Desde
los albores mismos de la música rock en Argentina, cuando todavía no había
grupos estables, Ciro
Fogliatta comenzó a participar en la naciente corriente con el
primer conjunto que se atrevió a encaminarse decididamente por ella: Los Gatos.
Desde
entonces han pasado más de 50 años y Ciro no ha dejado de ser, por su trayectoria, un
protagonista y testigo viviente de una época de bohemia, de anécdotas y de la
vida asumida como una gran historia.
Una
historia nómade que se resume en la leyenda de la carrera de este mítico tecladista
que integró bandas fundamentales como Los
Gatos Salvajes, Polifemo, Espíritu, Sacramento y Los Desconocidos de Siempre; además de su larga labor como solista
que llega hasta hoy con un gran álbum recientemente editado: Pido Demasiado. De todo eso hablamos en
esta nota, repleta de rock, blues y otras yerbas, en donde Ciro da cuenta de su
pasión ecléctica y cosmopolita por la música.
ENTREVISTA> ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
A
mi papá le gustaba la música y me compró un piano cuando tenía 10 años. Algo
raro porque él era un tipo de clase media y comprar un piano era muy costoso.
Pero como trabajaba en la empresa de transporte General Urquiza, y su recorrido
era Rosario - Buenos Aires, tenía muchos amigos viajeros que eran empresarios.
Entre ellos, unos italianos que fabricaban pianos. En ese momento la única
fábrica de pianos en el país estaba, justamente, en Rosario. Entonces se lo
vendieron en cuotas. La verdad que por más que no te gustara, el hecho de ver
ese instrumento tan imponente en el living fue algo tremendo. Estudié con una
profesora muy piola que vivía muy cerca de mi casa. Lástima que se fue a vivir
a Córdoba, porque ella me iba llevando muy bien. La tipa vio que era un vago
que estaba con la pelota todo el día y creo que aplicó la psicología justa.
Desde el primer día me sentó al piano y me enseñó todas las notas. Algo que en
esa época no se hacía, porque había academias nada más y ahí te tenían tres
meses con teoría y solfeo. Estudié un año y medio, aprendí a leer música, a
tocar partituras simples. Después estudié un año más, pero la nueva profesora
no me gustaba mucho. Enseñar no es fácil, hay que tener un don. Y en ese
período toqué varias veces en una radio, en un programa que se llamaba Firmamento Infantil. Recuerdo que el
primer tema que toqué fue “Misionera”. Y después, en el secundario ya empecé a
tocar con otros músicos. Tocar con otros fue maravilloso. En quinto año entré
en una jazz band de tipos más grandes
que yo. Si bien eran aficionados eran muy puristas. Ahí aprendí a tocar blues y a hacer solos. Fue un buen
comienzo. Y después llegó el rock and
roll. Armé una banda, Los Diamantes,
con la que empezamos tocando swing y
después incorporamos un cantante. Tocábamos en los carnavales. Entonces, como
teníamos que tocar en tres entradas, en la mitad de las presentaciones hacíamos
rock. Ese fue el engendro de los Wild Cats, con los que vinimos a tocar en
muchas oportunidades a Buenos Aires. En el programa de televisión La Escala
Musical fuimos teloneros de Enrique
Guzmán y de Sandro cuando ya era
solista. Veníamos y volvíamos a Rosario porque todavía no vivíamos acá.
Aprovecho
que mencionaste a Sandro para preguntarte si ¿compartís la idea de quienes lo
consideran un pionero del rock en nuestro país?
Depende.
Si hablamos del rock como movimiento, no. Pero si hablamos de tocar rock and roll, sí. También hubo otros. Recuerdo
ver a Eddie Pequenino en unos
carnavales en Newell´s Old Boys en los 60 y el tipo hacía un show de rock
and roll muy bueno, con banda, muy armadito. Ver quién fue el primero es
una discusión estéril. Mirá, en el 61, en Rosario, el guitarrista de Los Gatos Salvajes ya había formado una
banda, Los Jockers. Por eso cuando
entró en mi banda de swing y jazz él ya tenía una experiencia con el rock and roll. Y Dani Alfaro, en los 60, tocaba rock en la radio.
Y
eso que vos llamás movimiento del rock argentino empieza con ustedes y los Beatniks,
¿no?
Los Beatniks son
posteriores a Los Gatos Salvajes, porque
Los Gatos Salvajes venían de los Wild Cats, que cantaban en castellano. No sé a
quién se le ocurrió decir que cantábamos en inglés. Sí, hacíamos algunos covers, pero cantábamos en castellano. Incluso,
antes de conocer a los Beatles. Por
ejemplo, elegíamos un tema de Los
Plateros o de Richard Anthony y
yo le hacía una letra en castellano. Con Los
Gatos hicimos “Boleto para pasear” o “Ticket to Ride”, de los Beatles.
Teníamos ya una tendencia de cantar en castellano. Y eso fue porque la
influencia en el rock argentino, en realidad, es mexicana. Esto es
incontrastable. En el año 62 o 63 vi a Los
Teen Tops en Rosario Central y venían con batería Ludwig, guitarras y bajos
Fender. Eran una cosa increíble para esa época. Hacían versiones de artistas
que acá no se conocían. Los tipos tenían una gran cantidad de discos de rock
and roll y rhythm and blues por su cercanía geográfica con Estados Unidos, país
donde nació el rock and roll. Acá, por más que tuvieras la guita, no había ni una
Fender para comprar. En Rosario no había ni bajo eléctrico, con eso te digo
todo. Quiero decir, fueron importantes. Y no solamente, ellos, también estaban Los Locos del Ritmo, Los Blue
Cats pero Los Teen Tops fueron
los que más visitaron nuestro país.
¿Cuándo
hacés el pasaje del piano al órgano?
Un
poco antes de grabar con Los Gatos Salvajes vine a Buenos Aires a comprarme un
piano eléctrico. En ese momento trabajaba en un banco, entonces había sacado un
crédito y fui a Casa América. Cuando
vi el piano, justo al lado había un órgano de muestra, lo probé y dije “¡esto es lo que necesito!”. No recuerdo
haber tenido, en ese momento, referencia de grupos ingleses. Fue una intuición
mía. Pero valía casi el doble que el piano eléctrico. Así estuve un par de días
negociando con mi padre hasta que finalmente me dijo que me prestaba el dinero
que me faltaba y volví al negocio y me lo compré. Fue un quiebre importante.
Recuerdo que nos presentamos en un concurso en Rosario, yo con mi órgano, y lo
ganamos. Después, conseguimos el contrato con La Escala Musical que nos permitió venirnos a vivir a Buenos Aires
y dejar Rosario.
¿Cómo
era convivir con Litto Nebbia siendo que ambos tocan el piano?
No,
Litto (en ese momento) no tocaba
ningún instrumento. A veces me preguntan: “Che,
¿cómo puede ser que a vos te hayan llamado a tocar Litto, Pappo…?” Y yo les digo, “no, yo los llamé a ellos”. Ellos eran más chicos que yo. Con el
tiempo se convirtieron en músicos muy populares, pero en aquel momento no los
conocía nadie. Litto, cuando empezó, tocaba la guitarra muy poco, ni siquiera
hacía acordes. Y en la banda que empezó conmigo (Los Gatos Salvajes) solo
cantaba. Después sí, empezó a tocar un poco la guitarra en las grabaciones. En
ese momento no tocaba el piano. Eso es algo posterior.
¿Tenés
un disco preferido de Los Gatos?
Sí,
a mí el que más me gusta es Seremos
Amigos, porque considero que en ese disco empezamos a ser realmente una
banda. Empezaron a cantar otros, no solo había temas de Litto. Me parece que
ahí logramos un equilibrio. Porque veníamos de que todo pasaba por él y costaba
que cante Alfredo (Toth), por ejemplo. Pasa que cuando hay un tipo tan
prolífico como Nebbia, que además, como todos los músicos, tenía un ego muy
grande, es difícil meter otras cosas.
¿Y
tenés un tema preferido?
El
tema que más me gusta del grupo es “Viento dile a la Lluvia” porque la verdad
que, a nivel de producción, era algo de otro país. Nuestro personal manager, Fabián
Ross, vino un día y me dijo que había un tema de Litto que quería grabar ya
mismo con la idea de hacer un single
fuerte post “La Balsa”. Ahí Litto me canta este tema, le hicimos unos arreglos
y quedó bárbaro. Me acuerdo que nos peleamos y los violinistas tuvieron que esperar hasta que les pasamos
las líneas (risas). Litto es muy cabeza dura. Pero bueno, el piano es un
instrumento que manda y, también, había una lucha de egos pero en las bandas es
así. Ahora escucho las mezclas que hicimos y, evidentemente, el órgano está ahí
porque yo tenía un ego muy grande también (risas). Pero estaba bueno. Creo que Los
Gatos tuvieron una ventaja, que fue que nosotros veníamos de Los Gatos
Salvajes, una banda que para ese momento había tocado más de 300 veces.
Teníamos un oficio ya, una seguridad.
Tu
solo de “La Balsa” es casi mágico…
A
mí me pasó una cosa rara hace poco. Grabé un playback de “La Balsa” para un Festival en Tecnópolis, porque lo
iban a usar como para hacer un karaoke de temas nacionales famosos. Y estaba Lito Vitale con un ayudante que se
ocupaba de las armonías. Empecé a tocar el tema, como lo toco ahora, y se me acercó el pibe, que tenía en su memoria el
disco y me dijo: “No, el LA mayor es LA menor”. Y tenía razón. Yo en mi
conocimiento de armonía de aquella época metí un LA menor que es raro… pero
esas eran cosas que surgían espontáneamente. Y él solo, también, salió así.
Con
algo de bossa nova también en la canción…
Sí,
más que nada por la manera de armonizar de Litto.
Y
la psicodelia de temas como “Cuando llegue el año 2000” ¿de dónde venía?
Bueno,
la psicodelia estaba en la época. A mí me parece que la psicodelia más que en
sonido en lo estético empezó en la Costa Oeste con Jefferson Airplane. Empezaban a usar luces más oscuras,
diapositivas, era todo producto de las drogas, también. Había experimentos musicales porque no había teclados como ahora
que tienen efectos. Por ejemplo, yo tenía el (órgano) Farfisa y lo conectaba a
un aparato de eco, creo que se llamaba Echocord, que te repetía varias veces
una nota o la alargaba. Era un efecto. Y, también hay cosas de Kay que eran increíbles.
Todos hablan de Pappo, pero Kay era un músico excelente aunque de perfil bajo.
Por ejemplo, hay un disco en el que toca la guitarra con un arco. No sé si no
fue el primero, porque Jimmy Page en
Led Zeppelin lo hizo, pero me parece
que es posterior.
Sí,
pero no sé si Jimmy Page no lo hizo antes en The Yardbirds…
Ah,
entonces puede ser porque Kay era fanático de los sonidos. En realidad, Kay
había copiado mucho a Ray Davies, el
guitarrista de los Kinks. Antes de Los
Gatos, lo vi tocar en Rosario en una banda que se llamaba Los Halcones, y el tipo ya tenía una (guitarra) Ecko a la que le
había bajado las cuerdas. Un trabajador del sonido.
También
había esa impronta beatle o de rock británico en temas como “Seremos Amigos”,
“Chica del paraguas”…
Sí,
totalmente.
¿Hay
un disco instrumental que sacaste antes de que se reúnan Los Gatos?
Sí,
lo grabé antes de irme a Estados Unidos y salió cuando yo ya no estaba acá. Había
un brasileño que vendía muchos discos, Lafayette,
y la compañía quería sacar algo de ese estilo: un solista de órgano. Pero yo no
tenía nada que ver con eso. En realidad lo que grabé fue música negra, estilo funky. Algo de Jimmy Smith, Jack McDuff. Después alguna locura, un tema de Bob Dylan, otro de los Beatles para rellenar. Una curiosidad
es que ese disco salió cuando prácticamente la banda ya estaba desarmada y la
discográfica, en lugar editar el último disco que grabamos en cuarteto (En vivo y en directo) prefirió sacar mi
material. Qué loco, ¿no?
¿Puede
ser que la primera separación de Los Gatos haya sido porque el grupo no daba
para más?
No,
no, el grupo siempre dio para más. Lo que hubo fueron cuestiones de
personalidad. Litto es solista, prácticamente no tuvo bandas. Yo sí era un tipo
más de banda. Nuestro primer viaje a Estados Unidos fue planeado por él, y
después no viajó. Después, en el 71, tampoco quiso venir con nosotros a España. Pero bueno, fue su decisión.
¿Cómo
fue ese viaje a Estados Unidos en 1969?
Ese
viaje era un viaje planeado en grupo pero, como te decía, Litto no viajó. Kay (Galiffi) y Alfredo (Toth) se
volvieron enseguida. Moro y yo, nos
quedamos. En principio, llegamos a Nueva York con dinero. Tampoco te creas que
tanto. Los Gatos nunca ganaron mucho
dinero, ganaron más que otras bandas porque éramos muy populares. Fue la única
banda que fue popular en esa época no solo acá sino, también, en Centroamérica
y países cercanos. Imaginate que no había la comunicación que hay ahora, que te
enterás que estás primero en algún país y ya alguien te contrata y te arma una
gira. Así que, al principio estuvimos bien, alquilamos un loft pero en unos meses se nos acabó la guita y aparte no
laburábamos. A mí se me terminó la visa y llegué a estar ilegal durante un
tiempo. Nos quedamos un año aproximadamente. Cuando me llamaron para volver a
la Argentina estábamos viviendo en una peluquería de una amiga nuestra. Era un
negocio que estaba cerrado porque la dueña tenía la idea de poner allí una
librería de material sudamericano y nos ofreció el lugar porque todavía no iba
a refaccionarlo y como estábamos viviendo en un sótano en Brooklyn, fuimos. Era
un poco gracioso, vivíamos de prestado pero estábamos bien, ojo. ¡Nueva York en
el 69! Lo volvería a hacer, me quedaría sin guita otra vez ahí. Vivíamos en el
mismo barrio de Andy Warhol. Inmersos
un movimiento tan genuino como fue el hippie. Y con toda la música que había
ahí.
Y
una vez acá, en la Argentina, con la incorporación de Pappo a la banda, ¿cómo
fue el cambio de sonido?
Bueno,
la creencia de la influencia de Pappo está potenciada porque él ahora es una
figura gigante. Siempre fue un muy buen músico pero, en ese momento, no lo
conocía nadie.
Pero,
por ejemplo, la guitarra de “El Rock de la Mujer Perdida” no tiene nada que ver
con lo que venían haciendo antes…
Pasa
que en cualquier banda de rock la guitarra es líder, el guitarrista te cambia
el estilo. Es decir, Kay era un gran guitarrista de estilo Harrison. Pappo no podía tocar ni dos
cosas de las tocaba Kay. De hecho, casi ni tocaba algunos de los primeros temas
que grabamos. Nos tuvimos que ir un poco para el lado de él. El guitarrista siempre
influye, pero de ahí a que él nos cambió el sonido; no, pará. Yo venía de
Estados Unidos con la cabeza volada, había visto a Jimi Hendrix, imaginate.
Entonces,
eso sumado a las nuevas composiciones de Litto, ¿hizo que vayan introduciendo
más en la improvisación y el toque?
Evidentemente,
Litto no es un compositor de música negra. Siempre fui yo el músico de ese
estilo, el que se adaptó. He llegado a tocar en bandas de rock sinfónico. Pero
bueno, la época de Los Gatos con Pappo fue muy importante. Creo que fue la
única banda que él integró como un músico más, sin liderarla. Hizo dos discos y
estuvo un año con nosotros, que es bastante. Pappo fue un gran músico. A mí me
da risa todo eso del mito, porque en realidad, Pappo es un gran músico. Lo
tienen que reconocer más por eso que por la moto u otra cosa.
¿Cómo
surgen temas como “Fuera de Ley”? ¿Salían de improvisaciones o zapadas?
Sí.
La verdad que ese tema lo tendríamos que haber firmado todos. Yo había venido
con una idea de Estados Unidos. Estuve en ese país durante la guerra de
Vietnam, y vi manifestaciones tremendas en contra de la guerra. Me impresionó
la libertad que había en ese momento para expresar cosas que eran tan fuertes
contra la sociedad norteamericana. Por ejemplo, la marcha en Washington. Miles
de personas fueron al Capitolio a quemar las citaciones para el servicio
militar. Es fuerte. Y “Fuera de la Ley” tiene que ver un poco con la protesta
hacia esa idiosincrasia. Estábamos como buscando algo y en medio de una
improvisación salió ese tema que, en realidad, lo terminan sacando Alfredo y
Moro porque ellos definieron el ritmo y, después, Litto lo empezó a cantar un
poco sanateando y antes de grabar le hizo una letra.
Cuando
escuchamos esos largos instrumentales podemos hablar de una jam session entre
ustedes, prácticamente, y Pappo metiendo lo suyo…
Sí.
Había libertad. Había libertad pero dentro de un estilo nuestro muy latino,
¿no?
¿Pappo
se fue del grupo por decisión propia?
Sí.
Se fue porque quería ser solista e integrar un trío es algo muy abierto.
¿Vos
pensás que podrían haber seguido sin él?
Nosotros
seguimos sin él, unos meses como cuarteto. Se cortó, en realidad, porque Litto no
vino al viaje a España. A veces me pongo a pensar en ese viaje y me dan ganas
de agarrarme los pelos porque pienso lo que hubiera sido que en el 71, en ese
país en el que no había nada, que llegaran Los Gatos, una banda de rock en
castellano y con seis discos ya editados. Incluso fuimos con Pappo, que en ese
momento había vuelto a entrar a la banda porque le interesó ese viaje. Era una
aventura, pero Litto, por segunda vez, no vino. Estaba buenísima la banda,
también. Hicimos tres o cuatro meses de shows. Siempre fui un músico que tenía
la intención de vivir de la música y a veces no podía estar esperando los
proyectos. De hecho mi ida posterior a España fue un poco eso: estar cansado de
seguir proyectos y estar esperando cosas.
Recuerdo
“Canción para un reventado”, muy buena…
Sí.
Ese disco era una transición. Entramos al estudio sin ensayar, sin nada. Y está
bueno. Esa canción que nombrás está buenísima. Además esa palabra, que se usa
tanto ahora, es una palabra que la inventamos nosotros porque en esa época no
se usaba. En España estábamos bastante bien. Pero bueno, también fue un viaje
muy accidentado, con varias deserciones. Luego se sumó también David Lebón, pero en esa época no había
Internet, no había nada y el tipo se fue con esos pasajes de banda negativa.
Entonces tenía pasaje hasta Madrid seguro, pero después quedaba en una lista de
espera y estuvo así como cuatros o cinco días, varado en Rio de Janeiro. Y
nosotros lo íbamos a esperar al Aeropuerto de Barajas, en Madrid, pero no
llegaba y no sabíamos dónde estaba.
Fue
como una fiebre lo que generaron Los Gatos en los 60, ¿no? Tocaban por todos
lados, en el medio grababan discos, incluso había lo que hoy se llamaría
merchandising de la banda, hasta figuritas…
Sí,
por ejemplo, llegamos a planear grabar un disco en Brasil. Lástima que era una
época en la que no se ganaba mucho dinero. Al margen de cómo se lo pueda
catalogar musicalmente, Los Gatos fue, por excelencia, una banda muy popular.
¿Por
qué pensás que no siguió la banda a partir del regreso, en 2007?
Eso
se da o no. No hubo respuesta de la gente. No hubo una efervescencia
interesante. Acá llenamos el Gran Rex,
que no es poco, pero no hubo producción ni musical ni empresarial. Yo lo puedo
decir ahora, ¿no? Para mí fue un fracaso económico. Estuvimos ensayando mucho
tiempo pero tocamos solo dos veces. De las cuales una fue un festival en
Rosario en el que hicimos 12 o 15 temas nada más. La realidad es que Litto se
peleó con la productora y ahí se cayeron muchas cosas. Por lo menos para mi
manera de ver.
Pero
¿no hubo un intento de componer temas nuevos?
Lo
que pasa es que Litto se peleó con todo el mundo, hasta conmigo. No estuvo de
acuerdo en que hubiera disidencias pero en una producción hay disidencias. Yo
estoy muy acostumbrado a eso. Incluso, una vez, un productor muy importante me
ha echado de un estudio de grabación y bueno, te la tenés que bancar. Imaginate
que la compañía tenía previsto sacar un CD con todos los éxitos del grupo en el
mismo día que tocamos en Rosario. Un material de costo mínimo pero con 20 temas
de lo mejor de Los Gatos. Estaba buenísimo, era un empujón para hacer giras
pero no pasó. Y lo peor de eso es que todavía está vigente el contrato con la
compañía.
Sí,
ahora salen dos versiones diferentes de los discos. Una que edita Litto, con
Melopea y la otra de Sony/BMG.
Sí,
bueno hay algo que está claro: La historia de Los Gatos se la quedó Litto
Nebbia. Eso está claro, para él y para la gente. Los músicos no existimos. Por
ejemplo, yo me enteré ahora que hay un disco nuevo [Rodar (2017), de Litto
Nebbia & Pez]. Es como que los que resaltan siempre son aquellos que se
convierten en personaje o figura. Las compañías arreglan con ellos y vos te quedás
afuera. Es como la historia de La Perla,
por ejemplo. Aparecen Litto, Moris y
Javier Martínez, pero éramos un
montón más los que estábamos ahí.
Y
¿qué sentís cuando salen estas nuevas versiones de temas que vos tocaste?
Está
bien que salgan. Lo que a mí me hubiera gustado es que me digan “che, voy a
editar un disco”. Yo si hubiera sabido que perdería mi amistad con Litto, no
hubiera participado de la reunión de
2007, porque para mí la amistad tiene mucho más valor que cualquier laburo.
Pero no creí que iba a llegar a ese punto. Además yo no estoy peleado con él
para nada. Él me bajó la persiana.
Una
etapa poco transitada de tu trayectoria es la de tu participación en Espíritu…
Sí,
lo de Espíritu fue una manera de aprovechar la movida del rock sinfónico, que, por otra parte, no cuenta en nuestro país con
un movimiento tan grande y menos en esa época. Y Espíritu era una banda que lo
hacía perfecto. Yo no era especialista pero siempre fui un músico que supo
adaptarse y hacía un tiempo que estaba ahorrando en dólares para comprarme un
sintetizador. De repente me ofrecieron entrar en esa banda que tenía un Moog que
podía combinar con mi Hammond.
¿Cómo
fue la grabación de Libre
y Natural (1976), el disco que hiciste
con ellos?
Fue
un poco pobre en producción pero está muy bueno. Recuerdo que venía Jorge Álvarez y nos decía: “Ustedes tienen que hacer como Yes que
ensayan 20 horas por día” Y yo le respondía: “Ah, ¿sí? y ¿de qué comemos?” (risas). Grabamos en un estudio de
cuatro pistas. La banda se esforzó y esa obra la pudieron terminar, y yo creo
que di
en la tecla, dentro de lo que me imaginaba que podía tocar, aunque no era mi
estilo. Mi aporte fue combinar esos aparatos: el Hammond y el Moog. Los
directores de los ensayos eran (Osvaldo)
Favrot y el cantante (Fernando Bergé). Ensayábamos todos los días
y discutíamos los arreglos, pero las canciones eran de ellos dos. Hicimos
lindas giras y conciertos. Tocamos dos veces en el Coliseo que no es poco. Cuando
me he metido en bandas he dado todo. En algunas me iba mejor el estilo que en otras.
Y
Espíritu también se separó…
Sí,
creo que a (Claudio) Martínez, el bajista, y a (Carlos) Goler, el baterista, les gustaba mucho el heavy metal. Goler,
incluso, hizo una banda en ese estilo, Once-Doce, mientras que Favrot siguió con su música.
Era
muy habitual que los grupos duraran uno o dos años y se separaran…
Es
que es muy difícil seguir un proyecto. Primero lo tenés que desarrollar y a
veces las compañías no te ayudaban tanto y había músicos que tenían otros
trabajos por fuera de la banda.
También
porque eran pibes muy chicos y había tal vez muchas internas…
Sí.
Si yo miro esa época desde hoy veo que llegaba un momento en el que los músicos
se la creían. Demasiado ego y, también, no valorar lo que ya estaba hecho en un
estudio. Por ejemplo, los ingleses tenían otra concepción de la música. Incluso
estando disgustados podían llegar a tocar juntos.
Esa
eclosión se notó bien en Polifemo, ¿no?
Sí,
fue frustrante que se desarmara esa banda. Era imposible interceder entre (Rinaldo) Rafanelli y Lebón.
Primero porque hay cosas que son de la formación humana de cada persona. A mí
mi padre me enseñó que el trabajo hay que respetarlo. El trabajo es sagrado. Y
en la música encima que no es fácil. Polifemo
levantó como tres o cuatro meses de trabajo porque se pelearon. Eso me marcó
mucho a mí. Después, en cuanto a la banda estaba muy bien, los músicos eran
buenísimos. Con algunos hice cierta amistad más fuera que dentro de la banda,
tal vez. Aparte en esa época crear público era muy difícil. Nosotros llegamos a
tocar en el Luna Park, cosa que casi nadie podía hacer en ese momento. Por supuesto
que Polifemo eran Lebón y Rinaldo, lo cual está muy bien, pero podrían haber
llegado a un acuerdo y haber seguido un poco más o por lo menos haber terminado
el trabajo que estaba iniciado. A mí me parece que era una oportunidad muy
buena para que la banda se convierta en top.
No hubo bandas tops en los 70. Recién
en los 80, cuando yo me fui, empezaron a emerger bandas con masividad. En los
70 faltaba público. Algo que te permite tener más llegada, cobrar más y tener
mejor montaje. Que es lo que falta ahora si te ponés a pensar.
A
ver, ¿cómo es eso?
Digo,
no le falta público ni a La Renga ni
a Andrés Ciro ni a Calamaro, por ejemplo, porque esos
artistas han llegado a un lugar masivo, pero yo veo que a veces se quejan
porque invierten mucho dinero en las presentaciones. Pero está bien, a mí me
cuesta mucho presentarme como se presenta Jeff
Beck, por ejemplo. Él tiene jefe de escenario, toca con especialistas. Lo
que nos falta a las bandas hoy es presentarnos bien, luces, etcétera. Yo no
tengo sonidista. Me presento como puedo, porque no me da el presupuesto. Por
suerte conseguí una producción buena para mi último disco, con Toth y Guyot. Con eso estoy muy contento.
¿Cómo
elaboraste Pido
Demasiado, este nuevo disco de rock?
En
realidad mi vuelta al rock nacional fue en el 2010. Antes de eso hice varios
materiales de blues cantados en inglés porque volví al país muy preparado para
seguir en el blues. Es un lenguaje que manejo y tengo un repertorio muy amplio
pero acá meter ese estilo es muy difícil.
Y después, se me ocurrió armar otra vez una banda de rock nacional. Tuve
una época en la que escribí muchas letras que no es algo que me sale tan naturalmente
como escribir música. Imaginate, tocar blues te da mucha facilidad para la
improvisación. (Piensa) Los solos son canciones… cuando son buenos (risas). Armé
una banda en 2009 con Juanito Moro y
en 2010 salió mi primer disco, Acordate
de Olvidarme, con letras en castellano. Después grabé otro disco y ahora
este, Pido Demasiado, un disco un
poco ácido de amor. Ambos con Las
Bluesettes, la banda de chicas que me acompaña.
La
tapa es todo un mensaje, ¿no? Como que estás en otra etapa…
Sí,
es como que “estar arriba de un elefante” es la juventud y ese deseo. Como dice
la letra: “Quiero una casa gigante,
quiero un castillo, quiero un elefante”. Quiero todo. Y abajo uno está más
calmado y lo analiza mejor entonces, sigue: “Si
pido demasiado, me quedo con el amor”. A veces critico, constructivamente, un
poco el lugar en donde estoy hoy. Hay un tema del primer disco que se llama
“Rap en la City” y una vez un periodista me preguntó: “¿Te parece que Buenos Aires es así?”. Porque la letra dice “por unas monedas y un celular mataron a
Juan en González Catán” y eso lo vi en la televisión. Y sí, Buenos Aires
tiene varias realidades. No digo que todo es así pero sí digo que la ciudad es
peligrosa.
También,
hay un poco de reggae en este nuevo material.
Ese
reggae es un tema viejo que tenía desde la época de España. Tengo un archivo
muy grande de cosas que voy haciendo y este lo demeé para presentarlo a la
compañía y gustó.
¿Cómo
se dio la participación de Juanse en el tema “Pido Demasiado”?
Juanse
me hizo una súper gamba. Yo no lo conocía y me encontré con un gran músico.
Vino con mucha disponibilidad. El primer día le pedí que tocara la guitarra en
un rock and roll pero después escuchó ese tema que iba a ser el corte de
difusión y le gustó mucho. Y el solo
lo hizo Alambre González, Juanse
también tocó en un par de temas más.
Y
¿cómo te llevás con la difusión del material en esta época de redes sociales e
Internet?
Bien.
Hay que dedicarle un tiempo. Es lo que toca. Uso Facebook para promocionar mi
trabajo en una fanpage. Va llegar un
momento en el que no lo voy a poder seguir haciendo, supongo, pero de momento
lo hago todo yo. Ahora sacamos otro video nuevo de otro tema del disco y lo
subimos en varios formatos. También lo estoy promocionando en otros países,
algo que es importante. Por supuesto que hay que pagar por la difusión, pero
está bueno hacer eso.
¿Eso
lo cubrís vos?
Sí.
El músico tiene que cubrir todo. Por ejemplo, voy a Rosario y le tengo que
pagar a la banda. Por ejemplo, la vez que salió un trabajo bueno, los dos shows
del Luna Park en el que fuimos teloneros de John Fogerty, con los derechos de autor que gané de ahí pagué
deudas que tenía en la Sociedad de Autores que me permitieron volver a tomar
otro crédito. Vas invirtiendo. La época buena la ahorro y después voy
administrando.
¿Te
pasa de encontrar en tus composiciones nuevas influencias de los músicos con
los que trabajaste?
Sí.
Y supongo que también es a la inversa. Creo que Dylan dijo una vez que escuchar un tema de cualquier artista es
escuchar toda la influencia que tuvo. Y aparte estamos hablando de Litto Nebbia, Andrés Calamaro. Calamaro me influyó mucho. Esos dos
años que toqué con él en Alta Suciedad (1997) fueron muy buenos. Había mucha
libertad, me llevaba muy bien con sus músicos a pesar de que éramos de
generaciones diferentes. Sonaba bien.
¿Cómo
fue tocar con uno de los guitarristas de McCartney, Brian Ray?
Uf,
un tipo fenomenal. Eso te demuestra lo que son los músicos norteamericanos. Los
tenés acá y se ponen a tocar con vos sin problema. La verdad fue una
casualidad. El “Vasco” (Martín
Urionaguena), baterista de la banda Nube
9, intervino para que yo pudiera estar en el Luna Park. Me contacté con los
productores y tocamos con Ray. Vino
a la prueba de sonido y me preguntó qué temas íbamos a hacer, si estaba bien el
volumen… Y tocó bárbaro. Fue muy lindo. Le gustaba como cantaba y mantuvimos el
contacto por un tiempo. Le tuve que regalar un disco de Los Gatos porque el Vasco jodía con que yo había tocado en una
banda que fue muy importante acá. Y bueno, acá me conocen por eso, no salgo de
ahí.
¿Escuchás
algo de rock actual? ¿Cómo ves la movida?
Siempre
fui de escuchar poco, me gusta mucho más ir al directo o en vivo. Pasa que tengo
el oído hecho mierda por tocar. Ya tengo zumbidos así que tengo que cuidarme un
poco y, además, me gusta mucho el jazz, el blues y la música clásica, así que ahí ya tengo bastante. Y el rock lo
toco, no lo escucho tanto. Hace poco descubrí unas cintas que me había acercado
un amigo al que le gustaba mucho el acid
jazz de la década del 90, que eran grupos de rock haciendo ese estilo, bandas
europeas under. Y, también, de esa década me gustaba mucho Massive Attack. Los
primeros discos me parecían muy creativos. Por ahí no había tanto como en la
época de Led Zeppelin. Lo que pasa
es que en esa época, de fines de los 60, en la que yo estaba en Estados Unidos,
hubo artistas de blues que se metieron en esa onda. Me acuerdo de Johnny Winter que a los dos o tres años
ya estaba tocando otra vez en bares. Hubo una movida grande y quedaron las
canciones de rock potente. Y después, hace poco, con toda la movida de Franz Ferdinand, Arctic Monkeys,
también, fue impresionante. Me gustaba mucho The Smiths cuando salieron. Me parece bárbaro Marc Almond con su onda gay-pop.
Una vez lo vi en vivo con Soft Cell.
Eran él y el guitarrista más cuatro grabadores de cinta en donde estaba el
resto de la música y Almond se comía el escenario. También vi, en Madrid, unas
tres veces a The Lords of The New Church,
una banda de rock que era como la banda que yo me quería armar. Para mí era la
banda post-stone. Ahí llegaban un montón de bandas punks inglesas, de segundo o tercer nombre, muy buenas. Me gusta la
música cuando está bien hecha. Por supuesto que hay estilos que me van más. Si
yo me llego a meter en el blues de lleno, no salgo más. Puedo ir a Estados
Unidos a tocar en bares y quedarme y vivir el resto de mi vida allí.
¿Nunca
fantaseaste con eso?
Sí,
sí. De hecho, si me da la salud, no sé si no lo voy a hacer. Tengo planeado un
viaje a Estados Unidos. Acá lo he hecho en (el pub) Tabaco, con muy poca resonancia, pero lo he hecho. Ahora estoy
tratando de conseguir un lugar un poco más grande en el centro para hacer una
cosa parecida con músicos de acá.
Durante
tu estadía en España, que fue durante casi todos los 80, ¿nunca pensaste en
volver a tocar en nuestro país?
No.
Era muy difícil irse de Madrid en esa época. Artísticamente, fue la mejor época
de esa ciudad y de España. Había muchos lugares para tocar. La movida madrileña
fue tremenda. Tocaba hasta cuatro veces en una noche, todos los días en un
piano bar y después con mi banda de blues, Hot
Dogs, tocaba junto a otras bandas de ahí, Mermelada, Los Elegantes, Los Secretos. O sea yo viví en el under hasta que me metí en la banda de Calamaro.
Y
¿por qué volviste?
Bueno,
volví recién en 2002.
Sí,
en un año complicado, post crisis 2001…
Sí,
pero no me fijé en eso. Cuando me fui de España ya no era lo mismo. De los
bares no se podía vivir, Calamaro ya había disuelto la banda. Había poco
trabajo. Para el 2000 ya había habido varias crisis en España. A principios de
2002 fui cuatro meses a laburar a Marruecos pero bueno, después, se enfermó mi
hermana, mi mamá ya era grande también. Entonces me decidí y volví a la
Argentina. En Marruecos me podría haber quedado. Era un paraíso. Hice varios
laburos y pagaban muy bien. De uno de ellos grabé un disco que edité acá. Uno
hace lo que puede. Yo soy un músico intermedio que siempre me vine salvando un
poco de la quema, porque hay muchos que se quedaron en el camino. Y otros que
fueron más ordenados, que siempre vivieron en el mismo lugar o se han casado,
tienen familia y entonces tienen su santuario. Yo recién ahora estoy un poco
más quieto porque ya estoy radicado acá, ya me queda poca familia. Siempre
extrañé no tener una casa propia. Mi única casa fue la de mi viejo, en Rosario.
Después siempre alquilé. Cuando yo me fui a España se fueron muchos otros,
también, pero se casaron allá y se quedaron… La música no es un trabajo fijo para
mí. Solo en la década del 80, lo fue.
Y
ahora con la variedad de ofertas que hay ¿es más difícil ser músico?
Puede
ser. Igual yo creo que ser músico es algo que uno tiene que decidir. En algún
momento el artista debe decidir que se va a dedicar a la música para vivir de
eso, mal, bien o como sea. Porque cuando pasa eso te das cuenta que te tenés
que ir adaptando, reciclando. Si no terminás medio paria o hablando siempre de
la misma época o de lo que hiciste hace muchos años.
¿Qué
pensás de este cambio de paradigma, que tiene que ver con que cuando vos
empezaste, necesariamente, los grupos tenían que tener una compañía detrás que
los sostenga y hoy, tal vez, ya no sea tan así?
Mirá,
los grupos siguen sacando discos. El disco sigue siendo importante para una
banda aunque no se vendan. Yo los vendo en mis shows. No venderás miles pero vendés cientos o decenas. El disco lo
podés mandar afuera, podés dárselo a representantes para que lo muevan. No
estoy tan seguro de que el disco desaparezca. Y las compañías, es verdad, se
han reciclado. Muchas se dedican más al management,
sacan el dinero de otro lado. A lo mejor el poco dinero que hay en Internet se
lo quedan ellos. Pero antes, ¿vos creés que se ganaba mucho con las regalías?
¿Qué
tema de otro artista te hubiese gustado componer?
Y
algunos clásicos… No sé, muchos. Creo que a cualquiera le hubiera gustado
componer “Hotel California” o “Escalera al Cielo”. Son temas que pasa el tiempo
y siguen ahí. Son redondos... ¡Hay muchos temas! Y en blues, ni hablar. Temas
del blues de los años 20 o del 30.
Para
terminar, ¿qué pensás del tratamiento que les damos a los pioneros de nuestro
rock nacional, como vos, en comparación con otros países? Tal vez hay una
revalorización de algunos pero otros quedaron un poco olvidados…
Eso
es inevitable. Es la vida misma. A lo mejor dentro de 80 años, cuando no exista
ninguno de nosotros, y descubran por ahí un tema que había grabado alguien en
Ramos Mejía, van a decir ¡Uh, mirá! Pero la vida es así. Algunos quedan y otros
no. No tiene tanta importancia que te reconozcan y, por otra parte, siempre hay
alguien que te reconoce. El músico tiene que ser interpretado por la gente. Una
vez escuché una cosa increíble que dijo Antonio
Gasalla. Le preguntaron: “¿Cómo es que
usted tiene tanto éxito?” Y él respondió: “Es que tuve la suerte de que la gente entienda lo que estoy haciendo”.
Y es un poco eso: contemporizar. No tiene tanta importancia. Y además, la
música no es de los músicos. Nosotros somos médiums. Tenemos una habilidad, que
no es poco. Porque incluso las influencias, uno las pasa por un filtro propio.
Emiliano
Acevedo
Excelente reseña y entrevista, ojalá unbuen empresario pueda traerlo, asi como vino Litto N.
ResponderEliminarSaludos desde Lima-Perú.
Grande Ciro, una pena que que los gatos solo se lo nombra a Litto, pera tambien estan Kay, Alfredo Toth, Moro, siempre admire a Ciro y siempre quise tocar el teclado como él.
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