El 21 de mayo de 1981 fue un día de luto en
Jamaica: Se enterraba a Robert Nesta
Marley, su ciudadano más renombrado.
Hoy, reconocido como la leyenda más grande del reggae. Sin embargo, Bob Marley fue mucho más que un simple músico y compositor, en
su figura se encarnarían múltiples facetas: mestizo rechazado y abandonado por
su padre, activista político, mega estrella, convencido impulsor de su música y
credo: el rastafari, idealista, pacificador, amante del fútbol y de las
mujeres, padre múltiple, dedicado marido tan comprometido como infiel, padre
estricto, reggaeman…
Uno de los mayores íconos populares del siglo XX. Y
todo esto es lo que muestra Marley, el excelente documental del escocés Kevin Macdonald, estrenado en nuestro país durante la
última semana de 2012. Un repaso exhaustivo y sentimental sobre la vida íntima
de este inmenso hombre venido al mundo en 1945 tras la corta relación entre el
capitán inglés Norval Marley, un cincuentón aventurero, y Cedella
Booker, una adolescente jamaiquina.
Así comenzó esta historia de vida, signada desde su
gestación por el abandono y la indiferencia. Marley es un relato
riguroso pero nada acartonado que repasa la vida de Bob, desde ese paradigmático
origen que le dejó como figura paterna sólo una fotografía, pasando por una
dura infancia cuando era discriminado por su condición de mestizo. Su entrada
en el quinteto de ska, The Wailers, en 1963, en donde conocería dos
figuras fundamentales de su futura carrera musical: Peter Tosh y Bunny
Livingston. Su casamiento, en 1966, con Rita y su traslado a EEUU,
donde se convertiría en un inmigrante ilegal más trabajando en una fundición en
Delaware. Su regreso a Jamaica y sus primeras grabaciones con el famoso
productor Lee Scratch Perry, donde se aprecia la consolidación
del sonido reggae y su afirmación en la ideología rasta.
También se muestra la fundación de los nuevos Wailers y su propio sello Tuff Gong, a principios de los 70. Por supuesto no faltan los testimonios de Chris Blackwell, fundador de Island Records, quien se encargara de lanzar internacionalmente la figura de Bob promoviendo su carrera mediante la financiación de la grabación de discos fundamentales que hoy son la quintaescencia del raggae, empezando por Catch A Fire (1973), único disco que cuenta con la formación original de The Wailers. Ya que en medio de una gira por el Reino Unido, Livingston y Tosh, deciden abandonar el grupo debido al desencanto con Blackwell, por tratar de pasteurizar el mensaje de The Wailers vendiéndolo como un mero “producto comercial” (Por este motivo el propio Tosh, durante una entrevista en 1983, lo recordaría como “Whitewell”).
No obstante, la
renuncia de sus dos compañeros, Marley acentuó el profesionalismo
haciendo funcionar esta orientación en combinación con su conversión en rasta.
Giras, discos, conciertos, éxito internacional, polémicas, controversias, y la
conflictividad latente de una Jamaica polarizada y violenta, que Marley
sufrirá en carne propia, en diciembre del 1976 -días antes de la realización
del recital gratuito Smile Jamaica planeado para calmar los ánimos-
cuando unos pistoleros irrumpen en su casa disparando sobre él, su mujer, y su
manager. Sobrevivió, y tanto el misterio de este ataque, nunca esclarecido,
como su posterior éxodo al Reino Unido están presentes en esta documental. Así
como la firme postura de Bob en defensa de la divinidad del emperador
etíope Haile Selassie y cómo consiguió recorrer varios países sin que
las autoridades aduaneras pudieran encontrar su reserva de cannabis.
Macdonald no pierde de vista el contexto histórico que signó
las décadas del 60 y 70 donde la agitación socio-política generó el espacio
necesario para que un mensaje de liberación tuviera eco no solo en Jamaica sino
en el resto del mundo. Lo curioso, es observar que este legado no ha perdido
vigencia.
Además Marley
muestra tanto el carisma y la generosidad de Bob como su lado
infiel. Ya que nunca se privó de entablar relaciones múltiples ante los ojos de
su esposa, quien hasta terminó criando hijos no propios, ya que Bob tuvo
11 hijos con 7 mujeres diferentes. Rita, se muestra más que como una esposa,
como una figura maternal y confidente incondicional que llega a echar a las
amantes del músico cuya presencia en camarines retrasaban el inicio de los
shows. Esto quizá sea lo mejor del documental: No centrar el relato en el Marley
factótum del reggae sino en el simple mortal que tenía
debilidades y se las mandaba como cualquier pecador. Humanizar el mito es la
fortaleza más significativa de este trabajo. En este punto es crucial la
selección de testimonios de los múltiples personajes que acompañaron su vida.
Su familia, sus hijos Ziggy y Cedella, sus vecinos, su primera
maestra de escuela, músicos y colegas, como Jimmy Cliff, Bunny
Livingston y Lee Perry, amigos como Allan Skill Cole
(símbolo del fútbol jamaiquino que compartió con Bob su pasión por el
deporte), y algunas de sus amantes, entre las cuales se cuenta la ex Miss
Universo 1976, Cindy Breakspeare.
Humanizar el
mito, también, es un rasgo que se hace evidente en la decisión del director de
realizar una especie de registro de reality cuando les acerca, a través
de un iPod, el tema “Cornerstone”, que habla de sentirse desechado,
descartado, a dos de sus medios hermanos que no han tenido, obviamente, el
gusto de conocerlo. Y frente a esa forma de arte desarrollada por alguien con
quien no comparten nada, o sí, la actitud complacida de un maduro y elegante
hombre inglés, y los ojos vidriosos de una mujer mestiza sean quizá la prueba
más acabada de la conversión del desamparo en belleza que Bob supo
producir.
Ya hacia el
final, el singular testimonio de la enfermera alemana que lo atendió entre
noviembre de 1980 y abril de 1981, cuando Marley intentó vencer un
cáncer terminal mediante un tratamiento en Bavaria con el polémico médico
holista, Joseph Issels, termina de completar este amplio recorrido fílmico que
bien podría ser considerado el documental definitivo sobre la vida, lucha,
pasión y muerte de un hombre sencillo y complejo que nunca parará de
nacer.
Emiliano
Acevedo
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