miércoles, 7 de octubre de 2015

SEIS DÉCADAS DE PELÍCULAS ROCKERAS



Rock y cine, cine y rock; una relación pecaminosa que ya tiene 60 años de duración. Si bien en los últimos años, con el advenimiento del DVD y la proliferación de la difusión online vía internet, se lanzaron todo tipo de películas rockeras muy buenas (ya sean rockumentales, documentales sobre shows o biopics), el vínculo entre estas dos artes ha tenido, con el paso de las décadas, sus altas y bajas, e hitos que cimentaron la historia.

REBELDE ME LLAMA LA GENTE
Desde los años cincuenta, la imagen como concepto ha tenido una importancia vital en la cultura rock y sus ídolos. A veces, incluso, por sobre de sus cualidades musicales. Por eso, mucho antes de que surgiera el vídeo clip, los grupos inmortalizaban sus shows mediante el rancio celuloide, o filmando películas ficcionalizadas. Sin dudas, uno de los primeros mojones de esta historia es The Blackboard Jungle (Richard Brooks, 1955), el primer intento hollywoodense por sacar tajada de este nuevo género musical. Porque, rápidamente, los productores cinematográficos y ejecutivos discográficos tomaron nota de los beneficios económicos derivados de la inclusión de artistas de moda en películas oportunistas. Así comenzó ese eslogan que decía “la película vende al disco, y éste a la película”, que tantos dividendos le ha dado a todo tipo de estrellas juveniles, desde Elvis a Sandro, pasando por los Beatles, y muchos otros. 

Pero si hay algo por lo que The Blackboard Jungle (aquí conocida como Semilla de Maldad) pasó a la historia no fue por su oportunismo comercial ni por su trama, en la que los adultos terminaban prevaleciendo sobre los rebeldes adolescentes. Esta película quedaría en el recuerdo porque en sus títulos aparecía Bill Haley interpretando “Rock Around the Clock”, una canción que provocaba desmanes en las salas cinematográficas de todo el mundo, cuando las hordas adolescentes se ponían a bailar por los pasillos, al compás de la canción, o a saltar como locos sobre las butacas. Luego, sí, aparecerían las primeras películas centradas en el rock (The Girl Can´t Help it, Rock ´n Roll Festival o Don´t Knock the Twist), cuyas tramas eran una mera excusa para ver en la pantalla grande a los nuevos ídolos de la música juvenil: el propio Bill Haley, Eddie Crochran, Gene Vincent, Alan  Freed, Little Richard y Chubby Checker, entre varios etcétera. Lamentablemente, luego llegaría la larga serie de aburridas películas protagonizadas por Elvis, hasta que aparecieron los Beatles haciendo tabla rasa, marcando un antes y un después en la forma de realizar filmes de música rock.

FABULOSOS SIXTIES
Si bien sus películas de no fueron hitos cinematográficos, los Beatles también innovaron en el séptimo arte. Por empezar, inventaron lo que podríamos llamar el falso rockumental en la cómica A Hard´s Day Night (Richard Lester, 1964). Luego se animaron a parodiar el cine de acción y espionaje de James Bond en Help! (Lester, 1965). Y también dirigieron su propia locura lisérgica -casi inventando la estética del video clip moderno- en Magical Mystery Tour (1967); para más tarde “transformarse” en dibujos animados en esa fantasía utópica e infantil intitulada Yellow Submarine (1969). Y como si esto fuera poco también terminaron registrando en fotogramas su propio proceso de resquebrajamiento grupal en Let it be (Michael Lindsay-Hogg, 1970). Sin embargo, podríamos decir que el primer rockumental en serio de la historia fue Don´t Look Back (1967), un filme del documentalista D. A. Pennebaker que mostraba la gira británica de Bob Dylan de 1965. Es más, Don´t Look Back funcionó casi como una suerte de análisis sociológico del rock como género musical. Otro de los mejores filmes de rock de los 60, a pesar de no ser tan popular como los de los Beatles, pero que se convertiría en una cinta de culto sería Head (Bob Rafelson, 1968), protagonizada por los inefables Monkees, en su mejor obra artística, lejos. Una película que, incluso, se animó a criticar en forma solapada, a partir de un guion escrito por Jack Nicholson, desde la parodia, a la industria del entretenimiento y los medios masivos –en especial, la TV- y como éstos usaban y desechaban a los artistas, exprimiéndolos. Casi casi, lo mismo que les ocurriría a los Monkees en la vida real… Desafortunadamente, el carácter surrealista y enredado de esta producción conspiraría contra su propio éxito. Finalmente, el último hito de la década maravillosa en materia de cine-rock llegaría con Gimme Shelter (Al Mayles, 1970), una película que mostraba la gira norteamericana de 1969 de los Rolling Stones, así como el desastre acontecido en el concierto gratuito de cierre, celebrado en el autódromo de Altamont, California; en donde uno de los Hell´s Angels  (motoqueros que se encargaban de la “seguridad” del evento) mató a  puñaladas a Meredith Hunter, un joven negro que había sacado una pistola en medio del show. Como se diría luego: Fue el final de una era...


LA DÉCADA DEL ROCK
En los 70 explotaría el rockumental como género, y varios de ellos se volverían clásicos. Empezando por el famoso Woodstock (Michael Wadleigh, 1970), un filme que captó el festival homónimo de agosto del 69 y que pasaría a la historia porque en sus tres horas largas de duración mostraba buena parte del imaginario musical de la época, casi una instantánea de la apoteosis y el punto culminante de la era hippie. ¿Y cómo olvidar esas presentaciones candentes de Joe Cocker, con sus interminables convulsiones; o a Santana alcanzando el paroxismo en medio de una pantalla partida; el explosivo show de The Who estrenando Tommy; o la performance mañanera de Jimi Hendrix en “Voodoo Chile”, que desembocaba en su histórica y explosiva versión del himno norteamericano?
Woodstock se volvería una película de culto y abriría el camino para que varios de los grupos de los 70 se animaran a representar sus obras mediante la filmación de shows, como sería el caso de Yes (con Yessongs, 1973) o Emerson, Lake & Palmer (Pictures at an Exhibition). Incluso Ringo Starr filmaría a T-Rex en Born to Boogie (1972), y Frank Zappa parodiaría los chiches de las giras con su  200 Motels (1971). También el naciente rock argentino tendría su propia Woodstock con Rock Hasta que se Ponga el Sol (1973), el filme de Aníbal Uset, casi el único registro audiovisual de los conciertos de esa época, junto al Adiós Sui Generis (Bebe Kamin, 1975). Sin embargo, la mejor despedida filmada del rock de esos años no sería la del dúo formado por Nito Mestre y Charly García sino la de The Band en The Last Waltz (1976), la impactante película documental de Martin Scorsese. Por otro lado, no podemos dejar de mencionar el impacto de The Song Remains the Same (Peter Clifton y Joe Massot, 1976), el filme que mostraba los conciertos dados por Led Zeppelin en el Madison Square Garden de Nueva York, durante su gira norteamericana de 1973. Esta mítica película, al igual que Woodstock, se volvería un clásico de culto entre el público rockero de nuestro país, durante aquellas viejas trasnoches de los viernes, hasta bien entrados los 80. También en los 70 grandes directores como Ken Russell se animaban a filmar películas bien rockeras como Tommy (1975, la adaptación de la ópera rock de The Who) y Litsztomania (1976), en donde aparecían actuando estrellas del género como Rick Wakeman, Ringo Starr y Roger Daltrey. Y en el final de la década llegarían otros hitos como The Kids Are Alright (1979), el documental que recorría la trayectoria de The Who; y The Great Rock & Roll Swindle (Julian Temple, 1979), que mostraba la accidentada gira final de los Sex Pistols por Estados Unidos.

I WANT MY MTV...
Durante la década del ´80, con la masificación del vídeo clip como medio audiovisual para promocionar a grupos y solistas de rock y pop, el género rockumental tuvo un retroceso. Un momento de crisis que coincidiría también con esa hilarante parodia llamada This is Spinal Tap (Bob Rainer, 1984), que retrataba a un falso grupo de rock que cumplía al pie de la letra con todos los clichés habidos y por haber de este género musical. Por eso, ¿luego de Spinal Tap, quién se podría tomar en serio la filmación de una película de rock, sin cagarse de la risa? Sin embargo, también habría lugar para buenos filmes como el de ficción “autobiográfica” de Prince, Purple Rain (1984); el documental de la gira de Duran Duran de 1984 (Sing Blue Silver) filmado por Russell Mulcahy;  o la biografía de John Lennon, Imagine (Andrew Solt, 1988); y el clásico Rattle & Hum (Phil Joanou, 1989), de U2. Sin embargo, ninguna superaría en trascendencia a Pink Floyd, The Wall (Alan Parker, 1982), la impactante versión cinematográfica del clásico álbum doble homónimo de este grupo progresivo inglés.

EL ROCK QUE ES MI FORMA DE VER…
Como decíamos al principio, el cine-rock ha tenido un renacimiento en la primera década de este nuevo siglo, con películas documentales de todo tipo de grupos y solistas, desde Oasis hasta Miguel Abuelo, pasando por las biopics de George Harrison o Luca Prodan, más la filmación de shows de los Rolling Stones (Shine a Light, Scorsese, 2008), La Renga, o el Indio Solari; e hitos como la película de Metallica (Some Kind of Monster, 2004), o los documentales basados en figuras de culto como Daniel Johnston o Lemmy Kilmister, por citar tan solo un par de ejemplos.
Sin dudas, el cine rockero es un fenómeno que crece día a día, e incluye películas de ficción, como la hilarante “biografía” de Dewey Cox (Jake Kasdan, 2007), producida por el genio de la Nueva Comedia Americana Judd Apatow. Por supuesto, también hay comedias aptas para todo público como es el caso de School of Rock (Richard Linklater, 2003), o dramas semi autobiográficos como Almost Famous (Cameron Crowe, 2000). También en el BAFICI, todos los años se estrenan grandes películas documentales de rock. Como fue el caso de Libertines: There are no Innocent Bystanders (Roger Sargent, 2010), o Joy Division (John Savage, 2007). Y es incesante la cantidad de nuevas películas rockeras que cosechan premios en los festivales más importantes del mundo, año a año.
Sin dudas, hace rato que el rock se metió en la pantalla grande -y ahora también en las pantallas de los múltiples dispositivos hogareños-, y no se piensa mover de ahí.

Emiliano Acevedo


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