Dibujo: Ariel
Tenorio (www.ccelrock.blogspot.com.ar)
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Transcurría
agosto de 1965 cuando Jim Morrison y Ray Manzarek –dos
ex estudiantes de cine en la UCLA- se reencontraron en las playas de Venice,
California. Ese día ambos muchachos se sentaron sobre la arena mientras Jim le
cantaba tímidamente a Ray los versos de “Moonlight Drive”, una
de las primeras canciones que aquel había escrito. Se dice que Manzarek le
dijo a Morrison: “Hey, esas son las mejores letras de rock que
he oído en mi vida. Formemos una banda y ganémonos un millón de dólares”.
Ya sabemos lo que vino después. Nada más y nada menos que el nacimiento de uno
de los grupos más importantes e influyentes de la historia del rock: The Doors.
Sin
embargo, está claro que la figura de Manzarek sobrepasa
al mero hecho de haber fundado el grupo con Morrison, porque nada
hubiese sido igual en la trayectoria del grupo sin la presencia de este rubio
tecladista. Creador de un sonido único -a partir de su órgano Vox Continental-
en el que Ray mixturaba su bagaje musical, que incluía su
familiaridad con el blues y
el jazz de su natal
Chicago, así como su afición a la culta música clásica, a la que nunca
abandonó.
Sin dudas, desde sus inicios, el sonido de The Doors era totalmente distinto al resto de los grupos contemporáneos del rock norteamericano, además de no deberle nada a la influencia de los grupos ingleses. Porque la suya era una música inédita, oscura, atrapante; con unas letras complejas, abiertas a múltiples significados, que, a partir de las resonancias de los antiguos mitos y leyendas de la lírica poética, se adentraban en el subconsciente del hombre metropolitano moderno y en sus más profundos miedos.
Además,
aunque la omnipresencia de Morrison -uno de los frontmen más
carismáticos que haya pisado jamás un escenario- se haya comido al resto de los
integrantes del grupo, es indiscutible la valía de éstos, por ser hábiles
apuntaladores del histrionismo teatral, descarado y sexy del vocalista,
generando una química sin par en la que el hechizante guitarrista Robbie
Krieger mostraba toda su sabiduría flamenca, tocando la eléctrica sin
púa, pulsando las cuerdas con sus dedos; mientras que John Densmore,
a partir de su herencia jazzera, dibujaba fantasía con sus tambores y
platillos, combinando climas sutiles con otros tenebrosos. En lo que respecta
a Ray Manzarek, su virtud es la de haber creado un sonido hipnótico
de órgano, y melodías fantasmales de oscura psicodelia, que encarnaron el alma
musical del grupo. En este punto es necesario citar a Marilyn Manson –fan confeso de los Doors-, quien dejó
una perfecta definición de la importancia de Manzarek: “En
los Doors, muchas veces la música no tenía nada que ver con la
letra. El teclado unificaba todo. La mayoría de las bandas, si el tecladista se
rompe un dedo, puede seguir adelante con el recital. Los Doors no.”
Descendiente de polacos inmigrados a Estados Unidos, Raymond Daniel
Manczarek (así con “c”, como originalmente se escribía su apellido)
había nacido el 12 de febrero de 1939, en Chicago, Illinois. Ray no
tuvo una formación musical propiamente académica, pero sí tomó clases
particulares de piano desde la niñez gracias al empeño de sus padres, quienes
le compraron un piano de estudio y contrataron a Bruno Micelotti, un profesor
europeo, para que le enseñara a tocar. Luego de continuar su aprendizaje con
otros profesores, se le abriría todo el universo de la música clásica europea, para más tarde
ampliar su bagaje con el blues,
que empezó a escuchar en los discos que su familia compraba en Maxwell Street.
De cualquier forma, casi termina dejando la música en un segundo plano en su afán de desarrollarse como un jugador profesional de básquet. Sin embargo, una pelea con su entrenador, acerca de la posición que Ray debía ocupar en el equipo, lo haría abandonar la práctica del deporte, cuando tenía 16 años. Luego de terminar la secundaria, Manzarek estudió Ciencias Económicas en la universidad, a la par que continuaba tocando en algunos eventos musicales. Paradójicamente, será su paso por la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), durante 1962 y 1965, lo que provocará que Manzarek se decidiese a encarar full time su actividad musical, ya que estudiando la Licenciatura en Cine conocerá a Jim Morrison, un excéntrico e inconstante estudiante de esa misma carrera. También en la UCLA, Ray conoció al amor de su vida, Dorothy Fujikawa, con quien se terminaría casando.
Si bien Manzarek y Morrison se conocían por compartir cursos en la UCLA –incluso, una vez Ray lo había invitado a Jim a acompañar en su grupo, Rick & The Ravens, en un par de conciertos- será ese encuentro casual de Morrison y Manzarek en las playas de Venice, el que cambiaría el futuro de ambos. Rápidamente, Ray invitó a Jim a que se mudara a su casa y así comenzaron a trabajar juntos. Sin embargo, al resto al resto de los integrantes de la banda de Ray no les gustaron las ideas de Morrison y se fueron, por lo que Manzarek llamó a unos compañeros de meditación, Robby Krieger y John Densmore, ambos provenientes de The Psichedelic Rangers, para unírseles. The Doors ya era una fascinante realidad.
De
movida nomás, entre tantos contrastes, llamó la atención de que éste fuera un
grupo sin bajista, ya que Manzarek era el encargado de tocar
en escena las partes del bajo en un piano Fender Rhodes. Sin embargo, esta
“carencia” se volvió una marca registrada de la casa y potenció la importancia
de Ray, quien dio rienda suelta a toda su calidad musical,
demostrando que le sobraba paño para hacer al mismo tiempo tanto sus melodías
arabescas como esas precisas bases que eran necesarias para armonizar la música
del grupo, en consonancia con el ritmo de la batería de Densmore.
Solamente en el estudio utilizaban bajistas sesionistas, pero debido a que el
sonido de bajo del Fender Rhodes no podía ser registrado en forma óptima.
No
obstante, si algo define el sonido de Manzarek es
su uso del órgano Vox Continental, un instrumento usado por muchas otras
bandas psicodélicas de
mediados de los 60. Más tarde, Manzarek tocaría un Gibson
G-101 Kalamazoo –un órgano parecido al Farfisa- porque las teclas de plástico
del Vox se le rompían frecuentemente durante los shows.
En lo que respecta a la grabación de los discos de los Doors, este sonido tan especial de Manzarek adquiere especial importancia en varios clásicos del primer álbum como “Light My Fire”, “Soul Kitchen” o “Break On Through”; pero será su espectacular performance en ese polémico tour de force llamado “The End” la que subirá el listón, mostrando todo su talento musical inimitable, en una interminable procesión oscura e hipnótica. Otra cosa para destacar en ese opus inicial es que debido a la insistencia del propio Manzarek se incluyó en el álbum una versión de “Alabama Song”, una canción tomada de la célebre “Ópera de los Tres Centavos”, de Kurt Weil y Bertolt Brecht, a la que el tecladista había llegado a través de su fascinación por el cine alemán de la preguerra.
En el segundo disco, Strange Days, Manzarek sería fundamental en los experimentos iniciales del grupo con los sintetizadores primitivos en la canción que le da nombre al álbum, así como por aportar su sutil clavicordio eléctrico en “People Are Strange”. Además, su intuición musical quedó demostrada en una de las mejores canciones del disco, la citada “Moonlight Drive”, que terminó de redondearse, gracias a una atinada propuesta de Manzarek, por utilizar un ritmo de 2/4, como si fuera un tango, después de muchos días de ensayar otras opciones rítmicas.
Luego de grabar los no tan exitosos Waiting for the Sun (que incluye una de las
canciones preferidas de Ray: la sutil “The River Knows”) y The Soft Parade (que
contiene algunos de los más complejos temas, en lo referido a los arreglos
musicales, que jamás haya hecho el grupo), The Doors vuelve a
remontar vuelo con Morrison Hotel y L.A. Woman. En
éste último álbum, la imaginación de Manzarek lo lleva a
componer la música del tema “Hyacynth House” a partir de los acordes de la
célebre “Polonesa” de Chopin, dando a conocer el primigenio amor
del tecladista por la música clásica del Viejo Continente. Lamentablemente, con la muerte de Jim Morrison en París, en
julio de 1971, se cierne la tragedia sobre el grupo, que queda herido de
muerte.
Sin
embargo, los tres integrantes restantes, sorprenden a propios y ajenos cuando
deciden seguir adelante y editan su séptimo disco, Other Voices, en
ese mismo año. Así, Manzarek y Krieger se
hacen cargo de las voces. Para Ray cantar no era algo nuevo ya
que anteriormente había puesto su voz en “Close to You”, un tema registrado en
vivo en el disco Absolutely Live, y en "You Need Meat
(Don't Go No Further)”, el lado B de “Love Her Madly”. En Other Voices,
la música de los Doors seguía siendo buena, pero la magia
parecía haberse esfumado irremediablemente. Tan solo se destacan un par de
temas. En especial, “Tightrope Ride”, un corte que había quedado afuera
de L. A. Woman-, y muy
especialmente “Ships With Sails”, una joyita que merecería ser parte de lo
mejor del repertorio desconocido de The Doors. En esta climática
canción se luce especialmente Manzarek, tanto en voz como en
teclados, redondeando una performance excelente que se acerca al sonido latino
de Santana. Sin embargo, sin Morrison no era lo
mismo, y, a pesar de sus buenas intenciones, Other Voices fue
un fracaso. Algo parecido sucedería con Full Circle, editado en
1972, un disco aún más mediocre que contiene temas con letras insólitas y
ridículas como “The Peking King and the New York Queen” o el inefable “The
Mosquito”. Increíblemente, éste último –debido a su letra mejicaneada- fue un éxito en varios países de habla hispana.
Incluso en Argentina, en donde fue uno de los primeros temas conocidos de
los Doors, ya que se bailaba mucho en boliches de onda como Mau
Mau.
Después del fracaso de Full
Circle, Manzarek, Krieger y Densmore se
rinden y emprenden caminos separados. En el caso del tecladista, luego de la separación
de los Doors, toco en varios grupos, como Nite Cite.
Sin embargo, se establecerá principalmente como solista iniciando una larga
serie de álbumes bastantes respetables que muestran su ecléctico interés
musical, transitando géneros como el jazz, blues, funk y la new age. También, durante los 80 y 90, Manzarek filma un
par de videos clips y documentales con la música del grupo, además de colaborar
en diversos trabajos con otros músicos como el guitarrista blusero Roy
Rogers y el trompetista polaco Piotr Bal; así como con el
poeta Michael McClure, y el compositor Bruce Hanifan.
Otro de sus grandes trabajos fue la adaptación rock de Carmina Burana, de Carl Orff,
junto al famoso compositor contemporáneo Philip Glass. También tocó
con Iggy Pop, Echo & the Bunnymen; y produjo el
álbum debut de X, una banda punk californiana, en donde también colaboró tocando
teclados.
En
1991 se estrena la película The Doors, de Oliver Stone,
que reactualiza la leyenda del grupo, haciéndolo visible para una nueva generación
de fans del rock. Sin
embargo, todos los sobrevivientes del grupo se sintieron en desacuerdo con el
filme y con el guion de Stone, a pesar de haber colaborado con él
durante la preproducción de esta película. Quizás sea por eso que en 1998 Manzarek decide
escribir sus memorias, Light My Fire: My Life with The Doors, para dar a conocer su propia
visión del mito. Esta no sería la última puesta a punto del legado de la banda,
porque en los años 2000 Manzarek junto a Krieger deciden
volver a interpretar en vivo los éxitos del grupo, realizando giras
internacionales, utilizando a los servicios de Ian Astbury (ex
miembro de The Cult) como vocalista. John Densmore no
fue de la partida.
El
nombre original de esta agrupación era The Doors of the 21st Century, y
llamándose así brindaron conciertos durante aproximadamente cuatro años
(2002-2005). Fue con esta propuesta musical, en 2004, que se presentaron por
primera vez en nuestro país brindando un excitante show en la cancha de Vélez,
durante una jornada casi tan anárquica y descontrolada como las de las
legendarias presentaciones de los Doors en los 60, debido al
accionar de una multitud de espectadores de las tribunas populares y plateas,
quienes, en forma inopinada, apenas se apagaron las luces del estadio, invadieron
el sector del campo VIP, desatando una batahola. Manzarek y Krieger volverían
a tocar en Argentina en abril de 2008, esta vez en el Luna Park, pero con otro
cantante, Brett Scallions, quien reemplazó a Astbury,
luego de que éste volviera a The Cult. Para ese entonces, ya habían
tenido que modificar el nombre del grupo tras perder un litigio judicial
efectuado por Densmore y la familia Morrison,
pasando a llamarse Riders on the Storm.
Estos son algunos de los eventos principales de la vida de Ray Manzarek,
un hombre inmenso, jovial, y que siempre aparentó varios años menos de los que
en verdad tenía. Por eso, ningún fan de los Doors pudo dejar
de sorprenderse -y entristecerse- cuando el 20 de mayo de 2013 se enteraron de
su fallecimiento, en un hospital en Alemania, tras una larga lucha contra un
cáncer de estómago. Por eso, ¿qué más haría falta agregar a lo ya dicho? Tan
solo, un agradecimiento eterno hacia este músico talentoso e irrepetible, todo
un símbolo de la generación de los 60, cuya música seguirá sonando en millones
de parlantes. Quizás ya esté improvisando una zapada en los campos de Marte junto
a su amigo Jim. Who knows?
Emiliano Acevedo
Excelente articulo...saludos
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