Sin lugar a
dudas, Claudio
Gabis (Buenos Aires, 1949) es uno de los guitarristas
más influyentes de la historia del rock
argentino. Inventor de un estilo propio en la guitarra blusera, es un
pionero que hizo camino al andar en estos 50 años de música rock nacional. Porque
nadie pudo sustraerse a su sonido guitarrero, presente en los álbumes del mítico
trío Manal o en La Pesada, esa superbanda liderada por Billy Bond. Además, Gabis
se dio el lujo de editar, como solista, dos álbumes incendiarios en la primera
mitad de los 70. Luego, durante los 90, Claudio homenajeó, junto a un
seleccionado de artistas invitados, a buena parte de lo mejor del repertorio
clásico del rock vernáculo en sus dos discos Convocatoria, una auténtica monografía musical. ¿Algo más? No,
no le hizo falta más que un puñado de álbumes para dejar grabado a fuego su
sello en el rock de
acá. Justamente, en esta charla recorrimos algo de su trayectoria,
incluyendo su magistral labor docente que no se detiene, tanto en España (donde
vive desde hace muchos años) como aquí, en donde ofrece auténticas clases
magistrales.
ENTREVISTA>
¿Cuándo empieza la música en tu vida?
Cuando era muy
pequeño. Mis padres eran melómanos, escuchaban música todo el día. O era la
radio, o eran los discos de 78 rpm, pero en mi casa nunca paraba la música.
¿Cuáles
eran tus influencias musicales en esos primeros años?
Al principio
consumí y me aficioné a la música que escuchaban mis viejos, o sea tango, folclore y clásica.
Ya adolescente, empecé a escuchar mucha música popular, sobre todo rock americano, un poco de jazz y, sin saber bien lo que
era, rhythm & blues, la
denominación que en esos años se le daba a todo lo relacionado con el blues (Ray
Charles, por ejemplo). Entonces aparecieron los Beatles, Dylan y los Stones, y mi gusto
se inclinó drásticamente hacia todo ese mundo de música nueva que invadía el
planeta.
¿Y cómo
te decidiste a ser guitarrista?
Porque en la
década del 60, cuando decidí tocar un instrumento, la elección más apasionante
era ser guitarrista. Ningún instrumento superaba a la guitarra. Todos, hasta
los pianistas o los psicólogos, querían tocar guitarra. En el blues y el rock, la guitarra y el que la toca son figuras inseparables,
como en la mitología griega el Centauro, mezcla fantástica de caballo y jinete.
Ok. Y ahora,
después de tantos años de profesión, y de todas las que utilizaste, ¿tenés
alguna guitarra preferida?
Mi preferida es
la Repiso del 62 que todavía conservo. Con ella grabé el primer álbum del trío Manal,
temas como “Avellaneda Blues”… y muchas de las mejores cosas que hice en mi
carrera.
INVENTANDO
EL BLUES PORTEÑO
Conocí a Javier
en el Instituto Di Tella, en donde ambos participábamos de un happening
llamado Be At Beat Beatles.
Charlando durante un ensayo del espectáculo, nos enteramos de que ambos
amábamos el blues. Hoy eso no
parece un dato importante, porque todos saben lo que es el blues, pero en ese momento CASI NADIE
sabía en Buenos Aires que el blues era
un género diferenciado del rock y
el jazz. Javier fue el
primer músico que encontré que estaba muy enterado de ese estilo y quería
tocarlo. Muy poco después de conocernos, Javier me propuso montar un
grupo. A Alejandro lo conocí también en el Di Tella. Tocaba con los Seasons,
que era el grupo favorito de los pintores y plásticos de ese ambiente. Me hice
amigo de cada uno por separado, porque se conocían de La Cueva y los bares, pero no había mucha afinidad entre ellos.
Pero,
antes de lo de Manal, ¿cómo fue tu paso por los primeros Abuelos de la Nada?
Muy breve. Miguel
(Abuelo) me invitó a integrarme a su
banda, que aún estaba en formación, y me pidió que participara en la grabación
programada por el sello CBS de su primer simple. Así fue como toqué en “Diana
Divaga”. Estaba todo bien, pero yo no quería tocar ese tipo de música. Como ya
estábamos planeando el grupo con Martínez, le dije a Miguel que
no contara conmigo como miembro fijo de su proyecto, así que salió a buscar
guitarrista, encontró a Norberto (Pappo Napolitano) en plaza Francia y
con él grabó la cara B del disco, “Tema en Flu sobre el Planeta”.
¿Cuál es
tu recuerdo de aquellos años del comienzo del rock argentino grabando con Manal
para Mandioca, uno de los primeros sellos independientes del país?
Muy
gratificantes y emotivos. Trabajábamos con mucha ilusión, con muchas ganas,
teníamos plena libertad creativa, estábamos rodeados de gente que nos apoyaba
con pasión y muy decididos a abrirnos paso a cualquier precio. Era una época
muy estimulante, y aunque el panorama artístico era mediocre, como ahora,
estaba todo dado para cambiar las cosas. ¡¡¡Y eso fue lo que logramos,
nada menos!!!
Uno de
los temas más paradigmáticos del primer álbum de Manal (1970) es “Avellaneda
Blues”, y una vez contaste que surgió de tus incursiones nocturnas por las vías
de Avellaneda. ¿Alguna vez volviste a pasar por esos lugares que te inspiraron
esta canción?
En cada visita
que hago a Buenos Aires vuelvo, indefectiblemente, a esos lugares. Me acompaña
casi siempre mi amigo guitarrista Jorge Senno. Con él paseamos, saco
fotos, tomamos una cerveza en algún bar de Gerli o Avellaneda, nos sentamos a
mirar los puentes del Riachuelo… Siempre se vuelve al lugar del crimen…
¿Es
cierto que casi toca Pappo en Manal?
En el verano de
1969 estábamos tocando una temporada en Mar del Plata. Pappo vino a
pasar unos días con nosotros y surgió la idea de ser un cuarteto. Probamos un
par de noches y sonaba fantástico. Pero ni Norberto ni yo queríamos
compartir la función de guitarra solista. Una tarde me llamó aparte y me dijo,
además, que él quería ser líder de su banda, y como Manal era una
democracia, donde nadie mandaba a nadie, formar parte de nuestro grupo no
correspondía a sus deseos. Todo esto con buena onda, por supuesto, porque
éramos muy amigos. Al día siguiente se volvió a Buenos Aires y Manal
siguió adelante como trío.
Muchas
veces se dijo que Manal se separó, principalmente, por la mala relación que
existía entre ustedes tres. ¿Coincidís con esta visión?
Más que “mala
relación”, yo hablaría de profundas diferencias en todos los campos. Cada uno
descubrió, al cabo de estar tres años juntos, que deseaba hacer una música
distinta a la de los demás, una vida a su modo y cosas por el estilo. Sin
embargo, fuimos muy ingenuos pensando -la historia lo prueba- que separados
podíamos superar lo que habíamos conseguido juntos. Creo que hubo inexperiencia
y también mucho individualismo. Javier había vuelto a pensar en su
proyecto original, previo a Manal, de ser solista, Alejandro
quería cantar sus temas, yo viajar… La separación fue necesaria, sensata e
inevitable, pero en la práctica no nos benefició demasiado.
LA
PESADA: EL GRAN SUPERGRUPO ARGENTO…
¿Cómo se
da tu entrada en la Pesada?
De forma
natural. Después de viajar por vez primera a Brasil, Jorge Álvarez y Billy
Bond me proponen grabar un disco solista, utilizando como músicos a los
miembros de La Pesada (Medina, Pinchevsky, Kubero, Isa Portugheis).
Acepté y grabamos mi primer álbum solista. Alentados por el buen resultado, me
invitan a integrarme y lo hago encantado, porque no había ningún conjunto de
músicos tan bueno tocando juntos en ese momento. Esa formación estable de La
Pesada a la que pertenecí fue el mejor grupo que tuve en mi vida, la mejor
experiencia laboral y humana que conocí en mi carrera profesional de casi 48
años.
¿Cuál es
tu opinión acerca de los sucesos del famoso concierto de La Pesada en el Luna
Park en 1972?
Esa noche del 20
de octubre de 1972 mostró que el país estaba en llamas. Era un festival donde
participaban las principales bandas de rock
del momento. Como había mucha tensión en la sala, mucha represión en la calle,
muchos nervios en todas partes, ninguna de ellas se atrevió a salir a tocar.
Entonces mandaron a La Pesada al frente. Salimos, tocamos la mitad de mi
tema “Fiebre de la Ruta”, muy popular entonces, y la gente empezó a invadir la
platea (vacía porque era muy cara) y a derribar las rejas que la separaban de
las populares. Todo se salió de madre, y Billy trató de encauzar los
acontecimientos como pudo. Al ver que no había forma, enojado, soltó el famoso “rompan
todo”, un poco cagándose en la mala onda generalizada. La gente,
entonces, se lanzó a destruir las instalaciones, los músicos ya se habían
escapado y nosotros enfrentamos la ira policial. Billy fue detenido
por un par de horas, porque no era responsable real de la violencia que, en
realidad, reinaba en todas partes, no sólo en el festival. Luego, los medios de
prensa aprovecharon para criticar desmesuradamente al rock y a los rockeros. Un desastre premonitorio de todo
lo que después se desató en Argentina.
En la
película y el disco de Rock Hasta que se
Ponga el Sol (1973) haces un raga. ¿Qué te inspiró su composición?
Desde chico
estuve en contacto con todo lo oriental. Mi madre practicaba yoga y era
apasionada por la cultura asiática. Tenía discos de música clásica india,
discos de Ravi Shankar que yo escuchaba asombrado. Cuando el sitar se
popularizó a través de George Harrison, decidí que yo también quería
hacer es música que me resultaba tan familiar. Al principio desarrollé una
afinación personal para imitar la sonoridad del sitar, y así grabé el “Raga” en
sus dos versiones, eléctrica (la del film) y acústica (la del disco del film).
Luego me compré un sitar y desde entonces grabé muchos temas usándolo. Ahora
tengo dos.
Antes
nombraste a tu primer disco solista grabado con La Pesada (1972), que trae
varios clásicos como “Blues del Terror Azul”, “Si Hubiera Sabido” o “La Fiebre
de la Ruta”, una obra en la que, incluso, hasta te animaste a cantar. ¿Cuál es
tu opinión de este álbum en la actualidad?
Me parece un
álbum muy bueno, valiente, libre, y lleno de creatividad. Casi todos los temas
se grabaron en primera toma, en un ambiente de camaradería y concentración
ejemplar. Un trabajo muy gratificante, realmente, con muy buenos resultados
artísticos.
¿En qué
te inspiraste para escribir las letras de “Boggie de Claudio” y “Esto se acaba
aquí”?
En mi decepción
generalizada respecto a la naturaleza humana, y en especial, a los sucesos
bélicos que, igual que ahora, asolaban al planeta.
IDAS, VUELTAS Y REVUELTAS
¿Y por
qué decidís irte del país, luego de tu paso por La Pesada?
Porque quería
conocer otros países, nuevas maneras de vivir, otras músicas, otras comidas. Y
también porque tenía miedo en Argentina, me sentía sofocado por el curso que
tomaba la realidad socio-política del país. Hice bien en irme, no me equivoqué,
porque descubrí cosas interesantes y personas asombrosas. No todos están hechos
para emigrar, pero a mí me gusta cambiar, mudarme, aunque siempre siga siendo
un porteño, un argentino de ley.
Justamente,
uno de los países en los que viviste bastante tiempo es Brasil, en donde hay
una movida artística y musical impresionante. Allí tocaste con Ney Matogrosso y
más tarde hiciste jazz en el grupo Index...
Sí. Me relacioné
estupendamente con Brasil, en todos los aspectos. Es mi segunda patria. Su
música me aportó armonía, dulzura, sensualidad, y los músicos que conocí me
ayudaron a entender la música de una manera diferente, menos rockera pero muy
enriquecedora, que me marcó definitivamente.
¿Cómo
surge la posibilidad de estudiar en Berklee en 1976?
Surge más bien
como necesidad. En Brasil me di cuenta de que no iba a ser una estrella toda mi
vida, como había logrado ser en Argentina, y que si quería seguir haciendo
música profesionalmente tenía que aprender muchas cosas. Así que vendí muchas
cosas, me atreví a separarme de mi familia por un tiempo, y marché a Boston a
estudiar. Fue una extraordinaria experiencia. Agradezco el haberme decidido a
hacerla.
La Pesada: Gabis, Medina, Isa Portugheis y el Bondo; en "Tontos", el primer video clip argentino |
¿Cuál es
tu opinión de la vuelta de Manal en 1980 y del disco Reunión (1981)?
La vuelta de
Manal fue muy buena, muy necesaria para nosotros y para el rock argentino.
Cometimos el error de no acotar el encuentro, quisimos seguir adelante, pero
los 80 venían con tutti, y la estética, muy fuerte, de los nuevos grupos,
asociada a un desprecio por lo anterior y por la música profunda y seria, nos
perjudicó. Además, volvimos a repetir nuestros viejos problemas de
relacionamiento, sólo que siendo ya más adultos, y no hubo otro camino, a mi
juicio, que separarse. También en este caso, pienso que fue oportuno y
necesario, a pesar de lo que piense alguno de mis compañeros de entonces. Reunión es un disco excelente, de un
Manal diferente y más maduro, con participación igualitaria de los tres
como compositores e intérpretes, con gran sonido y excelentes registros.
¡¡¡Me gusta mucho ese disco!!!
¿Cómo se
te ocurrió la idea de hacer los dos álbumes Convocatoria
y cómo hiciste para poder llevarlo a cabo?
En 1994 le
propuse a Alejo Stivel, cantante y gran productor argentino que vive en
Madrid, hacer un disco mío con temas nuevos y versiones de clásicos de
nuestro rock nacional. Aceptó la idea, asumiendo producirlo de forma
independiente para después negociarlo con alguna discográfica de las grandes.
Entre los temas clásicos, el primero que elegimos fue “Jugo de Tomate”,
pensando que Charly (García) lo cantaba habitualmente en sus
conciertos y que probablemente, dado el cariño y respeto que siempre hubo entre
él y yo, aceptaría venir desde New York, donde estaba grabando La Hija de la Lágrima para registrarlo.
Efectivamente, García aceptó y en una memorable sesión nocturna grabamos
“Jugo” y, más tarde, improvisamos el “Maradona Blues”. A partir de su
colaboración, fue fácil convocar a los más grandes de Argentina y de España,
todos presentes en mi álbum. El trabajo tomó casi dos años, grabando en Madrid,
Buenos Aires y Londres, y obteniendo altos resultados artísticos, en mi
opinión. Aunque lo concebimos como álbum doble, el sello Warner, con el que
firmamos inicialmente, decidió editarlo en dos volúmenes, apareciendo
separadamente ambos en 1995 y 1997 en Argentina y Estados Unidos. En 1998,
considerando que el sello no había cumplido, recuperé los masters y los
renegocié con DBN, que los publicó en 2000 como doble, agregando dos temas con La
Mississippi grabados ad hoc en Buenos Aires y con un magnífico arte
gráfico de Rocambole. Es el único trabajo discográfico que conozco donde
se reúnen tantos músicos notables de Argentina y España hasta la fecha.
A lo
largo de todos estos años escribiste sobre armonía y composición (el libro Armonía Funcional, 2006), además de
enseñar en numerosos cursos y seminarios. ¿Qué es lo que más te atrae de tu
actividad como docente y escritor de material didáctico?
Enseñar me
apasiona tanto como tocar. Es una actividad que desarrollo desde la época de Manal.
Me he especializado mucho en pedagogía y considero que es una obligación de
todo artista, sobre todo si se siente capaz de ello, transmitir sus
conocimientos y formar a los que lo sucederán en el futuro.
EL ARTE
NO ES UNA CARRERA DE FÓRMULA UNO…
No tengo un
conocimiento suficiente del rock argentino actual -la palabra “nacional” es
usada en muchos países y no sirve para definir al nuestro- como para responder
a esta pregunta. Sé que hay muy buenos músicos y grandes bandas, pero no
conozco bien sus trabajos ni consigo identificar bien sus temas.
¿Y qué
opinás de la caída de la industria discográfica y el auge de las descargas en
Internet? ¿Cómo crees que esto afecta a los derechos autorales de los artistas
y a la propia actividad profesional de los músicos?
La industria
discográfica no ha caído en absoluto. Lo que sí sucedió es que casi no se
venden discos, pero se descargan millones de temas y las compañías ganan tanto
o más que antes. Existe un vacío legal que permite que algunas de ellas no
liquiden las millonarias ganancias que obtienen a partir de esas descargas y de
la publicidad que se realiza en los videos de YouTube, por ejemplo, a los
artistas, pero creo que se terminará solucionando y volveremos a regularizar nuestras
tristes economías de artistas. Es un momento de transición, como a principios
del siglo XX, cuando aparecieron la radio y los discos y se dejaron de vender
partituras. Hay que luchar para que se vuelvan a respetar nuestros derechos.
En el año
2012 salió publicada una nota en la Rolling
Stone sobre los “100 mejores guitarristas del rock argentino”, en la que
terminaste en la quinta posición. ¿Qué opinás de este tipo de encuestas?
El resultado de
la encuesta de violeros argentinos de la RS me satisface. Figurar en uno de los
puestos más altos de la lista es gratificante, sobre todo porque se me reconoce
por un trabajo que desarrollé hace muchos años, más de 40, antes de desaparecer
prácticamente de la escena rockera
argentina. Me consta que fui el primero en desarrollar en nuestro país
lo que hoy llamamos “guitarra moderna
de rock y blues”, y lo hice creando un estilo original, reconocible, que
posee muchos elementos de nuestras tradiciones y nuestra forma de ser musical y
humana. Justamente en ese sentido, el primer lugar que ocupa Pappo es
indiscutible, porque él llevó la idiosincrasia argentina a la guitarra
eléctrica de la manera más cabal y pura. En cuanto a los que le siguen, Mollo,
Lebón, Spinetta; son
indudablemente grandes músicos, con muchos méritos, y merecen estar en el tope
de la lista también. Como en toda encuesta de este tipo, hay quienes debieran,
a mi juicio, estar más arriba, o más abajo, o ni siquiera figurar, y otros que
faltan, pero esa es mi opinión, nada más. Está bien que se haga un trabajo como
este y está bien la polémica que provoca, cuyo resultado más valioso es avivar
la memoria de la gente. ¿Que si me hubiera gustado ser el primero? ¡Por
supuesto! Pero esto no es una carrera de Fórmula Uno, sino un ranking de
artistas basado en sus méritos, lo que supera aspectos técnicos o logros
comerciales. Es una valoración del talento y el aporte que cada uno, a su
manera, hizo en nuestra música de rock, y esa valoración no puede ser exacta,
por supuesto, ni todos podemos estar cien por ciento de acuerdo.
La última reunión de Manal, en octubre de 2014. Fue grabada y muy pronto será editada en CD y DVD. |
¿Cuáles
son tus proyectos actuales?
De todo: Viajar,
tocar, componer, hacer algún nuevo disco, terminar la novela que estoy
escribiendo y nuevos libros técnicos… ¡Pero te mentiría si dijese que quiero
hacer una ópera rock o
meterme en la política! Lo que quiero es vivir con sencillez, seguir creando y
divertirme.
Emiliano Acevedo
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