“Roxy Music hizo que la música fuera algo realmente cool y sexy, y lo hicieron sin
ser virtuosos elitistas. Eran muy frescos, muy modernos –especialmente en
cuanto a la carga electrónica de su sonido- pero a la vez, su música evocaba un
pasado romántico, con el que Inglaterra parecía estar obsesionada. En su primer
álbum, se oyen ecos de la música de la Segunda Guerra Mundial, del swing y de Glenn
Miller. Pero todo eso mezclado de tal manera que la música parecía
terriblemente nueva.” (John Taylor)
Exacto. Estas palabras del
bajista de Duran Duran definen casi a la perfección lo que significó
en la música rock de los 70 la banda liderada por Bryan Ferry, y más
teniendo en cuenta como influenciarían luego a toda una nueva generación de
músicos, incluidos los mismisimos Duranies.
Porque con su sonido decadente, romántico y glam; Roxy Music se
anticiparía a varios estilos. De la música electrónica a los new
romantics, además del punk y la new wave; todos algo le robaron. En sí, Roxy
Music era el paradigma del llamado art
rock. Un grupo innovador, apoyado en la elegante ironía de Ferry, y
su forma de cantar como si fuera un crooner
de la vieja estirpe, tipo Bing Crosby o Dean Martin. Además, Roxy
Music era la rara avis de su
época porque sus características vanguardistas sobrepasaban al mundo del glam.
Para lograr esto, Ferry
había formado un verdadero Dream Team:
Brian Eno -sin dudas, el más importante de todos-, un andrógino
conocedor de los sonidos electrónicos. El saxofonista Andy Mackay, un
tipo que había estudiado música electrónica
con John Cage. Phil Manzanera, un guitarrista de excepción
e hijo de cubanos opositores a Fidel
Castro. Y por último, el baterista Paul Thompson, quizás el menos
vistoso de los cinco. Esta sería la formación que grabaría el primer álbum
homónimo del grupo en 1972. De movida nomás, con esa impactante portada –la
primera de una larga serie eminentemente femenina- protagonizada por una modelo
extrañamente parecida a nuestra Ruth Infarinato, cualquier desprevenido se daba
cuenta de que este era un disco pretencioso. Además, incluía el primer clásico
del grupo: “Virginia Plain”, un temazo que arrasaría las listas de éxitos en el
Reino Unido. Era una música nueva, fresca, ¡qué hasta se podía bailar! Porque,
a pesar de ser contemporáneos del mejor momento de grupos progresivos como Pink
Floyd o Yes, así como del hard rock de Black Sabbath,
el modelo retro-chic bailable
de Roxy Music sería un suceso en Europa -donde tuvieron éxito
instantáneo- aunque no tanto en el riguroso mercado norteamericano, que no
entendió el chiste de Ferry y compañía.
También, ese primer disco contenía varios temas brillantes y desbocados como
“Re-make/Re-model” (casi un proto cut and
copy), por no hablar del genial “Ladytron”, “If There Something” o el
curioso medley “The Bob”. Una producción repleta de melodías pegajosas y
molestas, en donde Ferry canta como si fuera un vampiro melancólico
sediento de placer; Eno juega con los sonidos sintetizados,
transformándolos en cálidas capas sónicas desfasadas; Manzanera toca la
guitarra como ningún otro guitarrista, de manera impredecible y filosa; y el
saxo de Mackay dinamita los clichés rocanroleros, poniendo de cabeza al
género hasta acercarlo a los sonidos del Rhythm
and Blues o la mismísima música atonal. Además, este disco estaba producido
por Pete Sinfield, mentor, exletrista e iluminador de King Crimson,
nada menos. En resumen, un álbum que generaba cualquier cosa menos
indiferencia.
Lamentablemente, esta
primera formación de Roxy Music no duraría mucho. Porque el celoso Ferry,
al sentir amenazado su liderazgo por ese peligroso opositor que veía encarnado
en la figura de Eno, expulsaría al blondo tecladista –y futuro productor
de excepción-, poco después del segundo álbum del grupo, For You Pleasure (1973). Luego de
esto, la banda editaría varios discazos más como Country Life (1974), Siren
(1975), Manifiesto (1979),
Flesh and Blood (1980) y,
sobre todo, Avalon (1982). Esa
sería la era dorada de Roxy Music, pero ya casi devenido en una banda de
acompañamiento obediente a los caprichos artísticos de Ferry, y que poco
tenía que ver con el grupo inicial. De ese, nos queda el legado de decadencia
sumamente calculada plasmado en este primer Roxy Music. Otra de esas
obras destacadas del rock que
se transforman en signo de sus tiempos.
Emiliano Acevedo
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