Un disco que
se llama Rock Nacional, pero que no
es un homenaje a este género musical. Porque aunque esta vez las letras del
logo de Pez vengan con la forma de la tipografía de la mítica revista Pelo, este no es un
trabajo nostálgico que recorre la historia del rock de acá; desde la progresía
setentosa hasta la época actual. Nada más alejado que eso, porque Pez es un
grupo que siempre va hacia adelante. Sin embargo, eso sí, y se nota, la banda
liderada por Ariel Minimal Sanzo da cuenta en esta obra de toda la música que escucharon y los
influenció, y por eso, al no renegar ni un ápice de esas raíces musicales, el
titulo de este nuevo disco de Pez no sería nada antojadizo.
Como lo asevera el
propio Minimal en una entrevista reciente del sitio WYWH: “Si tuviera que decir algo (del disco) creo que también
habla de un hacernos cargo de quienes somos, de dónde venimos. Somos una
banda más de rock nacional (…)
Son referencias. Tampoco sé que quiere decir bien que se titule Rock Nacional y
tenga la tipografía de la Pelo porque como te
decía antes hay discos nuestros que suenan más a eso que éste”.
Palabras tan ciertas como esa presunción de
que en ninguna otra latitud más que en la nuestra existiría
esta música que Pez cincela, disco a disco, siempre sorprendiendo, nunca
parando en su exploración sonora.
Porque, seamos sinceros; ¿Quién podría haber
predicho esta nueva propuesta artística del grupo? Dejando de lado la distorsión
de los últimos discos, Pez apuesta por un nuevo sonido, más ecléctico, en donde
se gana su lugar la labor del nuevo integrante Juan Ravioli en los
teclados. Y es que este músico le da una nueva gama de colores sonoros al trio
formado por Ariel (voz, guitarras eléctrica y acústica), Franco Salvador (voz, batería y percusión) y Fósforo García (bajo). Puede
que la transición resulte brusca e
incluso forzada para algunos, pero el proceso que los ha conducido hasta aquí
ha requerido 23 años, en donde Pez ha dejado bastantes pistas en el camino como
anticipando el tipo de música que hacen hoy.
Diecisiete discos incluyendo algunos en vivo sirven
para completar una discografía harto generosa, a la que se suma este nuevo Rock Nacional. El resultado han sido
diez composiciones que van a dejar boquiabierto a más de uno, para bien o para
mal. Porque es justo avisar a todo aquél que espere una nueva dosis de
agresividad aplastante, que este álbum está bastante lejos de eso. Nada de
guitarras saturadas o de tempos
acelerados. Podríamos, por supuesto, buscar un precedente en aquel insigne Hoy (2006), disco tranquilo si los hay
en la historia de Pez, pero un hecho diferencial separa el álbum que hoy nos ocupa
de aquel remanso de paz: Rock Nacional
no es un disco de temas folk ni lentos. La pasión, la potencia y la, por así
llamarla, “patada sonora aplastante” característica del grupo de Minimal siguen
aquí presentes, aunque expresadas a través de vías menos obvias. Más maduras y sutiles.
Y como ejemplo de eso, nada mejor que el tema que abre el disco:
“Más música”, muy sutil, con arreglos de exquisito
sabor latino, y con unas liricas con mucho gancho; un numero sumamente
cancionero. Por supuesto, esta apasionante composición incluye secciones que
remiten incluso al rock de fusión, con una banda que se muestra mucho más
comedida y elegante de lo que se podría creer tras semejante cambio
estilístico, sin ningún exceso.
“Tan deprisa ya” es otra deliciosa canción movida,
pero con mucho sabor folk-pop de fogón. “De la vieja escuela del amor” es, a
decir de Minimal, un tema “kissero”, y algo de eso hay, porque es un rockazo
bien setentoso que recuerda algunas canciones del primer Kiss. Sin embargo, hay
que puntualizar que los colchones de órgano de Juan Ravioli en esta canción lo
acercan al Carlos Cutaia de Pescado Rabioso…
“Disparado” es el único tema en donde participan en
la composición los cuatro músicos de Pez; quizás sea por eso su amplitud
rítmica y dinámica, que van desarrollando esta canción en varias secciones
hasta terminar en un estribillo repetitivo y tan pegadizo como un mantra.
“Lo nuevo” es psicodelia ensoñadora, un hermoso
viaje en donde el oyente se deja llevar por la música del grupo hacia una
atmosfera fantasiosa, pletórica de acertadas intuiciones. Si nos atenemos al
nombre del álbum este sería un tema que nos recuerda los momentos más volados
del mejor Color Humano, aunque las comparaciones son sumamente odiosas, y más
en una obra tan heterogénea e inesperada como la de Pez.
“El aprendiz” es el regreso de ese rock progresivo
de alto vuelo con el que Pez dio cátedra en el disco Folklore (2004). La parte final instrumental de la canción arranca
con un groove imponente del bajo y la
batería, que se conjuga a las mil maravillas con el sonido prog de los sintetizadores vintage
de Ravioli y los guitarrazos poderosos de Sanzo. Sin dudas, uno de los temas
más prepotentes de este nuevo repertorio del grupo.
En “Cerezas”,
por el contrario, vuelve el pop de alto nivel; ese que nos recuerda al rock
argentino de los 80. Quizás esto haya sido pensado adrede o no por la banda;
como sea, es otra canción irresistible, con destino de corte de difusión, si
eso existiera en el universo inusual del grupo de Minimal.
En “Lucifer” predomina una dinámica polirrítmica,
con partes más tranquilas (las de los intermezzos
melódicos) y otras más rock (las cantadas por Ariel), lo que propulsan al tema
hacía una área musical indeterminada, que se termina resolviendo súbitamente.
“Cuidate,
monito” da muestras de una herencia rítmica rioplatense muy evidente, aunque no
sería nada apropiado asociar a esta canción al candombe, ya que su acentuación
rítmica difiere bastante de ese género musical. De esta forma, Pez, otra vez,
forma y deforma, a partir de una rítmica determinada, creando una música que no
está ni acá, ni allá, y que suena particularmente novedosa.
Tan novedosa e inusual como la canción final, “Calabacita”,
que, como su título lo indica, está dedicada a CFK, según las palabras de
Sanzo. Aquí, a partir de una letra verdaderamente cariñosa hacía la figura de
la ex presidente, se termina desarrollando una canción muy sutil, pero que también
puede llegar a guardar cierto dejo de ironía, que la saca del homenaje simple y
aburrido, para emparentarla, más bien, con ese tipo de canción pop de amor como
fue “Canción para el día que se muera Elton John”, incluida en el primer álbum
solista de Ariel, Un hombre solo no puede
hacer nada, editado en 2004.
La producción de todos los integrantes de Pez y la
mezcla de Walter Chacón otorgan al álbum un alma cristalina, nada espesa,
reforzando la sensación “retro” propulsada por los teclados de Ravioli, que
deja la escucha de este nuevo material de Pez. Ahora lo que queda por definir
es si éste es el principio de un nuevo camino para el cuarteto, o solo un álbum
donde Ariel Minimal ha desahogado de forma puntual sus tendencias más clásicas
enfocadas hacia el rock clásico. Lo único seguro es que Rock Nacional ya está aquí, convertido, seguramente, en el que será
uno de los mejores discos del año, lo que nos da la seguridad de que este viaje
ha valido la pena.
Emiliano Acevedo
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