Camino, largo camino. Es sábado a la noche,
y parece que es imposible llegar al show de Salgado
& Asociados
en el Centro Cultural Roseti. Mañana hay un acto eleccionario y por eso este
concierto hoy arranca temprano. Pero la ciudad es un infierno, y los medios de
transporte parecen conjugarse en contra de este redactor, que lo único que desea
es sentarse a escuchar la música de este grupo inusual. Un combo de jóvenes y
talentosos músicos dispuestos a romper con cualquier límite rítmico y sonoro,
en ese complicado arte sin igual de la improvisación.
Por fin, llegamos. Roseti queda en la calle
ídem a metros de Federico Lacroze, en
pleno barrio de Chacarita. Desde afuera parece una puerta más, pero un timbre
no da lugar a engaños, estamos aquí listos para el show. Adentro, mucha gente cool se distiende tomando tragos y
charlando, quizás apurando un vaso de cerveza, mientras aguardan los primeros
sonidos de la noche. Espíritus sensibles, desperdigados en un amplio salón
repleto de sillas, mesitas, almohadones, cómodos sillones, sofás y cojines. Un mobiliario
variopinto de diferentes décadas y lugares de procedencia. Mientras tanto, una iluminación modesta,
proyectada a través de varias lentes y prismas, atraviesa gelatinas de colores
diversos, alumbrando el fondo de la escena y los músicos que van ocupando sus
lugares. Sin dudas, el marco ideal para este concierto de Salgado & Asociados que está a punto de empezar. Una psicodelia
de claroscuros, rojos y azules, que hacen que los espectadores se sientan teletransportados
a uno de esos clubes londinenses de la escena contracultural de fines de los
´60. Ni más, ni menos. Un viaje sensorial de luces y sonidos.
Como ya dijimos en nuestra introducción a
la entrevista que le dio a este blog, Francisco
Salgado
es un músico talentoso e inquieto, un artista que sabe bien como deformar
sonidos, creando un repertorio de composiciones propias extrañas y
originalísimas. Y la música de su grupo… ¿Es blues? ¿Es jazz? Es y no es, a la
vez, ambos géneros; o mejor, su música no es más que la perfecta hibridación de
la herencia negra de los ritmos afroamericanos, mixturados con la vanguardia
europea, se podría decir… Bueh, ni yo lo sé bien, para que te voy a camelear. Y
es que, como ya sabemos, todo lo referente a la experiencia musical es intransferible
en palabras, por lo que tratar de describir la música de Salgado & Asociados parece ser una tarea tan vana como poco
probable. Porque solamente asistiendo en vivo a esta experiencia se podría
captar como esos sonidos te van carcomiendo el cerebelo, y como eso que al
principio parecía disonante, termina convirtiéndose en el sonido más armónico
del mundo. Por supuesto, para realizar esta operación audio sensorial es
necesario estar desnudo de cualquier complejo, y tener los oídos bien abiertos,
más allá del cuadrado sonido FM. Porque solo algunos privilegiados serian capaces
de percibir los grandes detalles de este arte, así como la grandeza sutil y
profunda de lo que significa la improvisación musical. Una práctica que pone a
prueba nuestra capacidad espiritual, intelectual y nuestro arco sensible porque
se trata de cuestiones que, partiendo desde el alma y la mente de aquellos que lo
inventan, llegan a lo más profundo de nuestra existencia sensorial.
Y es que, indudablemente, Francisco Salgado es un joven portador
de un sonido sumamente revolucionario y extremo. Pienso, por ejemplo, en
“Tren”, el primer tema de la noche, que arranca –valga la redundancia- como un viejo convoy a punto de la defunción, en medio de esos sonidos de
armónica y saxos que van encontrando su lugar de a poco. Sin mediar
palabra, estos músicos arrancaron con un trio ensamblado de vientos que fue una
locomotora de potencia libre y soberana, en donde Salgado tomó la escena y la hizo suya desde el primer berrido de su
armónica hasta el último acorde soplado por este conjunto en esta comunión de
dos géneros que representa un código que parece pertenecer solo a uno. La música suena lúgubre, como si fuera el acompañamiento de un
entierro en el lejano oeste. Sin embargo, presentimos que esta calma aparente
no va a durar… y teníamos razón, porque de repente todo explota, y esa bola hipersónica
hace saltar por el aire a más de un distraído, con una intensidad soberbia, un agudo ronco que te remueve el
esfínter y te provoca un aullido contenido de placer e instintos profundos. Una aplanadora que te golpea brutalmente directo en el mentón. Un
concatenamiento de ritmos y sonidos extraños pero poderosos. El ritmo va
creciendo en intensidad hasta acabar en un desmayo. Y algo nos dice que este “tren”
del título va llegando a su destino final. Fantasmales sonidos van apagándose
con la armónica de Salgado en ese
solo definitivo, que, a la vez, prepara el camino para lo que vendrá. Sin
dudas, este primer número fue un despliegue de potencia musical insólita.
Que tanto el blues como el jazz sigan
evolucionando sin perder su mística sigue pareciendo un milagro que ocurre
frente a nuestras narices, de la mano de Francisco
Salgado y sus secuaces. Y es que nada en esta noche son escalas habituales,
ni estándares convencionales; todo es intenso, rugoso y anárquico. Y yo,
espectador impávido, nunca me esperé un arranque con semejante potencia, con un
vuelo musical que tan solo algunos afortunados pueden percibir. Una expresión
humana pura y salvaje, silvestre, arrancando desde el alma y las mentes brillantes
de los que pueden, los que saben y los que quieren. Y que esta noche estos
seres tienen nombre y apellido: Francisco Salgado (trombón y armónica), Bárbara
Togander (voz), Wenchi Lazo (guitarra), Pablo
Moser (saxo barítono y soprano), Hernán
Samá (saxo tenor), Guillermo Roldán
(bajo) y Sebastián Groshaus (batería).
Imagine estar viendo a Frank Zappa y Captain
Beefheart en el Filmore East, a principios de los ´70; o haber sido uno de
los santificados espectadores que asistieron a alguna de las primeras
presentaciones de King Crimson.
Bueno, ese nivel de Knock Out Sonoro
es el que exhibe Francisco Salgado y
su agrupación en esta noche de mayo. Ahora es el turno de "Hoochie
Coochie Woman", un tema que empieza
sigiloso, y va aumentando en intensidad, mientras Bárbara Togander canta, en forma sexy y demencial, unos versos en
donde parece que su alma ha sido poseída por los espíritus de legendarios bluseros
del Mississippi. Y este segundo
tema, sin dudas, es otra composición que también cuenta con solos de una base
rítmica y armónica de alta categoría y verdad pura.
Si, alguna vez,
alguien le pregunta cómo suena "Blues Invocado", dígale: “es como
estar chapoteando en un pantano”. Un pantano bien verde, de aguas podridas, en
donde se aprecia ese embrujo de blues invocado por la armónica y el trombón de Salgado y el saxo de Pablo Moser. Un conjunto de que aquí rozó lo
indescifrable; y es que semejantes sonidos soplados desde un saxo soprano no
recuerdo haber escuchado antes… Una dupla de lujo, esta de Salgado y Moser, a los que acompañan esa máquina de tirar notas que es el
bajista Guille Roldan y el
incansable Sebastián Groshaus en la
batería. Wenchi Lazo, como casi toda
la noche, se destaca en la viola no por ser un exhibicionista de las seis
cuerdas, sino por tocar exactamente lo que le pide cada sección de los
diferentes temas, ni más ni menos.
"Klaus
Shuffle" comienza con un largo solo de armónica de Salgado, que es el preámbulo a un impromptu desbocado de todos los músicos, quienes construyen,
destruyen y vuelven a construir catedrales sónicas, sobre una base de groove
impresionante. Un gran tema que se presta para el lucimiento de todos los
músicos, en especial Wenchi Lazo,
con su guitarra filosa como navaja. Mientras que en "Trátala bien",
el necesario bis final de la noche, ese sonido potente y constante de este ensamble
de jazz-blues satánico, toca con dulzura una balada, rompiendo la música en mil
diferentes posibilidades de sonido que escapan a la imaginación más fértil,
como si estuvieran grabando un disco en vivo delante de nuestro ojos, eso que Salgado & Asociados suele hacer,
como en su primer opus registrado en Thelonius en diciembre de 2013. Una música
vivaz, en constante transformación, que tiene que ser grabada en vivo, como ya
nos explicó Francisco, en la entrevista que le hicimos alguna vez.
Pero volvamos nomás
a este bis, “Trátala bien”. Con su
apertura lánguida y melancólica, en donde los tambores se conjugan
brillantemente con el trio de vientos, se abre este tema sutil en donde Wenchi Lazo te estruja el cuore con el
conmovedor sonido de su guitarra. Con un encadenamiento de solos muy sentidos
pero sin nada de sentimentalismo al
dope, sino emoción en estado puro, que –paulatinamente- va dando paso al
lucimiento de Guillermo Roldan,
quien demuestra –una vez más- que es un
bajista preciso y con buen gusto. Al final, el tema se va como empezó, cerrando
ese perfecto círculo de sonidos, melodías y ritmos varios que nos acompañaron
en esta velada.
En resumen, llegué a Roseti pensando que en los años sesenta
de la contracultura psicodélica inglesa del Swinging London hubiéramos estado
viendo a Pink Floyd, Family o Traffic en el mítico Club UFO, y no tardé demasiado en darme cuenta
que la música contracultural, free, y
experimental está intacta en grupos porteños como Salgado & Asociados y
otros.
Curiosa noche, una
vez más, ojalá se repita…
E. A.
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