jueves, 4 de enero de 2018

ALAN PARSONS en el Gran Rex (29-01-2005): La melodía que cayó del Cielo...

Centenares de hombres de mediana edad (cuarentones largos, bah…) se pasean por el Teatro Gran Rex. Algunos calvos, otros canosos, unos con melenas irredentas y otros con barbas abundantes, quizás supervivientes fetichistas de juventudes hippies o de un verano pasado en Villa Gesell. El típico oyente de FM Aspen, dirán ustedes…

Suben, bajan escaleras, hasta que por fin ubican y se sientan en sus ansiadas butacas numeradas reservadas. Arrastran a sus esposas e hijos. Todos ellos han pasado años escuchando maravillas acerca del personaje que hoy toca con su banda en esta sala porteña. Y es que los fans de Alan Parsons son muy insistentes, y siempre dispuestos a convertir a su credo musical a los incrédulos o neófitos en la música pop. Y yo, que no soy (aún) un hombre de mediana edad, y aunque no tengo esposa ni (creo) hijos, igualmente me dejo guiar, en esta tarde noche calurosa de enero, por esta turba de seres mayormente empilchados con chombas de colores, jean y mocasines, a la hora de sentarme a disfrutar de este concierto de clásico (¿lo llamamos así?) Pop Sinfónico.

Por supuesto, el señor Parsons es un personaje muy renombrado en los últimos 40 años de la historia del rock y pop internacional. Sin embargo, no muchos conocen como este famoso productor se transformó en un artista con proyecto musical propio. Según cuenta la leyenda, Parsons desarrolló en su juventud un aprendizaje musical, estudiando piano y guitarra, al mismo tiempo que tocaba guitarra en varios grupos de su ciudad. Apasionado por la electrónica, buscó combinar ambas pasiones (la música y la ingeniería) en una sola. Determinado por esta iniciativa, siendo aún un adolescente, a principios de 1969, envió una carta solicitando empleo en los míticos estudios Abbey Road de la EMI… ¡y lo consigue!  Allí, Parsons empieza su aprendizaje del oficio, trabajando, nada menos, como asistente de grabación en el álbum Abbey Road, de los Beatles. (Creer o reventar…)  Y se ve que aprendió bien. Porqué, más tarde que temprano, a partir de allí comenzará a desarrollar una interesantísima labor como productor de varios discos clásicos del rock británico de comienzos de los 70. Entre ellos se destacan sus producciones en álbumes de los Hollies, Al Stewart, Wings, Ambrosia y John Miles. Desde la maravillosa "Music" a "The Air that I Breath" o "The Year of the Cat"; todas estas canciones tuvieron un poco (o mucho) de su sofisticado buen gusto como productor.



Sin embargo, el mayor logro de la carrera de Parsons llegaría en 1973, cuando se encargó de la mezcla del famosísimo Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. Cabe reseñar que varios de los efectos sonoros de este disco (por ejemplo, las cajas registradoras incluidas en "Money") fueron ideas suyas. A mediados de los 70, Parsons (cada vez más enamorado de la música, el sonido y las más avanzadas técnicas de producción) se decide a producir sus propias obras, y da vida, junto al escocés Eric Woolfson, al Alan Parsons Project. Será durante el periodo 1976-1982 que este proyecto musical vivirá su periodo de mayor éxito, con una serie de discos conceptuales muy elaborados. Estos álbumes eran prolijos experimentos musicales, casi in vitro, que buscaban la creación de la "canción perfecta". Casi como si fuera un proyecto de laboratorio, eran verdaderas "películas sonoras", en donde Alan Parsons desempeñaba con oficio su papel de director de escena, invitando a participar a un seleccionado de excelentes músicos, mayormente británicos y varios norteamericanos, como sus amigos de Ambrosia


Ahora bien, la pregunta siempre fue: ¿Se podría reproducir la magia de aquellos discos en el vivo de un concierto? Al principio, Parsons fue reacio a llevar a cabo semejante tarea. Pasarían muchos años antes de que se animara a mostrar su música sobre las tablas. Está más que claro que con los avances tecnológicos actuales, no existe ningún tipo de inconveniente para reproducir la música de los álbumes del APP en un show en vivo. La contundencia del concierto brindado el sábado 29 de enero de 2005 en el teatro Gran Rex, así lo demostró. 



Durante su concierto, Parsons pudo disparar, sin inconvenientes, decenas de trucos sonoros, mediante samplers, para recrear la compleja elaboración musical de aquellos discos. De cualquier forma, nada de esto sería posible si no contara con un grupo de excelentes músicos como los que lo acompañan. La actuación de los mismos es impecable. En batería, Steve Murphy, un tipo que literalmente "la rompió"; John Montagna en bajo, cumpliendo un trabajo sobrio y preciso; un correcto tecladista como Manny Focarazzo; el explosivo guitarrista Godfrey Townsend (casi una mixtura perfecta entre Dave Gilmour y Joe Satriani) y el saltarín P. J. Olsson, en voz. Mientras que el centro del escenario fue ocupado por Alan Parsons (teclado y guitarras), extrañamente parecido, por su sobretodo purpura oscuro y prominente panza, a un Luciano Pavarotti melenudo…

Resultaba curioso, observando su actual carisma en el escenario, recordar su larga negativa a tocar en vivo. Parsons ya había visitado nuestro país en 1980, pero sólo en carácter promocional. Volvería a mediados de los 90, ahora sí para tocar en vivo. Y en esta tercera visita, volvió a llevarse todos los aplausos realizando un brillante show de más de dos horas de duración, que recorrió toda su carrera, desde el mítico Tales of Mistery and Imagination hasta un par de atractivos temas de su última producción. El concierto comenzó con el espectacular instrumental "I Robot", que luego dio paso a "I Wouldn't Want be Like You", "Breakdown", "Damned if I Do", la emotiva "Don't Let it Show", "Don't  Answer Me", "Prime Time", "The Raven", "Days Are Numbers", "What Goes Up" y la excelente "Snake Eyes". Por supuesto, no podía faltar en esta andanada de hits, ese clásico de 1980 llamado "Time", un tema con un comienzo muy parecido (“un afano", según David Gilmour) a "Us and Them", de Pink Floyd.


Luego llegaría la presentación de un tema nuevo llamado "Return to Tunguska", con reminiscencias arábicas muy bien mixturadas con música electrónica actual. Tampoco faltó un repaso obligado por el gran Eye in the Sky (el disco más exitoso del APP, cuya historia casi se anticipó a la época actual, en la que estamos sumergidos en esta maraña de la convergencia comunicacional mundial) con la interpretación de los clásicos “Mammagamma", "Psychobbace" (con un espectacular despliegue de sirenas y luces rojas) y el emotivo final con "Old and Wise". En los bises continuaron con más temas de Eye in the Sky, como su clásica apertura instrumental "Sirius" (la misma que era usada por los Chicago Bulls en su época de mayor esplendor en la NBA, con Michael Jordan, Pippen, Rodman y Cia.) y la homónima "Eye in the Sky", pedida a los gritos, y muy coreada por el público.


También hubo una pequeña improvisación, en la que el guitarrista Townsend se lució tocando un fragmento de "Layla", aquel viejo y hermoso tema de Derek and the Dominos, la mítica banda de Eric Clapton. Luego de esto el show acabó con "Games people play", el alegre tema de The Turn of a Friendly Card. 


Fin de la velada. Caputt. Finale. The End. Arrivederci. Sayonara… No estuvo tan mal, ¿no? Lamentablemente, gustar de esta música tan soft, tan fina, no significa que en el garaje de enfrente me espere una Pick Up 4x4. No vaya a creer, ¿eh? Bien hecho, adivinó. En la esquina de Corrientes y Maipú me espera el 45… Y bueh, es dura la vida del laburante…

Emiliano Acevedo


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