domingo, 9 de diciembre de 2018

TROVA, el sello que amamos (entrevista con Alfredo Radoszynski)



En el periodo 1967 – 1975, Trova fue el primer sello independiente argentino y editó a músicos de altísimo nivel de varios géneros: Vinicius de Moraes, Toquinho y María Creuza, Astor Piazzolla, Les Luthiers, Enrique “El Mono” Villegas, Gilbert Bécaud, Chico Novarro, El Cuarteto Zupay, Susana Rinaldi, Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle, Litto Nebbia, Pedro y Pablo, Aquelarre, y Roque Narvaja, entre varios etcéteras.

Justamente, para conocer de cerca la historia de Trova, en el año 2013 nos contactamos con su fundador, el productor Alfredo Radoszynski (1926-2017). Seguramente, no son pocos los que disfrutaron de su extensa labor como divulgador cultural, y saben que además fue uno de los argentinos que mejor conocieron al gran Vinicius de Moraes. Todavía recuerdo varios de los retratos que estaban colgados en las paredes de su departamento de Balvanera que hablaban de la amistad que unió a estos dos hombres y dio origen a una sociedad musical-discográfica legendaria. Y ese disco de tapa negra llamado Vinicius de Moraes en La Fusa (con María Creuza y Toquinho) recorrió el mundo, recreando el ambiente de café concert que reinaba en ese ya desaparecido boliche íntimo de Barrio Norte para 100 personas.


Con el correr de los años, la leyenda del querido sello Trova ha ido creciendo, convirtiéndose en sinónimo de alta calidad artística. Por eso quisimos recordar su historia junto al inolvidable Rado en aquella mañana otoñal de 2013. Esa enriquecedora charla es la que dio origen a esta entrevista que hoy les presentamos.

¡Gracias por tanta magia, Alfredo!

ENTREVISTA> ¿Desde cuándo le viene su pasión por la música?
Desde chico lo que más me interesa en la vida es la música. Mi padre era polaco, y siempre que se reunía con sus amigos a comer en mi casa, terminaban siempre cantando. Mi padre era un enamorado del arte, el teatro y la música, desde muy joven en Varsovia; y cuando vino a la Argentina, siempre buscó actuar en algún teatro de la colectividad judía. Todo ese ambiente supongo que influyó bastante en mí. Porque siempre hubo canto y música en mi casa, desde que yo era un niño. Además, la música judía es muy linda. Ya en el secundario estudiaba con la radio prendida, escuchando jazz. En esa época, a través de un amigo, empecé a escuchar cosas nuevas del jazz, y eso me enriqueció mucho. Luego, en Radio Municipal empecé a tener un programa dedicado al jazz. Yo trabajaba de otra cosa, el programa lo hacía por amor a la música, por placer. Ese fue el primero de muchos programas que hice en mi vida, porque para mí, la radio es un medio de comunicación único, mágico.

¿Cómo fue su ingreso a la industria discográfica?
No me acuerdo bien. Creo que un colega me habló de hacer un sello discográfico. Entonces empecé a buscar entre familiares, colegas y conocidos, a ver quién me podría ayudar a hacerlo realidad. Me terminó convenciendo mi psicoanalista, y entre varios amigos y conocidos –más de treinta personas- que me ayudaron financieramente, pudimos alquilar una oficina en la calle Corrientes. Al principio conseguimos un par de licencias en Estados Unidos, para editar material de música popular y música clásica. Poco a poco, fuimos creciendo y así surgió la posibilidad de contratar a algún artista. La primera grabación fue con Donna Caroll, que no tenía sello entonces. A mí me gustaba mucho como cantaba y la contraté para grabar un disco. De a poco empezaron a aparecer artistas que querían que los contratáramos, porque venían de malas experiencias en otras compañías más grandes. Así empezamos a hacer cosas y a llamar la atención dentro del ambiente discográfico. Entonces, un operador de radio me sugirió que fuera a Brasil, a ver la movida de allá, porque por entonces la música popular brasileña aun no era muy conocida en Argentina. Ese muchacho tenía contactos con gente de allá y así que fuimos a Brasil. Allá conocí gente que me enseñó mucho de la industria discográfica, y además conseguimos algunas licencias para sacar artistas brasileños. Acá nadie nos tenía fe, pensaban que nos íbamos a fundir por meternos con la música brasileña, porque nadie creía que eso podría venderse bien en Argentina. La cuestión fue que nos empezó a ir bien, no voy a decir que vendían millones de discos, pero vendían lo suficiente como para que nos fuésemos desarrollando como compañía. Más tarde fui a Europa, y conseguí licencias de sellos europeos también. Así fuimos creciendo.

¿Por qué se llamaba Trova el sello? ¿A quién se le ocurrió ese nombre?
Yo creo que fue en una charla que tuve con un psicoanalista. Hablando, nos surgió la palabra, luego de estar hablando de trovadores… Trovadores, Trova. Así quedó. Porque tenía que ver con la música: Trova Industrias Musicales Sociedad Anónima. El sello finalmente se estableció cuando nos mudamos a las oficinas de la calle Cangallo.

UN DISCO INOLVIDABLE

Curiosamente, uno de los mejores y más exitosos álbumes de la bossa nova no fue grabado en Brasil, sino en Buenos Aires. Se llama Vinicius de Moraes en “La Fusa”, y aunque –en realidad- fuera registrado en los Estudios ION, recrea los conciertos del mítico poeta, ex diplomático y bon vivant carioca, que tuvieron lugar en un local desaparecido de Callao y Santa Fe, a principios de los 70. Sí, es ese mismo disco de tapa negra en donde Vinicius aparece acompañado por el guitarrista Toquinho y la cantante María Creuza, entonces dos jóvenes promesas de la música popular brasileña, quienes también participaron de esta grabación. Una obra que continuamente es reeditada en todo el mundo, y que, 48 años después, aún sigue vendiendo copias hasta en Japón. Sin embargo, la historia de este clásico empezó casi de casualidad…

La amistad de Vinicius y Radoszynski nació una noche de 1968, durante la primera visita del brasileño a Buenos Aires: “Fue en una cena en la que estaban invitados también varios de los jugadores del Santos –entre ellos, Pelé-, que habían venido a jugar un amistoso con River”, recordaba Alfredo.

Y vaya que le cambió la vida ese encuentro con De Moraes. A partir de allí, cada vez que Vinicius venía a Buenos Aires, o Radoszynski visitaba Rio de Janeiro, ambos eran inseparables. Incluso, sus mujeres eran amigas entre sí. Como la fama del compositor fue creciendo, paulatinamente, con cada una de sus visitas a la Argentina, a su amigo se le ocurrió grabar uno de esos mágicos conciertos: “Yo siempre lo iba a ver en La Fusa, en donde actuaba con María Creuza y Toquinho. Así que les propuse grabar un disco y aceptaron”. Sin embargo, unos cuatro días antes de la grabación, Vinícius fue a visitar la oficina del dueño de Trova, y le dijo: “Alfredo, ¿estás seguro de que querés grabar conmigo?”. Radoszinski le respondió que sin duda alguna, además de que ya tenía reservado el estudio de grabación. “Pero yo no soy un vendedor de discos”, le contestó De Moraes. Y era cierto, porque Vinicius aún no había grabado un álbum en su país, y tampoco era un cantante, tan solo un personaje que en el escenario se sentaba con un micrófono en la mano, detrás de una mesa, junto a su  botella de whisky, su vaso y los hielos. Pero abría la boca tan solo para decir un poema o cantar, y todo el mundo lo miraba fascinado. Ese carisma innato fue lo que impulsó a Radoszinski, a pesar del temor de su amigo: “Porque él dudaba de que fuera a resultar, y no quería que yo perdiera plata. Al final fue un disco que se vendió por todo el mundo y tuvo mucho éxito”.

Este disco inmortal se grabó en 1970, en los estudios ION, luego de que los músicos venían de tocar en La Fusa: “Se grabó durante dos noches, desde las doce de la noche hasta las ocho de la mañana. Habíamos intentado grabarlo en vivo, pero no se pudo por la acústica del lugar, así que lo tuvimos que hacer en el estudio. Sin embargo, para recrear el clima intimista del local, invité a treinta personas, quienes participaron de la grabación haciendo palmas o hablando.” Tal fue la magia de esas dos noches extenuantes, que varios de los asistentes, al otro día ni fueron a trabajar. Por supuesto, la mayoría de los temas se hizo en primera toma, dando cuenta de la habitual espontaneidad de los shows de estos artistas de la bossa nova: “Lo de Vinicius fue facilísimo, porque había un clima increíble. Los músicos argentinos se volvían locos con Vinicius, querían grabar siempre con él. Mike Ribas, mi director musical se encargó de organizar la grabación, y salió todo bárbaro. Fue una noche maravillosa. Muy de cantar, reírse y aplaudir. Yo no recuerdo un clima parecido. Esa noche nadie se fue a dormir.”

La grabación fue inédita, porque además de la presencia del público, había comida y bebidas varias: “Ojalá se hubiera filmado, fue fantástico, algo que nunca volví a vivir en una grabación. A los artistas les encantaba grabar así, con la gente tan cerca. Nosotros registramos esa noche todo el repertorio que tenían en la Fusa. Tan solo, cuando había un error se repetía la interpretación, para que salga bien.”


Como el disco fue tan exitoso, al año siguiente se grabó otro: Vinicius + Bethania + Toquinho en Mar del Plata. En esta segunda producción, como María Creuza estaba embarazada y no pudo venir, fue reemplazada por María Bethania.

Por supuesto, ambos discos cimentaron la relación de Radoszynski con María Creuza y Toquinho: “María es como una hija para mí. Siempre viene a visitarme, cuando anda por acá, o me llama por teléfono. Yo me di el gustazo de que grabara para Trova, y también en ION, Voce Abusou, uno de sus mayores éxitos. Al final, grabamos dos discos con ella.”

¿Cómo era Vinicius?
Era un gran conversador, sabía de todos los temas. Fue un ser que amaba la vida profundamente, que a todo el mundo caía bien. Sin dudas, Vinicius fue la mejor persona que pude haber conocido en mi vida.

EL SELLO QUE ACOMPAÑÓ UNA EXPLOSIÓN MÚSICO-CULTURAL

Otro gran álbum de Trova fue el que grabó Susana Rinaldi…
Sí, y fue curioso, porque ella era actriz, y me vino a buscar porque quería grabar un disco. Yo no estaba convencido, porque recién empezaba a cantar y aun no era afinada. Es decir, yo no le veía condiciones, pero el empeño que puso y su promesa de estudiar canto y perfeccionarse, fue lo que me terminó convenciendo. Yo pensé que tenía que grabarla, porque le vi tanta decisión y empuje como nunca le vi a nadie. Y así resultó, así que no me equivoqué. Hicimos dos o tres discos con ella, muy buenos. Desde siempre, en Trova se buscó grabar producciones de calidad. Se privilegiaba la calidad por sobre lo comercial, y los discos con Susana no fueron la excepción.

¿Y cómo se le ocurrió apostar por Les Luthiers, para que grabasen discos?
Ahhh, esa fue una historia de aquellas. Yo los conocía desde antes. La primera vez que los vi me morí de placer, pero aún no se me había ocurrido grabarlos. Luego de un tiempo, me vino a ver Carlitos Núñez Cortes, y me contó que habían empezado a grabar un disco con una compañía, pero que no les gustaba el trato y como estaban yendo las cosas ahí, así que me ofreció el material para que lo editara Trova. Luego de un tiempo, vimos como podíamos recrear ese material en el estudio y fuimos a grabarlo. Fue una emoción grabar con Les Luthiers, ya en ese momento eran geniales. A los técnicos de grabación los volvían locos con sus cosas. Todavía me acuerdo de la primera vez que escuchamos ese primer álbum ya terminado, previo a mandarlo a la fábrica, y de la emoción que teníamos todos por haber podido llevar al disco la magia del grupo.

¿Cómo se animó a apostar por los artistas del rock?
El acercamiento al rock por parte de Trova se dio en forma natural, de a poco se fueron acercando varios músicos de ese género que querían grabar con nosotros, y a mí me gustó mucho el entusiasmo que mostraban. Incluso, hasta me vino a ver Spinetta, porque quería grabar en Trova. Lamentablemente no se pudo hacer porque él aún tenía contrato con otra compañía. Yo sentí que había algo en ellos que podía llamar la atención. No sentí que iba a ser un golazo y que íbamos a vender un montón de discos y llenarnos de guita, pero tampoco pensé que iba a ser un fracaso. Por eso, tanto ellos como nosotros estábamos muy conformes, porque eran discos que estaban llenos de gracia y de música. En lo que respecta al rock como género musical, muchas cosas no me gustaban, pero otras sí; por eso grabé a los artistas que sí me gustaban. Yo no era un gran amante del rock, era más amante del jazz, pero me animé a hacerlo. Si la música estaba bien, las letras tenían algún sentido, ¿por qué no grabarlo? Me podría haber equivocado, pero siempre fui un tipo que se tiraba a la pileta.


¿No tuvo problemas con las letras incluidas en los discos de Roque Narvaja (Octubre) y el de Pedro y Pablo (Conesa)?
Roque Narvaja fue uno de los primeros que grabé. El me preguntó por las letras, y yo le dije: “Mirá, yo grabo lo que vos tenés”. Yo no tenía idea de las letras politizadas, porque no había escuchado ese tipo de rock, pero ya lo conocía porque venía de grabar con La Joven Guardia. Pero no pasó nada, por suerte no tuvimos ningún problema. Mirá que Pedro y Pablo se mandaban sus frases, ¿eh? Yo estaba medio preocupado, pero, o no se dieron cuenta o no le dieron bola a las letras. No hubo ningún disco prohibido. Yo tuve muy buena relación con los artistas de rock, tanto es así que Miguel Cantilo me llamaba “Papá Rado”, por Radoszynski. Porque los trataba bien. Eso fue lo que siempre me dijeron: “Radoszynski nunca nos jodió”.

¿A quién se le ocurrió grabar el disco de café concert de Gasalla y Perciavalle?
Se me ocurrió a mí. Ellos mismos no sabían cómo hacerlo, me volvieron loco. Pero mi idea era clara: que ellos hicieran en el disco lo mismo que hacían en el café concert. Convoqué un público de quince o veinte personas, y lo hicimos en el estudio, como si estuvieran actuando. Como se grababa de tarde, llamamos a todas las mujeres que pudimos, porque los maridos estaban trabajando a esa hora. Ellos empezaron y toda esa platea femenina que teníamos se cagó de risa. Al principio, estaban fríos, porque no es lo mismo actuar para un público de 100 personas que para 20, y en un estudio cerrado de grabación. Pero, lentamente, fueron calentándose y entraron en sintonía con el público y los técnicos, y yo dije: “Acá está el disco”.

¿Cómo fue el trato con Piazzolla?
Él estaba grabando en una compañía grande y un día vino a verme con Horacio Ferrer, y me preguntó si quería grabar con él. Aunque ya tenía contrato con Philips, los mandó a la mierda porque quería grabar en Trova, ya que no estaba de acuerdo con el trato que le daban. Aconsejado por un abogado, Piazzolla empezó a grabar conmigo, en el más estricto silencio, porque aún le quedaban cuatro meses de contrato con Philips. Así empezamos y lo editamos cuando se venció ese contrato. Luego hicimos uno o dos discos más juntos.

Radoszynski junto a Astor y Vinicius

El del Quinteto…
Sí. Trabajando juntos lo fui conociendo mejor y me di cuenta de que era un tipo que estaba totalmente metido en la música. Una vez en un ensayo, el pianista le dijo que no le daban los dedos para tocar una parte de la música que había escrito Astor. Y Piazzolla le contestó: “Mire, tóquelo con codo, con el culo; quiero que suene eso que yo escribí ahí”. A mí se me cayeron las lágrimas en ese momento, emocionado con ese genio, pensando en lo gran músico que era. A pesar de lo loco que era, de todo lo que se le podía acusar, era un músico extraordinario. La música era lo principal para él.

¿Y en el estudio?
Magnifico. Grababa espléndidamente bien. Lo hacía en una toma y quedaba fenómeno. Mire, una vez, cuando estaba grabando la operita María de Buenos Aires, Piazzolla me hizo llorar. Nos hizo llorar de la emoción al técnico, Osvaldo Acedo, y a mí. Por eso, cuando vino a escuchar lo que había grabado, tuvimos que salir del control y lo dejamos solo, porque no queríamos que nos viera llorar. Piazzolla nunca supo porque lo dejamos solo en ese momento.

¿Por qué se terminó Trova?
Porque, en un momento dado, hacía falta capital y entró en la sociedad gente que quiso imponer sus ideas, pero yo no estaba de acuerdo. Yo creo que querían quedarse con la compañía y apartarme a mí. Justo había viajado a Europa y cuando volví vi muchos cambios. Sin consultarme pusieron gente a cargo, e hicieron todo lo posible para que yo me fuera. Me hicieron llorar bastante, pasé una época de mierda, hasta que llegué a un acuerdo y me fui. Viví varios años en el exterior. Ellos, más tarde, se dieron cuenta del error que habían cometido. Después, con el tiempo, volví a la sociedad, cuando le pudimos comprar la mitad al que me había echado. Ese era un abogado muy importante y se había cansado de todos los asuntos de la música, así que nos vendió su parte. Ahora nosotros tenemos una mitad del catálogo, y el material que tenemos lo vendemos a través de un distribuidor. Lo vendemos en Brasil, y ellos nos dan un sello para vender acá. También vendemos en España. También algunos discos de Trova se venden en Japón. Los discos de Trova siguen vigentes. En lo personal, estoy orgulloso de mí mismo, porque siento que he hecho un buen trabajo.

Emiliano Acevedo


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