martes, 4 de marzo de 2025

CINCUENTA AÑOS DE EL RELOJ: Una recorrida por la historia de sus mejores discos junto a Eduardo Frezza


Leyenda total del hard rock de la zona oeste del Gran Buenos Aires y del partido de La Matanza en particular, El Reloj es una banda de culto para todos los que amamos este género. Una historia que comenzó hace cincuenta años y dio álbumes míticos. Justamente, en esta nota hablamos con el gran Eduardo Frezza (bajo y voz líder) para recorrer tres de aquellos grandes discos: El Reloj (1975), El Reloj II (1976) y Santos y Verdugos (1994); las tres obras que fueron grabadas por el quinteto original del grupo. Fue Frezza, junto al mítico Willy Gardi (guitarra, voz y violín), Osvaldo Zabala (guitarra), Luis Valenti (teclados, sintetizadores y voz) y el genial Juan “Locomotora” Espósito (batería), los que nos legaron semejantes discos [sin olvidar la participación de Carlitos Mira (guitarra) en El Reloj II]. Una nota en las que recorremos los tres discos canción a canción. Imperdible. Que la disfruten…

ENTREVISTA> ¿Por qué tardaron casi dos años (luego de firmar contrato con RCA) para sacar el primer disco, en 1975?

Lo que pasaba es que no estaban acostumbrados a trabajar con grupos de rock. Eran tipos muy reacios, desconfiados de tratar con tipos de pelo largo, y por eso te daban bola recién cuando empezabas a vender muchos discos. En RCA también hacían las cosas muy lentas. Además, tuvimos muchos problemas con el tema de la tapa del disco, porque hicieron un desastre con el dibujo que había hecho Espósito. Es más, también fue muy difícil grabarlo, porque el técnico de grabación de RCA no entendía un carajo como registrar la música de El Reloj. Así que no nos quedó otra que ir y meter mano en la consola. Lamentablemente, por nuestra inexperiencia, muchos sonidos no fueron grabados en forma óptima. Por eso creo que ese primer trabajo no alcanza a reflejar en su totalidad nuestro sonido. Aunque tuvimos muchas horas disponibles en el estudio, fue un bardo grabarlo.

El primer disco de El Reloj empieza con “Obertura”, ¿qué te acordás de esa improvisación anterior a “El Viejo Serafín”?

Cuando fuimos al estudio de la RCA a grabar, ahí había un piano Steinway. Así que lo vimos y nos agarró una emoción grande porque un piano así no lo encontrás en cualquier parte de la Argentina. El Steinway es un piano espectacular, tiene una afinación única y suena increíble. Como estaba abierta la tapa, se nos ocurrió golpear las cuerdas gruesas, lo que generaba un sonido tenebroso. Eso nos llamó la atención. Así empezamos a hacer sonidos, con la púa de la guitarra, con los dedos en el piano. Y así comenzamos a crear cosas e incluimos un cono con agua y soplamos con una pajita y salía el sonido de las burbujas. Se formó una onda musical bastante tenebrosa, a tal punto que un grupo evangelista nos acusaban de hacer pactos con el Demonio… Una pavada total. El tema es como si fueran dos dimensiones, una que te muestra como si estuviera naciendo un monstruo bastante raro, la otra dimensión te muestra a un arcángel que se llama Serafín, que nace como un mendigo de la calle que hace reír a la gente contando cuentos. La letra habla de eso. Así se pasa de una cosa a la otra: primero la parte tenebrosa y después un ser de luz como era Serafín. Te muestra que acá en la tierra la gente tiene la posibilidad de reformar su vida, a modificar el carácter y formas que tenemos de pensar y demás, a través de los ejemplos de cierta gente que es más avanzada que nosotros. Es un tema que muestra lo bueno y lo malo.

¿Y cómo fue compuesto “El Viejo Serafín”?

Me acuerdo que estaba en la casa de Willy y me dice que estaba componiendo un tema y que quería que lo viéramos. Empezamos a sacarlo, porque el tema es de él, y yo aporté algo de bajo. Fue muy interesante porque la canción tiene muchas partes bien diferenciadas. Esa habla de un ángel que se transformó en una persona común que vivía en la calle. Y está inspirada en una persona real que se llamaba, justamente, Serafín. El tipo era feliz divirtiendo a la gente, sin juzgar a nadie. Todo el mundo lo gastaba, lo cargaban; hasta que se murió. En ese momento, se dieron cuenta de que ese viejo era importante. Se terminaron dando cuenta de que ese tipo era igual a ellos.

¿Qué te acordás de “Más fuerte que el hombre”?

La onda es sobre la desesperación de una persona que está trabajando en la calle y está apurado porque quiere llegar a su casa pero llega a su casa cuando su pareja ya se fue. Es un tipo que no llega a tiempo. Es una de nuestras canciones que hace hincapié en el tema del tiempo, que es muy sagrado para la gente. El tiempo es “más fuerte que el hombre”. Vos podés aprovechar o desaprovechar el tiempo, tenés que hacer una elección. A través del trabajo mucha gente se esclaviza, porque vos podés tener tiempo para disfrutar y tiempo para trabajar. El tiempo es sagrado. Generalmente, las personas mayores empiezan a darse cuenta tarde de esto cuando les quedan pocos años de vida.

¿De qué habla “Hijos del Sol y la Tierra”?

Ese habla del espíritu humano que viene naciendo en diferentes estadios de vidas. Todos los estadios que va recorriendo el espíritu, a través de nacer – morir, nacer – morir, y siempre es el mismo espíritu de libertad. Por eso se llama “Hijos del Sol y la Tierra”. Va al Sol, hacia la luz, y vuelve a la Tierra, a aprender algunas lecciones sobre la vida pero también viene con un espíritu de libertad. Ser un ser libre. La letra te lo dice todo. Es una letra hecha por la madre de Willy y a nosotros nos impactó bastante por lo que comunicaba. Está todo ahí, habla de la libertad espiritual, nada menos.

El lado B del disco se abría con “Alguien más en quien confiar”. ¿Cuál es la historia de ese tema?

Es una historia común que se convirtió en clásico. Willy Gardi tenía mucha inspiración, era un tipo muy creativo. Él tuvo una competencia intelectual con Luis Valenti, para ver quién era el más rápido mentalmente. Estaban siempre compitiendo para ver quién era el que hacía el chiste más rápido y demás, hasta que un día se agarraron de los pelos. Entonces Willy se fue a su casa y quedó todo mal en la banda, casi se desarma el grupo en ese momento. Fue un lio bastante grande. Ahí, Willy para solucionar el problema, compuso el tema. Lo llamó a Valenti por teléfono y le dijo que tenía un tema nuevo y nos reunió a todos para ensayar. Y quedó todo bien después de eso. La letra te lo dice todo: “Mañana iré a buscarte, igual que todos los días, quiero hablarte una vez más…”

¿Cuál era la relación grupal, eran muy competitivos entre todos? ¿Era una relación tensa o más o menos?

Se puede decir que sí. Competitivos en el sentido de que éramos todos hermanos que nos queríamos mucho, pero, lamentablemente, todos éramos de un signo diferente. Y había que combinar los diferentes rasgos de carácter de cada uno. Tenías a un taurino, a un acuariano, sagitariano, librano, escorpiano, ariano… Vos fijate, éramos todos diferentes… Y esos cinco miembros originales éramos muy diferentes uno con respecto al otro. Yo soy signo de fuego y Willy Gardi era signo de aire, el signo de aire empuja al de fuego, lo alimenta; por eso estábamos siempre juntos. Nos llevábamos bárbaro en el sentido de que cada vez que nos juntábamos era una explosión creativa. Y después estaban los otros tres, que eran tres signos diferentes: Escorpio, Tauro y Acuario. Ellos tres se combinaban muy bien, porque cuando nosotros les traíamos un tema, lo agarraban en dos minutos y rápidamente le empezaban a poner arreglos de manera individual y ya salía todo. No teníamos que trabajar mucho. Eso es importante. Pero también había una competencia para ver que se dejaba en el tema y de qué manera, porque también eso podía desvirtuar la composición original. Ahí es donde se arman los despelotes en las bandas. Porque todos quieren aportar cosas pero hay que ver que se aporta, porque si no queda un “chorizo musical” y eso no está bueno. Una canción tiene que tener principio, estribillo y final; no se puede agregar cualquier cosa “porque queda lindo”. Hay bandas en las que todos los integrantes son virtuosos pero pasa esto que te estoy diciendo: en lo creativo son un desastre. Hay que tener virtuosismo pero también hay que saber el armado de las cosas. Porque si no la música se vuelve muy monótona.

Después llega “Blues del Atardecer”, otro clásico del grupo…

La melodía la hice en Rosario, mucho antes, en el año 67, 68, por ahí. Yo estaba en una plaza con unos amigos y de golpe empiezo a tocar los tonos de la canción, la melodía del tema. Y empecé a cantarla en un inglés improvisado. Después, cuando vine a Buenos Aires y conocí a Willy y los demás chicos de El Reloj, formamos la banda, y nos metíamos en la casa de Willy a componer los temas. Un día me dice Willy: “Está bueno ese tema, vamos a sacarlo…” La melodía era en una sola tonalidad, estaba en La, entonces Willy la sube a Si menor, y así hace una subida que la verdad mata. Aparte, cuando fuimos a ensayar, Juancito le metió un solo de batería alucinante. Así fue que le hicimos un arreglo que es explosivo. Hasta el día de hoy es un tema que lo seguimos tocando porque a la gente le encanta. ¿Por qué? Porque tiene todo lo que te estoy explicando: melodía, armonía, estribillo, final, punteo, solo de teclado… ¿Qué más se puede pedir? Se volvió un clásico el tema. Mirá hasta donde llegó, más de 50 años después. Agrego otra anécdota, el tema tenía otra letra que le había hecho yo, pero Willy trajo otra y entonces tuvimos una disputa acerca de que letra poníamos. Ahí dijimos, vamos al ensayo y tocamos el tema con todas las de la ley, ninguno la toca más o menos por una cuestión de conveniencia, vamos a tocarla… Y vos sabés que la letra salió sola. Cuando cantamos la letra de Willy nos dimos cuenta que tenía que ser esa. Pegaba la letra con el tema…

¿Y qué situaciones te inspiraban la composición de “Blues del Atardecer”?

A simple vista parece la historia de un tipo al que lo dejó la mina, ¿no? Sin embargo, en esa letra se habla de algo más: la intención de Unidad. El tipo se peleó con la mina, pero se da cuenta de que la tarde está gris, igual que él. Ahí hay algo, no está solo. “Estoy aquí, con mi tarde triste y gris”, ese es el sentido.

El disco se cierra con “Haciendo Blues y Jazz”…

Bueno, ese es un tema de Willy, pero la intención primaria la entonó en una zapada Horacio “Tucata” Suárez, que fue el primer guitarrista que tocó con Willy en El Reloj. Horacio era un violero muy zapador. No le gustaban los temas estructurados. Entonces, un día empezó a tocar en ritmo de jazz. A Willy le encantó eso y nos incentivó a arreglarlo. Le dije que sí y nos fuimos a su casa y ahí saqué una letra que tenía de la época en que había llegado de Rosario a Buenos Aires y que le había dedicado a mi mamá. Yo era muy chico, tendría 17 años y le decía: “Mamá, quedate tranquila, tu hijo está haciendo blues y jazz…” porque mi vieja estaba asustada, por el tema de la droga y demás, por el hecho de que yo estuviera en Buenos Aires. “El placer que tendrás, sin límite será…”, ¿entendés?, todo se lo decía a mi vieja para que se quedase tranquila. A Willy le gustó la letra y la metimos, así salió el tema. Es un tema simple, con una buena melodía de jazz. Todavía lo seguimos tocando en vivo. Tiene dinámica, tiene zapada, en el que cada uno de los músicos se puede lucir individualmente. Por supuesto, tiene una estructura. Porque sin estructura no podés hacer un edificio, se viene abajo.


EL RELOJ II (1976)

En este segundo álbum también se tomaron revancha con el tema de la tapa, con ese dibujazo de Horacio Fontova, ¿no?

Sí, porque le rompimos las pelotas a RCA para que no volvieran a cagarnos la tapa, como lo hicieron en el primer disco. Justamente, Fontova era amigo de Willy, y le regaló el dibujo para que la pusiéramos en la tapa. De cualquier forma, esa ilustración no había sido hecha especialmente para nuestro disco, porque el Negro, que fue un dibujante de la puta madre, siempre estaba haciendo ese tipo de trabajos en las tapas de Expreso Imaginario, por ejemplo. Fue Willy quien se volvió loco con esa imagen, y se la trajo porque tenía que ver con el material que estábamos haciendo. Ahí tenías un tipo, ni joven ni viejo, o ambas cosas a la vez, colgando en el tiempo y el espacio. Una ilustración espectacular.

También hay un salto importante en el sonido, en relación con el disco anterior…

Y sí, porque en el primero los técnicos no entendían un carajo la música que hacíamos, y nosotros empezamos a meter mano, todos a la vez, y no terminó quedando todo lo bien que podría haber sido. Una vez, incluso, Valenti me revoleó un zapato a mí y se lo encajó a un técnico, y se armó un quilombo terrible, porque le abrió un tajo en la cabeza y el tipo empezó a sangrar… También en el segundo álbum nos peleamos mucho en el estudio. Es más, una vez me agarré a trompadas con Willy, por esa cuestión.

¿Cómo fue eso?

Fue la primera vez que nos peleamos en la vida. Willy estaba jodiendo, y yo le dije: “Che, déjate de romper las pelotas, ¿no ves que estamos perdiendo el tiempo?” Se ve que no le gustó un carajo lo que le dije, y vino corriendo y nos agarramos a trompadas. Yo terminé con el tabique nasal sangrando y él con la mano derecha enyesada. Por suerte pudo seguir tocando porque le quedaron los dedos de la mano libres para agarrar la púa… [risas] Igual, indirectamente, nos salió bien la jodita. Porque debido a esta pelea, la RCA nos echó de sus estudios por peligrosos, y terminamos en los estudios del Nono Pugliese, el tipo que hacía las publicidades de los cigarrillos L&M con (la modelo) Claudia Sánchez, y ahí pudimos grabar con un técnico muy bueno. Por eso el segundo disco suena tan bien.

El segundo álbum de El Reloj empieza con “Al borde del abismo”, ¿qué te acordás de ese tema?

Es un tema instrumental, muy bien hecho y muy difícil de tocar. La letra tiene que ver con todo lo que ya hablamos. Ahí el personaje cuenta que la vida tiene su tiempo y sabe muy bien que en algún momento se va a morir. En conclusión, siempre estamos hablando del tiempo. Hay que aprovechar el tiempo que tenemos. No hay que desaprovechar ni un minuto y vivir a cuerpo presente todo.

Sigue “Tema triste”…

Ese directamente es instrumental, porque prácticamente es un canto tipo coro. Es un tema potente y pesado. Es muy bueno. Un día de estos vamos a tener que sacarlo de nuevo para poder tocarlo con la banda actual. Me gusta mucho, tiene una onda a Led Zeppelin.

Este segundo disco, a diferencia del primer álbum de la banda, es más sinfónico, más progresivo…

Tal cual. Del hard rock pasamos al rock sinfónico. Y el rock sinfónico es más instrumental que cantado. Yo tuve que resignar la parte cantada, cantar lo mínimo indispensable y empezar a darle más potencia a lo que hacía en el bajo. Esa justo era la época de Emerson, Lake & Palmer, Yes, etc.; y nosotros estábamos en la vanguardia para ver que podíamos aportar en lo sinfónico en Argentina. Así empezamos a estudiar en el conservatorio Julián Aguirre, en Banfield. Fue una experiencia muy piola que nos vino bien. Empezamos a tratar de ver qué carajo estábamos tocando. Porque habíamos hecho una música sinfónica bastante complicada, entonces queríamos saber qué era lo que estábamos haciendo musicalmente. Fuimos dos años al conservatorio. Yo estudiaba violonchelo y contrabajo, Willy guitarra y violín, Zabala guitarra, Valenti piano, y Juancito timbales y los instrumentos percusivos de orquesta.

El último tema del Lado A es “La Ciudad Desconocida”. ¿Qué recordás de esa canción?

Es un tema muy de Gardi y muy especial para todos nosotros. Lo admiramos mucho a Willy y nos encanta tocarlo, aunque el tono del canto es bastante elevado, a veces tengo que llegar a notas muy altas. Lo que tiene de bueno es la letra, que es muy especial. La ciudad desconocida es el corazón, el lugar en donde tenemos toda la energía de la vida. Una energía que no se pierde nunca, porque cuando te morís, morís como cuerpo físico, pero esa energía va a estar siempre en el universo y va a ir a la ciudad desconocida. Es lo mismo que si vos tirás una gota de agua en el mar. La gota no se pierde, se convierte en el agua del mar. Desde el punto de vista espiritual, cuando nos morimos vamos a parar al mar del universo. La letra explica todo eso.

Aparte tiene una intro de violín de Willy que es impresionante…

Sí, porque la madre era profesora de piano y de violín. Es una introducción elogiada por maestros de violín, incluso. Por ejemplo, el violinista de la sinfónica que tocaba con nosotros nos dijo que ese punteo de Willy era muy difícil de tocar y excelente. Mirá como será para que lo diga el músico de una sinfónica. Y cuando lo tuvieron que sacar ellos con la orquesta, les costó bastante. Porque no es un punteo simple. Está escrito de una manera, que solamente a Willy se le podía ocurrir. Nosotros le decíamos “el Paganini de El Reloj”. Era un músico genial. Le decíamos así, porque incluso se parecía físicamente a Paganini. Recuerdo mucho el concierto que dimos en el Luna Park, cuando tocamos con El Reloj, en donde Willy tocó con un violín todo pintado de blanco. Se apagaban todas las luces en su solo y una luz lo enfocaba a él, que estaba vestido todo de negro como Ritchie Blackmore en Deep Purple. En ese momento hubo un silencio en el público que fue alucinante, todos expectantes de lo que hacía él con el violín, hasta que arrancó la banda y ahí explotaron todos. También fue muy importante el aporte de Valenti en los teclados. La cuestión es que fue un show espectacular, que aún recuerdan todos los que estuvieron ahí. Fue inolvidable. Es una lástima que muchos de los recitales de El Reloj no se hayan podido filmar o grabar. Imaginate que nosotros llegamos a tocar en la cancha de All Boys, con 30 mil personas, ¿sabés lo que era eso? Era un verdadero hervidero, como si fuera un partido de fútbol. Se me ponía la piel de gallina, y cada vez estábamos tocando mejor, me temblaban las piernas.

¿Qué te acordás de “Aquel Triángulo”?

Lo hice yo y habla del centro que tenemos en el cerebro: la glándula pineal. Esa glándula, chiquita como una piña, cuando se enciende tiene unos pequeños cristales que reflejan una especie de arcoíris que se transforma en luz, que se conecta con la luz universal. De ahí viene la creatividad del hombre. Así nos conectamos con el universo mediante ese teléfono que es la glándula pineal. Al mismo tiempo, valga la redundancia, el tiempo no existe. Somos nosotros los que estamos viviendo y tenemos un parámetro que usamos para medir el tiempo. Es algo impresionante eso. Y son cosas que me vienen a la cabeza cada vez que hago un tema. Ya soy así, lamentablemente… [risas] Nací con esa impronta. Muchas preguntas que me hago, ¿para qué estamos acá?, ¿qué tipo de personas tenemos que ser?, etc… Creo que si vivís en el tiempo presente, en donde está el alma, el espíritu, ya no tenés más problemas, ni con el futuro ni con el pasado. Muchos de los recuerdos del pasado te trastornan, si estás en el tiempo presente y soltás esa carga del pasado, podés ser feliz. Porque, además, el futuro todavía es incierto, todavía no vino.

Luego llega “Harto y confundido”.

Tiene que ver con las personas que se drogan. El tipo está harto y confundido porque la droga es confusión. Llega un punto en que el tipo está tan harto que no le importa más vivir, lo único que le importa es drogarse. El personaje de la letra de la canción, se droga y empieza a ver figuras que no existen, tiene delirium tremens, le pasa de todo. Es un poco lo que le pasa a los jóvenes que se drogan aún hoy. No quiero decir que nosotros hayamos sido unos santos, pasamos por esa etapa y la pudimos superar, gracias a Dios; no sé si todos, pero la mayoría de nosotros. La droga deja muchas secuelas en el individuo y su familia, es un desastre. Este tema habla de eso, igual que “El Mandato”. Pero en “El Mandato” se da una opción a elegir: “Estoy harto de luchar, solo me quiero mandar…” Yo luego le cambié el final, porque era controvertido, le puse “solo me quiero amar”. Porque “mandar” se puede interpretar de muchas formas: “me quiero clavar una aguja y mandarme un líquido”, o como “me mando a mí mismo y me transformo”. O sea que va a la interpretación, a la mentalidad del que lo escucha. Cambié mandar por amar porque la cambié por el lado bueno, cambiar la droga por la vida.

¿"Aquella dulce victoria"?

Es totalmente instrumental. Una vez lo tocamos en el [teatro] Gran Rivadavia con una banda sinfónica de 25 músicos. Tener una sinfónica atrás es como tener un metrónomo, está buenísimo.

El disco termina con “Egolatría”, que es una zapada, ¿no?

Tal cual. Allí, cada uno de nosotros muestra un poco lo que sabía tocar. A esta altura de la nota, ya te habrás dado cuenta que los temas de El Reloj, desde el principio hasta el fin, tienen un sentido. Un sentido no mesiánico, porque ninguno de nosotros era mesías de nada. Pero sí tiene un sentido de búsqueda espiritual. O mejor, de búsqueda de un estado interior más consciente, más elevado. Porque la palabra “espiritual” está muy manoseada por las religiones y los cultos.


SANTOS Y VERDUGOS (1994)

¿Cómo se da la vuelta de El Reloj en los 90?

Simple, me encontré con Willy, fuimos a buscar a los otros tres, todos dijeron que sí, y lo hicimos. Si bien todos ya estábamos en una situación personal bastante diferente a la de 17 años atrás, la esencia era la misma. Teníamos guardado en el cajón un montón de material para hacer.

Con un sonido más heavy, ¿no?

Lo que pasa es que volvimos justo en una época heavy metal, pero no es que nosotros éramos “heavy”. Yo siempre lo aclaro: El Reloj no es heavy, es hard rock y rock sinfónico, y paremos de contar… Por ahí metíamos alguna balada blusera, pero siempre en clave hard rock. Nos encasillaron como “heavy” porque Juan tocaba la batería con dos bombos, pero, a mi entender, el heavy es otra cosa, es un estilo más constante, más lineal, no tiene tanta melodía como la que tenía nuestra música.

¿Cómo fue la grabación del álbum del regreso, Santos y verdugos?

Ese disco lo grabamos en El Cielito Records, con Gustavo Gauvry, un técnico de puta madre. Ahí está “Un Camino”, un tema mío en donde se toca todo Zabala, demostrando toda su calidad musical; y el Tano, ni hablar, impresionante como le pega a la batería en ese disco; para mí él siempre fue uno de los mejores bateristas del país, no tengo dudas…

¿Y te gusta cómo quedó?

Sí. Es un álbum muy bien grabado, con mucha carga, muchas regrabaciones, nos zarpamos regrabando instrumentos. ¡Ciento cincuenta horas de grabación tiene ese álbum! Los temas son muy pesados, buenos… Como te decía antes, teníamos que hacer un material heavy porque había mucho rechazo en esa época, si no aggiornabas el sonido te trataban de “viejo”. Una cagada, porque, por supuesto, la música nunca es vieja; pero te trataban así porque en esa época estaba el rock bastante encasillado…

¿Cómo era la relación entre ustedes en esa época?

Ya estábamos más viejitos, más asentados, viviendo en familia, criando hijos. Pudimos encontrarnos todos de nuevo para hacer algo nuevo. Dejémonos de joder, que ya tenemos una edad, basta de tantas diferencias entre nosotros… en fin, eso. Me acuerdo que vino Willy a mi casa, agarramos mi carpeta de música que había hecho, él tenía otra carpeta más, entonces nos pusimos seleccionar temas con la guitarra en mano para ver como los arreglábamos después. Así nace el disco, que lo ensayamos durante fácil tres meses, porque eran temas difíciles, bastante jodidos para tocar. Ahí hay temas muy buenos.

¿Los repasamos? ¿Qué te parece? Empecemos por “Amistad universal”.

Ese tema habla de que estamos arriba de un planeta que circula por el espacio a mucha velocidad, y que lleva una perfección y armonía tal que ninguno de nosotros sale despedido al espacio. El tema habla de valorar nuestra casa, el planeta Tierra. A lo último te dice que si supiéramos mirar lo importante que es el planeta, estaríamos más felices todos. La amistad que tenés que tener con el planeta y el universo.

¿Willy era muy lector de ciencia ficción? ¿De dónde salían esas letras?

No, salían del corazón. Interpretaba algo que tenía en su interior y lo compartía con los demás.

Otra de sus letras muy importantes es “Fabula del Hombre y el Ratón”…

Eso trata del camino de la evolución del hombre. Habla primero de un ser común, que se cansa de toda su vida miserable y en un momento se raya tanto que le pide a Dios cosas, al Universo… Y el Universo se las concede: pasar de ser un ratón a ser hombre. Pero cuando se convierte en hombre se da cuenta que sigue siendo igual de miserable que un ratón, entonces le vuelve a pedir a Dios ser únicamente luz. Entonces ahí llega a lo más elevado de la montaña y cambia. Pasar de vivir en forma miserable y en el mal a una forma más elevada.

¿”Oh, realidad”?

Ese tema te muestra una realidad cruel que viven las personas, que le piden a esa realidad que les expliquen porque están pasando ciertas pruebas que no entienden. Es un tipo encerrado en una torre de pruebas de la que no puede salir… Después, el tema te muestra que hay una luz que le indica que se puede salir del pozo, solo es necesario subir para salir de la oscuridad.

Luego llega un tema tuyo, “El sol del corazón”. ¿Cómo lo hiciste?

El tema habla de que hay una diferencia muy grande entre el cerebro y el corazón, entre lo que pensamos y lo que sentimos. Hay una lucha entre ambos. Si vos te ponés a pensar, la energía del corazón es magnética: atrae, es como un imán; mientras que la energía del cerebro es eléctrica. Si vos estas utilizando mal tu pensamiento atraes el mal en tu corazón. Estás desaprovechando la energía que te da tu corazón para pensar cualquier cosa que no tiene sentido. Entonces después no esperés que en la vida te vaya bien, que atraiga lo mejor, etc. Si estás pensando cualquier cosa, vas a atraer cualquier cosa a tu vida, porque el corazón te da lo que vos pedís. Hay que cambiar todo el pensamiento negativo que tenemos adentro. Y eso no es sencillo, es un camino de evolución…

Justamente, el tema que viene también es tuyo y se llama “Un camino”

Ese te explica como un tipo va pasando de religión en religión hasta que encuentra el amor, pero el amor que encuentra no es el amor correcto sino que es el amor superficial, el amor físico. Hasta que por fin encuentra el verdadero amor, que sería encontrarse a sí mismo y lograr una evolución espiritual como debe ser. Pero es todo un camino en el que vas a los saltos, vas a los golpes, hasta que tu consciencia empieza a iluminarse.

Es un blues ese, ¿no?

Es una balada blues. Tiene una onda Gary Moore.

La letra me hace acordar al libro Siddhartha, ¿no?

Sí, ahí tenés un buen ejemplo. Buda, Siddhartha… El tipo era un príncipe que vivía en un reino y estaba tan aislado por su familia que no sabía lo que pasaba afuera. Un día se escapa, se disfraza de hombre común y ahí ve la realidad de lo que es la pobreza de la gente que no es como él. Y ahí empezó el camino del Buda. Empezó a meditar para adentro y llegó a la conclusión de todo lo que estamos hablando en esta nota. Ahí en el corazón está la fuerza. Y si vos meditas y aquietás los pensamientos… Mejor dicho, más que aquietarlos, los observas. Te tenés que mirar a vos mismo. El Buda lo que hace cuando medita, no es eliminar pensamientos sino transformarlos. Transmuta los pensamientos en luz. Los convierte en otro tipo de energía espiritual.

Luego llega “No venimos solos”, ¿qué te acordás de ese tema?

Otro temazo de Willy Gardi, que tiene una letra tremenda. También habla del tiempo, en el cual cada momento es fugaz. Fijate que estamos hablando de lo mismo que decíamos antes en otro formato. Si desaprovechás el tiempo, pasás una vida entera en la que no hiciste nada y te morís… Te agarra el atardecer de la vida y no hiciste nada, las plantas son mejor que vos… [risas] Habla de no perder el tiempo

Justamente, él que vivió tan poco y dejó tanta obra…

Lo que pasa es que era un tipo hiperactivo. Él vivía el presente a full. El no discriminaba. Tenía una personalidad muy fuerte y había que seguirle el paso, no era joda. Tenía un espíritu de líder. Eso que tenía Willy yo lo tengo invertido. Yo tengo más pasividad, más introspección; Willy era más extrovertido. Esa diferencia nuestra generaba la atracción aire – fuego. Eso hacía que se agrande la creatividad de cada uno.  

Luego llega “El inmigrante”…

Ese tema habla de los inmigrantes que vinieron a nuestro país. Es un tema que hizo Juancito con Valenti y Zabala. Es muy buen tema. Ellos tres hablan un poco de sus antepasados familiares en la canción.

“La esencia es la misma” es otro tema de Willy…

Sí, era una máquina de hacer temas… Ese habla de que cuando uno nace y muere varias veces, el espíritu es el mismo siempre, lo que pasa es que vos te olvidás de todas las vidas anteriores. Tenés la oportunidad nueva de hacer tu vida. Es como que el universo te da una oportunidad de resarcir todo lo malo que hiciste anteriormente…

”Tu mente busca” lo hiciste con Willy, ¿no?

No, la música hicimos con Willy nomás, pero la letra la hizo un amigo mío de Rosario. Me la regaló una vez y yo la tenía anotada en un cuaderno. Me parecía muy linda porque habla del amor, de cómo se forma una pareja, del entendimiento, como queda embarazada la mujer y de la alegría de poder tener un hijo. Todo eso está en la letra. La leímos con Willy, nos gustó y le pusimos música. Un tema que tiene una fuerza bárbara y que hay que cantarlo rápido. Es un tema muy veloz.

El disco se cierra con “Balada del Potrero”…

Otro tema exclusivo de Willy que habla del lugar al que iban a jugar a la pelota cuando eran chicos y todo lo que vivían allí, desde la perspectiva de un adulto. La letra muestra que el adulto es un niño con edad. Lo que cuenta la letra es eso: nunca hay que perder la esencia del niño, la esencia de jugar, de estar alegre, de ser feliz. De chicos jugamos, tenemos alegría.

Muy lindo tema y acústico…

Sí, está bueno. Es muy explicativo de eso que estábamos hablando. Está buenísimo. Me di el gusto de cantarlo en el Auditorio Belgrano con la orquesta cuando se cumplieron 50 años de El Reloj. La sala llena. Muy lindo momento. El disco en vivo ya está editado y es muy bueno.

Emiliano Acevedo


jueves, 21 de noviembre de 2024

VUELA ALTO, WILLY...


Cada vez que muere un artista que admiramos mucho, es común sentir una profunda tristeza, como si ese ser que ya no está hubiese sido alguien de la familia, o un amigo cercano. En el caso de los músicos, seguramente, se piensa en su obra, en algunos de sus discos, o en alguna canción suya en particular, que nos acompañó en nuestras experiencias vitales individuales. Se recuerdan esos pequeños momentos de escucha atenta que hicieron crecer en nosotros la admiración que sentíamos hacía esa persona. Por eso, no es difícil imaginar cuanta gente, cuantos fans del rock, se habrán sentido así de tristes y melancólicos este aciago jueves 21 de noviembre de 2024, cuando se enteraron que Willy Quiroga había dejado de existir. De pronto se apagaba la vida de uno de los músicos más carismáticos y legendarios del rock argentino.  

Su nombre real fue Wilfrido Aníbal Quiroga y, durante sus 84 años de vida, fue mucho más que el fundador, bajista, cantante, líder, y compositor de Vox Dei, uno de los grupos leyenda del rock argentino; Willy también fue un personaje con el que era muy grato encontrar para charlar de música, de anécdotas, y de otras historias más. Por suerte lo pude entrevistar en varias oportunidades y en todas me dejó sinceras declaraciones que daban cuenta de su carácter de persona cabal. Un Grande con mayúscula. En esta nota recopilamos lo mejor de esas notas. ¡Gracias para siempre por tu obra imperecedera, Willy!

 LOS PRIMEROS AÑOS

"Empecé haciendo folklore, a los 18, 19 años. Se dio que había conseguido una guitarra, comprándosela a un hombre que estaba muy enfermo de la bebida. Yo siempre lo veía borracho, en un boliche, y con una guitarra a la que golpeaba. La guitarra se le caía, alguno la pateaba, no sé... Y un día se me dio por decirle –no sé porque, ya que yo no tocaba ningún instrumento, lo único que hacía era cantar-: “Eh, la vas a romper” Y él: “Bueno, que importa...” “¿No me la vendés?” Y así fue. Le compré una botella de vino y me fui con mi guitarra. La llevé a un Luthier a que la arregle, y, luego, un profesor me enseñó piezas típicas del folklore como “Zamba de Vargas”. Como soy una persona bastante intuitiva, aprendí muy rápido. Tengo la suerte de ser muy observador y tener buena memoria, por eso, en menos de un año de estar tocando la guitarra ya estaba en un grupo folklórico. Ahí, cantábamos, haciendo armonía a cuatro voces. Fue una experiencia que me sirvió para aprender mucho. Después, cuando tenía 20 años, vino un amigo a preguntarme si no quería aprender a tocar el bajo. El mismo me enseñó, y me trajo un bajo que había hecho un amigo suyo, que, en realidad, era un cacho de madera con unas cuerdas... Con este chico aprendí a tocar en el bajo algunos rocks, unas cumbias lindas de aquella época, cosas de Los WawancoLos Cinco del Ritmo. Así, conseguimos unos shows en los carnavales, en donde tocábamos dos secciones: empezábamos tocando cumbia y luego rock. Cuando llega el 62 –yo tenía 22 años-, escuché a los Beatles, y me enloquecí de la misma forma que le pasó a todo el mundo, y fui a comprarme una guitarra eléctrica. Me compraba las partituras de los Beatles, y cantaba los temas en inglés. En esa época también empiezo también a componer temas. Seguí con eso, hasta que por el 64, 65, me mudo a Berazategui. Ahí armo una banda, donde con otro chico hacíamos temas de los Beatles, mientras que también hacía folklore con mi amigo Chango Castro, un muy buen cantante y compositor. Con el Chango, componíamos temas muy lindos. A la gente les gustaba mucho lo que hacíamos, cuando tocábamos en vivo, pero, comercialmente, lo único que conseguíamos era comida y bebida, desgraciadamente. Hasta que, una noche, me vinieron a buscar los futuros Vox Dei. Ellos estaban armando la banda y les faltaba un integrante…”

SU INGRESO A VOX DEI Y SU VUELTA AL BAJO

“Los chicos, en principio, querían que yo tocara la guitarra. Ricardo Soulé era el bajista. Hacíamos temas de los Beatles, los Byrds... Hasta que un día se plantea la idea de hacer temas nuestros. Entonces, en un momento dado, Ricardo me quiso mostrar un acorde que yo no conocía, y le pasé la guitarra, porque no entendía su explicación sobre cómo se tocaba, para que directamente lo tocara él. Y así fue, Ricardo siguió con la guitarra, ¿y yo que hacía? Bueno, me volví a colgar el bajo, y no me lo descolgué nunca más...”

MANDIOCA, EL PRIMER SELLO

Ahí llegamos por intermedio de Luis Alberto Bufoni, un chico que trabajaba con Jorge Álvarez y Pedro Pujó. Nosotros habíamos grabado un demo –por intermedio de un cantante melódico, al que habíamos acompañado, como pago- que tenía el tema “Gimme Some Lovin” (del Spencer Davis Group) y “When a Man Love a Woman” (de Percy Sledge). A ese demo lo empezamos a mover, sin muchos resultados, hasta que amigo me da una tarjeta de este chico Bufoni, y lo llamo por teléfono. Cuando le llevamos el demo, nos dijo que le gustaba mucho, salvo que estaba en inglés. “Fíjense lo que se está haciendo ahora”, dijo, y puso a Manal. Bueno, cuando escuchamos a Javier Martínez nos quisimos matar. Nos encantó, pero no nos sentíamos todavía con el  coraje suficiente como para animarnos a cantar nosotros también en castellano. Luego ocurriría aquella famosa anécdota con Luis Alberto Spinetta en el (Teatro) Payró, cuando nos dice que no entendía como, si teníamos todo un idioma a nuestra disposición, seguíamos cantando en inglés. Eso nos terminó de convencer, e inmediatamente pasamos todo el material que ya teníamos hecho en inglés, al castellano. Así, mi primer tema compuesto para Vox Dei: “Bitter Sugar” se convierte en “Azúcar Amargo”; lo mismo que ocurre con los de Ricardo. Y grabamos Caliente (1970), un disco que tiene dos o tres temas clásicos que aun hoy seguimos tocando, sí o sí, siempre en nuestros shows.    

VOX DEI, EL COMIENZO DE UNA LEYENDA

“Yo le puse el nombre a la banda, como a todos los grupos en los que estuve. Antes de Vox Dei, nos llamábamos Mach 4, porque era la velocidad del sonido, y además porque éramos cuatro. Después, como a Jorge Álvarez Pedro Pujó no les gustaba ese nombre, porque en ese momento había bandas con nombres como Conexión Número 5Cuarta DimensiónLa Sociedad de los Siete, todos con números, me pidieron que le buscara otro nombre a la banda. Así, agarré un librito y veo la frase “Vox Populi, Vox Dei”. ¡Ese es el nombre! A Ricardo no le gustó, Godoy dijo que lo más importante era la música y no el nombre, y Rubén me dijo: “Está bueno, pongámosle ese nombre. Total, si no nos gusta, más adelante, lo cambiamos”. (risas)

LA BIBLIA, UN CONTRATO LEONINO…

Sí, nunca vimos plata. Yo creo que de La Biblia hemos vendido millones de copias, y -a un peso que es lo que nos hubieran dado por cada disco vendido- ahora seríamos millonarios. Pero no me importa, porque somos millonarios en amigos y en respeto. Yo pienso que fue el disco más vendido de la historia de la discografía argentina, y también el más mal pagado... Si querés darte cuenta de esto es fácil. La misma gente te lo dice. Es un disco que lo tienen todos. Es más, hay gente que lo compró dos, tres o cuatro veces. ¿Por qué? Porque se lo robaron, desapareció, o se rayó, y tuvieron que volverlo a comprar. Hay gente que lo tuvo primero en vinilo, luego en casete, y luego en CD. Se sigue vendiendo un montón. Aun hoy, (la compañía) Diapasón, que es la que tiene los derechos, me liquida las ganancias por las ventas de La Biblia, en forma trimestral. No, no hay registros. En esa época, todo en Argentina funcionaba -en casi un 70%- en negro. No había AFIP, no había un corno. Existían contadores que dibujaban todas las cifras de lo que había que declarar. Entonces, vos vendías 1000 unidades y te decían que habías vendido cuatro. En ese momento los que manteníamos a la compañía Disc Jockey éramos tres artistas: Charles AznavourPepito Pérez, y Vox Dei. Imagínate, que si a Pepito Pérez le dibujaban los números, diciéndole que había vendido 1000 unidades, cuando en realidad había vendido 5 veces eso, a nosotros, que vendíamos muchísimas más copias que él, directamente nos masacraban... Pero no había forma de hacer nada, porque no había ningún abogado que pudiera abrir los libros contables y hacer un balance a conciencia de cuanto se había vendido.”

LOS TEMAS QUE COMPUSO…

“Todos los temas que compuse me definen a mí. Desde “Loco, hacela callar” hasta “Total que más da”. Y te digo de donde vino la inspiración para hacerla. Nosotros teníamos que hacer nuestra primera gira a Mar del Plata, y teníamos nada más que los 9 o 10 temas del material de nuestro primer álbum para presentar en ese show. Y este tema (“Total, qué más da”) no tenía letra. Inventaba una letra medio en camelo, en inglés, y cantaba encima de esa música... Hasta ahí nadie me había dicho nunca nada de esa canción. Hasta que llega esta gira, e íbamos por la ruta en nuestro micro alquilado rumbo a la Costa, y yo iba mirando por la ventana los postes que pasaban, y pasaban... Pensaba: “¿Qué carajo voy a cantar hoy?”. Mientras que PujóÁlvarez, y los demás, estaban del otro lado, divirtiéndose, jugando a las cartas, tomando cerveza, jodiendo. Hasta que, de repente, viene el pibe que hacía de manager nuestro y me pregunta que me pasaba, porque no me unía a la joda. Le cuento que estaba preocupado porque no sabía que cantar, y que también tenía un tema al que no sabía que letra ponerle. A lo que él me dice: “No te calentés, vos siempre salís adelante...”  Y así fue que empecé: “Sigue siempre adelante sin mirar atrás...” Yo no sé si fue la mejor letra que escribí en mi vida, pero demuestra lo que yo pienso y lo que él me dijo: “Dale para adelante, atrás no hay nada”. Hubo gente que, cuando la escucharon, interpretaron que la letra decía que uno tenía que trepar como sea, pisándole la cabeza a los demás, sin que te importe nada. Aunque cada uno puede pensar lo que quiera, la canción no tenía nada que ver con eso, ni fue esa mi intención.”

JEREMÍAS…

“En “Jeremías…”, yo estaba componiendo la música, y tocaba y tocaba pero no se me ocurría nada para cantar. Mientras tanto Ricardo pasaba y me miraba. Hasta que me pregunta si tenía alguna letra compuesta para lo que tocaba. Cuando le dije que no, él me dijo si no quería que le pusiera una letra y acepté. Y salió con Jeremías, que era uno de los profetas, que terminó muy mal porque terminaron matándolo. Jeremías peleaba por su pueblo. Por eso dice: “Se acabaron las mentiras, esto no va más”. Una letra que nunca fue tan real como ahora, ¿no? [risas] Es una letra que no ha perdido vigencia para nada. Es un tema que en el momento que salió, todo el mundo dijo “whooow”… Por ejemplo, Rubén [Basoalto] remarcó el ton pesado, haciendo regrabaciones, lo que le dio más contundencia. Fue lo más pesado que había en esa época, no había nada más pesado que “Jeremías, pies de plomo”.

SU ALMA DE ROCANROL

“Si vos escuchás la obra de Vox Dei, yo generalmente soy el autor de todos los rocks. Tengo “Total que…”, “Compulsión”, “Es una nube…”, “Azúcar amargo; son todos rocks. Yo era el más rockero y él el más lírico, si se quiere. Ricardo es de Piscis y yo de Tauro, capaz que tiene que ver con eso. Los de Piscis son más volados, como es el caso de Spinetta. Los de Tauro somos más rocanrol, más tierra.

ES UNA NUBE, NO HAY DUDA…

“Yo tenía un amigo que era psicólogo y estaba casado con una modelo muy conocida y nos juntábamos en una casa en Vicente López a escuchar música y a hablar y un día este tipo estaba mirando por la ventana y dijo: “Es una nube, no hay duda. Se mueve como una nube.” Esa frase me pareció muy loca y me quedó resonando en la cabeza. Y se me ocurrió que a partir de ahí podría seguir una letra, dibujando cosas, para que nadie se diera cuenta de lo que quería decir…”

LOCO, HACELA CALLAR…

“Se me ocurrió a partir de conocer a una persona que hablaba, hablaba y tenía la respuesta para todo. El tipo sabía, daba consejos, etc. Un tipo repelente que se mofaba de todo. Así que escribí un tema de acuerdo a eso. Yo tuve un problema con esa persona -sin llegar a las piñas, claro- porque pensábamos distinto. Aparte yo había leído en (el poema) Desiderata: “Camina plácido entre el ruido”. Es decir, que entre toda la parafernalia de cosas uno tenía que seguir adelante, tranquilo, sin dejar que te involucren en determinadas cosas en las que vos no querés estar…”

EL PRESENTE DEL ROCK…

“Una banda puede ser masiva porque vende muchos discos, y todo eso, pero también hay un refrán muy típico que tenemos acá que es “los pingos se ven en la cancha”. Porque cuando ves tocar en vivo a muchas de esas bandas no entendés porque son tan masivas. Capaz que no suenan como corresponde pero, sin embargo, la gente está tan enceguecida y, prácticamente, ni escuchan lo que estos grupos hacen. Tampoco me quiero poner en un papel crítico e incisivo pero te puedo asegurar que nosotros, cuando nos vamos de gira, nos encontramos con grupos del interior que suenan muy bien, que tienen letras muy importantes pero que no van a llegar jamás a ser conocidos. Entonces, los termina rodeando una sensación de frustración increíble y, culturalmente, es una lástima que esas bandas no puedan trascender. Porque, si eso pasara, pienso que cambiarían muchas cosas.  

Pienso que siempre fue difícil. En la época que empezamos nosotros era difícil porque no había instrumentos ni equipos. Y tampoco había medios de difusión ni discográficas que se ocuparan de promover las bandas. Y hoy, hay tantas bandas que se hace difícil que alguna saque la cabeza y se destaque. Algunas suenan bien, nosotros somos amigos de varias, pero hay muchas que se parecen entre sí. Aparte no existen más las grabadoras. Todo ha cambiado. También, se acabó eso de tener toda la discografía de una banda. Ahora se escuchan temas salteados, no un disco entero.

Emiliano Acevedo

miércoles, 13 de noviembre de 2024

¡FELICES 10 AÑOS, INTERSTICIO ROCK!

 

Hace más de una década ya, la idea de afrontar un proyecto de periodismo de rock auto gestionado me asustaba. No por la pasión y dedicación que ello implica porque de eso me sobra sobre todo si hablamos de música. Pero sabía que ser melómano empedernido no alcanzaría para poder elaborar contenido para una propuesta que pretendía ser un medio periodístico. Sin embargo, desde esa pasión empecé a diagramar y cranear las secciones, a pensar el nombre del sitio y su logo, a abrazar un concepto o línea editorial desde la que escribir y seleccionar artistas que me cuenten algo de su obra y vida. Así hace 10 años nacía Intersticio Rock. ¿Por qué un blog? Porque entrevisto largo y escribo largo. Porque soy de una generación que no se termina de acostumbrar a la velocidad y mucho menos en cuestiones que involucran los sentidos y las emociones.

Este proyecto de escribir sobre una de mis mayores motivaciones vitales me llevó a conocer personalmente a "súper héroes" a los que vi en toda su humanidad, a hablar con ellos de igual a igual en una cofradía implícita de almas sensibles. Ese, es, probablemente, el mayor baluarte que esta empresa me deja. 

Compatibilizar mi trabajo asalariado (en una actividad que nada tiene que ver con el sitio) con la dedicación necesaria para elaborar contenidos fue, y es, una tarea compleja y ardua pero siempre que le pongo el punto final a una nota/entrevista y la publico, la satisfacción se hace carne en mi cuerpo.

En todos estos años tuve mucha ayuda, porque si vas solo llegás alto pero si vas acompañado llegás lejos, para poder sostener el barco de la motivación, de la calidad pretendida y de la constancia. Aquí, entonces, mi agradecimiento a Romi Rey, Silvia Tapia, Alejandro Tófalo, Mauro Feola, Ariel Tenorio, Fabián Mattiazzi, Gabriel Gori, Nacho Melgarejo, Leandro Ruano, Elena Rodríguez, Armando Tabacchi, Carolina Calcagno, Grace Santos, Mariano Nieva, Hernán Cacace, Patricio Fernández Abregu, Silvina Ghiselli, Elmer Toons, Gustavo Rosatto, Juan Irurueta, Javier Tucci, Néstor Pousa, Raúl Astorga, Daniel Mundo y Marcelo J. Silvera.

A los lectores, GRACIAS, porque la sola lectura de mis notas habla de su reconocimiento y el relevamiento de los datos estadísticos que la plataforma permite así lo validan.

Para Intersticio Rock, generosamente, nos dieron ENTREVISTAS desde artistas callejeros o del under, jóvenes promesas (que se fueron haciendo realidades en la escena artística en el trascurso de estos años), artistas consagradísimos, periodistas, escritores, productores reconocidos, etc. A ellos, mi afecto de siempre y por siempre.

Gracias a todas las publicaciones, libros y trabajos académicos que citaron nuestras notas. Y también gracias a los programas de radio El Jardín de los Presentes (FM Zoe) y Yo soy la morsa (Click Radio) que nos permitieron tener nuestras columnas Flashes con Historias y Rockanrolla.

Durante todos estos años en el blog hablamos de ANIVERSARIOS, BANDAS SONORAS, CHARLAS TEMÁTICAS, CONCIERTOS, CRÓNICAS, DE PASTA, ESENCIALES, JAZZ, LANZAMIENTOS, LIBROS, LUGARES, PELÍCULAS, PERFILES y RESEÑAS.

Concretamente, tratamos y seguiremos tratando de conectar y “alimentar nuestro eventual deseo de resistencia”.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

JOACO BURGOS: En busca de la canción perfecta...


Joaco Burgos es mucho más que una promesa. Este joven cantautor de apenas 20 años ya ha grabado dos discos impresionantes (Mi Lugar, 2022 y Frenesí, 2024; disponibles en todas las plataformas) y se encamina a ser sucesor de clásicos referentes del rock argentino como Charly García y Fito Páez. Y es que Joaco canta y toca con maestría su piano, deslumbrando a propios y extraños con su música. Melodías exquisitas que denotan su excelente formación y letras que cuentan historias. Compositor de canciones, eso, canciones muy lindas que vale la pena escuchar. En esta nota recorremos su carrera y su último álbum…

ENTREVISTA> Vos venís de una familia de músicos, empezaste a tocar a los cinco años. La música era algo inevitable en tu vida…

Sí, tal cual. Desde que nací estuve rodeado de música y músicos. Eso me estimuló a seguir este camino…

¿Qué discos te marcaron de chico?

El disco que más me marcó fue Clics Modernos, luego de escucharlo no hubo retorno. Otro que me inspiró mucho es Del 63, de Fito.

¿Cómo es tu formación como músico?

Desde los cinco años estudié piano con una profesora particular. Ahí empecé a leer música. Fue todo música clásica o canciones que me daba la profe. Hasta los quince años seguí estudiando música clásica, pero en el medio conocí el rock, la música popular, el tango y me largué a tocar esos géneros también. Gracias a la técnica que uno adquiere cuando estudia música clásica (la postura, la digitación, etc.), entré más fácil al rock y demás. Luego mi escuela del rock se desarrolló durante la cuarentena, sacando discos de oído a la noche. Fueron procesos que complementaron lo que yo ya traía. Y desde hace un año y medio me puse a estudiar jazz en el conservatorio.

Se nota en tu música todo el background del rock argentino clásico…

Sí, tal cual. También muchos artistas internacionales que me gustan como Freddie Mercury, McCartney, Steely Dan y demás.

¿Cómo llegas a grabar?

Apenas empezó la cuarentena hice mi primera canción, que ya venía cultivando desde hacía un tiempo. Cuando logré eso me destapé. El primer tema me costó un montón pero el segundo salió en una tarde. A lo largo de esos meses hice como quince temas. Y cuando ya soltaron un poco la cuarentena, cuando la gente podía salir un poco más, me contacté con varios productores, les mandé demos, y al que más les gustó fue a Juan Absatz. Así que elegimos nueve temas con mi viejo y se los llevé a Juan. Con él, en su estudio, comenzamos a trabajar en la grabación de mi primer disco. Juan me lo produjo porque yo no sabía nada, nunca había grabado. Fue un proceso desde cero. Mi segundo álbum ya fue distinto…

Claro, el segundo ya lo produjiste vos con Fernando Samalea, ¿no?

Exacto. Lo que pasó fue que yo grabé el primer disco solo con Juan, tocándolo los dos, pero cuando tuve que salir a presentarlo yo no tenía banda. Ahí empecé a conocer gente y conseguí cuatro músicos que me acompañaron en la presentación del álbum. Hicimos una presentación en el Matienzo, que estuvo bárbara, pero quedó ahí. Después, en febrero del año siguiente, cuando yo ya estaba bastante alejado del proyecto, ahí justo conocí a Samalea y eso me arengó a meterme de nuevo en lo mío. Él escuchó el disco, le encantó y entonces le dije si quería tocar conmigo, porque se cumplía un año de la salida del álbum. Sama se copó y empezamos a armar todo. Ahí con la banda ya formada tocamos y al toque yo le dije que quería grabar un segundo disco. Sama, con sus contactos y conocimientos, me dio la llave para llegar a lugares que para mí eran inimaginables… Así me mandé a hacerlo yo solo, quise probar a ver cómo me salía. Fui avanzando con la ayuda de mucha gente cercana, como Martín Lema, que es el guitarrista de la banda, que me dio una gran mano con un montón de cosas; también Samalea me dio un montón de ayuda con algunos arreglos. Y así se hizo. Lo grabamos en [Estudios] Ion, nada menos…

¿Cómo componés? ¿Qué te inspira?

Generalmente, lo primero que baja es la música, tanto melodía como armonía. Luego hago la letra. En el primer disco, como lo hice en cuarentena, le dediqué un montón de tiempo a las letras. En cambio, en el segundo hice los demos en casa y hasta cuatro o cinco días antes de ir a grabar las voces aún no tenía todas las letras terminadas. Fue un proceso más espontaneo en donde confíe más en mí mismo y en mi capacidad de sacar las letras en menos tiempo. No tengo un método rígido para componer. Puedo hacerlo sobre una batería electrónica, etc.

Aparte, Frenesí es un disco que tiene muchas texturas…

Tiene muchas texturas y está también pensado desde un lugar arreglístico, ¿no? Todo en una canción es parte de la composición, obviamente hacés la canción y luego con la producción la llevás para el lado de que sea una cumbia o para que sea una ópera sinfónica. Pero cada cosa que uno hace sobre una canción es algo sagrado porque queda ahí y luego pasa a ser escuchado. En el disco se le dio importancia a cada detalle, y también hay pifies que los escuché, me gustaron y quedaron en la grabación… No fue tan minucioso, si algo me gustó y caminó, lo dejé.

SU DISCO FRENESÍ, CANCIÓN A CANCIÓN

El primer tema es “Desolación”, ¿cómo lo compusiste?

Lo hice con la guitarra durante la cuarentena, a los 16 años. Fue uno de mis primeros temas y nació siendo una bosa nova, nada que ver. Pero al momento de encarar el disco tuve ganas de llevar la canción hacia un lugar un poco más popero, más “up”, para que se pudiese bailar. El primer disco me gustó mucho pero sentía que tenía que cambiar un poco el estilo. Además, al tener a Samalea en la batería se volvía más fácil eso. Él estuvo en un disco como Parte de la religión, que podría ser tranquilamente un disco de Prince. Sama la tiene muy clara en ese aspecto rítmico y me dio una gran mano. Le pusimos una batería minimalista, pero contundente, hipnótica.

El segundo tema es “Viaje”…

Lo hice a principios de 2021. No recuerdo precisamente como fue el proceso compositivo de esa canción, pero siempre me acuerdo de algo que dijo McCartney acerca de que “las mejores canciones de uno son las que te acordás”. En base a esto, cuando empecé a seleccionar los temas para este disco nuevo, pensé en cuales eran los primeros quince temas que me acordaba. Porque componer, compongo un montón, pero jugué a pensar en cuales eran los primeros que me acordaba, y me acordé de este tema, que ya tenía tres años. Era una canción que me gustaba mucho.

Y “Prince”, ¿cómo lo hiciste?

Yo tenía una [caja de ritmos Roland] 808 con un ritmo todo cuadrado, y sobre eso puse unas strings y salió de una. Es un tema bien ochentoso porque tiene una métrica que juega mucho con el fraseo, con una melodía y los acordes que también acompañan a ese estilo. Fue muy fácil encontrarle la composición. Muchas veces compongo los temas medio en inglés, que es un método que usaba bastante Charly.

¿Las historias de las letras de tus temas, son cosas que te pasan a vos o cosas que les pasan a amigos tuyos?

Muchas veces son cosas que me pasan a mí y otras veces son cosas que me imagino. Cosas que me inspiran en el mismo momento de la escritura de la letra. Imágenes que me llevan a frases y frases que me llevan a ambientes, y de ahí sale una historia con la que completo los distintos párrafos de la letra.

Sí, son letras muy “musicales” y en el caso de “Frenesí”, se te queda en la mente…

Esa es una canción que hice hace rato, en 2020. Podría haber estado en el primer disco, incluso la tocamos en la presentación. Es una canción a la que le tomé mucho cariño. “Frenesí” es un tema muy importante para mí, por algo le da nombre al disco. Aparte a todos los que se los mostré, tanto amigos como familia, a todos les gustó, me decían que era hitero, que tenía mucho power.

Le sigue “Tiempo para amar”…

Fue difícil hacerlo porque ese tema son dos canciones en una. Tenía dos canciones en La a las que no les encontraba la vuelta, dos temas, una en tonalidad mayor y otra en menor, que quedaban cortitas como las había hecho así que probé a unirlas. De esta forma, se volvió un tema largo que para mí es uno de los más completos del disco y de los que más me gustan, porque quedó como me lo imaginaba. Quería hacer un tema que fuera medio como una rapsodia, que tenga un poco de todo. Incluso termina con una parte medio tecno, como que se va todo al carajo. Está bueno eso. Es un tema que cambia todo el tiempo.

Y “Ay! el dolor”, ¿cómo la hiciste?

Esa es por lejos una de mis canciones favoritas del disco, quizás mi favorita. Es una balada que compuse a principios de 2022. Me parece que es la canción que más anhelaba escuchar cómo iba a quedar, porque me la imaginé y quedó exactamente así. Es un tema en el que tiramos todo lo que teníamos en la olla.

“Luna” es una obrita muy sutil, lirica…

Sí, es otro tema que también podría haber estado en el primer disco. Lo hice en 2020. Fue una de las primeras canciones que hice y salió de una. Me acuerdo como compuse la primera parte hasta el estribillo. La segunda parte la hice tipo tres de la mañana, tocándola bien bajito porque yo no tenía auriculares… Estaban todos durmiendo y me acuerdo que me mandaron un mensaje “Che, bajá el volumen…” y yo pidiendo que me dieran 10 minutos más para poder cerrar el tema… Y era que estaba terminando esa parte muy minuciosamente, acorde por acorde, nota por nota. Fue un laburo de academia pero a la vez no perdió la espontaneidad en la que quise contar una historia de una ex pareja que se reencuentra después de un tiempo y salen a caminar, se cuentan cosas que pasaron en el medio… Una situación que puede derivar en algo muy lindo. Hay parejas que vuelven después de haber terminado la relación y la canción cuenta eso. Lo loco es que cuando escribí todo eso aún no me había pasado vivir esa experiencia, fue todo producto de mi imaginación. No había tenido hasta ese entonces ninguna relación amorosa. La gente me preguntaba a quien le había escrito el tema y yo les decía que no se lo había escrito a nadie… (risas) Nadie me cree. Puede parecer la letra de una experiencia que fue vivida pero no, me la imaginé…

Quedó muy bien…

Sí, tiene unos arreglos que fueron muy elaborados, con las strings y el Yamaha CP, en la línea de “Cinema Verite” o “Desarma y sangra”. Hay un montón de temas en esa tónica, como “You Take My Breath Away” de Queen, por ejemplo. Fueron todas canciones que me marcaron, tanto a la hora de componer como en lo que respecta a la producción, la grabación…

Sigue “Disfraz”. ¿Esa cómo la hiciste?

La primera parte de la canción la escribí con la guitarra en Córdoba, en el patio de la casa de mi abuela. Como el estribillo tenía un quilombo armónico tuve que hacerlo en el piano. Me imaginaba que se simplificaba en lo rítmico. Hice una complejidad de acordes sobre un ritmo básico. La batería no para en ningún momento, es cuadradísima, y sobre eso puse acordes planchados más complejos. Quedó buenísimo. Creo que es el tema más hitero del disco. Es para poner al palo. En ese tema grabó Paul Dourge el bajo. Un lujo. Paul grabó en “Desolación”, “Tiempo para amar”, “Prince” y “Disfraz”. La rompió. Eso suma mucho. Imaginate, la batería de Samalea más el bajo de Paul Dourge es una base que camina sola. Pongas lo que pongas encima, el tema va a sonar bien con semejante base. Hubo una cuestión de hacer los estribillos con armonía. No hay unísono ahí, está todo armonizado a cuatro voces. Me gusta mucho el paneo en el estéreo. Si lo escuchás con auriculares vas a tener una tercera voz a la derecha y una quinta a la izquierda, lo que hace que todo se vuelva más espacial. Ahí aportó mucho Zhoca, una cantautora extraordinaria que está por sacar su primer disco.

Después viene “Naturaleza”…

Ese fue un tema que también nació en la viola. Es bastante fogonero. Ahí la letra salió de una. Sabía que quería hablar de la naturaleza y de que no se puede cambiar. “Tenés que aprender a vivir junto a ella por siempre…” El mensaje es que las cosas son así y es en vano intentar entender el porqué. Tuve la suerte de que participe Chico César que es un grande de la música de Brasil.

¿Dónde lo conociste?

Lo fui a ver cuando tenía nueve años y quedé flasheado. Él se re copó conmigo porque yo era un pibito que lo iba a ver tocar. Cuando crecí le mandé por Instagram la foto que nos habíamos sacado en aquel concierto y el chabón no lo podía creer. Se acordó de todo y desde ahí quedamos en contacto. Cuando empecé a componer le mandé mis temas y se re copó. Así que lo llamé cuando empecé a grabar el disco. Le mandé “Naturaleza” porque pensaba que iba bien con su voz y él se enganchó. Me mandó sus partes de voz y me dijo que hiciera lo que quisiera con eso. Así fue. No lo podía creer, fue un sueño. Por eso esa grabación es muy especial porque tengo a unos de mis ídolos de la vida cantando conmigo…

“El lugar” es muy tanguero, ¿cómo hiciste ese tema?

Es medio tanguero, medio bolero también, tiene un aire medio “Giros”, ¿no? Es otro tema que hice hace mucho, durante la pandemia. También de noche, a las 3 o 4 de la mañana. Lo hice y quedó ahí, nunca más le di pelota. Me lo encontré de nuevo de casualidad en la compu, ya no me acordaba de él, y me sorprendió. Era justo la época en que yo estaba escuchando mucho Prince, mucho Michael Jackson, mucho pop ochentoso, ritmos hipnóticos. Así que decidí ponerle también una bata bien cuadrada de esas que no frenan nunca. Le encontré un punto medio, no es un tema mega pop pero tampoco es un tango. Quedó un hibrido. Aparte ahí están invitados Cisne Elocuente, que es una banda que admiro un montón. Son unos capos, de la escena actual son los que más me gustan, lejos. Julio [César Lucero], el líder de la banda, le aportó una suavidad increíble al tema, aparte unas notas agudas a las que yo no llego ni en pedo.

El disco se cierra con “Desarmarte”…

Esa es otra canción súper especial. Se me ocurrió caminando en la calle y lo grabé en el WhatsApp en la esquina de Aguilar y Amenábar, en Belgrano. Estaba pasando por ahí, frené un segundo y canté el estribillo. Lo grabé, llegué a casa y fue muy satisfactorio poder encontrarle una identidad musical en el piano a eso que se me había ocurrido en la calle. Así quedó un tema que admiro y quiero profundamente porque cierra el disco y para mí el tema que cierra un disco tiene que ser incluso más importante que muchos otros. Tanto el principio como el final son muy importantes en una obra. La letra de esta canción es bastante romántica, bastante inspirada en el amor. Quedó muy bien y me gusta mucho. Es una coda emotiva y épica para el disco.

Emiliano Acevedo