Lito
Epumer es uno de los
guitarristas más respetados del rock
argentino, pero lo suyo excede a ese género ya que se desempeña con
igual soltura haciendo jazz, fusión o folclore. Formó parte de Madre
Atómica, grupo mitológico del rock
progresivo, en los 70; y luego se consagraría tocando con Dino
Saluzzi, Luis Alberto Spinetta y Rubén Rada. Incluso, en los 90,
integró la Halibour Fiberglass Sereneiders, el delirante proyecto
musical liderado por Alfredo Casero y Mex Urtizberea; además de
tocar con Alphonso Johnson, los hermanos Fatorusso, Raúl
Carnota, Horacio Larumbe, Pedro Aznar y Javier Malosetti,
entre muchos etcéteras. Hoy, Lito continúa con su labor docente y está
metido en tres proyectos musicales bien disímiles, como para seguir dando
cátedra en todos los campos, mostrando su pasión por el eclecticismo musical.
De todo esto hablamos durante una charla que tuvimos en su casa de Parque Chas:
el recuerdo inolvidable de su hermana María Gabriela, su paso por Spinetta
Jade, y su visión sobre lo que es hacer música hoy en día. Un hombre muy
sencillo, Lito tiene muy en claro que es lo que piensa de cada uno de
los temas que lo interesan y sabe cómo contarlo, sin pelos en la lengua. Como
aquí, en este diálogo sin desperdicio que hoy tenemos la satisfacción de
acercarles.
ENTREVISTA>
¿En qué momento empezaste a tener ganas
de ser guitarrista?
Yo arranqué a
tocar un poco tarde, porque al principio estaba dedicado al fútbol y, más o
menos, recién a los 16 años empecé a sacar mis primeros acordes. Me acuerdo que
una de las primeras cosas que saqué fue “Honky Tonk Woman”, de los Stones, ya que un amigo me pasó los acordes. O sea, nada,
no tocaba nada. Además, como tenía ese estigma de haber empezado a tocar tarde
–y veía que había pibes que a esa edad ya se tocaban todo-, me la pasaba todo
el día tocando. Al año, conozco al Mono (Fontana), que tocaba la batería, y a un bajista que
se llamaba Rubén Alcaraz, y formamos el primer Madre Atómica.
Recién, un año y pico después entra Pedro (Aznar) al grupo. Madre
Atómica fue el primer hito de mi carrera, mi escuela, me marcó y me sigue
marcando aun hoy. El segundo hito fue cuando el bandoneonista salteño Dino
Saluzzi me llamó a tocar, cuando yo tenía 23 años. Y después también me
marcó mucho la aparición de Jazz & Pop, ese boliche histórico, ahí empiezo
a conocer a los músicos históricos del jazz.
Hasta ahí, había escuchado algunos discos del género, pero no tenía tanta
noción del jazz, como sí la
tenía del rock. Así, de buenas
a primeras, ese boliche se empezó a transformar en mi casa, porque enloquecí
con todo eso y empecé a ir todos los días. En Jazz & Pop aprendí todo lo
referido a la improvisación y a tocar otras músicas. Me juntaba con otros
guitarristas de jazz y
tocábamos… Después me ocupé de estudiar teóricamente, pero aprendí mucho en la
práctica, en las jam sessions, en las zapadas que se originaban en el
boliche…
¿Qué guitarristas iban ahí en ese momento?
Estaban Ricardo Lew,
Alberto Bengolea, Carlos Campos, Francisco Rivero… Qué sé
yo, había unos cuantos. En fin, ahí me empecé a relacionar con todos estos
músicos tan importantes.
Yo me refería a
esos tipos que están todo el tiempo fanatizados con la guitarra. No estoy de
acuerdo con esos que dicen “primero, soy guitarrista y luego soy músico”. No,
es al revés… En mi caso, yo a la guitarra la veo, más que nada, como una
herramienta para expresar algo y no para ver quien la tiene más larga…
¿Entendés? No me gustan esos tipos que dejan de verse como músicos y pasan a
creerse atletas. Ese tipo de gente no me gusta y le escapo. En cambio me gustan
todos aquellos músicos que ven la música a partir de su instrumento.
En ese sentido, ¿qué guitarristas te
gustan?
Me agrada escuchar
mucho a Jim Hall, Bill Frisell, Jeff Beck… Me gusta escuchar a todo aquel que tiene su
propia voz, a esos que no se parecen a nadie porque no tratan de imitar a
otros. He escuchado tanta música en mi vida que enseguida me doy cuenta si un
tipo le robó una frase a otro. Esa gente me aburre, por eso me gusta escuchar a
la gente que hace cosas originales, viste.
ANTES DE
LUIS, Y CON LUIS
¿Cómo sigue tu carrera luego de que te vas de Madre
Atómica?
Apenas me separo
de Madre Atómica, entro a tocar con Raúl Porchetto gracias a Gustavo
Bazterrica, un gran amigo mío, cuando él se fue a tocar con Charly a
la Máquina de Hacer Pájaros, y me dejó su lugar en la banda
de Porchetto. Luego de eso fue muy raro lo que pasó, porque me acuerdo
que, a fines del ´76, yo había ido como espectador al último show de Invisible en el Luna Park.
Pasan un par de meses de eso y, un día, me tocan el timbre en mi casa, y cuando
atiendo el portero eléctrico me doy cuenta de que eran Machi y Pomo. ¡Era una locura! En esa época, yo no tenía teléfono,
y se ve que Pomo –que vivía en Paternal, cerca de mi casa- había
averiguado donde vivía yo y me fueron a buscar. Ahí me proponen hacer algo con
ellos: “Como nos separamos de Luis, pensamos en vos…”
Pavada de responsabilidad…
Claro, yo solo
tenía 23 años… Bueno, empezamos a ensayar, pero Machi medio que reculó y
volvió a tocar con Luis, al poco tiempo. Ahí, se incorpora entonces como
bajista Frank Ojstersek, un vecino mío, al que yo conocía de antes
porque tocaba en un grupo junto a Raúl Porchetto. Más tarde, yo llamo a Juan del Barrio, el tecladista del grupo M.I.A., y
así quedó conformado este grupo Sr. Zutano.
No, estuvimos
tocando un año y medio, más o menos. Lo que pasa es que no pudimos firmar un
contrato de grabación y en esa época se hacía muy difícil grabar a un estudio
sin un contrato porque salía una fortuna. Estando en Zutano, conozco a Spinetta,
porque cuando hacemos nuestro primer show en el viejo Teatro Estrellas, Luis
nos fue a ver. Él siempre me tiró muy buena onda, y después nos cruzamos
muchas veces. Por ejemplo, en el disco de Moro y Satragni,
participamos de invitados en el mismo tema, tocando la viola los dos juntos;
también nos vimos en la presentación del primer disco solista de Pedro Aznar.
Hasta que, finalmente, me voy a tocar con él a Spinetta Jade. Nos llamó
al Mono y a mí, ya que nos veía siempre tocando en la vieja Trastienda.
Así, entramos en Jade a fines del 83.
Y esa es la formación que graba Madre en Años Luz en el 84…
Sí.
Es como que te
vas acostumbrando, viste. Por un lado, es una gran emoción; pero, como ya te
conté con la anécdota de Pomo y Machi, ya me venían pasando cosas
raras en mi carrera. Con Luis, ensayábamos todos los días ocho horas,
entonces, cuando llegamos a grabar estaba todo muy afianzado y el grupo se
sonaba la vida. Convivíamos mucho juntos en los ensayos y eso se notaba. Aparte
Luis era un tipazo de otro planeta, un fuera de serie; no se va a
repetir más, ni por casualidad… Luis era creativo para cualquier cosa,
un tipo con muy buen humor y una persona muy generosa. Imagínate que, años más
tarde, aceptó a participar de invitado en dos discos solistas míos, y eso no
era algo que él hacía usualmente. Con respecto a lo de Madre en Años Luz,
ensayamos no sé cuántos temas, pero la mayoría de los que quedaron en el disco Luis
los hizo en el último mes. Todos esos que escuchás…
Todos, “Camafeo”, “Este es el Hombre de Hielo”,
etc, etc…
Sí. Venía y
decía “tengo otro” y traía “Ludmila”, y, después, traía otro más; por ahí quedó
alguno que otro de los que veníamos ensayando antes.
En esa época era el auge de la batería
electrónica…
Sí, ahí empezó a
meter batería electrónica, pero aparte porque la mano con Pomo ya venía
un poco rara, y siempre se peleaban Luis y él. Entonces, Luis aprovechó
y puso batería electrónica. Sin embargo, yo soy un convencido de que si hubiese
tocado Pomo, ese disco hubiera sido 10 mil veces más lindo. A mí no me
gustan las baterías electrónicas.
Claro, por eso quedó muy pegado a los 80…
Sí, con un
sonido típico de esa época. Sin batería electrónica, pienso que hubiese sido un
disco clásico, directamente.
Muchos años más tarde, en 2009, te volvés a encontrar
con Luis en el concierto de Las Bandas Eternas...
Sí, él mismo me
invitó. Eso fue una cosa increíble, unos ensayos interminables, la verdad es
que no sé cómo hizo para llevar adelante todo eso. Yo –como tocaba un tema
solo- fui a tocar recién la última semana, pero ellos ya venían ensayando desde
hacía dos meses. Y luego en el show, Luis estuvo como cinco horas arriba
del escenario y se mandó una actuación impresionante, cantando increíble.
Imagínate, yo estuve en un tema solo y quedé muerto…
¿Estando ahí te diste cuenta enseguida de que
estabas presenciando un show que iba a pasar a la historia?
Sí, lo estaba
viendo y pensaba en eso. Lo sabíamos todos los músicos que estábamos allí, en
realidad. Fue un momento muy emocionante y Luis estaba muy contento… No
tuvo nada que ver con lo que pasó después, porque eso nadie lo sabía; pero, sí,
fue histórico. Sin dudas, fue el concierto más emocionante que vi en Argentina,
lejos. Una cosa que nunca me voy a olvidar es el momento previo a salir a tocar
junto a Invisible, mientras ellos estaban tocando “Durazno Sangrando”, y
ver, al costado del escenario, a todo el rock argentino, y todos
llorando. Todos: Cerati, Fito, el Negro García López, Charly,
David Lebon, Black Amaya… Y me estoy olvidando un montón, porque había
como 15, y todos llorando, moqueando, emocionadísimos…. ¿Qué más te puedo
decir?
RITOS DEL
PASAJE
Siempre fuiste un guitarrista muy versátil que
anduvo por un montón de géneros, ¿cómo se conjuga eso al momento de ponerte a
componer material nuevo, y planificar un disco?
Es que me salen
cosas, ese es el tema. Todo el tiempo me salen canciones que son de
estilos diferentes. Nunca estoy planeando “bueno, ahora voy a hacer tal
cosa…”, sino iría por una única vía, y eso no me gusta. Porque, como tengo
gustos muy eclécticos, no me gusta etiquetarme en nada. Son etapas que uno
tiene, viste. A veces me canso de tocar música “furiosa” y me paso a explorar
los ritmos de acá, o voy a la música acústica; y después me aburro, me canso, porque
no es que me voy a quedar siempre haciendo eso. Como tengo la capacidad de
hacer distintas cosas, las hago. Por eso tengo el Trío (junto a Machi Rufino,
bajo; y Cristian Judurcha, batería), que es un proyecto más de rock, fusión; también tengo mi grupo solista, que hace candombe y música de raíz argentina;
y después tengo un cuarteto con el guitarrista Armando Alonso, que es un
proyecto más ligado al jazz. Me
gusta todo. Lo que no me gusta es esa adoración sublimada que hay por la música
de afuera.
¿Por qué?
Porque habría
que valorar más a los músicos que hay acá. Viste que algunos medios tergiversan
todo lo que vos decís, bueno, me acuerdo que una vez en Clarín titularon una
nota que nos hicieron poniendo “Estoy harto de la música de afuera”,
como si eso lo hubiese dicho yo. Cualquiera, porque así te escrachan y vos
quedás como de ultra derecha, radicalizado, como si no sirviera nada, y eso no
fue lo que yo quise decir. Nada que ver con eso, porque a mí también me gustan Miles Davis, Coltrane y un montón de cosas más. Lo
que yo digo es que no podemos vivir pendientes, todo el tiempo, de lo que hacen
en otro lado. Acá hay grandes músicos. Por ejemplo está el caso de Saluzzi,
que acá no lo conoce nadie, mientras en los medios siguen apareciendo tipos que
ya tienen bastante propaganda en todos lados, y vos sabés dónde encontrar lo
que están haciendo, no necesitan difusión…
¿Y de los géneros que más transitas vos, jazz, rock, folclore; cómo ves su
situación actual, su renovación a futuro?
Creo que en el folclore
es en donde está saliendo gente más interesante. A partir de lo que
hicieron Juan Falú, el Negro Aguirre, y el Acá Seca Trío;
esos tres ejemplos hicieron que muchos jóvenes formen grupos de folclore, y está buenísimo que eso
pasé. Aparecieron con otras armonías, con cosas más modernas, tratando de aggiornar
al género. Seguramente, a los que son más ortodoxos del folclore,
les debe molestar; pero, bueno, la función de los jóvenes es la de molestar… En
los otros géneros no veo demasiada renovación. Veo, en cambio, buenos
intérpretes de música vieja. Por ejemplo, el tango: hay buenos músicos, apareció una camada joven, hay
cantantes nuevos, pero hasta que no aparezca un repertorio nuevo… Qué sé yo,
está la Orquesta Fernández Fierro, me gustan algunas cosas de (Daniel)
Melingo… Por lo menos ahí hay un intento de salir de la horma, ¿no?
Fíjate, esa dicotomía: O es Piazzolla o es el tango clásico, y entonces ves como detrás de Piazzolla están
aliados como 400 mil músicos haciendo lo mismo. No lo juzgo, me parece que está
bien, pero como vos me preguntabas con respecto a la renovación de los
géneros…
Es un poco
parecido a esto que te decía. Hay muchos músicos talentosos, pero yo te hablo
del punto de vista que más me interesa a mí que es el de la composición. Porque
el talento aislado de un instrumentista no es lo que lleva adelante a un
movimiento musical. En el jazz no
está pasando lo que te decía del folclore,
los jóvenes tendrían que crisparle los nervios a todos los que vienen de atrás,
a los que vienen de antes en el género. Eso sería renovar, porque si no hacen
ellos, ¿quién?
¿Y en el rock
qué ves?
Lo que pasa es
que no estoy muy metido en el circuito under, seguramente allí hay cosas
buenas. Si me decís por lo que se escucha en los medios, estamos en el horno…
Pero no creo que sea así, debe haber otro movimiento por debajo con gente
interesante, ¿no? Por lo demás, me siguen gustando los veteranos: el Indio
Solari, Divididos… Toda gente de mi generación, eso es lo loco. Si
estuviera vivo Luis, él estaría al frente, ahí arriba de todo, ni lo
dudes… Entonces, te preguntás ¿qué pasa?
SEÑORITA
CORAZÓN
Venís de una familia musical, y casi al mismo
tiempo se fueron haciendo conocidos, ¿no?
Y sí, Celeste
(Carballo) es mi tía, y tocamos juntos también. Bueno, justamente,
ella empezó en Jazz & Pop, ese boliche del que te hablé antes. Empezó como
solista en ese circuito de boliches de San Telmo, y después arrancó con todo,
¿no? Pero, sí, más o menos arrancó en la misma época que yo, en los 70, y
explotó con todo en el 81, 82…
No, sólo en los
comienzos. Yo le llevaba nueve años, así que cuando yo empecé a tocar, a los
16, ella tenía 7, y ahí arrancó ella también. Se copó un montón y le encantaba.
Me acuerdo que venían Pedro y el Mono a mí casa, a tocar la
viola, y ella se la pasaba mirando todo lo que hacíamos, prestándole atención a
los acordes, y al otro día me preguntaba “¿Este acorde es así?” Tremendo.
Y así fue aprendiendo. Después, bueno, vino un profesor de música clásica, que
yo tuve un tiempo, y le enseñó también a ella. Sí, también aprendió haciéndome
bases a mí, cuando yo me ponía a zapar, pero no es que le enseñé yo a tocar.
Era ella la que se la pasaba tocando y tocando. También teníamos muchos amigos
músicos, que aparecían por casa a tocar. Después, aparece Claudia Sinesi,
también, con su hermano Quique, entonces es como que había mucha cosa
musical en el ambiente, todo el tiempo…
Para mí, ella fue una de las mejores guitarristas
de rock que hubo acá…
Sí, tenía algo
muy especial. Era muy seria, muy respetada por todo el mundo. Muy buena persona
y muy responsable de lo que hacía. Por eso estuvo diez años tocando con Charly,
¿no? No fue porque fuera obsecuente con él, porque ni por casualidad hizo eso,
al contrario.
Sí, creo que lo sostuvo un montón musicalmente…
Para mí sí. No
sé qué pensará él, supongo que debe pensar lo mismo. Bueno, como la de Luis,
la de ella fue otra pérdida terrible. Ya pasaron 12 años y nunca dejo de pensar
en ella…
AHORA
TÉCNICA NO ES SINÓNIMO DE FEELING
Con tantos años de experiencia encima, ¿cuál es el
consejo que le darías a un chico que quiere empezar a aprender guitarra?
Obviamente,
estudiar bien el instrumento, conocerlo… Bueno, acá no puedo ponerme a detallar
cada cosa que hay que hacer. Sin embargo, algo que sí te puedo decir, y es muy
importante, es pensar que la música –más allá de que su parte interna es
matemática, y es exacta, en cierto punto- tiene una parte emocional y artística
que nunca hay que olvidarla o dejarla de lado. Yo veo que ahora se acostumbra
mucho a conocer la parte teórica, el desarrollo mental de la música, pero no el
de la emoción y el de transmitir algo, ¿entendés? Yo creo que, en este momento,
hay un gran déficit en eso: hay una gran técnica, pero hay poca emoción.
Sí, y
principalmente buscar tu propia voz. En este momento estamos invadidos por
tanta información, con Internet y demás, con un bombardeo tan groso que vos
sabés al instante lo que está haciendo un tipo en Taiwán o en cualquier lado,
pero lo importante para un artista sigue siendo buscar tu propia voz, esa nota
que te distinga y ser vos. El sonido, cómo decís las cosas. Nada más. No ser el
más rápido del oeste, ni el más lento, no pasa por ese lado. Lo importante es
encontrar un estilo, tu forma de tocar y dejar de imitar a otros. La imitación
es algo que sirve en un período cortito de tiempo, para empezar a entender
algunas cosas, pero él que se queda pegado en eso para siempre está
muerto.
¿Ahora que música estás escuchando?
Prácticamente no
escucho nada. Saluzzi siempre me decía, “no escuches música, Negro.
No escuches nada”. Porque decía que eso te contamina, se te mete aunque no
quieras. Yo tengo mis etapas, escucho algo, pero muy salteado. Ahora tengo todo
en la computadora, porque hace años que no agarro un disco. Escucho música en la
computadora, y por ahí miro algún video que sube alguien en el Facebook. Eso es
todo lo que escucho, una ensalada media rara. Además, no tengo tiempo, porque,
entre que doy clases, ensayo, y demás; trato de tocar un poco yo, también. Me
parece que la etapa de escuchar música te pasa cuando sos más chico, cuando
tenés más tiempo como para colgarte descubriendo discos y demás.
Emiliano Acevedo
No hay comentarios:
Publicar un comentario