboliza la metáfora de la gratitud de un alma libre, un estado supremo, un acto de fe, una forma de delatar cualquier sistema de vida que niega la sinceridad y obliga a la máscara. Es un libro que recomiendo sinceramente.

¿Pensás que se puede conciliar el arte con la masividad en la actualidad? Pienso por ejemplo en Zappa. Me costaría imaginarme que hoy Warner le ofreciera un contrato a un artista tan rupturista, si no tiene asegurado que va a vender muchos discos. ¿Coincidís con esta apreciación? Que antes, en los 70, hasta las discográficas grandes tenían un margen mucho mayor de apoyo a los artistas que ya no existe.
Habría que averiguar primero que se entiende por Arte. Y que aparentes beneficios para el espíritu del músico representan la masividad. A pesar de que esta conversación con vos, signifique que otros sepan de mi vida y actividades, mi empeño verdadero es en ir comprendiendo el ser a través de lo que me va sucediendo en mis prácticas con el piano, la batería o la guitarra, que a veces suelen producirme una liberación de pensamiento creativo que me incentiva automáticamente a amar la música que hago sin pensar en un fin de gloria de nada, medio paradójico el asunto, pero entiendo que al ego hay que mantenerlo a dieta sin que engorde demasiado por un exceso de orgullo. Si me interesa la música y escribir meditaciones, no compito ni me comparo con nadie, porque me recopa hacer lo que hago. Me mando, hago lo mío lo mejor posible. Si entro a comparar ahí la cosa termina. El competir, algo tan bien considerado en la sociedad destruye psicológicamente a la gente, esos incentivos que van ligados a la ambición compitiendo en tal o cual aspecto es una contradicción enfermiza, crea un conflicto de espíritu que para mí poco y nada tienen que ver con arte. Ese es mi punto de vista.
Pero volviendo a tu pregunta. Tenés razón en tu apreciación. Desde una dialéctica materialista de la vida, en la actualidad la gallina de los huevos de oro sigue cacareando sin que nada se lo impida. Mientras tanto, algunos pocos locos lúcidos persisten en crear belleza, sin dejar que lo que ofrecen tenga que pasar obligatoriamente por el lavarropas de las modas. Pero cada vez son menos los no entregados, como también son menos los revolucionarios como Zappa. El negocio es lo que cuenta y practicamente “todos”, hoy en día se bajan los lompas por el “éxito”. Ninguna transnacional va a invertir en vos si no hacés lo que ellos creen que tenés que hacer, esos pibes productores de sonrisa fácil que todavía no habían nacido cuando andábamos con Chilam Balam subiendo y bajando los tablados. Son pibes agrandados, con diplomas legalizados de DJs, sentados detrás de un escritorio enorme rodeado de Grammys y discos de oro empotrados en la pared, que opinan de música y dan consejos. No, eso no es música. El swing no está ahí.
En música, los conceptos de belleza o fealdad hoy ya no son los mismos que en los 70. Los 70 se habían desarrollado en un ámbito de total explosión expansiva de bandas disímiles y movimientos creativos en muchas areas que hoy ya no existen. Aunque sigan habiendo grandes músicos en la vorágine del show business (muchos para el lado del jazz, académicos perfectos en técnica), entre las nuevas generaciones de copados que salen al ruedo con tatuajes y aspectos provocativos que tienen algo para decir, no hay bandas ni cantantes que me vuelen la cabeza. Para el lado del rock multitudinario de espectáculos masivos perfectamente organizados, los decibelios te aplastan, pero no tanto la música que suena. Ya no hay bandas progresivas de calidad y estética como en los 70 y parte de los 80, y eso se sabe, pero el negocio de la máquina lo enmascara todo, dulcificándolo con revistas de vanidades como la Rolling Stone. Por eso algunos de los llamados “clásicos”, como Paul McCartney, Peter Gabriel, Jeff Beck, Procol Harum, Zeppelin o Steve Winwood, todos ingleses que de alguna u otra forma lograron zafar de la mediocridad de una culturas de plástico impuesta por la máquina, continúan atrayendo públicos de todas las edades.

¿Dentro de la problemática de ser músico en la actualidad, que le aconsejarías a los chicos que recién empiezan?
Si hay talento natural, voluntad de estudiar y aprender, crees en lo que hacés con auténticas convicciones morales sin fanatismos, con libertad de acción mirando la vida
por lo que es en su grandeza como una oportunidad de conocimiento y no solo como un lugar para obtener beneficios, entonces pedal fijo, el resto viene solo ..

¿Cuál es tu opinión acerca del presente de la música, con respecto a la caída de la Industria Discográfica y el advenimiento de las nuevas formas de difusión y el tema de las descargas ilegales por medio del uso de Internet?
Si nos ponemos a estrujar la cuestión de la legalidad viviendo en la sociedad que se predica desde los púlpitos no vamos a llegar a ninguna conclusión verdaderamente honesta. En mi caso como músico, lo que a mí me interesa es de que mi obra se conozca. Sé que el dinero que me reporte la venta legal de mi material nunca va a darme el don de transformarme en una mejor persona, aunque tal vez si tuviera la guita del Indio Solari o la Mona Jiménez no estaría aquí cotorreando insensateces. Si una honesta obra de arte tiene la fortuna de llegar a más gente para que por ahí les ablande el alma y la conciencia, en este caso una descarga ilegal para los que no pueden pagar los 12 Euros de su costo real, no es un delito criminal sino todo lo contrario. El problema no es para los músicos, sí para los ejecutivos que se forran de dólares en nombre del artista que apenas recibe un par de céntimos por cada compacto en el mercado. Esta sería mi opinión por el momento, aunque muy por arribita, porque el entramado que se da entre lo significativo de la guita y lo algunas veces tramposo de las emociones, puede generar en otras cuestiones sobre ética y comportamiento que degeneraría en vanas conversas. No obstante deberíamos tener en cuenta que con el nuevo milenio entramos a una ciberpolítica que ha hecho de la comunicación digital las nuevas herramientas dominantes que vigilan, filtran, seleccionan y redirigen la visibilidad política, social y cultural de los humanos. Lo virtual se ha convertido en una orgía constante de los sentidos para cualquiera que tenga un computador decente en su casa. No hay escapatoria. Aunque todavía haya cierta moral que distingue lo público de lo privado, la cosa se está poniendo cada vez más confusa, como que la democracia digital sigue aún enmascarada. 

¿Atrapados en la Red?
Es que la propia arquitectura de Internet inventada en los EEUU, sigue haciendo babear a las multitudes frente a los monitores, iPads y smartphones, pero ocultando sus relaciones internas de poder bajo la fachada igualitaria de la libertad. Como decía el genial y admirado viejito fumador de pipa Ernst Bloch: “pensar es traspasar”. La realidad es un proceso, no está definitivamente elaborada, por eso tenemos la suerte o la desgracia de formar parte de ese gran laboratorio que es el mundo de los humanos, animal imperfecto y destructor de toda la vida, buscando a su Dios desconocido o a su Diosa de los sueños, consolado por el buen sexo, la buena música, el buen vino y el buen amor cuando nos tranquilizamos. En mi caso sin dejar nunca de ser un hereje desde lejos, como me dijo una vez un conocido intelectual canta-autor de estos pagos por una propuesta de opinión que no le gustó. Después de todo siempre conviene que haya disensiones, para mantener la casa limpia de esa telaraña conformista que suelen dejar las mentes dormidas.

¿Te definirías como un artista de culto?
Me sale a mente aquel clásico bluesero de Cream en Wheels of Fire, “Sitting on top of the world”, cantado al repalo por mi querido Jack Bruce. Una ironía disfrazada sentirse artista de culto, me da como verguenza hablar de esto, pero te agradezco que me des una chance para sentirme a gusto hablando de lo que el hacedor suele regalarme cuando las chicharras del verano gritan de alegría o de dolor. Vos sabes que un artista es un Ser deformado por su ego, principio y causa motriz de su actividad. No controlo el asunto de la fama o el rechazo. Para los que no conocen mi música más allá de los temas de Los Mentales, puedo decir sin ningún tipo de prejuicio o orgullo estúpido, que a pesar de los zigzagueantes azares del tiempo y el espacio, mi garganta sigue delatándome a veces por ese sentimiento profundo de identidad visceral soulera –melódica, jazzera- rockera que continúa floreciendo en algunas de mis composiciones cantadas en castellano, idioma que por convicción y por destino adoro para expresar mis tonadas aunque viva en Alemania. Posiblemente sea la herencia de una cultura existencialista todo terreno que descubrí en la ciudad de Buenos Aires de primera mano durante los años escenciales de mi periplo, en que nos había llegado el legado universal de la música afroamericana y anglosajona de posguerra, por lo que también ya habíamos mamado de la música del campo y algunas influencias melódicas de la bossa nova, el candombe y la siempre melancólica ciudadana de la rezongada del tango de mi viejo, todo bien temperamental y mezcladito, pero con batería, bajo, teclados, caños, cuerdas y guitarras. Los Mentales duraron lo que duraron y estuvo bueno, desde entonces mi vida dió un gran vuelco hacia afuera, pero sobre todo hacia adentro gracias a otras reveladoras experiencias fuera de Argentina, pero nunca fuera del cielo ni del planeta que gira y gira gracias a Dios, lo que sustenta en cuerpo y alma continúa mostrándome la verdadera visión de mi camino sin conseciones comerciales o demagógicas con nadie, siempre aprendiendo de todos y de todo, evolucionando sin pausa en mi propio lenguaje musical. ¿Será ésto ser artista de culto?

Te dedicaste a múltiples actividades vinculadas a la música a través de los años. ¿Se podría decir que sos un hombre curioso, multifacético o renacentista? 
Interesante lo que me preguntás. Uno hace lo que puede de lo que te es dado desde otras dimensiones ocultas. Hablar de uno mismo, del carisma o personalidad con lo que se especula el Don de Dios cuando nos representamos desde un escenario o grabación, no es algo tan fácil de explicar con palabras. Se corre el riesgo de caer en ridículo por la encrucijada de retóricas que en definitiva no aclaran nada. Hay que ir tranqui por el camino elegido sin hacer mucho alboroto. A mí la música me sirve para unirme a Dios. Cualquier idea noble relacionada a ella cuenta para ir acercándome a ese estado de unidad que persigo, que en definitiva es purificar la percepción real de lo que somos limitada por el ego. Ahora mismo al querer definirme le estoy dando de comer al ego que comparte experiencias con mi alma, pero reconozco también que es una buena actitud reconocerse como antena de la raza, como irónicamente postuló una vez el excéntrico Ezra Pound, pero admitiendo con el corazón de que sin el creador de lo que nos dio la vida no hay artista que valga. Aunque la técnica tenga siempre la última palabra, tiene que haber mucha fe y mucho corazón en lo que hagas. 

¿Y en qué actividad profesional de las que haces te sentís más cómodo?
Cuando hago música con otros músicos sobre un escenario, disfruto principalmente como percusionista, que es lo que mejor domino a la hora de integrarme en una banda, depende de la calidad técnica de sus miembros y del repertorio que haya que tocar. Como baterista también es un gran placer tocar, pero la situación es otra, porque tenés mucha más responsabilidad técnica y moral por ser el soporte en el que se apoyan los otros músicos. Pero tanto en la música como en la literatura, que son mis dos grandes obsesiones constantes que sigo usando como catalizadores para soportar la vida, me han permitido seguir viviendo y a la vez como medios sensatos de comunicación para contar mi mundo. Seguimos siendo bastante “múltiples” los argentinos, aunque de los propios errores ya casi nadie hable en público. Estés donde estés, una multitud de gente viviéndonos dentro de la mente se disputa el uso del cuerpo. ¿Cómo va la cosa loco? Preguntan por ahí. Tirando, tirando, deseando, negando, condenando, rehaciéndonos en el boludeo de los sueños, haciéndonos un mundo para que te quieran y te acepten por lo que sos y no por lo que tendrías que ser ante la mirada de los grandes considerados. Te guste o no te guste hay que funcionar, dependemos de una vida de acción, todo se va acumulando, manifiesto, inmanifiesto, personalidad, esclavo, maestro, culpa, consuelo, meras palabras, puntos de vista, actitudes mentales inteligentes, pero sin verdadera elevación. Por eso la música es un don sagrado que nos bendice y nos cura de cualquier adversidad ajena a tu alma.

La típica encrucijada del artista
Es que los músicos, los poetas, los que dibujan, pintan, cultivan la fotografía, los que escriben y comunican su honestidad con lo que tienen a mano, necesitan un ego para vivir su sentir cotidiano, pero ya sabemos algunos que la verdad es misteriosa, huidiza y al igual que la libertad también suele ser peligrosa y tan impresionante de fervores como difícil de vivir. Por eso la historia de lo que se nos va dando se nos complica a veces cuando nos dejamos atrapar por dogmas o teorías de la mente, o de lo que es peor de las opiniones de otros más sabios que uno sobre el peliagudo asunto del “estar bien con uno mismo y con el mundo sin hacerse pasar por el lobo estepario de aquella impresionante novela de los años de oro”. Asunto algo controvertido de vivir sin el esfuerzo que exige la propia alma, porque si miramos con atención lo que se da, es imposible aferrarse a la realidad siempre nueva con las experiencias o ideas ajenas. Creo que los verdaderos artistas no desprecian nada, ya que todo sirve en esta vida de jolgorio maquinista o de chatarra oxidada para crear belleza, uno debe obligarse con constancia a comprender en vez de a juzgar para encontrar el equilibrio entre lo que se es y lo que se dice, entre la violencia de algunos instintos y el milagro supremo de la obra realizada por amor. 

¿Y qué es para vos “crear”?
Para mí crear es asumir el hecho sagrado de estar vivo enfrentándome a las cosas siempre de una manera distinta, aunque tengas sólo una garganta y una cabeza para organizarte, por el instinto vas aprendiendo sobre la marcha a olvidarte de lo que sos cuando tocas o escribís algo con sentimiento, de esta forma empezás a apreciar determinadas cosas que te superan por la belleza que no controlas, asumiendo que mejor o peor vas a ir por eso que te fascina y que después con suerte por ahí fascinará a otros. La Música y la Vida. Aunque la mentira esté de moda en el arte y sobre todo en la política, habrá que seguir generando un universo propio desde el corazón para ir curándonos con alegría del fenómeno de búsqueda de aprobación que rige a todos los egos de artistas de este planeta. El ego es el dueño de las tres cuartas partes de tu trabajo, el resto es cosa del alma que hay que agradecer con humildad por la gracia del creador. Uno concibe la música a partir de la magia que ella significa como mensaje universal. Pienso que la honestidad es lo que le da más poder a lo que hagas sin necesidad de volverte loco por la aprobación que es por lo que tu ego se desgañita. Cada persona tiene una forma de escuchar, de tocar y de sentir. Para mi hacer música no es sólo ganar premios, honores y dinero. Ella es la medicina de Dios que me mantiene el cuerpo y el alma abierta en un estado vital. En definitiva en este oficio no hay relación entre éxito y continuidad, sino más bien un azar absoluto. En todo caso, tengas mucho o poco laburo, te den mucha o poca bola como artista, para mí la música como la vida es un eterno aprendizaje y nunca se sabe por dónde va a volar la perdiz. Para un músico que ama lo que cocina, el horizonte de ignorancia es infinito, es lo que te mantiene vivo. Es como una luz interior que de acuerdo al corazón y al tesón que pongas aumentará o disminuirá. Por supuesto que la actividad que se tenga es muy importante para tu ego y para tu cuerpo que necesita alimentarse y gozar de los placeres materialistas que nos domina. Comprendiendo esto, me considero un ser privilegiado y agradezco al Señor que me sigue dando la Gracia y la salud de seguir en pie y cuidado por el amor incondicional de mi familia que es lo que me hace seguir siempre adelante con mis proyectos.

Una pregunta que le hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿Qué canción de otro artista te hubiese gustado componer?
Componer algo que de “satori”, significa parir algo absolutamente nuevo en el horizonte, por eso lo abstracto de esta pregunta tanto no me emociona. Pero si me preguntás, qué canción llena más profundamente lo inexplicable que nos vive en el corazón, de pronto me aparecen “Because” o “I Am The Walrus” de John Lennon, que para mí, por su síntesis y complejidad armónica-melódica-rímica, continúan siendo obras maestras atemporales de la música contemporánea.

¿Cuáles son tus proyectos actuales?
Fundamentalmente mantenerme sano en cuerpo y mente. Estudiando a ciertos autores revitalizadores para armonizar energías. Practicando y agilizándome con los instrumentos con los que hago música para tranquilizar el ego y no seguir siendo el último de la fila. Ordenando el material de canciones para un próximo CD/Vinilo. Tocando con un trio. Escribiendo para un nuevo libro de prosa poética sobre temas disimiles que trataré de publicar. Agradeciéndole al creador el milagro de despertar cada mañana con nuevos impulsos de vida y por todo lo que me rodea.

Emiliano Acevedo


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