Muchas veces
ocurre que un grupo alcanza la cumbre de su creatividad, lo mejor de su obra
discográfica, a partir de su segundo disco -me viene a la mente el caso de Led
Zeppelin o Genesis, por ejemplo-, y eso fue lo que ocurrió con el
grupo holandés Focus, quienes, a partir de este genial Moving Waves, editado en octubre de 1971, elaborarían un par de discos memorables, una
trilogía difícil de empardar, completada por Focus 3 (1972) y, especialmente, Hamburger Concerto (1973); éste último, quizás, su obra magna.
En sí, Moving Waves, era un disco agradable
al oído, pero también complejo y elaborado; una obra que, curiosamente,
conquista la atención del oyente de entrada, para luego abrirse como una flor,
desenvolviendo sus bellezas musicales, en otro caso típico de álbum de calidad
que admite sucesivas escuchas gustosas en las que siempre se puede encontrar
algo nuevo sin dejar de sorprenderse. Extraño caso el de este grupo holandés
-cuyo núcleo creativo estaba formado por el guitarrista Jan Akkerman y el flautista y tecladista Thijs Van Leer- porque su
música contenía de todo, en un abanico que incluía desde la tradición folklórica europea, pasando por el
mejor rock progresivo, la
fuerza del rock pesado, algo de
jazz, y la elaboración de la
música clásica barroca; y
justamente, varios de esos elementos se dan cita en este Moving Waves, un álbum que atrajo la
atención y el respeto de la crítica y público internacional. alcanzando (¡nada menos!) el noveno puesto en las listas holandesas de álbumes, el segundo en Inglaterra, y el octavo en el ranking de la Billboard en Estados Unidos...
Ya desde el
primigenio momento de su grabación, Moving
Waves fue pensado como el disco que funcionaría como el despegue
definitivo de Focus; y para eso se instalan en Inglaterra, en los
Olympic Studios de Londres, para grabarlo, entre abril y mayo de 1971. En ese
momento, la formación que acompañaba a Van Leer y Akkerman se
completaba con el baterista Pierre Van
Der Linden (uno de los mejores de Europa) y
Cyril Havermans, en bajo y voces. El disco fue producido por Mike Vernon, quien
anteriormente había trabajado con Fleetwood Mac y John Mayall; en
una acertada elección, ya que luego Vernon demostraría que era el
productor ideal para Focus, el encargado de darle a esta banda holandesa
la guía musical y el criterio que les hacía falta para poder plasmar en el
estudio su impactante material.
Y eso se
nota, de entrada nomás, en los primeros compases de "Hocus Pocus", el
tema que abre esta placa de Focus. Por supuesto, este temazo luego -junto
a "Sylvia", de 1972- sería su mayor éxito internacional. "Hocus
Pocus" era una canción que (como la Tienda "Los Gallegos"…)
tenía de todo, principalmente, incesantes cambios rítmicos y mucho humor.
Quizás podría ser tachado de pretencioso y desmedido, pero, ¿quién se podría
resistir a este tema? Arrancaba con un riff heavy de Akkerman, que daba lugar a los juegos vocales
desmesurados de Van Leer -que llegan hasta un canto tirolés demente-, a
partir de su forma de cantar en yodel (pasando la voz natural al falsete), con esa locura suya tan
parecida a la de su colega Ian Anderson (Jethro Tull), en
especial por la maestría con la que ejecutaba la flauta. Sin dudas, una canción
(y performance grupal) inolvidable.
Pasado este
impacto inicial, Moving Waves
se desarrollaba por carriles que van desde la sutil "Le Clochard"
-una hermosa pieza instrumental en la que se destacan Akkerman en
guitarra acústica y Van Leer en el mellotrón-, hasta "Janis",
el tercer corte del disco, un tema melódico, suave, que incluye un gran trabajo
de Van Leer en la flauta. En la canción homónima "Moving
Waves", los tonos musicales siguen siendo sentidos, simples y muy bellos,
y, además, este es el único tema del álbum que realmente contiene una letra (entonada
en un inglés con un acento inconfundiblemente holandés, hay que decir...) Luego,
el viejo lado uno de la edición original de vinilo cerraba con "Focus
II", otro hermoso y delicado tema instrumental -marca registrada de la
casa-, con sutiles cambios rítmicos y armónicos.
Pero, el plato fuerte estaba en el lado dos, el
cual estaba cubierto en su totalidad por una espectacular suite de 23 minutos
llamada "Eruption", una extraordinaria adaptación de la ópera
Eurídice, del compositor italiano renacentista Jacopo Peri.
La misma narraba la trágica historia de amor entre Orfeo y Eurídice.
El resultado de dicha adaptación dio lugar a uno de los temas "larguísimos"
más hermosos y mejor logrados en toda la historia del rock progresivo internacional. Para grabarlo, Akkerman se encargó de los arreglos -como hizo en la mayor
parte del álbum-, que incluían en el caso de "Eruption" una enorme
cantidad de sobre grabaciones. Recordemos que en aquella época no existían las
grabaciones digitales -¡mucho menos Pro Tools!-, y todo había que hacerlo a
mano, pegando tramos de cinta analógicas de ocho pulgadas, para luego
regrabarlas -en este caso en una vieja máquina Revox-, y sin la ayuda del
sistema Dolby, para reducir el ruido originado por las sucesivas regrabaciones...
Pero, a pesar de las deficiencias técnicas de la
época, sin lugar a dudas, "Eruption" lograría convertirse en un
soberbio muestrario de lo que cada uno de los miembros de este grupo eran
capaces de hacer como instrumentistas, en una magnífica obra que
conjugaba lirismo, fuerza, sutileza, incluyendo la afilada guitarra de Akkerman
-elaborando solos y riffs que tenían la misma calidad y el nivel de otros
colegas progresivos, como David Gilmour-, furiosas improvisaciones rockeras,
y hasta intricados segmentos rítmicos que recuerdan las improvisaciones latinas
del mejor Santana, o, incluso, a nuestro ritmo folklórico, el malambo...
Todo eso traía esta suite dividida en secciones, a la vieja usanza, que dejaba
mucho espacio para que se lucieran cada uno de los músicos de Focus,
hasta en su parte compositiva.
De Zappa a
Bartok, pasando por Pink Floyd y Deep Purple; nada
escapaba a la maestría de estos holandeses; que a nadie tenían que envidiar, de
tan grandes que eran (incluso, muchos años después, un fragmento de esta suite
sería sampleado por Gustavo Cerati para dar forma a “Bocanada”, su tema
de 1999 incluido en el disco homónimo). Y eso era "Eruption", el
punto final para un disco impresionante, un verdadero clásico del rock progresivo setentoso. Sí aún no
lo escuchó, no pierda más tiempo y hágalo: no se arrepentirá...
Emiliano
Acevedo
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