domingo, 10 de marzo de 2019

Otra tarde blusera de sábado en El Samovar de Rasputín...

Jorge Luis Napoleone sobre la barra del El Samovar de Rasputín















Por: Mauro Feola

Primer sábado de Febrero. Al fin se siente el canto estridular de las chicharras y el calor al que nos tenían acostumbrados aquellas tardes del siglo pasado. Se encienden las bohemias alarmas y el llamado nos convoca desde el sur de la ciudad, sentenciando que vuelven los blues por la tarde a la República de La Boca.

En pleno Caminito, dentro de la fauna edilicia que habita su alegre berretín de corso, y mezclado con el repicar de tumbadoras que celebran el ritmo africano sobre la calle Iberlucea, encontramos El Samovar de Rasputín, una suerte de páramo, parecido a un bodegón, aunque mejor: pionero anticuario, museo, o más bien Partenón de los dioses del blues local y sus cercanos derivados.

Durante los 90 y gran parte del 2000 fue la segunda o primera casa, literalmente, de muchos artistas de culto: Pajarito Zaguri, Jorge Pinchevsky, Javier Martínez, Moris, Alejandro Medina, Norberto Napolitano, Skay, Willy Crook, Melingo, La Mississippi, los Memphis, Quique Weimann, Los Enfermeros de Charly, Los Redondos (sin el Pelado), y hasta un lugar de recorrido obligado para bluesmen como Taj Majal, James Cotton, Magic Slim, Hubert Sumlin, Tony Coleman… Sin dejar de recordar la temprana visita (1987) de Luciano Pavarotti junto al quíntuple Juan Manuel Fangio. 


Haciendo un poco de antropología blusera, nos situamos en 1970, año en que ya existía el Samovar a cargo de un anticuario ruso llamado Rasputín, personaje de La Boca, a quien el joven Jorge Luis Napo Napoleone le compró el fondo de comercio. En 1987, Napo comienza sus primeras experiencias, armando el bar en el fondo del local de clima intimista, donde tocaban entre uno o dos solistas por noche, mientras que adelante seguía manteniendo la casa de antigüedades. Pero hubo señales que signaron a este místico de urbe, blues y radio para instalar los cimientos del Samovar, ahora sí, como la catedral del blues en los 90. Hasta que, evocando las palabras de sus amigos, decide final y felizmente avanzar con el inicio de uno de los estandartes del blues, lo que llamamos entre sus feligreses, La Catedral.

Napo junto a Keith Richards en la Rock And Pop donde hacía su columna de blues

La histórica primera fecha del Samovar fue un jueves (Napo sabe que inventó los Jueves de Rocanrol en vivo cuando éstos no existían) bautizada Banquete de Blues, en donde zaparon Pappo junto a Emilio Villanueva (Memphis La Blusera) y León Vanella (Dulces 16). Como se puede ver en la imagen, también se encontraba Black Amaya, que no pudo tocar ya que esa noche no llegó la batería prometida.



LA NUEVA GENERACIÓN

Esta vez nos convoca una jam en medio de Caminito, donde tantas veces hemos visto a Napo ejercer otra de sus destrezas: la gastronomía. Blues, bebidas y morfi no van a faltar. Cerveza tirada y, en su mayoría, sofisticados sanguches con opción vegetariana, junto al flamante y bien ponderado, hace ya 3 años y contando, MMLPQTP. Verdadera declaración de principios.

Napo y su última creación

El horario de las 16 horas es ideal y se lo puede considerar de dos formas. La salida familiar/turística o la previa extra-large para los más resistentes. En esta suerte de tercer renacimiento y para amenizar la velada, comenzó a tocar Fernando Gatillo Ortega (elegido por Sandro para cantar en Los de Fuego y que también compartió escenarios con Moris, Martínez, Pajarito Zaguri, Willy Crook y Charly García ) con Gatillo y los Fáciles, secundado por los bajistas Diego Piraña Arnal y Patricio Furfori, tocando clásicos del blues y el rock and roll, para luego dar paso a diferentes artistas como La Dock Rock Band, a cargo de Adriana Velázquez y Hugo Kamocha, haciendo “29 Ways (Coco Taylor), “Stop Messin’ Around” (Fleetwood Mac) o “Bobby McGee” (Janis Joplin); los cantantes Juan Adrián BogadoMarcelo Coco Basile cantando “El Viejo” (Pappo).
Para ir cerrando, y a pedido de la fervorosa hinchada, el emblemático parrillero se subió al escenario, era Napo tocando temas como “Sniff Blues/Nunca Haberte Amado” (Alejandro Medina) “La Flaca” (Pau Donés) y “Chamuyando los Blues” (de Pajarito Zaguri), entre otros gloriosos clásicos.



Es una gran emoción volver a un lugar tan típico, característico e histórico. Vaya desde aquí nuestra invitación a participar de esta posibilidad que se abre nuevamente en el barrio y encontrarnos con el blues y el rock en estado natural, en manos de los grandes artistas que han pasado y seguirán pasando, todos los sábados y domingos a partir de las 16:30 horas, siempre y cuando Boca no juegue de local…
La dirección es: Del Valle Iberlucea 1251 y es gratis.

Quiero cerrar con las palabras más acertadas, emotivas y autorizadas que el querido amigo Alejandro García de UNDER BLUES, (director de cine en 12N, Una película de Blues, fotógrafo y presentador oficial de los festivales más importantes y australes de blues, nacionales e internacionales) explayó sobre este día, con sentimiento genuino de la hermandad blusera en el siguiente manifiesto:

VOLVER A CASA

Sus paredes guardan los secretos de otros tiempos y dan cobijo a las almas de los amigos que ya no están. En mi corazón todavía resuena la voz ronca de Adrián cuando decía ¨A dónde van los hombres solos, los hombres tristes, los desesperados, para no morirse, para no aburrirse… Al Samovaaar¨.
Gardel decía que veinte años no es nada, pero volver a entrar, después de dos décadas, fue demasiado intenso, fue un sentimiento difícil de explicar.
No es fácil encontrar la palabra exacta para describirte esa sensación, mezcla de alegría y de tristeza, de libertad y de pasión. Por sus baldosas caminaron los más grandes, fundidos y confundidos en una amalgama con los ignotos parroquianos que pasábamos las noches acompañando cada canción, con aplausos y aullidos de alegría incontenible.
Fue abrir los ojos y encontrarse con amigos de sienes platinadas por el tiempo y caras con arrugas que la vida te dibuja. Fue abrir el corazón y verlos cantar al Pájaro y a Pinchevsky haciendo lagrimear a su violín. Fue verlos al gordo Emilio soplar nuevamente su caño y a Adrián canturreando unos versos. Fue verlos al Carpo tocando sentado en una silla y a Claudito Rodríguez acompañando. Fue verlos a Anetta golpeando la bata y a Mona con su voz de terciopelo.
¿Cómo te explico el sentimiento de ver al Napo dedicarle un tema a Zaguri?
¿Cómo te explico el sentimiento y la sensación de volver a casa, después de tanto tiempo? A esa casa en donde todos éramos familia y estábamos juntos, no había ricos, ni pobres. Volver a saludar a Alexandra, a Silvina, a Gatillo y a los otros, que como hermanos de la vida, fuimos recalando entre sus cuatro paredes, como refugiados del destino.
Sigo sin encontrar la palabra exacta para describirte ese sentimiento y te digo que hay que ser muy guapo para no llorar con tantos recuerdos, con tantas pasiones. Y yo, que no soy guapo, así nomás de disimulado, me sequé un par de lágrimas que se me escaparon sin aviso. Esas lágrimas que se te piantan cuando el alma está plena.
El Samo abrió sus puertas y de a poquito todos volvimos a esa casa que nos abrigó en las noches de invierno.
Y ahora sí, mi querida lectora, mi querido lector, pude al fin encontrar la palabra justa para describirte ese sentimiento. Ese sentimiento se llama BLUES!!!



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