"Muchos críticos, fans, y
estudiantes universitarios han estado años debatiendo cual es el peor álbum en
la historia del rock… Si uno escucha a Attila
podría encontrar una respuesta. Attila es, indudablemente, el peor álbum grabado en la historia del rock
& roll, o (mejor dicho) de toda la historia de la música grabada..." (Stephen Thomas Erlewine)
De acuerdo a esta cita del gran crítico norteamericano, sobrino del fundador de All Music Guide, pocos se animarían a comprar
el único disco (editado en 1970) por Attila, el dúo
formado por Billy Joel (órgano) -sí,
el mismo que después sería súper estrella (o Billy Martin, el Piano Man), el híper, recontra, multi millonario
cantautor- y Jon Small (batería)… Sin embargo, esta curiosa producción contiene elementos que la
hacen muy atractiva. Por empezar, Attila cultivó (o intentó, mejor dicho) un rock extremadamente “heavy”, mixturando los sonidos barrocos de la música clásica con el rock progresivo y el pop garagero…
El resultado fue tan pretencioso como bizarro y encantador. Pero no para Erlewine, que en su crítica agrega: "Hubo malas ideas en la historia del rock,
pero ninguna se puede comparar a la colosal estupidez de Attila. Su
combinación de hard rock de órgano y batería es atroz. La combinación de los
combos de órgano y batería suenan bien en el jazz porque los músicos saben cómo
balancear la dinámica de los dos instrumentos, pero en este grupo sólo crean un
ruido insoportable".
Es cierto que este disco no está a la altura de ser
considerado un clásico incuestionable, pero lo cierto es que el dúo de Joel
y Small tenía buenas intenciones musicales, más allá de su tendencia a
cagar más arriba del culo… Joel quería –según sus propias palabras- “lograr
emular con su órgano, el sonido que obtenía Hendrix en su guitarra”.
Ok, todo muy lindo, pero, claro, Billy, a pesar de que vos sos un
excelso pianista, nunca fuiste una bestia del Hammond, a la manera de Keith
Emerson, ¿no? Sí, ese loco que se animaba a clavar dagas en el teclado de su
maltratado órgano modular…
Seguramente, lo que quiso hacer Joel en Attila
fue tratar de sonar como el tema "The Knife", de Genesis, pero
trasladado a la enésima potencia durante todo un disco… Obviamente, Billy
aun no contaba con la claridad compositiva que ya tenía Genesis. Pero
así y todo, y a pesar de sus
limitaciones, Billy Joel decidió que la única forma en que -como tecladista-
podría competir con esos monstruos, y convertirse en un Hendrix del Hammond,
era utilizando en su órgano pedales de efectos de todo tipo, (altavoces) Leslie
a todo volumen, distorsión y (pedales) wah-wah. Así, su idea de sonar
duro y ampuloso, por momentos funciona, pero en varias partes del disco
naufraga, quizás debido a que Joel era aún un simple muchacho tratando
de tocar un rock sucio y pesado
en su órgano, pero sin demasiadas composiciones destacadas. En fin, lo cierto
es que en la actualidad el propio Joel define a este álbum de Attila
como "basura psicodélica".
Su tapa era tan curiosa como el contenido musical: Joel y Small,
dentro del depósito de una carnicería, con trajes de época y rodeados de
pedazos de carne cruda por todos lados...
Pero la respuesta del porque este dúo no siguió,
quizá no se deba a la poca repercusión de este opus inicial -su canto de cisne prematuro- si no a que Billy
Joel le robó su novia Elizabeth a Small, para más tarde casarse con
ella y todo... ¡Buen pata de lana
había resultado ser el hombre del piano! Para amigos como estos… ¿no Small?
Me preguntó que habrá sido de tu vida, joven baterista… De Billy, ¿qué
se puede agregar? Ya ni sabe en donde seguir construyendo mansiones, luego de
ganarse en buena ley los morlacos por componer la banda sonora de la vida de
millones de personas alrededor del mundo, en los 70, 80 y 90, elaborando un
repertorio de temas (y discos) inmortales que lo sitúan casi al mismo nivel de
otros grandes compositores de música popular, como sus amigos Elton John
o Paul McCartney.
Pero bueno, acá no estamos para hablar de eso sino
para repasar los temazos de Attila… Un disco que arranca con el inefable
“California Flash”, un tema pop
canchero que podría pasar por música chicle fácilmente; un corte atractivo
aunque un poco empalagoso. “Wonder Woman” es un fallido "homenaje" al
personaje del cómic –personificado luego por la linda (valga la redundancia…)
Linda Carter-, aunque, claro, los muchachos de Attila igual se mataron
por intentarlo... “Revenge is Sweet” es un buen rock -aunque bastante pretencioso, eso sí- que nos recuerda las
parodias rockeras desarrolladas luego por Paul Williams en Un fantasma en el paraíso, la opera rock glam clásica de mediados de los 70. “Amplifier Fire”
es un tema instrumental dividido en dos partes muy diferenciadas. La primera se
llama "Godzilla" (!) y está desarrollada en una veta bastante
interesante de clara improvisación jazzera;
mientras que la segunda parte, "March of the huns", no tiene nada que
ver con el comienzo, y origina una coda pretenciosa que desemboca en un final
ampuloso -con coros y ruidos- como para crear un ambiente "épico", y que no vuelva a “crecer el pasto”, pero que se queda a
mitad de camino en su intento.
“Rollin´ Home”, que abría el antiguo lado 2 de este vinilo, podría ser considerado el
"hit" del disco, ya que es un rock
rápido y pesado en el cual se destacan la voz y la forma de tocar de Billy
Joel. Este tema -como gran parte del álbum- recuerda los primeros tiempos
psicodélicos de Deep Purple. “Tear the Castle Down” y “Holy Moses” son
dos canciones del montón que no varían mucho de la mixtura hard oída hasta ahora. Y así llegamos a “Brain Invasion”, el cierre
de lujo del disco, un soberbio instrumental en el que se luce Joel,
demostrando su gran técnica para tocar el Hammond, desarrollando una mixtura de elementos extrapolados de la música
clásica junto a otros del jazz,
lo que le da al tema una envidiable velocidad y vértigo. Sin dudas, un final
que justifica la compra de este curioso álbum, de pleno rock clase B…
Emiliano Acevedo
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