Un
frío domingo otoñal me encontré en un café del Centro para charlar con Carlos Lucena,
el histórico violero de Nexus,
excelsa banda de rock progresivo argentino de la Zona Oeste del Gran Buenos
Aires. Es un placer hablar con Carlos, un apasionado de la música, melómano y
talentoso instrumentista. Un diálogo de más de dos horas del que salió esta
nota que publicamos hoy…
ENTREVISTA> Algo que muchos no saben es que Nexus tocó pop en los 80…
La
razón fue que éramos jóvenes y queríamos probar si podíamos hacerlo. Nos iba
muy bien, tocábamos en la tele, estábamos a punto de grabar y estábamos en la
corporación de Oscar López. Tocábamos
en Feliz Domingo, Badía y Compañía, Cable
a Tierra, y no teníamos disco. Pero vimos algunas cosas relacionadas con el
reviente en la televisión que estaban súper lejos de nuestra manera de ser, y
nos asustamos. Así que volvimos a lo que era nuestra esencia, el rock
sinfónico. Ahí podíamos controlar el techo, porque yo no toco para ser famoso,
toco porque me gusta. Lo del pop era todo un aparato para ser famoso. Me
imagino la presión que debe tener el ambiente en la actualidad. Lo único que me
gusta del hoy es la mentalidad abierta, con respecto a la igualdad, la
diversidad. Creo que la gente creció.
Y en la actualidad, ¿el rock progresivo argentino está muerto?
No
está muerto. Hay varias bandas en La Plata. De lo último que escuché me pareció
muy bueno lo que hacen los chicos de
Quásar, que son muy jovencitos. Tienen mucho de Genesis, pero también cosas propias. También me gustó mucho una
banda de San Luis que se llama Starosta,
pero ellos andan dispersos en varios proyectos musicales en su provincia por lo
que su propuesta no es consistente. Después hay un montón de bandas que viven
separándose. Ese es el gran truco, pero malo. Tocan dos meses y cambian. Un año
y no existen más… Y así. Yo tengo una patología particular, porque en 50 años
tuve tres matrimonios pero un solo baterista [Luis Nakamura] y un solo tecladista [Lalo Huber]. Nos reímos de eso.
Les cuesta más con los bajistas…
Ahí
es más jodido. Tuvimos como seis diferentes a lo largo de la historia de Nexus.
Pero, bueno, lo nuestro es patológico y el mundo de la música en general es muy
raro. Volviendo a lo de la movida actual, veo que no se apoya el recambio
generacional y eso es medio peligroso. No va a quedar nadie que toque lo que
uno quiere escuchar si no se acepta el recambio generacional o si no ayudás a
los nuevos músicos.
Hablando
de jóvenes, en tus inicios, ya que vos naciste en los 60, ¿empezaste con el
folklore o tocando rock?
A
mí me compraron una guitarra a los siete años y no le di bola, lamentablemente.
Le di bola recién a los diez porque un vecino me enseñó unos acordes. Cometí el
error habitual de creer que con cinco acordes se podía tocar todo. Después
empecé a estudiar. Primero con una profesora que me enseñaba folklore, pero
mal, después me di cuenta… Después fui a una academia, en donde no me dejaban
estirar las cuerdas. Y después fui dos años al Conservatorio Ginastera de
Morón. En el segundo año, yo tendría catorce años, quería sacar “Bourrée” de Bach, pero era de cuarto año y bajo
ningún punto de vista te lo iban a dar. Entonces, un profesor más joven, un día
me dijo: “Tomá, yo te doy la partitura y llevatela, pero acá no lo hagas…” La
llevé, la leí como podía y la saqué de memoria. Después de un tiempo me lo
encuentro y me pregunta cómo me había ido con lo de Bach y le dije que bien.
“¿Podés tocarlo?, vamos a un aula”, me dijo. El tipo me pone la partitura y yo
empecé a tocar, en la posición del conservatorio, mirando la partitura, pero
tocando de memoria. Hasta que en un momento me pregunta: “¿Por dónde vas?” Ahí
me dio un consejo, me dijo que les dijera a mis viejos que me sacaran del
conservatorio y que buscase un profesor de guitarra eléctrica que tocase
profesionalmente y me enseñase a tocar y todo sobre cuerdas, pedales, equipos,
ecualización, todo lo que hace un músico.
Ahí ya te metiste en el rock de lleno…
Se
puede decir que seguí el consejo y di con eso, porque el que me enseñó era el
guitarrista de Heleno, el que
cantaba “La chica de la boutique”. Él era un guitarrista profesional. Yo a los
trece tuve mi primera guitarra eléctrica, una Dimi. Aprendí haciendo. En el 76,
en tercer año del secundario me llevé tres materias y mi viejo me decía que
tenía que levantarlas, mientras que yo hacía lo que podía. Así, en junio de
aquel año me dice: “Si vos levantás estas materias, cuando termines las clases
pedime lo que quieras. ¿Qué querés?” Yo le respondí: “Una Fender Stratocaster.”
Hice el esfuerzo, levanté las materias y me la compraron, era modelo 73. Eso
también me hizo curarme hoy con ese instrumento, porque usaba esa guitarra
Fender del 73 y el bajista que tocaba con nosotros en ese momento tenía una Les
Paul Custom del 73. Entonces, yo usaba alternadamente cualquiera de las dos.
Eso hizo que nunca me volviera loco por tener la más cara. En un momento me di
cuenta que las guitarras tienen que servir para tocar. En la actualidad, como
los instrumentos están hechos por computadora, las guitarras son todas buenas,
así salgan 250 dólares. Con eso no tuve demasiado berretín. Cuando yo empecé no
había pedaleras, los equipos no eran transistorizados, todo era a válvula.
Estuvimos a punto de morir electrocutados mil veces. Yo empecé con pedales
separados. Cuando salieron las pedaleras programables fue una gloria. En un
show llevo tres guitarras, no me hace falta más.
También aprendiste a grabar, te volviste un bicho de estudio de grabación…
Sí,
es apasionante. Yo aprendí a grabar en 1979, me enseñó Julio Presas. Fuimos a grabar un demo a Edipo, el estudio de Los Bárbaros, y era una juguetería,
tenían de todo: Hammond C3, Minimoog, Mellotrón, Polymoog, Ensamble de cuerdas
Arp, piano eléctrico Fender, violas de primer nivel… Instrumentos que te
alquilaban, todos equipos de primera. Yo me hubiera pasado mi vida en el
estudio, pero no entendía muy bien. Hasta que Julio me dijo que me enseñaba,
que viniera una o dos veces por semana a mirar así aprendía algo y empecé a ir…
En ese momento, no había cursos, carrera de ingeniero de sonido, nada… Empecé
de a poco y fui aprendiendo. En el año 99 yo me dedicaba a la informática,
vivía de eso, pero cuando me di cuenta que se podían juntar ambos mundos,
cuando vi que se podía grabar audio con máquinas, se convirtió en mi trabajo.
Desde el año 2003 me dedico solo a eso. No fue planeado. Mezclo, hago muchas
remasterizaciones. Está bueno. Conmigo viene a grabar un montón de gente muy
talentosa. Todo eso me paga el sacrificio que nos costó dedicarnos a la música.
Yo me dedico a la grabación por lo que sufrimos yendo a grabar cuando éramos
adolescentes. Todo era indiferencia en ese tiempo…
Y porque el rock era mal visto…
No
solo mal visto, yo recuerdo que gastabas una fortuna en el estudio, salía 100 dólares
la hora. Una locura. Juntábamos guita todo el año para ir a grabar cuatro temas
que, supuestamente, iban a ir a un álbum. Al final tenías dos temas y eran un
demo. Los técnicos con cara de piedra, indiferentes. Íbamos a estudios donde
iba gente conocida pero a nosotros no nos conocía nadie, éramos un cero a la
izquierda. Por ejemplo, para grabar nuestro primer disco en estudio Panda gastamos
una fortuna que se tardó seis meses en recuperar.
¿Qué bandas escuchabas en los 70?
Jethro Tull
con su Thick as a Brick, es música
que escucho aun hoy. En los últimos días volví a escuchar a Yes, a muchos shows piratas que no
había podido escuchar… Incluso encontré una banda que hace tributo a Yes y se
llama Total Mass Retain, que es muy
buena, mejor que el Yes actual. Entonces, esa música tocada por otros músicos
me hizo redescubrir la obra. Temas muy difíciles de tocar como “Sound Chaser”,
otros más viejos como “Astral Traveller”; los redescubrí. Sí, lo que más
escucho es Jethro Tull. Ahora volví a escuchar a David Gates, el de Bread;
encontré unos shows suyos en la BBC que están geniales. ¡Cómo componía ese
tipo! Yo a los 13 años compré su primer álbum solista y siempre fue mi disco de
cabecera. Después, mi Spotify es una romería, porque mezclo absolutamente todo.
También escucho rock argentino, de eso lo que más escucho es el disco Libre y Natural de Espíritu. De lo nuevo tengo acceso a todo. Yo tengo alumnos de
producción que hacer música urbana y obviamente escuché todo, pero…
Me
queda sabor a poco. De hecho, a un alumnito de 13 años que le gusta el hip-hop
extranjero, lo terminé haciendo escuchar Erik
Satie, para ver de dónde podía sacar melodías. Y a una pibita de 13 que
quería tocar metal progresivo le dije que necesitaba escuchar durante dos años
Bach, porque si no conoce eso no iba a poder tocar rápido igual que Giardino. En resumen, la música me
acompaña día a día por grabar a otra gente que hace todos los estilos. Aun así
no soy un bicho que escucha solo lo que toca, creo que escucho más a Deep Purple. Con Purple disfruto como
loco… Escucho música todos los días. Qué sé yo… Magma es otra banda que me voló y me vuela la cabeza. Sin
olvidarnos de Procol Harum, que son
el origen del rock progresivo con el tema “A Salty Dog”.
¿Cuáles son tus influencias como guitarrista?
Soy
un tipo al que no le gustan los guitarristas, me gustan las bandas en las que
tocan esos guitarristas. A veces me reía, porque me hablaban que tocaba
parecido al de Marillion, y yo solo
había escuchado un disco del grupo: Misplaced
Childhood. O me hablaban de bandas del neo progresivo internacional que
nunca había escuchado. A mí no me gusta particularmente Steve Howe sin Yes; ahora, dentro de Yes no concibo a ningún otro.
Me gusta mucho David Gilmour, porque
me encanta que el tipo sea un guitarrista de blues tocando sobre una base
progresiva y es muy expresivo. Me gusta Robin
Trower. Mi primer amor fue Ritchie
Blackmore. Y creo que Nexus nació de eso… ¿Viste que nosotros usamos muchos
sintetizadores tipo Minimoog? Eso no viene ni de Yes ni de Rick Wakeman, viene de “Tarot Woman” de Rainbow. Cuando el tecladista hace la intro del tema con los
sintetizadores, a Lalo y a mí nos volvió locos, lo escuchamos como 500 veces.
La cosa era como lograr eso. Y es ese sonido el que uno trata de replicar, no
el de Wakeman. Ahora, la otra vez me dio vergüenza, escuchando de nuevo Elegant Gypsy de Al Di Meola, un disco que gasté en 1978, 79… Aunque yo no toco jazz
fusión ni jazz rock, no pude evitar pensar todo lo que le había robado a Di
Meola, sin darme cuenta. Yo lo que suelo usar es muy convencional: uso
pentatónicas y escalas menores, más que nada. Algunos modos dóricos, pero no
voy mucho más allá. No hace falta. Sí hace falta un riesgo guitarrístico que
tiene que ver con lo sonoro y es en donde aparece, no específicamente Robert Fripp, sino King Crimson. Por ejemplo, en Metanoia
yo toco una guitarra absolutamente bizarra que está relacionada con el fin del
mundo…
Sos un violero progresivo muy rockero…
Tenés
razón, estoy totalmente de acuerdo, soy un guitarrista de rock sinfónico
“mentiroso”. Me gusta la distorsión, no ablandar la milanesa, hay cosas
acústicas en nuestros discos pero yo le escapo a eso. A mí me gusta la guitarra
eléctrica.
¿Cómo
craneaste tu material solista?
A
mis nueve años, mi abuela paterna empezó a tener problemas psicológicos. A mí
me contaban que a mi abuela le pasaba algo extraño pero no mucho más, ella
vivía a dos cuadras de mi casa. Según mi mamá y otra gente, la abuela empezaba
a desvariar y sucedían cosas en su casa. Una noche, tipo ocho de la noche,
estábamos con mi mamá en la casa de mi abuela y ella empezó a hablar
incoherencias. De repente empezamos a escuchar que en el patio se arrastraban
cadenas y yo vi con mis propios ojos como una mesa se levantaba en el aire y
bailaba. Mi mamá lo negó muchos años, pero antes de morir me reconoció que eso
había sido así como yo lo recordaba. También vi como una planchita de viaje
desde una mesita pegó contra un espejo. Poltergeist. Y mi mamá diciéndome que
fuera a buscar a mi papá y yo corriendo dos cuadras hasta casa… Sucedió que
vino Jaime Press, un vidente famoso
de Córdoba, aparentemente a curar a mi abuela. De esa historia está inspirado
el disco. Por eso un tema se llama “Reunión matinal”, otro “Luces amarillas”
(que son las luces que veía cuando corría), “260 pasos”, que es el primer tema,
son los pasos que me separaban de mi casa a la pasa de mi abuela… Ese episodio
paranormal que vi me quedó para toda la vida. El caso es que Press, invocando a
la Madre María, Pancho Sierra y demás, le hizo una especie de exorcismo a mi
abuela. Ella luego se mudó y no recordaba prácticamente nada del asunto, la
casa en la que vivía la derrumbaron… Entonces me dije, tengo que cerrar esta
etapa y así salió este disco.
Casi una epifanía…
Toda
la música del disco recuerda ese episodio. Me sucedió estar a las cuatro de la
mañana buscando sonidos para el álbum, y pensar que si se cortaba la luz yo no me
iba a mover del estudio hasta el otro día… Porque estaba tan metido en eso que
estaba tratando de dimensionar. Es muy loco, es muy raro, puede parecer un
verso, pero es verdad. Tenía que cerrar ese capítulo que todavía me inquietaba,
hacer ese disco fue hacer catarsis.
A
lo largo de todas las encarnaciones que tuvo Nexus, ¿cómo definirías la música
que hacen?
La
música de Nexus no tiene límites. Hoy puede ser cinco minutos de un hi hat y
alrededor una flauta con un mellotrón, y mañana puede aparecer una guitarra
eléctrica rabiosa. Si aparece algo jazzero, como pasa en “Odisea”, el tema
largo que hicimos para la discográfica Musea, bienvenido también eso. Si
tenemos ganas de tocar “Aurora”, lo hacemos. Si queremos hacer un tema de rock
sinfónico de solo tres minutos como “Espiral” también lo hacemos. Como nuestra
música no tiene límites, no tenés de dónde agarrarte. Entonces, mañana nos
podría agarrar la locura de hacer un disco con sonidos totalmente aleatorios
también. Eso queremos hacer, un disco de zapadas aleatorias, en las que nadie
siga a nadie. Todavía no, pero es posible que en el futuro lo hagamos. Sin
dudas, estamos más cerca del rock sinfónico que del rock progresivo. Volviendo
a tu pregunta, como punto en común con todas las reencarnaciones de Nexus,
aunque tengamos muchos discos y muchas canciones, nosotros ya tenemos las
veinte que vamos a tocar siempre desde acá hasta que nos muramos.
¿Y las temáticas de los discos del grupo?
La
lirica de Nexus va llevaba siempre por un concepto. Por ejemplo, en el disco Detrás del umbral, la referencia del
nombre está inspirada en Lovecraft,
pero la temática no; la temática es más espiritual, sin ser religiosa. Lo de Metanoia fue porque esa palabra aparecía
en La Biblia, en las primeras, antes de ser traducido incluso al griego, en
mismo arameo. Jesucristo decía que
el hombre, para ser feliz, tenía que cambiar su manera de pensar, tenía que
pensar en positivo, eso es Metanoia. Pero la Iglesia Católica tradujo la
palabra como “arrepentimiento”, y ahí se te pone la piel de gallina, porque uno
piensa en que crearon el imperio de la culpa por una palabra mal traducida… Ese
concepto nos pegó tan fuerte que nos inspiró un disco. La temática de esas
letras es que vos para renacer, primero tenés que dejar que muera siempre. Perpetuum Karma, obviamente habla del
Karma, aunque Perpetuum no signifique nada. La palabra en latín es Perpetu,
nosotros le pusimos “perpetuum” de hinchapelotas. Después, Aire era una bocanada de aire fresco, dedicada al ombú de la plaza
de Morón, que ya no está más ahí. En el
Comienzo del Topos Uranos tiene una historia bastante linda por un lado
pero fea por el otro, ya que en los 70 nosotros teníamos un tema que se llamaba
“La batalla del Topos Uranos”. Habíamos descubierto que Platón hablaba del Topos Uranos, y que era el mundo en el que se
originan las ideas y que era el lugar donde Dios se retiraba a descansar… Un
concepto fuerte. Y teníamos un amigo, ya fallecido, que muy acertadamente nos
dijo que en esa época les hacía una broma a los vendedores de las disquerías
preguntándoles si tenían el disco La
batalla del Topos Uranos de Nexus. Por supuesto, el disco no existía porque
aun éramos unos pibes y no habíamos grabado nada. En homenaje a ese amigo
nuestro llamado Karin, titulamos el disco así. Son discos que se llaman así por
vivencias de la vida.
¿Qué
tema de otro artista te hubiera gustado componer a vos?
“Sasha,
Sissi y el Circulo de Baba” de Fito Páez,
por lo que es sonoramente. No soy fan de su música pero ese tema me mata…
¿No te gusta Fito?
Me gustan algunas cosas. Me gustan Giros, Ciudad de Pobres Corazones y algunas cosas de El Amor Después del Amor. Lo seguí hasta Abre, porque “La casa desaparecida” y “Al lado del camino” me parecen dos temas geniales. No hace falta que escriba más nada después de eso. Después, relacionado con lo que yo toco, no envidio a nadie, o sea, para mí está bien que lo haya compuesto otro. Tal vez me hubiera gustado escribir “Alto en la torre” de Sui Generis o “Violencia en el parque” de Aquelarre. Pero esos dos están relacionados con que estaban en el compilado Rock Para Mis Amigos, Volumen 3; que fue el primer disco que compré con una música medianamente “prohibida”, y yo sentía con mis amigos que estábamos “desprogramándonos” de todos los mandatos familiares al escuchar esas canciones.
Emiliano Acevedo
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