Jueves
a la noche en Rivadavia y Nazca, pleno barrio de Flores. En esa esquina porteña me
espera Eduardo Frezza,
el histórico bajista y cantante de El
Reloj, uno de los grupos que inventaron el hard rock
argentino, nada menos. Campera negra, melena intacta y esa pinta de rockero que
le sale por los poros. Hay un espíritu juvenil en su mirada y en su andar, como
desmintiendo sus 65 años de existencia vital y bien llevada, como si aún fuera
ese pibe rosarino de fines de los sesenta, que atrapado por sus ansias de tocar rock n´ roll, se vino a
esta gran ciudad, la maldita Buenos Aires, esa en donde atiende Dios... y el
Diablo también… Más de 45 años de carrera, y de rutas rockeras transitadas, para encontrármelo
aquí, en la mesa de una pizzería, dispuesto a charlar. A dialogar sobre su
carrera, su historia en la música, y también sobre el lado misterioso de la vida,
los pasajes interdimensionales y el largo aprendizaje del existir. Filosofía, metafísica
y rock, muchísimo rock. Y una charla imperdible con un pionero que ya mismo
empezamos a desgranar…
ENTREVISTA>
¿Cuáles fueron tus inicios en la música?
En
Rosario, mi ciudad natal. Ahí había una movida aun no muy grande, pero bastante
interesante. Creo que, como a la mayoría de los músicos de mi generación, la
primera influencia fuerte que tuve fueron los Beatles. En realidad, empecé estudiando música clásica, cuando
tenía 10 años, porque como mi vieja era muy buena pianista, me mandó a estudiar
con una profesora rusa muy estricta. El tema es que nunca me gustó la parte teórica,
sino la practica; así que en esas clases sacaba todo de oído, y no leía un
carajo las partituras que me ponía la rusa para que practicara. Hasta que un
día se avivó la profesora, y se armó un despelote impresionante con mi vieja. Después
de eso no fui más a estudiar. Así que seguí tocando solo en el piano de mi
casa…
Hasta
que un día dejaste la música clásica por los Beatles…
Sí,
y empecé a volver loco a mi viejo para que me compre una guitarra. Una vez que
la tuve, armé una bandita bien rockera en el colegio. Había aprendido a tocar la
viola a partir de la formación clásica que había tenido en el piano. Como en la
banda éramos tres guitarristas, y teníamos un único equipito para tocar, para
que no se separara el grupo, decidí pasarme al bajo. Así fue que, casi de casualidad,
me hice bajista, pero me encantó, y desde entonces seguí tocando ese
instrumento. Después, cuando se terminó ese grupo de colegio, pasé a tocar en
una banda que se llamaba Los Átomos. De ahí pasé a The Adam´s Group. A ese
grupo le cambié el nombre, le puse Lágrimas,
y lo hice más rockero. Al final, terminamos siendo unas de las mejores bandas
de Rosario, junto con otra que se llamaba Los Ángeles Salvajes.
Ya
era el momento de pegar el salto, ¿no?
Claro,
justamente, en ese momento tocó el Trio
Galleta en Rosario. Esta era una banda soulera muy buena que venía de
Buenos Aires. Uno de los plomos de ellos nos hizo el verso, diciéndonos que era
productor, y nos entusiasmó con la posibilidad de traernos a Buenos Aires a
tocar. Al final, resultó un chanta, porque cuando nos trajo a Buenos Aires nos
afanó un equipo, un Fender Twin Reberv que le habíamos comparado a Los Barbaros, un grupo italiano. Pero,
como era muy boludo, se lo terminó malvendiendo al Trio Galleta por dos mangos.
Por supuesto, el cantante de ellos, (Carlos) Iturbide, sospechó que era un equipo robado. Entonces, cuando
fuimos a preguntarle si lo habían visto, él nos lo devolvió. En verdad, fue un
gesto muy noble de su parte que nunca voy a olvidar. Así que, una vez que ese
chanta del productor nos abandonó, la pasamos bastante difícil en Buenos Aires,
cagándonos de hambre durante un tiempo, porque tuvimos que seguir solos… Pero
nos quedamos, aunque éramos unos pendejos de 17 años, dispuestos a lucharla
contra viento y marea.
Tal
cual. Sí, la misma trayectoria, y muy poco tiempo después de que ellos habían
salido de Rosario. En fin, la seguimos peleando y gracias a un primo de nuestro
tecladista, que trabajaba en EMI Odeón,
conseguimos que nos llamaran para hacer una prueba en la discográfica.
Nosotros, en Lágrimas hacíamos un
estilo bastante parecido al de Los Gatos,
con órgano Hammond y todo, y se ve que esto los entusiasmó a los de la
compañía, quienes nos llamaron para hacer un (disco de) acetato, para difundirnos.
Lamentablemente, el guitarrista quiso pasarnos por arriba, en beneficio propio,
para que Odeón contratara a su banda en lugar nuestro. Así que lo echamos, y
ahí entra a tocar en el grupo el Bocón
Frascino. El Bocón tocó un tiempito con nosotros, pero se termina yendo con
el Flaco Spinetta, cuando éste lo
llama para armar Pescado Rabioso.
Ahí entra a reemplazarlo Willy Gardi,
quien, rápidamente, se entusiasmó, armó todos los temas y se quedó tocando en
el grupo.
Eso
fue el germen de El Reloj…
Sí,
porque a los otros integrantes del grupo les tocó hacer la colimba, así que me
quedé solo en la banda con Willy. Por suerte, él trajo a tocar a tres tipos que
conocía de la Zona Oeste, en La Matanza, y ahí se arma El Reloj.
En
realidad, siempre fui autodidacta. Me gustaba escuchar a Jack Bruce en Cream. Después
vino Yes y ahí me volví loco con Chris Squire, y el sonido del
Rickembaker. Así que fui corriendo a comprarme uno. Ese es un bajo que me
emociona, porque tiene un sonido explosivo. A diferencia de otros bajos, en el
Rickembaker, tanto las notas graves como las agudas tienen la misma potencia.
¿Y
cómo fue que se te ocurrió cantar?
Durante
la época de Lágrimas aun no cantaba,
pero como componía los temas, se los pasaba directo al cantante, cantándolos yo
mismo. Lo curioso es que a los demás integrantes les gustaba más como los
cantaba yo que el otro. Así que un día me preguntaron si no quería cantar yo también
un par de temas. Entonces empecé a cantar, paulatinamente, uno o dos temas;
hasta que terminé cantando casi todo yo. Como al cantante no le gustó esa nueva
situación, se terminó yendo. Fue así. No es que me propuse cantar. A mí me
gustaba cantar, pero no me daba cuenta. Curiosamente, algunos me conocen más
como cantante que como bajista…
¿En
el estilo de que cantantes te inspiraste?
Y,
lo mío está cercano a Zeppelin, a la
forma de cantar de Robert Plant.
¿Cómo
fueron puliendo el sonido de El Reloj?
Creo
que el primer simple está bastante influenciado por el sonido de Deep Purple. Esa es la onda que tiene,
por ejemplo, “El mandato”, uno de nuestros primeros temas, y, a la postre, uno
de los más conocidos que hicimos. Ese simple, justamente, tenía en el lado B
“Vuelve a reinar”, un tema mío. En sí, todo ese primer material es bien hard rock, con unas letras que hablan de
la búsqueda interior del ser humano. Como preguntándonos acerca del porque
estamos en este mundo.
Naturalmente,
por nuestra propia búsqueda vital. Creo que, muchas veces, algunos no nos
entendieron, tratándonos de sectarios. Porque éramos cinco tipos muy metidos en
lo nuestro, en desarrollar y mejorar nuestra música, en los ensayos y
componiendo. El tema es que cuando uno se mete tan adentro del propio ser, como
lo hacíamos nosotros, descubre cosas interiores que nos dan mucha alegría. Y
eso se transluce en el tipo de música que componés. Estábamos todo el tiempo
haciendo música. Por eso algunos dicen que El
Reloj marcó un cierto cambio musical. Por supuesto, también teníamos la
influencia de varios grupos de afuera, pero en virtud de entender cuál era la
música que queríamos hacer.
Decías
que Purple los había influenciado bastante, ¿no?
Sí,
pero en “El Mandato”, más que nada. Fijate que “Vuelve a reinar” es otra
historia, con una influencia muy marcada de Led Zeppelin, porque a mí me gustaba más que Deep Purple. Por
supuesto, más adelante empezamos a recibir una influencia significativa de
grupos como Emerson, Lake & Palmer o Yes…
¿Y
porque tardaron casi dos años (luego de firmar contrato con RCA) para sacar el
primer disco, en 1975?
Lo
que pasaba es que no estaban acostumbrados a trabajar con grupos de rock. Eran
tipos muy reacios, desconfiados de tratar con tipos de pelo largo, y por eso te
daban bola recién cuando empezabas a vender muchos discos. En RCA también
hacían las cosas muy lentas. Además, tuvimos muchos problemas con el tema de la
tapa del disco, porque hicieron un desastre con el dibujo que había hecho Espósito. Es más, también fue muy
difícil grabarlo, porque el técnico de grabación de RCA no entendía un carajo
como registrar la música de El Reloj. Así que no nos quedó otra que ir y meter
mano en la consola. Lamentablemente, por nuestra inexperiencia, muchos sonidos
no fueron grabados en forma óptima. Por eso creo que ese primer trabajo no
alcanza a reflejar en su totalidad nuestro sonido. Aunque tuvimos muchas horas
disponibles en el estudio, fue un bardo grabarlo.
¿Por
qué algunos temas, como “El Blues del Atardecer”, los grabaron dos veces?
Porque
no estábamos del todo conformes con la primera versión. Éramos muy
perfeccionistas, y como teníamos la posibilidad, los grabábamos de nuevo. Eso
que decís acerca de “El Blues del atardecer” fue porque un día llegamos a la
RCA y había un piano Stenway y un Mellotrón, y Valenti se puso como loco cuando lo empezó a tocar. Se entusiasmó
tanto que quiso grabar de nuevo el tema con esos instrumentos…
De
mi experiencia personal, cuando era pibe y aún vivía en Rosario. Ahí soy yo hablándole
a mi mamá. Ella estaba muy preocupada con que yo me dedique a la música. La
música es de Willy, con arreglos de
bajo míos…
¿Y
“El Viejo Serafín”?
Esa
habla de un ángel que se transformó en una persona común que vivía en la calle.
Y está inspirada en una persona real que se llamaba, justamente, Serafín. El
tipo era feliz divirtiendo a la gente, sin juzgar a nadie. Todo el mundo lo
gastaba, lo cargaban; hasta que se murió. En ese momento, se dieron cuenta de
que ese viejo era importante. Se terminaron dando cuenta de que ese tipo era
igual a ellos.
¿Y
qué situaciones te inspiraban la composición de “Blues del Atardecer”?
A
simple vista parece la historia de un tipo al que lo dejó la mina, ¿no? Sin
embargo, en esa letra se habla de algo más: la intención de Unidad. El tipo se
peleó con la mina, pero se da cuenta de que la tarde está gris, igual que él.
Ahí hay algo, no está solo. “Estoy aquí, con mi tarde triste y gris”, ese es el
sentido.
Es
como el disco de Yes: “Yendo por la unidad…” (Going for the One),
¿no?
Es
esa onda. Es lo que nos salva en este presente híper teologizado, lleno de
cables, teléfonos celulares, aparatos electrónicos, la televisión y un montón
de cosas que te llenan de una energía negativa, que no está buena. Entonces,
¿Cuál es la onda? La búsqueda interior, una implosión para adentro del corazón,
la meditación, unirte a la tierra, al planeta. Es una luz interior, estar en
equilibrio, conectado a todo. Unirte al sol y al centro del universo. Por
supuesto que no es una tarea sencilla, porque la mente tiende a sacarte de eso.
Es
una esperanza. “Vuelve el día a reinar”, es la historia de un tipo que estuvo
viviendo el vértigo de la noche y que ve el sol llegar y tiene la oportunidad
de vivir un nuevo día. Estuvo como loco, no encontró a la mina, no encontró un
carajo, y cuando se quiso acordar ya era de día de vuelta. Esa letra habla de
la experiencia de los pibes cuando llega el fin de semana y salen a la calle, y
quieren encontrar algo, ya sea una mujer, una experiencia, un momento. Es como
una especie de código, algo de tribu, ¿no? Encontrarse para decir, “ya llega el
viernes, vamos a descontrolar, a chuparnos todo…” Claro, entre la juventud de
los 70 también pasaba algo parecido, pero estaba muy reprimido por una realidad
político social muy dura, que hacía que los pibes no pudieran joder mucho en la
calle. Por eso tenían que encerrarse en
un lugar para hacer lo mismo que ahora los chicos hacen afuera…
En
“El triángulo” también hablaban de lo que me decías recién sobre la Unidad…
Sí,
por supuesto, tiene mucho que ver con la meditación. Nosotros tenemos dos
energías adentro, en el cerebro y el corazón: una masculina y otra femenina.
Fijate la Estrella de David hebrea, por ejemplo, que simboliza dos triángulos cruzados,
dos energías entrelazadas, girando. Transportado al cerebro, ahí tenés dos
lados: uno masculino (el derecho) y otro femenino (el izquierdo). Justamente,
cuando en la letra digo: “Ventana espacial, déjame mirar, de que en tiempo
estoy en la eternidad…”; estoy hablando de las tres glándulas que tenemos en la
cabeza (la pineal, la pituitaria, y la del Tercer Ojo), ahí tenés el Triángulo.
Es una ventana espacial, y la tenemos en la cabeza. Cuando uno enciende esas
tres luces que tenemos en el cerebro, se conecta con todo, al activar esa
ventana espacial. Sería, dicho mal y pronto, como tener un teléfono celular que
te conecta multidimensionalmente. Llegar a ese estado de la conciencia es estar
en la gloria, realmente. Y de ahí también viene la creatividad.
¿Cómo
se les ocurrió “Egolatría”?
Esa
es una zapada. La sacamos en el estudio, de una. Es media jazzera. Ahí no hay
canción, letra ni nada. Era la oportunidad para que cada uno se luciera como
músico. Por eso le pusimos “egolatría”, porque terminábamos tocando lo que a
cada uno se le cantaba las pelotas…
Esa
búsqueda musical que les llevaba hasta utilizar otros instrumentos, ampliando
el entramado sonoro. Como por ejemplo, el violín en “La Ciudad Desconocida”…
Y
sí. Ese es un tema de Willy, muy
bueno. Él se copaba mucho con el violín, porque lo estudiaba por la madre, que
era profesora de piano y violín. Fíjate que terminó siendo un capo del instrumento.
Siempre en nuestros recitales había un momento en que aparecía Willy tocando el violín
como los dioses. La onda del tema “La Ciudad Desconocida”, según me contó el
propio Gardi, se relaciona con la
ciudad que uno encuentra cuando deja esta existencia, cuando se muere. Cuando
dejamos esta vida, encontramos una ciudad interior, desconocida para todo el
mundo, pero en donde te encontrás con algo maravilloso.
Sí,
tal cual, así fue. Empezamos a estudiar los cinco en el Julián Aguirre de
Banfield, a partir del 76, porque queríamos perfeccionar la onda sinfónica. Yo
estudiaba violonchelo y contrabajo, Willy
(Gardi) guitarra y violín, (Osvaldo) Zabala guitarra, (Luis) Valenti piano, y Juancito (Espósito)
timbales y los instrumentos percusivos de orquesta. Este paso por la música
académica, además de las escuchas de los discos de Yes o Emerson, Lake &
Palmer –que nos encantaban- influenciaría mucho la composición de nuestro
segundo álbum, cuyo sonido se relaciona directamente
con la de estos grupos ingleses de rock progresivos.
Claro.
Vos sabés que, aunque son posteriores a El Reloj, el sonido del primer Iron
Maiden siempre me resultó similar a la música que hacían ustedes, a ese mismo
estilo de hard progresivo…
Por
supuesto, ahí no hay ninguna copia de ninguno de los dos, pero es verdad que se
parecen. Hasta a nosotros mismos nos sorprendían esas similitudes. Eso tiene
que ver con ese espíritu musical, una red energética planetaria, podríamos decir,
que hace que tipos que viven en diferentes latitudes estén conectados en la
misma sintonía.
En
este segundo álbum también se tomaron revancha con el tema de la tapa, con ese
dibujazo de Horacio Fontova, ¿no?
Sí,
porque le rompimos las pelotas a RCA para que no volvieran a cagarnos la tapa,
como lo hicieron en el primer disco. Justamente, Fontova era amigo de Willy,
y le regaló el dibujo para que la pusiéramos en la tapa. De cualquier forma, esa
ilustración no había sido hecha especialmente para nuestro disco, porque el
Negro, que es un dibujante de la puta madre, siempre estaba haciendo ese tipo
de trabajos en las tapas de Expreso
Imaginario, por ejemplo. Fue Willy quien se volvió loco con esa imagen, y
se la trajo porque tenía que ver con el material que estábamos haciendo. Ahí
tenías un tipo, ni joven ni viejo, o ambas cosas a la vez, colgando en el
tiempo y el espacio. Una ilustración espectacular.
También
hay un salto importante en el sonido, en relación con el disco anterior…
Y
sí, porque en el primero los técnicos no entendían un carajo la música que hacíamos,
y nosotros empezamos a meter mano, todos a la vez, y no terminó quedando todo
lo bien que podría haber sido. Una vez, incluso, Valenti me revoleó un zapato a
mí y se lo encajó a un técnico, y se armó un quilombo terrible, porque le abrió
un tajo en la cabeza y el tipo empezó a sangrar… También en el segundo álbum
nos peleamos mucho en el estudio. Es más, una vez me agarré a trompadas con
Willy, por esa cuestión.
¿Cómo
fue eso?
Fue
la primera vez que nos peleamos en la vida. Willy estaba jodiendo, y yo le dije:
“Che, déjate de romper las pelotas, ¿no ves que estamos perdiendo el tiempo?”
Se ve que no le gustó un carajo lo que le dije, y vino corriendo y nos
agarramos a trompadas. Yo terminé con el tabique nasal sangrando y él con la
mano derecha enyesada. Por suerte pudo seguir tocando porque le quedaron los
dedos de la mano libres para agarrar la púa… (risas) Igual, indirectamente, nos salió bien la jodita. Porque
debido a esta pelea, la RCA nos echó de sus estudios por peligrosos, y
terminamos en los estudios del Nono
Pugliese, el tipo que hacía las publicidades de los cigarrillos L&M con
(la modelo) Claudia Sánchez, y ahí
pudimos grabar con un técnico muy bueno. Por eso el segundo disco suena tan
bien.
¿Cómo
los afectó el contexto de esa época de represión, censura y violencia, como fue
la que se vivía en la Argentina de esos años?
En
esa época vivimos el Proceso Militar muchas veces en carne propia, en camino
hacia nuestros shows. Nos detenían
muchas veces, en el medio de la ruta, con pistola en mano, y nos
revisaban los instrumentos, haciéndonos bajar todos los equipos para luego
volverlos a subir. Además, nos cerraron recitales llenos, donde ya se había
cobrado la entrada, con toda la gente ya dentro del recinto. Por ejemplo, uno
cerca de la Quinta de Olivos, donde se dictó estado de sitio, luego de haber
hecho nosotros todas las promociones, la pegatina de afiches y demás; una
suspensión que nos hizo perder mucha guita, por supuesto. Aparte de eso, un
productor, que no quiero nombrar pero muy importante en esa época, cuando vio
que venían los milicos, le dio el dinero de la recaudación a un agente de
prensa allegado a la banda, para que lo llevara en una valija hacia su casa. Éste
lo hizo, y nos mintieron, diciéndonos que le habían devuelto a la gente el
valor de las entradas, luego de que el público fuera desalojado del lugar por
los milicos...
Que
buen tipo ¿no?
Ja.
Sí… Hace un par de años lo volví a encontrar al agente de prensa, y recién ahora
me contó la verdad de lo ocurrido. Es de esperar lo que yo sentí por dentro, así
que me alejé de esta persona… Pensá que los militares en ese recital, llegaron
a entrar al cine, apuntando a la gente con sus (fusiles de asalto) FAL, y se
metieron adentro del telón, mientras nosotros estábamos recién probando sonido,
con el cine lleno. A mí un milico me empujó en la espalda con su arma, y luego,
como si fuéramos delincuentes, nos bajaron del escenario y con las manos contra
la pared, frente al público, nos palparon de armas. También nos hicieron abrir
los estuches, me acuerdo que la gente ni respiraba viendo esto. Al final se
llevaron 15 personas detenidas, que supongo que le habrán hallado algo que
considerarían sospechoso. Es el día de hoy que siento mucha pena cuando pienso
en estas personas, al no saber que les sucedió…
En
otros recitales, en estos mismos casos, la Policía se ponía difícil, en
especial en el cine de Flores. Siempre atacaban a la gente en la cola, incluso
si movían sus pies, al ritmo del sonido de la música que se escuchaba adentro. Aun
hoy algunos muchachos de esa época me cuentan de las veces que, por solo ir a
ver tocar a El Reloj, terminaban durmiendo en la comisaria. Nosotros mismos
fuimos detenidos una vez en la Comisaria de San Telmo, luego de que detuvieran
nuestro auto, y estuvimos toda la noche adentro de la celda hasta que nos
vinieron a sacar. Esta situación era muy común. En realidad, nuestras letras no
eran muy entendibles, porque tenían un perfil, digamos, casi místico, que ellos
nunca tomaron como peligrosas. Lo que pasaba era que consideraban a todo el
movimiento del rock casi subversivo. Mirá lo que le pasaba a los artistas que
hacían letras más sociales, rebeldes y directas, que ellos temían. Los músicos
de rock de esa época solo queríamos cambiar las cosas y elevar las conciencias
nubladas y no estábamos completamente conscientes de lo que sucedía en el otro
lado del velo… Es por esa represión que se vivía que muchos terminaron
exiliados en España, Brasil, México y otros países.
¿Por
qué se termina separando El Reloj?
Creo
que nos faltó percepción para entender todo lo que nos venía pasando como grupo
y hacia donde nos dirigíamos. Éramos muy jóvenes y todo fue muy vertiginoso.
Estábamos muy acelerados y ese desgaste hizo que en el 78 el grupo se termine
separando. Teníamos material como para hacer diez discos más, pero no pudimos
seguir. Hubo un montón de material ya escrito, de Willy y mío, que no se grabó, y era una maravilla. El loco era una máquina
de hacer música, componía unas cosas hermosas en el piano, parecía Lalo Schiffrin. Es una pena que no lo
pudimos registrar, pero estábamos muy cansados de tantos shows y ensayos. Estábamos
muy tensos, hasta que un día Willy y Valenti
se pelearon muy mal, y se fue todo al carajo. Por ejemplo, Willy le dedicó “Alguien más en quien confiar” a Valenti. Ellos
dos siempre se llevaron para el orto, eran de discutir mucho, pero esa pelea
final fue fatal para la continuidad del grupo.
¿Cómo
era Willy?
Un
tipo sin freno. Un tipo que tenía un vértigo interno, todo el tiempo, con una
fuerza que arrastraba todo. Nunca discriminó entre el bien y el mal. Para él
todo era una experiencia posible. Por eso, a veces, se metía en algunos
bolonquis tan terribles que yo lo tenía que andar parando… (risas) Pero era muy noble, un gran tipo,
de gran corazón. Era muy jodón, muy alegre. Tenía una personalidad muy
atractiva, que hacía que fuera muy querible.
¿Cómo
se da la vuelta de El Reloj en los 90?
Simple,
me encontré con Willy, fuimos a buscar a los otros tres, todos dijeron que sí,
y lo hicimos. Si bien todos ya estábamos en una situación personal bastante
diferente a la de 17 años atrás, la esencia era la misma. Teníamos guardado en
el cajón un montón de material para hacer.
Con
un sonido más heavy, ¿no?
Lo
que pasa es que volvimos justo en una época heavy
metal, pero no es que nosotros éramos “heavy”. Yo siempre lo aclaro: El
Reloj no es heavy, es hard rock y rock sinfónico, y paremos de contar… Por ahí
metíamos alguna balada blusera, pero siempre en clave hard rock. Nos encasillaron como “heavy” porque el Tano Juan (Espósito) tocaba la batería con dos bombos, pero, a mi entender, el
heavy es otra cosa, es un estilo más constante, más lineal, no tiene tanta
melodía como la que tenía nuestra música.
Ese
disco lo grabamos en El Cielito Records, con Gustavo Gauvry, un técnico de puta madre. Ahí está “Un Camino”, un
tema mío en donde se toca todo Zabala,
demostrando toda su calidad musical; y el Tano,
ni hablar, impresionante como le pega a la batería en ese disco; para mí él siempre
fue uno de los mejores bateristas del país, no tengo dudas…
¿Y
te gusta cómo quedó?
Sí.
Es un álbum muy bien grabado, con mucha carga, muchas regrabaciones, nos
zarpamos regrabando instrumentos. ¡Ciento cincuenta horas de grabación tiene
ese álbum! Los temas son muy pesados, buenos… Como te decía antes, teníamos que
hacer un material heavy porque había mucho rechazo en esa época, si no aggiornabas
el sonido te trataban de “viejo”. Una cagada, porque, por supuesto, la música
nunca es vieja; pero te trataban así porque en esa época estaba el rock
bastante encasillado…
¿Y
por qué no pudieron seguir juntos?
Fue
un ciclo y estaba cumplido. Porque los males volvieron, y se terminó pudriendo
todo de vuelta. Así que chau, me fui a hacer la mía. Es más, cuando se desarmó
por segunda vez El Reloj, llamé al Tano Claudio
Marciello para armar un power trio con él, y justo ya había aceptado la
proposición de Iorio para hacer Almafuerte, así que no pudo ser.
Hubiese estado buenísimo tocar con el Tano.
Fue
jodido, porque después de vivir de la música, después de tanto sacrificio por
lograr ese sueño, se terminó eso que estaba haciendo y tuve que enfrentarme con
el mundo y tener que laburar de cualquier cosa. Así fue que en los 80 me
dediqué a la cerámica y puse un taller en mi casa; también estuve haciendo
muchas cosas en madera, porque siempre me gustó mucho la carpintería. Por
supuesto, también seguí investigando sobre temas filosóficos, espirituales y de
la mente, en los que me venía metiendo desde la época de El Reloj. Tuve un par
de cambios muy grosos en todo aspecto en mi vida. Me alejé de la música, me
dediqué a mi familia, porque mis hijos eran muy chicos y quería dedicarles más
tiempo. Hasta que me empezó a picar el bichito de nuevo, y armé una banda con
un par de amigos artistas muy talentosos del barrio. Del material que hacía en
ese grupo, luego sale el repertorio de lo que sería la grabación de mi primer
álbum solista, Profundo. Luego de que
finalizó esa experiencia, me fui a vivir a Mendoza. Allá estuve trabajando en
la producción de un programa de televisión regional por cable, junto a mis
hijos. Recién volví en 2005 a Buenos Aires. Ahí entré a cantar en la banda del Bocón Frascino y grabamos el disco Conservando la Especie.
Sí,
pero no porque me haya peleado con el Bocón, ni nada parecido. Él siempre fue
mi amigo y jamás tuvimos un problema, lo que pasó es que me dieron ganas de
empezar a hacer toda esa música que había acumulado durante tanto tiempo en un
proyecto que fuera mío. Así empiezo a armar el embrión de Cronología, mi grupo
actual. Con la primera formación de esta banda grabé un disco, Profundo, pero poco después nos
separamos. Ahora ya tengo una nueva formación de músicos que me acompañan, y
estoy grabando un nuevo álbum, qué ya está listo, solo falta poder editarlo.
Con esta nueva formación ya tocamos en un montón de lados, es como que –ahora
sí- “me activé”… (risas)
¿De
qué se trata este último trabajo que grabaste, La Quinta Conciencia?
La Quinta Conciencia
es la que corresponde a la Quinta Dimensión, que es la dimensión que viene, ya
nos estamos acercando a ella, desde la Tercera (dimensión) –en donde estamos
ahora. Todo el sistema solar se está acelerando, pasando de una octava a la otra,
cada vez más cerca de la Quinta Dimensión. Esto es algo que ya está pasando
ahora, el ADN de todos los seres humanos se está acelerando, mutando, al unísono
con la aceleración de nuestro sistema solar. Una vez que se estabilice esta
aceleración, ese vaivén de frecuencias, cuando ya pasemos a la próxima octava,
el ser humano se va a transformar por completo. Quizás, no les haga falta ni
hablar a estos seres humanos con su mente en la Quinta Dimensión, van a estar
mucho más tranquilos con su ser. Los que mantengan su mente en la Tercera Dimensión,
en la corrupción, en los vicios, van a estar sonados… Es una evolución
espiritual que todavía está en proceso, puede tardar 150 o 200 años más…
De
todos los álbumes que grabaste, ¿cuál es tu preferido?
Todos
los he vivido intensamente, pero el primer Long
Play es como el primer amor. Además, es un disco muy hard rock, también fusionado con el jazz y el blues, con música
sinfónica y progresiva. Si le querés buscar un rotulo, ese combo sería la
música ideal para mí. Por su parte, el segundo álbum de El Reloj fue una gran
experiencia para todos nosotros, y es muy lindo escucharlo aún hoy, pero
complicado para pasárselo a otros músicos a la hora de tocar ese material en
vivo. Sin embargo, en este disco también hay temas como “La ciudad desconocida”
que es más del estilo Zeppelin y accesible. Con respecto al material de mi
banda actual Cronología, me gusta mucho escucharlo, porque las canciones hablan
de temáticas que me interesan mucho, como eso que te decía acerca de la Quinta
Conciencia. Por eso no veo la hora que sea editado. Estoy muy conforme como
salieron los temas, como fueron grabados. La primera experiencia que tuve como
solista estuvo muy buena también, pero fue como soltar el lastre, dejar ir toda
una época, luego de separarme de El Reloj. Creo que recién ahora estoy
totalmente satisfecho con la música que estoy haciendo.
Para
terminar, una pregunta que le hacemos a casi todos los músicos que
entrevistamos: ¿Qué tema de otro te hubiese gustado componer a vos?
Hay
varios temas de Crucis que son muy
buenos en el disco Los Delirios del
Mariscal. “No me separen de mí”, por ejemplo, que es un tema impresionante,
circular. Va creciendo de a poco, como un amanecer, volviendo siempre
a la misma melodía, en forma de círculo… Crucis es una banda que siempre me
gustó muchísimo ir a ver. Era muy amigo de su baterista, Gonzalo Farrugia. Incluso, intentamos tocar juntos, luego de las separaciones
de El Reloj y Crucis, pero no
funcionó, lamentablemente…
¿Y
tus proyectos a futuro, cuáles son?
Seguir
tocando en todos lados, en donde pueda, siempre tratando de mostrar lo mío. Eso
es lo más importante para mí, como camino de la realización, y así poder volcar
nuevas experiencias, para no dejar nada en el tintero antes de volar de esta
existencia, toda esta vida que llega cuando estás inspirado.
Emiliano
Acevedo
MUY BUENA LA NOTA EMILIANO,Y OBVIO AL MASTER EDUARDO FREZZA.
ResponderEliminarEl álbum "La quinta conciencia" se grabó parte en el estudio "Alma Grabaciones" perteneciente a Alex Antonelli y parte en "El Ministudio" perteneciente a Hugo Antonelli.Participaron: Junnior Sic en bateria ,Alex Antonelli en teclados y Hugo Antonelli en guitarras,obviamente Eduardo Frezza en Bajo y voz,el cual omitió mencionar a los integrantes y colaboradores en este maravilloso álbum..... "Un admirador de la banda"
ResponderEliminarQUERIDO ADMIRADOR , LA NOTA DE INTERTÍSIO VA DIRIGIDA A MI CARRERA MUSICAL , NO ERA RELEVANTE NOMBRAR A INTEGRANTES Y ESTUDIOS DE GRABACIÓN , COMO NO LO HICE TAMPOCO CON LA PRIMERA FORMACIÓN DE CRONOLOGÍA DEL CD "PROFUNDO" Y SUS INTEGRANTES Y ESTUDIO QUE APARECEN EN EL DISCO , DADO QUE LA INFORMACIÓN DE CRONOLOGIA SALDRÁ, EN EL MOMENTO DE LA EDICIÓN DEL CD LA QUINTA CONCIENCIA ,CON TODOS LOS DATOS COMO SE PLANIFICÓ ,ADEMAS CABE DECIR QUE EN ESTA FORMACIÓN 2DA , A SUS INTEGRANTES NO LES QUEDABA TIEMPO PARA SACAR NUEVOS TEMAS DE MI AUTORÍA, Y PERDIÉNDOSE ASÍ LA SINERGIA , POR SUS PROYECTOS PERSONALES,ANTE ESTA SITUACIÓN TOME UN RUMBO DE PROYECTOS NUEVOS!!!!!!EDUARDO FREZZA ,
ResponderEliminarExcelente Nota,de lo Mejor, Emiliano/////
ResponderEliminarExcelente nota al maestro Eduardo Frezza...escuché el primer álbum de El Reloj a los 15 años y su sonido me marcó para siempre. Los vi en vivo en 1994 en Arpegios cuando volvieron, guardo con mucha emoción el volante de difusión y el ticket como en trofeo musical. Que bueno que Zaballa- Frezza sigan recreando aquel Reloj....el primero, el que dejó esa huella para siempre...y como dice la canción....el reloj jamás podrá parar....!!!!
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