Silvio Ramaglia |
Ingresamos a un auditorio bellísimo ambientado con
cálidas y tenues luces de colores. El evento comenzó con un afectuoso
recibimiento a modo de saludo para Silvio y todos los allí presentes, a través
de un video proyectado del maestro Claudio
Gabis (guitarrista de Manal,
banda fundacional del rock local) y el dilecto Pipo Lernoud (creador y director de revistas de rock como El Expreso Imaginario y Canta Rock, entre otros tantos
etcéteras) todo comandado desde la técnica por Marcos Volcovich (compañero de colegio de Ramaglia y coequiper en
este espectáculo).
Luego de la bienvenida por parte de estos dos
referentes de la contracultura, a modo de introducción fueron sucediéndose
algunas imágenes de un Buenos Aires en blanco y negro que decantaron en la
instantánea del colectivo 99, emblema del “Blues
de la amenaza nocturna” de Manal. Es justamente ahí cuando nuestro
anfitrión, Silvio Ramaglia (el nene al que hace referencia dicha canción…) entra
en escena parando aquel colectivo, invitándonos a subir a ese autobús
proyectado devenido en una balsa imaginaria, para así dirigirnos mar adentro.
Obviamente a naufragar, a través de su anecdotario dedicado al génesis del rock
fundacional local o, como él supo señalar, lo que en un principio se catalogó
como movimiento o música beat.
Como el capitán de un navío, Ramaglia, guitarra en
mano, nos orientó a través de la historia del rock argentino con anécdotas de
primera mano. Cómo y dónde conoció y compartió varios cafés junto a Tanguito, Jorge Álvarez, Pedro Pujó, Pipo
Lernoud, Miguel Abuelo, los Manal,
Vox Dei, Pappo, Mario Rabey, entre otras tantas figuras. Con una
precisión acabada de la historia, el torrente del rock local fluye como
corrientes marinas por su relato; tanto que es posible transitar esas calles,
bares, cafés… el Colegio Carlos Pellegrini, el Nacional Buenos Aires, el Manuel
Belgrano, mientras lo vemos a Borges firmando ejemplares en la Galería del
Este, el Instituto Di Tella con sus happenings, los
bares La Paz, La Giralda, La Perla de Once, el cine Lorraine con sus películas
de culto.
Junto a Ramaglia iniciamos este periplo auténtico
donde nos ofrece sus experiencias vividas junto a aquellos jóvenes artífices a
través de un relato sumamente rico que se suma a las eventuales participaciones
de Pedro Pujó (miembro basal del
mítico sello Mandioca junto a Jorge
Álvarez, Rafael López Sánchez y Javier
Arroyuelo) para hablarnos sobre el padre de Tanguito, Diana Divaga
Shepherd, la casa con diez pinos del pintor Roy Mackintosh y de cómo Hernán
Pujó (el hermano de Pedro) escribió fugazmente la letra “Amor de Primavera” en La
Giralda; una composición grabada e interpretada por Silvio en portugués y en
ritmo de bossa ante los armonizados espectadores.
LA VIDA ES
UNA LARGA CANCIÓN
En su arte hay muy mucho camino recorrido. Silvio Ramaglia comenzó a estudiar
guitarra a los 10 años. Durante su adolescencia formó parte del coro del
Colegio Nacional de Buenos Aires, dirigido por Héctor Zeoli. Tomó clases de guitarra clásica durante varios
años con el profesor Sergio Raffaelli.
Posteriormente estudió guitarra de jazz con Walter Malosetti. Asimismo, asistió a cursos de armonía con Rodolfo Alchourrón, y de composición en
el Sindicato Argentino de Músicos (SADEM). Más adelante se perfeccionó con el
guitarrista estadounidense James Tobías.
También hizo talleres de improvisación con Elmer
Bernstein, músico de la Berklee School of Music. Estudió en San Pablo con
el destacado guitarrista brasileño Paulo
Bellinatti, y aprendió cavaquinho con Zé
Do Cavaco. Ha dado talleres de guitarra en la Universidad Nacional de La
Matanza.
Comenzó a componer músicas y letras siendo muy
joven, en diversos géneros. Algunas de sus canciones han sido publicadas por
las editoriales Julio Korn y Warner Chappell. Es también arreglista, y
versionista de letras. Ha formado grupos como El Buque (folclore fusión, en los años setenta) y Tiempo de Bossa (a fines de
los años ochenta). Trabajó en shows y grabaciones junto a músicos de la
Argentina y el Brasil, donde residió desde 1981 hasta 1987. Allí formó un trío,
Viagem.
En Londres tocó con el grupo afrobrasileño Oxumaré... Más adelante formó en Buenos
Aires un dúo de fusión bossa-flamenco-blues junto a Agustín Hellín y acompañó al cantante uruguayo Yabor, en un concierto realizado en el Teatro Roma de la ciudad de
Avellaneda. Ha tocado también con grupos de música afrolatina como Arco Iris de
Tambor, de Eduardo Avena y con el
reconocido bajista Beto Satragni.
Grabó un cd solista, Novedades,
en el 2003.
Escribió una comedia musical: Quiero que sepas (2004). En el 2005
grabó su tema “Blusambo” para Discos Melopea junto a Guadalupe Raventos en voz, producido
por Litto Nebbia. Actualmente
emprende un proyecto de nuevo tango junto al cantautor Eduardo Estévez y grabando un cd con temas de ambos, arreglando y
dirigiendo una banda de 20 instrumentos.
GIRA MÁGICA
La presentación continúa con la interpretación
de “Una casa con diez pinos”, enmarcando
el recuerdo de cuando Silvio presenciaba los ensayos del mítico trío Manal, llamados originariamente Ricota,
de los que también supo ser “plomo” y pieza imprescindible a la hora de
presentar al trío con Jorge Álvarez.
Suceso fundamental.
Acerca de la música del legendario trio mencionaba
lo siguiente: “Tenía una cosa que sonaba mucho mejor en vivo que en las
grabaciones, me acuerdo que cuando escuché el segundo single (“No Pibe” /”Necesito un Amor”) en
la cueva del Bondo, junto a Javier, me sonó medio flojito, porque
en vivo era mucho más poderoso. Suena muy lindo el single, pero en vivo era
mucho más gordo el sonido, mucho más poderoso… los músicos se quedaban
pasmados”.
Ramaglia evoca a un joven Pappo del año 68, cuando
tocaba en Palos y Piedras (obra de
teatro del director Alberto Ure).
También a La Lila, quinta en Florida propiedad de la familia Pujó, donde tenían
un piano vertical en donde tocaban, a cuatro manos, Silvio y el Carpo “Satisfaction” de los Rolling Stones, cual ritual profano. Ese relato da pie a una
versión, en la que utiliza su guitarra como si fuera un sitar, sobre una pista
de audio donde sonaba la tanpura (instrumento indio de cuerda,
que se usa para mantener sonidos zumbantes, constantes y monocordes).
En la presentación abundan las anécdotas sobre Tanguito, pintándolo como el duende de
aquella movida originaria, de todo lo que vino después.
De Tango,
o Ramsés VII, aquel muchacho oriundo
de “Caseros City”, como él mismo gustaba llamarle a su barrio, relataba: “La primera vez que lo vi a Tango fue en La
Giralda, habrá sido julio del 66, con su aspecto increíble, el pelo largo, la
guitarra al hombro, botas de cuero y ropa de rockero pop con pantalones
ajustados. Eso fue tres meses antes de la convocatoria en Plaza San Martín, y
ya trataba de nuestro querido amigo Pipo
(Lernoud), quien fue el mentor de
ese movimiento junto a Mario Rabey.
Estaba también Diana Shepherd,
pareja de Miguel Abuelo, que en ese
entonces le compuso el tema “Diana
Divaga”. Primer tema de los primeros Abuelos, inspirado en ella… recuerdo
habernos encontrado en el bar La Paz, a tomar un café junto a Miguel con la
primera grabación del tema en sus manos y en propias palabras decir: ‘…tengo un
violero para grabar que es un Diosss…’. Era Claudio Gabis.
“Entonces
Pipo escribió una convocatoria diciendo: ‘vengan todos los que tienen pelo
largo e ideas diferentes ‘. Estuvieron astutos, porque en esa época, durante la
dictadura de Onganía, no se podía hacer nada por estar de pelo largo, ni tomar
un café; me refiero a estar de madrugada en un boliche. Eso, en el día de la
primavera se relajaba, había una salvedad para disfrazarse, para lucirse por
las calles, más por la avenida Santa Fe donde estaba La Reina, El Delfín, una
situación colorida, de jolgorio… y fueron unas 200, 300 personas. Después nos
fuimos caminando por avenida Santa Fe con Tango tocando y cantando.
“Un día
fuimos con Tango, a Sábados Circulares (el
programa ómnibus de Pipo Mancera, que
duraba 6 horas los sábados a la tarde), no sé quien lo rescató de la plaza. Se
corrió la bolilla… fuimos en el momento y se puso a tocar él mientras nosotros
coreando atrás, que seriamos siete, “La
balsa”. Esa fue la única vez que Tango estuvo en la televisión”.
Tango y su séquito |
Sobre el mito enfatiza y enaltece: “Sentado con su guitarra en Plaza Francia
producía a veces un efecto medio hipnótico, o de trance místico, en la gente
que iba ubicándose a su alrededor y se quedaba escuchándolo en silencio. Él,
inmerso en su música, cantaba con los ojos entrecerrados. Cuando tocaba temas
de otros, estos podían ser de Ray
Charles, Stones, Dylan, Donovan, Beatles, Elvis… y de sus amigos de La
Cueva: Moris, Litto, Javier. A
Tanguito no lo podías ver haciendo conciertos en ningún teatro, festival o
boliche: su anfiteatro natural era esa plaza, donde podías verlo gratis, a
veces sentado en el césped de esa pendiente que concluye allá abajo en la
vereda. A lo sumo te iba a pedir un cigarrillo, y posiblemente de este modo:
‘¿No tenés —así— un cigarrillito…?’. Si hubo alguien en nuestro ‘circo’ de los
años sesenta a quien podemos calificar de inefable, ese fue sin dudas José Alberto Iglesias, alias Tango o
Tanguito…” suscribe.
Como un paréntesis a esta crónica quiero agregar
una referencia de Ramaglia sobre la
canción “Natural” en la
revista La Bella Gente: “Tanguito
logra aquí posiblemente, por primera vez, llevar al disco toda la autenticidad
y el feeling con que solía
cantar en las plazas de Buenos Aires. Es la revelación de este disco: ‘Natural’
es un tema simple y muy hermoso: Tango —algo ronco, lo cual le queda muy bien—
tiene un mensaje musical nuevo y algunas otras cosas para decirnos. Merece ser
escuchado…”.
En el cierre de esta suerte de bitácora legendaria,
avistamos tierra firme y despidiéndonos en medio de un emotivo y caluroso
aplauso, Ramaglia, culmina con una observación sobre Tango y la admiración que
causaba en sus colegas músicos allá por el año 67, cuando se encontraban en La
Perla junto a un bolerista, éste, le confesaba su fanatismo y respeto, “ya que lo de Tanguito era muy melódico, son
temas bastante suaves, baladas, por eso a colegas de otros ‘palos’ les llamaba
la atención, llamaba la atención siempre, inclusive de los músicos
profesionales…”.
A modo de epílogo invito al público que disfruta la
historia de los inicios de nuestra cultura rock, legitimada por el conocimiento
de los próceres fundacionales, a no dejar pasar esta oportunidad para
sumergirse en la experiencia audiovisual que Silvio Ramaglia junto a Marcos
Volcovich proponen.
Han quedado gran cantidad de anécdotas, divertidas,
reventadas, en el tintero que, no dudo, en la próxima tertulia recreará para
aquellos que sabemos que las facultades y la electricidad en muy pocas personas
se pueden encontrar y que andan dando vueltas, aquí, allí y en todas partes…
Mauro Feola
Excelente narración me transportarse....
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