Grandilocuentes, exagerados, desaforados,
desbocados, engreídos, espectaculares, gloriosos... Todos, son adjetivos que le
vienen bárbaro a la banda de la que vamos a hablar hoy: Led Zeppelin... “Cuanto
más grande, mejor”, parecía ser el lema de este grupo, quizás el más
impactante del rock setentoso.
El 28 de marzo de 1973 – en el que es para muchos el año más brillante de la
historia del rock-, Zep editó su quinto álbum (y primero
al que se animaron a ponerle nombre): Houses of the Holy. Un disco que, en un principio, fue cuestionado por algunos fans y críticos (por
ejemplo, la Rolling Stone lo llamó “pueril
y rudimentario”). Por supuesto, con el correr de los años, el álbum envejeció
muy bien, por eso hoy es considerado -junto con el doble Physical Graffiti (1975)- una de las
producciones más eclécticas y originales de este cuarteto inglés. Como dijo Jimmy Page: “Hay muchas cosas en este disco.
No es un álbum para escuchar de pasada, y eso está bueno. Tenés que sentarte a
escuchar, a pensar un poco.”
Una producción que además contó con una de las
mejores tapas de la historia, diseñada por el grupo Hipgnosis, a partir de un collage de fotos (sacadas por Audrey
Powell en la Calzada del Gigante, en Irlanda del Norte) inspirándose en la
última parte de Childhood´s End, una
novela de Arthur C. Clarke, el famoso autor de ciencia ficción.
El disco empezaba con “The Song Remains the Same”,
un extraordinario viaje vikingo devenido en potente rock. Por su parte la conmovedora balada “The Rain Song” se
destacaba por su combinación de dulzura y fuerza, e incluía una destacada performance
de John Paul Jones en el mellotrón.
“Over the Hills and Far Away” era un tema que empezaba folk pero mutaba en un potente rock, con un original efecto sonoro de Jimmy Page, quien transformaba
el sonido de su guitarra acústica haciéndola sonar como si fuera una eléctrica.
“The Crunge” era un curioso experimento en la onda funk, medio bizarro, casi una parodia a la música de James Brown. Nada que ver con “Dancing
Days”, un buen rock cancionero
con un estribillo demoledor marca de la casa, que evocaba la época hippie: “Tengo mi flor/ Tengo mi poder”. Por su
parte, “D´yer Mak´er”, desde su título –juego de palabras entre la frase “no lo hagas” y “Jamaica”- es una invitación a la
diversión, con los Zeppelin jugando a hacer un reggae que no suena como tal sino, más bien, como su propia
visión de este ritmo (en especial porque la potente batería de John Bonham poco tenía que ver con los sutiles juegos
percusivos del reggae...).
“No Quarter” era otra historia, más bien un oscuro
tema de rock progresivo (con
una gran labor de Jones en el Mini Moog) en el que se relataba la
historia de unos guerreros que “decidieron tomar ese camino por donde no va
nadie (...) y sin descanso”. ¡Casi, casi, una metáfora de los
propios Led Zeppelin! Y de ahí pasamos a "The Ocean", el final
con tutti de este álbum. El título de
esta última canción hacía referencia -y estaba dedicado- al “océano de fans”,
ese que se contempla desde el escenario. La masa, o mejor, el famoso “mar de gente”, tal como dijo Gonzalo
Farrugia, el baterista de Crucis: “Queremos ver un mar de cabezas bullendo, y no un mar de cuerpos
moviéndose”. “The
Ocean” empezaba con Bonham diciendo:
"We've done four already but now we're steady, and then they went 1, 2,
3, 4!" ("Hemos hecho
cuatro, pero ahora estamos estabilizados, y ahora se van, 1, 2, 3, 4!”). Justamente, esa fue la frase que cerró una charla que habían
mantenido los integrantes del grupo y tenía que ver con que habían intentado
grabar el tema cuatro veces antes, pero no habían podido conseguirlo...
Luego de esa presentación de Bonham, llegaba
la música asesina del grupo. La base monolítica formada por el yunque
indestructible de Bonzo más la
precisión y buen gusto de John Paul Jones en el bajo, sumados a la
guitarra acaparadora de Page, capaz de demoler una casa... Por no hablar
de la performance de Robert Plant, una de los vocalistas más carismáticos de la historia del rock. La intro y el riff principal de
“The Ocean” estaban hechos sobre la base de una alternación entre los ritmos
4/4 y 7/8, pero la canción tiene bien marcado el 4/4 de compás en los
versos y en su última parte. Una leyenda dice que en una parte de la canción
(desde el 1.37 minuto hasta el 1.41) se escucha de fondo sonar dos veces un
teléfono. No se sabe si esto fue grabado en forma intencional o si el sonido se
coló en forma accidental durante la mezcla del disco. Y acerca de la ultima estrofa de la letra (“Now I'm singing all my songs to the girl
who won my heart. She is only three years old and it's a real fine way to
start” / “Ahora estoy cantando todas mis canciones a la chica que se ganó mi
corazón...”) Se refería a la hija mayor de Robert Plant,
Carmen Jane, que tenía tres años cuando grabaron la canción. Muchos años
después, Carmen Jane Plant se
convertiría en una apasionada por la danza árabe. Casi casi, una odalisca
hecha y derecha...
Carmen Jane Plant, la hija de Robert... |
Como dato adicional podemos decir que -a pesar de
ser filmada durante las presentaciones realizadas por Zep en 1973, en el
mítico Madison Square Garden de Nueva York- “The Ocean” se quedaría
afuera de The Song Remain the Same
(1976), el exitosísimo documental del grupo que generaciones de fans argentos
vieron en las trasnoches de sábado del Cine Lara, durante años y años, hasta que
la copia quedó casi transparente... Por suerte, esa espectacular performance live de “The Ocean” sí sería
incluida en Led Zeppelin, el fantástico DVD triple recopilatorio, editado
en 2003.
Emiliano Acevedo
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