Recuerdo
que nos encontramos en un bar de Boedo y sus primeras palabras fueron: “No estoy acostumbrada a esto… siempre soy
la que está del otro lado”. Y sí, Gloria
Guerrero ha hecho de su oficio de periodista un verdadero arte
alejado de todo divismo. Desde allí, podemos entender su incomodidad, por ser
una persona realmente humilde, ante la situación de ser entrevistada pero, para
quienes somos sus lectores, esto implicaba la oportunidad de conocer, en
primera persona, sus recorridos hasta ser la profesional que es.
ENTREVISTA> ¿Cómo confluyó en tu persona el periodismo de rock en una época en la
que no era común que las mujeres se dedicaran a eso?
Empecé
interesada en la música. Y a partir de ahí escribí poemas, hacíamos revistas
alternativas, subterráneas, y todo eso fue confluyendo en el descubrimiento de
que sabía escribir, es decir, podía expresar mis ideas en referencia a la
música que escuchando. No me propuse, deliberadamente, “quiero ser periodista”.
Terminé escribiendo sobre lo que me gustaba. Eso es todo. Crecí en la Provincia
de Buenos Aires, en la zona de Carapachay, Munro. Después me vine para el
Centro. Y acá vivo desde el año 90. Escribía desde que era chica. Nos
juntábamos con amigos en los parques a intercambiar discos y hacíamos eso porque
en esa época no era fácil conseguirlos acá, entraban por Chile. Cuando salía un
disco nuevo se iba corriendo la voz y el mismo día íbamos todos a la disquería.
Recuerdo, por ejemplo, que la noche anterior a que saliera Tales from Topographic Oceans, de Yes, estuvimos todos en vela hasta ir a comprarlo y escucharlo y
gastarlo. Y así, se fue dando. Por un lado, escribía y por otro, escuchaba
rock. No sé iba a ver un show y me decían: “¿Por qué no lo escribís?”. Entonces,
terminé escribiendo sobre las cosas que me gustaban. Y no me planteé nunca el
hecho de ser mujer.
Pero,
era un ambiente muy machista…
Sí,
yo nunca tuve ninguna situación desagradable de acoso. Pero en donde sí se
notaba el machismo era en que tenía que “dar examen” todo el tiempo. Por
ejemplo, esto me ha pasado literalmente, en una oportunidad se me cuestionó
cómo yo, siendo mujer, podía saber la diferencia entre una Stratocaster y una Telecaster.
Pero para mí trabajar en esto siempre fue muy natural.
Y
¿cuáles fueron tus influencias?
Periodistas
no, pero escritores, sí. Para mí Ray
Bradbury es uno de los más grosos. De hecho, cuando tenía 15 años,
utilizaba remates en mis textos que eran similares a los de sus cuentos. Él
terminaba muy tajantemente y eso me quedó. Además leía de todo. Soy lectora
desde siempre y creo que leer es la mejor manera de escribir.
¿Cómo
surge la revista Confluir?
Es
una de las primeras revistas en las que participé. Tenía 15 años. ¡Uf! Pasó
mucho tiempo. Con la técnica de esténcil hacíamos cuatro o cinco páginas con
nuestros poemas, reflexiones, comentarios de discos y le sumábamos páginas
abrochadas con material que nos acercaban otros pibes. Y la regalábamos en
Parque Centenario, donde éramos como 300 personas intercambiando revistas,
discos…
¿Había
músicos también?
Sí,
había de todo. Pero tampoco es que había un ambiente de rock. Estamos hablando
de la década del 70. Éramos solo dos minas y ambas nos llamábamos Gloria. Una
casualidad única. Ahí estaban también (Miguel)
Grinberg, (Alfredo) Rosso, (Claudio) Kleiman.
Y
al Expreso
Imaginario, ¿cómo llegás?
No
me acuerdo cómo llegué, pero ahí escribí mi primera nota. Si no me equivoco había
ido a ver un show de La Máquina de Hacer Pájaros y Pipo (Lernoud) me dijo que la crónica la escribiera yo. Y lo hice sin que
pueda describir eso como una epifanía, no estaba pensando que algo me estaba cambiando
en la vida. Dije: “Bueno, la escribo yo”, naturalmente. Igual escribía poco en
la revista, porque era como una especie de secretaria y después fui correctora,
coordinadora de redacción.
¿Llegás
a ser editora por la experiencia de escribir?
Sí,
es puro oficio. Después de tantos años de profesión lo hacés con toda
naturalidad. Entonces, podés corregir textos de gente que está empezando.
Revisar la cohesión, coherencia y ortografía. Además, si los textos pasan por
tus ojos como jefe de redacción de una revista y ves que hay barbaridades,
tenés que editar. Yo, a diferencia de otros, edito hablándole al redactor, pido
permiso.
¿Cómo
se originan Hurra y SuperStar?
Fueron
revistas de Ediciones de la Urraca, la editorial de (Andrés) Cascioli, que
sacaba muchas cosas. Él empezó con Rock
SuperStar y Hurra fue una apuesta
fuerte en un momento en el que no existían publicaciones de rock, con un papel
de altísima calidad. Hacerla salía muchísima plata y nos jugábamos con las
tapas. Por ejemplo, en uno de los números
salió MIA (Músicos Independientes Asociados) en tapa. Yo empecé alrededor del 81,
con “Las Páginas de Gloria”. Cascioli quería vender y entonces, hizo esa tapa
de Charly y Luis por la que yo me enojé tanto, pero no podía hacer nada, él era
el editor. Si bien me planteó que escribiera una columna manifestando mi
desacuerdo con la rivalidad plasmada en la tapa, me parecía una incoherencia
porque yo era directora de la revista en ese momento. Pero, al final, eso
sirvió para algo: para que se hiciera en Obras uno de los mejores espectáculos
que vi en toda mi vida como fue Serú
Girán y Spinetta Jade. Mirá vos.
¡Éramos tan pocos! Los tipos hicieron un Obras para demostrarle a la única
revista de rock que había, que lo que se planteó en tapa no existía (risas). Por suerte Luis y Charly sabían
que yo no tenía nada que ver en eso. Esa revista no se podía sostener, porque
la compraban cinco tipos ya que al ser de tanta calidad era demasiado cara. Y,
también, en ese momento no había radios de rock, programas de rock, ni suplementos,
revistas. Nada. No había público para esa revista.
¿Y
tu paso por Humor?
En
paralelo con mi trabajo en Hurra yo
metía notas de tono costumbrista y del estilo de la revista, en Humor. Entonces, cuando cierra Hurra definitivamente, me fui a Humor, también de Cascioli, con las “Las
páginas de Gloria”. Ahí trabajé desde 1981 hasta 1995.
¿Cómo
producías esa sección?
Como
estaba sola decidía todo. Entonces, si quería, comentaba discos, o hablaba de
un show. Hacía lo que a mí me parecía que estaba bien y, generalmente, la
pegaba. Además era un espacio acotado, entre dos y cuatro páginas. Después, con
el tiempo, tuve colaboradores con los que yo sabía que podía contar. Porque,
además, el rock empezó a crecer, de golpe había un gran número de shows,
visitas internacionales.
Claro,
porque “Las páginas” comenzaron en el momento en el que la cosa empezó a
moverse…
Claro.
Imaginate que diez años después te quedabas medio corto. Entonces, para mí Rolling Stone fue… en realidad, iba a
ser algo muy groso, al final terminó no siéndolo, pero cuando llegué a la
revista fue como tocar el cielo porque venía de hacer muchas cosas por acá y
por allá entonces, pensaba: “Bueno, tengo que llegar a la Rolling Stone”. Y cuando eso pasó fui absolutamente feliz en ese
momento.
¿Cuándo
entraste a la Rolling Stone?
Estuve
desde el inicio en 1998 y hasta 2004.
Ahí,
también, estaba Cascioli…
Sí,
compró la licencia junto con La Nación. Este diario puso como director a uno de
ellos y como secretaria de redacción estaba yo. Rolling fue una etapa muy linda. Durante los primeros años la
revista era fantástica, después se fue convirtiendo en otra cosa, algo más
comercial. En Estados Unidos pasó lo mismo. Las cosas van cambiando.
¿Por
qué te vas de la Rolling
Stone?
Me
fui yo y once personas más. Hicimos un juicio y lo ganamos porque había muchas
irregularidades en ciertas condiciones laborales y modalidades contractuales. De
ahí pasé a laburar con Mario Pergolini
en una columna en ¿Cuál es? Y, en
2004 aproximadamente, entré a Clarín de donde
me fui sí, por cuestiones ideológicas, alrededor del 2009 y pasé a Página/12. Es decir, no fue el mismo
caso de lo de la Rolling. También
laburé en Cuatro Cabezas como
productora. Hicimos Algo habrán hecho,
El gen argentino. Fue muy lindo
laburar ahí. Y en el medio de todo eso hice radio.
¿También
escribiste en La
Mano?
Sí,
estuve añares. Todo al mismo tiempo de lo anterior. Una linda revista hecha por
muy buena gente.
En
todos estos años he conocido mucha gente. Tengo compañeros con los que nos
hemos ido cruzando en distintos medios. Por ejemplo, Roque Casciero que era redactor mío en la Rolling y ahora él es mi jefe en Página. Yo lo editaba a él y ahora él me edita a mí. Entonces,
siempre somos los mismos que vamos dando vuelta. Marcelo Fernández Bitar, en La
Mano, un capo. O el negro Mariano
del Mazo, que estaba conmigo en Clarín
y ahora trabaja en Radar.
Fuiste
la primera que entrevistó a los Redondos en un medio, en el año 1984
Tal
cual, la primera. Y a Sumo también. Pero porque no había lugares, no es que a
los grupos le decían: “Andá y dale la nota a Gloria”. Porque no había
doscientos lugares que publicaran entrevistas a músicos, eran dos medios, como
mucho. Hoy, si le dan la nota a Clarín, no se la dan a otro diario o revista, y
demás… Cambió todo. Ni mejor ni peor, es otra cosa. Ahora, si quiero hablar con
un músico para hacerle una nota, tengo que hablar con los jefes o jefas de
prensa, por más que tenga los mails de los músicos y me mensajee con ellos.
Vos
también fuiste jefa de prensa y hasta manager de bandas, como Riff y Bersuit.
¿Cómo fue eso?
Sí,
fui manager de ambos. De Riff poco
tiempo, a principios de los noventa. Y con respecto a jefa de prensa es una
especie de hacer producción, me divertía mucho. Laburé mucho tiempo como prensa
de bandas; trabajé con Los Cadillac,
con Dos Minutos, y montones de
bandas más. Después que entré a trabajar en la Rolling Stone, dejé de trabajar como prensa, porque era antiético,
yo no podía hacerles notas a los mismos grupos de los que era prensa, ni
tampoco tenerlos al margen de las notas que hacía la revista.
A
la Bersuit los agarraste cuando recién empezaban…
Sí.
A la Bersuit llegué por Coco Sily, quien había sido el primer
manager de la banda. Todavía no habían sacado ningún disco. Hacían shows muy
chicos. Los agarré con 80 personas en Oliverio y los dejé con 800 en Halley. Me
fui porque era imposible de sostener. Eran muchos y muy locos, era un verdadero
desgaste de energía para mí. Ellos eran muchos pibes, siempre me tenía que quedar
hasta muy tarde, contando la guita, pagándole a los plomos, esperando la
camioneta hasta las 7 de la mañana… Me cansé. Igual, lo recuerdo con mucha
afecto, porque las primeras épocas de las bandas son muy lindas. Aún hoy me
gusta mucho Bersuit, me encanta lo que hacen.
Con
respecto a los libros que escribiste, ¿qué te llamó la atención de cada una de
las temáticas que elegiste?
En
realidad, el primero (La historia del
palo, 1981-1994) cayó por su propio peso, porque era una recopilación de
todo lo ya editado en la Humor, por la misma editorial de la revista. La gracia
era hacerlo sin tocar nada, dejar los textos como habían salido originalmente,
sin agregar ni quitar nada. Que fuera un testimonio de la época. Y salió muy
bien, vendió muchísimo, se convirtió en libro de estudio porque era histórico. Después,
me llamaron y me pidieron hacer un libro sobre el Indio Solari (El hombre
ilustrado, 2005). Ese proyecto no fue mi idea, yo lo hice a partir de un
pedido editorial. No fue mi idea y era una época muy complicada, fue un libro muy
trabajoso… Además, tenía demasiada información que yo no quería poner, para no
perjudicarlo a él, siempre lo cuidé mucho. Después él se enojó, porque me dijo:
“¿Cómo vos vas a ganar dinero hablando de mí?” Como si no entendiera que él es
un personaje público, si no quería que hablen de él se hubiera puesto un
parripollo… (risas) El Indio lo que
quería era una biografía escrita desde su propio punto de vista, y yo le dije
que no… Y eso que yo le avisé lo que iba a hacer. Al principio estaba contento
de que lo escribiera yo y hasta colaboró con algunos datos, luego se enojó… En
fin. Después no lo vi más.
En
ese libro pusiste hasta lo que escribían los fans de los Redondos en los chats,
así literal…
Sí,
sí, porque eran testimonios y yo los quería dejar literal.
¿Y
cómo salió la idea de hacer un libro sobre la historia de Obras (El templo del rock, 2010)?
La
idea fue de un amigo mío, a quien se le ocurrió que había que hacer un libro
sobre el Estadio de Obras Sanitarias. Es un libro del que estoy muy orgullosa.
Fue un trabajo extenso y meticuloso, pero que tenía que ver con muchas cosas
que me llegaban de cerca por haberlas visto en tantos años de actividad
periodística. Imaginate que, durante muchos años, el hecho de llegar a tocar en
Obras era importantísimo para todos los grupos, era casi como “recibirse de
famoso”. Así que fui convocando a los diferentes músicos para que me contasen
su primer Obras. También incluí testimonios de la prensa de la época, además de
las fotos. Fue un laburo impecable, es un libro que está bárbaro. Ahora ya
está, no hago más. Yo trabajé en esos libros dos años, dos años y medio; es
agotador y no ganás nada. Así que, por ahora, no quiero hacer otro.
¿Cómo
ves el periodismo de rock actual?
Ahora
hay mucho, y muchas cosas ya las comprás hechas. Pero no está ni bien ni mal,
no es un tema que a mí me preocupe. Lo que ves es lo que hay. Hay gente que me
encanta como escribe y gente que no me va a gustar nunca lo que escribe.
¿Qué
notas de las que hiciste son las que más recordás?
Un
montón. La nota que le hice a Franco
Battiato, yo adoré esa nota, porque además es mi músico favorito, junto a Peter Hammill y otros. Battiato es un
maestro y fue muy groso conocerlo. Lo de Hammill fue tremendo, porque ya se
iba, lo entrevisté en la combi yendo a Ezeiza… También varias notas a Luis… Por ejemplo, la nota que le hice
en la Rolling en 2001, que salió en
la tapa de la revista. Otra fue una nota maravillosa que le hice una vez a Vicentico. Otra muy linda fue la que le
hice a Stephen Stills. Haber
entrevistado, más de una vez, a Ney
Matogrosso… ¡Qué lujo! ¡Qué persona, qué claridad de ideas…! Con personas
así, la entrevista excede a la música, terminás hablando de otras cosas: desde
el jardín que tenía en la casa de su madre hasta de política, o de la muerte…
También me encantó una entrevista que le hice a Tony Levin hace poco, para Página/12.
Las notas a Bruce Dickinson; él es
un caballero, una persona con una cultura impresionante… Algunas notas a Charly, o las que hicimos con Pedro Aznar… Hablar con Pedro es un
placer absoluto. Ya se empieza a hacer un ida y vuelta muy linda, de
complicidad entre entrevistador y entrevistado. Hay muchos personajes
entrañables a los que es genial entrevistar. Por ejemplo, es un lujo y un
placer hablar con Piltrafa… Es un privilegio haber
entrevistado a tipos que cambiaron la música del mundo. ¿Cuántas personas
tienen la suerte de entrevistar a gente como Battiato, Ney, Hammill o Luis?
Haberlos tenido ahí, mirarlos a los ojos… Por todo eso, estoy agradecidísima…
Emiliano
Acevedo
Siempre divina, la mejor, la primera
ResponderEliminarLa leo a Gloria desde la época de Expreso Imaginario y Humor. Adoro su claridad de conceptos.
ResponderEliminarSi sos famoso y no querés que hable de vos, ponete un parripollo GENIAL
ResponderEliminarDeprimente
ResponderEliminarGloria, saludos del hermano de Tracalión. Acabamos de sacar con La Banda Oculta el ultimo disco que incluye la primera sinfonia para orquesta extendida, lo podes escuchar aca https://labandaoculta.hearnow.com/. Verás, la chispa aún está viva. Besos
ResponderEliminar