Compositor
y guitarrero, la vida de Gringui
Herrera es un culto al trabajo y el sacrificio. Son casi 50 años
de carrera en la ruta del rock. Tocó con varios de los mejores artistas de la música
popular argentina y él mismo es un músico prolifero, versátil y constante,
lleno de historias y anécdotas. Algunas de ellas están en esta nota…
ENTREVISTA> ¿Empezaste haciendo folklore cuando eras chico?
Claro.
Cuando empecé a tocar iba a tercer grado de la primaria y apareció un profesor
de guitarra en la escuela en donde yo cumplía doble escolaridad, y empezamos a
practicar ahí música. Al principio éramos quince alumnos, la segunda clase éramos
menos y después terminamos tocando tres, a los que el profesor nos enseñó
folklore, zambas, chacareras, etc.; para tocar en los actos escolares. Desde
esa época conozco los ritmos de la música folclórica argentina. Después fui
recorriendo los caminos de otras músicas como Creedence, los Beatles,
y otros grupos que fui descubriendo por la influencia de mi hermano mayor. Empecé
a frecuentar gente que le gustaba el rock y así fui haciendo mi estructura
musical.
En los 70 tuviste un grupo llamado Carolina, ¿tocaban rock tipo Rolling Stones?
Sí,
era una banda de rocanrol nacional con letras en español con gente que les
gustaba mucho los Rolling Stones, y hacíamos
ensayos en el barrio de Floresta. Así nos presentamos en algunos teatros de la época:
en el Teatro Del Carmen, en el Teatro Estrellas, etc. Éramos una banda under,
no fuimos muy conocidos. Pero era una muy buena banda, yo era un poco más chico
que los otros integrantes. Eran todos pibes de 22, 23 años y yo tenía 15 nomás.
Mirando
revistas de la época como la Roll de 1977, nombran bastante a Carolina, como
una de las nuevas promesas del rock…
Claro,
incluso nos hicieron notas en Expreso Imaginario,
en la Pelo, y demás. Era una linda
banda pero nos disolvimos, porque era la época de la Dictadura y era muy difícil
salir a tocar. Después hice un viaje con el bajista a España en donde seguimos
con el proyecto. Grabamos algo allá, en donde también era muy difícil progresar.
Fue una banda muy linda.
Y luego volviste a Argentina en 1980 y te enganchás con Andrés Calamaro a tocar y componer, ¿no?
Sí,
totalmente. En realidad, a Andrés lo
conocí en la secundaria en 1978. Luego, en el 79 viajé a España y él viajó a
Estados Unidos. En el 80 nos reencontramos en Buenos Aires y empezamos a
conectarnos para hacer música y así armar nuestros primeros temas juntos. Los
cuales, algunos estuvieron en los primeros discos de Los Abuelos de la Nada, como “Así es el calor”, “En línea” o “Tristeza
de la ciudad”. Eran temas que nosotros grabábamos juntos en un estudio. Andrés
tocaba teclado y batería y yo bajo y guitarras. Hacíamos sobregrabaciones los
dos juntos. Así empezamos a darnos a conocer en el ambiente musical. A los músicos
les empezó a gustar lo que hacíamos y eso derivó en que a Andrés lo llamaran de
Los Abuelos y yo también empecé a trabajar con algún que otro artista. Nuestro sueño
era tocar y poder vivir de la música y así lo empezamos a hacer. Valió la pena
el esfuerzo.
¿”Fabio Zerpa…”, el tema del primer disco solista de Andrés [Hotel Calamaro, 1984], es de esa primera época?
Sí,
“Fabio Zerpa tiene razón” es de esa primera camada de temas que hicimos en el
80. Después, Andrés los lleva a su primer disco solista en donde los grabó con Charly, en donde él hizo un arreglo
nuevo. Es una canción que tengo ganas de hacer de nuevo con la formación actual
de Los Abuelos, en dónde estoy tocando junto a Gato Azul, el hijo de Miguel
Abuelo. Me gustaría volver a grabarlo con nuestra impronta actual. Es un
lindo tema.
¿Cómo
era el proceso de composición con Andrés?
Los
hacíamos entre los dos. Por ahí, yo tenía más ideas musicales y de melodías y después
nos encontrábamos en su casa y entre los dos armábamos las letras de las
canciones. Andrés también aportaba arreglos musicales y así iban saliendo las
canciones. Siempre fue muy ameno el proceso de composición. Hacíamos un buen
equipo y componíamos los temas con bastante facilidad. Luego los grabamos y
algunos temas fueron bastante conocidos. Algunos me siguen dando de comer…
[risas]
Tu hit de la época fue “Tristeza de la ciudad”…
Ese
fue un tema que hice solo y forma parte de esa época de composiciones.
¿Cómo lo hiciste?
Inspirado
por la música de Bob Marley, al que
venía escuchando mucho desde mi época en España. Escuchaba bastante reggae y The Police y así salió. Me inspiró la
vivencia de un día gris, de lluvia y de frío, tomándome un bondi en Chacarita
con la gente. Así me salió la letra y llegué a casa y lo saqué en cinco minutos
porque ya lo tenía en la cabeza. Se conjugó la letra con la parte musical. Está
bastante explicito cual era el feeling
que se vivía en el país en ese momento.
Eso fue en el año 80, ¿no?
Sí,
por ahí.
“Así
es el calor” también es un temazo…
Ese
fue el primero que hice con Andrés. Todavía lo toco con Los Abuelos en vivo. Es
un tema que gusta mucho, que la gente lo conoce y siempre es un placer tocarlo.
Es un rocanrol bueno, potente y que la gente disfruta mucho. La letra del tema
la hicimos entre los dos.
”En línea” también es de esa época, ¿no?
Sí,
totalmente. Eran todas ideas que yo llevaba de mi casa a la casa de Andrés en
Palermo y ahí las resolvíamos. Ese es otro tema que tengo ganas de volver a
hacerlo. “Levantando temperatura” también, me gustaría hacerle una versión nueva
más parecida a como era el tema originalmente, que era un rocanrol.
“La vi comprándose un sostén” y “Amor iraní” también son de esos años…
Sí,
son temas que están en el recuerdo. Eran parte de las primeras grabaciones de
la Elmer´s Band, que formábamos Andrés
y yo a principios de los 80. El nombre vino porque yo le había contado a él que
acá en mi barrio había un loco que se llamaba Elmer, un tipo que estaba de la
nuca, entonces quedó la Elmer´s Band.
¿Y cómo llegaste a tu disco solista en 1984?
Eso
surgió porque pasaba mucho tiempo junto a Cachorro
López y Andrés, componiendo canciones, y pintó la posibilidad de hacer mi
disco solista en el sello Interdisc de Pelo
Aprile. Al principio lo iba a hacer con Cachorro, pero él viajó y lo
terminé haciendo solo. Si bien no logré todo lo que habría querido, fue una
linda grabación que me dejó lindos recuerdos. Me gustaría retomarla. Pero no
creo que pueda porque las cintas que se usaron para grabarlo eran cintas
usadas. En esa época no había tantas posibilidades de grabar de la mejor
manera.
Ahí, al toque, te sumás a Los Abuelos en lugar de Gustavo Bazterrica…
Claro.
Una vez había salido a andar en bicicleta y cuando volví mi mamá me dijo que
había llamado Cachorro diciendo si no podía ir a hacer un show ese mismo día. Ese
fue el primer show que hice con Los Abuelos en el conurbano. Empecé a tocar con
ellos y después vino lo del Teatro Opera que quedó plasmado en el disco en
vivo.
Sí, una presentación a todo trapo con ustedes maquillados y demás…
Sí,
tal cual. Muy Culture Club… [risas]
Fue muy divertido.
¿Cómo
era trabajar con Miguel Abuelo?
Miguel
era un tipo muy creativo, jodón y alegre; pero también tenía un carácter fuerte
que era difícil de sobrellevar. De cualquier forma, nadie es perfecto y, dentro
de todo, era una persona bastante accesible. Me acuerdo también de las visitas
que hacía a su casa en esa época y estaba con él y con Gato Azul, su hijo, que
en ese momento tendría 10 años. Así que a Gato lo quiero como si fuera un hijo.
Eso está latente.
Después te sumaste a la banda de Calamaro solista, ¿no?
Sí,
grabamos algunas cositas. No nos iba tan bien con el tema de los shows porque
venía dura la mano. Todo cuesta mucho, la vida del músico no es un lecho de
rosas, pero cuando hacés tu vocación, lo que te gusta, es maravilloso. Hay lindos
recuerdos de muchas giras, mucho sacrificio, muchas horas de grabación, hicimos
lo mejor que pudimos…
Yo
soy fanático de esa época de Calamaro. ¿Podríamos hablar un poco de esos temas
que hicieron juntos, como “Miro por la ventana” o “Por mirarte”?
Bueno,
“Miro por la ventana” forma parte de la primera camada de temas que hicimos
juntos, a principio de los 80, en la casa de Andrés en la calle Las Heras, en
un piano que tenía que era más grande que su habitación... En cambio, “Por
mirarte” surgió mucho después durante proyecto de una película que iba a hacer un
amigo de Andrés, que creo que se llama Octavio. Hicimos una grabación piloto del
tema en un estudio chiquito. Yo tenía la música y la completamos juntos, ahí sí
Andrés hizo casi toda la letra. En esa época, algunas cosas salían así, sobre
la marcha, otros eran temas que ya teníamos.
¿Y “Lamiendo un hueso”?
Es
más un tema de Calamaro, en dónde yo lo acompañé. Él tenía la letra y yo lo
ayudé a terminar la canción.
Después, en el 89, llega el disco Nadie sale vivo de aquí que es una gloria…
Estaba
bueno ese álbum. Ahí ya participa Ariel
Rot. Con él congeniamos muy bien, tuvimos muy buen feeling, nos complementábamos muy bien. Una época muy linda, con
horas y horas de grabación y mucha dedicación por amor a la música.
En ese disco de Andrés tenés varios temas: “Señoritas”, “Con la soga al cuello”, “No me vuelvas la espalda por eso” y “Ni hablar”.
Eran
todas cosas, grabaciones que iban saliendo. Andrés era un pibe que tenía el
bocho bastante abierto. Yo aportaba ideas musicales que lo ayudaban a terminar
letras que él escribía y no tenían música. Algunos son zapadas, como “Señoritas”,
a las que le dimos forma ahí en el momento. “No me vuelvas la espalda por eso” también,
aunque venía de ese proyecto anterior de la película, junto a “Por mirarte”.
Después
que Andrés se va a España, ¿con quién tocaste?
Con
Nito Mestre, Man Ray, también algunos shows con León Gieco, en los que reemplacé al Gordo [Eduardo] Rogatti.
Luego llega lo de Fito Páez…
Sí,
me llamó e hice la última parte de la gira de El amor después del amor, luego todo el proyecto Circo Beat, también participando de la grabación
del disco en un par de temas; siempre siguiendo rigurosamente las indicaciones del
maestro Fito Páez.
¿Es complicado para laburar? ¿Es muy rígido?
No,
no, pero es un tipo que es muy exigente y capaz. Es de la escuela de García, en
donde ya está estipulado lo que va a tocar cada uno, ya está todo previamente
pautado. Es impresionante, yo aprendí un montón laburando con Fito. Pero hay
que bancársela, y hay gente que no se la bancaba. Hay gente que él convocó y se
fueron dando un portazo porque tenés que adaptarte a esa manera de laburar que
no es tan fácil.
¿Fito fue el tipo más exigente de todos los que laburaste?
Sí,
creo que fue el más exigente. Con otros, por ejemplo con Alejandro Lerner siento que tengo más libertades, si bien hay cosas
que están estipuladas, yo tengo bastante libertad para tocar. Con Fito, en
cambio, tenía que hacer ciertas cosas y no salirme de ahí.
Después volviste a tocar con Calamaro, en la época de Honestidad brutal…
Totalmente.
El último día de la gira con Fito me encontré con Andrés en Rosario en una estación
de servicio. Él había venido de invitado de Fito a sus últimos shows y me
propuso volver a tocar juntos. Ahí empezamos a hacer el proyecto de gira de Alta suciedad. Hicimos esa gira, que fue
un poco caótica, y después empezamos con la composición “violenta y precoz” de Honestidad brutal. Empezaron a salir
muchas canciones, muchas lindas y otras no tanto, con amor por la música…
Vos
tenés temas en Honestidad brutal y El Salmón…
Sí,
“Output - Input” es de El Salmón. Ese
fue un riff que se me ocurrió a mí viniendo de mi casa en Ramos Mejía en mi
Ford Fairlane. Cuando llegué a la casa de Andrés en la Recoleta, lo terminamos
al toque. Gran tema.
En esa época estaba mucho el Cuino Scornik aportando sus letras…
Claro,
él es un amigazo y también participó de la parte de la letra de ese tema que
abre el disco.
Una época caótica pero muy productiva…
Exactamente.
Pero caótica mal.
Después de eso, ¿qué hiciste?
Yo
quedé medio colgado, porque nadie me dijo que no íbamos a laburar más. Me enojé
un poco, no más de lo normal, y después que tuve mi segundo hijo empecé a
componer una serie de canciones y lo fui a ver a Cachorro a mostrárselas porque
él ya estaba trabajando de productor. Él me dijo que no sabía muy bien qué
hacer con eso, porque ya estaba todo armado… Pero él justo estaba grabando un
disco de Lerner y me invitó a grabar un tema, que se llama “Animales de
costumbres”. Ahí hablé con Alejandro, al que conocía hacía más de veinte años y
nos reencontramos y ahí empecé a trabajar con él. Así recuperé mi laburo de músico.
Ahora ya hace 22 años que estoy tocando con Alejandro.
¿Cuáles son tus influencias como guitarrista?
Yo
no le doy mucha bola a los efectos. Me gusta mucho escuchar a Johnny Winter, Pappo, Rory Gallagher, John
Mayall, los Beatles, Deep Purple,
El Dúo Salteño… Todas influencias
muy variadas en lo estilístico.
¿Cuáles
son tus violas preferidas?
La
Stratocaster, la primera que tuve y después me gusta mucho la Gibson SG que es
la que uso ahora. La Les Paul también me gusta, pero la SG es un poco más
liviana y versátil, en mi opinión. También me gusta mucho la [Gibson] 335, pero
son guitarras que son muy delicadas para andar de gira porque son de madera
hueca y son fáciles de romper.
Tenemos una pregunta vicio que te quiero hacer a vos: ¿Qué tema de otro autor te hubiera gustado componer a vos?
“Umbral”
de Spinetta. Me encanta, es uno de
los temas que más me gusta. Hay muchos temas del rock argentino muy buenos como
“Solo se trata de vivir” de Litto Nebbia,
“Rasguña las piedras” de Charly García…
Pero elijo “Umbral”, porque es muy profundo y musicalmente tiene todo lo que
necesita un tema para ser bueno. Aparte su interpretación es genial.
¿Tocaste con Luis?
Sí,
hemos hecho alguna zapadita. Hemos compartido alguna cena y era un tipo muy
amable, muy divino y alguna vez le he tocado “Umbral” y él me miraba y se sonreía.
Porque yo uso tonos comunes y él no hacía ni un tono común. Igual, la esencia
del tema estaba… Era un tipazo y tiene mi admiración eterna.
¿Tenés anécdotas con los otros referentes del rock argentino?
Para mí el número uno es Litto Nebbia. Se lo dije a él y lo sigo pensando. Después vienen todos los demás: Charly, Spinetta… Pero el número uno es Litto. Yo soy fiel a mis convicciones.
Emiliano Acevedo