domingo, 2 de diciembre de 2018

CON EL ADN DE NUESTRO ROCK, entrevista a Christian Van Lacke


Christian Van Lacke nació en Buenos Aires, pero su veta de músico itinerante lo ha llevado por, desde muy joven, por España, Venezuela y Perú, países en donde templó su voz y se perfeccionó como guitarrista.

Entre sus trabajos se destacan el proyecto Christian Van Lacke & La Fauna, que grabó cuatro discos con el sello peruano Urbanoid Records. Así también como su veta solista acústica y sus grupos Tlön, Tortuga y Comeflor. En el 2017 lanzó el disco solista doble Fauna – Información Catedral, grabado en el estudio de Litto Nebbia. Aparte de Comeflor, Volumen II  (2018), registrado por su propia marca y subido a Bandcamp.

ENTREVISTA> Christian, te sabemos cómo un conocedor del rock clásico argentino y de su historia…
Te cuento una anécdota. En el año 2007, me enteré que cerraba el mítico estudio de grabación TNT. Yo estaba viviendo en Lima, Perú, y me volví loco, me quería venir para acá. Estamos hablando del histórico estudio TNT de la calle Moreno, en donde grabaron Moris, Los Gatos, Almendra, Tanguito, Manal, Piazzolla, Aníbal Troilo, Vox Dei, y muchos más. En ese momento ya no se usaba como estudio de grabación sino como sala de ensayo. 
Sentí mucha lástima por el cierre, y por otro lado, me enteré que estaban los mismos paneles acústicos de los años 60. Los paneles que estaban cuando grabó Manal, por ejemplo. Yo me moría de ganas de venirme corriendo a Buenos Aires y rescatar eso, me imaginaba que iban a terminar tirados en la calle, que es seguramente lo que paso. 
También estaba el mismo piano en que tocaban Los Gatos, ¿entendés? ¿Qué habrán hecho con ese piano? Y me volví loco cuando veo que esas cosas no le interesaban a nadie. A nadie le interesaba preservar eso. TNT tendría que haber sido preservado como un museo de la música argentina y de la memoria y no ser desmembrado como fue. Ahí había una información y parte del ADN de nuestro rock, una mística que se perdió para siempre. Haciendo una analogía con mi propio ser musical, ese sentimiento representa lo que hago, que es ser un continuador de aquel legado, defenderlo, cuidarlo y seguir desarrollándolo con ideas nuevas.

¿Y qué ves de positivo dentro de tanta depredación cultural?
Como positivo, veo que ahora entre los músicos del semillero y su público, hay muchos pibes que están redescubriendo a los grandes pioneros y maestros de nuestro rock; bandas como Color Humano, ¿entendés? Después de décadas de olvido, hay pibes que empiezan a conocer esa maravillosa música hecha acá y en esa música hay identidad, calidad y búsqueda, ese es el camino correcto. Por otra parte, como negativo, en líneas generales te diría que cuando volví a Argentina en 2015, me encontré que nuestro rock había sido ultrajado, que estaba en ruinas y que había que reconstruirlo. Al rock argentino siempre me lo imaginé como si hubiera sido una hermosa Catedral, construida por artesanos que se esmeraron para darle forma, grandeza y belleza. Los Soulé, Miguel Abuelo, Litto Nebbia, Spinetta, Charly, Cerati… ellos fueron los arquitectos y los obreros que nos dejaron un maravilloso templo con cimientos sólidos donde nosotros podíamos habitar. Lamentablemente, ese templo se llenó de okupas que lo desvalijaron. Mi arte está al servicio de la reconstrucción.

¿Y cuándo empezó a caerse a pedazos ese templo?
En los noventa se empezó a ir todo a la mierda, aunque hayan salido buenas cosas. También fue negativa la muerte del cd. Ahora hay de todo, pero no hay filtro, la sobrepoblación confunde un poco; antes, al disco no llegaba cualquiera, ¿no? También en los noventa (una época vacía, ideológicamente) empezaron a surgir grupos festivos, tribuneros, básicos, sin imaginación. Hubo mucha vagancia sensorial, y así llegamos a la época actual: sin discográficas, sin difusión en los medios masivos… por eso, el buen rock se ha vuelto under. Eso suena “lindo” o “bohemio”, pero con buenas intenciones no alcanza para comer y es injusto, aparte retrasa la idea de un mundo mejor. Por eso el buen arte es subterráneo, de guetos, nos han puesto una pared que se llama Mainstream y la masa está del otro lado, escuchando basura. Eso tiene que ver con que el mundo esté tan mal, tan insensible, tan cuadrado. Por suerte, de este lado de la pared corren nuevos vientos que me entusiasman, grupos como Knei, Los Espíritus, Ambassador o Pasajero Luminoso, por nombrarte algunos.

¿Y cuál es tu situación artística dentro de esta realidad?
Yo tengo 17 discos, editados por sellos, europeos, peruanos y argentinos. Pero, claro, no tienen una infraestructura de prensa y difusión multinacional de infinitos recursos… los tengo que mover yo básicamente una vez que me los editan, con los años van apareciendo muchos aliados para difundir, como vos por ejemplo que estas acá porque valoras lo que hago, no hay ningún negocio en esta conversa, amor a la música nomas y así se ha ido armando.

¿De dónde vienen tus ansias por preservar y rescatar nuestro rock?
Primero, de escuchar mucho rock argentino, desde que soy muy chico. Quizás, por mi manera de ser, fui hasta el fondo, porque quería conocer todo. Sabía que ahí había algo importante que me identificaba. Esto me viene desde antes de aprender a tocar la guitarra. Ya antes de todo, yo estaba totalmente sumergido en esta cultura rock, que es propia y no se parece a ninguna otra. Después, cuando empecé a tocar mis primeros acordes en la guitarra, a los trece años ya empecé a componer mis primeras cositas. He escuchado un montón de música, pero lo que hago me sale por ahí, lo conozco, lo entiendo y lo quiero, de ahí lo traduzco y lo interpreto a mi forma.

¿Tu devenir como músico cómo fue?
Itinerante, viajero, viví en Venezuela, en España, en Perú, me sentía -y te hablo de 25 años aproximadamente- totalmente fuera de contexto con lo que se escuchaba y consumía, hasta que empecé a grabar y esto se dio en un contexto más favorable, con TLON, Tortuga, solista y otras yuntas, lo que te comentaba con el redescubrir, coincidió con una necesidad pues había un gran vacío de creatividad, que no es un revival retro, se dio una vuelta a lo que estaba bien, a lo clásico, a que la música rock sea una obra de arte.


¿Eso arrancó en Perú?
Sí, mis primeras grabaciones las hice allá. Apenas había llegado allá me convocaron a laburar con un grupo de músicos legendarios del rock peruano. Una banda de versiones de rock de 60 y 70, casi todo el material en inglés. Y les llegó una propuesta para grabar un disco de versiones. Y ahí en el estudio, yo como productor y arreglista, me entusiasmé. Al toque armé el proyecto de Tlön, con el mismo baterista del grupo de versiones: Walo Carrillo, una leyenda que grabó en el 67 con los Holy´s, luego con The Telegraph Avenue, con Tarkus… estuvo en un montón de proyectos históricos del rock peruano. Grabamos un disco (Tlön I), luego lo subimos a MySpace, y salió la posibilidad de editarlo en Alemania, en Nasoni Records. Se interesaron por editarnos en vinilo y en cd. Ahí me entusiasmé y ya no paré más. Y la inspiración me sigue cayendo, por suerte. Porque sin canciones no hay discos.

¿Qué te impulsó a volver a Argentina?
Tengo una especie de amor – odio con Buenos Aires. Pero me encanta, amo a este país, y necesitaba volver. Extrañaba toda la movida cultural que hay acá. Extrañaba el sanguche de milanesa, todo. Cuando estás afuera, extrañas todo del país. Creo que en estos tres años y medio, casi cuatro, que llevo de vuelta viviendo en Argentina, hice muchas cosas que quería hacer. Me siento muy satisfecho de haber tocado con Litto (Nebbia), con Claudia (Puyó), con Rolando Castello Jr.; con Jorge Durietz, etcétera… O que Ricardo Soulé me diga cosas buenas acerca de mi trabajo. Osea, trabajo y soy amigo de los que construyeron aquel templo para que yo viviera feliz ahí haciendo mi música... Tuve un gran compañero como Marcos Rocca, un tipo con una sensibilidad exquisita que me acompaño en este tramo aportando mucho a mis ideas musicales, conocí gente como Nico Foti, un capo ilustrando discos y un hermano que me puso al día ni bien llegué. También toqué en el BaRock, armé mi grupo Comeflor y edite cosas solista, ha sido productivo.



¿A Litto cómo lo conociste?
Litto es lo más grande que hay. Generoso, trabajador y humilde. Un ejemplo para todos. Él es un súper tótem musical en mi vida. Me gustan mucho sus discos más raros, Canciones para cada uno, el de Huinca… Él no podía creer que yo conociese ese material. Yo había grabado “Memento mori”, un tema de él y de Mirtha Defilpo, en mi primer álbum solista grabado en Perú. Así que me puse a indagar como podía hacer para contactarme con Litto, y me pasaron su dirección de mail, así que le escribí. Rápidamente me contestó, un texto grandísimo con mucho amor, y diciéndome que le había gustado mucho la versión y me quería conocer. Así que, apenas llegué, lo llamé y fui a verlo en su estudio de Melopea. Nos pusimos a tomar un vino, a conversar. Me ofreció su estudio para grabar. Colaboró conmigo en mi material… Grabamos un tema inédito suyo. Es decir, es un tipo con una generosidad tremenda. También tocamos juntos en Perú. He charlado mil cosas con él y tenemos una relación amistosa muy linda. Litto es un espejo para mirarse, para no confundirse, para saber por qué estamos acá. Es un artista con todas las letras, un creador.

¿Qué opinás de la movida del rock emergente argentino?
Me llevo bien, aunque la mayoría son más jóvenes que yo. De mi generación, Pepo Limeres me parece un genio como tecladista. Sin embargo, este año decidí no tocar más, porque a mí me gusta tocar temprano, no puedo tocar a cualquier hora, como suele pasar en algunos festivales emergentes. Hay una escena muy linda, con varios grupos y artistas muy interesantes; músicos, diseñadores, dibujantes… Knei, La Patrulla Espacial, todos grupos buenísimos… Es impresionante, una inmensidad, y todos los días salen grupos nuevos. Tienen un empuje bárbaro. En mi caso, ahora estoy más comprometido con la creación, aunque también me encanta tocar en vivo. Me encanta improvisar.

¿Cómo definirías tus proyectos musicales?
Mi música se divide claramente en dos facetas: el rock pesado, que incluyen mis trabajos con los grupos Tlön, Tortuga y Comeflor; y como solista, en un  formato más cancionero, en donde libero más mi parte armónica.

¿De dónde sale el nombre Comeflor?
De Venezuela, yo viví allá seis años. Yo tenía una novia que me decía: “Tu música es muy comeflor”. Allá se le dice así a una onda medio “fumado”. También a los hippies se le dicen “comeflor”. Y me gustó mucho como sonaba el nombre, por eso lo adopté. Me identifica porque es una música volada, libre y extraña.

Una pregunta que le hacemos a todos los músicos que entrevistamos: ¿qué canción te hubiera gustado componer?
“Jugo de Lúcuma”, de Invisible. Es una nave extraterrestre. Es de otro planeta, es marciano. Lo escuché por primera vez a los 15 años y me voló el cerebro. Fue muy loco. Yo venía escuchando Pink Floyd, o King Crimson, pero nada me pareció tan marciano como “Jugo de Lúcuma”.

(PARA ESCUCHAR LA MÚSICA DE CHRISTIAN VAN LACKE: https://discosvanlacke.bandcamp.com/)

Emiliano Acevedo




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