Daniel Irigoyen (1950) es
uno de los pioneros del rock argentino.
Habitué de La Cueva, amigo de Tanguito, Alejandro Medina y Litto
Nebbia; también fue el cantante y líder de Los Mentales, antológico grupo
de rock pesado de
principios de los 70. Luego de su exilio a mediados de esa década, huyendo de
la violencia política y la represión, se instaló en Europa, en donde consolidó
su pasión por la percusión, los ritmos afrolatinos y el jazz fusión, llegando a tocar con una infinidad de
prestigiosos músicos internacionales (la lista es infinita…) en varios
proyectos a lo largo de las últimas cuatro décadas. Poeta lírico y social,
escritor, analista y estudioso de músicas y ritmos, cantautor,
multiinstrumentista, productor… En fin, Irigoyen ha hecho de todo a lo
largo de su curiosa y apasionante historia personal. Ciudadano del mundo, pero
por siempre argentino de alma, reside en Hamburgo, Alemania, desde hace muchos
años. Desde allí accedió a chamuyar un rato largo con Intersticio en esta entrevista exclusiva, para contarnos algo
de su vida en primera persona. Y sin filtro ni casete, como nos gusta a
nosotros…
FASE
UNO: EN DONDE COMIENZA LA COSA
¿Cuáles son tus primeros recuerdos
asociados a la música en tu vida?
La música del campo fue mi primer gran influencia porque crecí en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. El embrujo de esa música de tierra adentro me subyugó primero a partir de la permutación del ritmo de 6/8 de los malambos y chacareras truncas, que indistintamente ya bailaba o me acompañaba con guitarra criolla o bombo legüero. A los ocho años ya había aprendido a cantar en peñas familiares clásicos del folclore de la época como “Felipe Varela”, “Zamba de mi esperanza”, “El sapo cancionero” . Podríamos decir entonces que la esencia de esta música de profundas raíces argentinas y africanas -si se quiere- fue el fundamento metafísico de todo lo que vino después. Casi al mismo tiempo y ya entrando a mi pubertad, en una radio de aquel pueblo de calles de tierra invariablemente secas por los veranos, se escuchaban los hits del momento de la música moderna donde entre otras cosas, descubrí a Elvis, a Bill Haley y a los rockeros importados de México que empezaban a llegar, pero fundamentalmente un par de canciones de Johnny Tedesco -el primer argentino que me impactó cantando en castellano-, y por supuesto la voz explosiva de Ricardito, el pianista y cantante negro norteamericano conocido internacionalmente como Little Richard, que con temas como "Tutti-Frutti", "Long Tall Sally" y "Lucille" secretamente me dio las pautas de que mi vida se encaminaría a la música. También de aquellos parlantes de la emisora, distribuidos estratégicamente en postes, escuché premonitoriamente por primera vez los inmortales "What´d I say" (1959) y "Hit The Road Jack" (1961) del genio Ray Charles –no me imaginaba que algunos años después "What´d I say" sería parte del repertorio que cantaría en enfervorizadas zapadas nocturnas en La Cueva de Billy Bond, a finales de los ´60, respaldado por tipos como los hermanos Fattoruso, Sandro, Ricardo Lew y Litto Nebbia, entre otros. O sea que, además de las chacareras truncas que le dieron pulso rítmico a mi vida, la música de los negros Little Richard y Ray Charles, fueron de verdad los primerísimos grooves que me formatearon el cerebro de forma milagrosa.
La música del campo fue mi primer gran influencia porque crecí en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires. El embrujo de esa música de tierra adentro me subyugó primero a partir de la permutación del ritmo de 6/8 de los malambos y chacareras truncas, que indistintamente ya bailaba o me acompañaba con guitarra criolla o bombo legüero. A los ocho años ya había aprendido a cantar en peñas familiares clásicos del folclore de la época como “Felipe Varela”, “Zamba de mi esperanza”, “El sapo cancionero” . Podríamos decir entonces que la esencia de esta música de profundas raíces argentinas y africanas -si se quiere- fue el fundamento metafísico de todo lo que vino después. Casi al mismo tiempo y ya entrando a mi pubertad, en una radio de aquel pueblo de calles de tierra invariablemente secas por los veranos, se escuchaban los hits del momento de la música moderna donde entre otras cosas, descubrí a Elvis, a Bill Haley y a los rockeros importados de México que empezaban a llegar, pero fundamentalmente un par de canciones de Johnny Tedesco -el primer argentino que me impactó cantando en castellano-, y por supuesto la voz explosiva de Ricardito, el pianista y cantante negro norteamericano conocido internacionalmente como Little Richard, que con temas como "Tutti-Frutti", "Long Tall Sally" y "Lucille" secretamente me dio las pautas de que mi vida se encaminaría a la música. También de aquellos parlantes de la emisora, distribuidos estratégicamente en postes, escuché premonitoriamente por primera vez los inmortales "What´d I say" (1959) y "Hit The Road Jack" (1961) del genio Ray Charles –no me imaginaba que algunos años después "What´d I say" sería parte del repertorio que cantaría en enfervorizadas zapadas nocturnas en La Cueva de Billy Bond, a finales de los ´60, respaldado por tipos como los hermanos Fattoruso, Sandro, Ricardo Lew y Litto Nebbia, entre otros. O sea que, además de las chacareras truncas que le dieron pulso rítmico a mi vida, la música de los negros Little Richard y Ray Charles, fueron de verdad los primerísimos grooves que me formatearon el cerebro de forma milagrosa.
Desde muy pibe me metí en esto como músico
intuitivo. No tengo estudios académicos de prestigio ni antecedentes de
escuelas especializadas de nada, pero sí centenares de influencias que me han
ido educando instintivamente en mi forma y arte de comunicar. Después de mi
salida de Argentina, la esponja santa del alma me ha hecho sentir próximo a
artistas de la palabra y la música de diferentes culturas que a través de los
años me han ayudado a labrar mi propio camino. A Buenos Aires llegué en 1964
con 14 años. Vivía en el barrio del Once, por la zona de Almagro, donde tuve el
privilegio de ser testigo del surgir de todo un movimiento musical y cultural
de la mano de los Beatles y todas las grandes bandas que nos fueron
llegando principalmente desde Inglaterra, y la música de los negros
norteamericanos, casi al mismo tiempo que en otras grandes ciudades del mundo.
Mi primer amigo de entonces fue Alejandro Medina, quien vivía a pocos
metros de mi casa en la Avenida Rivadavia y con el que cursábamos en la misma
escuela. Otro de mis vecinos célebres era Carlos Mellino, al que una
tarde le presenté a Alejandro y con el que terminó formado una banda que
se llamaban Los Seasons, apadrinados por Muñeco, quien después
fue conocido como Billy Bond. También a la vuelta de casa vivía el
saxofonista Bernardo Baraj, con el que mucho después Mellino formó
Alma y Vida. Por aquella época, a los 15 años, junto con el baterista de
los mismos Seasons, Freddie Izorogastúa, tuve mi primera
experiencia como cantante en un grupo que se llamaban Los Knacks y que
apenas duró un par de meses. A los 16 ya me había agarrado el berretín de la
batería influenciado por los grooves de Ringo Starr, Charlie
Watts, Melvin Parker y Mitch Mitchell, entre otros, tomando
un par de clases elementales con el mítico maestro rosarino Alberto Alcalá
(con el que me la pasaba charlando más que tocando) y que me dio las pautas de
que la cosa no era tan fácil como parecía. Paralelamente ya tocaba un poco la
guitarra criolla, con la que me acompañaba improvisando con una blues harp al cuello,
canciones sureñas y bluseras. Nunca tomé clases de guitarra con nadie, todo
siempre fue autodidácticamente, probando cosas, junando y asimilando en lo
posible a los que sabían y me pasaban por al lado, y así sin querer ser el
mejor en nada fui aprendiendo de a poco de las esencialidades que se necesitan
para armar alguna que otra canción sin darle mucha pelota al qué dirán. Pero en
épocas de Los Mentales, dada la gran actividad de los fines de semanas
por clubes de la periferia, la madre de Litto Nebbia me asesoró con
algunos ejercicios respiratorios y de conducta para cantar con swing sin romperme la voz.
Después ya en Europa, a finales de los 70, tomé clases privadas intensas de
conga y timbal con el maestro puertorriqueño Freddie Santiago. Además de
mis encuentros grosos con los maestros Alex Acuña, Giovanni Hidalgo y Milton
Cardona, quienes me ayudaron a relajarme y a estar mucho más cerca del
concepto musical cómplice cuando se toca. Durante los ´80 y ´90 concurrí a
innumerables workshops de maestros especializados en cuestiones rítmicas como David
Garibaldi, Leon Ndugu Chancler, Bernard Purdie y Dave Weckl, entre
otros. También en los ´80 empecé a estudiar piano por mi cuenta, cosa que sigo
haciendo con más o menos disciplina, más que nada como elemento enriquecedor
para cantar y componer, abriéndome constantemente a nuevas frecuencias y
arreglos orquestales. Obviamente, tengo que practicar para superarme, pero no
tengo el talento alemán de la disciplina y me lo banco sin problemas. La música
es así, más te fascina y más te atrapa el pellejo cuando más control tenés
sobre los instrumentos, pero por tratarse de algo supremamente abstracto, en cuestiones
de inspiración creativa en música todo es relativo, la reencarnación de ciertos
pensamientos te harán avanzar o estancar en tu cometido, dependerá de la
actitud y comprensión que se tenga para discernir el propio camino.
¿Qué discos e intérpretes te volaron
la cabeza?
La discografía de los BEATLES, desde
el primer simple en acetato de 78 rpm que me compré en adelante. Para mí, ellos
son la mejor banda emocional y mágica de todos los tiempos. Inventores de las
reglas universales que hacen que una canción sea maravillosa o una máscara de
marketing; JACK BRUCE (con su álbum Song for a Tailor), JEFF
BECK (Blow by Blow), IRAKERE (Live at Newport
Festival New York 1979), WAYNE SHORTER (Native Dancer
– Feat. Milton Nascimento), CHICK COREA (Return to forever),
WEATHER REPORT (Tale Spinnin´, Heavy Weather), GINO VANNELLI (Storm
at Sunup, Brother to Brother); GEORGE DUKE (Feel, From me
to you, Reach for It), CLARE FISCHER (Salsa Picante,
Machaca), VINCE MENDOZA (Instructions Inside), JERRY
GONZALEZ The Fort Apache Band (The River Is Deep), SPINETTA
JADE (Alma de Diamante); DAVE WECKL BAND LIVE (and
very plugged in), JOHN BEASLEY (Cauldron), los
discos de CREAM, LOS SHAKERS (La conferencia del Totos Bar),
la música de RAY DAVIES con THE KINKS; LED ZEPPELIN (I,II,III),
EMERSON, LAKE & PALMER (Tarkus), GENESIS (Foxtrot),
STEPHEN STILLS (todo lo que hizo desde los Buffalo Springfield); TONY
WILLIAMS (Lifetime); LENNY WHITE (Venusian
Summer); AIRTO (Fingers, I´m Fine how are you?), OPA
(Goldenwings – Magic Time), ISAAC HAYES (Music from
Shaft), STEVIE WONDER (Talking Book, Innervisions);
JAMES BROWN (Live at The Apollo); CALDERA (Sky
Islands), EDWARD SIMON GROUP (Beauty Within), PAT
METHENY GROUP (Letter from Home), y la música de OTIS
REDDING; MARVIN GAYE; ELIANE ELIAS; PINO DANIELE; HUGO FATTORUSO; QUINCY JONES;
CAROLE KING; DJAVAN; THE HEAD HUNTERS; NEIL YOUNG; JIMMY SMITH; TONINHO HORTA;
DAVID CROSBY; BLOOD, SWEAT & TEARS; ALMAN BROTHERS; THE BYRDS; JIMMY
HASLIP; MANOLO JUAREZ; MICHEL CAMILO; DORI CAYMMI; RUBÉN BLADES; JULIO SOSA;
JACO PASTORIUS; MICHAEL BRECKER; TOWER OF POWER; EDDIE PALMIERI; YELLOWJACKETS;
MANOLO BADRENA; HERBIE HANCOCK; JORGE DALTO; HENDRIX; TRAFFIC y muchísimos
más, la lista es larga. Pero
de todos lo que fueron apareciendo a través de los años, inconscientemente
siempre se vuelve a ciertos vinilos del pasado con los que instintivamente uno
se vuelve a reconocer sin necesidad de analizar nada. La variedad musical que a
mí me marcó está asociada al significado emocional-artístico de algunos clásicos
que me impactaron desde que empecé a patear los suburbios de las ciudades.
Álbumes que en cualquier momento puedo volver a escuchar produciéndose el
milagro incondicional de que te levantan el alma de inocencia, da igual si me
encuentro solo en casa o rodeado de gente en el azar de las circunstancias. Una
dimensión de placer siempre diferente aunque me conozca de memoria sus melodías
catárticas y ritmos maestros. Igual en qué situación de vida me encuentre, la
calidad compositiva e interpretativa de algunos de esos discos sigue
subyugándome como en antaño. Ignoro cómo funcionará este proceso desbordante en
nuestros cerebros cuando escuchamos música, la intuición puede darme algunos
claros respecto a lo que uno considera verdad, que aunque no podamos definirla,
podemos percibirla, podemos verla y conocerla cuando escuchás con el corazón lo
que esos tipos están tocando. En sí, esos discos siguen alagando mis formas más
profundas y sinceras de ser, tanto como músico y como persona, catapultándome
con total naturalidad a actitudes positivas respecto a lo que puedo llegar a
plasmar o no con un instrumento, por lo que no me hace más sabio ni más
humilde, pero sí más agradecido. Hay músicas que bendicen y hay músicas que te
vuelven impasible. Un proceso de acumulación y conservación de recuerdos,
creencias, tradiciones y hábitos, todo eso que llevamos en la mente, que por
experiencias y pensamiento nos hace distintos a los que no escuchan lo que vos
escuchás. Pero el ser distintos no significa que estemos separados, ¿no?
¿Y cuándo fue que empezaste a
componer tu propio material?
Mi primer tema lo compuse durante los
últimos días de La Perla a mediados del 67, con un texto muy influenciado creo
por Walt Whitman, que siempre me gustó tocar igual donde me encontrara.
Eran épocas a la intemperie, en donde andar con una guitarra sin funda por la
calle era algo normal entre los náufragos. Tanguito era un
enamorado de esa canción, que también tocamos muchas veces a dúo con Pappo en
su casa de la calle Artigas.
¿Y de dónde viene este amor por la
poesía? ¿Qué autores te influenciaron?
En mis años de pubertad en Buenos Aires
espontáneamente me fui arrimando a otros románticos ocasionales más curtidos de
lecturas, que me fueron tirando puntas de autores imprescindibles (según
ellos). Así fueron apareciendo libritos de autores disímiles con los que fui
aprendiendo a sensibilizarme con las metáforas. Pero con el tiempo me fui dando
cuenta que no es moco de pavo interpretar los runruneos de un alma silenciosa
sobresaliendo de un poema. Recién ahora, después de mucho carrete, estoy
empezando a leer poesía en verso o como se le diga a este arte de reflejar
estados de ánimo con pocas palabras, que no anda muy lejos de los laberínticos
torrentes de una letra de canción, pero que sin embargo, a pesar de cierta
rutina emancipadora, aún no estoy ducho en concientizar el misterio de los
silogismos y la sintaxis que pueden reflejar una frase cualquiera que asoma
detrás de una tonada y creo que eso es por no haberme dedicado a investigar un
poco más allá de mis libritos de Borges, Macedonio Fernández, Keats,
Cernuda, Pessoa, Pavese, Pound, Poe, Ginsberg, Artaud, Rimbaud, Baudelaire,
entre muchos otros estilistas consagrados que apenas he leído, es como que la
prosa de algunos eruditos charlatanes -o santos- como Krishnamurti, Lao Tzu,
Aldous Huxley, Jung, Schopenhauer, Gandhi, Canetti, Cioran, Lin Yutang, Jesús o
Camus, a los que siempre vuelvo, me tiene mal acostumbrada la pensante sin
habérmelo propuesto nunca. En todo caso todavía ando con la ilusión sublime de
las palabras o palabritas a cuestas, sin que el ego me tenga que agarrar el
gañote todo el tiempo para demostrarle al mundo de mi importancia, las palabras
con imaginación todavía pueden hacer de nosotros cualquier cosa que uno quiera
ser más allá del tiempo y del ego, pero hay que laburar fino con la gris y no
dejarse razonablemente arrinconar por quiméricas cuestiones que van más allá
del buen o mal vivir. Motivar la sensibilidad de la inspireta cuando llega del
ángel, para transparentar la belleza, el enigma y los desvelos en los micro
mundos íntimos de lo que nos pasa como personas. Para mí la escritura más que
arte es artesanía. Son realmente muy poquitos los que hacen arte por medio de
la palabra. En todo caso para escribir algo con fundamento ético aparte de
talento se necesitan huevos y determinación, creer en lo que se hace, olvidarte
del miedo y el desencanto de los que no te entienden, amarse mucho, leer mucho
y no tirar a la basura tu fantasía por querer encontrar el tesoro de los
piratas entre tus amigos. Tenemos que comprender con el corazón el gran
desamparo del momento actual que está viviendo la humanidad.
Aunque es maravilloso llegar al máximo público posible, nunca me he tomado la escritura como una carrera. Con la música la mano es diferente, pero literariamente, me parece hasta un poco ridículo decir que uno es un profesional de la escritura. No escribo para las audiencias, si no para mí, -que en una de esas es como escribir para los outsiders metafísicos que no se sienten cómodos en ninguna parte pero que siguen buscando con la llama prendida-. Creo que la única manera de ofrecer calidad es escribiendo para uno mismo. Mi actitud ante la vida tiene que ver con mi forma de cantar y de escribir, que son cosas que no se pueden separar.
Aunque es maravilloso llegar al máximo público posible, nunca me he tomado la escritura como una carrera. Con la música la mano es diferente, pero literariamente, me parece hasta un poco ridículo decir que uno es un profesional de la escritura. No escribo para las audiencias, si no para mí, -que en una de esas es como escribir para los outsiders metafísicos que no se sienten cómodos en ninguna parte pero que siguen buscando con la llama prendida-. Creo que la única manera de ofrecer calidad es escribiendo para uno mismo. Mi actitud ante la vida tiene que ver con mi forma de cantar y de escribir, que son cosas que no se pueden separar.
¿Cómo
fuiste puliendo tu estilo como cantante? ¿Quienes son tus influencias?
Se me dió por naturaleza intuitiva autodidacta, empecé a los 9 o 10 años cantando, zambas y chacareras de la música del campo, después cuando escuché uno de los primeros hits de Johny Tedesco y al explosivo Little Richard por la difusora del pueblo donde me crié hasta los catorce, se me cambió la película. Aunque fuí y sigo siendo un gran incondicional sentimental amante de los Beatles, mi auténtica formación como cantante con guitarra de palo comenzó con el rhythm and blues y todas sus variantes. Cuando escuché el primer LP de Spencer Davis Group con su jovencísimo cantante Steve Winwood -con quién una pila de años después tuve el gusto de hacerle de telonero con mi banda-, supe por instinto que me dedicaría a hacer música de por vida. Su tono de voz, a pesar de ser altísimo -nada que ver con mi voz- instintivamente podía emularlo como si se trataran de mis temas. El único problema que tuve y sigo teniendo, es de que nunca tuve el talento de imitar a nadie, sólo puedo cantar cómodamente cuestiones relacionadas al rhythm and blues, o cosas propias o extravagancias de ciertas canciones que puedo llegar a tomar como mías de gente como Djavan por ejemplo, pero no me pidas que te cante una de no sé quién, razón por la cual durante los primeros años por aquí perdí laburos de oferta para cantar en bandas de covers de hits para fiestas o salseras a los Rubén Blades, etc, por lo que me fui dedicando de lleno a la percusión. Pero con las cosas que cantaba Winwood a mis 17 años no tenía problemas de sacarlos con la guitarra y cantarlos. Enseguida Jack Bruce entró en mi vida para echar raices naturalmente con amor y sin complejos, lo que me fue dando posibilidades de ir educando y aprendiendo los códigos del buen cantar sin romperme la voz y sin la astucia premeditada de la imitación. Por supuesto que hubo más influencias por el camino, como la forma del scat de Leon Thomas o Al Jarreau que llegaron después, pero el fundido y color personalísimo de la lírica de Bruce fue lo que me pegó más adentro, haciéndome encontrar a través de los años mi propio sonido. Jack Bruce para mí es uno de los músicos más grossos y multifacéticos del rock y jazz contemporáneo, al que también conocí algunos años antes de su partida. Desde que lo escuché con Cream y después con su primer gran álbum Songs for a Taylor (que dedicó a la sastre que les hacía la ropa a los Cream, muerta en un accidente de tráfico, viajando después de un show con la banda de su esposo guitarrista) fueron fuente sublime de inspiración en mi forma de aproximarme a los públicos, razón por lo que para mi alegría y orgullo, Mario Antonelli, conocido autor de libros de rock en Argentina, me bautizara una vez con la extraordinaria caracterización del “Jack Bruce del rock argentino”.
Se me dió por naturaleza intuitiva autodidacta, empecé a los 9 o 10 años cantando, zambas y chacareras de la música del campo, después cuando escuché uno de los primeros hits de Johny Tedesco y al explosivo Little Richard por la difusora del pueblo donde me crié hasta los catorce, se me cambió la película. Aunque fuí y sigo siendo un gran incondicional sentimental amante de los Beatles, mi auténtica formación como cantante con guitarra de palo comenzó con el rhythm and blues y todas sus variantes. Cuando escuché el primer LP de Spencer Davis Group con su jovencísimo cantante Steve Winwood -con quién una pila de años después tuve el gusto de hacerle de telonero con mi banda-, supe por instinto que me dedicaría a hacer música de por vida. Su tono de voz, a pesar de ser altísimo -nada que ver con mi voz- instintivamente podía emularlo como si se trataran de mis temas. El único problema que tuve y sigo teniendo, es de que nunca tuve el talento de imitar a nadie, sólo puedo cantar cómodamente cuestiones relacionadas al rhythm and blues, o cosas propias o extravagancias de ciertas canciones que puedo llegar a tomar como mías de gente como Djavan por ejemplo, pero no me pidas que te cante una de no sé quién, razón por la cual durante los primeros años por aquí perdí laburos de oferta para cantar en bandas de covers de hits para fiestas o salseras a los Rubén Blades, etc, por lo que me fui dedicando de lleno a la percusión. Pero con las cosas que cantaba Winwood a mis 17 años no tenía problemas de sacarlos con la guitarra y cantarlos. Enseguida Jack Bruce entró en mi vida para echar raices naturalmente con amor y sin complejos, lo que me fue dando posibilidades de ir educando y aprendiendo los códigos del buen cantar sin romperme la voz y sin la astucia premeditada de la imitación. Por supuesto que hubo más influencias por el camino, como la forma del scat de Leon Thomas o Al Jarreau que llegaron después, pero el fundido y color personalísimo de la lírica de Bruce fue lo que me pegó más adentro, haciéndome encontrar a través de los años mi propio sonido. Jack Bruce para mí es uno de los músicos más grossos y multifacéticos del rock y jazz contemporáneo, al que también conocí algunos años antes de su partida. Desde que lo escuché con Cream y después con su primer gran álbum Songs for a Taylor (que dedicó a la sastre que les hacía la ropa a los Cream, muerta en un accidente de tráfico, viajando después de un show con la banda de su esposo guitarrista) fueron fuente sublime de inspiración en mi forma de aproximarme a los públicos, razón por lo que para mi alegría y orgullo, Mario Antonelli, conocido autor de libros de rock en Argentina, me bautizara una vez con la extraordinaria caracterización del “Jack Bruce del rock argentino”.
EN EL
BIG BANG DEL ROCK DE ACÁ…
Antes hablabas de lugares míticos
como La Cueva o La Perla de Once, ¿qué recordás de esos primeros años del rock
argentino?
Entre el 66 y el 69 ya había conocido a un
montón de gente que andaban más o menos en lo mismo, algunos de los cuales ya
eran casi las super estrellas de la escena del rock en la Argentina. Mirando atrás sin nostalgia, fueron
años asombrosos y estoy feliz de haberlos vivido en la primera línea de
combate. Nuestros sueños no eran los sueños de los pibes de hoy. Había más
camaradería entre los músicos y las productoras (aunque también hubo pequeñas
guerras insignificantes entre los egos de managers y organizadores). Escribí un
libro dedicado casi en su totalidad a aquellos años fundacionales, donde se
pueden encontrar pequeñas historias contadas en primera persona para los interesados.
¿Y qué opinas del desarrollo
posterior del género?
Ahora la música mueve menos cosas por sí
misma, la radio y las revistas especializadas dependen de intereses
comerciales, el rock ha dejado
de ser radical o contestatario. Pero los músicos de hoy son más listos de lo
que fuimos nosotros: nacen con la lección aprendida. Saben que la respuesta no
está en la completa anarquía o en el nihilismo absoluto. Pero es cierto también
que aunque las nuevas tecnologías hayan acelerado los procesos de formación
como instrumentistas, cantantes de moda, o de DJs entertainers catapultados a
la fama, la moral del sistema que dirige a las masas muy poco ha cambiado desde
los 70 en la forma que la música moviliza a la gente que consume lo que los
medios decretan. Hoy como ayer zafar con dignidad de los intermediarios chupa
sangre para hacer tu propia música no es moco de pavo para nadie. Si miramos
con la lupa del alma el showbusines actual (vivas donde vivas en Occidente)
aunque exagere un poco, te das cuenta que casi todo está diseñado para
estupidizar en vez de hacer evolucionar las conciencias. Mi filosofía como
músico comunicador es no dejarse corromper el alma para ganar adeptos
estupidizados, mantenerse sincero con lo que uno es como artista creador aunque
se burlen de tu genio por no seguir la corriente de la mayoría por el sólo
hecho de ser vos mismo haciendo lo que hacés, aunque te consideren un enemigo
por atreverte a crear algo propio no hay que aflojar ni renunciar jamás a la
propia luz.
¿Cómo surge tu amistad con Litto
Nebbia?
El azar y nuestras respectivas energías nos
acercaron. Eran épocas en que las mentes y los corazones se identificaban por
cuestiones que iban más allá de las apariencias. En los primeros tiempos de La
Perla de Once, ya nos habíamos visto alguna vez de reojo sentados al fondo de
la confitería pero sin darnos nunca demasiada pelota, porque por entonces Litto
era un tipo muy tímido. Y cuando de pronto entraba a La Perla super
demacrado, con el pelo mojado y con una guitarra sin funda en la mano, en las
mesas que ocupaban Moris, Javier Martínez, Tanguito, Pipo Lernoud, Actemio,
Miguel Abuelo, Diana Shepherd, Charly Camino, Celia, Ahidé, Cristina y yo
mismo, se hacía un silencio insólito por la admiración y el respeto que todos
le teníamos. Porque Litto era el tipo que todos ya habíamos visto alguna
vez en la tele con una pandereta en mano como vocalista de Los Gatos
Salvajes en (el programa) La Escala Musical de Canal 13. Por eso
cuando llegaba a las dos o tres de la mañana del hotel donde vivía a la vuelta
con los otros Gatos, no era para divagar o sumarse al contertulio con la
barra, sino más bien para cantarnos las nuevas canciones que venía componiendo,
que algunos meses después con el masivo suceso de “La Balsa”, las volvimos a
escuchar en el primer LP de Los Gatos. Cuando La Perla dejó de ser para
siempre el lugar de encuentro de los náufragos todo el mundo se bandeó.
Algunos meses más tarde me encontraba en lo de Robertone, que era un
sonidista de recitales y fabricante de los equipos de sonido que usaban casi
todo el mundo, cuando apareció Actemio, que era el jefe de plomos de Los
Gatos. Cuando salimos, Actemio me invitó espontáneamente al City Hotel NH
City & Tower, donde Litto tenía una suite. Desde ese momento comencé
a ser amigo de él. Para mí, Litto es un elegido de las alturas. Un
maestro que llegó en el momento justo y uno de los pioneros fundamentales de mi
generación en imponer su personalidad compositiva en el gusto musical de muchos
argentinos.
Hay flashes de lo inconsciente que a veces
vuelven en forma de nube, de árbol, de una guitarra sobre una cama, de un
abrazo apretado de un fan desconocido, de una piba hermosa corriendo detrás de
un taxi, o de alguna tonada tanguera saliendo de una radio oculta de kiosco de
arrabal. Pero sobre todo el aroma húmedo de una boca de subte vomitando gente
apurada en permanente estado de melancolía, como la del tano del almacén aquél,
que tenía una foto de promoción de Los Mentales en la pared en donde
compraba mi viejo, sobre una calle retorcida de empedrado no muy lejos del
Abasto. Retornar al pasado en pensamiento, es como una ficción nunca aceptada
por una memoria caprichosa que se niega a perder lo más auténtico de ese otro
ser que fuimos, con las pasiones que nos movían y los sueños que nos
alimentaban. Después de más de treinta años de movimientos en la historia, todo
lo registrado en el cerebro humano tiende a dilatarse. Por eso, a veces pienso
si todo aquello fue real o sólo una creación de las sombras.
¿Y de dónde sacó el grupo ese gusto
por el rock pesado inglés que empezaba a surgir de la mano de
grupos como Led Zeppelin y otros?
Una tarde de primavera, el Flaco
Spinetta me invitó a subir en su destartalado Citroen 2CV y nos fuimos a
visitar a Amadeo Álvarez, que era el cantante de los disueltos Vip's,
quien vivía en uno de los barrios más bacanes de Buenos Aires. Cuando llegamos,
Amadeo nos puso una cinta que nos voló la peluca. Se trataba del primer
álbum de Led Zeppelin aún no editado en Argentina. Desde ese momento nos
hicimos fanas completos del sonido hiriente de características dramáticas de
ese cuarteto inglés, estratosférico en varios sentidos, tanto por su primitivo
impacto físico, como por las sutilidades de las armonías que conjugaban en las
composiciones, además por la claridad espeluznante del sonido que habían
logrado.
¿Y por qué crees que Los Mentales no duró más en el tiempo, aunque luego fueron reconocidos como un grupo de culto?
Hubo situaciones inverosímiles, escapadas de todo contexto, que catapultaron a la banda al desarme. En un comienzo, tanto Litto Nebbia como la discográfica en la que estábamos nos habían brindado todo su apoyo, pero cuando empezamos a elaborar nuestro propio material sin que Litto interfiriera, algo raro pasó entre los directivos en relación con los mánagers que teníamos. Habíamos empezado a grabar con mucha ilusión y en cuenta gotas nuestro primer LP en los estudios de la calle Moreno, que era donde grababan varias de las bandas conocidas de la época, como Los Gatos, Manal y Almendra. Dije en cuenta gotas porque cuando conseguíamos que nos dieran algunas horas para entrar al estudio, después había que esperar semanas para que nos volvieran a dar más horas. No había continuidad, vivíamos de los restos de espacio libre que dejaban otras bandas y solistas de los que grababan en aquél mítico estudio contratado por el sello Vik de RCA. Esta situación empezó a minar nuestros ánimos y a replantearnos nuevas propuestas de sonido para tal vez despertar el interés extraviado de los directivos de la discográfica, pero no tuvo resultado. Además, nuestros mánagers empezaron a tirar para atrás y los egos revueltos por las circunstancias hicieron el resto. A los pocos días tuve un aparatoso accidente de tráfico con mi moto del que volví a nacer. Después de una larga convalecencia tenía que hacer el Servicio Militar Obligatorio como soldado tambor en el Regimiento 6 de Infantería de la ciudad de Mercedes. A todo esto, los aventurados comentarios infundamentados de una conocida revista de culto dedicada al rock , publicaban boludeces sobre el desarme del grupo sin tener la menor idea de lo que nos venía sucediendo, entre otras desalentadoras opiniones de que además del bajo nivel musical de la banda o que “la imagen orgullosa de su cantante ante el público podría haber sido el detonante”. Cualquier cosa. Lo siento mucho. Todavía me sigo preguntando cual habrá sido el destino de la cinta con los temas para el LP que habíamos grabado en la línea de nuestro segundo simple. Nunca lo sabré, como tantas otras cosas que aún subyacen en el fondo de un pozo muy embarrado y paradójico respecto a aquella ciudad de mis recuerdos. El enciclopedista y estudioso de la cultura del beat y del rock argentino Mario Antonelli, ha escrito un libro de referencia ampliando aconteceres tapados por los medios, en que entre otros muchos participantes de la historia aparecen Los Mentales incluidos además en un compacto de recopilaciones de descatalogados, con los dos temas de nuestro último simple: “La Calle principal” y “No me agobies nena”.
¿Y por qué crees que Los Mentales no duró más en el tiempo, aunque luego fueron reconocidos como un grupo de culto?
Hubo situaciones inverosímiles, escapadas de todo contexto, que catapultaron a la banda al desarme. En un comienzo, tanto Litto Nebbia como la discográfica en la que estábamos nos habían brindado todo su apoyo, pero cuando empezamos a elaborar nuestro propio material sin que Litto interfiriera, algo raro pasó entre los directivos en relación con los mánagers que teníamos. Habíamos empezado a grabar con mucha ilusión y en cuenta gotas nuestro primer LP en los estudios de la calle Moreno, que era donde grababan varias de las bandas conocidas de la época, como Los Gatos, Manal y Almendra. Dije en cuenta gotas porque cuando conseguíamos que nos dieran algunas horas para entrar al estudio, después había que esperar semanas para que nos volvieran a dar más horas. No había continuidad, vivíamos de los restos de espacio libre que dejaban otras bandas y solistas de los que grababan en aquél mítico estudio contratado por el sello Vik de RCA. Esta situación empezó a minar nuestros ánimos y a replantearnos nuevas propuestas de sonido para tal vez despertar el interés extraviado de los directivos de la discográfica, pero no tuvo resultado. Además, nuestros mánagers empezaron a tirar para atrás y los egos revueltos por las circunstancias hicieron el resto. A los pocos días tuve un aparatoso accidente de tráfico con mi moto del que volví a nacer. Después de una larga convalecencia tenía que hacer el Servicio Militar Obligatorio como soldado tambor en el Regimiento 6 de Infantería de la ciudad de Mercedes. A todo esto, los aventurados comentarios infundamentados de una conocida revista de culto dedicada al rock , publicaban boludeces sobre el desarme del grupo sin tener la menor idea de lo que nos venía sucediendo, entre otras desalentadoras opiniones de que además del bajo nivel musical de la banda o que “la imagen orgullosa de su cantante ante el público podría haber sido el detonante”. Cualquier cosa. Lo siento mucho. Todavía me sigo preguntando cual habrá sido el destino de la cinta con los temas para el LP que habíamos grabado en la línea de nuestro segundo simple. Nunca lo sabré, como tantas otras cosas que aún subyacen en el fondo de un pozo muy embarrado y paradójico respecto a aquella ciudad de mis recuerdos. El enciclopedista y estudioso de la cultura del beat y del rock argentino Mario Antonelli, ha escrito un libro de referencia ampliando aconteceres tapados por los medios, en que entre otros muchos participantes de la historia aparecen Los Mentales incluidos además en un compacto de recopilaciones de descatalogados, con los dos temas de nuestro último simple: “La Calle principal” y “No me agobies nena”.
Luego llegaría tu paso por
Avalancha. ¿Qué recordás de ese grupo?
Pasó por la hermosa amistad que me unía con
Carlos Pan y Carlos Pirimpinpin Geniso, quienes a toda
costa querían hacer una banda conmigo. Como ya sabés fue el año 74, algunos
meses antes de que una patota de cocainómanos psicóticos me incomunicaran y
denigraran por varias semanas. Yo ya había comprado mi primera (batería)
Colombo negra azabache al Negro Darío, que por aquella época venía
tocando con el trio de Pappo, teniendo mi primer corta experiencia
baterística junto a Tito Larregui, Micky Compilongo, Miguel Botafogo, Carlos
Pan y Pirimpinpin. Ensayábamos en una sala que teníamos en la
terraza de un edificio que estaba en la esquina de Boedo e Independencia.
FASE
DOS: LAS CONSECUENCIAS DEL EXILIO
Por una demonizada película de colores
intensos de connotaciones dadaístas de un director desconocido. Película que
con el correr de los años se fue transformando en una dilatada obra abstracta
en blanco y negro que suele volver a veces cuando me pongo ñañoso. Uno de los
problemas que tenemos los de mi generación, es que no podés decir en voz alta
casi ninguna de las cosas que realmente pensás sobre el pasado, porque siempre
resultas ridículo o chocante y molesto. Antes, durante los primerísimos años de
adaptación por aquí, me daba como vergüenza de que alguien se enterara de que
los terroríficos pálidos de la Triple A, a la muerte de Perón me tuvieron
incomunicado en dos lugares diferentes donde trataron de escarmentarme por
sospechas injustificadas y en donde casi me tuve que olvidar de quien era el
tipo que llevaba mi nombre y que fue la razón mortuoria de mi esquizofrénica
salida del país fraccionándome la vida para siempre. Durante los años inmediatamente
anteriores al Golpe del 76, los que estábamos relacionados con la música y el
arte vivíamos permanentemente en un estado paranoico persecutorio muy enfermizo
debido a aquella estrafalaria ley de averiguación de antecedentes que la
policía había inventado para llevarte detenido de cualquier lado y a cualquier
hora del día o de la noche, teniendo que pasar 24 o más horas en algún oloroso
calabozo de seccional hasta que se verificara tu inocencia. La red paranoica,
como le decían, nos tuvo muy mal a muchos. Cualquiera podía ser sospechoso por
el aspecto de la indumentaria o por llevar barba o el pelo largo, que
automáticamente te transfiguraba en un delincuente relacionado con las drogas o
la política opositora a un sistema de vida “occidental y cristiano”,
como alguna vez declaró su mentor el General Onganía, que no escatimó en hacer
cerrar locales de la noche como La Cueva de la calle Pueyrredón y perseguir a
cuanto “endemoniado” melenudo suelto encontraran por plazas, bares,
cines, teatros, recitales, eventos, bondis, subtes y taxis de Buenos
Aires.
Una mano bastante pesada, que
duraría años y años…
Tal cual. Y en 1974, la medida de impunidad
rebalsó el vaso de mi entendimiento. Cocainómanos de civil pasados de
adrenalina me llevaron detenido a la salida de un teatro. Era la época de López
Rega y su Triple A, tal vez la más siniestra de las organizaciones criminales
que existió, por la arrogancia de ideales políticos dementes, antes de que
empezaran después a hacer desaparecer gente en algún chupadero del gran Buenos
Aires, o desde los (aviones) Hércules durante el régimen de la Junta Militar.
Aunque no figure en los libros de efemérides, ya en épocas de Isabel Perón, en
caso de que protestaras por el atropello de llevarte esposado ante la mirada de
la gente, una vez solos te malteaban como en las películas de gánsteres. Esta
última detención duró casi cuatro semanas, sin apenas dormir, interrogado cada
mañana por canas diferentes. Ellos insistían de que el dinero que me habían
encontrado se debía a una posible tranza con organizaciones de izquierda o por
asuntos de droga. Una mañana me largaron gracias a un familiar que trabajaba en
la policía. Así que mis planes de continuar con una banda que teníamos en
formación con Miguel Botafogo, Tito Larregui y otros músicos de
la época se fueron al agua. Por eso fue que, muy bajoneado por lo vivido y con
la moral por el piso por todo el miedo que me habían metido los tipos, preparé
mi fuga de Argentina embarcándome prontamente en un crucero italiano con
destino a Génova. Oficialmente se dice que el desmoronamiento moral perpetrado
por esos criminales argentinos -muchos de los cuales todavía andan sueltos por
el país o viviendo en sus propiedades de Miami- empezó en el 76, pero las
desapariciones en chupaderos había empezado antes de la toma del poder absoluto
por los militares. Parece que los que daban las órdenes los guardaron, se
murieron o se borraron, pero los que hicieron la mano de obra, los que te
tiraban en el piso de los Falcon y te pisaban la cara y te cagaban a trompadas
y después te decían de que de “aquí no salís más”, muchos siguen en el
anonimato mezclados con el pueblo. Ese pasado de las persecuciones y
desaparecidos en Argentina fue de fachos de médula. Y que siguen existiendo
pero vestidos con otras ropas. La nueva imagen del fascismo es una mentalidad
eterna. El culto por la tradición, el egoísmo, el sincretismo típico del
tradicionalismo de derechas. La derecha verdadera toma siempre una cara diferente.
Puede tener la de un cantante de moda de rap o reggaetón, o de un
gran actor de la televisión o director de cine. Los de la derecha eterna son
tipos que no razonan a los análisis o demostraciones, la referencia es la
tradición, lo ya dicho, lo ya masticado y digerido. La gente de derechas no lee
porque ya lo saben todo, los jodidos de izquierda en ese aspecto leen o dicen
que leen y por tanto son proclives a cambiar. De que los montos totalitarios la
venían embarrando cada vez más provocando la hecatombe del golpe de estado fue
cierto, pero lo que el Brujo López Rega ya se había montado un poco antes de
morir Perón con su barra de dementes mafiosos escapaba de toda ideología
política. En fin, lo cierto fue que mi vida continuó en otros territorios, tratando
siempre de no tirar la toalla. Al venir de una familia fragmentada la idea de
un retorno al país se fue posponiendo, fundamentalmente por un problema de
infraestructura, es decir una vivienda propia sin depender de nadie. Razón que
me hizo replantear siempre el asunto de la vuelta para seguir haciendo música
en la Argentina. Cuando por fin pude estabilizar mi vida aquí, ya habían pasado
los años sin siquiera notarlo.
En Buenos Aires yo había compartido una
humilde pieza de pensión con mi padre como subinquilinos sobre la Avenida
Rivadavia. Mi viejo era colectivero. Nos veíamos muy poco. Tres cuartas partes
de su vida las pasó arriba del bondi. Lo que pudo ahorrar en su vida lo
invirtió en un terreno que al final con su muerte fue a parar a manos de mi
hermano y su hermosa familia. Si hubiera tenido la infraestructura de adquirir
una casa donde asentar los huesos y la intimidad mi historia tal vez hubiera
sido otra. No vengo de la clase media argentina acomodada. No tengo familiares con
campito o dueños de grandes negocios. En mis raíces no hubo polacos judíos
exiliados de Hitler, no hubo artistas descendientes de italianos, ni siquiera
gallegos escapados de Franco. Por eso, por venir de clase proletariada de
alcantarilla, instintivamente me pude entender con tipos como Tanguito o
el Negro Medina, quienes sabían del secreto cómplice de la calle por no
haber sido nunca “nenes de mamá” si se me entiende el chiste. Por eso
también cuando llegué a Europa, no me esperaba ninguna tía ni ningún primo
político y menos algún intelectual o músico productor que se haya solidarizado
con mi suerte, como sé de otros argentinos que también salieron del país alguna
vez por razones parecidas a las de mi partida. Hasta hoy he vivido manteniendo
mi pasaporte argentino como único documento identificatorio con el que siempre
entré y salí de los países de mi periplo.
Además, debió ser complicado poder
asimilar un exilio tan de repente…
Mira, respecto al delicado tema del exilio,
aún hay gente en Argentina con ideas muy distorsionadas sobre el significado de
esa palabra, que con el tiempo se ha tratado de banalizar. El mesianismo
intelectual de algunos de los que han logrado cierta notoriedad en la Argentina
de hoy, salen a veces a relucir sus egos invirtiendo los roles y haciéndonos
ver a los que nos tuvimos que ir en frenesí, como indeseables cobardes ante los
que se quedaron aguantando en familia y dando el ejemplo de valientes poetas
iluminados en la Argentina de los 70. Un sinsentido hipócrita que sublima y da
heroicidad al que se quedó en casa observando estratégicamente la matanza de lo
que si se sabía se taburizaba o se miraba para otro lado, que al valor del que
se tuvo que ir con lo puesto y sin pasaporte europeo, desconociendo cualquier
futuro de supervivencia del otro lado del sueño. Algo medio jodido para mi ego,
pero que ya tiendo a olvidar con una sonrisa de agradecimiento al creador por
seguir dándome la oportunidad de seguir atando cabos con mi vida sin dejar que
el rechazo y el orgullo copen mi corazón, comprendiendo sanamente de que mi
pasado ya no forma parte del interés de nadie que no haya vivido alguna vez una
misma verdad en carne y hueso.
Justamente, ahora se están
realizando muchas lecturas y análisis sobre la violencia en los años de plomo
en los 70…
Bueno, hay que entender de que el 50% de
los artistas, pibes y pibas copados con la música, la literatura y la
solidaridad por los que no tenían nada, fueron borrados por las mafias
oscurantistas criminales que imperaron desde la Triple A de López Rega a las de
la Dictadura Militar, y terminaron muertos por asfixia o por paro cardíaco en
la tortura; con un tiro en la nuca en alguna fosa común del Gran Buenos Aires o
lanzados al final drogados a las aguas turbias del Río de La Plata desde los
aviones; mientras que otro 40% fueron empujados obligatoriamente a abandonar el
país a otras latitudes del planeta de los cuales muy pocos regresaron. No hubo
héroes, ni en la práctica ni en la Utopía. Es muy desagradable hablar de
cobardes inconscientes o de los que si no se iban, los chupaban por una
equivocada denuncia maquiavélica de gente asustada, confusos por el pavoroso
miedo a perder la propia vida o la de un familiar querido en una catacumba a la
vuelta de tu casa camuflada de garage. Esa era la realidad de aquellos días.
Hablar de estas cosas como si se tratara de una vieja película en blanco y
negro de autor desconocido no tiene sentido, el problema es mucho más profundo,
mucho más grave y oneroso que va más allá de cualquier opinión. Aunque parezca
un victimismo pasado de moda esto que te digo, el perdón y las ganas de olvidar
aquel pasado furioso siguen marcándome el camino de la verdadera curación:
perdonando y perdonándome por aquel viejo complejo de víctima que aún perdura
en las postrimerías de la memoria. Las nuevas generaciones de músicos y los que
admiran las raíces del rock argentino,
creo que poco saben de lo que eso significó para los que nos tuvimos que ir
escapados y humillados ante el pavor de tanta muerte suelta. Agradezco de corazón
a todas las almas nobles que nunca se han detenido por el rencor y siguen
ayudando a superar tanta equivocación.
FASE
TRES: PASIÓN IRREFRENABLE POR EL RITMO Y LOS PARCHES
La percusión afrolatina que me fascinó
tanto me llegó recién a los 23 años, durante un encuentro con virtuosos del
Bronx que tuve el gusto de presenciar en las inmediaciones del Central Park de
Nueva York a finales de 1973. Se trataba de un grupo de latinos descendientes
de cubanos o puertorriqueños que acostumbran por tradición a juntarse los
domingos en dicho parque para amenizar la Rumba Cubana del Central Park como
hoy se les conoce en Nueva York. Lo que escuché de esa gente revolucionó mis conceptos
rítmicos, universalizando nuestro malambo y chacarera trunca
sincopados a un abakua o a un bembé, ritmos sublimes afro-cubanos
que adoro por esa obsesión del 6/8 de dónde vengo. Habían tocado con el alma y
no sólo con las manos y de alguna forma me convencieron de entregar la mía a
los cueros, aunque por aquél entonces no tenía ni idea de las reglas de la
síncopa de ese tan hermoso lenguaje entre rumberos que me marcó para siempre y
me hizo ser el negro blanco que soy, porque gracias a ese fortuito encuentro me
hice percusionista. Algunos años después, ya instalado en Hamburgo me compré mi
primer set de congas y le empecé a dar. Al no haber con quién tomar clases tuve
que aprender solito escuchando algunos discos capitales del género,
practicando, buscando técnica, inventándome a mí mismo. Las bandas con las que
empecé a tocar me respetaban no sólo por mi musicalidad como por mi origen
latino. Así empecé a tener laburos, pasando al principio por la racha de manos
hinchadas y con ampollas que tardaban en cerrarse por la gran actividad que
empezaba a surgir, hasta que apareció Benny, un percusionista venezolano
muy bueno con las congas y con los timbales que me tiró algunos ejercicios
curativos de Floating-Technik que me fueron sacando de a poquito de mi
cuadratura para controlar sonido sin quebrarme. Por aquella época el
percusionista conguero no estaba tan en boga como hoy en día. No había videos,
ni libros, ni especialistas que te dijeran cómo tenías que hacerlo. Pero igual
me fui desenvolviendo hasta tener algo, ciertas rítmicas, aprendiendo el arte
de la música en toda su expresión, cuando hay que tocar y cuando no hay que
tocar, la importancia de los silencios, cuando hay que hablar y cuando hay que
quedarse chito, como en la misma vida. Para los negros yo soy un blanco, pero
toco la música que a ellos les gusta. Los 80 y parte de los 90 fueron tal vez
los años de mi mayor actividad como percusionista en otras bandas. Lo más
importante en la cosa afrocubana es saber de los fundamentos para tocar en grupo
sin perder la línea invisible del corazón, pero fundamentalmente perder el
miedo para ganar seguridad y dominar. No dominar en el sentido de ego, sino que
para tocar bien en cualquier situación tenés que perder todo el miedo, ser
genio es ser vos, cuando no sos vos pueden pasar cosas raras, como cantaba el Negro
Rada. Cuando estás tocando al instante tenés que ser vos 100% eso es lo que
los tambores me siguen enseñando.
¿Cuáles son tus bateristas
preferidos?
Muchos, cada uno tiene su cosita. Están los
que tocan muchas notas y los que se quedan en el molde por naturaleza o porque
el carácter de la música así lo pide. En todo caso mis preferidos lo son no
tanto por su power o virtuosismo como instrumentistas, como por su musicalidad
para controlar sonido, los que saben integrarse naturalmente en una banda
-igual en qué estilo- y por supuesto también por su sonido, que en el mayor de
los casos equivaldrá al de la mitad de la banda. Para mí el sonido de un
baterista es fundamental en cualquier proyecto de banda, y no me refiero
necesariamente a que tenga que sonar fuerte para que se escuche. Todavía me
considero un aprendiz en la batería al que le gusta tocar muchas notas, tal vez
por eso soy un fana afectuoso de Dave Weckl y Vinnie Colaiuta,
dos genios que siguen subyugándome por el touch y gusto musical que tienen para
hacer música más allá del virtuosismo circense. Ahora está de moda hablar de
los que tienen buen groove para que los solistas se despachen a gusto.
En el soul, por ejemplo,
es fundamental que el baterista tenga buena permutación en el tome y traiga
repetitivo en el que se apoya toda la banda. James Brown, el fundador de
ese estilo, tuvo los mejores de la especialidad, como John Jabo Starks,
Clyde Stubblefield y Melvin Parker; todos, negros grooveros 100%
con los que JB hizo sus mejores discos. De los grandes modernos que han
asimilado este estilo con propia perfección me gusta David Garibaldi, el
batero de los Tower of Power, y el inefable Bernard Purdie.
Relacionados al rock elaborado, rhythm and blues, fusión, funk,
jazz y latin mis preferidos serían Mitch Mitchell, Ginger
Baker, John Bonham, Bobby Colomby, Rod Morgenstein, Simon Phillips, Dave Weckl,
Alex Acuña, Lenny White, Jeff Porcaro, Richard Bailey, Enzo Todesco, Micke
Clark, Elvin Jones, Tony Williams, Steve Gadd, William Kennedy, Peter Erskine,
Osvaldo Fattoruso, Horacio El Negro Hernandez, Chuck Silverman; Daniel Messina
y Greg Bisonete, entre muchos otros; todos, son tipos que han demostrado
gran versatilidad musical, por eso uno siempre está aprendiendo algo nuevo de
esta gente viéndolos en videos, en conciertos o desde los discos que grabaron.
En
tantos años de carrera has trabajado y sos amigo de infinidad de músicos. Te
nombro tres al pasar y contame como los definirías en pocas palabras: Alex
Acuña, Djavan y Hugo Fatorusso…
Bueno,
Alex es un ser admirable y no sólo por su nivel musical. Genio que me ha
bendecido por lo que aprendí de él y por su sincera amistad que me ha
demostrado a través de los años … Hugo
es uno de mis ídolos de la infancia hasta el presente, tal vez el mejor, el más
humilde y el más visionario como músico. Un auténtico que sabe escuchar con la
mirada del corazón y ver con los oídos de su alma. Y Djavan es uno
de los músicos brasileros que más admiro junto con Ivan Lins, por el nivel armónico, melódico y coherencia rítmica de
sus composiciones y además por su sensibilidad latinoamericanista, un tipo muy
delicado y culto con el que se pueden intercambiar pareceres en perfecto
castellano, una verdadera rarite
entre los músicos del Brasil que comunmente sólo se comunican en portugués o en
inglés.
CAMINOS
AL ANDAR
¿Cómo se te dio por producir discos de otros artistas?
¿Cómo se te dio por producir discos de otros artistas?
He grabado batería y percusión en mi
estudio para otros artistas y dado algunas ideas en pequeñas producciones de
gente que se hacen su propio CD con costos mínimos, con lo que pude ir
manteniendo mi estudio. A pesar de algunas positivas experiencias, aún no
dispongo de una infraestructura fuerte o contrato comercial con discográfica
alguna que necesiten de mis servicios. Sólo apretó fuerte componiendo y
arreglando producciones propias.
Este disco es una síntesis de mis búsquedas
y obsesiones armónicas, melódicas y rítmicas de lo que vengo persiguiendo ya
hace tiempo. Tardé una pequeña eternidad en concluir este álbum. El trauma de
la tardanza me hacía pensar que tantos años entre disco y disco era como algo
vergonzoso. Pero después con el correr del tiempo te das cuenta que eso de
estar constantemente en el candelero como hacedor de milagros, es un viejo mito
del mercado discográfico o fantasía del ego del músico que grabará por lo menos
dos discos por año para no perder vigencia como artista. Algo insostenible para
mi corazón. No quiero comparar ni juzgar. Uno hace lo que tiene que hacer en el
momento justo del karma que movilicemos. La enorme ventaja de tener un estudio
propio me ha ayudado a comprender y respetar el tiempo que requiere el proceso
creativo de un disco. Además de componer y tocar lo que compongo, también hago
de ingeniero de grabación en todas las vertientes de lo que ello significa. Te
lo comento como para que te des una idea del laburo que significa hacerlo todo
uno mismo de posta. Es un proceso interminable del que se va aprendiendo sobre
la marcha. Lo lindo que tiene es que cuando te responsabilizás de todos los
detalles que hacen a una producción y terminás un disco que te gusta, el placer
de crear es muchísimo más intenso y valedero que si lo hubieras hecho
dependiendo de otra gente. Lo que vaya a pasar después con el disco no será de
tanta importancia para tu ego, porque ya sabés que el disco se banca solito.
Como ya sabés las 13 canciones del CD son de una temática compositiva diversa.
Cada canción transmite una atmósfera armónica y rítmica diferente, con textos
con los que he tratado de reflejar a mi manera un retrato fugaz de la sociedad
de hoy y de mi sentir particular sobre los grandes enigmas sin respuestas con
los que tenemos que tranzar constantemente. Los músicos amigos con los que
toqué, algunos a través de Internet, le dieron un pase mágico a mi trabajo, por
lo que me llena de orgullo y agradecimiento. Uno de ellos fue el pianista
venezolano Otmaro Ruiz, residente en Los Angeles. Él es un notable
músico, tal vez no muy conocido en Argentina, pero que ya ha grabado y tocado
con una gran cantidad de músicos impresionantes, como John McLaughlin, Gino
Vannelli, Dianne Reeves, además de ser miembro de la banda del baterista
peruano y gran amigo mío Alex Acuña y la del ex guitarrista de Chick
Corea, el australiano Frank Gambale. Nos habíamos conocido en el
´98, en un festival que hubo aquí en Alemania, donde yo me había presentado con
mi banda como support del extraordinario grupo que había traído mi ídolo de
juventud Steve Winwood. Otmaro formaba parte de esa banda junto
con el trompetista cubano Arturo Sandoval y el rey del timbal Don
Tito Puente, además de otros reconocidos de la escena del latin-jazz internacional.
También participó Nebbia, ¿no?
Dio la casualidad que durante los días que
me encontraba terminando el disco, y después de mucho tiempo sin saber nada de
él, Litto apareció un día enviándome un mensaje sobre su gira europea.
Al comentarle de que me encontraba grabando, todo se dio para que él también
participara. Como sabes, ahora con la agilización de los medios digitales, uno
puede vía Internet intercambiar audios que se pueden importar sin problemas al
programa de composición que uses. Litto, además de participar con un
solo de guitarra en un tema, ofreció los servicios técnicos del ingeniero Mario
Sobrino para concretar dicha grabación en su estudio del Nuevo Mundo en Buenos
Aires. Y por supuesto que está demás decir que la participación de Hugo
Fattoruso fue lo más. Imaginate, mi ídolo de toda la vida, alguien muy
especial para mí que está más allá de cualquier glamour o fama, y que acepta
sin pestañear mi invitación vía Internet, además por toda la onda espontánea de
Litto que me animó a que le preguntara. Su solo en “Fin de la comedia”
también fue grabado en el estudio de Litto bajo la batuta de Mario
Sobrino.
¿Y cómo definirías la música
incluida en el disco?
Seguramente, los que están acostumbrados a
escuchar guitarras aceitosas, voces chorreantes de afonías (aunque algo de eso
hubo) o bandoneones ensoñados, deberán abstenerse de escucharlo. Este CD no
ofrece la suficiente garra o suciedad anglosajona como las de épocas pasadas
cuando cantaba con Los Mentales o ese sonido metálico de lo que todavía
hoy se estila para ganar audiencias. Tampoco incluí ningún bandoneón como
identificación genuina de la ciudad de dónde vengo. Tal vez en un próximo álbum
lo haga. En todo caso, más allá de que si lo tuyo tiene mucho o poco rock-blues-jazz o tango, o de si tu sonido como músico
comunicador es capaz de unir o no a multitudes enfervorizadas, el amor de lo
que se pueda proyectar de lo que se fabrica en el corazón, tarde o temprano
siempre lo recibís de vuelta de la gente, aunque se trate sólo de unos
poquitos, lo que le das al mundo el mundo te lo da, si le das boludés te
devuelve boludés, si le das amor, te devuelve amor; esas son las leyes
naturales de la realidad suprema que dirige nuestros impulsos.
Chilam Balam |
¿Cuál es tu disco preferido de todos
los que hiciste?
Por favor, ¡que tantos no fueron! Espero
seguir haciendo unos cuantos más, si Dios me sigue dando el coraje y el
talento. El más logrado hasta el momento podría ser Sueños Peligrosos,
pero también Extraterritorial, que es una recopilación de temas
grabados en un multitrack de 8 canales en estudio y en vivo entre 1983 y 1984,
de Chilam Balam, un cuarteto en el
que cantaba y tocaba percusión, y que edité hace poco.
¿Cómo pensás tus discos, el material
que va a estar incluido en ellos?
Vaya preguntita… Compongo en el piano,
aunque también suelo hacerlo con la guitarra. Pero siempre es mi voz el
instrumento principal que me va guiando melódica y rítmicamente. Mi voz es la
antena receptora y el corazón del ideario. Siempre grabo todo lo que canto a
capela en el piano o la guitarra y al otro día lo escucho y me entero. Si la
tonada me entusiasma y la cuestión armónica y melódica tiene coherencia para
ensamblarlo a un ritmo “X” sigo adelante hasta que lo termino. A veces de una
idea melódica chiquitita suelen aparecer las musas a revolotearme al lado. De
un tema o canción a medio hacer, siempre hay varias versiones. Al distanciarme
un poco de lo que hice me hace elegir después la mejor versión que posiblemente
irá a parar al disco si de verdad estoy convencido de que el tema tiene
suficiente madera para que se banque un par de arreglos inteligentes y grabarlo
como Dios manda. La letra viene casi siempre al final.
DEFINICIONES
PROPIAMENTE EXISTENCIALES
¿Cómo es para vos ser un argentino “anclao
en Alemania”, desde hace tantos años?
Son muchos los años que corrieron y que me
fueron formando mental y espiritualmente en el desarraigo. Mi destino de quemar
las naves de un pasado tenebroso siendo todavía un muchacho, me hizo aprender
rápidamente a adaptarme a lo que viniera. Alemania fue uno de los únicos países
de Europa donde fui recibido dignamente como persona y en donde he podido
reorganizar mi vida desde cero. Aquí he formado una familia que me bendijo y
purificó mi vida.
Mi condición de extranjero en Alemania está
relacionada a la de un latinoamericano más. Normalmente los latinos que vienen
a Alemania (por lo menos los que he conocido) llegan aquí huyendo de la
represión y la miseria, pero fundamentalmente por necesidades económicas.
Arriban a otro mundo y sienten su condición de ciudadanos de tercera clase.
Personalmente no lo he sentido tanto por el tipo de actividades que tengo, que
me ha situado en una condición menos marginal si se puede decir, aunque en mis
primeros años también tuve que sobrevivir con trabajos esclavizadores,
asumiendo una realidad que no era la más romántica que digamos. La música se
empezó a dar de a poquito. Nadie me anduvo buscando nunca por mis cualidades
artísticas, por eso tuve que accionarme por mí mismo, acercándome a la gente
señalizada por mi ángel que fue ampliándome la visión sobre la marcha. Me costó
cierto tiempo contactarme con diferentes bandas de la escena alemana, pero poco
a poco todo se fue dando en cadena, tocando, viajando y grabando con diferentes
agrupaciones y solistas. Aunque los resultados de mi periplo musical no hayan
sido la panacea económicamente, me ha permitido seguir viviendo con dignidad de
lo que amo y a la vez como medio sensato de comunicación vaya donde vaya y toque
con quién toque.
Además te tuviste que acostumbrar a
una cultura y un idioma diametralmente muy distintos a lo latino…
Bueno, tantos años viviendo aquí no me ha
transformado la esencia de mis raíces por una alemanización natural que
cualquier extranjero tendrá que experimentar tarde o temprano para adaptarse y
comprender los códigos de supervivencia que aquí se estilan. Generalmente
debido a su oscuro pasado, los alemanes tienen menos conciencia nacional, menos
orgullo de ser alemanes que sus vecinos franceses o ingleses, aunque debido al
peso de los prejuicios, confundan a veces el panorama socio-político de este
país, en el que dependiendo de la mentalidad y convicciones de cada cual,
cualquiera puede convertirse en extranjero rápidamente. La lengua es
fundamental, cualquier idioma cuando se aprende a hablarlo con fluidez tiene su
trasfondo de fascinación onírica que nos da las pautas para hacernos entender,
pero no todos los alemanes tienen el aguante ni el genio para bancarse a un
argentino. En mi caso lo hablo con más o menos brillantez, pero no lo escribo
como tendría que hacerlo. Apenas cursé un par de meses en una escuela de
lenguas durante los años iniciáticos y no me da vergüenza decirlo. Para mí es
como un privilegio sentirme inmigrante. Eso no se explica, se siente. Omitiendo
a los vanidosos oscurantistas de toda la vida, en la hermosa ciudad de Hamburgo
nunca me he sentido perseguido ni humillado. Me siento orgulloso de mi origen
cuando me preguntan de dónde vengo pero sin hacer nunca mucho alboroto.
¿Qué te sorprende de nuestro país
cada vez que venís de visita?
Cada vez que visito Argentina, lo más
marcante y ensoñador a pesar de las transformaciones del tiempo, es que Buenos
Aires sigue conservando esa excitante vitalidad y calidez única de su gente, de
las avenidas, los bares, teatros, cines, librerías y plazas; que es lo primero
que empezás a extrañar cuando pisas suelo alemán. Buenos Aires es una ciudad
impresionante hasta para el más variopinto de los europeos. Se ha transformado
en una verdadera metrópoli cosmopolita abierta para cualquier desprevenido de
la cultura que domine el castellano y el buen gusto, aunque no todos caminen
por la misma vereda o los mismos barrios. En mi último viaje lo he vuelto a
comprobar. Sólo que dos semanas no fueron suficientes para tener una idea
sólida sobre lo que realmente está pasando en las entrañas de la sociedad.
Alguien me comentó que actualmente se está viviendo una división en la sociedad
como la que sufrió el país en los años 50. El peronismo y sus ramificaciones
siempre me ha resultado una materia complicada de análisis para llegar a alguna
lúcida conclusión. Como que todavía le cuesta mucho esfuerzo a la gente ponerse
de acuerdo como pueblo para vivir y dejar vivir. ¿Será como dicen por ahí de que
los argentinos tienen una capacidad impresionante para repetir el pasado? Yo no
lo creo ni lo quiero creer.
¿Qué músicas escuchás en la
actualidad?
Ahora mismo lo que estoy componiendo.
Siempre trato de escuchar cosas disimiles, cosas motivadoras. En sí, escucho de
todo, pero preferentemente soul de
los 70, cosas de Eddie Palmieri, bandas de fusión con arreglos de viento
y orquestaciones, música brasilera, música afrocubana, a Tchaikovsky, Strawinsky,
Dvorák, Gershwin, Brahms, blues,
música hindú, al Chango Farías Gómez, a Jorge Navarro, a Gov´t
Mule, la música de amigos cuando tienen la gentileza de enviarme sus obras
y por supuesto también suelo volver a algunos vinilos originales de los Beatles,
Gino Vannelli, Zeppelin, Joni Mitchell, Hugo Fattoruso, Adalberto Cevasco,
George Duke, Djavan, Steve Khan, Jon Lucien, Lalo Schifrin, Zappa, Jack
DeJohnette, al Time Out del Dave Brubeck Quartet, al Belonging
de Keith Jarrett, cosas de los Brecker Brothers, Jimmy Haslip, y Herbie Hancock.
Todo lo que cura y realza el espíritu de energías positivas y siempre
regeneradoras.
Al no vivir en Argentina no puedo objetar
mucho. Sólo puedo decir por lo que vivencié en mi último viaje a Baires, que
cada vez hay más músicos preparados y talentosos, por lo menos en el ambiente del
jazz y la fusión. De los conocidos me gustan Jorge Navarro, Astor
Piazzolla, Manolo Juárez, Pedro Aznar, Jorge Cumbo, Miguel Cantilo, Chanco
Farías Gomez, Grupo Vocal Argentino, Horacio Salgán, Matías Gonzalez, Pino
Marrone, César Franov, Quique Sinesi, Dino Salluzzi , Luis Alberto Spinetta,
Javier Martínez y unos cuantos más que ahora se me escapan. Recientemente
descubrí a Carlos Negro Aguirre, un pianista, cantante, guitarrista, arreglista,
de formación académica original de Paraná, Entre Rios, dedicado a la música de
tierra adentro de latinoamérica que me impresionó gratamente.
Por otra parte, también me he dado cuenta
que en los medios especializados en el negocio del show business, como productores, representantes, organizadores de
festivales multitudinarios y críticos musicales que escriben en revistas, son
muy poquitos los interesados en el espíritu de la propuesta real del artista o
de si su música o poesía tienen suficiente vuelo o profundidad para abrirles la
cabeza al público, por eso una gran parte de las masas viven estupidizadas en
el consumo servil de lo que las discográficas y managers del negocio creen que
puede “caminar“.
Esto que describís parece un
callejón sin salida...
Mira, la paradoja de esta idiota situación
para un músico con baja estima es creer que está equivocado, cuando en realidad
el equivocado es el sistema prostituido y envilecido que arrastra y maquinea a
los públicos como resultado de la domesticación que se siente a donde
vayas.
Comparando el mercado de oferta y demanda
de hoy con los 70, el negocio de la música y sus derivados ha crecido en
estatus y poderío comercial, en algunas librerías uno puede encontrarse con “aproximaciones sensacionalistas inventadas“
sobre personajes desaparecidos y venerados del rock criollo. Libros escritos por periodistas improvisados sin
mala onda que no pudieron evitar entregarse en actitud a los poderosos medios
de que se vale esta sociedad centralizada para cosificar y robotizar a las
nuevas generaciones. Claro que no todos los que escriben sobre música andan por
ahí, obvio. En todo caso uno se da cuenta que aunque haya públicos inteligentes
para todos los gustos, el púbico de la vulgaridad sigue siendo el más extendido
por una educación recibida de una cultura convencional mediocre. Como en todas
las épocas los prejuicios de la costumbre siguen ahí, y aunque el rock se haya
caracterizado por una expresión libertaria donde nadie impone o condena, el
sonido anglosajón sigue siendo una de las normas del público argentino, por lo
que no me disgusta. Pero si tu fantasía o gustos estéticos se apartan en algo
de lo acostumbrado sos la oveja negra de la familia.
Lo que se escucha o se manifiesta
preferentemente con un sonido del pasado o como moda presente hay que seguirlo
de cerca para que te den pelota. Una producción de calidad en CD ha dejado de
ser la obra o tarjeta de presentación de un artista honesto, lo que hoy cuenta
son otras cosas. Pero como te decía al principio, gracias a Dios, Argentina,
además de ser un país mestizo por dentro más que por fuera, a través de toda su
historia y a pesar de todas las contrariedades del camaleonismo social, sigue
formado excelentes músicos y artistas con mucha finura y personalidad en la
escena local y del mundo.
Apareció después de muchos años de
silencios introspectivos, es decir que se dio por necesidad. Es un libro íntimo
narrado en primer persona, del que podría decir de que son varios libros en
uno, ya que los temas que abarco, además de un repaso socio-político-cultural
de mi pasado en Argentina, resalto algunas de las personalidades conocidas
entre artistas plásticos, músicos e intelectuales de la época, tomando el
fenómeno de la música rock como protagonista central desde una visión
antropológica y de gran influencia planetaria. Su título es una analogía que
puede simbolizar muchas cosas, pero sobre todo un sentimiento de infinitud y de
libertad creadora sin tabúes, que fue más o menos lo que caracterizó el
despliegue de aquellas décadas prodigiosas de las que trata el libro y que
marcaron mi vida para siempre. En otro sentido el cielo simboliza también la
depuración y la calma que toda alma añora en esta vida. Porque aunque vivamos
con los pies en la tierra, la realidad es ambivalente, en mitad de cualquier
miseria o mugre, cualquiera aspira a un cielo abierto y limpio. Para mí el
cielo también simboliza la metáfora de la gratitud de un alma libre, un estado
supremo, un acto de fe, una forma de delatar cualquier sistema de vida que
niega la sinceridad y obliga a la máscara. Es un libro que recomiendo
sinceramente.
¿Pensás
que se puede conciliar el arte con la masividad en la actualidad? Pienso por
ejemplo en Zappa. Me costaría imaginarme que hoy Warner le ofreciera un
contrato a un artista tan rupturista, si no tiene asegurado que va a vender
muchos discos. ¿Coincidís con esta apreciación? Que antes, en los 70, hasta las
discográficas grandes tenían un margen mucho mayor de apoyo a los artistas que
ya no existe.
Habría que averiguar primero que se
entiende por Arte. Y que aparentes beneficios para el espíritu del músico
representan la masividad. A pesar de que esta conversación con vos, signifique
que otros sepan de mi vida y actividades, mi empeño verdadero es en ir
comprendiendo el ser a través de lo que me va sucediendo en mis prácticas con
el piano, la batería o la guitarra, que a veces suelen producirme una
liberación de pensamiento creativo que me incentiva automáticamente a amar la
música que hago sin pensar en un fin de gloria de nada, medio paradójico el
asunto, pero entiendo que al ego hay que mantenerlo a dieta sin que engorde
demasiado por un exceso de orgullo. Si me interesa la música y escribir
meditaciones, no compito ni me comparo con nadie, porque me recopa hacer lo que
hago. Me mando, hago lo mío lo mejor posible. Si entro a comparar ahí la cosa
termina. El competir, algo tan bien considerado en la sociedad destruye
psicológicamente a la gente, esos incentivos que van ligados a la ambición
compitiendo en tal o cual aspecto es una contradicción enfermiza, crea un
conflicto de espíritu que para mí poco y nada tienen que ver con arte. Ese es
mi punto de vista.
Pero volviendo a tu pregunta. Tenés razón en tu apreciación. Desde una dialéctica materialista de la vida, en la actualidad la gallina de los huevos de oro sigue cacareando sin que nada se lo impida. Mientras tanto, algunos pocos locos lúcidos persisten en crear belleza, sin dejar que lo que ofrecen tenga que pasar obligatoriamente por el lavarropas de las modas. Pero cada vez son menos los no entregados, como también son menos los revolucionarios como Zappa. El negocio es lo que cuenta y practicamente “todos”, hoy en día se bajan los lompas por el “éxito”. Ninguna transnacional va a invertir en vos si no hacés lo que ellos creen que tenés que hacer, esos pibes productores de sonrisa fácil que todavía no habían nacido cuando andábamos con Chilam Balam subiendo y bajando los tablados. Son pibes agrandados, con diplomas legalizados de DJs, sentados detrás de un escritorio enorme rodeado de Grammys y discos de oro empotrados en la pared, que opinan de música y dan consejos. No, eso no es música. El swing no está ahí.
Pero volviendo a tu pregunta. Tenés razón en tu apreciación. Desde una dialéctica materialista de la vida, en la actualidad la gallina de los huevos de oro sigue cacareando sin que nada se lo impida. Mientras tanto, algunos pocos locos lúcidos persisten en crear belleza, sin dejar que lo que ofrecen tenga que pasar obligatoriamente por el lavarropas de las modas. Pero cada vez son menos los no entregados, como también son menos los revolucionarios como Zappa. El negocio es lo que cuenta y practicamente “todos”, hoy en día se bajan los lompas por el “éxito”. Ninguna transnacional va a invertir en vos si no hacés lo que ellos creen que tenés que hacer, esos pibes productores de sonrisa fácil que todavía no habían nacido cuando andábamos con Chilam Balam subiendo y bajando los tablados. Son pibes agrandados, con diplomas legalizados de DJs, sentados detrás de un escritorio enorme rodeado de Grammys y discos de oro empotrados en la pared, que opinan de música y dan consejos. No, eso no es música. El swing no está ahí.
En música, los conceptos de belleza o
fealdad hoy ya no son los mismos que en los 70. Los 70 se habían desarrollado
en un ámbito de total explosión expansiva de bandas disímiles y movimientos
creativos en muchas areas que hoy ya no existen. Aunque sigan habiendo grandes
músicos en la vorágine del show business (muchos para el lado del jazz,
académicos perfectos en técnica), entre las nuevas generaciones de copados que
salen al ruedo con tatuajes y aspectos provocativos que tienen algo para decir,
no hay bandas ni cantantes que me vuelen la cabeza. Para el lado del rock
multitudinario de espectáculos masivos perfectamente organizados, los
decibelios te aplastan, pero no tanto la música que suena. Ya no hay bandas
progresivas de calidad y estética como en los 70 y parte de los 80, y eso se
sabe, pero el negocio de la máquina lo enmascara todo, dulcificándolo con
revistas de vanidades como la Rolling
Stone. Por eso algunos de los llamados “clásicos”, como Paul McCartney, Peter Gabriel, Jeff Beck,
Procol Harum, Zeppelin o Steve
Winwood, todos ingleses que de alguna u otra forma lograron zafar de la
mediocridad de una culturas de plástico impuesta por la máquina, continúan
atrayendo públicos de todas las edades.
¿Dentro
de la problemática de ser músico en la actualidad, que le aconsejarías a los
chicos que recién empiezan?
Si hay talento natural, voluntad de estudiar y aprender, crees en lo que hacés con auténticas convicciones morales sin fanatismos, con libertad de acción mirando la vida por lo que es en su grandeza como una oportunidad de conocimiento y no solo como un lugar para obtener beneficios, entonces pedal fijo, el resto viene solo ..
Si hay talento natural, voluntad de estudiar y aprender, crees en lo que hacés con auténticas convicciones morales sin fanatismos, con libertad de acción mirando la vida por lo que es en su grandeza como una oportunidad de conocimiento y no solo como un lugar para obtener beneficios, entonces pedal fijo, el resto viene solo ..
¿Cuál es tu opinión acerca del
presente de la música, con respecto a la caída de la Industria Discográfica y
el advenimiento de las nuevas formas de difusión y el tema de las descargas
ilegales por medio del uso de Internet?
Si nos ponemos a estrujar la cuestión de la
legalidad viviendo en la sociedad que se predica desde los púlpitos no vamos a
llegar a ninguna conclusión verdaderamente honesta. En mi caso como músico, lo
que a mí me interesa es de que mi obra se conozca. Sé que el dinero que me
reporte la venta legal de mi material nunca va a darme el don de transformarme
en una mejor persona, aunque tal vez si tuviera la guita del Indio Solari
o la Mona Jiménez no estaría aquí cotorreando insensateces. Si una
honesta obra de arte tiene la fortuna de llegar a más gente para que por ahí
les ablande el alma y la conciencia, en este caso una descarga ilegal para los
que no pueden pagar los 12 Euros de su costo real, no es un delito criminal
sino todo lo contrario. El problema no es para los músicos, sí para los
ejecutivos que se forran de dólares en nombre del artista que apenas recibe un
par de céntimos por cada compacto en el mercado. Esta sería mi opinión por el
momento, aunque muy por arribita, porque el entramado que se da entre lo
significativo de la guita y lo algunas veces tramposo de las emociones, puede
generar en otras cuestiones sobre ética y comportamiento que degeneraría en
vanas conversas. No obstante deberíamos tener en cuenta que con el nuevo
milenio entramos a una ciberpolítica que ha hecho de la comunicación digital
las nuevas herramientas dominantes que vigilan, filtran, seleccionan y
redirigen la visibilidad política, social y cultural de los humanos. Lo virtual
se ha convertido en una orgía constante de los sentidos para cualquiera que
tenga un computador decente en su casa. No hay escapatoria. Aunque todavía haya
cierta moral que distingue lo público de lo privado, la cosa se está poniendo
cada vez más confusa, como que la democracia digital sigue aún
enmascarada.
¿Atrapados en la Red?
Es que la propia arquitectura de Internet
inventada en los EEUU, sigue haciendo babear a las multitudes frente a los
monitores, iPads y smartphones, pero ocultando sus relaciones internas de poder
bajo la fachada igualitaria de la libertad. Como decía el genial y admirado
viejito fumador de pipa Ernst Bloch: “pensar es traspasar”. La
realidad es un proceso, no está definitivamente elaborada, por eso tenemos la
suerte o la desgracia de formar parte de ese gran laboratorio que es el mundo
de los humanos, animal imperfecto y destructor de toda la vida, buscando a su
Dios desconocido o a su Diosa de los sueños, consolado por el buen sexo, la
buena música, el buen vino y el buen amor cuando nos tranquilizamos. En mi caso
sin dejar nunca de ser un hereje desde lejos, como me dijo una vez un conocido
intelectual canta-autor de estos pagos por una propuesta de opinión que no le
gustó. Después de todo siempre conviene que haya disensiones, para mantener la
casa limpia de esa telaraña conformista que suelen dejar las mentes dormidas.
¿Te definirías como un artista de culto?
Me sale a mente aquel clásico bluesero de Cream en Wheels of Fire, “Sitting on top of the world”, cantado al repalo por mi querido Jack Bruce. Una ironía disfrazada sentirse artista de culto, me da como verguenza hablar de esto, pero te agradezco que me des una chance para sentirme a gusto hablando de lo que el hacedor suele regalarme cuando las chicharras del verano gritan de alegría o de dolor. Vos sabes que un artista es un Ser deformado por su ego, principio y causa motriz de su actividad. No controlo el asunto de la fama o el rechazo. Para los que no conocen mi música más allá de los temas de Los Mentales, puedo decir sin ningún tipo de prejuicio o orgullo estúpido, que a pesar de los zigzagueantes azares del tiempo y el espacio, mi garganta sigue delatándome a veces por ese sentimiento profundo de identidad visceral soulera –melódica, jazzera- rockera que continúa floreciendo en algunas de mis composiciones cantadas en castellano, idioma que por convicción y por destino adoro para expresar mis tonadas aunque viva en Alemania. Posiblemente sea la herencia de una cultura existencialista todo terreno que descubrí en la ciudad de Buenos Aires de primera mano durante los años escenciales de mi periplo, en que nos había llegado el legado universal de la música afroamericana y anglosajona de posguerra, por lo que también ya habíamos mamado de la música del campo y algunas influencias melódicas de la bossa nova, el candombe y la siempre melancólica ciudadana de la rezongada del tango de mi viejo, todo bien temperamental y mezcladito, pero con batería, bajo, teclados, caños, cuerdas y guitarras. Los Mentales duraron lo que duraron y estuvo bueno, desde entonces mi vida dió un gran vuelco hacia afuera, pero sobre todo hacia adentro gracias a otras reveladoras experiencias fuera de Argentina, pero nunca fuera del cielo ni del planeta que gira y gira gracias a Dios, lo que sustenta en cuerpo y alma continúa mostrándome la verdadera visión de mi camino sin conseciones comerciales o demagógicas con nadie, siempre aprendiendo de todos y de todo, evolucionando sin pausa en mi propio lenguaje musical. ¿Será ésto ser artista de culto?
Me sale a mente aquel clásico bluesero de Cream en Wheels of Fire, “Sitting on top of the world”, cantado al repalo por mi querido Jack Bruce. Una ironía disfrazada sentirse artista de culto, me da como verguenza hablar de esto, pero te agradezco que me des una chance para sentirme a gusto hablando de lo que el hacedor suele regalarme cuando las chicharras del verano gritan de alegría o de dolor. Vos sabes que un artista es un Ser deformado por su ego, principio y causa motriz de su actividad. No controlo el asunto de la fama o el rechazo. Para los que no conocen mi música más allá de los temas de Los Mentales, puedo decir sin ningún tipo de prejuicio o orgullo estúpido, que a pesar de los zigzagueantes azares del tiempo y el espacio, mi garganta sigue delatándome a veces por ese sentimiento profundo de identidad visceral soulera –melódica, jazzera- rockera que continúa floreciendo en algunas de mis composiciones cantadas en castellano, idioma que por convicción y por destino adoro para expresar mis tonadas aunque viva en Alemania. Posiblemente sea la herencia de una cultura existencialista todo terreno que descubrí en la ciudad de Buenos Aires de primera mano durante los años escenciales de mi periplo, en que nos había llegado el legado universal de la música afroamericana y anglosajona de posguerra, por lo que también ya habíamos mamado de la música del campo y algunas influencias melódicas de la bossa nova, el candombe y la siempre melancólica ciudadana de la rezongada del tango de mi viejo, todo bien temperamental y mezcladito, pero con batería, bajo, teclados, caños, cuerdas y guitarras. Los Mentales duraron lo que duraron y estuvo bueno, desde entonces mi vida dió un gran vuelco hacia afuera, pero sobre todo hacia adentro gracias a otras reveladoras experiencias fuera de Argentina, pero nunca fuera del cielo ni del planeta que gira y gira gracias a Dios, lo que sustenta en cuerpo y alma continúa mostrándome la verdadera visión de mi camino sin conseciones comerciales o demagógicas con nadie, siempre aprendiendo de todos y de todo, evolucionando sin pausa en mi propio lenguaje musical. ¿Será ésto ser artista de culto?
Te dedicaste a múltiples actividades
vinculadas a la música a través de los años. ¿Se podría decir que sos un hombre
curioso, multifacético o renacentista?
Interesante lo que me preguntás. Uno hace
lo que puede de lo que te es dado desde otras dimensiones ocultas. Hablar de
uno mismo, del carisma o personalidad con lo que se especula el Don de Dios
cuando nos representamos desde un escenario o grabación, no es algo tan fácil
de explicar con palabras. Se corre el riesgo de caer en ridículo por la
encrucijada de retóricas que en definitiva no aclaran nada. Hay que ir tranqui
por el camino elegido sin hacer mucho alboroto. A mí la música me sirve para
unirme a Dios. Cualquier idea noble relacionada a ella cuenta para ir
acercándome a ese estado de unidad que persigo, que en definitiva es purificar
la percepción real de lo que somos limitada por el ego. Ahora mismo al querer
definirme le estoy dando de comer al ego que comparte experiencias con mi alma,
pero reconozco también que es una buena actitud reconocerse como antena de la
raza, como irónicamente postuló una vez el excéntrico Ezra Pound, pero
admitiendo con el corazón de que sin el creador de lo que nos dio la vida no
hay artista que valga. Aunque la técnica tenga siempre la última palabra, tiene
que haber mucha fe y mucho corazón en lo que hagas.
¿Y en qué actividad profesional de
las que haces te sentís más cómodo?
Cuando hago música con otros músicos sobre
un escenario, disfruto principalmente como percusionista, que es lo que mejor
domino a la hora de integrarme en una banda, depende de la calidad técnica de
sus miembros y del repertorio que haya que tocar. Como baterista también es un
gran placer tocar, pero la situación es otra, porque tenés mucha más
responsabilidad técnica y moral por ser el soporte en el que se apoyan los
otros músicos. Pero tanto en la música como en la literatura, que son mis dos
grandes obsesiones constantes que sigo usando como catalizadores para soportar
la vida, me han permitido seguir viviendo y a la vez como medios sensatos de
comunicación para contar mi mundo. Seguimos siendo bastante “múltiples” los
argentinos, aunque de los propios errores ya casi nadie hable en público. Estés
donde estés, una multitud de gente viviéndonos dentro de la mente se disputa el
uso del cuerpo. ¿Cómo va la cosa loco? Preguntan por ahí. Tirando, tirando,
deseando, negando, condenando, rehaciéndonos en el boludeo de los sueños,
haciéndonos un mundo para que te quieran y te acepten por lo que sos y no por
lo que tendrías que ser ante la mirada de los grandes considerados. Te guste o
no te guste hay que funcionar, dependemos de una vida de acción, todo se va
acumulando, manifiesto, inmanifiesto, personalidad, esclavo, maestro, culpa,
consuelo, meras palabras, puntos de vista, actitudes mentales inteligentes,
pero sin verdadera elevación. Por eso la música es un don sagrado que nos
bendice y nos cura de cualquier adversidad ajena a tu alma.
La típica encrucijada del artista
Es que los músicos, los poetas, los que
dibujan, pintan, cultivan la fotografía, los que escriben y comunican su
honestidad con lo que tienen a mano, necesitan un ego para vivir su sentir
cotidiano, pero ya sabemos algunos que la verdad es misteriosa, huidiza y al
igual que la libertad también suele ser peligrosa y tan impresionante de
fervores como difícil de vivir. Por eso la historia de lo que se nos va dando
se nos complica a veces cuando nos dejamos atrapar por dogmas o teorías de la
mente, o de lo que es peor de las opiniones de otros más sabios que uno sobre
el peliagudo asunto del “estar bien
con uno mismo y con el mundo sin hacerse pasar por el lobo estepario de aquella
impresionante novela de los años de oro”. Asunto algo controvertido de
vivir sin el esfuerzo que exige la propia alma, porque si miramos con atención
lo que se da, es imposible aferrarse a la realidad siempre nueva con las
experiencias o ideas ajenas. Creo que los verdaderos artistas no desprecian
nada, ya que todo sirve en esta vida de jolgorio maquinista o de chatarra
oxidada para crear belleza, uno debe obligarse con constancia a comprender en
vez de a juzgar para encontrar el equilibrio entre lo que se es y lo que se
dice, entre la violencia de algunos instintos y el milagro supremo de la obra
realizada por amor.
Para mí crear es asumir el hecho sagrado de
estar vivo enfrentándome a las cosas siempre de una manera distinta, aunque
tengas sólo una garganta y una cabeza para organizarte, por el instinto vas
aprendiendo sobre la marcha a olvidarte de lo que sos cuando tocas o escribís
algo con sentimiento, de esta forma empezás a apreciar determinadas cosas que
te superan por la belleza que no controlas, asumiendo que mejor o peor vas a ir
por eso que te fascina y que después con suerte por ahí fascinará a otros. La
Música y la Vida. Aunque la mentira esté de moda en el arte y sobre todo en la
política, habrá que seguir generando un universo propio desde el corazón para
ir curándonos con alegría del fenómeno de búsqueda de aprobación que rige a
todos los egos de artistas de este planeta. El ego es el dueño de las tres
cuartas partes de tu trabajo, el resto es cosa del alma que hay que agradecer
con humildad por la gracia del creador. Uno concibe la música a partir de la
magia que ella significa como mensaje universal. Pienso que la honestidad es lo
que le da más poder a lo que hagas sin necesidad de volverte loco por la
aprobación que es por lo que tu ego se desgañita. Cada persona tiene una forma
de escuchar, de tocar y de sentir. Para mi hacer música no es sólo ganar
premios, honores y dinero. Ella es la medicina de Dios que me mantiene el
cuerpo y el alma abierta en un estado vital. En definitiva en este oficio no
hay relación entre éxito y continuidad, sino más bien un azar absoluto. En todo
caso, tengas mucho o poco laburo, te den mucha o poca bola como artista, para
mí la música como la vida es un eterno aprendizaje y nunca se sabe por dónde va
a volar la perdiz. Para un músico que ama lo que cocina, el horizonte de
ignorancia es infinito, es lo que te mantiene vivo. Es como una luz interior
que de acuerdo al corazón y al tesón que pongas aumentará o disminuirá. Por
supuesto que la actividad que se tenga es muy importante para tu ego y para tu
cuerpo que necesita alimentarse y gozar de los placeres materialistas que nos
domina. Comprendiendo esto, me considero un ser privilegiado y agradezco al
Señor que me sigue dando la Gracia y la salud de seguir en pie y cuidado por el
amor incondicional de mi familia que es lo que me hace seguir siempre adelante
con mis proyectos.
Una
pregunta que le hacemos a todos nuestros entrevistados: ¿Qué canción de otro
artista te hubiese gustado componer?
Componer algo que de “satori”, significa parir algo absolutamente nuevo en el horizonte, por eso lo abstracto de esta pregunta tanto no me emociona. Pero si me preguntás, qué canción llena más profundamente lo inexplicable que nos vive en el corazón, de pronto me aparecen “Because” o “I Am The Walrus” de John Lennon, que para mí, por su síntesis y complejidad armónica-melódica-rímica, continúan siendo obras maestras atemporales de la música contemporánea.
Componer algo que de “satori”, significa parir algo absolutamente nuevo en el horizonte, por eso lo abstracto de esta pregunta tanto no me emociona. Pero si me preguntás, qué canción llena más profundamente lo inexplicable que nos vive en el corazón, de pronto me aparecen “Because” o “I Am The Walrus” de John Lennon, que para mí, por su síntesis y complejidad armónica-melódica-rímica, continúan siendo obras maestras atemporales de la música contemporánea.
¿Cuáles son tus proyectos actuales?
Fundamentalmente mantenerme sano en cuerpo
y mente. Estudiando a ciertos autores revitalizadores para armonizar energías.
Practicando y agilizándome con los instrumentos con los que hago música para
tranquilizar el ego y no seguir siendo el último de la fila. Ordenando el
material de canciones para un próximo CD/Vinilo. Tocando con un trio.
Escribiendo para un nuevo libro de prosa poética sobre temas disimiles que
trataré de publicar. Agradeciéndole al creador el milagro de despertar cada
mañana con nuevos impulsos de vida y por todo lo que me rodea.
Emiliano Acevedo
Excelente nota! gracias!
ResponderEliminar