martes, 4 de marzo de 2025

CINCUENTA AÑOS DE EL RELOJ: Una recorrida por la historia de sus mejores discos junto a Eduardo Frezza


Leyenda total del hard rock de la zona oeste del Gran Buenos Aires y del partido de La Matanza en particular, El Reloj es una banda de culto para todos los que amamos este género. Una historia que comenzó hace cincuenta años y dio álbumes míticos. Justamente, en esta nota hablamos con el gran Eduardo Frezza (bajo y voz líder) para recorrer tres de aquellos grandes discos: El Reloj (1975), El Reloj II (1976) y Santos y Verdugos (1994); las tres obras que fueron grabadas por el quinteto original del grupo. Fue Frezza, junto al mítico Willy Gardi (guitarra, voz y violín), Osvaldo Zabala (guitarra), Luis Valenti (teclados, sintetizadores y voz) y el genial Juan “Locomotora” Espósito (batería), los que nos legaron semejantes discos [sin olvidar la participación de Carlitos Mira (guitarra) en El Reloj II]. Una nota en las que recorremos los tres discos canción a canción. Imperdible. Que la disfruten…

ENTREVISTA> ¿Por qué tardaron casi dos años (luego de firmar contrato con RCA) para sacar el primer disco, en 1975?

Lo que pasaba es que no estaban acostumbrados a trabajar con grupos de rock. Eran tipos muy reacios, desconfiados de tratar con tipos de pelo largo, y por eso te daban bola recién cuando empezabas a vender muchos discos. En RCA también hacían las cosas muy lentas. Además, tuvimos muchos problemas con el tema de la tapa del disco, porque hicieron un desastre con el dibujo que había hecho Espósito. Es más, también fue muy difícil grabarlo, porque el técnico de grabación de RCA no entendía un carajo como registrar la música de El Reloj. Así que no nos quedó otra que ir y meter mano en la consola. Lamentablemente, por nuestra inexperiencia, muchos sonidos no fueron grabados en forma óptima. Por eso creo que ese primer trabajo no alcanza a reflejar en su totalidad nuestro sonido. Aunque tuvimos muchas horas disponibles en el estudio, fue un bardo grabarlo.

El primer disco de El Reloj empieza con “Obertura”, ¿qué te acordás de esa improvisación anterior a “El Viejo Serafín”?

Cuando fuimos al estudio de la RCA a grabar, ahí había un piano Steinway. Así que lo vimos y nos agarró una emoción grande porque un piano así no lo encontrás en cualquier parte de la Argentina. El Steinway es un piano espectacular, tiene una afinación única y suena increíble. Como estaba abierta la tapa, se nos ocurrió golpear las cuerdas gruesas, lo que generaba un sonido tenebroso. Eso nos llamó la atención. Así empezamos a hacer sonidos, con la púa de la guitarra, con los dedos en el piano. Y así comenzamos a crear cosas e incluimos un cono con agua y soplamos con una pajita y salía el sonido de las burbujas. Se formó una onda musical bastante tenebrosa, a tal punto que un grupo evangelista nos acusaban de hacer pactos con el Demonio… Una pavada total. El tema es como si fueran dos dimensiones, una que te muestra como si estuviera naciendo un monstruo bastante raro, la otra dimensión te muestra a un arcángel que se llama Serafín, que nace como un mendigo de la calle que hace reír a la gente contando cuentos. La letra habla de eso. Así se pasa de una cosa a la otra: primero la parte tenebrosa y después un ser de luz como era Serafín. Te muestra que acá en la tierra la gente tiene la posibilidad de reformar su vida, a modificar el carácter y formas que tenemos de pensar y demás, a través de los ejemplos de cierta gente que es más avanzada que nosotros. Es un tema que muestra lo bueno y lo malo.

¿Y cómo fue compuesto “El Viejo Serafín”?

Me acuerdo que estaba en la casa de Willy y me dice que estaba componiendo un tema y que quería que lo viéramos. Empezamos a sacarlo, porque el tema es de él, y yo aporté algo de bajo. Fue muy interesante porque la canción tiene muchas partes bien diferenciadas. Esa habla de un ángel que se transformó en una persona común que vivía en la calle. Y está inspirada en una persona real que se llamaba, justamente, Serafín. El tipo era feliz divirtiendo a la gente, sin juzgar a nadie. Todo el mundo lo gastaba, lo cargaban; hasta que se murió. En ese momento, se dieron cuenta de que ese viejo era importante. Se terminaron dando cuenta de que ese tipo era igual a ellos.

¿Qué te acordás de “Más fuerte que el hombre”?

La onda es sobre la desesperación de una persona que está trabajando en la calle y está apurado porque quiere llegar a su casa pero llega a su casa cuando su pareja ya se fue. Es un tipo que no llega a tiempo. Es una de nuestras canciones que hace hincapié en el tema del tiempo, que es muy sagrado para la gente. El tiempo es “más fuerte que el hombre”. Vos podés aprovechar o desaprovechar el tiempo, tenés que hacer una elección. A través del trabajo mucha gente se esclaviza, porque vos podés tener tiempo para disfrutar y tiempo para trabajar. El tiempo es sagrado. Generalmente, las personas mayores empiezan a darse cuenta tarde de esto cuando les quedan pocos años de vida.

¿De qué habla “Hijos del Sol y la Tierra”?

Ese habla del espíritu humano que viene naciendo en diferentes estadios de vidas. Todos los estadios que va recorriendo el espíritu, a través de nacer – morir, nacer – morir, y siempre es el mismo espíritu de libertad. Por eso se llama “Hijos del Sol y la Tierra”. Va al Sol, hacia la luz, y vuelve a la Tierra, a aprender algunas lecciones sobre la vida pero también viene con un espíritu de libertad. Ser un ser libre. La letra te lo dice todo. Es una letra hecha por la madre de Willy y a nosotros nos impactó bastante por lo que comunicaba. Está todo ahí, habla de la libertad espiritual, nada menos.

El lado B del disco se abría con “Alguien más en quien confiar”. ¿Cuál es la historia de ese tema?

Es una historia común que se convirtió en clásico. Willy Gardi tenía mucha inspiración, era un tipo muy creativo. Él tuvo una competencia intelectual con Luis Valenti, para ver quién era el más rápido mentalmente. Estaban siempre compitiendo para ver quién era el que hacía el chiste más rápido y demás, hasta que un día se agarraron de los pelos. Entonces Willy se fue a su casa y quedó todo mal en la banda, casi se desarma el grupo en ese momento. Fue un lio bastante grande. Ahí, Willy para solucionar el problema, compuso el tema. Lo llamó a Valenti por teléfono y le dijo que tenía un tema nuevo y nos reunió a todos para ensayar. Y quedó todo bien después de eso. La letra te lo dice todo: “Mañana iré a buscarte, igual que todos los días, quiero hablarte una vez más…”

¿Cuál era la relación grupal, eran muy competitivos entre todos? ¿Era una relación tensa o más o menos?

Se puede decir que sí. Competitivos en el sentido de que éramos todos hermanos que nos queríamos mucho, pero, lamentablemente, todos éramos de un signo diferente. Y había que combinar los diferentes rasgos de carácter de cada uno. Tenías a un taurino, a un acuariano, sagitariano, librano, escorpiano, ariano… Vos fijate, éramos todos diferentes… Y esos cinco miembros originales éramos muy diferentes uno con respecto al otro. Yo soy signo de fuego y Willy Gardi era signo de aire, el signo de aire empuja al de fuego, lo alimenta; por eso estábamos siempre juntos. Nos llevábamos bárbaro en el sentido de que cada vez que nos juntábamos era una explosión creativa. Y después estaban los otros tres, que eran tres signos diferentes: Escorpio, Tauro y Acuario. Ellos tres se combinaban muy bien, porque cuando nosotros les traíamos un tema, lo agarraban en dos minutos y rápidamente le empezaban a poner arreglos de manera individual y ya salía todo. No teníamos que trabajar mucho. Eso es importante. Pero también había una competencia para ver que se dejaba en el tema y de qué manera, porque también eso podía desvirtuar la composición original. Ahí es donde se arman los despelotes en las bandas. Porque todos quieren aportar cosas pero hay que ver que se aporta, porque si no queda un “chorizo musical” y eso no está bueno. Una canción tiene que tener principio, estribillo y final; no se puede agregar cualquier cosa “porque queda lindo”. Hay bandas en las que todos los integrantes son virtuosos pero pasa esto que te estoy diciendo: en lo creativo son un desastre. Hay que tener virtuosismo pero también hay que saber el armado de las cosas. Porque si no la música se vuelve muy monótona.

Después llega “Blues del Atardecer”, otro clásico del grupo…

La melodía la hice en Rosario, mucho antes, en el año 67, 68, por ahí. Yo estaba en una plaza con unos amigos y de golpe empiezo a tocar los tonos de la canción, la melodía del tema. Y empecé a cantarla en un inglés improvisado. Después, cuando vine a Buenos Aires y conocí a Willy y los demás chicos de El Reloj, formamos la banda, y nos metíamos en la casa de Willy a componer los temas. Un día me dice Willy: “Está bueno ese tema, vamos a sacarlo…” La melodía era en una sola tonalidad, estaba en La, entonces Willy la sube a Si menor, y así hace una subida que la verdad mata. Aparte, cuando fuimos a ensayar, Juancito le metió un solo de batería alucinante. Así fue que le hicimos un arreglo que es explosivo. Hasta el día de hoy es un tema que lo seguimos tocando porque a la gente le encanta. ¿Por qué? Porque tiene todo lo que te estoy explicando: melodía, armonía, estribillo, final, punteo, solo de teclado… ¿Qué más se puede pedir? Se volvió un clásico el tema. Mirá hasta donde llegó, más de 50 años después. Agrego otra anécdota, el tema tenía otra letra que le había hecho yo, pero Willy trajo otra y entonces tuvimos una disputa acerca de que letra poníamos. Ahí dijimos, vamos al ensayo y tocamos el tema con todas las de la ley, ninguno la toca más o menos por una cuestión de conveniencia, vamos a tocarla… Y vos sabés que la letra salió sola. Cuando cantamos la letra de Willy nos dimos cuenta que tenía que ser esa. Pegaba la letra con el tema…

¿Y qué situaciones te inspiraban la composición de “Blues del Atardecer”?

A simple vista parece la historia de un tipo al que lo dejó la mina, ¿no? Sin embargo, en esa letra se habla de algo más: la intención de Unidad. El tipo se peleó con la mina, pero se da cuenta de que la tarde está gris, igual que él. Ahí hay algo, no está solo. “Estoy aquí, con mi tarde triste y gris”, ese es el sentido.

El disco se cierra con “Haciendo Blues y Jazz”…

Bueno, ese es un tema de Willy, pero la intención primaria la entonó en una zapada Horacio “Tucata” Suárez, que fue el primer guitarrista que tocó con Willy en El Reloj. Horacio era un violero muy zapador. No le gustaban los temas estructurados. Entonces, un día empezó a tocar en ritmo de jazz. A Willy le encantó eso y nos incentivó a arreglarlo. Le dije que sí y nos fuimos a su casa y ahí saqué una letra que tenía de la época en que había llegado de Rosario a Buenos Aires y que le había dedicado a mi mamá. Yo era muy chico, tendría 17 años y le decía: “Mamá, quedate tranquila, tu hijo está haciendo blues y jazz…” porque mi vieja estaba asustada, por el tema de la droga y demás, por el hecho de que yo estuviera en Buenos Aires. “El placer que tendrás, sin límite será…”, ¿entendés?, todo se lo decía a mi vieja para que se quedase tranquila. A Willy le gustó la letra y la metimos, así salió el tema. Es un tema simple, con una buena melodía de jazz. Todavía lo seguimos tocando en vivo. Tiene dinámica, tiene zapada, en el que cada uno de los músicos se puede lucir individualmente. Por supuesto, tiene una estructura. Porque sin estructura no podés hacer un edificio, se viene abajo.


EL RELOJ II (1976)

En este segundo álbum también se tomaron revancha con el tema de la tapa, con ese dibujazo de Horacio Fontova, ¿no?

Sí, porque le rompimos las pelotas a RCA para que no volvieran a cagarnos la tapa, como lo hicieron en el primer disco. Justamente, Fontova era amigo de Willy, y le regaló el dibujo para que la pusiéramos en la tapa. De cualquier forma, esa ilustración no había sido hecha especialmente para nuestro disco, porque el Negro, que fue un dibujante de la puta madre, siempre estaba haciendo ese tipo de trabajos en las tapas de Expreso Imaginario, por ejemplo. Fue Willy quien se volvió loco con esa imagen, y se la trajo porque tenía que ver con el material que estábamos haciendo. Ahí tenías un tipo, ni joven ni viejo, o ambas cosas a la vez, colgando en el tiempo y el espacio. Una ilustración espectacular.

También hay un salto importante en el sonido, en relación con el disco anterior…

Y sí, porque en el primero los técnicos no entendían un carajo la música que hacíamos, y nosotros empezamos a meter mano, todos a la vez, y no terminó quedando todo lo bien que podría haber sido. Una vez, incluso, Valenti me revoleó un zapato a mí y se lo encajó a un técnico, y se armó un quilombo terrible, porque le abrió un tajo en la cabeza y el tipo empezó a sangrar… También en el segundo álbum nos peleamos mucho en el estudio. Es más, una vez me agarré a trompadas con Willy, por esa cuestión.

¿Cómo fue eso?

Fue la primera vez que nos peleamos en la vida. Willy estaba jodiendo, y yo le dije: “Che, déjate de romper las pelotas, ¿no ves que estamos perdiendo el tiempo?” Se ve que no le gustó un carajo lo que le dije, y vino corriendo y nos agarramos a trompadas. Yo terminé con el tabique nasal sangrando y él con la mano derecha enyesada. Por suerte pudo seguir tocando porque le quedaron los dedos de la mano libres para agarrar la púa… [risas] Igual, indirectamente, nos salió bien la jodita. Porque debido a esta pelea, la RCA nos echó de sus estudios por peligrosos, y terminamos en los estudios del Nono Pugliese, el tipo que hacía las publicidades de los cigarrillos L&M con (la modelo) Claudia Sánchez, y ahí pudimos grabar con un técnico muy bueno. Por eso el segundo disco suena tan bien.

El segundo álbum de El Reloj empieza con “Al borde del abismo”, ¿qué te acordás de ese tema?

Es un tema instrumental, muy bien hecho y muy difícil de tocar. La letra tiene que ver con todo lo que ya hablamos. Ahí el personaje cuenta que la vida tiene su tiempo y sabe muy bien que en algún momento se va a morir. En conclusión, siempre estamos hablando del tiempo. Hay que aprovechar el tiempo que tenemos. No hay que desaprovechar ni un minuto y vivir a cuerpo presente todo.

Sigue “Tema triste”…

Ese directamente es instrumental, porque prácticamente es un canto tipo coro. Es un tema potente y pesado. Es muy bueno. Un día de estos vamos a tener que sacarlo de nuevo para poder tocarlo con la banda actual. Me gusta mucho, tiene una onda a Led Zeppelin.

Este segundo disco, a diferencia del primer álbum de la banda, es más sinfónico, más progresivo…

Tal cual. Del hard rock pasamos al rock sinfónico. Y el rock sinfónico es más instrumental que cantado. Yo tuve que resignar la parte cantada, cantar lo mínimo indispensable y empezar a darle más potencia a lo que hacía en el bajo. Esa justo era la época de Emerson, Lake & Palmer, Yes, etc.; y nosotros estábamos en la vanguardia para ver que podíamos aportar en lo sinfónico en Argentina. Así empezamos a estudiar en el conservatorio Julián Aguirre, en Banfield. Fue una experiencia muy piola que nos vino bien. Empezamos a tratar de ver qué carajo estábamos tocando. Porque habíamos hecho una música sinfónica bastante complicada, entonces queríamos saber qué era lo que estábamos haciendo musicalmente. Fuimos dos años al conservatorio. Yo estudiaba violonchelo y contrabajo, Willy guitarra y violín, Zabala guitarra, Valenti piano, y Juancito timbales y los instrumentos percusivos de orquesta.

El último tema del Lado A es “La Ciudad Desconocida”. ¿Qué recordás de esa canción?

Es un tema muy de Gardi y muy especial para todos nosotros. Lo admiramos mucho a Willy y nos encanta tocarlo, aunque el tono del canto es bastante elevado, a veces tengo que llegar a notas muy altas. Lo que tiene de bueno es la letra, que es muy especial. La ciudad desconocida es el corazón, el lugar en donde tenemos toda la energía de la vida. Una energía que no se pierde nunca, porque cuando te morís, morís como cuerpo físico, pero esa energía va a estar siempre en el universo y va a ir a la ciudad desconocida. Es lo mismo que si vos tirás una gota de agua en el mar. La gota no se pierde, se convierte en el agua del mar. Desde el punto de vista espiritual, cuando nos morimos vamos a parar al mar del universo. La letra explica todo eso.

Aparte tiene una intro de violín de Willy que es impresionante…

Sí, porque la madre era profesora de piano y de violín. Es una introducción elogiada por maestros de violín, incluso. Por ejemplo, el violinista de la sinfónica que tocaba con nosotros nos dijo que ese punteo de Willy era muy difícil de tocar y excelente. Mirá como será para que lo diga el músico de una sinfónica. Y cuando lo tuvieron que sacar ellos con la orquesta, les costó bastante. Porque no es un punteo simple. Está escrito de una manera, que solamente a Willy se le podía ocurrir. Nosotros le decíamos “el Paganini de El Reloj”. Era un músico genial. Le decíamos así, porque incluso se parecía físicamente a Paganini. Recuerdo mucho el concierto que dimos en el Luna Park, cuando tocamos con El Reloj, en donde Willy tocó con un violín todo pintado de blanco. Se apagaban todas las luces en su solo y una luz lo enfocaba a él, que estaba vestido todo de negro como Ritchie Blackmore en Deep Purple. En ese momento hubo un silencio en el público que fue alucinante, todos expectantes de lo que hacía él con el violín, hasta que arrancó la banda y ahí explotaron todos. También fue muy importante el aporte de Valenti en los teclados. La cuestión es que fue un show espectacular, que aún recuerdan todos los que estuvieron ahí. Fue inolvidable. Es una lástima que muchos de los recitales de El Reloj no se hayan podido filmar o grabar. Imaginate que nosotros llegamos a tocar en la cancha de All Boys, con 30 mil personas, ¿sabés lo que era eso? Era un verdadero hervidero, como si fuera un partido de fútbol. Se me ponía la piel de gallina, y cada vez estábamos tocando mejor, me temblaban las piernas.

¿Qué te acordás de “Aquel Triángulo”?

Lo hice yo y habla del centro que tenemos en el cerebro: la glándula pineal. Esa glándula, chiquita como una piña, cuando se enciende tiene unos pequeños cristales que reflejan una especie de arcoíris que se transforma en luz, que se conecta con la luz universal. De ahí viene la creatividad del hombre. Así nos conectamos con el universo mediante ese teléfono que es la glándula pineal. Al mismo tiempo, valga la redundancia, el tiempo no existe. Somos nosotros los que estamos viviendo y tenemos un parámetro que usamos para medir el tiempo. Es algo impresionante eso. Y son cosas que me vienen a la cabeza cada vez que hago un tema. Ya soy así, lamentablemente… [risas] Nací con esa impronta. Muchas preguntas que me hago, ¿para qué estamos acá?, ¿qué tipo de personas tenemos que ser?, etc… Creo que si vivís en el tiempo presente, en donde está el alma, el espíritu, ya no tenés más problemas, ni con el futuro ni con el pasado. Muchos de los recuerdos del pasado te trastornan, si estás en el tiempo presente y soltás esa carga del pasado, podés ser feliz. Porque, además, el futuro todavía es incierto, todavía no vino.

Luego llega “Harto y confundido”.

Tiene que ver con las personas que se drogan. El tipo está harto y confundido porque la droga es confusión. Llega un punto en que el tipo está tan harto que no le importa más vivir, lo único que le importa es drogarse. El personaje de la letra de la canción, se droga y empieza a ver figuras que no existen, tiene delirium tremens, le pasa de todo. Es un poco lo que le pasa a los jóvenes que se drogan aún hoy. No quiero decir que nosotros hayamos sido unos santos, pasamos por esa etapa y la pudimos superar, gracias a Dios; no sé si todos, pero la mayoría de nosotros. La droga deja muchas secuelas en el individuo y su familia, es un desastre. Este tema habla de eso, igual que “El Mandato”. Pero en “El Mandato” se da una opción a elegir: “Estoy harto de luchar, solo me quiero mandar…” Yo luego le cambié el final, porque era controvertido, le puse “solo me quiero amar”. Porque “mandar” se puede interpretar de muchas formas: “me quiero clavar una aguja y mandarme un líquido”, o como “me mando a mí mismo y me transformo”. O sea que va a la interpretación, a la mentalidad del que lo escucha. Cambié mandar por amar porque la cambié por el lado bueno, cambiar la droga por la vida.

¿"Aquella dulce victoria"?

Es totalmente instrumental. Una vez lo tocamos en el [teatro] Gran Rivadavia con una banda sinfónica de 25 músicos. Tener una sinfónica atrás es como tener un metrónomo, está buenísimo.

El disco termina con “Egolatría”, que es una zapada, ¿no?

Tal cual. Allí, cada uno de nosotros muestra un poco lo que sabía tocar. A esta altura de la nota, ya te habrás dado cuenta que los temas de El Reloj, desde el principio hasta el fin, tienen un sentido. Un sentido no mesiánico, porque ninguno de nosotros era mesías de nada. Pero sí tiene un sentido de búsqueda espiritual. O mejor, de búsqueda de un estado interior más consciente, más elevado. Porque la palabra “espiritual” está muy manoseada por las religiones y los cultos.


SANTOS Y VERDUGOS (1994)

¿Cómo se da la vuelta de El Reloj en los 90?

Simple, me encontré con Willy, fuimos a buscar a los otros tres, todos dijeron que sí, y lo hicimos. Si bien todos ya estábamos en una situación personal bastante diferente a la de 17 años atrás, la esencia era la misma. Teníamos guardado en el cajón un montón de material para hacer.

Con un sonido más heavy, ¿no?

Lo que pasa es que volvimos justo en una época heavy metal, pero no es que nosotros éramos “heavy”. Yo siempre lo aclaro: El Reloj no es heavy, es hard rock y rock sinfónico, y paremos de contar… Por ahí metíamos alguna balada blusera, pero siempre en clave hard rock. Nos encasillaron como “heavy” porque Juan tocaba la batería con dos bombos, pero, a mi entender, el heavy es otra cosa, es un estilo más constante, más lineal, no tiene tanta melodía como la que tenía nuestra música.

¿Cómo fue la grabación del álbum del regreso, Santos y verdugos?

Ese disco lo grabamos en El Cielito Records, con Gustavo Gauvry, un técnico de puta madre. Ahí está “Un Camino”, un tema mío en donde se toca todo Zabala, demostrando toda su calidad musical; y el Tano, ni hablar, impresionante como le pega a la batería en ese disco; para mí él siempre fue uno de los mejores bateristas del país, no tengo dudas…

¿Y te gusta cómo quedó?

Sí. Es un álbum muy bien grabado, con mucha carga, muchas regrabaciones, nos zarpamos regrabando instrumentos. ¡Ciento cincuenta horas de grabación tiene ese álbum! Los temas son muy pesados, buenos… Como te decía antes, teníamos que hacer un material heavy porque había mucho rechazo en esa época, si no aggiornabas el sonido te trataban de “viejo”. Una cagada, porque, por supuesto, la música nunca es vieja; pero te trataban así porque en esa época estaba el rock bastante encasillado…

¿Cómo era la relación entre ustedes en esa época?

Ya estábamos más viejitos, más asentados, viviendo en familia, criando hijos. Pudimos encontrarnos todos de nuevo para hacer algo nuevo. Dejémonos de joder, que ya tenemos una edad, basta de tantas diferencias entre nosotros… en fin, eso. Me acuerdo que vino Willy a mi casa, agarramos mi carpeta de música que había hecho, él tenía otra carpeta más, entonces nos pusimos seleccionar temas con la guitarra en mano para ver como los arreglábamos después. Así nace el disco, que lo ensayamos durante fácil tres meses, porque eran temas difíciles, bastante jodidos para tocar. Ahí hay temas muy buenos.

¿Los repasamos? ¿Qué te parece? Empecemos por “Amistad universal”.

Ese tema habla de que estamos arriba de un planeta que circula por el espacio a mucha velocidad, y que lleva una perfección y armonía tal que ninguno de nosotros sale despedido al espacio. El tema habla de valorar nuestra casa, el planeta Tierra. A lo último te dice que si supiéramos mirar lo importante que es el planeta, estaríamos más felices todos. La amistad que tenés que tener con el planeta y el universo.

¿Willy era muy lector de ciencia ficción? ¿De dónde salían esas letras?

No, salían del corazón. Interpretaba algo que tenía en su interior y lo compartía con los demás.

Otra de sus letras muy importantes es “Fabula del Hombre y el Ratón”…

Eso trata del camino de la evolución del hombre. Habla primero de un ser común, que se cansa de toda su vida miserable y en un momento se raya tanto que le pide a Dios cosas, al Universo… Y el Universo se las concede: pasar de ser un ratón a ser hombre. Pero cuando se convierte en hombre se da cuenta que sigue siendo igual de miserable que un ratón, entonces le vuelve a pedir a Dios ser únicamente luz. Entonces ahí llega a lo más elevado de la montaña y cambia. Pasar de vivir en forma miserable y en el mal a una forma más elevada.

¿”Oh, realidad”?

Ese tema te muestra una realidad cruel que viven las personas, que le piden a esa realidad que les expliquen porque están pasando ciertas pruebas que no entienden. Es un tipo encerrado en una torre de pruebas de la que no puede salir… Después, el tema te muestra que hay una luz que le indica que se puede salir del pozo, solo es necesario subir para salir de la oscuridad.

Luego llega un tema tuyo, “El sol del corazón”. ¿Cómo lo hiciste?

El tema habla de que hay una diferencia muy grande entre el cerebro y el corazón, entre lo que pensamos y lo que sentimos. Hay una lucha entre ambos. Si vos te ponés a pensar, la energía del corazón es magnética: atrae, es como un imán; mientras que la energía del cerebro es eléctrica. Si vos estas utilizando mal tu pensamiento atraes el mal en tu corazón. Estás desaprovechando la energía que te da tu corazón para pensar cualquier cosa que no tiene sentido. Entonces después no esperés que en la vida te vaya bien, que atraiga lo mejor, etc. Si estás pensando cualquier cosa, vas a atraer cualquier cosa a tu vida, porque el corazón te da lo que vos pedís. Hay que cambiar todo el pensamiento negativo que tenemos adentro. Y eso no es sencillo, es un camino de evolución…

Justamente, el tema que viene también es tuyo y se llama “Un camino”

Ese te explica como un tipo va pasando de religión en religión hasta que encuentra el amor, pero el amor que encuentra no es el amor correcto sino que es el amor superficial, el amor físico. Hasta que por fin encuentra el verdadero amor, que sería encontrarse a sí mismo y lograr una evolución espiritual como debe ser. Pero es todo un camino en el que vas a los saltos, vas a los golpes, hasta que tu consciencia empieza a iluminarse.

Es un blues ese, ¿no?

Es una balada blues. Tiene una onda Gary Moore.

La letra me hace acordar al libro Siddhartha, ¿no?

Sí, ahí tenés un buen ejemplo. Buda, Siddhartha… El tipo era un príncipe que vivía en un reino y estaba tan aislado por su familia que no sabía lo que pasaba afuera. Un día se escapa, se disfraza de hombre común y ahí ve la realidad de lo que es la pobreza de la gente que no es como él. Y ahí empezó el camino del Buda. Empezó a meditar para adentro y llegó a la conclusión de todo lo que estamos hablando en esta nota. Ahí en el corazón está la fuerza. Y si vos meditas y aquietás los pensamientos… Mejor dicho, más que aquietarlos, los observas. Te tenés que mirar a vos mismo. El Buda lo que hace cuando medita, no es eliminar pensamientos sino transformarlos. Transmuta los pensamientos en luz. Los convierte en otro tipo de energía espiritual.

Luego llega “No venimos solos”, ¿qué te acordás de ese tema?

Otro temazo de Willy Gardi, que tiene una letra tremenda. También habla del tiempo, en el cual cada momento es fugaz. Fijate que estamos hablando de lo mismo que decíamos antes en otro formato. Si desaprovechás el tiempo, pasás una vida entera en la que no hiciste nada y te morís… Te agarra el atardecer de la vida y no hiciste nada, las plantas son mejor que vos… [risas] Habla de no perder el tiempo

Justamente, él que vivió tan poco y dejó tanta obra…

Lo que pasa es que era un tipo hiperactivo. Él vivía el presente a full. El no discriminaba. Tenía una personalidad muy fuerte y había que seguirle el paso, no era joda. Tenía un espíritu de líder. Eso que tenía Willy yo lo tengo invertido. Yo tengo más pasividad, más introspección; Willy era más extrovertido. Esa diferencia nuestra generaba la atracción aire – fuego. Eso hacía que se agrande la creatividad de cada uno.  

Luego llega “El inmigrante”…

Ese tema habla de los inmigrantes que vinieron a nuestro país. Es un tema que hizo Juancito con Valenti y Zabala. Es muy buen tema. Ellos tres hablan un poco de sus antepasados familiares en la canción.

“La esencia es la misma” es otro tema de Willy…

Sí, era una máquina de hacer temas… Ese habla de que cuando uno nace y muere varias veces, el espíritu es el mismo siempre, lo que pasa es que vos te olvidás de todas las vidas anteriores. Tenés la oportunidad nueva de hacer tu vida. Es como que el universo te da una oportunidad de resarcir todo lo malo que hiciste anteriormente…

”Tu mente busca” lo hiciste con Willy, ¿no?

No, la música hicimos con Willy nomás, pero la letra la hizo un amigo mío de Rosario. Me la regaló una vez y yo la tenía anotada en un cuaderno. Me parecía muy linda porque habla del amor, de cómo se forma una pareja, del entendimiento, como queda embarazada la mujer y de la alegría de poder tener un hijo. Todo eso está en la letra. La leímos con Willy, nos gustó y le pusimos música. Un tema que tiene una fuerza bárbara y que hay que cantarlo rápido. Es un tema muy veloz.

El disco se cierra con “Balada del Potrero”…

Otro tema exclusivo de Willy que habla del lugar al que iban a jugar a la pelota cuando eran chicos y todo lo que vivían allí, desde la perspectiva de un adulto. La letra muestra que el adulto es un niño con edad. Lo que cuenta la letra es eso: nunca hay que perder la esencia del niño, la esencia de jugar, de estar alegre, de ser feliz. De chicos jugamos, tenemos alegría.

Muy lindo tema y acústico…

Sí, está bueno. Es muy explicativo de eso que estábamos hablando. Está buenísimo. Me di el gusto de cantarlo en el Auditorio Belgrano con la orquesta cuando se cumplieron 50 años de El Reloj. La sala llena. Muy lindo momento. El disco en vivo ya está editado y es muy bueno.

Emiliano Acevedo