Leyenda
total del hard rock de la zona oeste del Gran Buenos Aires y del partido de La
Matanza en particular, El
Reloj es una banda de culto para todos los que amamos este
género. Una historia que comenzó hace cincuenta años y dio álbumes míticos.
Justamente, en esta nota hablamos con el gran Eduardo
Frezza (bajo y voz líder) para recorrer tres de aquellos
grandes discos: El Reloj (1975), El Reloj II (1976) y Santos y Verdugos (1994); las tres obras
que fueron grabadas por el quinteto original del grupo. Fue Frezza, junto al mítico
Willy Gardi
(guitarra, voz y violín), Osvaldo
Zabala (guitarra), Luis
Valenti (teclados, sintetizadores y voz) y el genial Juan “Locomotora” Espósito (batería),
los que nos legaron semejantes discos [sin olvidar la participación de Carlitos Mira
(guitarra) en El Reloj II]. Una nota
en las que recorremos los tres discos canción a canción. Imperdible. Que la disfruten…
ENTREVISTA> ¿Por qué tardaron casi dos años (luego de firmar contrato con RCA) para
sacar el primer disco, en 1975?
Lo que pasaba es que no
estaban acostumbrados a trabajar con grupos de rock. Eran tipos muy reacios,
desconfiados de tratar con tipos de pelo largo, y por eso te daban bola recién
cuando empezabas a vender muchos discos. En RCA también hacían las cosas muy
lentas. Además, tuvimos muchos problemas con el tema de la tapa del disco,
porque hicieron un desastre con el dibujo que había hecho Espósito. Es
más, también fue muy difícil grabarlo, porque el técnico de grabación de RCA no
entendía un carajo como registrar la música de El Reloj. Así que no nos quedó
otra que ir y meter mano en la consola. Lamentablemente, por nuestra
inexperiencia, muchos sonidos no fueron grabados en forma óptima. Por eso creo
que ese primer trabajo no alcanza a reflejar en su totalidad nuestro sonido.
Aunque tuvimos muchas horas disponibles en el estudio, fue un bardo grabarlo.
El
primer disco de El Reloj empieza con “Obertura”, ¿qué te acordás de esa
improvisación anterior a “El Viejo Serafín”?
Cuando
fuimos al estudio de la RCA a grabar, ahí había un piano Steinway. Así que lo
vimos y nos agarró una emoción grande porque un piano así no lo encontrás en
cualquier parte de la Argentina. El Steinway es un piano espectacular, tiene
una afinación única y suena increíble. Como estaba abierta la tapa, se nos
ocurrió golpear las cuerdas gruesas, lo que generaba un sonido tenebroso. Eso nos
llamó la atención. Así empezamos a hacer sonidos, con la púa de la guitarra,
con los dedos en el piano. Y así comenzamos a crear cosas e incluimos un cono
con agua y soplamos con una pajita y salía el sonido de las burbujas. Se formó
una onda musical bastante tenebrosa, a tal punto que un grupo evangelista nos
acusaban de hacer pactos con el Demonio… Una pavada total. El tema es como si
fueran dos dimensiones, una que te muestra como si estuviera naciendo un
monstruo bastante raro, la otra dimensión te muestra a un arcángel que se llama
Serafín, que nace como un mendigo de la calle que hace reír a la gente contando
cuentos. La letra habla de eso. Así se pasa de una cosa a la otra: primero la
parte tenebrosa y después un ser de luz como era Serafín. Te muestra que acá en
la tierra la gente tiene la posibilidad de reformar su vida, a modificar el
carácter y formas que tenemos de pensar y demás, a través de los ejemplos de
cierta gente que es más avanzada que nosotros. Es un tema que muestra lo bueno
y lo malo.
¿Y
cómo fue compuesto “El Viejo Serafín”?
Me
acuerdo que estaba en la casa de Willy y me dice que estaba componiendo un tema
y que quería que lo viéramos. Empezamos a sacarlo, porque el tema es de él, y
yo aporté algo de bajo. Fue muy interesante porque la canción tiene muchas
partes bien diferenciadas. Esa habla de un ángel que se transformó en una
persona común que vivía en la calle. Y está inspirada en una persona real que
se llamaba, justamente, Serafín. El tipo era feliz divirtiendo a la gente, sin
juzgar a nadie. Todo el mundo lo gastaba, lo cargaban; hasta que se murió. En
ese momento, se dieron cuenta de que ese viejo era importante. Se terminaron
dando cuenta de que ese tipo era igual a ellos.
¿Qué
te acordás de “Más fuerte que el hombre”?
La
onda es sobre la desesperación de una persona que está trabajando en la calle y
está apurado porque quiere llegar a su casa pero llega a su casa cuando su
pareja ya se fue. Es un tipo que no llega a tiempo. Es una de nuestras
canciones que hace hincapié en el tema del tiempo, que es muy sagrado para la
gente. El tiempo es “más fuerte que el hombre”. Vos podés aprovechar o
desaprovechar el tiempo, tenés que hacer una elección. A través del trabajo
mucha gente se esclaviza, porque vos podés tener tiempo para disfrutar y tiempo
para trabajar. El tiempo es sagrado. Generalmente, las personas mayores
empiezan a darse cuenta tarde de esto cuando les quedan pocos años de vida.
¿De qué habla “Hijos del Sol y la Tierra”?
Ese
habla del espíritu humano que viene naciendo en diferentes estadios de vidas.
Todos los estadios que va recorriendo el espíritu, a través de nacer – morir,
nacer – morir, y siempre es el mismo espíritu de libertad. Por eso se llama
“Hijos del Sol y la Tierra”. Va al Sol, hacia la luz, y vuelve a la Tierra, a
aprender algunas lecciones sobre la vida pero también viene con un espíritu de
libertad. Ser un ser libre. La letra te lo dice todo. Es una letra hecha por la
madre de Willy y a nosotros nos impactó bastante por lo que comunicaba. Está
todo ahí, habla de la libertad espiritual, nada menos.
El lado B del disco se abría con “Alguien más en quien confiar”. ¿Cuál es la historia de ese tema?
Es
una historia común que se convirtió en clásico. Willy Gardi tenía mucha
inspiración, era un tipo muy creativo. Él tuvo una competencia intelectual con
Luis Valenti, para ver quién era el más rápido mentalmente. Estaban siempre
compitiendo para ver quién era el que hacía el chiste más rápido y demás, hasta
que un día se agarraron de los pelos. Entonces Willy se fue a su casa y quedó
todo mal en la banda, casi se desarma el grupo en ese momento. Fue un lio
bastante grande. Ahí, Willy para solucionar el problema, compuso el tema. Lo
llamó a Valenti por teléfono y le dijo que tenía un tema nuevo y nos reunió a
todos para ensayar. Y quedó todo bien después de eso. La letra te lo dice todo:
“Mañana iré a buscarte, igual que todos los días, quiero hablarte una vez más…”
¿Cuál
era la relación grupal, eran muy competitivos entre todos? ¿Era una relación
tensa o más o menos?
Se
puede decir que sí. Competitivos en el sentido de que éramos todos hermanos que
nos queríamos mucho, pero, lamentablemente, todos éramos de un signo diferente.
Y había que combinar los diferentes rasgos de carácter de cada uno. Tenías a un
taurino, a un acuariano, sagitariano, librano, escorpiano, ariano… Vos fijate, éramos
todos diferentes… Y esos cinco miembros originales éramos muy diferentes uno
con respecto al otro. Yo soy signo de fuego y Willy Gardi era signo de aire, el
signo de aire empuja al de fuego, lo alimenta; por eso estábamos siempre
juntos. Nos llevábamos bárbaro en el sentido de que cada vez que nos juntábamos
era una explosión creativa. Y después estaban los otros tres, que eran tres
signos diferentes: Escorpio, Tauro y Acuario. Ellos tres se combinaban muy
bien, porque cuando nosotros les traíamos un tema, lo agarraban en dos minutos
y rápidamente le empezaban a poner arreglos de manera individual y ya salía
todo. No teníamos que trabajar mucho. Eso es importante. Pero también había una
competencia para ver que se dejaba en el tema y de qué manera, porque también
eso podía desvirtuar la composición original. Ahí es donde se arman los despelotes
en las bandas. Porque todos quieren aportar cosas pero hay que ver que se
aporta, porque si no queda un “chorizo musical” y eso no está bueno. Una canción
tiene que tener principio, estribillo y final; no se puede agregar cualquier
cosa “porque queda lindo”. Hay bandas en las que todos los integrantes son
virtuosos pero pasa esto que te estoy diciendo: en lo creativo son un desastre.
Hay que tener virtuosismo pero también hay que saber el armado de las cosas.
Porque si no la música se vuelve muy monótona.
Después
llega “Blues del Atardecer”, otro clásico del grupo…
La
melodía la hice en Rosario, mucho antes, en el año 67, 68, por ahí. Yo estaba
en una plaza con unos amigos y de golpe empiezo a tocar los tonos de la canción,
la melodía del tema. Y empecé a cantarla en un inglés improvisado. Después,
cuando vine a Buenos Aires y conocí a Willy y los demás chicos de El Reloj,
formamos la banda, y nos metíamos en la casa de Willy a componer los temas. Un
día me dice Willy: “Está bueno ese tema, vamos a sacarlo…” La melodía era en
una sola tonalidad, estaba en La, entonces Willy la sube a Si menor, y así hace
una subida que la verdad mata. Aparte, cuando fuimos a ensayar, Juancito le
metió un solo de batería alucinante. Así fue que le hicimos un arreglo que es
explosivo. Hasta el día de hoy es un tema que lo seguimos tocando porque a la
gente le encanta. ¿Por qué? Porque tiene todo lo que te estoy explicando:
melodía, armonía, estribillo, final, punteo, solo de teclado… ¿Qué más se puede
pedir? Se volvió un clásico el tema. Mirá hasta donde llegó, más de 50 años después.
Agrego otra anécdota, el tema tenía otra letra que le había hecho yo, pero
Willy trajo otra y entonces tuvimos una disputa acerca de que letra poníamos. Ahí
dijimos, vamos al ensayo y tocamos el tema con todas las de la ley, ninguno la
toca más o menos por una cuestión de conveniencia, vamos a tocarla… Y vos sabés
que la letra salió sola. Cuando cantamos la letra de Willy nos dimos cuenta que
tenía que ser esa. Pegaba la letra con el tema…
¿Y qué situaciones te inspiraban la composición de “Blues del Atardecer”?
A simple vista parece la
historia de un tipo al que lo dejó la mina, ¿no? Sin embargo, en esa letra se
habla de algo más: la intención de Unidad. El tipo se peleó con la mina, pero
se da cuenta de que la tarde está gris, igual que él. Ahí hay algo, no está
solo. “Estoy aquí, con mi tarde triste y gris”, ese es el sentido.
El disco se cierra con “Haciendo Blues y Jazz”…
Bueno,
ese es un tema de Willy, pero la intención primaria la entonó en una zapada Horacio “Tucata” Suárez, que fue el
primer guitarrista que tocó con Willy en El Reloj. Horacio era un violero muy
zapador. No le gustaban los temas estructurados. Entonces, un día empezó a
tocar en ritmo de jazz. A Willy le encantó eso y nos incentivó a arreglarlo. Le
dije que sí y nos fuimos a su casa y ahí saqué una letra que tenía de la época
en que había llegado de Rosario a Buenos Aires y que le había dedicado a mi
mamá. Yo era muy chico, tendría 17 años y le decía: “Mamá, quedate tranquila, tu hijo está haciendo blues y jazz…”
porque mi vieja estaba asustada, por el tema de la droga y demás, por el hecho
de que yo estuviera en Buenos Aires. “El placer que tendrás, sin límite será…”,
¿entendés?, todo se lo decía a mi vieja para que se quedase tranquila. A Willy
le gustó la letra y la metimos, así salió el tema. Es un tema simple, con una
buena melodía de jazz. Todavía lo seguimos tocando en vivo. Tiene dinámica,
tiene zapada, en el que cada uno de los músicos se puede lucir individualmente.
Por supuesto, tiene una estructura. Porque sin estructura no podés hacer un
edificio, se viene abajo.
EL
RELOJ II (1976)
En este segundo álbum también se
tomaron revancha con el tema de la tapa, con ese dibujazo de Horacio Fontova,
¿no?
Sí, porque le rompimos las
pelotas a RCA para que no volvieran a cagarnos la tapa, como lo hicieron en el
primer disco. Justamente, Fontova era amigo de Willy, y le
regaló el dibujo para que la pusiéramos en la tapa. De cualquier forma, esa
ilustración no había sido hecha especialmente para nuestro disco, porque el
Negro, que fue un dibujante de la puta madre, siempre estaba haciendo ese tipo
de trabajos en las tapas de Expreso
Imaginario, por ejemplo. Fue Willy quien se volvió loco con esa imagen, y
se la trajo porque tenía que ver con el material que estábamos haciendo. Ahí
tenías un tipo, ni joven ni viejo, o ambas cosas a la vez, colgando en el
tiempo y el espacio. Una ilustración espectacular.
También hay un salto importante en el sonido, en relación con el disco anterior…
Y sí, porque en el primero
los técnicos no entendían un carajo la música que hacíamos, y nosotros
empezamos a meter mano, todos a la vez, y no terminó quedando todo lo bien que
podría haber sido. Una vez, incluso, Valenti me revoleó un zapato a mí y se lo
encajó a un técnico, y se armó un quilombo terrible, porque le abrió un tajo en
la cabeza y el tipo empezó a sangrar… También en el segundo álbum nos peleamos
mucho en el estudio. Es más, una vez me agarré a trompadas con Willy, por esa
cuestión.
¿Cómo fue eso?
Fue la primera vez que nos
peleamos en la vida. Willy estaba jodiendo, y yo le dije: “Che, déjate de romper las pelotas, ¿no ves que estamos perdiendo el
tiempo?” Se ve que no le gustó un carajo lo que le dije, y vino corriendo y
nos agarramos a trompadas. Yo terminé con el tabique nasal sangrando y él con
la mano derecha enyesada. Por suerte pudo seguir tocando porque le quedaron los
dedos de la mano libres para agarrar la púa… [risas] Igual, indirectamente, nos
salió bien la jodita. Porque debido a esta pelea, la RCA nos echó de sus
estudios por peligrosos, y terminamos en los estudios del Nono Pugliese, el tipo que hacía las
publicidades de los cigarrillos L&M con (la modelo) Claudia Sánchez, y ahí pudimos grabar
con un técnico muy bueno. Por eso el segundo disco suena tan bien.
El
segundo álbum de El Reloj empieza con “Al borde del abismo”, ¿qué te acordás de
ese tema?
Es
un tema instrumental, muy bien hecho y muy difícil de tocar. La letra tiene que
ver con todo lo que ya hablamos. Ahí el personaje cuenta que la vida tiene su
tiempo y sabe muy bien que en algún momento se va a morir. En conclusión,
siempre estamos hablando del tiempo. Hay que aprovechar el tiempo que tenemos.
No hay que desaprovechar ni un minuto y vivir a cuerpo presente todo.
Sigue “Tema triste”…
Ese
directamente es instrumental, porque prácticamente es un canto tipo coro. Es un
tema potente y pesado. Es muy bueno. Un día de estos vamos a tener que sacarlo
de nuevo para poder tocarlo con la banda actual. Me gusta mucho, tiene una onda
a Led Zeppelin.
Este
segundo disco, a diferencia del primer álbum de la banda, es más sinfónico, más
progresivo…
Tal
cual. Del hard rock pasamos al rock sinfónico. Y el rock sinfónico es más
instrumental que cantado. Yo tuve que resignar la parte cantada, cantar lo
mínimo indispensable y empezar a darle más potencia a lo que hacía en el bajo.
Esa justo era la época de Emerson, Lake
& Palmer, Yes, etc.; y
nosotros estábamos en la vanguardia para ver que podíamos aportar en lo
sinfónico en Argentina. Así empezamos a estudiar en el conservatorio Julián Aguirre,
en Banfield. Fue una experiencia muy piola que nos vino bien. Empezamos a
tratar de ver qué carajo estábamos tocando. Porque habíamos hecho una música
sinfónica bastante complicada, entonces queríamos saber qué era lo que
estábamos haciendo musicalmente. Fuimos dos años al conservatorio. Yo estudiaba
violonchelo y contrabajo, Willy guitarra y violín, Zabala guitarra,
Valenti piano, y Juancito timbales y los instrumentos percusivos
de orquesta.
El último tema del Lado A es “La Ciudad Desconocida”. ¿Qué recordás de esa canción?
Es
un tema muy de Gardi y muy especial para todos nosotros. Lo admiramos mucho a
Willy y nos encanta tocarlo, aunque el tono del canto es bastante elevado, a
veces tengo que llegar a notas muy altas. Lo que tiene de bueno es la letra,
que es muy especial. La ciudad desconocida es el corazón, el lugar en donde
tenemos toda la energía de la vida. Una energía que no se pierde nunca, porque
cuando te morís, morís como cuerpo físico, pero esa energía va a estar siempre
en el universo y va a ir a la ciudad desconocida. Es lo mismo que si vos tirás
una gota de agua en el mar. La gota no se pierde, se convierte en el agua del
mar. Desde el punto de vista espiritual, cuando nos morimos vamos a parar al
mar del universo. La letra explica todo eso.
Aparte
tiene una intro de violín de Willy que es impresionante…
Sí,
porque la madre era profesora de piano y de violín. Es una introducción elogiada
por maestros de violín, incluso. Por ejemplo, el violinista de la sinfónica que
tocaba con nosotros nos dijo que ese punteo de Willy era muy difícil de tocar y
excelente. Mirá como será para que lo diga el músico de una sinfónica. Y cuando
lo tuvieron que sacar ellos con la orquesta, les costó bastante. Porque no es
un punteo simple. Está escrito de una manera, que solamente a Willy se le podía
ocurrir. Nosotros le decíamos “el Paganini de El Reloj”. Era un músico genial.
Le decíamos así, porque incluso se parecía físicamente a Paganini. Recuerdo mucho el concierto que dimos en el Luna Park,
cuando tocamos con El Reloj, en donde Willy tocó con un violín todo pintado de
blanco. Se apagaban todas las luces en su solo y una luz lo enfocaba a él, que
estaba vestido todo de negro como Ritchie
Blackmore en Deep Purple. En ese
momento hubo un silencio en el público que fue alucinante, todos expectantes de
lo que hacía él con el violín, hasta que arrancó la banda y ahí explotaron
todos. También fue muy importante el aporte de Valenti en los teclados. La
cuestión es que fue un show espectacular, que aún recuerdan todos los que
estuvieron ahí. Fue inolvidable. Es una lástima que muchos de los recitales de
El Reloj no se hayan podido filmar o grabar. Imaginate que nosotros llegamos a
tocar en la cancha de All Boys, con 30 mil personas, ¿sabés lo que era eso? Era
un verdadero hervidero, como si fuera un partido de fútbol. Se me ponía la piel
de gallina, y cada vez estábamos tocando mejor, me temblaban las piernas.
¿Qué
te acordás de “Aquel Triángulo”?
Lo
hice yo y habla del centro que tenemos en el cerebro: la glándula pineal. Esa glándula,
chiquita como una piña, cuando se enciende tiene unos pequeños cristales que
reflejan una especie de arcoíris que se transforma en luz, que se conecta con
la luz universal. De ahí viene la creatividad del hombre. Así nos conectamos
con el universo mediante ese teléfono que es la glándula pineal. Al mismo
tiempo, valga la redundancia, el tiempo no existe. Somos nosotros los que
estamos viviendo y tenemos un parámetro que usamos para medir el tiempo. Es
algo impresionante eso. Y son cosas que me vienen a la cabeza cada vez que hago
un tema. Ya soy así, lamentablemente… [risas] Nací con esa impronta. Muchas
preguntas que me hago, ¿para qué estamos acá?, ¿qué tipo de personas tenemos
que ser?, etc… Creo que si vivís en el tiempo presente, en donde está el alma,
el espíritu, ya no tenés más problemas, ni con el futuro ni con el pasado.
Muchos de los recuerdos del pasado te trastornan, si estás en el tiempo
presente y soltás esa carga del pasado, podés ser feliz. Porque, además, el
futuro todavía es incierto, todavía no vino.
Luego
llega “Harto y confundido”.
Tiene
que ver con las personas que se drogan. El tipo está harto y confundido porque
la droga es confusión. Llega un punto en que el tipo está tan harto que no le
importa más vivir, lo único que le importa es drogarse. El personaje de la
letra de la canción, se droga y empieza a ver figuras que no existen, tiene
delirium tremens, le pasa de todo. Es un poco lo que le pasa a los jóvenes que
se drogan aún hoy. No quiero decir que nosotros hayamos sido unos santos,
pasamos por esa etapa y la pudimos superar, gracias a Dios; no sé si todos,
pero la mayoría de nosotros. La droga deja muchas secuelas en el individuo y su
familia, es un desastre. Este tema habla de eso, igual que “El Mandato”. Pero
en “El Mandato” se da una opción a elegir: “Estoy harto de luchar, solo me
quiero mandar…” Yo luego le cambié el final, porque era controvertido, le puse “solo
me quiero amar”. Porque “mandar” se puede interpretar de muchas formas: “me
quiero clavar una aguja y mandarme un líquido”, o como “me mando a mí mismo y
me transformo”. O sea que va a la interpretación, a la mentalidad del que lo
escucha. Cambié mandar por amar porque la cambié por el lado bueno, cambiar la
droga por la vida.
Es
totalmente instrumental. Una vez lo tocamos en el [teatro] Gran Rivadavia con
una banda sinfónica de 25 músicos. Tener una sinfónica atrás es como tener un
metrónomo, está buenísimo.
El
disco termina con “Egolatría”, que es una zapada, ¿no?
Tal
cual. Allí, cada uno de nosotros muestra un poco lo que sabía tocar. A esta
altura de la nota, ya te habrás dado cuenta que los temas de El Reloj, desde el
principio hasta el fin, tienen un sentido. Un sentido no mesiánico, porque
ninguno de nosotros era mesías de nada. Pero sí tiene un sentido de búsqueda
espiritual. O mejor, de búsqueda de un estado interior más consciente, más
elevado. Porque la palabra “espiritual” está muy manoseada por las religiones y
los cultos.
SANTOS Y VERDUGOS (1994)
¿Cómo se da la vuelta de El Reloj en
los 90?
Simple, me encontré con
Willy, fuimos a buscar a los otros tres, todos dijeron que sí, y lo hicimos. Si
bien todos ya estábamos en una situación personal bastante diferente a la de 17
años atrás, la esencia era la misma. Teníamos guardado en el cajón un montón de
material para hacer.
Con un sonido más heavy, ¿no?
Lo que pasa es que
volvimos justo en una época heavy metal, pero no es que nosotros éramos
“heavy”. Yo siempre lo aclaro: El Reloj no es heavy, es hard rock y rock
sinfónico, y paremos de contar… Por ahí metíamos alguna balada blusera, pero
siempre en clave hard rock. Nos encasillaron como “heavy” porque Juan tocaba
la batería con dos bombos, pero, a mi entender, el heavy es otra cosa, es un
estilo más constante, más lineal, no tiene tanta melodía como la que tenía
nuestra música.
¿Cómo fue la grabación del álbum del regreso, Santos y verdugos?
Ese disco lo grabamos en
El Cielito Records, con Gustavo
Gauvry, un técnico de puta madre. Ahí está “Un Camino”, un tema mío en
donde se toca todo Zabala, demostrando toda su calidad musical; y el Tano,
ni hablar, impresionante como le pega a la batería en ese disco; para mí él
siempre fue uno de los mejores bateristas del país, no tengo dudas…
¿Y te gusta cómo quedó?
Sí. Es un álbum muy bien
grabado, con mucha carga, muchas regrabaciones, nos zarpamos regrabando
instrumentos. ¡Ciento cincuenta horas de grabación tiene ese álbum! Los temas
son muy pesados, buenos… Como te decía antes, teníamos que hacer un material
heavy porque había mucho rechazo en esa época, si no aggiornabas el sonido te
trataban de “viejo”. Una cagada, porque, por supuesto, la música nunca es
vieja; pero te trataban así porque en esa época estaba el rock bastante
encasillado…
¿Cómo era la relación entre ustedes en esa época?
Ya
estábamos más viejitos, más asentados, viviendo en familia, criando hijos. Pudimos
encontrarnos todos de nuevo para hacer algo nuevo. Dejémonos de joder, que ya
tenemos una edad, basta de tantas diferencias entre nosotros… en fin, eso. Me acuerdo
que vino Willy a mi casa, agarramos mi carpeta de música que había hecho, él
tenía otra carpeta más, entonces nos pusimos seleccionar temas con la guitarra
en mano para ver como los arreglábamos después. Así nace el disco, que lo
ensayamos durante fácil tres meses, porque eran temas difíciles, bastante jodidos
para tocar. Ahí hay temas muy buenos.
¿Los
repasamos? ¿Qué te parece? Empecemos por “Amistad universal”.
Ese
tema habla de que estamos arriba de un planeta que circula por el espacio a
mucha velocidad, y que lleva una perfección y armonía tal que ninguno de
nosotros sale despedido al espacio. El tema habla de valorar nuestra casa, el
planeta Tierra. A lo último te dice que si supiéramos mirar lo importante que
es el planeta, estaríamos más felices todos. La amistad que tenés que tener con
el planeta y el universo.
¿Willy era muy lector de ciencia ficción? ¿De dónde salían esas letras?
No,
salían del corazón. Interpretaba algo que tenía en su interior y lo compartía
con los demás.
Otra de sus letras muy importantes es “Fabula del Hombre y el Ratón”…
Eso
trata del camino de la evolución del hombre. Habla primero de un ser común, que
se cansa de toda su vida miserable y en un momento se raya tanto que le pide a
Dios cosas, al Universo… Y el Universo se las concede: pasar de ser un ratón a
ser hombre. Pero cuando se convierte en hombre se da cuenta que sigue siendo
igual de miserable que un ratón, entonces le vuelve a pedir a Dios ser únicamente
luz. Entonces ahí llega a lo más elevado de la montaña y cambia. Pasar de vivir
en forma miserable y en el mal a una forma más elevada.
¿”Oh,
realidad”?
Ese
tema te muestra una realidad cruel que viven las personas, que le piden a esa
realidad que les expliquen porque están pasando ciertas pruebas que no
entienden. Es un tipo encerrado en una torre de pruebas de la que no puede salir…
Después, el tema te muestra que hay una luz que le indica que se puede salir
del pozo, solo es necesario subir para salir de la oscuridad.
Luego llega un tema tuyo, “El sol del corazón”. ¿Cómo lo hiciste?
El
tema habla de que hay una diferencia muy grande entre el cerebro y el corazón,
entre lo que pensamos y lo que sentimos. Hay una lucha entre ambos. Si vos te
ponés a pensar, la energía del corazón es magnética: atrae, es como un imán;
mientras que la energía del cerebro es eléctrica. Si vos estas utilizando mal
tu pensamiento atraes el mal en tu corazón. Estás desaprovechando la energía que
te da tu corazón para pensar cualquier cosa que no tiene sentido. Entonces después
no esperés que en la vida te vaya bien, que atraiga lo mejor, etc. Si estás
pensando cualquier cosa, vas a atraer cualquier cosa a tu vida, porque el corazón
te da lo que vos pedís. Hay que cambiar todo el pensamiento negativo que
tenemos adentro. Y eso no es sencillo, es un camino de evolución…
Justamente,
el tema que viene también es tuyo y se llama “Un camino”
Ese
te explica como un tipo va pasando de religión en religión hasta que encuentra
el amor, pero el amor que encuentra no es el amor correcto sino que es el amor
superficial, el amor físico. Hasta que por fin encuentra el verdadero amor, que
sería encontrarse a sí mismo y lograr una evolución espiritual como debe ser.
Pero es todo un camino en el que vas a los saltos, vas a los golpes, hasta que
tu consciencia empieza a iluminarse.
Es
un blues ese, ¿no?
Es
una balada blues. Tiene una onda Gary Moore.
La
letra me hace acordar al libro Siddhartha, ¿no?
Sí,
ahí tenés un buen ejemplo. Buda, Siddhartha… El tipo era un príncipe que vivía en
un reino y estaba tan aislado por su familia que no sabía lo que pasaba afuera.
Un día se escapa, se disfraza de hombre común y ahí ve la realidad de lo que es
la pobreza de la gente que no es como él. Y ahí empezó el camino del Buda.
Empezó a meditar para adentro y llegó a la conclusión de todo lo que estamos
hablando en esta nota. Ahí en el corazón está la fuerza. Y si vos meditas y
aquietás los pensamientos… Mejor dicho, más que aquietarlos, los observas. Te tenés
que mirar a vos mismo. El Buda lo que hace cuando medita, no es eliminar
pensamientos sino transformarlos. Transmuta los pensamientos en luz. Los convierte
en otro tipo de energía espiritual.
Luego llega “No venimos solos”, ¿qué te acordás de ese tema?
Otro
temazo de Willy Gardi, que tiene una letra tremenda. También habla del tiempo,
en el cual cada momento es fugaz. Fijate que estamos hablando de lo mismo que decíamos
antes en otro formato. Si desaprovechás el tiempo, pasás una vida entera en la
que no hiciste nada y te morís… Te agarra el atardecer de la vida y no hiciste
nada, las plantas son mejor que vos… [risas] Habla de no perder el tiempo
Justamente, él que vivió tan poco y dejó tanta obra…
Lo
que pasa es que era un tipo hiperactivo. Él vivía el presente a full. El no
discriminaba. Tenía una personalidad muy fuerte y había que seguirle el paso,
no era joda. Tenía un espíritu de líder. Eso que tenía Willy yo lo tengo
invertido. Yo tengo más pasividad, más introspección; Willy era más
extrovertido. Esa diferencia nuestra generaba la atracción aire – fuego. Eso hacía
que se agrande la creatividad de cada uno.
Luego llega “El inmigrante”…
Ese
tema habla de los inmigrantes que vinieron a nuestro país. Es un tema que hizo
Juancito con Valenti y Zabala. Es muy buen tema. Ellos tres hablan un poco de
sus antepasados familiares en la canción.
“La esencia es la misma” es otro tema de Willy…
Sí,
era una máquina de hacer temas… Ese habla de que cuando uno nace y muere varias
veces, el espíritu es el mismo siempre, lo que pasa es que vos te olvidás de
todas las vidas anteriores. Tenés la oportunidad nueva de hacer tu vida. Es como
que el universo te da una oportunidad de resarcir todo lo malo que hiciste
anteriormente…
”Tu mente busca” lo hiciste con Willy, ¿no?
No,
la música hicimos con Willy nomás, pero la letra la hizo un amigo mío de
Rosario. Me la regaló una vez y yo la tenía anotada en un cuaderno. Me parecía
muy linda porque habla del amor, de cómo se forma una pareja, del
entendimiento, como queda embarazada la mujer y de la alegría de poder tener un
hijo. Todo eso está en la letra. La leímos con Willy, nos gustó y le pusimos música.
Un tema que tiene una fuerza bárbara y que hay que cantarlo rápido. Es un tema
muy veloz.
El
disco se cierra con “Balada del Potrero”…
Otro
tema exclusivo de Willy que habla del lugar al que iban a jugar a la pelota
cuando eran chicos y todo lo que vivían allí, desde la perspectiva de un
adulto. La letra muestra que el adulto es un niño con edad. Lo que cuenta la
letra es eso: nunca hay que perder la esencia del niño, la esencia de jugar, de
estar alegre, de ser feliz. De chicos jugamos, tenemos alegría.
Muy lindo tema y acústico…
Sí,
está bueno. Es muy explicativo de eso que estábamos hablando. Está buenísimo. Me
di el gusto de cantarlo en el Auditorio Belgrano con la orquesta cuando se
cumplieron 50 años de El Reloj. La sala llena. Muy lindo momento. El disco en
vivo ya está editado y es muy bueno.
Emiliano
Acevedo